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22 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
8
Tiempo de cerezas
Film considerado por muchos como la obra mayor de Jacques Becker (1906-60), es su séptimo largometraje (sobre un total de 13). El guión, del propio Becker y de Jacques Companeez, se inspira en personajes y hechos reales. Se rueda, entre el 24/IX y el 22/XI de 1951, en escenarios naturales de Annet-sur-Marne, Meaux (muro de la prisión) y Menilmontant (casa de Lecat) y en los platós de Paris Billancourt Studios (Paris). Nominado a 2 premios Bafta, gana uno (actriz extranjera). Producido por Robert y Raymond Hakim para Speva Films y Paris Films Prod., se estrena el 16-IV-1952 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en el barrio parisino de Belleville, en el río Marne y en la localidad de Joinville-de-Pont (Francia), a lo largo de un tiempo indeterminado, en los años del cambio de siglo (1899-1902). La acción comienza en una apacible tarde de un domingo de otoño. La joven prostituta Marie (Signoret), apodada “Casque d’Or” por la forma de su peinado, el color de sus cabellos y su nacimiento en Orleans, atrae la atención y suscita el interés de muchos jóvenes “apaches”, delincuentes dedicados sobre todo al robo, atracos a mano armada y a la explotación de la prostitución, que proliferan en Paris entre los últimos años del XIX y los años 20. Su novio y rufián es Roland (Sabatier), esbirro de la banda de Félix Leca (Dauphin). Cuando en un baile, Marie conoce a Georges Manda (Reggiani), levanta los celos de Roland y de Leca. Marie es coqueta, alegre, apasionada y sincera. Encuentra en Manda su amor verdadero. Éste, antiguo ”apache” reinsertado, tras cumplir varios años de prisión, se ha puesto a trabajar como carpintero autónomo. Es noble, leal y pundonoroso. Leca es despótico, codicioso, vanidoso, violento y traidor.

El film suma crimen, drama, romance y análisis social. Al realizador le interesa, sobre todo, la exploración de un amor sincero, joven, libre, puro y verdadero, marcado por el destino como imposible y trágico. De la mano del mismo, Becker construye una interesante y detallada descripción de los ambientes populares parisinos y recrea una época singular de cambios ("Belle Époque") que tuvieron en la ciudad su escenario preferido.

Varios proyectos anteriores habían querido llevar al cine la descripción del submundo de los “apaches”, pero todos se habían visto interrumpidos, aplazados o frustrados por causas diversas. Además, el film aporta un análisis preciso y convincente de la amistad. La analiza desde el punto de vista de dos amigos de la infancia, que han compartido experiencias delictivas y la misma celda en prisión durante un tiempo. Al enfrentar amor verdadero y amistad sincera, se plantean preguntas de gran interés con interrogantes sobre las preferencias, la mayor fuerza, la superior nobleza, etc., de uno sobre el otro.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
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80 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Lo fatal es lo fatal
Le reclaman a uno a gritos con la mirada. Le arrancan de la paz del sueño y le sumergen de cabeza en el vértigo del deseo. Le empujan al centro de la pista y le obligan a bailar, despertando al demonio del odio y de los celos. Logran que sus bofetones los sintamos como besos o caricias y que volvamos a por más, urgidos por la impaciencia. Le arrojan a uno a callejones oscuros y ponen en sus manos una navaja, y cuando la sangre brota, se pasean por ella ronroneando, como gatas ahítas de satisfacción que le dan la espalda al vivo mientras olvidan sin remordimientos al muerto. Le apartan del buen camino y lo conducen de nuevo a la vieja senda equivocada. Le sumergen en envenenados remansos pastoriles que algunos se empeñan en llamar amor, aunque tal vez merezcan otro nombre. Le obligan a uno a elegir entre la lealtad a los amigos y los apremios de la carne. A las mujeres –lo dice uno de los personajes- hay que procurar no comprenderlas. No sólo es absurdo, sino inútil: lo fatal es lo fatal. Nadie forja su propio destino con las manos atadas a la espalda. Así de insensatos somos los hombres, así de frágiles y manipulables. Así de estúpidos.

Es más que posible que no fuera su intención hacerlo, pero, por una vez, un traductor de títulos al español logró hacerle más justicia a esta espléndida película acerca del irresistible y fatídico poder magnético de la atracción amorosa que su pobre título original, ese “Casco de Oro” que alude al peinado de su rubia protagonista y que no es sino un pálido reflejo de la riqueza y profundidad de sus propuestas. Y no porque sea un fiel retrato del mundo lupanario parisino, sino por recorrer la geografía universal de las bajas pasiones y sus devastadores efectos como lo haría uno de los muchos instrumentos de filo cortante que pueblan la película. Sobria, concisa e incisiva, “París, bajos fondos” rehúye los histéricos perifollos y golpes de efecto del folletín que podría haber sido y opta por las sugerencias, los silencios y las elipsis, por la contención y la sequedad narrativa, por el poder expresivo de rostros y miradas y unas pocas y significativas palabras. De la image avant toute chose.

A partir de unos hechos extraídos de la más prosaica realidad, Becker recrea y enhebra, además, algunos de los momentos más granados de la rica tradición literaria y artística francesa: esa excursión en barca por el río, esos señoritos ataviados con bombín y bigotito engominado y acompañados de descocadas jovencitas, esos bailes populares que traen a la memoria más de un cuento galante de Maupassant; el París humilde y arrabalero de las novelas de Zola, sus tabernas, sus meublés y sus fulanas, sus chulos y hampones hermanados por juramentos secretos y por las severas leyes de la herencia; ese extraordinario epílogo, en fin, en el cual se subliman todas las virtudes de una película intensa y tan cruda como lírica, y que resulta digno del mismísimo Stendhal. Ahí es nada. Como si fuera tan fácil decirlo como hacerlo.
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34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Un 9
La señora Signoret es de esas damas del cine que enamoran a la cámara. Y el señor Becker lo sabe y sabe usarla (la cámara). Bellísimos primeros planos de esta actriz que también enamoran al espectador.
El carpintero, Serge Reggiani, es también de esa clase de actores que cuando salen ellos todo gira alrededor de su imagen, lo recuerdo de El Confidente, con Belmondo. Un rostro intrigante.
Magnífica ambientación del París de 1900, donde el vestuario, sobre todo el masculino, debería haber recibido un oscar. La carpintería, el bar, el piso del mafioso, todo está muy bien realizado.
Muy buena dirección de actores, ninguno desentona.
Por fin vemos en una película una pelea real. La escena de la pelea es perfecta.
Todas estas cosas hacen que en cuanto termina la película, desees volver a verla.
Muy recomendable.
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30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Fascinante, y absorbente retrato de una pasión turbulenta y del mundo del hampa de la época, por cortesía de Jacques Becker.
Jacques Becker, un director francés que empezó como asistente de dirección con Jean Renoir, y acabo reconocido como uno de los más prestigiosos y mejores directores franceses de todos los tiempos, y al cual he ido descubriendo poco a poco, desde "La evasión 1960", la primera película que he visto de él (y la ultima de su filmografía), hasta "Goupi mains rouges 1943" y Touchez pas au grisbi 1954" (las otras 2 que había disfrutado hasta esta que nos ocupa), tras cada visionado quedaba fuertemente impactado por el poderío, tanto visual, como de desarrollo de trama y personajes, y paradójicamente me dejaba con una frustrante sensación resultante de la certeza de que por muchas vidas que uno viviera, nunca tendrá tiempo y ocasión para disfrutar con todas esas obras maestras existentes en el Séptimo Arte (sobre todo si no eres un cinéfilo militante, y sufres ese síndrome de Diógenes cinematográfico que te lleva con mucha frecuencia a escarbar entre series B varias, y/o cualquier producción que por una causa u otra, excite tu curiosidades), a la vez que posponía la visión de otra de sus producciones para el momento exacto que mi estado de ánimo y apetencia me lo pidieran.

Pues bien, en esas estamos, cuarta película que me enchufo de Jacques Becker y cuarta (espero si Dios me da salud que no sea la última) obra maestra que degustan mis pupilas; inspirado en una historia real (si escarbas por la red, no es difícil saber cómo acabo realmente la historia) de crónica negra sucedida en Paris a principios de siglo XX que tuvieron como principales protagonistas, a la prostituta Amélie Élie, y los apaches parisinos George Manda y Felix Leca (Serge Reggiani y Claude Dauphin), el uno rehabilitado como carpintero tras su paso por la cárcel, el otro jefe de una banda de rufianes de los bajos fondos parisinos, y ambos hechizados por la belleza y poderío de esa rubia apodada "Casque d'or" por su peinado, aquí llamada Marie (Simone Signoret), nos encontramos ante la que está considerada como la mejor y más personal película de Jacques Becker y una de las mejores de la cinematografía francesa, cosa que no seré yo quien lo rebata (no he visto mucho cine francés, ya saben, lo anteriormente expuesto de "por muchas vidas que uno viviera, nunca tendrá…etc, etc"), ya que desde ese conjunto de escenas que abren la función en las que primero vemos al grupo de apaches y sus respectivas llegando en varios botes por el cauce de un río a un salón de baile al aire libre (Sigue en spoiler por falta de espacio)
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23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Los plebeyos (también) las prefieren rubias
Dirige Jacques Becker esta 'Casque d'or' con tozudas reminiscencias del realismo poético francés aprendido, imagino, de Jean Renoir (del que fue ayudante de dirección).

Y allí que va ese carpintero a enamorarse, lógicamente, de la Signoret, haciendo caso omiso de todos los avisos que el fatalismo mecanicista y el, para entendernos, destino natural e impepinable le hace con señales luminosas durante todo el metraje.

Y es que este buen ejemplo de naturalismo poético, como no puede ser de otra manera, condena a estos personajes a no elegir, prisioneros de un final que ya deduce el avezado espectador por su condición de humildes bajofondistas (parisienses en este caso). Porque estos amantes ya pueden chillar, patalear, escupir al aire o cagarse en los muertos de su entorno social. Marcados están y marcados terminarán.

Eso sí, antes de concluir, por el camino, Becker se recrea en muchas secuencias de hermosa intensidad (el final, sí; pero también las escenas en que con miradas, primeros planos y reflejos iridiscentes en el cabello rubio de Simone Signoret nos muestra ese estado bobalicón del enamoramiento con precisión y lozanía).

En fin, que si eres carpintero, pobre y con un más que probable turbio pasado, no se te ocurra, siendo francés (la tierra de Zola y Stendhal), enamorarte de una prostituta que anda con mafiosos. Porque estás tentando a la suerte, a los hados y al determinismo en pleno.

Claro que Reggiani, viendo ese contoneo signorial de la rubia Simone, es lógico que ansíe el meneo correspondiente y reglamentario descuidando estas alertas atávicas. Porque una rubia es una rubia: "¡que me corten la cabeza si entiendo algo de lo que me dices!", diría él.

Tú sabrás.
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40 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Pasión desatada en París gracias a un genio llamado Becker
De "París bajos fondos" me quedo con todo, no sólo con una historia de amor bien expuesta, desde sus inicios a su final. Me quedo con la belleza de Sigoret, con la de Reggiani también, la pasión desatada entre los dos y las pocas palabras que se dicen, porque no hacen falta cuando la imagen manda. Y de qué manera, no era la primera vez que lo hacía, hablo de Becker, un verdadero genio que hace protagonista a la imagen, por encima de la historia, quien manda es la imagen. Hay quien dice, y yo estoy de acuerdo, que esta película es más para ver que para escuchar. No hay que ser un genio del pensamiento para adivinar lo que sucede, no hay que estar meticulosamente atento a los movimientos porque Becker sabe hablar con la imagen. Y de qué manera.

Hay otras películas que con elipsis forzadas uno como espectador no acaba de encontrarse cómodo. Como ya he dicho, Becker es un genio y sabe usar como nadie los tempos, enseñar una cosa ahora y pasar a otra sin brusquedad, en este caso para configurar el caso que nos interesa, que es el del amor entre los dos protagonistas. Pero también traición, amistad, un drama como una casa como dirían muchos, el infortunio que abraza a un carpintero que pasaba por ahí, la rubia que quería bailar con él y la mala leche de unos cuantos que siempre están en todas las películas para enseñarnos la cara mala del ser humano.

Y como telón de fondo una ciudad para muchos centro del universo, a principios del pasado siglo, con una ambientación excelente, con sus tabernas, sus cafés, la policía, los carruajes. Como dicen muchos otros, es muy normal que para los franceses Francia sea el centro del universo, sólo con nombrar a Stendhal o Víctor Hugo no es difícil entenderlo, y esa lógica, a mi manera de ver, cabe en esta película. Como digo, me quedo con todo. Con él dándolo todo por ella y con ella esperándolo en el muro de la cárcel... Qué maravilla.
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20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Bajos Instintos
Paris, bajos fondos podría haberse titulado perfectamente: Cosas que pasan. Es tan real como cualquier novela de los novelistas franceses que engrandecieron el género:Balzac, Stendhal, Emile Zola, Victor Hugo...Es la vida y las circunstancias que rodean a un humilde carpintero redimido y a su enamorada, una hermosa prostituta que decide dejar de serlo. Todo transcurre con una naturalidad y una inevitabilidad asombrosas, imparable el destino para los pobres que se atreven a ser libres y dueños de sus vidas.

El gran director francés, que murió a los 54 años, encontró a pie de calle un hervidero de vividores: hampones, policías corruptos, putas, traidores....en el que también tenían cabida los buenos sentimientos: la amistad, el amor, la dignidad....Todo en clave de ley natural que a veces choca con las leyes de los hombres, capaces de convertir en delincuentes a quienes se ven abocados a defenderse. También el amor se niega a las mujeres que un día lo regalaron.

La ambientación te traslada fácilmente a lo que debió ser el París periférico de 1900, donde transcurre el suceso. El magnetismo de Simone Signoret justifica plenamente el enfrentamiento animal de los hombres, a los que el honor exige deuda de sangre. Buenas interpretaciones, sobresaliendo, además de la ya mencionada Simone Signoret, el hábil y nada escrupuloso jefe hampón.
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16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
AMÉLIE: LA PERDICIÓN DE LA NOCHE PARISINA
El duelo entre realidad y ficción acaba en empate. Entre los hechos realmente acaecidos y los filmados por Becker no hay sutiles diferencias. Nada de eso. Hay diferencias sustanciales. Y aunque me voy a contener bastante para no restar interés a quienes no hayan visto el film, de entrada digo que pareciendo dos historias muy distintas, ambas, la real y la encorsetada en el guión, son realmente apasionantes y tienen en común dos elementos básicos: El amor y los bajos fondos.

Becker pone el acento en el amor y la realidad, siempre más agresiva, lo pone en las rivalidades entre las bandas callejeras que se movían al amparo de la prostitución y el alcohol a finales del XIX, pero nada se entiende sin la combinación de ambas circunstancias. Una mujer real, Amélie Hélie, fue capaz de convulsionar la noche parisina. Las bandas rivales "Le Popincourt" y "Les Orteaux" se enfrentaron por ella en la rue des Haies y es que Amélie, cuentan las crónicas, era una despampanante rubia capaz de llevar a la perdición a cualquier hombre y precisamente eso fue lo que hizo con los líderes de las bandas rivales, perdidamente locos por ella, llevarlos al penal de Saint Martin de Ré.

En la película Simone Signoret interpreta a Marie, Amelie a todas luces, mujer fatal en toda la expresión del término y por partida doble. La Signoret, a la que reconozco unos ojos como para perderse en ellos, derrocha curvas en demasía y quizás no es la rubia barbie superstar que uno esperaría encontrar. Sin embargo, Becker trata bien a su personaje y le da sentimientos y coraje para afrontar un destino duro e inexorable. En este sentido Simone Signoret resulta la actriz perfecta para el papel.

Por su parte Reggiani, a quien recordaba recientemente por su excelente trabajo en Le doulos de Melville, tampoco daba la talla de mafioso puro y duro, pero igualmente el director francés lo rescata para el "club de la buena gente" y redimiéndolo de malos pasos anteriores lo enrola en el gremio de la carpintería, donde parece encontrarse más a gusto o al menos esa es la impresión que sacamos los espectadores. No obstante, ser buena gente, no significa no tener arrestos y lo que hay que tener y en este sentido, Reggiani demuestra su talento con una interpretación memorable.

Y el fatalismo, el mismo que dirigía la orquesta en La bestia humana de Jean Renoir, maestro de Becker, aquí parece marcar el curso de unos acontecimientos que, así lo percibe el espectador, solo tienen un final posible.

De lo mejor de Jacques Becquer.
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16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Magnífica, en todos los aspectos
Magnífica película, basada en hechos reales. Una cinta modélica en cuanto a su especial realización. Las bellísimas elipsis (inolvidable el momento en que se encuentran en el prado y en la escena siguiente está él contemplándola en la cama), los encuadres deudores del neorrealismo, y las perfectas interpretaciones de tod@s y cada un@ de los actores/actrices, destacando el cuarteto protagonista, la Sra. Signoret a la cabeza ¡qué actriz!.
En suma, una verdadera maravilla.

http://filmsencajatonta.blogspot.com.es/2016/09/festival-donostia-2016_18.html
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16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La belle époque de la clase baja
“París, bajos fondos” está dirigida por el reputado director francés Jacques Becker, un hombre que inició su carrera como ayudante de dirección de Jean Renoir para después realizar su propia filmografía en la que destacan especialmente dos obras convertidas en clásicos: “La evasión” y la presente “París, bajos fondos”. Becker tenia especial predilección por hablar de problemáticas sociales y por la elaboración de personajes, consiguiendo además un equilibrio perfecto entre el desarrollo de éstos y la puesta en escena. En una tarde soleada de domingo de 1898, a las afueras de París, un grupo de hombres y mujeres llega en barca por el río hasta un bonito local. El grupo está formado por los hombres de Félix Leca, un comerciante de licores que en realidad es líder de una banda criminal. Todos van acompañados por mujeres que ejercen la prostitución. De todas ellas sobresale Marie, una preciosa mujer amante de Roland, uno de los hombres más violentos de Félix. Marie no puede dejar de mirar a Manda, un humilde carpintero que trabaja en el local y que resulta ser amigo de Raymond, uno de los miembros más respetados del grupo. El fuerte sentimiento de amor que surge entre los dos provocará el odio en miembros de la banda, y eso conducirá inevitablemente a la tragedia. La obra es un retrato de la vida durante la belle époque en los barrios parisinos más humildes y aparte de hablar de amor y traición, supone un canto a la fraternidad y a la pureza de los sentimientos. Especial atención a dos momentos: el duelo de poder entre Leca y su banda mostrado en un movimiento de cámara con juego de plano y contraplano impecable y el fulminante y desconcertante desenlace que deja una sensación de vacío enorme tras su visionado. “París, bajos fondos” fue reconocida por el propio Becker como su gran obra maestra y supuso una fuerte influencia para grandes directores de la nouvelle vague como Truffaut.

Más críticas de cine y series (y algún que otro monigote): https://unhombresinpiedad.com
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13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Fue por una rubia loca
Él fue el único que la había mirado como a un ser humano.
Para los demás, era una rubia explosiva de cascos ligeros, cuyo cuerpo valía cuarenta francos y a la que podían tratar como a una bonita bazofia.
Marie era una puta parisina a la que todos creían tener derecho a insultar, pegar, humillar, despreciar y poseer sin tener en ninguna consideración sus sentimientos, sus opiniones, su dignidad.
Ella estaba a la vuelta de todo. Se había formado un caparazón. Irónica, fría, indiferente. Su mirada azul calculaba, se burlaba, centelleaba de desdén. Procuraba disfrutar de lo poco que pudiera en su condición de mujer perdida, llevada y traída. Resguardaba su corazón, que era lo único que nadie había mancillado todavía.
Marie era el trozo de carne que pasa de mano en mano por los bajos fondos de París, entre gángsters y compañeras de profesión, soportando con altanería la misoginia y el machismo de su ambiente masculino, y el reproche de las damas “decentes”.
Y apareció Georges Manda, un honrado carpintero de expresión franca. Nadie la había hecho sentirse, con un simple cruce de miradas, como una mujer completa. Porque para él Marie nunca fue una prostituta.
Ella se vio a sí misma desde un prisma sorprendente: por primera vez, un hombre no le pegaba, no daba por sentado que ella tenía que aguantar insultos y malas caras. Se comportaba con ella como si la quisiera para novia, y no como en un affaire sexual con demostración de superioridad y prepotencia viril para que la fulana no olvide jamás cuál es su sucio lugar.
Marie se enamoró. Debajo de la corteza de fulana de mundo… Estaba la chica romántica, loca por un chico de los de novela, valiente y recto.
Trató de olvidar que procedía de barrios de putas, chulos y delincuentes con los que se codeaba. Era una mercancía en venta que se permitía soñar.
Jacques Becker describe un París de frivolidad y alcoba, de cafés y bailes, de alterne y crimen, de corrupción y codicia. De frufrú de faldas y plumas, humo de cigarrillos, dualidad erotismo-poder sugerida y culminada en la mano del capo deslizándose por el pecho de una renuente Signoret.
Pocas escenas de expansión amorosa y bucólica, de amistad y lealtad, señalando el peligro de romper con las podridas jerarquías de los arrabales parisienses.
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15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Evocador fresco costumbrista de una época. Inolvidable.
El 'casco dorado', el peinado que lleva Simone Signoret, da título a este maravilloso retrato de una época.
El vestuario es realmente calcado, puedes oler los ácaros y notar los pliegues y arrugas en la ropa.
La caracterización de los personajes desde los peinados, afeitados, esos bigotes hacia arriba, la fajuela, los tirantes, etc, te transporta a principios de 1900'.
La galería de pequeños personajes deja un poso compacto, un todo que auna circularmente la historia.
Desde pequeños burgueses, maleantes, trepas, artesanos, señorones, busconas, pillastres.
'El magnetismo que destila Simone Signoret, pocas veces he presenciado en una pantalla, devora la cámara.
La secuencia inicial en el café- bar, cuando se conocen, hay 2 primeros planos de ella, diábolicos en su seducción y capacidad de fotogenia sin igual, la película está plagada de ese hechizo animal'.
Las calles, farolas, carruajes, emanan la bella nostalgia de un momento histórico que capta en un estilo sencillo, realista, romántico, con ese naturalismo de Zola.
La historia rezuma humanidad, con personajes creíbles, humildes, mostrando sus miserias y grandezas, la lucha cotidiana por sobrevivir. Y yo me emociono.
Las dos secuencias de baile demuestran una belleza de formas, puesta en escena, vestuario de época, diseño de producción y costumbres, que arañan la majestuosidad de la perfección y te sumergen en ese principio de siglo.
En ningún momento es pretencioso, ni argumentalmente ni en su desarrollo final, mantiene una progresión
dramática acorde con las situaciones.
El tono de la narración es vitalista con un deje de fatalidad, sin caer en lo ñoño entusiástico o en el detalle burdo y anecdótico
Hay unos cuantos planos y encuadres para la historia, me voy a quedar con uno:
"Enfoca desde el café- bar al escaparate y vemos a Marie, su amiga y Félix escudriñando el fiambre y a la bofia;
Visualizamos las letras del tugurio y sus rostros encima, es un cuadro fascinante, 'ver sin ser vistos', podría llamarse.
Hace un zoom despacio hasta enmarcar el rostro de la bella Marie y funde con un plano del cadáver boca abajo". Portentoso.
La escena de la pelea es fantástica, con un montaje muy eficaz consiguiendo dinamismo, verismo, dramatismo.
Los planos de cuando tiene agarrada la cara brutalmente, sujetándo la nariz que vaya arrancársela, de un realismo atroz.
Está trufada de momentos mágicos, escenas irrepetibles, un regalo para los sentidos.
Las tres apariciones de la anciana son jocosas y llenas de ternura.
De estas obras que al transcurrir del tiempo tienen más fuerza y su poder de seducción se acrecienta.
Enaltece la amistad como un valor supremo y defendible hasta la muerte y el amor.
Destacar la interpretación apabullante de Serge Reggiani en estado de gracia y del 'ladino' Claude Dauphin aunque todo el electo está magnífico.
De esas obras que hay que revisar, paladear cada tanto.
Vida en imágenes en movimiento eterno.
Jacques Becker, por la que nos ocupa y " Le trou "1960'. Su testamento fílmico, ya pasaría al panteón de destacados realizadores.
Su hijo Jean, continua la estela de su padre y francamente de manera notable.
P.D.
Dato curioso:
La gran Nina Simone, se puso Simone, a causa de la enorme impresión que le causó la película y por ende la interpretación de Simone Signoret.
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Trágico romance en la Belle Époque
Una de las tres obras maestras que realizó Jacques Becker comienza con una fantástica secuencia que tiene lugar en un merendero cercano a un río, donde un grupo de maleantes bailan con damas de compañía, presentándonos el autor francés a todos los protagonistas de esta historia que relata un trágico triángulo amoroso.

El filme narra el complicado idilio amoroso entre una bella y conmovedora prostituta de los bajos fondos parisinos y un pobre pero valiente carpintero. La vida plácida y sin complicaciones de Georges comenzará a dar un vuelco cuando ve por primera vez a Marie, ante la cual quedará rendido, teniendo que enfrentarse a una banda de mafiosos para poder conquistarla. Ella interpreta a una peculiar "femme fatale", ya que en este caso, al contrario que en otras películas de la época, se mueve por puro amor y no por interés ni por maldad, aunque poco importa en el desarrollo de la trama, ya que llevará a su enamorado al camino de la destrucción.

La cinta se acerca al realismo poético francés que fomentó años antes Marcel Carné, aunque con el toque personal de Becker, como la perfecta utilización de escenarios naturales que la acercan a la corriente pictórica del impresionismo, evocando a esas pinturas cargadas de felicidad de Pierre-Auguste Renoir. Una obra dotada de un toque de gracia en cada escena, muy romántica pero sin pecar de sensiblería, mostrando el ambiente de la Belle Époque. Pese a que los diálogos están cargados de ingenio y humor, la película del realizador galo destaca por los gestos y miradas de sus protagonistas, ejemplificado en el rostro de Marie en la última y trágica escena final.

Ha habido muchos y buenos directores franceses a lo largo de la historia, pero sin duda que el infravalorado Jacques Becker merecería un lugar especial en cualquier lista que se precie.
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10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Si Scarlett O´Hara hubiera sido puta.
Escribir sobre estos clásicos intocables es difícil. Ya está todo dicho. He preferido dejar pasar unos días desde el visionado, a ver qué poso quedaba. Y la verdad, es que no queda nada arrebatador.
Que sí, que la película es bonita, que los tipos que la pueblan parecen auténticos, (no sé si tanto la rubia protagonista, en su veloz y poco creíble transmutación de frívola veleta a desgarrada amante. Menos mal que Signoret está soberbia). Es cierto, también, que las imágenes del París de los arrabales son maravillosas, interiores y exteriores. Vamos, que está todo en su sitio, pero la frialdad me asalta, y más en el final que se suponía arrebatador. Porque esto es cine romántico, melodrama en estado puro, aunque tenga ciertas pinceladas de cine social y tal. Así que lo que había que hacer al final era, simplemente, llorar, ¿no?
Dos secundarios son inolvidables. El cobarde Fredo, que pone la cara en la maravillosa escena del doble abofeteamiento. Y, por supuesto, Raymond, (Raymond Bussieres en la vida real), uno de esos actores de los que nadie recuerda el nombre al hablar de esta película, pero que le está dando una fuerza y verosimilitud de la que viven, a la sombra, muchos otros personajes.
Notable, pero lejos de la obra de arte que, una y otra vez, me decían mis amigos cinéfilos.
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11 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La Rubia de París.
20/20(22/01/23) Notable thriller francés visto con motivo que hace poco se cumplió 70 años del estreno (13/03/1952), cala por su poderío emocional, trazando una tragedia con personajes muy buen definidos en sus virtudes y debilidades. Dirige Jacques Becker, adapta el guion propio junto a Jacques Campanéez, y Anee Wademant, basándose libremente en una historia real, el triángulo amoroso en el lumpen del Ciudad de la Luz, entre la prostituta Amélie Élie, el ex convicto carpintero Georges Manda y el líder de una banda de ladrones Felix Leca, objeto de muchos reportajes periodísticos sensacionalistas en 1902, respectivamente ella encarnada por una esplendorosa Simone Signoret, y ellos como el hierático carpintero Serge Reggiani, y al líder de una banda de ladrones Claude Dauphin, inspirándose Becker en grabados antiguos para la escenificación, a través de ellos se hace una radiografía del amor, la fuerza del destino, la integridad, la amistad, los celos enfermizos, ello adornado por una estupenda ambientación Belle Époque.

Confronta la historia el idealismo bucólico de lo rural con lo mundano y alienante de las urbes, esto remarcado por ese preciosista e impresionista (me falta el color) comienzo en la campiña gala, con un paseo en barca por un tranquilo rio, y un baile en un café campestre al aire libre, embebido esto del pictorismo propio del film de Jean Renoir “Una jornada de campo” (1936), no en vano Becker fue ayudante de Renoir en 8 películas, y también está en el tramo en que los amantes se refugian en una casita de campo, la granja de la Sra. Eugene, donde parece el tiempo se haya parado para ellos, la vemos a ella jugar con un adormilado Manda junto a la orilla del rio, los vemos despertarse tras una noche de amor entre sábanas virginales blancas (por suerte en Francia no hubo Codigo Hayes de censura), como él le trae un café caliente a su amada que le pasa por la ventana, con el campo de fondo evocador de placidez, Marie en un paseo por el pueblo lleva a Georges a una iglesia para espiar una ceremonia de boda, todo muy lírico, es un Oasis antes del tramo final envuelto en una caída constante de sacrificios, traiciones, celos, y venganza. Esto enfrentado al sub mundo del crimen, traiciones, asesinatos, que acontece en la ciudad cual nido de decadencia.

Tiene un pastoril a la par que ágil muestra de exposición de caracteres de roles en el arranque, con ese paseo en barcas por el tranquilo rio en un soleado día campestre de varias personas remando y cantando animadamente. Al descender notamos los roces entre una de las parejas, Marie y Roland (William Sabatier), ella ha remado mientras y él ha mirado, y de ello se queja ella (otras mujeres se hacen señas que la cosa no va bien entre ellos). Descienden y pasan a la terraza de un merendero, en una mesa una mujer se queja a su esposo (supongo) de que dejen que hay fulanas por todas partes). Un par de v carpinteros termina un escenario, tras lo que una banda de música se pone a tocar, varias parejas bailan, traspirando alegría la atmósfera. Uno de los carpinteros es Manda (Reggiani), un lacónico tipo muy amigo de uno de ellos (pasaron cinco años juntos en el correccional, nunca sabremos porque), Raymond (Raymond Bussières), Marie mientras baila con Roland cruza su mirada con Manda, tras lo que Raymond lleva a su amigo a presentar al grupo, Roland hace burla de la profesión de carpintero, pero Marie le pregunta que, si sabe bailar, este se levanta y danzan en círculos, él con el brazo tieso sin tocarla colgando, ambos se miran. En la mesa todos miran a Roland que se siente humillado. Cuando vuelven a la mesa Roland le hace una jugarreta a Manda y este responde con un golpe seco que lo deja ko y se marcha, pero antes de irse Marie va a despedirse de él, la cámara la enfoca de modo luminoso. Ella vuelve a la mesa y Roland la abofetea. En poco más de 10 minutos se han descrito los personajes (excepto Leca, que lo hará a continuación), mediante sus comportamientos.

En esta primera sobre todo dando rienda a la singular relación entre Marie y Manda, en base sobre todo a las miradas, los gestos, las medias sonrisas, relación escasa en palabras donde es ella la que manda (juego de palabras), la que lleva la voz cantante, la que lo escoge a él, la que le coge la mano (antes justificando su visita al taller de carpintería con un ‘Quería verte’), la que le da el primer beso. Marie (el título original “Casque d'Or”, viene de su apodo por su casco dorado de cabello) es una mujer segura de sí misma, necesita alguien que la quiera como es, que no vea en ella a un objeto a maltratar, y lo encuentra en Georges Manda. Basada en las "gigolettes", mujeres que engatusaban a hombres a callejones oscuros, quienes luego son golpeados y robados por los cómplices masculinos de la mujer que acechan tras ella. La actriz francesa de origen germano Simone Signoret encarna a la meretriz con un encanto y fulgor sobresaliente, desprende sensualidad voluptuosa, la cámara la envuelve con luz resplandeciente cual ángel rubio, dispuesta a todo por el amor, hasta dar su cuerpo por salvar a quien ama. Tras su coraza sabe traslucir las grietas de su ajada existencia, una estupenda femme fatale, de las que lleva al fatalismo irremediable, cual lección moralista de si te juntas con mujeres de mala fama tiene consecuencias, en esto me chirría.

Este es un tipo serio, encuentra la ilusión en Marie (su intrahistoria con la hija de su jefe está mal manejada, dejada en el alero sin exprimir mínimamente), la ve con ojos iluminados. Tipo noble, íntegro, no busca peleas, pero tampoco las rehúye. Tiene estricto código moral de amistad, lo demuestra con Raymond, y al igual que el amor se expresa mucho mediante cruce de miradas, ejemplo es la que se dan en la comisaria y ya se han dicho todo. Serge Reggiani da vida al protagonista con sutilidad en su parca expresividad, siempre adusto en su pose, solo deja entrever sus sentimientos en las miradas a Marie, notable interpretación.
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Casco de Oro
Genial esta película francesa que se nos presenta como una puerta abierta
por la que podemos asomarnos a la Francia marginal de primeros del Siglo XX.
.
Excelente ambientación y magistrales actuaciones de todos sus protagonistas,
de entre los que a mi juicio solamente flojea un poco Serge Reggiani, que
no me acaba de convencer en su papel de tío duro milhombres, al vérsele
aparentemente muy desvalido y bastante atolondrado como para llamar la
atención de una avispada mujer como Marie.

Mejor elegida para su papel está Simone Signoret ( Marie ) en una etapa
suya de esplendor y belleza. También todo el elenco del reparto secundario
consigue transmitir gran realismo dentro de la variedad de personalidades que
se muestran. En especial estará Raymond, como ejemplo de amistad sincera.

La película es un oda al amor imposible, a la amistad y a la camaradería de
un pequeño grupo de rufianes y mujeres ligeras, que por aquellos años se
denominaban 'apaches', todos ellos viviendo al margen frecuentemente
de la ley y siendo propensos de frecuentar tugurios y salas de baile de
mala muerte.

Un Reggiani locamente enamorado, probará durante toda la cinta su hombría
y su sentido del honor, incluso al final, y él que no formaba parte del grupo
de granujas, pagará un alto precio en su obstinación de defender a su amada
con un casco de oro por peinado, y al que ella igualmente corresponde sentimentalmente.

Si no la vieron, es muy recomendable, no les defraudará porque es una joya del cine francés.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Gran película del noir francés injustamente olvidada
Estamos a principio del siglo XX París cuando Marie, una bella prostituta que es amante de uno de los hombres de la banda de Felix; pero, para sorpresa, acaba encontrando el amor de su vida en un hombre sencillo, un carpintero. Pero su amante, celoso, lo provoca, y ambos se ven envueltos en una pelea emocionante.

Película francesa dirigida por Jacques Becker y considerado por muchos como su obra magna, este su séptimo largometraje (sobre un total de 13). El guion es del propio Becker junto a Jacques Companeez. Está inspirado en acontecimientos reales.

Se inicia la historia una tarde de un domingo otoñal en que la bella prostituta Marie (una maravillosa Simone Signoret), apodada “Casque d’Or”, suscita el interés de muchos jóvenes, delincuentes que se dedican al robo, atracos a mano armada y a la explotación de la prostitución que prolifera en Paris en esa época.

Gran realismo poético, en especial en las escenas de campo (paseo en barca por el Marne), las fiestas colectivas (baile en la terraza de Joinville), las escenas de amor y los recuerdos.

Su pareja y rufián es Roland (Sabatier), esbirro de la banda de Félix Leca (muy bien Claude Dauphin). Cuando en un baile, Marie conoce a Georges Manda (muy bien Serge Reggiani), levanta los celos de Roland y de Leca. Marie es coqueta, alegre, apasionada y sincera. Encuentra en esa gente su amor verdadero.

El joven novio, reinsertado tras cumplir varios años de prisión, se ha puesto a trabajar como carpintero autónomo. Es noble, leal y pundonoroso. Leca es despótico, codicioso, vanidoso, violento y traidor.

La película es una obra maestra del cine francés, que combina una trama trepidante, una dirección magistral, unas interpretaciones soberbias y una reflexión profunda sobre el destino, el amor y la moral.

La película fue galardonada con el Premio Louis Delluc en 1952 y el Premio del Círculo de Críticos de Nueva York en 1954. Es una película que merece la pena ver y que no deja indiferente a nadie.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Paris, guiones planos
Plana, lineal, sin sorpresas, a ratos ''montonera'', todo o casi todo se sabe de antemano. Creo que aunque las actuaciones son bastante decentes, no hay profundidad alguna en los personajes y queriendo buscarla en esas largas secuencias en algunas escenas, no lo consigue. La película es... interesante.
Bella prostituta sumergida en los bajos fondos del mundo de mafiosos, vicios y demás, se enamora de machote carpintero recién salido de la cárcel... ya os imagináis el resto.
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5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
75. EL PADRINO FRANCÉS
No sabía de la existencia de mafia en las tierras de la Libertad, Igualdad y Fraternidad. Pero a veces el cine te da estas sorpresas. Y yo sonrío, de gusto.

Esta es una película entretenida, donde volvemos a ver la figura de la prostituta (esta vez más clara) como en “La Dama de las Camelias”, creación de Dumas Jr. Pero La Garbo no es, ni de lejos, Simone Signoret, actriz francesa, de origen alemán, que fue la primera en ganar un oscar en aquel país (1959). Yo por la Garbo habría hecho locuras. Por la Signoret solo la habría defendido de un patán como el que tenía por novio.

Partiendo de este punto, se me hace difícil entender el resto de la trama. Que tres tipos, hechos y derechos, luchen por el amor de esta mujer, que parece disfrutar más de la opulencia de la riqueza, que de la soledad de la pobreza. Al mismo tiempo, es difícil de creer que un tipo tan profesional e inexpresivo, como el carpintero, lo deje todo por una mujer como esta. En la Dama de las Camelias, por ejemplo, no dudas ni un instante de que cada uno haga lo que hace al final.
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3 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Dramón del quince
No me voy a entretener mucho en este comentario, porque la verdad es que se ha dicho todo y seguro que mejor que lo pueda decir yo. Pero yo soy otro de los que tampoco entienden muy bien qué es lo que le ve la peña a este "París, bajos fondos". A ver, que es una película que no está mal, que siempre es bueno ver a Simone Signoret, que está bien ambientada, que tiene detalles interesantes. Que entendería un 6, pero más allá de eso me pierdo. Es un dramón sencillote, con algunas interpretaciones interesantes (otras no tanto) y poco más, aparte de cierto encanto un poco decadente. Pero eso es lo bueno también del cine, que para gustos, colores.
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1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
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