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Críticas ordenadas por:
A Ghost Story
A Ghost Story (2017)
  • 6,3
    12.137
  • Estados Unidos David Lowery
  • Rooney Mara, Casey Affleck, Rob Zabrecky ...
8
Más allá de la sábana
Una joven pareja (Casey Affleck y Rooney Mara) viven en una casa en las afueras, a la que acaban de mudarse. Un día, él sufre un accidente de tráfico y muere. Pero al poco tiempo regresa convertido en un fantasma vestido con una sábana, a la casa en la que vivía. Allí simplemente es un sujeto pasivo que contempla la vida de la mujer que ama.

David Lowery dirige esta extraña película de bajo presupuesto, tirando de austeridad narrativa y minimalismo cinematográfico hasta sus últimas consecuencias, y exigiendo al espectador un nivel de complicidad artístico-filosófica que dudo que muchos estén dispuestos a asumir. A mí me pilló por sorpresa, la verdad. Pensé que iba a ver una película en la que no tendría que poner tanto de mi parte.

Antes que nada, me quito el sombrero ante el valor que le ha echado Lowery. No cualquiera se atreve a hacer una película así. A unos les gustará mucho, y a la mayoría les parecerá una tomadura de pelo, pero Lowery ha hecho la película que quería hacer, se ha atrevido con un ritmo narrativo absolutamente inusual y con un guión anodino a más no poder para contar lo que subyace más que lo que se ve. Salí del cine pensando que había visto una mierda de película, tres horas después al recordarla creía que no estaba tan mal, y al día siguiente la tienes en la cabeza y te apetece volver a verla, sin saber muy bien para qué.

Quien, como me pasó a mí, acuda al cine sin saber nada de lo que va a ver, se sentirá desconcertado continuamente. El fantasma no es ningún truco cinematográfico como tantas veces hemos visto, no. Es un tipo con una sábana y dos agujeros a la altura de los ojos. La primera vez que aparece en pantalla no puedes evitar sonreir, te parece una broma, la película es muy seria y de repente el fantasma con la sábana resulta grotesco. Pero a medida que te vas acostumbrando, incluso te gusta que sea así, que tenga esa estética infantil que lo hace más tierno y real, dentro de lo real que puede ser un fantasma.

Pero el desconcierto no se queda en eso. Principalmente desconcierta el tiempo narrativo. Hay escenas inusualmente largas en las que no pasa nada importante. Una pareja besándose en la cama y acurrucándose antes de dormir normalmente se resuelve en cine en diez segundos. Aquí los protagonistas se hacen carantoñas durante dos o tres minutos hasta que se duermen, y al público también le dan ganas de dormirse.

Sin duda, la palma se la lleva la escena de la tarta. La protagonista se sienta en el suelo a comerse una tarta (o una empanada, o algo así redondo que no se sabe muy bien qué es) y se la zampa enterita en un plano secuencia que se hace interminable, seis minutos de plano fijo y ella comiendo, hasta que por fin se levanta a vomitar. Y uno no entiende nada, acostumbrado como está a un tipo de narración, te quedas a cuadros y no sabes si has visto una genialidad o una gilipollez.

Estaba en mi butaca estupefacto y no podía evitar mirar el reloj. Pero al final la cosa empieza a tomar sentido, al menos para mí. Cuando la mujer abandona la casa, la película cambia. Las secuencias largas, aparentemente irrelevantes, dan paso a otras más aceleradas, incluso algunas demasiado, y a elipsis y saltos temporales abruptos. Finalmente, el tono mejora, las cosas que no me cuadraban me empiezan a cuadrar, y terminas entendiendo algo. Pero lo grande es que, al menos en mi caso, no lo terminas de entender del todo hasta que no pasa el tiempo y pensando en le película le vas encontrando sentido. Un sentido muy particular, que quizá no es el que el director quería expresar, pero es el que yo he sacado para mí.

Es como esas canciones que no te dicen nada hasta que un día te fijas y te cambian totalmente la percepción que tenías, o como ese poema que según te pille te parece una bobada o algo sublime. “A ghost story” es poesía en la pantalla, una película difícil, que requiere una audiencia receptiva que sepa entender más allá de lo que se le muestra. Que entienda que no está viendo una película al uso, algo obvio, masticado. Que es una metáfora en imágenes, y como todas las metáforas, hay que entenderlas para poder encontrar un significado.

No la recomiendo en absoluto. Quien se atreva a verla, que se atenga a las consecuencias. Pero también tengo claro que yo seré uno de esos que me compraré el DVD en cuanto salga, para poder verla de vez en cuando.

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¡Lumière! Comienza la aventura
¡Lumière! Comienza la aventura (2016)
Documental
  • 7,8
    1.335
  • Francia Thierry Fremaux
  • Documental, (Intervenciones de: Thierry Fremaux, Auguste Lumière) ...
8
Así empezó todo
Thierry Fremaux dirige y narra este documental en el que se nos muestran de manera sucesiva 108 películas, de menos de un minuto de duración cada una, de los hermanos Lumière. Fueron las primeras películas de la historia, por lo que se trata de un viaje a los orígenes del cine, además de una interesante mirada al mundo tal y como era justo antes de empezar el siglo XX.

Estas pequeñas joyas del incipiente cine van desfilando por la pantalla sorprendentemente bien restauradas, y a través de ellas Fremaux va tejiendo un apasionante documental, tan estético como pedagógico, aderezando las imágenes con comentarios que el propio director hace de las mismas, para que el espectador conozca cómo era el mundo en la época en que los hermanos Lumière y sus colaboradores se dedicaban a grabar las primeras escenas cinematográficas de la historia.

En este documental se pone de manifiesto que los Lumière ya hacían cine. No se limitaban a poner la cámara y grabar. Hacían cine tal y como lo entendemos ahora. Sus pequeñas grabaciones tenían su guión, sus actores (terribles, pero actores al fin y al cabo), buscaban las localizaciones precisas, ponían mucho esmero en los encuadres y hasta iniciaron los trucos cinematográficos. Eran ya pequeñas películas intencionadamente, no simples grabaciones sin más.

Además de eso, sus cintas retrataron la sociedad de entonces, y lo hicieron con una herramienta completamente nueva. Nadie antes había hecho películas. Ellos fueron los primeros. No tenían referentes ni nadie de quién aprender, a quien copiar, a quien intentar mejorar. Estaban creando un lenguaje artístico completamente nuevo. Un modo de expresión que hoy en día sigue vigente como vehículo artístico mediante el cual crear universos de los cuales disfrutamos millones de espectadores.

No es un documental al uso. No hay entrevistas ni un guión que seguir. Es una sucesión de pequeñas películas, una detrás de otra, con las explicaciones didácticas y humorísticas del director. Es algo tan simple como elegir 108 cortos de los Lumière, hacer el montaje y narrar un texto sobre esas imágenes. Así de simple y así de hermoso. A un tiempo divertido e histórico.

Impresiona el uso que hacían los Lumière de la cámara. Impresiona la profundidad de campo, algo que apenas se usa hoy en día, ya que siempre se tiende a centrar la atención en la acción principal desdeñando el resto. Usaban casi siempre la cámara fija, pero ya hicieron sus pinitos con el travelling, algo que llama muchísimo la atención tratándose de aquella época en que no había prácticamente máquinas relacionadas con el cine.

Los cortometrajes de los Lumière no se limitan a mostrarnos la vida en su Lyon, ni siquiera en Francia. Sus operadores viajan por todo el mundo y se nos muestran grabaciones realizadas en Barcelona, Ginebra, Biarritz, Jerusalem, Berlin, Chicago, Japón, África… un montón de sitios que quedaron registrados para siempre en sus cámaras.

Otra curiosidad. La famosa “Salida de los obreros de la fábrica” tiene tres versiones diferentes. Es muy curiosa la explicación que da Fremaux sobre esa película, a la primera versión que hicieron le faltaba el coche de caballos, que sí aparece posteriormente. En las tres son las mismas puertas (una grande y otra pequeña) y el mismo modo de salir. Primero las mujeres, luego un pequeño grupo de hombres, luego más mujeres, y al final varios hombres, algunos en bicicleta. Y por ahí en medio un perro. En las tres es más o menos igual, con el añadido final del coche de caballos. Sin darse cuenta, los Lumière habían inventado también el remake.

Se nota mucho que a Fremaux le encanta el cine y le apasionan las imágenes antiguas. El documental está hecho con mucho cariño. Esa pasión que pone el director traspasa la pantalla y llega al espectador, que disfruta aprendiendo, o aprende disfrutando, que es como nos decían en el colegio que era la mejor forma de aprender.

Para el público de cine de pasar el rato no la recomiendo, pero para los cinéfilos es toda una gozada. Es impagable contemplar los primeros gags de la historia del cine, actores que miran a la cámara, figurantes que se ríen de manera desmedida para subrayar que la escena es cómica, o planos increíblemente espectaculares para la época como el de las mujeres lavando ropa y los hombres fumando en un plano superior. De verdad, una gozada.

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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El último traje
El último traje (2017)
  • 6,4
    874
  • Argentina Pablo Solarz
  • Miguel Ángel Solá, Ángela Molina, Martín Piroyansky ...
6
Nunca es tarde si el reencuentro es bueno
Abraham Bursztein (Miguel Ángel Solá) es un anciano sastre judío que huye de su casa en Buenos Aires, donde su familia lo quiere encerrar en un geriátrico, hacia Polonia, para reencontrarse con un amigo que lo salvó de la muerte al final de la Segunda Guerra Mundial. Con todo en contra, Abraham intenta llegar hasta Polonia y cumplir al promesa que le hizo a su amigo hace setenta años.

El reconocido guionista e incipiente director argentino Pablo Solarz se atreve con una nueva película relacionada con la Segunda Guerra Mundial. En este caso la historia se desarrolla muy lejos del conflicto bélico pero su presencia es evidente ya que los terribles recuerdos de aquellos años son el motor que lleva a Abraham a regresar y cumplir la promesa que le hizo a su amigo polaco.

Tras una especie de prólogo en el que se pone de manifiesto lo terrible que es la vejez, cuando te das cuenta de que eres un lastre del que tu familia, por quienes lo diste todo, se quiere deshacer, la película se convierte en una especie de road movie bastante pintoresca, con un relleno absolutamente dramático cubierto de una capa de comedia ligera que hace el producto más digerible.

La película es amable y al espectador no le cuesta nada empatizar con el protagonista. La fuerza emocional de un reencuentro siempre funciona, y más cuando tiene el añadido del sufrimiento del holocausto. Si a eso le añadimos el componente de la vejez y el casi desprecio familiar que padece el protagonista de la película, es obvio que los espectadores se meten en la historia y desean casi tanto como Abraham que el viejo y terco judío argentino logre llegar donde quiere y encontrar a su amigo.

Ante la enorme dificultad de lograr el objetivo del anciano, Solarz le brinda tres apoyos en forma de mujer. Tres mujeres que le ayudarán a llevar a cabo su empresa. Tres mujeres que representan tres lugares distintos: España, a donde llega Abraham para hacer escala desde Buenos Aires (Ángela Molina); Alemania, donde debe parar para cambiar de tren y cuya tierra no quiere pisar (Julia Beerhold) y Polonia, donde nació y donde quiere volver para quedarse (Olga Boladz).

Estas tres mujeres cumplen una labor que no se termina de entender. Es algo que queda colgando en la trama, el papel que juegan las tres y la manera en que apoyan a Abraham sin motivo aparente. Aún el personaje de Ángela Molina queda levemente esbozado, pero en los otros dos casos el desarrollo es nulo. Y hay una cuarta mujer importante en la película, se trata de Claudia, la hija de Abraham, interpretado por Natalia Verbeke, que tiene una única escena que debería haber dado mucho más juego del que da.

En cualquier caso, las actrices (y el otro actor importante del film, el argentino Martín Piroyanski) lo tenían muy complicado. Y es que Miguel Ángel Solá se como la película él solito. Su destacadísima interpretación eclipsa por completo al resto del reparto, que podrían haber sido sustituído por simples figurantes y nadie habría notado la diferencia. Todo el peso interpretativo de la película recae sobre él, y lo solventa con eficacia y brillantez, a pesar del, a mi juicio, exceso de maquillaje que era un lastre con el que tenía que cargar.

La película es interesante, el tema atractivo y la actuación de Miguel Ángel Solá ya vale por sí misma el precio de la entrada, pero en mi opinión no está muy bien narrada. Los personajes son importantísimos en cualquier historia, y en este caso no están trabajados. No sabemos nada de Leo, el chico aficionado a la música al que conoce en el avión y con quien luego sigue en contacto en Madrid, no entendemos la frialdad con que la hija recibe a su padre tantos años después por una simple discusión, no entendemos el afán de las tres mujeres desconocidas por ayudar a Abraham, no entedemos… o mejor dicho, yo no lo entendí, igual es cosa mía.

Pero ver “El último traje” no es tiempo perdido. Es una película sencilla que, a pesar de los defectos, logra conmover. El personaje de Abraham está lejos de ser un venerable anciano, es más bien un viejo resentido lleno de defectos, pero por eso se hace más humano y entrañable. Y es de agradecer eso de tocar por enésima vez el tema del holocausto desde un punto de vista diferente del habitual.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llamada
La llamada (2017)
  • 5,7
    22.529
  • España Javier Ambrossi, Javier Calvo ...
  • Macarena García, Anna Castillo, Belén Cuesta ...
7
Un Dios viene a verte
María (Macarena García) y Susana (Anna Castillo) son dos chicas de 17 años que están pasando el verano en el campamento cristiano “La Brújula”, en la provincia de Segovia. Les encanta el reggetón y el electro latino, y piensan formar un grupo musical llamado Suma Latina. Al campamento llega una monja, Bernarda (Gracia Olayo) que las castiga sin salir y pretende salvarlas con una canción que trae grabada en un cassette. Junto a ellas, pasa el fin de semana otra monja, la hermana Milagros (Belén Cuesta), quien tiene una vocación dudosa y le gusta la música de Presuntos Implicados. Pero una noche, a María se le aparece Dios, que es un gran admirador de Whitney Houston…

Se trata de la adaptación al cine del musical del mismo título, dirigida (como en el teatro) por Javier Calvo y Javier Ambrossi. Una película musical siempre es una apuesta de riesgo, y si es española el riesgo se multiplica. Y yo siempre aplaudo a los valientes. Me ha gustado la apuesta. A pesar de muchas cosas indudablemente discutibles, la película te gana por su propuesta y hace que la veas con simpatía. Y la magnífica labor de sus protagonistas te terminan por ganar.

Belen-Cuesta-Anna-Castillo-actrices

La película como musical no me dice gran cosa. Me parece más una comedia que un musical. Y también me parece más una obra de teatro que una película. En realidad, es una obra de teatro vista en una pantalla de cine. Como comedia, no es desternillante, pero te mantiene con la sonrisa, y tiene algunos diálogos realmente divertidos. Desde luego, me reí más de lo que suelo hacerlo en un cine. Es difícil que yo suelte una carcajada, y esta vez hubo un par de ellas que no pude frenar.

Es una película con pequeños toques irreverentes y transgresores, pero en general es apta para todo tipo de públicos. Los creyentes no se sentirán agraviados. Hay humor religioso, pero con respeto. El humor es fino, pero no rebuscado. Creo que se reirán más o menos por igual los muy cultos que los más embrutecidos. Los diálogos son excelentes, y las actrices consiguen mejorarlos todavía más.

Lo de las canciones ya es otro cantar, nunca mejor dicho. No me gusta Leyva, y suya es la música. Los números musicales interpretados por las chicas me parecieron más bien flojillos, salvando quizá el “Como hemos cambiado”, que ahí no lo hace mal Belén Cuesta. En cambio, las canciones de Whitney Houston que canta Dios (interpretado por Richard Collins-Moore) me parecieron versiones bastante decentes, dadas las circunstancias. Lo más potable del film en el aspecto musical, a mi juicio.

Los dos Javieres dirigen con buen pulso y destreza, saben lo que quieren hacer y lo llevan a cabo con solvencia. Quizá fallan un poco en la parte dramática. La película pretende moverse entre la comedia y el drama. Lo primero lo consiguen con buena nota, pero la parte dramática, en la que las protagonistas deben hacernos llegar su desazón, su sufrimiento o su alma confusa, no se resuelve adecuadamente. No era fácil, de todos modos.

Las interpretaciones son lo mejor del film, de largo. Las cuatro están muy bien. En parte, gracias a que los personajes están muy bien diseñados, y en parte gracias al grandioso trabajo interpretativo de las cuatro. Belén Cuesta brilla con luz propia y se gana al público desde el principio demostrando un talento descomunal, aunque también es cierto que su personaje es un caramelito para cualquier actriz de nivel. Macarena García nos enamora absolutamente. Es imposible no quedar deslumbrado por esos ojos que ocupan toda la pantalla. Interpreta a una chica de 17 años de un modo creíble, cuando la actriz tiene 29. Ahí queda eso. Y Anna Castillo también está magnífica en el papel quizá más difícil de las cuatro.

“La llamada” me sorprendió desde el principio y, con todos sus defectos, me hizo pasar un rato muy agradable. Es una pena que los número musicales sean tan flojos, porque con unas buenas canciones y una buena coreografía, la película sería sensacional. Aunque, no sé, por otra parte, igual habría salido más seria y con menos frescura. Quizá parte de su grandeza sea precisamente su imperfección.

Película recomendable si quieres salir de la españolada habitual de estos tiempos. Un film sin complejos, arriesgado, divertido. Una experiencia cinematográfica que me alegro de haber vivido.

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6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Detroit
Detroit (2017)
  • 6,9
    11.218
  • Estados Unidos Kathryn Bigelow
  • John Boyega, Algee Smith, Will Poulter ...
8
Tensión insoportable
A pesar de que tiene un tono documental por el hecho de añadir imágenes de archivo y aportar datos biográficos de los protagonistas, la película no es tanto una crónica real de los hechos tal y como ocurrieron, ya que jamás se lograron esclarecer del todo, sino más bien una reinterpretación de los mismos con el fin de denunciar un problema que sí fue muy real en Estados Unidos en aquella época, y que seguramente no se ha terminado nunca de resolver del todo.

Personalmente, me costó entrar en la historia. Los primeros veinte minutos se me hicieron un poco difíciles de seguir, a caballo entre el reportaje y la película, y con esa cámara al hombro a la que cuesta irse acostumbrando. Pero luego la película coge vuelo y la parte central es pura tensión, la vives entre aterrado y estupefacto, y durante todo lo que ocurre en el Motel parece que no pasa el tiempo (una hora y pico de película, que se te pasa en diez minutos).

En el aspecto técnico, toda la obra va dirigida a atrapar al espectador. El guión, la fotografía, la música, todos los aspectos formales del film están rigurosamente hilvanados unos con otros, para formar un producto sólido y desasosegante. Especialmente destacable el montaje, que es el que otorga el sentido narrativo a la película. Todo engrasa bien y el resultado es un film que le produce al espectador un elevado grado de tensión, indignación y pasmo. Definitivamente, estamos ante una película incómoda de ver pero que al mismo tiempo te atrapa por completo.

Hay tres partes muy diferenciadas en la película. La primera, en la que se nos pone en situación, con la redada que dió origen al conflicto y una serie de imágenes de los disturbios. Se nos presentan los personajes principales, el chico negro que trabaja de guardia de seguridad, los cuatro componentes de un grupo musical con aspiraciones de fichar por la Motown, y un par de policías que no tienen problemas en dispararle a un negro. Esta primera parte, como digo, no me convence mucho.

Luego viene la parte central, con todo lo que pasa en el Motel. Es la parte más larga, pero se pasa en un suspiro. Pura tensión, por momentos casi insoportable. Pasan los días y no te lo sacas de la cabeza. Cuando tenía un momento de respiro me daba por pensar que lo que estaba viendo eran hechos reales y todavía lo pasaba peor. Esta parte es tan buena que borra por completo cualquier carencia de las demás. Es cine con mayúsculas. Aquí Bigelow demuestra un pulso narrativo descomunal, una maestría absoluta dirigiendo actores, manejando el tiempo, creando una atmósfera sobrecogedora y claustrofóbica. Absolutamente magistral.

La parte final baja un poco el nivel (lógico, por otra parte). El juicio y el destino de los personajes vuelve a hacerse, como la primera parte del film, de un modo precipitado, demasiado rápido y con muy poco desarrollo. Nada que ver con la parte central, en la que todo pasa casi en tiempo real.

Es la parte negativa de la película, el escaso desarrollo de los acontecimientos previos y los personajes. No se explica muy bien cómo se generó ese odio. No se entiende que los policías sean tan crueles. No hay un desarrollo adecuado de los personajes para que podamos comprender sus motivaciones, ni nos sabe llevar al año 1967 para entender plenamente el contexto en el que se desarrollaron los hechos.

Pese a esos defectos, la película es de obligado visionado. Los amantes de la música disfrutarán con referencias a John Coltrane y a los artistas de la Motown, aparte de escuchar éxitos del citado sello como el tema “Nowhere to run” de Martha & The Vandellas, o el descubrimiento (yo al menos no los conocía) del grupo The Dramatics, cuyos integrantes estaban en el motel aquella noche.

“Detroit” es una película poderosa y desgarradora. Probablemente no tendrá la repercusión de otros trabajos anteriores de la misma directora, pero a mí me gusta más esta película que sus trabajos previos. Y todo ello a pesar de que, como he mencionado, tiene multitud de cosas mejorables, que sales con la sensación de que se podría haber hecho algo mucho mejor, pero joder, lo que hace bien lo hace tan bien…

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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
En lugar del Sr. Stein
En lugar del Sr. Stein (2017)
  • 5,6
    485
  • Francia Stéphane Robelin
  • Pierre Richard, Yaniss Lespert, Fanny Valette ...
5
Para ver y olvidar
Efectivamente, se trata de otra adaptación de Cyrano de Bergerac, ahora convertido en un viejo que aprovecha el anonimato y la facilidad comunicativa de las nuevas tecnologías para darle un aliciente a su vida. Escrita y dirigida por Stephane Robelin, la película es un mero entretenimiento, amable, inofensiva y olvidable. Una comedia romántica menos creíble aún de lo habitual que ni llega al corazón ni produce demasiadas carcajadas, aunque entretiene, eso si.

La trama transcurre continuamente por el territorio de los enredos, y aunque el guión no está mal elaborado, nunca termina de enganchar. Las situaciones resultan forzadas y el pretendido cambio paulatino de los personajes no resulta natural. Personalmente, nada me resultó creíble, empezando por la primera escena y terminando por la última, la distancia entre mi butaca y la pantalla siempre fue kilométrica.

La historia daba para indagar en muchas cosas. El tema de la soledad, la nostalgia del amor perdido, el terrible vacío que se siente en la vejez, las relaciones familiares, los conflictos generacionales, y sobre todo la idiosincrasia de las relaciones cibernáuticas, donde todo es tan maquillable pero se vive con tanta intensidad porque precisamente por no ser tan obvio como lo presencial, la imaginación potencia las ganas de conocer a la gente que nos encandila con sus palabras.

Sin embargo, Robelin se queda a medias de todo, muy lejos de profundizar en nada, y se limita a intentar hacer una comedia de enredos plana, ligera, insustancial y previsible. Además, recurre a todos los tópicos habidos y por haber en este tipo de películas, y cada tópico le resta más y más credibilidad al asunto.

Los intérpretes tampoco ayudan mucho. Pierre Richard, un veterano legendario de la comedia francesa, es el más destacado y aún así actúa de un modo bastante funcionarial, sin levantar el vuelo en ningún momento, en un papel para el que va muy sobrado. Correctas Stephane Bissot (la hija del viejo) y Stephanie Crayencour (la novia de Alex), y definitivamente flojos tanto Fanny Valette, la chica de quien se enamora el viejo, y Yaniss Lespert, que es lo más soso y desangelado que he visto en una sala de cine en años.

La película entretiene, sin más. Tiene un ritmo agradable (todo es agradable en la película, realmente) y no es un castigo verla, pero no tiene nada de romántica y muy poco de comedia, o por lo menos, a mí no me pareció ninguna de las dos cosas, apenas me arrancó un par de sonrisas en los dos mejores gags del film.

Una cinta que en el momento en que desaparezca de las salas seguro que será puesta en las televisiones en horario de sobremesa. De estas películas de digestión ligera, que cinco minutos después de salir del cine las has olvidado. Si llego a escribir esto mañana, ya no habría podido hacerlo porque no me acordaría de nada.
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Selfie
Selfie (2017)
  • 5,7
    3.718
  • España Víctor García León
  • Santiago Alverú, Macarena Sanz, Javier Carramiñana ...
7
El cine te da sorpresas
“Selfie”, dirigida por Víctor García León, cuenta la historia de Bosco y su descenso a los infiernos a través de un falso documental pobre en presupuesto pero rico en ideas. Rodado con originalidad y sentido del humor, García León mete los dedos en la sociedad española actual y es capaz de meterse con todos aunque, a fuerza de no querer adoctrinar, le termina quedando un tanto ligera.

Lo mejor de la película es su originalidad y su tono irreverente. Su crítica ácida carga contra el Partido Popular y sus seguidores del mismo modo que lo hace con Podemos y los suyos. El protagonista, como si de un documental se tratara, va hablando a la cámara mientras nos enseña su chalet de la Moraleja, y le acompañamos también cuando termina en una casa de Lavapiés junto a otros inquilinos de diversas procedencias. Nunca se toma partido ni se moraliza, se trata de criticar a saco de un modo inteligente y divertido.

La verdad es que se pasa un buen rato viendo esta película, con la sonrisa permanente en la boca, pero a mi juicio el resultado final es un tanto irregular. La película decae bastante en el último tercio, a medida que cada vez va siendo menos documental y más película convencional. Supongo que la idea no se pudo estirar lo suficiente, y no se sabía muy bien como cerrarla. Asimismo, es evidente que se cae en ciertos clichés costumbristas que quizá estaban de más. En fin, que está lejos de ser una obra maestra, pero el film sorprende gratamente y deja buen sabor.

El espectador se asombra principalmente del modo estoico con que Bosco va encajando las vicisitudes negativas que le van sucediendo. Se supone que un niño pijo como él se vendría abajo cuando se va quedando sin nada y termina siendo despreciado por su entorno, pero Bosco permanece de pie con cada golpe y aunque no sabe cómo saldrá adelante, siempre parece confiado en que se las apañará. Supongo que como nunca ha tenido que luchar por nada, entiende que las cosas se arreglarán de un modo u otro, como siempre ha pasado en su vida.

Las interpretaciones son muy buenas. Llama la atención el brillante papel que desarrolla Santiago Alverú siendo éste su primer trabajo como actor. No es fácil que un debutante sepa cargar con el peso interpretativo de una película con la solvencia con la que lo hace, construyendo un personaje repleto de pura imbecilidad, inflado a partes iguales de ignorancia y narcisismo. A su lado, muy destacable también el trabajo de Macarena Sanz, la muchacha ciega de optimismo indestructible y sonrisa perenne que se enamora de Bosco porque es muy guapo (¿tu qué sabes, si eres ciega? le dice el amigo celoso, interpretado por un muy convincente Javier Carramiñana.)

La posición en que queda Bosco da que pensar. Su antiguo entorno le desprecia porque ya no es rico, y en su nuevo entorno tiene que esconder su pasado, porque no le aceptarían sabiendo que viene de una familia de ricos corruptos del PP. Por tanto, se siente en tierra de nadie, sobreviviendo como puede y resultándole hostil tanto un entorno como el opuesto. Esto hace que al espectador no le quede más remedio que compadecer a Bosco, a pesar de su patetismo, o precisamente por eso.

Los personajes de la película asisten a mítines políticos y eso es un valor añadido a la película puesto que el lado documental está ahí. Aparecen en Vista Alegre escuchando a Pablo Iglesias en un multitudinario mítin de Podemos, y poco después vemos a Bosco hablando con la mismísima Esperanza Aguirre en otro del PP, en Talavera de la Reina.

Como dije antes, es una pena que en la parte final la película pierda fuerza, cuando poco a poco el falso documental va dando paso a la historia cómico-romántica del trío protagonista la acidez va disminuyendo y todo se viene un poco abajo. Si hubiera mantenido la mala leche inicial y hubiera intentado un final más radical, más amargo, pensaría que habíamos asistido al nacimiento de un nuevo Berlanga. Lástima.

Con todo, recomiendo ver la película. Por original, por divertida, por fresca, por innovadora, porque se parece muy poco a las películas que se suelen hacer y porque indudablemente te lo pasas bien mientras la ves. También nos sirve para constatar que los dos polos opuestos de la sociedad española son bastante poco edificantes, y que las nuevas generaciones no se diferencian demasiado de las pasadas. García León atiza a derecha y a izquierda con valentía y gracia, y garantiza un buen debate postpelícula a sus espectadores.

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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dunkerque
Dunkerque (2017)
  • 7,0
    56.639
  • Reino Unido Christopher Nolan
  • Fionn Whitehead, Mark Rylance, Kenneth Branagh ...
8
El lado luminoso de Nolan
Nolan es un director reconocible, más allá de que te gusten o no sus películas, su estilo es peculiar. Eso es un punto a favor, para mí. Su sello de identidad es su espectacular destreza para las composiciones visuales y su querencia hacia las estructuras narrativas complejas. La grandeza de Nolan es el modo en que cuenta las cosas, mucho más importante que la historia que nos relata.

Ese gusto de Nolan por las narraciones rebuscadas hace que el espectador a menudo se pierda intentando conectar, tratando de situarse en el camino correcto del relato, y no pueda disfrutar como debería de las excelencias cinematográficas de Nolan y la exquisitez visual de sus propuestas.

En “Dunkerque”, Nolan se enfrenta por primera vez a una historia real, por lo que la narración tiene unos límites que no puede sobrepasar. Y sin embargo, es capaz de contar la historia sin renunciar a su estilo. Hay tres historias en paralelo: lo que pasa en el espigón (que dura una semana), lo que pasa en el barco (que dura un día) y lo que pasa en el avión (que dura una hora). Tres historias contadas en paralelo al más puro estilo Nolan y que convergen en la historia del avión haciendo que todo encaje a la perfección, pero que no libra al espectador de dificultad para seguir ese complejo entramado de secuencias que tan pronto corresponden a una subtrama como a otra.

La película nos atrapa desde el principio. Empiezas a verla, y a los dos minutos ya estás huyendo de las balas de los alemanes, ya estás dentro de ella. Y no sales hasta que no acaba. Vives ese tiempo literalmente dentro de la pantalla, compartiendo con los personajes ese afán por sobrevivir como sea. Apenas hay diálogos, no son necesarios. La brillantez con la que Nolan logra sacar la máxima expresividad a sus personajes hace que las miradas sean más elocuentes que las palabras. Es un espectáculo audiovisual (atencíon a la música de Hans Zimmer, una maravilla) en el que te sumerges que te hace vivir la película de verdad. Es imprescindible ver esta película en una sala de cine. En la pantalla de televisión se perderá toda su esencia.

Nolan no nos da respiro. Algunos dirán que la historia no queda clara, pero ¿a quién le importa la historia cuando están cayendo bombas a tu alrededor? Esta película no la ves, la vives. Y al vivirla, no importa que no entiendas lo que pasa. Solo quieres salvarte, sobrevivir. Así se siente el chico que representa el personaje principal de la película y así te sientes tú si has entrado en la pantalla. Esta no es una película de guerra, es la guerra desde dentro. No sabes de donde te llegan los disparos, si aquel que ves a lo lejos es un enemigo o uno de tu bando, solo importa sobrevivir, poder volver a casa.

Los actores están muy bien. No sorprende el buen trabajo de los actores consagrados como Kenneth Branagh, Tom Hardy, Mark Rylance o Cillian Murphy, lo que es admirable es el nivel interpretativo que alcanzan los jóvenes Fionn Whitehead o Damien Bonnard, quienes hacen que sus personajes rezumen credibilidad, a pesar de que el espectador no sabe realmente quienes son. Poco importa.

Para mí es un peliculón, a pesar de que sé que mucha gente estará en contra de esta opinión. Para ellos el cine es otra cosa, una película de guerra tiene que tener buenos y malos, muchas escenas de batallas, y una gran victoria final, a ser posible con moraleja. Para ellos eso es el cine. Pero para mí el cine es esto. Pasar un rato dentro de la pantalla, sentir cosas, y que mis ojos y mis oídos se den un festín audiovisual tan sorprendente como reconfortante.

No es perfecta, por supuesto. Defectos hay unos cuantos: no hay un retrato de los personajes, por lo que nos cuesta empatizar con ellos, hay un toque de patriotismo con el discurso de Churchill que me sobra, la trama es floja porque no cuenta nada que no sepamos, y tiene ciertos toques de “nolanismo” innecesario. Incluso la música de Zimmer, que es absolutamente maravillosa, quizá no está bien tratada. La música en el cine se suele usar para subrayar escenas o ayudar a narrar cosas, y en este caso hay algunas escenas en las que la música no cuadra mucho porque está muy por encima de lo que cuenta. Pero, con todos sus defectos, a mí me ha gustado mucho.

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Maudie, el color de la vida
Maudie, el color de la vida (2016)
  • 7,0
    4.769
  • Canadá Aisling Walsh
  • Ethan Hawke, Sally Hawkins, Kari Matchett ...
7
Viviendo en color, con todo en contra.
Dirigida por la irlandesa Aisling Walsh y basada en hechos reales, “Maudie” cuenta la vida de Maud Lewis, una pintora canadiense, y su relación con Everett, quien se convirtió en su inseparable compañero, y cómo sus sencillas pinturas la convirtieron en uno de los personajes más conocidos de Canadá.

Aisling Walsh centra su relato más en los personajes que en las situaciones. Hace mucho más hincapié en la personalidad de la pareja (por separado, y en conjunto) que en el tema artístico. Se centra más en Maudie, la mujer soñadora y empecinada en formar parte de la vida de Everett que en Maudie la pintora. Pero la faceta personal y la artística tienen un nexo en común: ambas cosas se desarrollan y crecen dentro de las cuatro paredes de la austera casa de Everett, una casa que es un reflejo de él mismo: poco acogedora, rudimentaria y solitaria.

Maudie, aquejada de una artritis degenerativa que la limitan en lo motriz, recurre a su imaginación y su creatividad para ser feliz. No necesita ir muy lejos, dentro de la casa consigue evolucionar como mujer y como artista. Desde ese punto de vista, la película es una historia de superación, con las dosis necesarias de humillaciones y abusos, pero cuidando de no resultar demasiado desagradable. Walsh consigue equilibrar para hacernos sentir al personaje (con la imprescindible colaboración de Sally Hawkins) pero sin llegar a caer en el temido melodrama lacrimógeno.

No se puede dejar pasar una línea más sin hablar del extraordinario trabajo de Sally Hawkins. Ya se que se dice siempre que los papeles de tullido son los más fáciles para los actores y los que más impresionan al público, pero es que esta vez Sally Hawkins va más allá del trabajo fácil y nos brinda una interpretación descomunal. La actriz ha sabido captar con brillantez el espíritu de la pintora y lo hace llegar al público, provocando sonrisas y ternura.

A su lado, Ethan Hawke hace su mejor trabajo que yo le haya visto, con mucha diferencia. Un actor que no me suele convencer casi nunca, aquí está fantástico. No lo tenía fácil para estar a la altura de su compañera de reparto, pero sorprendentemente lo consigue.

El espectador se queda con la perseverancia y el denodado esfuerzo de Maud por ser feliz. Lastrada por su enfermedad, es objeto de burlas y humillaciones desde pequeña en la escuela, confinada en casa por su familia con el fin de apartarla del mundo, despreciada por los hombres y sufriendo el abuso de todos, Maud jamás pierde las ganas de vivir y sigue adelante en busca de la felicidad, contra todo y contra todos, decidida a reivindicarse en una sociedad que la desprecia por su físico.

Yo, además de eso, me quedé con que la creatividad artística y la imaginación humana en general pueden ser armas maravillosas para lograr lo que la vida no te otorga de la manera convencional. Tener un mundo interior no sólo es un maravilloso modo de liberación sino también te permite tener mucho que sacar afuera, sea en forma de pinturas, palabras, música o lo que sea.

La película es buena tanto a nivel estrictamente cinematográfico como reivindicativo o testimonial. La directora logra que un personaje desconocido fuera de Canadá interese al espectador, y tiene mucho mérito la destreza con la que transita por el melodrama eludiendo la sensiblería y sin apartarse de las limitaciones que toda historia real tiene.

No es para todo el mundo, lógicamente, pero vale la pena darle una oportunidad al film. La historia vale la pena, y el modo en que se cuenta también. Es emocionante ver cómo unos personajes tan sumamente vulnerables pueden ser a la vez tan fuertes. La humildad puede conducir a la grandeza. Le pasa a Maud, y también le ocurre a la película.

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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verano 1993
Verano 1993 (2017)
  • 6,8
    17.931
  • España Carla Simón
  • Laia Artigas, Bruna Cusí, David Verdaguer ...
8
Un verano muy especial
Carla Simón debuta en el cine dirigiendo este largometraje, a partir de un guión de ella misma. Al parecer, Carla Simón cuenta en esta película su propia historia, lo que le da mucha verosimilitud al film. La directora recrea en esta obra una etapa de su vida que le marcó para siempre, una especie de diario visual de esa atípica etapa de su infancia.

Estamos ante una de las más prometedoras operas primas que yo haya visto últimamente. Narrada desde el punto de vista de la niña protagonista, el film rezuma inocencia y huye en todo momento de la sensiblería a la que parece abocada la historia. La película va desplegando emociones creíbles sin recurrir a trampas cinematográficas, sacando el máximo partido de las situaciones y la buena interpretación de la niña protagonista.

Y me quiero detener un momento en las dos niñas protagonistas. Tanto Laia Artigas, que está colosal en el papel de Frida como su compañera de reparto Paula Robles, que interpreta a su hermanastra de cuatro años, hacen que te olvides por completo de que estás viendo una película. Las niñas parecen niñas de verdad, son reconocibles. Quiero decir, no son las típicas niñas de las películas, esas niñas actrices que poco tienen que ver con las reales. Estas son niñas que hacen de niñas de verdad. Si te dicen que las han grabado con cámara oculta te lo crees.

La trama en sí no importa demasiado. Es un verano en la vida de la niña, pero un verano muy especial. Un par de meses en los que para ella la vida es otra cosa completamente distinta de lo que conocía. No se trata de la historia, se trata de las situaciones. Es una película de detalles. Pequeños detalles que la hacen grande. Vemos la cotidianidad de la vida de la niña mediante escenas repletas de sensibilidad y realismo. En este caso, la sencillez va de la mano con el buen gusto. La relación entre los personajes rebosa humanidad, nada es forzado, nada es perfecto, las cosas buenas y las cosas malas conviven, porque así somos, porque así son las relaciones humanas, llenas de imperfecciones, desencuentros, egoísmos, pero también afecto y comprensión. Digamos que es una película muy poco peliculera.

Todo lo que sucede en la película nos cuadra. La situación de la niña que pierde a sus padres y tiene que vivir con una familia nueva es desconcertante entendemos su inquietud. Pero también entendemos a la hermanastra, que de repente pasa de ser hija única a convivir con una niña mayor. Y entendemos a los padres, que tienen que mediar en los conflictos de las niñas, y tienen que demostrar que quieren a la nueva hija sin descuidar a su hija biológica. Todas las situaciones están plagadas de detalles entendibles, y se nos muestran desde un punto de vista que hace que el espectador esté en una situación contemplativa, en la que no hay que tomar partido, ya que las cosas se entiende que es difícil que sean de otra manera.

No es película para cualquiera, ya lo anticipo. Está repleta de matices, de silencios, de la inconmensurable mirada de Laia Artigas en la que percibimos el dolor de la pérdida, la desorientación y el miedo a la nueva vida que tiene. Ese dolor de niña, que no la impide reir y jugar, pero que sabemos que sigue ahí, y que detectamos en esa mirada triste que nos regala en cada plano.

Se nota que Carla Simón ha puesto el alma en la película y que se mueve por un territorio que conoce bien, ya que cuenta un pedazo de su propia vida. La directora novel plasma con un estilo intenso pero también reflexivo sus recuerdos sin intentar dar una lección de nada, sin sacar partido fácil a la típica historia de sufrimiento infantil, sabiendo en cambio reflejar con maestría la fragilidad de esos locos bajitos, que sienten más de lo que los adultos tienden a pensar.

En definitiva, una película sorprendente. Sin muchas pretensiones, pero con un resultado muy brillante. Todo es tan natural que hasta incomoda un poco, acostumbrado como está uno a ciertos clichés cinematográficos. No hay que ir a verla para entretenerse, hay que contemplarla, dejarse llevar y disfrutar de la inocencia de una niña. La vida en su forma más pura, la de los niños. Con su crueldad, su crudeza y su ternura. Dejad que vuestros ojos disfruten de una película que no parece serlo.

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6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Déjame salir
Déjame salir (2017)
  • 6,8
    48.339
  • Estados Unidos Jordan Peele
  • Daniel Kaluuya, Allison Williams, Catherine Keener ...
7
Oscura perversidad
“Get out” es la ópera prima de Jordan Peele. Un debut tremendamente prometedor pues logra una película sorprendente e impactante, apostando por un cine de terror menos convencional, olvidando los recursos fáciles, los sustos injustificados y las subidas de volumen efectistas, para centrarse en un guión bien trabajado, una trama inteligente y aderezándolo todo con dosis de humor y crítica social.

Supongo que los aficionado al cine de terror se sentirán algo defraudados con la película, porque no reune los elementos habituales del género. Es más bien un thriller psicológico, eso sí, bastante aterrador. Uno nunca podría sospechar que el sonido de una cucharilla removiendo el líquido de la taza pudiera ser tan terrorífico. Peele consigue que te quedes pegado a la butaca con los ojos abiertos de par en par, en lugar de entornarlos o cerrarlos, que es lo que se suele hacer en las películas de miedo.

El problema del racismo está latente siempre en esta película. La sociedad americana se muestra como es en realidad: abierta y tolerante por fuera, pero tremendamente racista por dentro y repleta de prejuicios. Ya no estamos en la época del Ku Kux Klan pero en la Norteamérica actual no se ha avanzado demasiado en el tema. Se puede votar a Obama y albergar un gran racismo en su interior, un racismo que probablemente crece al no poder exteriorizarlo abiertamente.

Los puntos más fuertes de la película son las gotas de humor interracial y la excelente intriga planteada. La narración nos lleva de la mano de Chris y su recelosa llegada a la casa de sus suegros (antes de ir le dice a su novia que debería haber advertido a sus padres de que era negro), y a partir de ahí todo fluye de un modo perfecto y natural. Chris pasa de la duda a la molestia, de la molestia a la perturbación y de la perturbación a la pesadilla, y nosotros con él.

Peele se muestra hábil en el manejo del lenguaje cinematográfico y sabe crear con destreza la simbología visual que entronca las emociones del espectador con los miedos de Chris. El ciervo, la cucharilla y la taza, la representación del subconsciente como un abismo en la mente del protagonista… También se muestra eficaz creando tensión a través de las miradas y la manera de hablar de los personajes, logrando que el espectador se preocupe a la vez por conocer en profundidad al protagonista y por entender lo que está pasando en realidad.

Las interpretaciones están muy bien y son esenciales para el buen funcionamiento de la película. Destaca por supuesto Daniel Kaluuya, sobre quien recae todo el peso del film y cuyo buen trabajo hace que todo lo demás tenga sentido. También hay que destacar la interpretación de Allison Williams, que en la parte final de la película está espléndida. Y entre los secundarios, brilla con luz propia Betty Gabriel, que hace una maravillosa interpretación de la inquietante criada.

Tal vez el desenlace final baje un poco el nivel respecto al resto de la película. A mí al menos me pareció un tanto delirante y exagerado. No obstante, era muy difícil rematar la película con un final que estuviera al mismo nivel que todo lo anterior. Me cuesta pensar en un final realmente redondo. Por otra parte, se agradece que haya un final concreto, porque yo me estaba temiendo el típico final abierto, interpretativo, o preparatorio para una secuela.

“Déjame salir” me ha sorprendido positivamente. A diferencia de la mayoría de películas de terror, es inteligente, perversa, ingeniosa y está muy cuidada. La originalidad y frescura de su propuesta me atrapó desde el principio. Sabe dar miedo sin asustar, es valiente y destila mala leche. Sabe manipular al espectador sin recurrir a efectismos baratos y uno se siente encantado de entrar en su juego. Deja un regusto a que podría haber sido una película histórica con un mejor remate, pero aún así, es muy recomendable.

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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paraíso
Paraíso (2016)
  • 6,6
    1.215
  • Rusia Andrei Konchalovsky
  • Yuliya Vysotskaya, Christian Clauss, Philippe Duquesne ...
7
El infierno no puede ser mucho peor
Olga (Julia Vysotskaya) es una aristócrata rusa que forma parte de la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Es arrestada por ocultar niños judíos durante una redada. Su caso es investigado por Jules (Philippe Duquesne), un funcionario francés colaboracionista a quien Olga propone que la salve a cambio de tener sexo con ella. Enviada finalmente a un campo de concentración, Olga se encuentra allí con Helmut (Christian Clauss), un oficial de las SS con quien hace años tuvo una relación y quien aún parece mantener sentimientos por ella.

Se trata del último trabajo de Andrei Konchalovsky ("El cartero de las noches blancas"). Un trabajo en el que el director ruso pretende dar un toque novedoso al tantas veces cinematografiado tema del Holocausto. Hay ya tantas películas sobre este tema que el único modo de afrontarlo con alguna posibilidad de que tenga interés es aportar novedades estilísticas. Y a ello se pone Konchalovsky.

La película retrata tres personajes completamente distintos pero a los que las circunstancias pone en el mismo escenario como consecuencia de la guerra. La aristócrata rusa de mediana edad que colabora con la resistencia francesa escondiendo niños judíos para evitar que los capturen los nazis. Por otro lado, el funcionario francés, un hombre aparentemente bueno que educa a su hijo lo mejor que puede pero que cuando llega al trabajo se dedica a mandar gente a los campos de concentración y accede a salvar a la rusa a cambio de acostarse con ella. Por último, el joven oficial alemán obsesionado con la rusa, el personaje más enigmático de todos, un nazi convencido, que cree en el superhombre de Nietzsche, pero al mismo tiempo admira a los rusos y es un entusiasta seguidor de escritores como Chejov o Tolstoi.

Rodada en un riguroso y exquisito blanco y negro, en formato de 4.3, el toque original de la película consiste en unas entrevistas que se hacen a los tres protagonistas principales en una especie de confesionario. Los tres van narrando alternativamente sus sentimientos y opiniones sobre los acontecimientos que vemos como si estuvieran en el purgatorio esperando a ser juzgados para ver si llegan o no al paraíso. Cada uno expone su punto de vista y se diría que Konchalovsky les dejara hablar con libertad, como si fueran personajes reales. De ese modo se da una sensación de que el director no les juzga y son las acciones que se muestran el el film las que hacen que el espectador tome partido y saque sus conclusiones.

Este aporte creativo de Konchalovsky, en el que hace que una película parezca un documental, le da un toque especial y alivia bastante la crueldad de la trama, ya que al ver a los personajes hablando tranquilamente sobre lo que pasa, uno se tranquiliza de manera inconsciente, sin que esto signifique en absoluto que se quiebre la intensidad emocional del film.

Otra gran virtud de Konchalovsky en esta película es su capacidad para hacernos sentir los horrores del Holocausto sin servirse de imágenes explícitas. Los horrores de los campos de exterminio no se nos muestran en ningún momento salvo alguna inevitable pincelada y sin embargo el horror de lo que ocurría está latente en todo el film y se siente en toda su dimensión pese a no verse del todo.

A diferencia de la mayoría de películas de este tipo, el guión no se centra en mostrarnos la crueldad de los soldados alemanes, más bien los caricaturiza, mientras la película indaga con más profundidad en los cautivos y su manera de luchar por la supervivencia y el modo en que interactuaban entre sí.

Entre el trío de actores principales destaca poderosamente Julia Vysotskaya. La actriz es a su vez esposa de Andrei Konchalovsky (43 años ella, 80 él. Qué fenómeno.) y en este trabajo recrea con solvencia el personaje de una mujer con la elegancia que corresponde a una aristócrata y el buen porte de las rusas, pero que al mismo tiempo es fuerte, resuelta y muestra una enorme capacidad de adaptarse a las circunstancias vitales que le tocan. Magnífica su interpretación.

Sin ser un peliculón, "Paraíso" tiene los suficientes ingredientes como para que valga la pena cada uno de sus ciento treinta minutos de metraje. Nos deja muchas escenas para el recuerdo: la pose altiva y despreocupada del oficial alemán mientras caen las bombas a su alrededor al final de la película, el padre y el hijo charlando ante un gigantesco hormiguero, la salvación en el último momento de una mujer porque sólo tenía un cuarto de sangre judía, y sobre todo la escena en que una mujer muere y sus compañeras de cautiverio se abalanzan sobre ella, en principio parece que a reanimarla, pero en realidad es para arrebatarle sus pertenencias, en un cuadro absolutamente elocuente sobre las miserias humanas.

Para mí, "Paraíso" no es una película sobre el nazismo o el holocausto, es una película sobre la actitud humana cuando sabes que tienes el destino de otra persona en tu mano. La rusa tiene el destino de los dos niños, y tanto el funcionario francés como el oficial nazi tienen el destino de la rusa. Esa sensación mitad animal y mitad humana, ese sentimiento trascendental, que va más allá del amor o el odio. Eso es lo que retrata Konchalovsky. Y lo hace muy bien.

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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Land of Mine (Bajo la arena)
Land of Mine (Bajo la arena) (2015)
  • 7,1
    8.590
  • Dinamarca Martin Zandvliet
  • Roland Møller, Louis Hofmann, Mikkel Boe Følsgaard ...
8
La playa del horror
El director danés Martin Zandvliet lleva a la pantalla esta historia que, basándose en hechos reales, realiza un descarnado acercamiento a las atrocidades de la guerra, las crueldades que se cometen en nombre de la patria y hasta qué punto la sinrazón puede tomar forma cuando todas las ramificaciones de la guerra (el dolor, el odio, el deseo de venganza, etc.) aparecen en la gente, incluso cuando el conflicto armado ya ha finalizado.

Es un drama histórico que no deja indiferente. Desde la brutal primera escena (brutal en todos los sentidos) hasta el final, uno no da crédito a lo que se muestra en la pantalla. Es imposible no conmoverse sabiendo que esos hechos ocurrieron en realidad. Un grupo de chavales alemanes, reclutados para el ejército a la fuerza cuando ya casi no quedaban adultos, cuyo único pecado era ser alemanes, tuvieron que pasar por un trance durísimo como era jugarse la vida con la localización y desactivación de cada mina. Y además de todo ello, recibir la humillación constante y los maltratos execrables del ejército danés.

Zandvliet nos lo cuenta todo con una crudeza extrema. La película golpea violentamente en lo más hondo del espectador. El calvario que tuvieron que sufrir esos niños, enviados a la guerra cuando aún tenían edad de dedicarse solo a jugar, que se creían afortunados por haber sobrevivido a la guerra, y resulta que después les tocaba pasar por algo mucho peor. Las consecuencias de las cosas, como siempre suele pasar en la vida, las terminan pagando los más débiles. En este caso, un grupo de niños a los que robaron la vida, tanto los que sobrevivieron como los que no.

La película está narrada de un modo clásico, variando la intensidad y la tensión argumental, con el drama siempre en todo lo alto. Las escenas cotidianas en las que uno está más relajado son aquellas en las que vemos las terribles condiciones en que trabajan, la falta de comida y las humillaciones que sufren. Estas son las relajadas. La intensidad sube cuando alguna bomba explota segando la vida de algún chico y en otros momentos de alta tensión psicológica.

No es una película bélica, quien espere eso se equivoca. Es un melodrama devastador, que se centra en la relación entre los chavales artificieros y el sargento responsable de ellos. Los sentimientos del sargento danés respecto a los chicos que tiene a su cargo, sentimientos encontrados, ambiguos, que van variando desde el principio en que los odia por el hecho de ser alemanes hasta la inevitable empatía que se va produciendo al conocerles, es lo más reseñable de la película.

Por cierto, toda la brillantez del personaje del sargento Rasmussen hay que adjudicársela a la fantástica interpretación de Roland Moller. Hay que verlo para creerlo. El personaje que logra, despiadado y cruel en las primeras escenas, hace que nos quedemos petrificados en las butacas. Pero luego se va cargando de matices y termina haciendo un trabajo de orfebrería interpretativa descomunal.

Siendo el mejor de largo, no es el único que destaca. Los chavales están también de lujo. Sobre todo Louis Hoffman en el papel de Sebastian, el muchacho más destacado del grupo, que siempre intenta entablar buena relación con el sargento y cuyo rostro refleja el sufrimiento de un modo que hace que el espectador se sienta cercano a él en todo momento.

La espléndida fotografía y los paisajes bellos y luminosos contrastan con la brutalidad de la historia. La ausencia de música en los momentos claves contribuye a que el espectador se meta en el film. Se puede escuchar la respiración de los chicos al intentar desactivar la bomba en esa especie de ruleta rusa que nos tiene el corazón en vilo. No hay un pero que ponerle al film en lo técnico. Está tan bien hecha, que sientes que estás ahí, en la playa, al lado del chico que busca cuidadosamente las minas.

Película necesaria para desvelar un episodio de la historia tan aterrador como poco conocido. Las barbaridades de los que perdieron la guerra las sabemos todas, pero de las de los ganadores sabemos poco. Una película que conmueve y que nos obliga a avergonzarnos de la capacidad que tienen algunos individuos de nuestra especie para maltratar a sus semejantes.

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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
I Am Not Your Negro
I Am Not Your Negro (2016)
Documental
  • 7,2
    2.118
  • Estados Unidos Raoul Peck
  • Documental, (Intervenciones de: James Baldwin)
8
Descubriendo a Baldwin
Documental dirigido por Raoul Peck, basado en los textos inacabados del escritor James Baldwin, que fue un ferviente defensor de los derechos de los afroamericanos en la segunda mitad del siglo XX. En el citado texto, Baldwin habla de tres activistas que lucharon junto a él por los derechos civiles y que fueron asesinados en los años sesenta: Megar Evers, Malcolm X y Martin Luther King.

A los textos de Baldwin les pone voz Samuel L. Jackson, que hace de narrador durante toda la película. No se trata estrictamente de un documental sobre el racismo, más bien es un ensayo acerca de la convivencia entre blancos y negros en Estados Unidos, una mirada directa al fondo de un problema que lleva siglos abierto y no termina nunca de cerrarse.

Raoul Peck compone la película a partir de los escritos de Baldwin y los intercala con montones de imágenes de los años 60 en las que aparece el propio Baldwin en entrevistas y discursos, así como impactantes documentos audiovisuales de aquellos años que sirven como apoyo a los textos de Baldwin. De hecho, las poderosas imágenes que utiliza y el acertado montaje hacen que la película sea casi más un ensayo visual que otra cosa, pues dichas imágenes aportan aún más información que las palabras.

La columna vertebral de la obra son los tres activistas asesinados: Evers, Malcolm X y Luther King. Tres personas que luchaban por lo mismo pero de muy diferentes modos. Tenían muy poco o nada en común, salvo el hecho de rebelarse contra la segregación racial del país en que vivían, y el de haber tenido un trágico y violento final. En ellos se sostiene la trama del libro de Baldwin y a partir de ahí se desarrolla el tema hasta hacernos entender que el problema sigue vivo y que es mucho más profundo de lo que parece, que va bastante más allá del modo convencional en que solemos mirar el asunto del racismo.

Peck no se sirve de testimonios actuales. Al contrario, todas las imágenes son de archivo, y son las palabras de Baldwin en la voz de Jackson las que nos van llevando de la mano por este viaje al núcleo del problema racial, desde un punto de vista mordaz que hace que se agudice nuestro desconcierto al comprobar los niveles de ignorancia y de carencias humanísticas que subyacen en la discriminación y el uso de la violencia para mantenerla.

La figura de James Baldwin termina por fascinarnos. Debo admitir que no le conocía antes de ver la película y que salí del cine hechizado por su inteligencia y su elocuencia. La escena del programa de televisión en la que destroza dialécticamente a un tertuliano que va de listo es para que lo hubieran sacado a hombros del plató. Esa escena por sí sola ya te devuelve el dinero de la entrada.

Hay que alabar el buen hacer de Raoul Peck, y lo que logra con unas pocas páginas escritas por Baldwin y un montón de imágenes de archivo. Su maestría a la hora de intercalar imágenes de todo tipo, fotografías, trozos de entrevistas, programas de televisión, anuncios, recortes de periódicos, clips cinematográficos, escenas de violencia callejera, en fin, un montón de material, corría el riesgo de convertirse en un montón de información inconexa y difícil de entender, pero Peck sabe darle forma a todo eso y el resultado es una obra cuidada y precisa en la que todo encaja.

Quizá es discutible el uso que se hace de John Wayne y Doris Day, a quienes se pone como paradigma de los hombres y mujeres blancos de la época, como modelos del hombre y la mujer blanca que todos querrían ser. Yo creo que Wayne y Day no tienen culpa de representar ciertos papeles en el cine. Pero a pesar de ello, uno no puede quedarse indiferente ante semejante cantidad de elocuencia expresada en una pantalla referida a una realidad aplastante.

“I am not your negro” tiene mucha potencia, y mi único pero es que todo está demasiado comprimido. El tema daba para una película bastante más larga, y me excito solo de pensar en que en vez de esta película de hora y media se hubiese hecho una serie de TV., de diez capítulos.

En todo caso, estamos ante un relato apasionante que me ha permitido descubrir a alguien tan sumamente interesante como James Baldwin, un tipo admirable con una enorme capacidad para utilizar la palabra oral o escrita como arma arrojadiza, cuyas críticas siempre eran constructivas, y cuya elocuencia con regusto a tristeza me asombra, al tiempo que me hace preguntarme: ¿Cómo puede ser que haya tardado tanto tiempo en conocer a este señor?

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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Locas de alegría
Locas de alegría (2016)
  • 6,5
    4.057
  • Italia Paolo Virzì
  • Valeria Bruni Tedeschi, Micaela Ramazzotti, Anna Galiena ...
7
Locas de tristeza
Beatrice (Valeria Bruni Tedeschi), una mujer de familia noble y multimillonaria, y Donatella (Micaela Ramazzotti), una joven extraña, introvertida y deprimida, coinciden en un centro psiquiátrico en el que son confinadas. Un día, ambas escapan juntas de su encierro y comienzan a dar rienda suelta a todos los traumas acumulados por ambas.

La película la dirige Paolo Virzi, quien ha sabido hacer una película con sabor a cine italiano del de toda la vida, con esa mirada tragicómica tan característica de aquellas tierras, amén de dirigir con maestría a las dos protagonistas del film y sacar todo lo mejor (que es mucho) de una actriz extraordinaria como es Valeria Bruni Tedeschi.

El personaje de Beatrice, que compone Valeria Bruni Tedeschi, es quizá lo más interesante de la película. Una mujer que se sirve de su inagotable verborrea y su encendida imaginación para proteger su extrema fragilidad. Beatrice es confiada, extrovertida, tierna, alegre, generosa, elegante… y la actriz sabe dotarle de todos esas cualidades con una naturalidad que conmueve. Su trabajo es todo un prodigio de recursos interpretativos. Está muy por encima de todo lo demás en la película.

Por su parte, Donatella es todo lo contrario: una chica introvertida, amargada, desconfiada, triste, solitaria. Micaela Ramazzotti hace también un gran papel, pero no resiste la comparación con su inalcanzable compañera de reparto. A pesar de lo cual, da la talla. Su mirada triste le llega al espectador, es difícil expresar mejor el dolor que como lo hace ella.

La película se sigue con interés en todo momento. El espectador quiere saber qué pasa con esta pareja de locas tan peculiares. Esta especie de Thelma y Louise a la italiana que huyen de todo, especialmente de sí mismas, y que saben que lo que buscan son cosas absolutamente imposibles de lograr, pero a pesar de todo van a por ello. Porque la vida, en su máximo nivel, se trata de perseguir sueños. Solo la cordura evita que los persigamos.

Ambas son como la noche y el día, pero juntas se protegen y se dan fuerzas la una a la otra. La lucha siempre es más llevadera si se hace en compañía. Juntas es más fácil soportar los golpes (los físicos y los anímicos), las humillaciones y las derrotas que van acumulando a su paso. A cada llanto le sucede una risa, tras cada caída toca levantarse. No está mal para ser un par de locas.

Mi duda es si la manera tragicómica que tiene Virzi de contar la historia es la adecuada. A mi juicio, se tarda demasiado tiempo en presentar con todo detalle a los personajes y toda su problemática. Se desorienta uno. Al principio parece una película de manicomio al estilo “Alguien voló sobre el nido del cuco”, luego parece que va a ser una road movie, todo ello aderezado con escenas más grotescas que cómicas, y luego resulta que en la última parte de la película se aprecia que había mucha más profundidad en ella de lo que parecía.

Esta parte final es demoledora. La última parte del film rebosa sensibilidad, es pura tristeza, el dolor te traspasa. Afortunadamente, también transmite esperanza. Una brizna de ilusión, siempre existe la posibilidad de redimirse del dolor y la tristeza. Todo ello hecho de un modo sutil. Se evita la lágrima fácil y el victimismo tan característico de este tipo de películas.

En la parte técnica, destaca la excelente fotografía que realzan los escenarios de la Toscana, el buen pulso de Virzi, y por supuesto el ya mencionado excelente trabajo de las protagonistas (con Valera Bruni Tedeschi tocando el cielo), no sólo individualmente sino destilando muy buena química entre ellas. Y esa canción “Senza fine”, uno de los éxitos legendarios de Gino Paoli, que te acompaña desde que sales del cine hasta…. bueno, a mi aún no se me ha quitado de la cabeza.

“Locas de alegría” va dirigida al corazón del espectador, pero no siempre acierta en el disparo, ya que supongo que muchos espectadores se dispersarán y no lograrán entrar en la película por su irregularidad, sus cambios constantes de ritmo y tono, y una trama un tanto deslavazada. También me parece que sobraba alguna sobreexplicación al final del film. En cualquier caso, es una película recomendable, entretenida y, si entras en ella, hasta conmovedora.

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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Your Name.
Your Name. (2016)
  • 7,8
    27.581
  • Japón Makoto Shinkai
  • Animación
8
Tu nombre envenena mis sueños
Dirigida por Makoto Shinkai, “Your name” es una deliciosa película de animación japonesa, que mezcla el drama fantástico con el romance, nos brinda un fascinante paseo por las tradiciones y la vida japonesa, y nos ofrece emociones, humor, y un espectáculo visual cargado de sensibilidad.

La primera parte de la película es más bien una comedia de enredos, con una trama poco sorprendente, aunque hace que la veas con interés, repleta de situaciones cómicas características de este tipo de tramas. Por momentos, es una especie de “Memento” en clave de humor. Un magnífico entretenimiento, pero sin pasar de ahí. Hasta que, en un momento dado, sucede algo que cambia radicalmente el tono de la película.

En esta segunda parte, la comedia de enredos se convierte en un drama de ciencia ficción, y lo que era una película más bien convencional empieza a transformarse en algo más complejo, más arriesgado, incluso diría más filosófico, sin perder por ello un gramo de entretenimiento, pues la película te emboba de principio a fin. Este crecimiento paulatino de la película hace que termine siendo una obra mucho mayor de lo que parecía en la primera parte del film.

Evidentemente, la película recuerda obligatoriamente a Miyazaki, y seguramente no aportará nada nuevo a los fanáticos del anime, pero yo que no lo soy, me he quedado prendado de ella, a pesar de lo previsible de una parte del argumento. Para mí está muy por encima de eso la sensibilidad que transmite y la belleza de sus imágenes. En definitiva, la película me atrapó por completo.

Es importante no saber nada de la película. Es lo que hice yo, y ahora que la he visto pienso que me gustó muchísimo más gracias a no saber nada de lo que iba a ver. Si ya sabéis el contenido de ella u os han contado lo que va a pasar, la disfrutaréis porque es muy bonita, pero no la gozaréis en toda su dimensión, pues es importante descubrirla completamente en la sala.

En el aspecto técnico, la película es impecable, toda una fiesta para los sentidos. Personalmente, no me gusta mucho la música de RADWIMPS, canciones para adolescentes que no me dicen nada, pero la verdad es que metidas en el film no quedan mal. La increíble belleza de los paisajes hacen que sean algo más que un simple decorado. Son protagonistas de la película. Tanto los de los Alpes Japoneses como los de Tokyo deslumbran.

No es perfecta, por supuesto. Hay algunas trabas narrativas, algún personaje secundario que no sabemos muy bien qué pinta en la historia, cosas que no entendí muy bien, la desaparición de los mensajes que se mandan los protagonistas, la amnesia súbita que sufren a veces, o las propiedades milagrosas del sake que fabrica Mitsuha. Todo es mejorable. Quizá si la veo con malos ojos la sacaría más defectos, pero no fue así. Me lo pasé muy bien.

“Your name” tiene un encanto difícil de encontrar en el cine actual. Shinkai sabe mezclar con precisión fórmulas típicas del anime con los elementos del cine más ambicioso conformando una obra que va a más constantemente hasta terminar hechizando al espectador por completo. Una obra fascinante, sorprendente, accesible para cualquier tipo de público. Por lo que cuenta, y por cómo lo cuenta. La belleza visual de algunas escenas se te quedan grabadas para siempre.

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La comunidad de los corazones rotos
La comunidad de los corazones rotos (2015)
  • 6,6
    1.124
  • Francia Samuel Benchetrit
  • Isabelle Huppert, Gustave Kervern, Michael Pitt ...
7
Parejas de solitarios
Historias que se producen en un edificio de los suburbios de una ciudad francesa. Un adolescente solitario (Jules Benchetrit) que vive con su madre casi siempre ausente hace amistad con su nueva vecina (Isabelle Huppert), una actriz en crisis. En la azotea del edificio aterriza un astronauta (Michael Pitt), que mientras espera ser rescatado por la NASA se queda a vivir en casa de la señora Hamida (Tassadit Mandi), una señora de origen marroquí que le acoge y le cuida como si fuera su propio hijo. En el primer piso vive Sternkowitz (Gustave Kervern), aislado en su silla de ruedas, una noche conoce a una enfermera (Valeria Bruni-Tedeschi) y para conquistarla se hace pasar por fotógrafo de National Geographic, como Clint Eastwood en “Los puentes de Madison”.

Película del director francés Samuel Benchetrit, “Asphalte” (traducida al castellano como “La comunidad de los corazones rotos”) conquista al espectador con su escena inicial en la que la comunidad de vecinos aprueba comprar un nuevo ascensor con la negativa del señor Sternkowitz, quien se niega a pagarlo porque él vive en el primer piso y no lo necesita. A partir de ahí, se centra en las tres historias cruzadas que transcurren en el edificio, derrochando humor negro, ternura y cierto surrealismo.

Se trata de una película pequeña, de pocas pretensiones, muy original y absolutamente surrealista. Basada en una novela del propio director, uno pensaría más bien que estaba basada en un comic, dado lo disparatado de su trama. Son tres historias sobre tres parejas. Parejas que se forman a lo largo de la película. Tres hombres y tres mujeres y la relación que van fraguando entre sí. Tres hombres y tres mujeres solitarios, aunque no por vocación, sino porque la vida les ha conducido a la soledad.

El astronauta, solitario a la fuerza en su nave, se empareja con la señora que está sola desde que su hijo ingresó en prisión. Ni el astronauta americano habla francés ni la señora habla inglés, pero la necesidad que tienen el uno del otro hace que se entiendan y sean capaces de darse cariño y así hacer más llevaderos sus respectivos momentos de desamparo.

El adolescente solitario que conoce a la solitaria señora que se acaba de mudar al piso de enfrente. Le despierta curiosidad y ella, cansada de la vida y refugiada en el vodka, se recrea sintiéndose admirada como antaño, aunque sea por un único espectador. Un día fue famosa (o eso cree ella) y el vacío que siente ahora sin un papel que representar lo puede llenar su incipiente admirador. Quien a su vez también gana la compañía de alguien que le saque del aburrimiento de su desierto hogar y de su madre ausente.

Por último, la soledad más evidente. La del hombre en su silla de ruedas viéndo películas de amor. De la enfermera poco sabemos, pero la interpretación de Valeria Bruni-Tedeschi nos informa de una soledad dolorosa que la hará capaz de creerse que ese tipo en silla de ruedas puede ser fotógrafo de National Geographic con su cámara Polaroid.

Benchetrit nos plantea que todo puede ser una historia. Dentro de los edificios más feos, en los barrios más desfavorecidos, vive gente aparentemente gris, en cuyas vidas no pasa nada. Gente desorientada, solitaria, aburrida, para quienes vivir parece un castigo. Pues bien, en esas vidas también suceden cosas dignas de ser contadas. Es más, las cosas más increíbles les suceden a ellos, y se convierten en creíbles. Esos edificios en los que se hacinan los perdedores sociales, también son nidos de sueños, allí también germinan los deseos, la vida allí también late con fuerza.

Acompañando a tanta ternura y emotividad, Benchetrit introduce el humor como arma principal. Desde el principio hasta el final, las peculiaridades de los personajes y sus situaciones se ven desde un prisma humorístico que evoca el cine de Jacques Tati, especialmente en determinados pasajes.

Resulta curioso que en una película tan poco ambiciosa se haya reunido el elenco de actores que aparecen en “Asphalte”. Llama poderosamente la atención la presencia de Isabelle Huppert, una de las mejores actrices del mundo, que además nos deleita con una escena sensacional en la que hace de actriz que actúa mal al interpretar una escena y poco a poco va mejorando hasta conseguir bordarla. También sorprende la presencia de Michael Pitt, un actor consagrado que hace un papel menor en una película menor. Incluso Valeria Bruni-Tedeschi (magnífica en las tres escenas que tiene) es una actriz cuyo cartel supera al de esta película de autor.

Sin duda, las interpretaciones son lo mejor del film. Todos los que he nombrado están a un gran nivel, pero me van a permitir que me quede con Tassadit Mandi, que realiza una interpretación conmovedora y fue capaz de llegarme como pocas veces lo ha hecho alguien en la pantalla.

Quizá se puede acusar a “Asphalte” de ser excesivamente bienintencionada. Puede ser. Que destila demasiado buen rollo. Pues sí. Pero a mí personalmente no me molestó. Porque la película tiene mucha naturalidad y eso hace que cale en el espectador. Hasta el punto de que no te importen las situaciones inverosímiles, o que las historias que cuenta sean aparentemente banales. Uno se engancha y sigue con igual interés las tres historias, y solo eché en falta algo más de humor en los desenlaces finales.

Drama, humor y ternura, es una mezcla a la que no puedo resistirme.

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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre llamado Ove
Un hombre llamado Ove (2015)
  • 6,7
    5.392
  • Suecia Hannes Holm
  • Rolf Lassgård, Bahar Pars, Filip Berg ...
7
El demonio más tierno
Película sueca, dirigida por Hannes Holm, que en principio no aparenta ser nada especial. Típica historia de viejo cascarrabias que vive solo, que tiene sus costumbres de toda la vida y le irrita mucho que las cosas no sean como a él le gustan, enfadado con el mundo y con la vida, metódico, gruñón, y totalmente enfrentado con los tiempos modernos. Y tal vez sí, la película sea lo que aparenta ser al principio, pero el efecto que me ha provocado no ha sido el que yo esperaba con estos ingredientes.

Conociendo cómo van este tipo de historias y previendo más o menos su desenlace, pensaba que la película me dejaría bastante indiferente, y sin embargo no ha sido así. Y es que, si las películas están bien hechas y consigues meterte en ellas, da igual el tema del que trate y lo que esperes. La primera gran sorpresa es que me he reído más de lo que suelo reirme con cualquier comedia. Y la risa es algo tan positivo que uno siempre lo agradece.

Pero luego hay mucho más. Una ternura deliciosa subyaciendo entre tanta frialdad nórdica. Una excelente narración con flashbacks acertadísimos en los que vamos conociendo y entendiendo cada vez más a Ove, hasta terminar empatizando completamente con él, compartiendo su inmenso amor por Sonja y su dolor por las cosas que le han pasado en la vida. Una vida que quiere abandonar, pero la vida se aferra a él, como una novia que se resiste a ser dejada y le sabe embaucar para continuar un poco más.

Hannes Holm me ha convencido bastante, con este modo de narrar la historia, dosificando perfectamente la información que da al espectador con estos flashbacks tan oportunos. El ritmo narrativo es magnífico excepto, quizá, en los últimos minutos, en los que creo que se acelera un poco. En todo caso, la película está dotada de un gran equilibrio narrativo y habrá que seguir a este director sueco.

Obviamente, tampoco estamos hablando de una obra maestra. Como he dicho desde el principio, tiene mucho de predecible, la historia nos suena, y Holm es bastante complaciente con el espectador, no se puede decir que sea una película arriesgada. Pero a pesar de todo eso, está muy bien hecha, es tremendamente entretenida, y sabe llegar al espectador (por lo menos, al espectador que escribe esto).

El principal peso interpretativo del film recae sobre Rolf Lassgard, que encarna con maestría el papel del Ove viejo (el Ove joven corre a cargo de Filip Berg). Lassgard te lleva por donde quiere, consigue que le odies y a la vez te rías con él, y también logra provocarnos mucha ternura. No me imagino un viejo misántropo y gruñón más adorable encarnado en otro actor. Junto a él, el resto del elenco cumplen correctamente, destacando Bahar Pars, quien también logra hacerse un hueco para brillar en lo poco que deja libre Lassgard.

A los mediterráneos nos choca y hasta nos hace gracia el extremismo con que Ove cumple e intenta hacer cumplir la ley, su metódica forma de vivir y su intenso compromiso con los principios con los que fue educado. Pero es que los suecos son así, no se trata de un personaje. Ove representa en muchas cosas el carácter sueco y hasta su humor negro es característico. Quizá por eso me hizo tanta gracia, porque sé que lo que aparece en la pantalla no es nada disparatado.

Holm tenía muchas posibilidades de conducir a Ove hacia un histrionismo exagerado que desvirtuara la película, pero no lo hace. Tampoco cae en la tentación de llevar al film por el lado del dramón sensiblero. Sabe equilibrar con brillantez la comedia con el drama, y plasmar con mucha mano izquierda el dolor de una vida que no puede estar completa si te falta la persona que amas, la que te da significado. Nos muestra el calvario que supone vivir en soledad no deseada, una vida que ya no tiene sentido, de un modo que nos divierte y nos conmueve a la vez.

“Un hombre llamado Ove” es lo que toda la vida se ha llamado una película bonita. Una historia plenamente humana que nos anima a tomarnos la vida como viene, a gozar de los momentos, a saber apreciar la compañía de los demás, y sobre todo a entender que la vida es ingobernable, que puede ser muy cruel y muy alegre, que no podemos hacer planes porque este extraordinario viaje que es vivir es siempre imprevisible y siempre lo hacemos en solitario, por mucho que nos agrade la compañía que tengamos durante una parte del mismo.

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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El viajante
El viajante (2016)
  • 7,1
    8.495
  • Irán Asghar Farhadi
  • Shahab Hosseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi ...
8
En el momento más insospechado, todo puede cambiar
Asghar Farhadi es un director iraní que es toda una garantía. No se si habrá otro director con su nivel de aciertos en sus trabajos. Puedes ir a ver una película suya con la certeza de que vas a ver una gran película. “Nader y Simin” no le salió por casualidad, ya que en el resto de sus trabajos ha demostrado su enorme talento. Así que ir a ver “El viajante” solo podía ser un acierto. Y así fue.

Asghar Farhadi nos vuelve a deleitar con otro peliculón (y ya no se cuantos van). Escrita y dirigida por él con su habitual precisión, “El viajante” es una película inteligente en la que el iraní nos hace disfrutar con su característico cine social, mezclado con drama y suspense, que se va gestando poco a poco, con un ritmo pausado y un desarrollo minucioso, y que va ganando enteros a medida que avanza la película y se va desmenuzando la trama.

Como suele suceder en sus películas, su realismo es tal que uno por momentos se olvida de estar viendo en la pantalla una cinta, y parece que nos podemos infiltrar de incógnito en la vida de la pareja, como si estuviésemos sentados en un rincón de la casa junto a los mismos Emad y Rana, asistiendo desde un lugar preferente a sus conversaciones y sintiendo de primera mano su dolor y su desasosiego.

Farhadi sazona con maestría la historia dramática con ingredientes que le dan sabor al relato. La cultura social del lugar en que se desarrollan los hechos afecta decisivamente en la actitud de los personajes. La religión, la justicia, el sentido del honor, los principios morales, la venganza, la fragilidad de las relaciones por sólidas que parezcan, dan sabor a la trama al tiempo que la dota de una verosimilitud irrefutable.

Este director me tiene maravillado (¿se me nota?). Me asombra su capacidad para abordar una situación desde todos los puntos de vista posibles, para mostrarnos toda la complejidad de un asunto teóricamente simple. Su exquisita habilidad para hacer que el espectador comprenda las actitudes que toman todos los personajes pero al mismo tiempo se sienta incómodo posicionándose en favor de alguno de ellos, puesto que el fin casi nunca justifica los medios. Farhadi es un director de cine extraordinario y además un gran conocedor de las contradicciones del ser humano.

Y todo este viaje al interior del alma humana lo hacemos mediante un relato de suspense que parece que no tiene gran cosa pero se le van añadiendo intrigas y dilemas morales. Y aparecen unos billetes que hacen crecer las dudas. Y una camioneta que puede conducir al responsable de todo. Y de repente el sospechoso puede que no tenga la culpa. Y la venganza puede ocasionar la destrucción de la propia familia. Y Hitchcock parece sonreir satisfecho desde el más allá con películas como ésta (aunque seguro que él habría añadido una rubia explosiva al reparto).

Hablando de reparto, los dos protagonistas principales son habituales en las películas de Farhadi. Shahab Hosseini (“Nader y Simin”, “A propósito de Elly”…) borda el personaje y nos transmite con eficacia todas las sensaciones cruzadas por las que pasa el protagonista. Por su parte, Taraneh Alidoosti (“A propósito de Elly”) no se queda atrás en expresividad interpretativa. Habla con los ojos y transmite emociones con una naturalidad desbordante.

Los diálogos son muy buenos, pero el espectador entiende tanto lo que dicen como lo que no dicen. Los gestos y las miradas expresan mucho más que las palabras. Los hechos están relatados de forma directa y seca. No lo ves venir. En la última media hora es imposible pestañear siquiera. Su realismo hace que la vivas con intensidad, y su complejidad intrínseca disfrazada de simpleza formal hace que reflexiones inevitablemente sobre los temas que plantea.

“El viajante” es una película que apela a la inteligencia y la sensibilidad del espectador, que debe estar preparado para escarbar en las complejidades del alma humana y saber apreciar los detalles, algunos no tan explícitos. Es tan buena que dan ganas de volver a verla. Pero no al cabo de un tiempo, no. Desde el momento en que termina, te apetece que vuelva a empezar.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toni Erdmann
Toni Erdmann (2016)
  • 6,4
    8.801
  • Alemania Maren Ade
  • Peter Simonischek, Sandra Hüller, Lucy Russell ...
8
Para vivir, no para ver
La directora alemana Maren Ade es la responsable de esta película que, partiendo de una idea que en principio no da para mucho (un padre preocupado por la felicidad de su hija, cuya vida se centra absolutamente en el trabajo, y quiere hacerle ver a que la vida es otra cosa), desarrolla la historia por unos cauces totalmente inesperados. Los personajes son cualquier cosa menos tópicos, y si al principio de conocerlos nos parece raro que dos personas tan distintas puedan ser padre e hija, poco a poco vemos que no son tan diferentes, y que todos más o menos vamos disfrazados por la vida.

La película es larga, esto es lo peor que tiene, y juega en su contra. No se hace pesada (al menos a mi), pero es innegablemente larga, y esta longitud de metraje en este caso se acrecienta con el tono del film. Un film alemán con tono alemán, no se si me explico. Planos largos, ausencia de música, ruido ambiental, puesta en escena austera… vamos, muy alemana.

La presentación de los personajes, hasta la llegada del padre a Bucarest, es un tanto premiosa y excesiva. Estoy seguro de que en esta primera parte de la película ya va a haber muchos espectadores que entren con mal pie y ya no se recuperen. Y es que, para bien o para mal (según entres o no en el film) todo en esta película es atípico. Por eso, es imprescindible entrar en la película y no limitarse a verla. Si la ves desde fuera, no hay nada que hacer, te aburrirás.

Es triste, pero al principio no nos parece extraño el comportamiento de Ines. Su actitud de vivir para el trabajo, constantemente pendiente del móvil, con todo el tiempo ocupado, e incapaz de mostrar un mínimo gesto de cariño hacia su padre, no nos choca realmente. Incluso la entendemos cuando vemos a su bromista padre haciéndole sentir vergüenza ante sus compañeros, jefes o clientes. Desgraciadamente, este desapego familiar y este modo de vivir de traje-chaqueta continuo y el móvil como un apéndice de nuestra anatomía, lo vemos algo natural ya.

Pero no os engañéis, “Toni Erdmann” no adoctrina en absoluto. Es una película que deja al espectador hacerse cargo de las cosas. Una película que fluye, buscando una salida, pero tiene que ser el espectador quien le abra camino. Con el humor (un humor muy particular, aviso) como herramienta para explorar en las relaciones humanas, en los valores sociales de este tiempo, en la falta de comunicación y en el sentido de la vida en general.

La película está llena de escenas memorables, en realidad casi todas lo son. La irrupción inexplicable de Toni ataviado con el traje folklórico búlgaro (una especie de Yeti) en la fiesta de desnudos es puro surrealismo y al mismo tiempo tremendamente expresiva sin decir ni una palabra. La escena con los trabajadores de la obra, la extraña escena sexual entre Ines y su compañero de trabajo, la de la discoteca en la que Ines parece pedirle a su padre con la mirada que la rescate de todo aquello… aunque la que se lleva la palma es la conmovedora interpretación del “Greatest love of all”, de Whitney Houston a cargo de Ines, con su padre al teclado. ¿Os suenan a escenas raras? Pues hay muchas más, y por si fuera poco, Toni se pasa la película diciendo que va a ver a Ion Tiriac, y a la que puede saca un rallador de queso y se pone a usarlo.

Las interpretaciones son fabulosas. Tanto Peter Simonischek como Sandra Hüller desarrollan con maestría unos personajes inolvidables. Especialmente meritoria me parece la actuación de Sandra Hüller, haciendo creíble un personaje nada sencillo y manejando con precisión y destreza diferentes registros dentro del mismo personaje, todos con brillantes resultados.

Sinceramente, la película me gustó mucho pero no la recomiendo. Es algo muy personal. Al público medio no le va a gustar. No hay que verla, hay que vivirla. Si la ves como una película convencional el aburrimiento está asegurado. Eso sí, para los que logren vivirla, es toda una experiencia. “Toni Erdmann” es una de esas películas que, si te gustan, te dejan huella.

A estas alturas todavía no se si “Toni Erdmann” es un drama o una comedia. Se que me reí y que también tuve ganas de llorar. Se que me divertí y al mismo tiempo me conmovió. Tampoco es tan importante que sea una cosa u otra, seguramente es las dos a la vez. A lo largo de la misma he sentido incomodidad y vergüenza ajena, pero me he sorprendido a mí mismo emocionándome un minuto después. Evidentemente, una película que me hace sentir así la tengo que valorar con generosidad.

Personalmente, la película me parece una joya. De esas que van creciendo cuando piensas en ella. Obra inteligente disfrazada de extravagante. Tras sus capas de comedia surrealista se esconden enormes dosis de ternura. Una película muy especial, para gente especial. No para cualquiera.

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2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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