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España España · Madrid
Voto de keizz:
8
Drama Frida (Laia Artigas), una niña de seis años, afronta el primer verano de su vida con su nueva familia adoptiva tras la muerte de su madre. Lejos de su entorno cercano, en pleno campo, la niña deberá adaptarse a su nueva vida. (FILMAFFINITY)

Seleccionada por España para los Oscar 2018.
26 de julio de 2017
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carla Simón debuta en el cine dirigiendo este largometraje, a partir de un guión de ella misma. Al parecer, Carla Simón cuenta en esta película su propia historia, lo que le da mucha verosimilitud al film. La directora recrea en esta obra una etapa de su vida que le marcó para siempre, una especie de diario visual de esa atípica etapa de su infancia.

Estamos ante una de las más prometedoras operas primas que yo haya visto últimamente. Narrada desde el punto de vista de la niña protagonista, el film rezuma inocencia y huye en todo momento de la sensiblería a la que parece abocada la historia. La película va desplegando emociones creíbles sin recurrir a trampas cinematográficas, sacando el máximo partido de las situaciones y la buena interpretación de la niña protagonista.

Y me quiero detener un momento en las dos niñas protagonistas. Tanto Laia Artigas, que está colosal en el papel de Frida como su compañera de reparto Paula Robles, que interpreta a su hermanastra de cuatro años, hacen que te olvides por completo de que estás viendo una película. Las niñas parecen niñas de verdad, son reconocibles. Quiero decir, no son las típicas niñas de las películas, esas niñas actrices que poco tienen que ver con las reales. Estas son niñas que hacen de niñas de verdad. Si te dicen que las han grabado con cámara oculta te lo crees.

La trama en sí no importa demasiado. Es un verano en la vida de la niña, pero un verano muy especial. Un par de meses en los que para ella la vida es otra cosa completamente distinta de lo que conocía. No se trata de la historia, se trata de las situaciones. Es una película de detalles. Pequeños detalles que la hacen grande. Vemos la cotidianidad de la vida de la niña mediante escenas repletas de sensibilidad y realismo. En este caso, la sencillez va de la mano con el buen gusto. La relación entre los personajes rebosa humanidad, nada es forzado, nada es perfecto, las cosas buenas y las cosas malas conviven, porque así somos, porque así son las relaciones humanas, llenas de imperfecciones, desencuentros, egoísmos, pero también afecto y comprensión. Digamos que es una película muy poco peliculera.

Todo lo que sucede en la película nos cuadra. La situación de la niña que pierde a sus padres y tiene que vivir con una familia nueva es desconcertante entendemos su inquietud. Pero también entendemos a la hermanastra, que de repente pasa de ser hija única a convivir con una niña mayor. Y entendemos a los padres, que tienen que mediar en los conflictos de las niñas, y tienen que demostrar que quieren a la nueva hija sin descuidar a su hija biológica. Todas las situaciones están plagadas de detalles entendibles, y se nos muestran desde un punto de vista que hace que el espectador esté en una situación contemplativa, en la que no hay que tomar partido, ya que las cosas se entiende que es difícil que sean de otra manera.

No es película para cualquiera, ya lo anticipo. Está repleta de matices, de silencios, de la inconmensurable mirada de Laia Artigas en la que percibimos el dolor de la pérdida, la desorientación y el miedo a la nueva vida que tiene. Ese dolor de niña, que no la impide reir y jugar, pero que sabemos que sigue ahí, y que detectamos en esa mirada triste que nos regala en cada plano.

Se nota que Carla Simón ha puesto el alma en la película y que se mueve por un territorio que conoce bien, ya que cuenta un pedazo de su propia vida. La directora novel plasma con un estilo intenso pero también reflexivo sus recuerdos sin intentar dar una lección de nada, sin sacar partido fácil a la típica historia de sufrimiento infantil, sabiendo en cambio reflejar con maestría la fragilidad de esos locos bajitos, que sienten más de lo que los adultos tienden a pensar.

En definitiva, una película sorprendente. Sin muchas pretensiones, pero con un resultado muy brillante. Todo es tan natural que hasta incomoda un poco, acostumbrado como está uno a ciertos clichés cinematográficos. No hay que ir a verla para entretenerse, hay que contemplarla, dejarse llevar y disfrutar de la inocencia de una niña. La vida en su forma más pura, la de los niños. Con su crueldad, su crudeza y su ternura. Dejad que vuestros ojos disfruten de una película que no parece serlo.

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keizz
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