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Críticas ordenadas por:
Manchester frente al mar
Manchester frente al mar (2016)
  • 7,1
    31.080
  • Estados Unidos Kenneth Lonergan
  • Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler ...
8
La derrota
No conocía al director de esta película, Kenneth Lonergan, y he de decir que me ha impresionado positivamente. Nos relata un drama terrible con una contención poco habitual en este tipo de películas. Cuando la trama invita a que el director busque la lágrima fácil, Lonergan apuesta por la sobriedad. En esta película no se llora, pero te desgarra por dentro. No es un drama lacrimógeno, es un puñetazo en el alma.

Al principio se nos muestra la rutinaria e insustancial vida de Lee, un tipo amargo que parece que vive porque no tiene otra cosa que hacer, y poco a poco, mediante flashbacks, vamos entendiendo los motivos de su comportamiento. Toda la película está enfocada desde el punto de vista de Lee. Tan deprimente como es su vida lo es también el aire que se respira en el film. Todo sucede y se siente del modo en que Lee ve y siente las cosas, y su profundo e incurable dolor es lo que reviste toda la obra.

Lonergan no solo usa los flashbacks para informarnos de las causas de la actitud de Lee, lo hace también para que nos pongamos en su lugar. Estos flashbacks son la voz de los silencios de Lee, y nos traducen lo que su triste mirada significa en realidad. Cuando los hechos reales estimulan a Lee del modo que sea, estos recuerdos que se nos muestran en la pantalla nos sirven para comprender su pensamiento, ya que sus palabras nunca aclaran nada. En realidad nunca quiere hablar de nada, siempre dice “ahora no es momento para hablar”, siempre trata de eludir las conversaciones. Conversar implica tener que pensar y pensar es revivir cosas de las que precisamente Lee huye desde hace años.

Lee no encuentra consuelo en nada ni en nadie. Y tampoco lo quiere. La vida de Lee consiste en que pase el tiempo. Cuanto más tiempo esté en soledad, mejor. Cada día es simplemente un día menos que falta para la muerte. El hecho de tener que cuidar de su sobrino es un pequeño aliciente que le da un motivo para levantarse por las mañanas, pero tampoco le cura ni le arregla la vida. Eso sí, tanto el tío como el sobrino se entienden perfectamente puesto que ambos sufren por la pérdida de personas trascendentales en su vida. Lee tiene que proteger a su sobrino, protegerle de su dolor y tratar de que su futuro sea el mejor posible, pero eso es algo difícil para quien el futuro es algo insufrible, el presente un drama, y el pasado un puñal.

Como digo, todo gira alrededor de Lee en la película y todo lo vemos a través de él. Pero Lonergan no nos facilita la tarea de empatizar con él. Un personaje tan reservado, tan silencioso, que verbaliza tan poco sus sentimientos que parece no tenerlos, no resulta sencillo ponerse en la piel de alguien que se niega a mostrarse. Hay muy pocas escenas en las que la armadura emocional de Lee muestre alguna rendija por la que filtrarse algo de lo que anida en el alma del protagonista.

Para un papel así, Casey Affleck era el intérprete perfecto. Es innegable que borda el papel y consigue dar credibilidad a un personaje tan antipático con la vida como la vida lo ha sido con él. Si tienes sensibilidad, Affleck construye un personaje que logra penetrar en ella y agitar rincones de tu interior que no sabías que existían. Un magnífico trabajo el suyo. Tanto, que parece que no interprete, sino que nos creamos que él es así realmente.

También resulta muy creíble el personaje interpretado por Lucas Hedges. Ese chaval que se queda huérfano en plena adolescencia, con una madre desequilibrada y ausente, y un tío que se convierte en su tutor completamente amargado y encerrado en sí mismo. No es extraño que tome el camino del hedonismo y la indolencia, aderezado con la dosis de rebeldía propia de su edad. Con lo que le ha tocado vivir cuando aún no se ha convertido en adulto y la incertidumbre de su destino, no parece raro que pase el tiempo intentando acostarse con chicas y tocar la guitarra.

Y en el tema de los actores, no podemos olvidarnos de Michelle Williams, que en las pocas escenas que tiene demuestra que es una actriz inmensa, capaz de dotar de credibilidad a cualquier personaje que interprete, no importa el registro que tenga que lograr. Yo siempre que la he visto me ha convencido, y ya van unas cuantas veces así que no creo que sea casualidad.

La película me parece magnífica, pero siempre se le pueden buscar cosas negativas. A mucha gente le parecerá lenta, y que la trama no va a ningún lado. A mi no se me hizo larga, pero si le tengo que sacar algo mejorable diría que la película se centra demasiado en el personaje de Lee. Me hubiera gustado saber más de personajes como el de la mujer de éste, o el de la inestable mujer de su hermano. Y también es verdad que recurrir al Adagio de Albinoni o al “Mesias” de Haendel para envolver ciertas escenas parecen recursos fáciles (y tal vez lo son) pero oye, queda tan bien…

En definitiva, “Manchester frente al mar” me ha parecido un auténtico peliculón. Te emociona de verdad. Su historia no es nada del otro mundo, pero impresiona el modo en que muestra hasta qué punto puede afectar el sentimiento de culpa y cómo algunas heridas no cicatrizan nunca, cómo algunas cosas no puedes terminar de superarlas por mucho tiempo que vivas. Además, me gusta mucho porque derrocha emotividad pero a la vez esquiva continuamente las opciones sensibleras. No hay fuegos artificiales para provocar el llanto. No es una película que te saque lágrimas, pero es de las que se te quedan dentro.

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1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciudad de las estrellas (La La Land)
La ciudad de las estrellas (La La Land) (2016)
  • 7,5
    60.264
  • Estados Unidos Damien Chazelle
  • Emma Stone, Ryan Gosling, John Legend ...
8
Brindo por los que sueñan
Damien Chazelle, tras su exitosa “Whiplash” despacha una película mucho más ambiciosa. Una película romántica disfrazada de musical en la que da rienda suelta a sus pasiones: el cine y la música. Con guiños constantes al cine clásico y a los musicales, pero siguiendo sus propias pautas, un tanto deslavazadas. Un par de números musicales al principio parecen presagiar un musical al uso, pero no es así. Luego la película toma unos cauces más normales y apenas volvemos a ver dos o tres más en lo que queda de film.

Voy a empezar por lo malo. La película adolece de irregularidad narrativa. Empieza siendo un musical y poco a poco se va transformando en otra cosa. Como musical no me parece nada excepcional, los números y las coreografías no son demasiado espectaculares. Hay algunas escenas un tanto artificiales que no funcionan bien a mi juicio. El inicio es exuberante y efervescente, pero, como cuando abres una gaseosa, poco a poco va perdiendo fuerza, hasta que llega el tramo final en el que la película definitivamente alza el vuelo y la melancolía lo inunda todo.

Otro punto en contra son los personajes secundarios. Prácticamente todos son bultos sospechosos, no están trabajados, casi no pintan nada. En realidad, la película tiene a los dos protagonistas y el resto del elenco parecen más parte del decorado que otra cosa.

La música es importante en un musical, creo. Y en este caso está bien, es indudable, bastante bien incluso, pero escribo al día siguiente de verla y no recuerdo ninguna canción que me impactara, ni llegué a casa anoche deseando escuchar el disco, como me ha pasado otras veces. Así que en este sentido, otro punto en contra.

En cuanto a la historia, no puede ser más convencional, simple y bobalicona. No se si habrá en la historia del cine una trama que haya sido más veces repetida que ésta. Y el mensaje sobre la persecución de los sueños, la grandeza del amor, la contagiosa fuerza de la pasión por lo que amamos, también es algo muy manido.

Pues oigan, a pesar de todo eso, me encantó la película. Se que no es redonda, y ya he mencionado sus defectos, pero yo la he disfrutado. Tiene algunas escenas memorables que hacen que olvide las menos logradas. Tiene un sabor a película clásica que hace que me importe menos la falta de originalidad. Tiene a la maravillosa Emma Stone que hace que pueda soportar las poses de Ryan Gosling haciéndose el interesante. Y tiene mucha pasión, una pasión por la música, por el cine, por el amor, por los sueños, por la vida, una pasión que es la clave del resultado de la película. Si la percibes, te parecerá como a mi, una gozada. Si no, posiblemente te parezca una estafa.

Chazelle consigue (al menos conmigo) que nos importe lo que les pase a los dos personajes principales, desde el principio. Al contrario que todos los demás que aparecen (las compañeras de piso de Mia, el novio de ésta, la hermanda de Sebastian, etc. todos son personajes irrelevantes), ellos nos importan. Nos interesa saber lo que les pasa y queremos que les vaya bien. Les acompañamos en sus inquietudes personales y profesionales, tanto como pareja como individualmente. La película son ellos y sus sueños. El resto es accesorio.

Pero es que el amor es así. Cuando te enamoras de alguien, la vida entera se resume en esa persona. El resto de personajes están ahí como mero atrezo. Solo existe esa persona. Los sueños son mucho más importantes que la realidad. Y si es así en la vida, por supuesto mucho más en el cine, que es puramente onírico.

Más allá de otras consideraciones, “La La Land” destila belleza desde el primero hasta el último plano. Esto es irrefutable y nadie podrá discutirlo. La fotografía, el colorido, la dirección artística, todo lo que tiene que ver con lo estético es brillante. Lo demás, depende tanto de lo que hay en la pantalla como del que lo recibe. A mi me gustó mucho, a otra gente le decepcionará tanto como expectativas tenían.

Una de las cosas que me echaban para atrás del film era la presencia de Ryan Gosling, que me gustó en “Drive” pero luego me di cuenta de que siempre actuaba con el mismo registro. Aquí me ha gustado, aunque me sigue pareciendo que le falta naturalidad interpretativa, siempre tengo la sensación de que pone poses, pero al menos esta vez le he visto salirse un poco de sus tics habituales, y su buena química con Emma Stone ha terminado de completar una buena interpretación.

Y ella, por supuesto, me ha enamorado. Esa piel tan blanca, esos ojos deslumbrantes y ese aspecto de fragilidad infantil encandilan a cualquiera. Su expresividad y su elocuencia interpretativa alcanzan en esta actuación niveles de estrella consagrada.

Es imprescindible abstraerse de las nominaciones y del bombo que se le está dando. Hay que verla con la mente limpia. Así lo hice yo y no solo la disfruté mucho sino que ahora al escribir de ella me dan ganas de volver a verla. La escena en que Seb le explica a ella por qué le gusta tanto el jazz, la discusión cuando ella le recrimina que deje de perseguir su sueño, o la preciosa escena del casting final son pura magia, cine clásico de verdad, del que se queda para dentro en el alma del espectador.

Y, supongo que como a todo el mundo, me encantó el final. Es tremendo, una maravilla en sí mismo. Te desarma, te destroza. No creo que haya visto nunca un final más tierno, más entrañable, más emocionante. La mirada de todos los tiempos. La escena que entierra todo lo demás y hace que salgas del cine sin saber si estás triste o alegre, si alguna vez has amado o cómo te llamas.

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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La doncella (The Handmaiden)
La doncella (The Handmaiden) (2016)
  • 7,6
    17.350
  • Corea del Sur Park Chan-wook
  • Kim Min-hee, Kim Tae-ri, Ha Jung-woo ...
8
Por el amor de una mujer
“La doncella” es el último trabajo de Park Chan-Wook, el director de excelentes películas como “Oldboy” y su trilogía de la venganza, con una de mis debilidades, “Sympathy for Lady Vengeance”. Y el cineasta coreano vuelve con fuerza y firma una de sus películas de más calidad de su filmografía. “La doncella” está a la altura de las mejores obras de Park Chan-Wook, sin ninguna duda.

Park Chan-Wook despliega en esta película todas sus dotes como cineasta y nos ofrece un producto irreprochable. Con un ritmo narrativo perfecto, una majestuosa puesta en escena, espectaculares vestuarios y maquillajes, una fotografía soberbia y una banda sonora preciosa, la película está cuidadísima en lo estético, pero la trama y su desarrollo no le van a la zaga. Si el guión es excelente, los personajes están muy bien trabajados y la factura estética deslumbra, el resultado no puede ser otro: peliculón.

“La doncella” tiene un gran contenido erótico (en estos tiempos hay muy pocas películas con escenas eróticas y, curiosamente, la mayoría de ellas son escenas de homosexuales, no se a qué se debe esto pero es así), con dos o tres escenas lésbicas rodadas con muy buen gusto. Precisamente en este tipo de escenas es donde distingo la brillantez de Park Chan-Wook. Tanto las escenas eróticas como las de violencia desbordan erotismo y violencia, pero también elegancia y buen gusto artístico.

La película es un cóctel perfecto de sensibilidad, pasiones e intrigas. La delicada sensualidad conjugada con el sadismo. El máximo lujo oriental y la belleza paisajística mezclado con los más bajos instintos y las peores perversiones. Y todo ello al servicio de una historia muy interesante, con varios giros de guión inesperados y una fluidez narrativa formidable.

Cada escena es una lección de cine. La belleza de las imágenes es sobrecogedora. El espectador se queda fascinado ante la contemplación de esa imagen rebosante de erotismo en que la doncella le lima el diente a la señora con un dedal en la bañera, pero también ante las preciosas imágenes nocturnas en los exteriores de la mansión. Hay tantas escenas maravillosas que me gustaría resaltar… pero no se cómo hacerlo sin desvelar nada de la trama.

Las interpretaciones contribuyen decisivamente en la calidad final de la película. Tanto Kim Min-Hee (que ya me gustó mucho en “Ahora si, antes no”, y en ésta trabaja todavía mejor y está aún más guapa) como Kim Tae-Ri, debutante en la gran pantalla, están inmensas. Su complicidad y buena química es fundamental para que el espectador pueda vivir junto a ellas todas las atracciones, enemistades, intrigas, seducciones, alianzas y traiciones que van tejiendo durante el film.

Pero los personajes masculinos no se quedan atrás. Ha Jung-Woo representa con convicción al falso conde japonés, y Jo Jin-Woong hace magistralmente de tío tiránico. Ambos personajes ejercen su poder sobre los personajes femeninos, aunque es un poder que les sirve más para satisfacer sus respectivas fantasías que para someter realmente a su voluntad a las mujeres.

A pesar de su metraje, ciertamente desmedido para la historia que cuenta, la película no se hace pesada en ningún momento. A pesar de ciertas redundancias, uno nunca se aburre porque incluso en las fases de menos interés narrativo siempre queda el maravilloso envoltorio estético que hace que te mantengas dentro de la pantalla continuamente.

“La doncella” es para disfrutar del cine de alto nivel. No para todos los paladares. Se trata de una auténtica delicia audiovisual. Un cuento oscuro y perverso, erótico y bello, una oda al amor y la libertad. A diferencia de otras películas asiáticas, el espectador occidental no tendrá problemas para identificarse, ya que la historia que cuenta es universal. Para disfrutar de cada detalle, pues hay montones de ellos con los que ensimismarse. Un primor de película.

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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frantz
Frantz (2016)
  • 7,2
    6.762
  • Francia François Ozon
  • Paula Beer, Pierre Niney, Johann von Bülow ...
8
Amor en blanco y negro
En un pequeño pueblo alemán, poco después de la Primera Guerra Mundial, Anna (Paula Beer) acude cada día al cementerio a poner flores en la tumba de su novio, Frantz, muerto en la guerra. Un día descubre a un desconocido (Pierre Niney) llorando junto a la tumba de Frantz. Pronto descubre que se trata de un soldado francés llamado Adrien, que conoció a Frantz en la guerra. Poco a poco, la relación entre Adrien, Anna, y los padres de Frantz va siendo más estrecha.

El director francés François Ozon se atreve en esta ocasión con la historia que ya contó la excelente película de Lubitsch “Remordimiento” en 1932, una de las pocas películas dramáticas de un maestro de la comedia como el genial director alemán. Ozon nos sabe poner con maestría en el punto de vista de cada uno de los personajes y juega con la realidad y la ensoñación, lo que nos gustaría que fuera y lo que en realidad es. Para lo cual utiliza también el blanco y negro y el color, ambos empleados con un espectacular sentido estético.

Como ya hiciera en la película que más me gusta de Ozon, “En la casa”, el francés indaga con curiosa mirada en el comportamiento humano. El enamoramiento, el luto por la pérdida, el sentimiento de culpa, el rencor, la sinrazón de la guerra o la presencia siempre inquietante de la persona que se fue dentro del corazón y la memoria de sus seres queridos son solo algunos de los recovecos del alma humana por el que discurre esta película de continuos contrastes, como contrasta el gris desangelado del pequeño pueblo alemán de postguerra con el colorido y artístico Paris.

Yo creo que el uso del blanco y negro ayuda a que el espectador se embriague de la película. Junto con la música, le dan un aire de cine clásico, de cine de verdad, que con el cuidado estético de cada encuadre hacen que la película cautive poco a poco, plano a plano, cada vez más. La belleza de lo audiovisual excita la parte sensorial, y junto con la emotividad de la historia hacen que la transmisión emocional pantalla-espectador fluya con toda naturalidad.

El film es, entre otras cosas, un canto al arte. Es un homenaje al cine, pues es imposible verla sin que te vengan referencias de románticas películas clásicas o de las atmósferas misteriosas que creaba el maestro Hitchcock. Es una película que hace que pienses en el cine. Además, existen varias referencias culturales constantes, especialmente dos: los poemas del escritor francés Verlaine, y las pinturas de Manet, sobre todo el cuadro “El suicida”, que no conocía y del que quedé prendado. También los conciertos de violín aparecen y dan lustre al film. Cine, música, poesía, pintura, el arte es un ingrediente esencial en “Frantz”.

Pero más allá del nivel artístico y más allá de los aspectos formales (el aroma a cine clásico y el preciosismo técnico es arrebatador), lo que me conmueve de la película es el romanticismo que destila. Es una historia de amor un tanto especial y compleja, por eso es creíble y te llega. Un amor verdadero porque es doloroso e irrenunciable. Es pura melancolía, una lacerante aflicción escondida debajo de una pantalla que muestra con exquisita elegancia formal una historia antibelicista. La película no es lo que parece. Igual que los enamorados mienten para protegerse, porque la verdad es demasiado dolorosa, la película miente, pero igual que a aquellos, se les termina notando. Y eso siempre conmueve.

Las heridas del amor y las de la guerra se parecen. Ambas son terribles, cicatrizan mal, provocan rencor y difícilmente se olvidan. Además, por mucho que nos duela somos tercos y volvemos a reincidir en los viejos errores. Nos volvemos a enamorar perdidamente a pesar del daño que podemos recibir. Lo mismo le pasó a Europa. Tras la terrible Primera Guerra Mundial y las estremecedoras consecuencias que tuvo, apenas se recuperó del dolor recibido poco tiempo después volvió a equivocarse y se produjo una nueva gran guerra, más demoledora todavía.

Las interpretaciones lógicamente tienen que estar a la altura para que la película funcione debidamente, y a fe que lo están. Pierre Niney está convincente, y Paula Beer sencillamente arrebatadora. Su mirada vidriosa tardas de quitártela de la cabeza, ese modo de transmitir dolor y confusión a partes iguales sin decir una palabra… Ella es el sostén interpretativo del film, ella es quien vertebra la historia, y su personaje es el que divide la película en dos: antes y después de su viaje a Paris.

Frantz, Anna, Adrien, los padres de Frantz, todos víctimas de su tiempo y su condición. Víctimas de la guerra y del amor. Personajes frágiles, que necesitan consuelo, que temen ilusionarse porque le temen al dolor de los sueños incumplidos, pero al mismo tiempo necesitan hacerlo porque necesitan vivir. Aunque Anna tenga que enfrentarse al “Suicida” de Manet para recordar que tiene que querer seguir viviendo. Personajes rebosantes de sensibilidad a los que es imposible no tomar cariño.

Vamos, que me ha gustado, yo creo que a estas alturas ya se nota. Y eso que me sobran cosas. Me sobró esa “Marsellesa” en el bar que no venía a cuento y fue un bajonazo, me sobró la última escena de la estación y algunas cosas más que no quiero desvelar, pero a pesar de todo es una película que me arañó por dentro, y eso ya es mucho. Es imperfecta, pero fascinante. Emocionante, conmovedora y además su envoltorio es todo un placer estético. Poco más puedo pedir.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comanchería
Comanchería (2016)
  • 7,2
    31.779
  • Estados Unidos David Mackenzie
  • Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster ...
7
Duelo por parejas
Toby (Chris Pine) y Tanner (Ben Foster) son dos hermanos que tras la muerte de su madre organizan una serie de atracos a varias sucursales del mismo banco. Un banco que les va a desahuciar de la casa familiar por no poder pagar la hipoteca. De este modo, pretenden pagarle al banco con su propio dinero. Marcus Hamilton (Jeff Bridges), un policía que está a punto de retirarse, trata de capturarlos.

Antes que nada, no termino nunca de sorprenderme por la manera en que titulan en España algunas películas. ¿Que se llama “Hell or high water” (algo así como infierno o el agua hasta el cuello) y no se me ocurre una buena traducción comercial? Pues venga, “Comanchería” mismo, que suena bien. En fin, vamos a lo que vamos.

Se trata de un western contemporáneo dirigido por David Mackenzie que tiene todos los elementos necesarios para que guste a los amantes del género. Una historia de perdedores, un buen guión, buenos diálogos repletos de chispa, unas excelentes interpretaciones, una banda sonora sumamente disfrutable (casi todo son canciones de Nick Cave y Warren Ellis, pero también aparecen temas de Townes Van Zandt, Waylon Jennings o Chris Stapleton) y una fotografía fantástica que nos muestra lo más bello y a la vez sórdido e inhóspito del Oeste de Texas.

Mackenzie dirige con elegancia esta historia aparentemente sencilla pero llena de matices y detalles, en la que sus personajes nos van mostrando paulatinamente, de forma unas veces sutil y otras cruda, lo que se esconde tras la dureza de sus aspectos. La moral, la lealtad hasta las últimas consecuencias, la devoción por la familia, los códigos de actuación, se van desgranando en esta trama polvorienta que con su ritmo pausado y eficaz te va envolviendo y ganando a base de diálogos divertidos y más tensión que violencia explícita.

Al contrario de lo que suele pasar en este tipo de películas, Mackenzie no etiqueta a buenos y malos, sino que pone encima de la mesa los diferentes puntos de vista de los personajes y reta al espectador a empatizar con todos ellos, por lo que finalmente se produce un irremediable conflicto interior y sabes que que, termine como termine la cosa, te va a saber mal por alguna de las partes. Esta identificación con los personajes se produce porque el director usa la persecución de la pareja de policías a la pareja de hermanos como un mero instrumento para indagar sobre las relaciones humanas tanto de los hermanos (de personalidades opuestas pero fuertes vínculos de sangre) como de los policías (viejos compañeros de trabajo con mucho bagaje de angustias y recuerdos compartidos).

Uno de los aspectos más destacados de la película son las interpretaciones. Siempre es un placer ver a Jeff Bridges, un hombre nacido para estar en la pantalla. En este caso, se vuelve a lucir, aunque en un papel muy sencillo para un actor de su categoría. Personalmente, me deslumbra más Ben Foster, el auténtico ganador de la batalla interpretativa del film. Y también me sorprende muy gratamente Chris Pine, quien demuestra por primera vez (para mí, al menos) que es algo más que simplemente un actor guapo.

Otro punto positivo: la película no cae en el recurso de demonizar a los bancos e idealizar a los atracadores, que es lo que yo me temía. No. Al menos no de un modo explícito. Más bien permite que el espectador valore hasta qué punto tiene derecho un ciudadano a tomarse la justicia por su mano o a robar por medios ilícitos lo que otros le han robado por medios legales. Pero, insisto, más que esto, la película se centra en el lado humano de cada personaje, y mucho menos en los condicionantes sociales que les empujan a actuar del modo en que lo hacen.

A pesar de todo lo positivo escrito hasta ahora, a la película le falta calado. Es para ver y disfrutar, pero no tardas mucho en olvidarla. Visita demasiados lugares comunes y no sorprende mucho. Pero si de lo que se trata es de pasar un buen rato en el cine, esta película te lo garantiza.

“Comanchería” nos brinda un final abierto, con un tenso duelo entre antagonistas que puede ser de las mejores cosas que pasan en la película. Un duelo de palabras en lugar de armas, pero que produce el mismo efecto en el espectador. Un cierre bastante acertado para una película más que interesante, con intenso sabor a western clásico, pero con el añadido del humor ácido y algunas escenas más profundas y reflexivas. Difícilmente defraudará a quien la vea.

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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Animales nocturnos
Animales nocturnos (2016)
  • 7,1
    39.400
  • Estados Unidos Tom Ford
  • Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Michael Shannon ...
7
Arrieritos somos
Susan (Amy Adams) es una galerista que un día recibe por correo la primera novela de su ex pareja, Edward (Jake Gyllenhaal), que se la envía antes de publicarla para que la valore. Al leerla, Susan empieza a recordar su pasado, y a cuestionarse si su vida perfecta con su actual pareja perfecta, son tan perfectos como pensaba.

Tom Ford dirige esta película con un tono perturbador a lo David Lynch y nos va mostrando, con un estilo narrativo bastante original, dos historias en paralelo: la de la novela que lee Susan, violenta y desgarrada, y la de la propia Susan, enclaustrada en una casa espectacular con un marido guapo y triunfador pero absolutamente infeliz y vacía pese a lograr lo que siempre pensó que debía lograr.

En realidad, son tres historias las que conviven en la película, la del pasado de Susan con Edward, la del presente de Susan, y la de al propia novela. Las tres historias son muy diferentes pero terminan teniendo mucho en común. Sobre todo una cosa: las tres terminan siendo dolorosas. El dolor está presente en toda la película. El dolor de los personajes que, tal vez por el estilo narrativo de Ford, no se si llega a ser totalmente transmitido a los espectadores.

El inicio es espectacular (unas mujeres gordas y prácticamente desnudas bailando a cámara lenta en un escenario con tapices rojos), no se si con intención de criticar la importancia que le damos a la imagen en la sociedad actual, o para mostrarnos que los demás no siempre nos ven del modo en que creemos. En cualquier caso, lo que es seguro es una declaración de intenciones en cuanto a la sofisticación formal que Tom Ford nos va a brindar en el resto del metraje.

Y es que a “Animales nocturnos” se le podrán cuestionar cosas, pero ninguna relativa a la factura visual. La fotografía, los encuadres y la elección de los planos es sobresaliente. Pero en lo formal se acaba todo lo obvio del film. El resto es opinable y las cosas se van desarrollando poco a poco, y a medida que transcurren las historias van surgiendo más preguntas a los espectadores que respuestas da la película. Todo ello hace que uno salga del cine dándole vueltas a lo que ha visto.

Las relaciones humanas y el dolor que producen, la creación artística y las múltiples formas de interpretar el arte, la influencia perenne que tienen nuestros padres sobre nosotros (por mucho que huyamos, no podemos evitar terminar pareciéndonos a ellos), la inevitable sensación de vacío que produce el vivir con gran lujo, el desamor como máximo temor, y sobre todo ese sentimiento tan enraizado en el ser humano herido: el deseo de venganza. De todo eso y de muchas más cosas trata la película, y quizá son demasiadas cosas como para que todo ello quede bien cosido.

No se si me pilló en mal momento, pero aunque percibí todas sus virtudes, me quedé un tanto distante de la película. Tuve la sensación de que había muchas cosas buenas por separado pero que faltaba un engranaje adecuado, algo que me enganchara más a la historia. Una historia que lo tenía todo a favor para que me implicara, y sin embargo esto no sucedió. Y desde luego no es por fallo de los actores, que están excelentes.

Efectivamente, Amy Adams vuelve a estar de lujo, como de costumbre. Y Jake Gyllenhaal vuelve a estar magnífico, como es habitual. Si a estos dos colosos les añadimos la presencia siempre agradecida de Michael Shannon (tengo debilidad por este actor), no hay un ápice que oponer a la parcela interpretativa.

Tom Ford apuesta por el contraste para captar la atención del espectador. Miras a un lado y ves a la soberbia y hermosa Amy Adams en su lujosa casa, con la vida que eligió llevar, junto a la persona que eligió estar. Es la vida real, todo sofisticación y falsa felicidad, con una absoluta carencia de pasión. Miras al otro lado y está todo lo contrario, el mundo ficticio de la novela, con el paisaje de la América profunda, polvo, serpientes, violencia y bajos instintos. Y en ese contraste brilla la venganza como arma contra el dolor.

La película se sigue con interés hasta el final pero, como dije antes, en mi caso no llegó a tocarme el alma. Creo que abarca demasiadas cosas y eché de menos un mayor desarrollo del personaje de Edward. Por otra parte, la sensación de vacío de Susan debería haberse entendido (y de hecho se entendía) sin la escena del teléfono en el ascensor, totalmente innecesaria.

Pese a esas cosas, recomiendo la película. Tiene tantas aristas que creo que puede gustar a todo tipo de público, independientemente de que te llegue más o menos adentro. Está muy bien hecha, la atmósfera que logra Tom Ford es excelente, las interpretaciones magníficas, y el tema (y el modo en que se cuenta) garantiza una buena conversación después, en la postpelícula.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bar Bahar. Entre dos mundos
Bar Bahar. Entre dos mundos (2016)
  • 6,8
    3.007
  • Israel Maysaloun Hamoud
  • Mouna Hawa, Shaden Kanboura, Sana Jammalieh ...
7
Mujeres al borde de un ataque de indocilidad
Maysaloun Hamoud escribe y dirige su primer largometraje aportando una historia en la que se muestra la dificultad de las mujeres para vivir la vida del modo en que quieren hacerlo en una sociedad como a israelí, teóricamente moderna, pero en la práctica bastante cercana a las arcaicas y machistas culturas árabes de los paises vecinos.

Laila, Salma y Nour, tres mujeres muy distintas pero con un común denominador: tienen graves problemas sociales para que les permitan algo tan simple como ser ellas mismas y vivir su vida del modo en que quieran. Todas buscan el amor, pero no quieren que encontrar el amor signifique perder la libertad ni tener que cambiar abruptamente de forma de pensar y de vivir. El amor es importante, pero la libertad lo es aún más.

El film nos muestra la desubicación de las tres mujeres. Viven en un país más moderno y tolerante que el suyo, pero tampoco terminan de encajar. No encuentran su lugar. No se sienten cómodas en sus lugares de origen con sus costumbres tan tradicionales, y en Tel Aviv tampoco terminan de sentirse integradas en una sociedad que las penaliza por ser mujeres y querer vivir del modo que elijan.

Para el espectador occidental resulta chocante todavía presenciar las dificultades que existen aún en determinados entornos para algo tan aparentemente sencillo como debería ser desarrollar la vida de uno del modo en que la siente. Salma tiene que ir a casa de sus padres cada cierto tiempo a recibir la visita de un hombre que, acompañado de sus padres, acudirá allí a pedir su mano. Hombres a los que no conoce y a los que siempre termina rechazando, entre otras cosas porque es lesbiana. Y ser lesbiana en ciertos lugares es algo absolutamente inaceptable, aún en estos tiempos.

Leila es abogada, independiente, moderna, inteligente, sexy, pero resulta que cuando se echa novio, éste inmediatamente exige que deje de fumar, que cambie de modo de vestir, etc. en definitiva, que deje de ser quien es. Del novio de Nour no cuento nada, es mejor verlo para creerlo.

La música es parte importante de la película. Salma trabaja de noche pinchando en discotecas mientras que Laila es una cliente habitual de este tipo de lugares, le encanta bailar y escuchar música. No solo en la discoteca, también en la casa o en el interior del coche, suena música con mucha frecuencia en la película. Música de baile casi siempre, típica del lugar. No es mi estilo musical, pero admito que casa perfectamente con la película, está bastante bien empleada y le sirve a Maysaloun Hamoud de apoyo para desarrollar su historia.

Al margen de la música, el otro punto fuerte son las interpretaciones de las tres protagonistas femeninas. Especialmente Shaden Kanboura en el papel de la frágil Nour, y Mouna Hawa haciendo de Leila, la más fuerte, resuelta y carismática de las tres. Por su parte, Sana Jammelieh queda un poco por debajo de las otras dos, aunque sin llegar a desentonar. Por lo demás, técnicamente la película es simplemente correcta, destacando mucho más el fondo que la forma.

Los personajes masculinos son para darles de comer aparte. Hamoud se ha quedado a gusto retratando a los hombres. Un padre violento y represivo, un puritano que resulta serun salido, un político liberal que resulta ser un falso (bueno, esto no sorprende), un hombre que presume de moderno por haber vivido en Nueva York al que le termina apareciendo la vena tradicional… en fin, como para salir del cine dando gracias al destino por no haber nacido mujer. Eso sí, el que hace de gay es simpático.

Resumiendo, película hecha por una mujer, protagonizada por mujeres y obviamente dirigida más bien a las mujeres. Pese a lo cual, se ve con agrado e interés aunque solo sea por el estupor que siente uno ante determinadas situaciones que siguen sucediendo en un mundo que todavía existe. Está claro que la Tierra no gira igual en todas partes.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
María (y los demás)
María (y los demás) (2016)
  • 6,3
    4.788
  • España Nely Reguera
  • Bárbara Lennie, José Ángel Egido, Pablo Derqui ...
7
Bárbara Lennie o la perfección interpretativa
“María (y los demás)” es el primer largometraje que dirige Nely Reguera, apoyándose en un buen guión, una buena puesta en escena, la frescura que uno espera de una ópera prima, y sobre todo en la soberbia interpretación de Bárbara Lennie. Pocas veces he visto una exhibición semejante. Por eso, hablar de esta película es, esencialmente, hablar del trabajo de esta actriz. Sin restar méritos a Nely Reguera (bastante mérito ya es sacar un partido así de una actriz) y al resto del reparto, en esta ocasión la película es de su protagonista, le pertenece a ella.

María es más o menos feliz. Se siente cómoda con su vida. Se siente necesitada por su padre y ella está orgullosa de ser su apoyo. Además, es feliz por trabajar en una editorial ya que le encanta la literatura, y en sus ratos libres está intentando terminar su novela, que lleva varios años escribiendo.

Cuando su padre anuncia su boda, todo cambia. La vida de María se desenfoca. Ella siempre ha sido ella como apoyo o acompañamiento para los demás, pero no ha sido protagonista de su propia vida. María es hija, enfermera, cuidadora y hasta nutricionista para su padre, hermana para sus hermanos, amiga para que sus amigas se desahogen y para acompañarlas en sus celebraciones, y follamiga para que Daniel (separado y con dos hijas) tenga sexo de vez en cuando. María es todo eso para los demás. Pero ¿y qué pasa con ella? ¿con sus necesidades? ¿sus sueños? ¿su vida?

De repente se ve con 35 años en el centro del escenario de la vida sin saber actuar, porque ese nunca ha sido su lugar. Y se asusta. Su padre se va a casar, su hermano mayor vive en Londres y está iniciando una relación con una inglesa, el pequeño está esperando su primer hijo, sus amigas están también en su mejor momento con sus respectivas parejas (una celebra un año de relación con su novio y otra acaba de quedarse embarazada), todo a su alrededor es ilusión y felicidad, todos a su alrededor viven el amor. Y ella…

El título de la película es acertadísimo. Efectivamente, es María y los demás. Todos compartiendo lugar pero ellos por un lado, y ella por otro. A nivel interpretativo sucede lo mismo, todos están bien, pero la presencia apabullante de Bárbara Lennie y su mágica interpretación es otro nivel, fuera del paréntesis.

No se puede actuar mejor, ni comunicar más. No recuerdo un personaje más creíble que el que consigue Bárbara Lennie. Ella pasa por todos los registros emocionales con una naturalidad y una solvencia asombrosas. Sabe ser cómica y divertida sin que resulte mínimamente forzoso, sabe ser triste y mostrar la congoja de una situación con total nitidez pero sin ningún histrionismo, sabe transmitir fragilidad y vulnerabilidad con una simple mirada. Y todo ello de un modo armonioso, sin necesidad de gritar, de grandes llantos ni gestos desgarrados. Sencillamente se convierte en María, para ella es tan simple como eso. Y uno se olvida de que es una actriz quien está en la pantalla, esa es su grandeza.

La película fluctúa entre el drama y la comedia. Con ese equilibrio entre lo serio y lo divertido, Reguera indaga en los conflictos internos de una mujer en la treintena con su vida en pleno intento de ser reconstruida. Y lo hace bien, aunque a mi juicio se olvida de los demás personajes, que quedan apenas hilvanados. El resultado final es una película sencilla pero conmovedora, que deja con ganas de más. En mi opinión (y esto lo puedo decir de muy pocas películas) es más corta de lo que debería.

Lo único que se hace poco creíble es la dificultad de María para encontrar un amor de verdad. Una mujer buena y generosa, abnegada y leal, capaz de ilusionarse con las cosas y de hacer travesuras infantiles, amante de la literatura, y con esa mirada cautivadora y esa sonrisa deslumbrante debería tener a todos los hombres de la ciudad revoloteando a su alrededor. Es lo único que no ha sabido hacer Bárbara Lennie, hacernos creer que alguien no la quiera a su lado.

Termino con otro apunte sobre Bárbara Lennie. Es tal su capacidad para conectar con el espectador (al menos, con quien esto escribe) que en la inolvidable secuencia de la rueda de prensa, en la parte final de la película, juro que estuve a punto de levantarme de la butaca y atravesar la pantalla para abrazarla. No podía soportar más su tristeza y por un momento casi me olvido de que estoy viendo una película.

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30 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los exámenes
Los exámenes (2016)
  • 6,5
    3.158
  • Rumanía Cristian Mungiu
  • Adrian Titieni, Maria-Victoria Drăguș, Vlad Ivanov ...
7
Hija no hay más que una
El director rumano Cristian Mungiu, que hace unos años nos impresionó con “4 meses, 3 semanas y 2 días”, dirige esta película que retrata la sociedad rumana lastrada por la corrupción y el amiguismo, planteándonos continuos dilemas morales sobre si el fin justifica los medios a la hora de usar chanchullos bienintencionados, y de paso otros asuntos humanos como el llegar a los cincuenta años con una vida sin ilusiones o el modo en que algunos padres se obsesionan con proyectar su vida a través de sus hijos.

Romeo es un hombre respetado, con buenos contactos, pero es una persona en pleno derrumbe anímico. Cuando era joven se produjo la caída de Ceaucescu y la ilusión por la nueva democracia en Rumanía se sumaba a su ilusión personal en su recién estrenado matrimonio. Pero veintitantos años después, Rumanía es lo que él pensaba que sería y su matrimonio languidece. Se ha echado una amante, Sandra (Malina Manovici), pero no abandona su casa por no hacer infeliz a su hija Eliza, que es lo que más le importa en el mundo.

Su obsesión es que su hija no cometa los errores que cometió él. Por eso quiere que se vaya a Inglaterra y empiece una vida nueva con todas las posibilidades, no quiere que su hija se quede a vivir en Rumanía, ni que se vaya a vivir con su novio siendo tan jóvenes. El ya ha perdido la ilusión, y sólo le queda la esperanza de que a ella no le ocurra lo mismo.

Mungiu nos refleja una Rumanía gris, adocenada, desesperanzada. Nadie parece ser feliz. Todos los personajes de la película parecen seres resignados, vencidos, como si vivir fuese un duro ejercicio para todos ellos, incluídos los más jóvenes.

El director rumano vuelve a ofrecernos una película sencilla y veraz, creando una atmósfera y una puesta en escena que aumentan la sensación de naturalidad, que aún se acrecienta más con largos planos secuencia. El guión es bueno y la trama deja muchos cabos sueltos creo que de manera intencionada. Como es habitual en Mungiu, se abstiene de juzgar y juega limpio con el espectador, que debe asumir que no todos los interrogantes planteados van a tener respuesta.

El pasado siempre está presente en la película, aunque de un modo difuso. No sabemos que el matrimonio de Romeo y Magda está muerto hasta que vemos al médico retozando con su amante. La mujer de Romeo está permanentemente triste y parece muy débil pero no sabemos cómo ha llegado hasta ahí. La amante tiene un hijo pequeño y tampoco sabemos nada del padre del niño. Las situaciones aparecen sin más, son como son, poco parece importar cómo han llegado los personajes hasta las situaciones presentes. Sabemos que el pasado ha tenido que ser duro para todos, como para la sociedad rumana, pero no nos lo explican, quizá porque eso no es lo que hay que mirar.

Donde sí pone el foco Mungiu es en el sempiterno nepotismo que padece la sociedad rumana (y yo creo que muchas otras también). Todo se consigue a base de favores que unos hacen a otros a través de otros. Si conoces a alguien importante puedes conseguir aprobar un examen o tener preferencia para que te hagan un trasplante. Y luego debes corresponder al favor, claro. Así funcionan las cosas en tantos sitios… El viejo adagio español de “quien tiene padrinos, se bautiza”.

No se hacen largas las dos horas de metraje, ya que uno se siente intrigado y es fácil entrar en la película a pesar de la agobiante situación que se nos muestra con ese hombre dispuesto a remover la Tierra con tal de ayudar a su hija, quien a su vez no quiere ser ayudada. Ahora bien, si eres de los que les gusta que todo quede resuelto y te expliquen las cosas, saldrás del cine cabreado.

Indudablemente, la película no llega al nivel de “4 meses, 3 semanas y 2 días”, pero no queda lejos. Es sobria, turbia y rezuma desencanto. A pesar de lo discutible de sus múltiples tramas inexplicadas, no me dejó insatisfecho en absoluto. Es una película honda que confirma a Mungiu como uno de los directores europeos más relevantes del momento.

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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paterson
Paterson (2016)
  • 6,8
    15.278
  • Estados Unidos Jim Jarmusch
  • Adam Driver, Golshifteh Farahani, Sterling Jerins ...
9
Poesía eres tú
Paterson (Adam Drive) vive en la ciudad de Paterson, New Jersey, es un gran aficionado a la poesía de William Carlos Williams, un poeta que vivió también en la ciudad de Paterson. Su vida es rutinaria, se despierta cada día sin necesidad de despertador, da un beso a su mujer, Laura (Golshifteh Farahani), desayuna cereales, trabaja conduciendo un autobús en el que escucha las conversaciones de los pasajeros, regresa a casa para cenar, saca a pasear a su perro, y termina la jornada tomando una cerveza en el mismo bar todas las noches. Además de eso, en sus ratos libres, Paterson escribe poemas en su libreta.

No puedo ser objetivo con Jim Jarmusch. Me enamoré de sus películas desde la primera que vi (“Mystery train”) y cada vez que veo una película suya salgo convencido de que él es el director que yo querría ser si me dedicara a hacer películas. Las ha hecho muy buenas, buenas, regulares y malas (como casi todos), pero su sello particular siempre está ahí. Un sello que entronca conmigo, lo cual siempre me reconforta. Si además sucede como en esta ocasión, que el nivel de la película es muy alto, la fiesta es completa. “Paterson” está entres las tres o cuatro películas de Jarmusch que más me han gustado, y eso es mucho decir. Pero, insisto, no soy objetivo, pues hablo del director que yo sería. Es decir, de algún modo, hablo de mí mismo, y uno nunca es objetivo consigo mismo.

“Paterson” es un canto a la poesía y a la vida. No a la poesía académica, grandilocuente o elitista, sino a la lírica, la belleza, la poesía que se encierra en las cosas cotidianas, aquella que solo quienes tienen alma de poeta pueden percibir. A la pureza de las cosas. Más que eso: a mirar las cosas con pureza. Con la actitud poética adecuada, tu mujer puede ser una princesa, un rutinario viaje en autobús puede convertirse en una maravillosa aventura, los versos torpes de una niña pueden ser un primoroso poema. Lo que para unos puede ser feo, aburrido o lánguido, alguien como Paterson lo encuentra interesante, armónico, bello, con la belleza de la sencillez y la ilusión de la ingenuidad.

Paterson ama a Laura, una mujer infantil, voluble, soñadora, que se pasa el día diseñando cosas en blanco y negro, pintando, inventando recetas, que tan pronto quiere montar un negocio de cupcakes como ser cantante de country. Dominante, habladora, impredecible, sacaría de quicio a casi cualquier hombre, pero a Paterson no. El la ama, la idolatra, la apoya incondicionalmente en sus caprichos por absurdos que sean.

Jarmusch derrocha todo su talento retratando una semana de la rutinaria vida de Paterson con un prodigioso buen gusto cinematográfico, mostrándonos al Paterson externo y sus cotidianos quehaceres y al interno, con sus pensamientos, los versos que se le van ocurriendo, sus sensaciones, de modo que el espectador no tiene el más mínimo problema en empatizar con el personaje. Uno se siente Paterson desde el principio hasta el final. Incluso algunos, después de salir del cine.

La repetida rutina diaria de Paterson no es un problema para él. Despertar cada día al lado de su amada es una bendición, no un problema. Conducir cada día el autobús no es un problema sino una oportunidad de escuchar nuevas e interesantes conversaciones. Volver a casa o ir cada noche al bar son siempre situaciones abiertas a la sorpresa. Y por si esto fuera poco, Paterson no solo disfruta de su coreografiada vida, sino que tiene algo más, algo muy importante, su libreta.

Con su bolígrafo y su libreta, las limitaciones de su mundo cuadriculado desaparecen. La vida no es un cúmulo de obligaciones sino una fuente inagotable de inspiración, desde una simple caja de cerillas hasta la más grande historia de amor, las posibilidades son inabarcables. Solo hay algo mejor que un cuaderno lleno de poemas: uno en blanco, con todos los poemas posibles por ser escritos.

Jarmusch pone a la ciudad de Paterson en el mapa y la glorifica durante toda la película. No solamente está presente William Carlos Williams en el film, sino que también se mencionan continuamente otras personalidades gloriosas de la ciudad, como el también poeta Allen Ginsberg, el actor Lou Costello o el boxeador Rubin “Hurricane” Carter.

Hay que decir también que para que el personaje de Paterson nos llegue tanto hay que valorar el magnífico trabajo del actor que lo encarna. Adam Driver se sale en esta interpretación. Creo que Jim Jarmusch no solo ha dado a luz una gran película, sino también un gran actor. Bueno, dos. Porque Goldshifteh Farahani también se luce. La iraní deslumbra y si tiene más actuaciones de este nivel pronto aprenderemos todos a escribir bien su nombre.

“Paterson” ha sido una inyección de vitaminas para mi sensibilidad. No me ha defraudado, con lo fácil que hubiera sido, ya que llevo varios meses esperando verla. Tiene varias escenas memorables que me costará olvidar, y tuve en todo momento la sensación de estar viendo una película extraordinaria con envoltorio de película sencilla. Una película vestida de normal que cuando se desnuda te deja totalmente boquiabierto de tanta belleza.

Y es que esta película es una carta de amor a la vida. Paterson no usa smartphones ni ordenadores, escribe a mano, prefiere el contacto físico al virtual, es un enamorado de las cosas simples y es feliz simplemente con tener al lado a Laura, como el poeta Petrarca. Si, definitivamente Jarmusch, con su habitual estilo minimalista, nos regala una carta de amor a la vida, un disparo de utopía humana repleto de sensibilidad artística que nos recuerda que la vida debería ser algo de lo que disfrutar cada minuto.

Gracias maestro, has vuelto a hacer la película que yo haría.

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261 de 304 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llegada
La llegada (2016)
  • 7,4
    67.749
  • Estados Unidos Denis Villeneuve
  • Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker ...
8
En la vida todo es ir
A pesar de ser, como soy, un admirador del cine de Denis Villeneuve, tenía ciertos reparos con esta película. Se trataba de una superproducción y encima era una historia de ciencia ficción con extraterrestres, por lo que me temía encontrarme con una película más comercial y de menos calidad que las anteriores del canadiense. Afortunadamente, estaba equivocado.

El hecho de que la película me haya gustado mucho supongo que es una mala noticia para los amantes de las películas de ciencia ficción. Lo siento. Aquí no van a encontrar batallas con espadas láser, ni extraterrestres aniquilando ciudades, ni heroicas escenas de lucha para salvar el planeta. Mala suerte. Esto es otra cosa. Si todas las películas de ciencia ficción fueran como ésta, yo sería un fan del género.

Me va a resultar muy difícil comentar esta película sin desvelar lo verdaderamente importante del film, pero lo voy a intentar, porque es imprescindible verla sin conocer lo que pasa en realidad.

Digamos que es la historia del encuentro entre dos civilizaciones, entre dos especies que no se conocen y que no pueden comunicarse. El ser humano es curioso por naturaleza. Esta curiosidad es la principal razón por la que ha evolucionado tanto. Pero al mismo tiempo que nos produce curiosidad lo desconocido, también nos produce miedo, y al miedo se reacciona con violencia. Nos sentimos amenazados por lo nuevo, por lo desconocido. Esas características humanas las pone de manifiesto Villeneuve en la mayoría de sus películas y aquí son fundamentales en el desarrollo de su historia.

No es nuevo, obviamente. Ya se tocó este tema en “Encuentros en la tercera fase”, aunque yo encuento más similitudes con “Bailando con lobos”. En ambas asistimos a ese acercamiento entre dos especies diferentes que tratan de entenderse, pero esta vez el enfoque es muy distinto. Se centra en la importancia del lenguaje como parte fundamental, no sólo de la comunicación, sino de la manera de pensar y actuar, de su influencia, mucho mayor de la que pensamos, en el comportamiento humano.

La película nos lleva en todo momento al punto de vista de la doctora Louise. Nos recluimos en su trabajo, su investigación y sus visiones sobre el lenguaje y sobre su propia vida. En ese sentido, hay un tramo un poco lento en el que parece que la película no avanza y que la historia no va a llevar a ningún sitio. O lo que es peor, va a llevar al típico sitio de guerra y destrucción. Pero paciencia, que en el último tercio todo cobra sentido y trascendencia. Hay que dejarse llevar de la mano por Villeneuve y disfrutar.

Me estoy mordiendo los dedos por no poder contar cosas.

“La llegada” cuenta con el particular ambiente perturbador tan característico en Villeneuve. El canadiense es un prodigio en el arte de crear atmósferas y un maestro en el uso de la música y el sonido. Su capacidad para vestir de sonido las imágenes es ilimitada, y ésta es una de las cosas que más admiro en él. En esta película lo demuestra una vez más. Las escenas de las entradas del grupo de trabajo a las naves espaciales son una demostración de este prodigioso uso de la imagen y el sonido.

Tratando de no desvelar nada, diré que en la película hay dos historias en paralelo, que van unidas y son interdependientes, pero que tienen cada una su planteamiento y desenlace particular: lo que le pasa a la doctora Louise a partir de su relación con los extraterrestres y lo que pasa con la humanidad, los ejércitos, etc. a partir de la misma relación. Lo segundo me interesa poco y le encuentro muchos elementos demasiado estereotipados, pero lo primero me resulta muy interesante.

Y en este punto hay que resaltar el excelente trabajo de Amy Adams. En una película en que la inmensa mayoría del trabajo interpretativo recae sobre una única protagonista, Amy soporta ese peso con una solvencia extraordinaria, dotando a su personaje de una personalidad pausada y emotiva que le otorga la credibilidad necesaria. Todo un recital de rigor dramático que deja en intrascendente el trabajo de sus compañeros de reparto, nada menos que Jeremy Renner y Forest Whitaker.

Te guste o no, hay que agradecer a Villeneuve la originalidad y el profundo lirismo de su propuesta, el atrevimiento de su enfoque de la ciencia ficción y la rotunda belleza audiovisual del producto que nos ofrece. Todo ello hace que, en mi opinión, las habituales cosas confusas, mal resueltas o inexplicables de su trama (y de cualquier trama de ciencia ficción) queden en un segundo plano.

Personalmente, considero que el cine debe ser primero entretenimiento, y luego, si se puede, algo más. En este caso, Villeneuve me gusta porque siempre me da ese plus. “La llegada” no solo entretiene, también mueve a la reflexión, es de esas películas que no terminan con los títulos de crédito sino que continúan dentro de nosotros. Es una de esas películas que requiere del receptor una determinada actitud. Si te enfrentas a ella le encontrarás tópicos y mil cosas sin resolver. Yo me dejé llevar y me lo pasé muy bien. Tan disfrutable como difícil de explicar.

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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ciudadano ilustre
El ciudadano ilustre (2016)
  • 7,1
    12.262
  • Argentina Mariano Cohn, Gastón Duprat
  • Oscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio ...
8
El pasado, mejor recordarlo que volver a él.
Codirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, “El ciudadano ilustre” es una película que combina la comedia de enredos con la crítica al mundo del arte en general y al universo literario en particular. Apoyados en un buen guión, en unos magníficos diálogos y grandes interpretaciones, Cohn y Duprat firman una película tan divertida como amarga, con momentos de inspiración inolvidables, algunos gags excelentes, miradas críticas hacia la dinámica pueblerina y hacia el mundo artístico y una acidez que va creciendo a medida que avanza el film.

Cohn y Duprat apuestan por ver qué sucede al confrontar dos mundos opuestos. En un pueblo definitivamente garrulo reciben a una eminencia literaria. Le agasajan, le premian, le hacen un monumento, le pasean por la ciudad en un camión de bomberos… pero también le piden cosas. Cuando uno es famoso, se esperan cosas de él. El escritor, acostumbrado a moverse en otro tipo de ambientes, tiene enormes dificultades para integrarse en una comunidad en las que los valores y costumbres son muy diferentes de los suyos, aunque se trate de su propio lugar de origen.

Desde el principio vamos conociendo la personalidad del artista. Vanidoso triunfador, tiene una secretaria que le lleva todos los asuntos. Él, poco complaciente con su entorno, está harto de premios, charlas, firmas y todas esas cosas que hacen que un escritor de éxito siga ganando dinero. El viaje a su pueblo natal es una forma de escapar de aquello, por eso quiere volver solo, y allí sin la habitual ayuda de su secretaria es donde se termina de poner de manifiesto la turbia personalidad del escritor.

Asimismo, asistimos a las corruptelas y peculiaridades de los vecinos del pueblo. Un lugar sórdido en el que los rencores se perpetúan, en el que los poderosos acostumbran a conseguir lo que quieren, por lo civil o por lo criminal, en el que todo se termina sabiendo y lo real se confunde con lo inventado hasta el punto de que a los personajes de las novelas de Mantovani se les identifica con personas del pueblo a los que Mantovani ni siquiera conoce.

La película, repleta de frases recordables como “Mis personajes no pudieron salir de Salas y yo no pude volver”, tiene ese aire pueblerino-costumbrista que personalmente me evocó en su primera mitad a algunas películas de Berlanga, y en la segunda a esas películas de entornos rurales de los Coen. Da que pensar el hecho de que el eminente escritor sea una persona salida de ese mismo pueblo, y cómo uno puede cambiar tanto, desapegarse del lugar en el que creció, cómo puede uno llegar a sentirse tan extranjero en su propio lugar de origen.

Dividida en un prólogo y cinco capítulos, “El ciudadano ilustre” nunca deja de entretener y atrapa al espectador hasta el final. Personalmente, creo que el final baja un poco el nivel y que quizá ha faltado coraje para terminar de redondear la mala leche que destila toda la película, con ese humor ácido que hace que la veas divertido pero a la vez estés en guardia porque sabes que en cualquier momento puede estallar todo por los aires.

Oscar Martínez está brillante en su interpretación de Daniel Mantovani. Un Mantovani que al volver al pueblo se reencontrará con su novia de juventud, Irene (Andrea Frigerio), descubriendo que está casada con quien era uno de sus mejores amigos, Antonio (magnífica interpretación de Dady Brieva). También conocerá una joven admiradora (Belén Chavanne) que le meterá en problemas, un joven recepcionista aspirante a escritor y un montón de personajes más que no quiero desvelar, todos ellos muy bien dibujados y bastante bien interpretados.

Sorprendente película, con momentos maravillosamente satíricos en los que apunta con humor crítico a las crisis existenciales, a lo peligroso que puede ser querer volver al pasado, a las fobias, a las motivaciones del artista, a la hipocresía del mundo del arte, al inmovilismo absurdo de las sociedades pueblerinas, al éxito y sus consecuencias.

Me gustó el modo en que el film va transitando desde la comedia al drama de un modo natural, suave, la manera en que, entre gag y gag va transitando de un modo fluido hasta terminar por convertirse un drama perturbador casi sin que el espectador se de cuenta, porque la película te va generando confianza. Y sólo aquellos en quienes confías te pueden traicionar. Así que cuidado con la película.

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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sully
Sully (2016)
  • 6,6
    26.497
  • Estados Unidos Clint Eastwood
  • Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney ...
6
Malditos pajarracos
A sus 86 años, Clint Eastwood tiene poco que aprender ya en este oficio. Es un maestro curtido en mil batallas y sus películas siempre tienen un mínimo de nivel. Pero, a pesar de que no sabe hacer películas malas, últimamente sus trabajos quedan bastante lejos de las obras magistrales que firmó en épocas pasadas. En esta ocasión, Eastwood reconstruye un hecho real, la hazaña de Sully, que logró que salvar a todos los pasajeros de su avión amerizando en el río Hudson. Y le sale una película entretenida, pero con la que no consigue emocionar. A quien conozca la historia real no le aportará nada.

Parto de la base de que no debe ser sencillo hacer un largometraje sobre un suceso que duró poco más de tres minutos, pero también es verdad que el suceso fue lo suficientemente singular como para dar pie a una película, y que Eastwood tiene el suficiente bagaje y conocimiento como para haber convertido el milagro del Hudson en una película excelente.

Supongo que, dado que el hecho es reciente y el público (especialmente el americano) conoce de sobra la historia, Eastwood no pone tanto el acento en la recreación de lo que sucedió en el avión, sino más bien indaga en la personalidad de Sully y en la investigación de los hechos. En cambio, a mi me parece que todo lo relacionado con la recreación del accidente es lo mejor del film. La vida privada de Sully y su personalidad me resultan bastante insulsas, y la investigación me resultó excesivamente americana (ya me entendéis).

La historia da para lo que da. Si se hace un documental sobre lo que ocurrió, hay mucho más margen de maniobra, ya que se pueden meter un montón de entrevistas a los supervivientes, expertos, etc. y complementarlas con imágenes reales del accidente. Pero al ser película, tienes que contar una historia. Y la historia es muy corta: un avión despega, choca con una bandada de aves, se estropean los dos motores, y el avión que planea hasta caer en el río, todo ello en menos de cinco minutos. Es necesario completar eso, pero no es sencillo. La historia no da para más.

Sully fue un héroe dentro del avión, pero fuera de él es un tipo anodino y carente de interés. Las escenas en las que se nos muestra la juventud de Sully resultan totalmente prescindibles y no aportan nada, sino más bien todo lo contrario. Tampoco funciona como debería la parte psicológica de Sully, sus pesadillas y su estupor ante las acusaciones de no haber hecho lo correcto no calan en el espectador.

Lo mejor de la película, sin duda, es el trabajo de Tom Hanks. Un actor al que siempre he mirado con recelo y que se ha encargado de irme ganando poco a poco. Ya me ha convencido definitivamente. Su interpretación en el papel de Sully es formidable, y no era nada sencillo porque ya he dicho que se trata de un personaje soso a más no poder, y sin embargo Hanks le da vida con una naturalidad que deslumbra. Totalmente convincente, y bien secundado por Aaron Eckhart en el papel del copiloto. Quien apenas tiene relevancia es Laura Linney, que hace de esposa de Sully y cuya interpretación consiste en contestar tres o cuatro llamadas telefónicas.

Siguiendo con lo bueno, Eastwood se luce en la recreación de lo que sucedió durante el corto vuelo. Los efectos visuales son espléndidos y el realismo de la recreación del suceso es asombroso. La puesta en escena es algo en lo que Eastwood nunca falla, es un auténtico maestro en eso también.

La película vale la pena, aunque sea sólo por ver lo que pasó. Porque lo que ocurrió se cuenta con asombrosa verosimilitud (yo no iba en el avión, pero ya es como si hubiese estado allí), y porque siempre viene bien recrear estas cosas. Que nos encantan las películas de grandes catástrofes, pero también de vez en cuando es grato ver películas sobre catástrofes evitadas, como es en este caso.

No obstante, para ser de Eastwood, pertenece al saco de sus películas menos buenas. Siempre que voy a ver una película suya me espero lo mejor, porque se que me lo puede dar, porque ya me lo ha dado muchas veces. Pero también se que, aunque no llegue a su mejor nivel, una película suya siempre deja cosas disfrutables. Y si alguna vez no lo hace, también se lo perdonaré, por agradecimiento a todo lo bien que me lo hizo pasar con sus películas.

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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que Dios nos perdone
Que Dios nos perdone (2016)
  • 7,1
    34.486
  • España Rodrigo Sorogoyen
  • Antonio de la Torre, Roberto Álamo, Javier Pereira ...
8
Agárrate a la butaca
Rodrigo Sorogoyen nos sorprende con un thriller potente y áspero (como deben ser los thrillers) que se basa en el carisma de sus personajes. La típica pareja de policías con perfiles antagónicos pero que juntos forman un buen equipo, cuyas vidas privadas son tormentosas y dan lo mejor de sí mismos en su trabajo. El espectador se interesa más por las personalidades de la pareja de policías que por la historia en sí misma, pero a medida que la película avanza las dos cosas empiezan a ser lo mismo.

Indudablemente, la película se apoya en dos pilares fundamentales: los dos actores principales. Si los personajes son lo más importante del film, para que esto suceda tiene que haber dos actores que den vida a dichos personajes con el suficiente acierto. Y a fe que Antonio de la Torre y Roberto Álamo lo consiguen.

El primero ya nos maravilló hace poco con su trabajo en “Tarde para la ira”. En esta ocasión vuelve a lucirse en un papel complicado. Policía metódico, observador con gran poder deductivo, en su vida personal es retraído y solitario. Con graves problemas para entablar relaciones debido a su tartamudez. Por su parte, Roberto Álamo también da la talla al interpretar al policía tempestuoso, lleno de adrenalina y testosterona, como un volcán que puede estallar en cualquier momento. El típico policía al que no te gustaría tener delante en una celda de interrogatorio.

Alfaro y Velarde, pese a ser tan distintos, se complementan muy bien en el trabajo y forman una pareja de policías bastante eficiente. Alfaro está casado con una guapa mujer y tiene dos hijos. En su casa encuentra la calma y en el trabajo descarga su necesidad de acción, a veces en exceso. Por su parte, Velarde vive solo, tiene sus rutinas, y mira con deseo a la mujer que se encarga de la limpieza del edificio en que vive. Dos tipos peculiares cuyas personalidades interesan al espectador tanto o más que los asesinatos.

Pero en un momento dado, la película da un vuelco, y al público le empieza a interesar tanto la historia de la investigación policial y el devenir de la trama policía-asesino como el retrato de las tormentosas personalidades de los protagonistas, quienes no parecen tener una salida posible de sus infiernos personales.

Sorogoyen utiliza la ciudad de Madrid, y especialmente sus barrios más centricos para ilustrar su historia. Sus calles estrechas, llenas de historia, con esos portales grandes, esas casas sin ascensor, con escaleras antiguas, son casi un personaje más de la trama. Por otra parte, la Policía no sale muy bien parada, como suele ser habitual en este tipo de películas. Uno se asusta un poco si piensa que lo que ve en la pantalla se ajusta a la realidad y resulta que los altos mandos policiales tienen esos valores, y los policías de a pie son casi tan peligrosos como los delincuentes.

La puesta en escena de Sorogoyen es brillante, creando un desasosiego continuo en el espectador y demostrando que es un director con un futuro espléndido. Además, no se corta un pelo y nos muestra algunas escenas realmente desagradables y otras francamente duras. Desde luego, no es una película para ver en familia un domingo de sobremesa.

Como cosas mejorables, hay un par de cosas que no me creo, y que no voy a contar aquí. Pero lo peor es el final. No entiendo esta necesidad, esta especie de obligación que hay de cerrar las películas, cuando muchas quedan mejor sin un final explícito. Personalmente, la película se me viene abajo en el último cuarto de hora. Lo que pasa es que todo lo anterior es tan bueno, que no lo estropea un mal final.

Es inevitable que haya tópicos, pero esto pasa siempre en las películas de género. Me pareció muy acertado el modo en que se desvela quién es el asesino, y el tiempo en que se hace. Ni demasiado pronto ni demasiado tarde. En el momento justo en que el espectador está desesperado por saberlo, pero todavía a tiempo de que se vea cómo es, como actúa y se convierta en un personaje más de la película.

“Que Dios nos perdone” es una película magnífica, muy recomendable (salvo que tengas el estómago revuelto) que competirá con “Tarde para la ira” por ser la mejor película española del año, y que coloca a Rodrigo Sorogoyen entre los cineastas españoles más interesantes del momento.

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8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La reconquista
La reconquista (2016)
  • 6,3
    2.818
  • España Jonás Trueba
  • Itsaso Arana, Francesco Carril, Aura Garrido ...
8
Lo que no se consuma, no se consume
No me gustó la primera película que vi de Jonás Trueba, pero es un director que va mejorando con cada obra que presenta. Cada película suya me gusta más que la anterior y ya me tiene ganado. Tiene una manera muy particular de hacer películas y entiendo que a mucha gente le resulte insoportable, pero a mi me gusta, qué le vamos a hacer. Tolero sus defectos o sus rarezas. Quizá abusa de los detalles culturales, vale, pero mejor abusar que carecer de ellos. También es cierto que se basa demasiado en el cine francés de la Nouvelle Vague, pero a mi juicio le queda bien, y sabe dejar su sello en las películas. Es ya un autor con un sello personal.

El hecho de tener un estilo personal y ser tan heterodoxo hace que sus películas no pasen desapercibidas. A algunos nos gustan y muchos otros no soportan tanta licencia narrativa. Por ejemplo: los protagonistas acuden a un concierto en un bar. Un director cualquiera, pone diez segundos de actuación, a continuación baja el volumen de la canción para escuchar lo que el protagonista le dice al oído a su acompañante, luego cinco segundos más de canción, y acaba la escena. Jonás Trueba pone una canción completa, y luego otra, y empieza una tercera, y se queda tan ancho. Y yo, contra todo pronóstico, lo disfruto.

Trueba pone en la pantalla una obra que nos habla de cómo nos afecta el paso del tiempo, de las ilusiones que no se cumplen, de las promesas que se olvidan, de lo lejos que queda “lo que fuimos” de “lo que somos”, de la añoranza de un tiempo pretérito imperfecto pero mucho más emocionante y vivo que el presente. Tan vivo, que no termina nunca de morir. Y nos habla del primer amor. El primer amor y sus circunstancias, del miedo y la esperanza en dosis nunca igualadas.

La película cae bien por su propuesta y su intención, porque es fácil empatizar con situaciones que a todos nos han pasado, porque tiene diálogos interesantes y escenas muy bonitas, y porque las canciones de Rafael Berrio son excelentes, pero está lejos de ser perfecta. A Trueba le admiro muchas cosas pero el pulso narrativo aún le tiembla un poco, tiene altibajos de ritmo, hay situaciones de interés que no se terminan de desarrollar y otras menos interesantes se alargan innecesariamente, aparte de que la película está dividida claramente en dos partes, división que no me convence del todo.

A pesar de todo ello, la película me engancha. Me parece estar ahí sentado con ellos en la mesa del bar, asisitiendo a su conversación. Una conversación en la que ella lleva las riendas y él, taciturno y expectante, se deja llevar. Rompen el hielo hablando del presente de cada uno, pero se nota que están deseando hablar del pasado y revivirlo. Se suceden las confidencias y, de vez en cuando, los reproches. Me doy cuenta de que en el fondo soy un cotilla.

Me gusta mucho la idea de la película. En el fondo, es la historia de una cita. Algo tan simple como eso. Y sin embargo es muy complejo. Están los sentimientos actuales, los pasados y el modo en que les afectan. En un lado de la balanza, el presente en el que poco o nada tienen que contarse, en el que poco o nada tienen en común. En el otro lado, el pasado. Un pasado lleno de palabras, de cartas, de promesas, de ilusiones. De un lado, las miradas y las ganas sesgadas del presente, del otro, los besos y caricias del pasado.

Entre un tiempo y otro, quince años de vacío. El tiempo transcurrido entre la última vez que se vieron y esta cita es tiempo perdido. Cada día de separación es tiempo de vida perdido, aunque se hayan vivido, aunque hayan tenido otras parejas, otros besos, otras caricias y otras promesas, es tiempo perdido. La vida solo cuenta si están juntos.

Y todo esto, aderezado por escenas casi costumbristas en las que Trueba retrata Madrid con pericia. Disfrutamos de los bares de Madrid, de un concierto de Rafael Berrio, de una escena en la que los protagonistas bailan swing (o lo intentan), de un paseo en moto mientras Madrid amanece, de paseos por la Casa de Campo…

Los actores están bien pero sin alardes. Francesco Carril, habitual protagonista de las películas de Jonás Trueba, está correcto pero no me llega. Itsaso Arana está mejor. En cuanto a la pareja de adolescentes, ella está mucho mejor que él. De hecho, creo que la interpretación del chico adolescente es lo más flojo de la película.

El final de la película es poco convencional. Seguramente mucha gente quedará desconcertada. A mi me pareció brillante. Un gran broche para una película diferente, llena de detalles. Una película valiente, emocionante, con un irresistible encanto para mi y seguramente un rollazo para otros. Qué le vamos a hacer. Las películas, como las canciones, se hacen para mi.

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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sing Street
Sing Street (2016)
  • 7,2
    16.727
  • Irlanda John Carney
  • Ferdia Walsh-Peelo, Lucy Boynton, Jack Reynor ...
8
Aquellos maravillosos años
John Carney vuelve a lo suyo. Fue un músico que amaba el cine (era el bajista del grupo The Frames) y se ha terminado convirtiendo en un cineasta que ama la música. Es igual, son dos artes complementarias. El caso es que tras la magnífica “Once” y la disfrutable “Begin again”, ahora llega “Sing Street”, de corte autobiográfico y que nos lleva de nuevo a su Dublin natal para contarnos, una vez más, una historia de amor como inspiración musical.

El amor y la música, el crecimiento musical y el aprendizaje amoroso, unidos de nuevo por Carney. Partiendo de esa base, se le añaden unos buenos diálogos con bastantes toques de humor y se termina de aderezar con un montón de canciones. Canciones que entran a la primera y que terminan de dar forma a una película previsible y poco creíble, pero amena, divertida y entrañable.

John Carney echa la vista atrás y nos muestra esa época tan importante en su vida (la más importante en la vida de todos). La adolescencia, el descubrimiento del amor, los problemas de conexión con la familia y la adaptación al entorno, los amigos, la búsqueda de una identidad personal, la falta de seguridad en lo que quieres y al mismo tiempo el descaro en intentar cualquier cosa que se te ocurra. Los sueños que empiezan a florecer a medida que desaparece la inocencia. Esa época única que nos marca tanto.

Y lo hace como siempre, con un exquisito mimo, con increíble ternura, destilando emotividad sin caer nunca en el sentimentalismo. Carney ama la música y eso se nota en la pantalla. La música pura, desde la intención de hacerla, por simple afición. En sus anteriores películas, y también en ésta, se centra en personajes marginales que hacen música por pasión. No vemos grandes triunfadores ni músicos virtuosos, sino gente común con sensibilidad que compone canciones, y se centra más en ese proceso interior y su forma de expresión más que en la parte comercial (a la que incluso critica en “Begin again”).

La música de los 80 influye en Conor de una manera decisiva, como lo hizo con muchos adolescentes en esa época (y en todas las demás). Así, el rio de la historia discurre por donde discurrían las canciones de aquella época. Por tanto, la película va acompañada por canciones emblemáticas del momento. Duran Duran, The Clash, Hall & Oates, The Cure, Joe Jackson, The Jam, Spandau Ballet, etc. van sonando y haciendo evolucionar la vida y el gusto musical de Conor.

Pero, como siempre pasa en las películas de Carney, no sólo se escuchan éxitos musicales conocidos sino que hay un montón de canciones nuevas compuestas para la ocasión. Y estas canciones son una auténtica gozada, le dan una dimensión especial al film como ya pasaba en sus anteriores obras. Aunque personalmente no llegan ni de lejos al nivel de las canciones de “Once”, no importa. Hacen que veas la película con una sonrisa y moviendo el pie.

El reto de Carney, en esta ocasión, era dirigir un ramillete de actores poco conocidos (cuando no novatos) y prácticamente niños. Y lo ha resuelto con nota. Ferdia Walsh-Peelo es el protagonista y parece mentira que debute en esta película porque está francamente espléndido en su papel. A su lado, Lucy Boynton, no se queda atrás. Esta chica, mezcla de Rosanna Arquette y Julia Ormond (pensad en ellas de jóvenes, mezcladlas, y sale Lucy Boynton), enamora a Conor y a todo el público. El resto de chavales cumplen notablemente y luego tenemos a dos ilustres y veteranos actores irlandeses en papeles secundarios: Aidan Gillen y Maria Doyle Kennedy que dan lustre a la película en sus cortas apariciones.

“Sing Street” es cine musical, romance adolescente y hasta cine social, pero haciendo una mezcla positiva, que evita la superficialidad del primero, lo tópico del segundo y lo desolador del tercero, para conseguir una película sincera y vitalista. Una mirada atrás nostálgica y al mismo tiempo optimista. Nos recuerda que la vida es divertida pero también complicada. Esa mezcla de melancolía y humor es en definitiva lo que nos identifica con la pantalla.

Evidentemente, la película también tiene los inconvenientes que ya os imagináis: es amable, previsible, buenrollista, y el proceso de formación de la banda es un tanto atropellado y esquemático, es verdad. La película va hacia donde todos sabemos que va. Pero eso es señal de que está bien hecha, que sepas lo que vas a ver y aún así te guste, es que está bien hecho.

Ir al cine y pasarlo bien vale la pena. “Sing Street” hace reir, dan ganas de bailar, inspira ternura y nostalgia… en fin, que ya estoy esperando la siguiente historia de John Carney, que tiene en mi un seguidor fiel porque sus películas siempre me llegan. Somos almas gemelas. Los dos sabemos que nos podrá ir bien o mal, pero siempre habrá alguna canción a la que agarrarnos.

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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elle
Elle (2016)
  • 6,4
    18.921
  • Francia Paul Verhoeven
  • Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny ...
8
Verhoeven en plena forma
El veterano Paul Verhoeven vuelve tras muchos años de sequía, y lo hace a lo grande firmando la que es, para mi gusto, su mejor obra. Con su estilo característico, Verhoeven nos deleita con una película turbia, ambiciosa, valiente, provocadora, morbosa y repleta de un humor negrísimo que la convierten en irresistible e inolvidable.

La película se inicia con la violación. Sin premisas, sin preámbulos, como son las violaciones. Con la cámara fuera de campo, escuchamos los sonidos de la violación pero no la vemos porque la cámara nos muestra el rostro del gato que contempla la escena, y no la enfoca hasta que no termina. Cuando no quieres ver algo te tapas los ojos, pero cuando no te lo están enseñando no puedes hacer nada para evitar presenciar lo que pasa, aunque no lo veas. Verhoeven nos atrapa así desde el primer segundo del film.

El director holandés, a partir de esta escena inicial, se esmera en indagar en los recovecos más oscuros del alma humana. Con su característico tono provocador pero a la vez elegante e inteligente, la película mete el bisturí en los terrenos más silvestres de nuestro interior. El resultado es un film inquietante y turbador que no nos deja indiferentes y nos provoca admiración y desconcierto en grandes dosis.

El espectador se pasma ante la reacción de la protagonista tras el ataque. Michelle sencillamente se baña y continúa con su vida como si nada, ni siquiera denuncia la violación a la policía. Ella lo controla todo, tanto su empresa como su vida, y ni siquiera un episodio de este tipo la desequilibra.

Ella vive sola pero controla y decide sobre toda la gente de su entorno. Supervisa la vida de su hijo e interviene sobre su próxima boda, trata de influir también en la nueva novia de su exmarido (celosa de ella porque es bastante más joven), se acuesta con el marido de su mejor amiga y critica abiertamente a su madre por pagar y mantener a un “querido” que podría ser su nieto. Nada escapa a su control y nada perturba su gesto taciturno.

Pero lo que por fuera es frío, metódico y controlado, por dentro es caótico, incoherente y volcánico. Michelle tiene deseos peligrosos. Deseos sexuales y deseos de venganza. El interior de Michelle es un pozo lleno de deseos oscuros y secretos insospechados.

Y todo esto, brillantemente desarrollado por una Isabelle Huppert soberbia, que capta magníficamente la esencia del personaje y lo hace suyo con naturalidad y sabiduría del oficio. Su monumental interpretación eclipsa por completo al resto del elenco pese a que todos están a buen nivel.

Los espectadores de “Elle” se enfrentan a la ardua tarea de empatizar con la protagonista, pero es prácticamente imposible. Como mujer violada, la protagonista no reacciona como los cánones sociales dicen que debería reaccionar, y no lo hace porque no se victimiza, lo cual descoloca al espectador. Y algo parecido sucede en cuanto a los diferentes roles que asume la protagonista (madre, amante, hija, esposa, compañera, jefa, vecina,…) en ninguno de esos roles su actuación es lo que debería ser, según establece la sociedad.

Y, sin embargo, si en lugar de hacer caso a nuestro cerebro escuchamos a nuestros instintos más recónditos, igual nos acercamos más a entender a Michelle. Pero no hay riesgo, normalmente esos instintos los tenemos bien controlados y hasta podemos llegar a pensar que ni siquiera existen en nuestro interior.

En esta ocasión, la credibilidad de la historia es lo de menos. Todo es muy estrambótico y los personajes son demasiado extremos (ella es extremadamente fría, la madre extremadamente ridícula, el hijo extremadamente tonto, el amante extremadamente patético, etc.) y sin embargo mientras la ves te parece todo natural porque aunque no quieras entras en la atmósfera que crea Verhoeven.

Y tras tanto azúcar, vamos a poner unas gotas de vinagre: No me gustó la resolución final de la película, los personajes secundarios no tienen apenas interés, y el excesivo humor negro impide que el espectador reflexione más sobre los temas de los que trata el film. No obstante, estamos ante una película más que interesante, estimulante y absolutamente recomendable.

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15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Captain Fantastic
Captain Fantastic (2016)
  • 7,4
    45.880
  • Estados Unidos Matt Ross
  • Viggo Mortensen, George MacKay, Samantha Isler ...
7
La ciudad no es para mi
“Captain fantastic” no es una película para ver de un modo totalmente pasivo. De manera constante te provoca la reflexión, te motiva el espíritu crítico, te estimula el pensamiento. Es inevitable plantearte qué harías tú en determinadas situaciones, es inevitable tomar partido y juzgar si ese modelo de educación es bueno o malo. O mejor dicho, si es el más conveniente o no para los niños. Porque partimos de la base de que todos los padres del mundo quieren la mejor educación posible para sus hijos. Pero si unos hacen una cosa y otros la contraria, obviamente alguno se equivoca. O tal vez no, quizá todas las formas sean correctas. ¿Ves? Ya nos estamos haciendo preguntas.

Para mí, hay tres partes en esta película. La primera, la presentación de los personajes. Vemos cómo viven en ese paraíso autoconstruido que es el entorno en el que habita Ben con sus seis hijos con nombres inventados (para que todos sean únicos en el mundo). Asistimos a su cotidianidad, al modo en que niños pequeños usan cuchillos como si fueran juguetes, al entrenamiento casi militar que se lleva a cabo cada día en ese bosque, a las noches de lectura y música, a las conversaciones filosófico-sociales impropias de una familia con niños. Se nos muestra a la familia y sus ideas. Esta parte es muy original y está muy bien hecha.

La segunda parte es el viaje a la ciudad. Es la parte más divertida. El choque sociocultural continuo al que se enfrentan los Cash, especialmente los niños cuando van a casa de sus tíos y de sus abuelos. Muy buena también esta parte ya que, aparte de momentos realmente divertidos, se ponen frente a frente las dos formas de pensamiento más radicales, el seguir las normas sociales a rajatabla y el extremismo antisistema. La corrupción, la hipocresía, la vanalidad religiosa, todo ello queda en entredicho pero, ¿acaso lo opuesto es mejor? Seguro que las intenciones de ambos son buenas, pero seguro también que los extremos rara vez son la mejor opción.

La tercera parte es la resolución del film. Es la más floja. Parece que Ross no sabía muy bien cómo terminarla y da vueltas en círculos desconcertando al espectador para finalmente terminar de un modo tan convencional como poco convincente. Una lástima porque era una gran película que se queda simplemente en buena.

Me gusta el modo en que Ross se muestra neutral y deja que recaiga sobre el espectador el peso de tener que tomar partido en un tema tan delicado como la educación de los hijos. Siempre a caballo entre el drama y la comedia, sabe mantener un tono provocador que hace que te quedes absorto en la pantalla hasta esa última parte que ya digo que, para mi gusto, baja mucho el nivel de una película realmente sorprendente hasta entonces.

Para el éxito de la película resulta definitivo el brillante trabajo de un deslumbrante Viggo Mortensen, que sabe dotar a su personaje (un hippie de los que ya no quedan) de una profundidad y una credibilidad que atrapa por completo al espectador, y que completa una interpretación que personalmente me sorprendió mucho para bien. Lejos de él, pero también eficientes aparecen veteranos como Frank Langella o Ann Dowd, y actores emergentes como George Mackay, que completan un buen trabajo interpretativo.

La música también es importante y hace de complemento estupendo para la película. Desde música de Bach, a quien se pondera en varias ocasiones a lo largo del film, hasta la parte final en la que los protagonistas hacen una curiosa y bonita versión del “Sweet child o’ mine”, o la versión que hace Kirk Ross del clásico “I shall be released” que aparece en los títulos de crédito obligándote a quedarte hasta el final para escucharla completa.

En suma, me parece una película que conviene ver. No es perfecta, y salí con mal sabor de boca del cine porque al final las expectativas no se me terminaron de cumplir, pero lo cierto es que la propuesta es original, me lo pasé bien y me alcanzaron puntualmente algunas emociones, por lo que le perdono ese final con pocas ganas de molestar y tan estereotipado. No creo que haya en la cartelera muchas mejores opciones que esta película ahora mismo.

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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Café Society
Café Society (2016)
  • 6,4
    24.457
  • Estados Unidos Woody Allen
  • Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Steve Carell ...
8
It must be love
Manejando los mismos temas de siempre (el amor, el desengaño amoroso, el mundo del cine, Nueva York, los judíos, los problemas familiares, la muerte, el jazz…) Woody Allen firma una de las películas que más me han gustado de las publicadas por el octogenario genio en los últimos años. Una película sencilla, bonita, sin muchas pretensiones, con su velocidad narrativa habitual y tremendamente entretenida.

Allen, maestro indiscutible en el arte de hacer cine, logra mezclar varias subtramas con absoluta limpieza y retratar en clave de comedia situaciones terribles como ciertas ejecuciones de una banda de gánsters o la banalidad social del Hollywood de los años treinta, al que llega Bobby desde Nueva York como llegaban en esos mismos años a Madrid la gente de los pueblos, y siente la misma desorientación que debían sentir aquellos emigrantes al llegar a la capital.

Como de costumbre, los personajes de Woody Allen son complicados, neuróticos, esclavos de la indecisión y propensos a equivocarse en sus decisiones, pese a lo cual no dudan en tomarlas, especialmente las más drásticas. Así, entre las inseguridades propias y las complejidades ajenas, se nos pone de manifiesto la dificultad que tienen las relaciones humanas, especialmente cuando el virus del amor toma posesión del corazón y del cerebro.

Pero todo resulta más agradable si está aderezado con una bonita música de jazz y con un par de buenos chistes. Y tanto en una cosa como en la otra, Woody Allen es un experto. El miedo a la muerte, por ejemplo (otra constante en sus películas) tratado desde el humor cuando explica que es una faena que los judíos no crean en el Paraíso después de la muerte, ya que, si lo hicieran, su religión tendría más clientes.

A pesar del envoltorio de comedia, “Café Society” es una película triste. La ves con una sonrisa permanente en la boca, pero la tristeza te atraviesa de parte a parte sin que puedas evitarlo. A pesar estar disfrazada de película ligera y sin poso, la chispa del sentido de la vida y del amor se enciende dentro de uno de manera inexorable. Las contradicciones del ser humano están perfectamente retratadas. El modo en que el amor hace que veamos como sublime a una persona completamente vulgar, también.

El modo en que Allen te va metiendo en su tela de araña es magistral. Parece que solo estás ahí pasando el rato pero la película va adquirirendo profundidad, intensidad, lucidez, y solo cuando terminas de verla te das cuenta de su verdadera dimensión. No importa que ciertas cosas sean previsibles o que nos recuerde a otras películas, porque va más allá de lo que cuenta. Es pura tristeza detrás de la comedia, pura desesperanza. El amor y la vida como raíles de tren que siempre van uno al lado del otro pero pocas veces llegan a juntarse.

Y, por supuesto, Nueva York. La ciudad de Woody Allen es un personaje más, como de costumbre. Igual que dos hombres compiten por ganar el corazón de una mujer, dos ciudades (Nueva York y Los Angeles) compiten por atraer a Bobby. Y como es lógico, Nueva York gana por goleada. Sus clubs, sus barrios judíos o italianos, su música, sus parques, incluso sus gánsters, no se pueden comparar. Nueva York es la ciudad perfecta para Allen y una vez más lo manifiesta.

Otra buena baza de la película son las interpretaciones. Yo era muy reacio a Jesse Eisenberg y cuando vi que era uno de los protagonistas pensé que sería difícil que me gustara la película, pero me equivoqué. En contra de mi pronóstico, Eisenberg actúa bastante bien dadas las circunstancias (anda escaso de talento, eso es innegable), dando forma a un personaje lleno de aristas que resulta convincente cuando parece un tipo cándido e inocente al que dan ganas de abrazar (“pareces un cervatillo a punto de ser disparado”, le dice la chica en una ocasión), pero no tanto cuando actúa como un conquistador seguro de sí mismo.

También están a buen nivel Kristen Stewart y Steve Carell completando el trío de protagonistas principales. Y luego hay secundarios muy destacados como Jeannie Berlin o Parker Posey. Quizá quien peor lo hace es el propio Woody Allen, cuyo rostro no aparece en la película pero sí su voz, ya que hace de narrador de la misma y si nunca ha tenido Allen una voz muy llamativa, a sus ochenta años menos todavía.

Me gustó muchísimo la escena final. Si hubiera que definir la nostalgia sin usar palabras, elegiría esa escena. Ahí está todo explicado sin decir nada. Me recordó, en otro contexto, al final de “45 años”. Una escena final sin palabras pero absolutamente elocuente. Por fin he visto la cara de imbécil que pongo cuando la nostalgia se apodera de mí.

No hay muchas películas de Woody Allen que me hayan gustado de sus últimas diez. Salvaría “Midnight in Paris” y un poco “Si la cosa funciona”. El resto las he visto porque tengo que ver todo lo que haga este director que tantas alegrías me dio en el siglo pasado. Pero esta vez sí, esta vez ha valido la pena. Y lo curioso es que me ha ganado atacándome por donde menos lo esperaba. La recomiendo, porque aunque se que no va a gustar tanto a la gente que no siente como yo, al resto les distraerá seguro. Son noventa minutos que pasan en un suspiro.

Me gustó muchísimo la escena final. Si hubiera que definir la nostalgia sin usar palabras, elegiría esa escena. Ahí está todo explicado sin decir nada. Me recordó, en otro contexto, al final de “45 años”. Una escena final sin palabras pero absolutamente elocuente. Por fin he visto la cara de imbécil que pongo cuando la nostalgia se apodera de mí.

Me gustó muchísimo la escena final. Si hubiera que definir la nostalgia sin usar palabras, elegiría esa escena. Ahí está todo explicado sin decir nada. Me recordó, en otro contexto, al final de “45 años”. Una escena final sin palabras pero absolutamente elocuente. Por fin he visto la cara de imbécil que pongo cuando la nostalgia se apodera de mí.

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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Beatles: Eight Days a Week - The Touring Years
The Beatles: Eight Days a Week - The Touring Years (2016)
Documental
  • 7,2
    2.915
  • Reino Unido Ron Howard
  • Documental, (Intervenciones de: John Lennon, Paul McCartney) ...
7
I feel fine
Ron Howard dirige este documental sobre los Beatles centrándose en los vertiginosos años en los que el grupo se pasaba la vida de concierto en concierto. Con apenas veinte años se convirtieron en los más famosos del mundo, asediados por las fans y obligados por sus contratos a no parar de tocar, de hacerse fotografías, películas, etc.

Se repasa la trayectoria desde el estallido de la Beatlemanía hasta 1966, año en que, hastiados de tanta vorágine, deciden dejar de actuar en directo y continuar su carrera como músicos de estudio. Con imágenes de archivo, la mayoría ya conocidas por sus seguidores, se investiga en su modo de componer, su increíble capacidad para actuar a un gran nivel en circunstancias técnicas lamentables, y en la manera en que ellos mismos se van desarrollando como músicos y como personas. Al finalizar la película, se proyecta el concierto que dieron en el Shea Stadium de Nueva York en 1966, de media hora de duración.

Los Beatles fueron un fenómeno único. Un fenómeno musical y social. Tanto es así, que cincuenta años después de su último concierto (50 años!! que se dice pronto…) siguen vendiendo. Se siguen editando sus discos, se siguen escribiendo libros, se siguen haciendo películas sobre ellos… Los Beatles fueron una máquina de hacer dinero cuando estaban en activo y lo siguen siendo en la actualidad.

Yo creo que he visto todos los documentales que se han hecho sobre ellos, por lo que sospechaba que poca cosa nueva iba a encontrar en éste. Y efectivamente, poca cosa inédita hay. Casi todo ya lo conocía. Pero el placer de verlo en una sala de cine, y el hecho de que se centrara en sus años de giras (lo que garantizaba escuchar muchas canciones) le daba un aliciente especial. Y no me defraudó. Me lo pasé en grande.

Ron Howard salpimenta las imágenes de archivo con entrevistas actuales a los dos Beatles supervivientes (McCartney y Ringo) y con trozos de entrevistas antiguas a los otros dos. Además, pone el acento en el significado musicosocial que tuvieron entrevistando a gente como el periodista Larry Kane (quien les acompañó en sus giras por Estados Unidos), el escritor Jon Savage, las actrices Whoopi Goldberg y Sigourney Weaver (quienes asistieron a sus conciertos siendo adolescentes) y el músico Elvis Costello.

Lógicamente, también se habla de la importancia capital que tuvieron en su éxito tanto Brian Epstein como George Martin, aunque la película no se detiene demasiado en ninguno de los dos, y busca más en las interioridades del cuarteto y su progresivo cambio de actitud ante las giras, la fama, el trato de la prensa, y cómo encararon a pesar de su juventud todo ese follón que se montó a su alrededor.

La película muestra con claridad cómo eran los Beatles en sus inicios, pondera su espontaneidad, cómo se divertían en el escenario, el modo en que hacían piña cuando era necesario, y la manera en que poco a poco todo eso fue cambiando, hasta llegar al verano de 1966 hastiados de esa vida, de vivir en aviones y hoteles, y supongo (aunque no lo dicen) que de verse siempre las mismas cuatro caras a todas horas. Asimismo, la responsabilidad también les pudo. El peso de saber que a cualquier cosa que digas le va a sacar punta la prensa y cualquier cosa que hagas va a ser portada en todo el mundo es algo que debe ser muy difícil de sobrellevar.

Al final del film, se muestra la única vez que el grupo actuó en vivo tras su abandono de los escenarios en 1966. Se trata, lógicamente, de la actuación que hicieron en la azotea de los estudios de Apple, en Londres, en 1969. Un maravilloso cierre para un gran documental. Esos “Don’t let me down” y “I’ve got a feeling” me parecen de lo mejor que grabaron nunca en directo, e hicieron que terminara la película emocionado y con ganas de mucho más.

En cuanto al concierto final en el Shea Stadium, es también una gozada. Sobre todo, es un documento de la época. De una época en que no se daban conciertos en los estadios. Con un paupérrimo equipo de sonido, los Beatles apenas se escuchaban a sí mismos. La gente iba a ver a los Beatles, no a escuchar su música. Se ve al público muy lejos del escenario, con unas vallas protectoras, chicas desmayándose, otras saltando al césped perseguidas por la policía, en fin, un caos absoluto que propició que John Lennon encima del escenario hablara en un idioma inventado, convencido de que nadie le escuchaba, y se partiera de risa mientras con George Harrison mientras tocaban “I’m down”.

Como fan de los Beatles y amante del cine, las dos horas que pasé disfrutando de las dos cosas a la vez fueron una gozada extraordinaria. Si tengo que destacar algo que me gustara especialmente, me quedo con la entrevista a Elvis Costello y con el concierto en la azotea de Apple, pero todo el conjunto está muy bien. No es que me descubriera gran cosa, ya digo que casi todo lo que vi ya lo había visto antes, pero qué más da. Al fin y al cabo un placer conocido sigue siendo un placer.

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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
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