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España España · Madrid
Voto de keizz:
8
Thriller. Drama Madrid, verano de 2011. Crisis económica, Movimiento 15-M y millón y medio de peregrinos que esperan la llegada del Papa conviven en un Madrid más caluroso, violento y caótico que nunca. En este contexto, los inspectores de policía Alfaro (Roberto Álamo) y Velarde (Antonio de la Torre) deben encontrar al que parece ser un asesino en serie cuanto antes y sin hacer ruido. Esta caza contrarreloj les hará darse cuenta de algo que nunca ... [+]
3 de noviembre de 2016
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodrigo Sorogoyen nos sorprende con un thriller potente y áspero (como deben ser los thrillers) que se basa en el carisma de sus personajes. La típica pareja de policías con perfiles antagónicos pero que juntos forman un buen equipo, cuyas vidas privadas son tormentosas y dan lo mejor de sí mismos en su trabajo. El espectador se interesa más por las personalidades de la pareja de policías que por la historia en sí misma, pero a medida que la película avanza las dos cosas empiezan a ser lo mismo.

Indudablemente, la película se apoya en dos pilares fundamentales: los dos actores principales. Si los personajes son lo más importante del film, para que esto suceda tiene que haber dos actores que den vida a dichos personajes con el suficiente acierto. Y a fe que Antonio de la Torre y Roberto Álamo lo consiguen.

El primero ya nos maravilló hace poco con su trabajo en “Tarde para la ira”. En esta ocasión vuelve a lucirse en un papel complicado. Policía metódico, observador con gran poder deductivo, en su vida personal es retraído y solitario. Con graves problemas para entablar relaciones debido a su tartamudez. Por su parte, Roberto Álamo también da la talla al interpretar al policía tempestuoso, lleno de adrenalina y testosterona, como un volcán que puede estallar en cualquier momento. El típico policía al que no te gustaría tener delante en una celda de interrogatorio.

Alfaro y Velarde, pese a ser tan distintos, se complementan muy bien en el trabajo y forman una pareja de policías bastante eficiente. Alfaro está casado con una guapa mujer y tiene dos hijos. En su casa encuentra la calma y en el trabajo descarga su necesidad de acción, a veces en exceso. Por su parte, Velarde vive solo, tiene sus rutinas, y mira con deseo a la mujer que se encarga de la limpieza del edificio en que vive. Dos tipos peculiares cuyas personalidades interesan al espectador tanto o más que los asesinatos.

Pero en un momento dado, la película da un vuelco, y al público le empieza a interesar tanto la historia de la investigación policial y el devenir de la trama policía-asesino como el retrato de las tormentosas personalidades de los protagonistas, quienes no parecen tener una salida posible de sus infiernos personales.

Sorogoyen utiliza la ciudad de Madrid, y especialmente sus barrios más centricos para ilustrar su historia. Sus calles estrechas, llenas de historia, con esos portales grandes, esas casas sin ascensor, con escaleras antiguas, son casi un personaje más de la trama. Por otra parte, la Policía no sale muy bien parada, como suele ser habitual en este tipo de películas. Uno se asusta un poco si piensa que lo que ve en la pantalla se ajusta a la realidad y resulta que los altos mandos policiales tienen esos valores, y los policías de a pie son casi tan peligrosos como los delincuentes.

La puesta en escena de Sorogoyen es brillante, creando un desasosiego continuo en el espectador y demostrando que es un director con un futuro espléndido. Además, no se corta un pelo y nos muestra algunas escenas realmente desagradables y otras francamente duras. Desde luego, no es una película para ver en familia un domingo de sobremesa.

Como cosas mejorables, hay un par de cosas que no me creo, y que no voy a contar aquí. Pero lo peor es el final. No entiendo esta necesidad, esta especie de obligación que hay de cerrar las películas, cuando muchas quedan mejor sin un final explícito. Personalmente, la película se me viene abajo en el último cuarto de hora. Lo que pasa es que todo lo anterior es tan bueno, que no lo estropea un mal final.

Es inevitable que haya tópicos, pero esto pasa siempre en las películas de género. Me pareció muy acertado el modo en que se desvela quién es el asesino, y el tiempo en que se hace. Ni demasiado pronto ni demasiado tarde. En el momento justo en que el espectador está desesperado por saberlo, pero todavía a tiempo de que se vea cómo es, como actúa y se convierta en un personaje más de la película.

“Que Dios nos perdone” es una película magnífica, muy recomendable (salvo que tengas el estómago revuelto) que competirá con “Tarde para la ira” por ser la mejor película española del año, y que coloca a Rodrigo Sorogoyen entre los cineastas españoles más interesantes del momento.

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keizz
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