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355 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
El extraño caso del Dr. Lumet
Permítanme que me presente, soy el Dr. Sidney Lumet. Hoy voy a llevar a cabo un experimento para estudiar esa cosa tan abstracta y desconocida como es la sociedad. Para ello voy a introducir doce especímenes en una claustrofóbica sala. Los especímenes serán los siguientes:

1- Buenos modales
2- Inocencia
3- Ira
4- Prepotencia
5- Infancia en suburbios
6- Inhibición
7- Estupidez
8- Razonamiento
9- Experiencia
10- Prejuicio
11- Humildad
12- Frivolidad

Una vez añadidos, procedo a añadirles una dosis de caso de homicidio en primer grado. Ahora deberán reaccionar y cambiarán a color rojo (culpable) o verde (inocente). Veamos qué sucede... Humm....Van cambiando de color...Rojo, rojo, rojo....¿eh? ¿Uno verde? Todos se han vuelto de color rojo excepto el Razonamiento.

El siguiente paso será subir la tensión y aumentar a una temperatura asfixiante y dejarles en cocción durante dos horas.

(En el spoiler el Dr. Lumet cuenta el final del experimento, así que si no habéis visto la película no lo leáis)
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718 de 792 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Cuando una película se transforma en un ritual
Os cuento un ritual mío de mi adolescencia, hace casi 20 años:

1) Aprovechaba que el televisor donde teníamos el VHS quedaba libre cuando mis padres iban a cenar fuera.

2) Cogía una monstruosa barra de pan (cuando todavía valía 10 pesetas), la cortaba por la mitad y metía entre las dos partes varias latas de atún con el aceite y todo.

3) Oía a mi hermano decir de nuevo "Otra vez, doooooce hombres sin piedad".

4) Cenaba viendo por enésima vez esta tremenda obra maestra en donde un arquitecto casualmente escogido para formar parte de un jurado popular se enfrenta con su mejor arma - la palabra - a once hombres que parecían tener muy claro el destino de un condenado: la silla eléctrica.

5) Mandaba a tomar por el culo al despreciable personaje interpretado por L.J.Cobb.

6) Mandaba a tomar por el culo al despreciable personaje interpretado por Ed Begley.

7) Aplaudía por primera vez: la navaja

8) Aplaudía por segunda vez: el cojo

9) Aplaudía por tercera vez: las gafas

10) Aplaudía por cuarta vez: la duda razonable

11) Al acabar los créditos, deseaba que me mandasen a un jurado popular para demostrar que yo también podía transformarme en el personaje de Henry Fonda.

12) Metía la cinta VHS en su caja de plástico, apagaba el televisor y...

13) Envidiaba a los que no hayan visto todavía la película y...

14) Decidía con más ahínco aún estudiar arquitectura porque el jurado nº8 era arquitecto, cosa que he cumplido.

Aunque todavía espero tener un papel en la vida real la mitad de genial como el del jurado nº8...¿quién no ha querido nunca ser un Don Quijote de éxito?
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639 de 696 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
LA MAJESTAD DE LA RAZÓN Y LA PALABRA
Intenso drama judicial acerca de la deliberación de un jurado de "doce hombres justos", en el caso de un joven de baja extracción social, acusado de parricidio, y de la duda razonable que un honesto miembro del jurado se plantea ante el cúmulo de pruebas y hechos incriminatorios aportados por el fiscal.

Henry Fonda, en una de las mejores interpretaciones de su carrera, interpreta al sereno e íntegro jurado nº 8, que acometerá, cual heroico y moderno Don Quijote, la difícil misión de razonar con los once miembros restantes del jurado, el deber y la responsabilidad de actuar con honestidad, revisando bajo otra óptica, todas y cada una de las pruebas y testimonios, con objeto de convencerles de que existe una duda razonable, y que éste es suficiente motivo para cambiar sus iniciales y precipitados veredictos.

El film, que supone la opera prima de Sidney Lumet, no se molesta en ocultar los orígenes teatrales de la obra, aprovechando el espacio cerrado de la sala de deliberaciones, para incrementar su sudorosa y claustrofóbica intensidad.

Los doce intérpretes dan lo mejor de sí mismos en esta obra de soberbias caracterizaciones, destacando entre todas la ya comentada de Fonda, la de Lee J. Cobb, como el beligerante, amargado y feroz jurado nº 3, la de Martin Balsam en el papel del pusilánime presidente del jurado, E.G.Marshall, como el frío y analítico jurado nº 4, Ed Begley, como el intolerante jurado nº 10, Joseph Sweeney como el anciano y perspicaz jurado nº 9 y Jack Warden, como el superficial y agresivo jurado nº 7.

Todos están magistrales en sus anónimos papeles, en este enfrentamiento por conseguir un veredicto de unanimidad, en una obra, donde lo que en realidad se juzga es la intolerancia, los prejuicios étnicos, generacionales y los de clase social, oponiendo a estas lacras, la sencillez y majestad de la razón, expresada a través de la serenidad del diálogo y la palabra.

NOTA MARGINAL:

Quisiera recordar en este espacio, a colación del comentario de esta película y a modo de homenaje, la excelente versión española televisiva, que he tenido el placer de disfrutar en vídeo, y que fue dirigida en 1973 por Gustavo Pérez Puig, para el programa Estudio 1, en una época en que aún podía considerarse a la televisión, como una ventana a la cultura.

Esta excelente versión contó con el siguiente reparto de lujo, a un nivel perfectamente comparable a la versión de Lumet:

Jesús Puente (Presidente y Jurado nº1), Pedro Osinaga (Jurado nº2), José Bódalo (Jurado nº3),
Luis Prendes (Jurado nº4), Manuel Alexandre (Jurado nº5), Antonio Casal (Jurado nº6), Sancho Gracia (Jurado nº7), José María Rodero (Jurado nº8), Carlos Lemos (Jurado nº9), Ismael Merlo (Jurado nº10), Fernando Delgado (Jurado nº11) y Rafael Alonso (Jurado nº12).

A todos ellos, presentes o ausentes, pero todos consagrados como primeras figuras de la escena española, rindo desde aquí mi sincero homenaje.
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195 de 218 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La importancia de "Una duda razonable".
Enorme película realizada por Sidney Lumet, gracias (eso hay que decirlo) sobre todo a Reginald Rose, responsable de esta obra tan completa, que originalmente fue creada para la TV en 1954, y que debido al éxito obtenido (consiguió un Emmy), Sidney Lumet la llevó al cine consiguiendo con su opera prima, el respeto y la admiración de todos aquellos que no lo conocían.

Es bien cierto, que cuenta con la colaboración de unos actores ya consagrados y la mayoría de ellos con un currículo estimable, pero eso también es obra del director. Asimismo conseguir que la película no decaiga en interés en ningún momento, filmada practicamente en interiores, entre cuatro paredes, con un ventilador que no funciona, las ventanas que prácticamente no se abren, etc., pero con unos primeros planos de los actores estupendos, matizando sus facciones, sus gestos, todos los matices, una filmación excelente.

Pero amigos míos, la película asentada en un sobresaliente texto, nos va descubriendo las motivaciones de cada uno de los miembros del jurado, para votar de un lado o del otro, criticando un sistema en el que gente fácilmente influenciable, gente a la que les importa muy poco el caso del que deben dar veredicto, gente sin conocimientos de leyes o gente con excesivos prejuicios pueden erigirse en tapado verdugo con la ley como escudo. De aquí la importancia que uno de ellos tenga UNA DUDA RAZONABLE, y sepa buscar la manera para que poco a poco todos los demás vayan viendo que tiene razón, espectacular actuación la de Henry Fonda (estupendo actor, y en ésta película genial miembro numero 8 del jurado), el cual nos permite soñar que si alguna vez nos toca ser miembros de un jurado, tengamos la suficiente clarividencia para actuar en conciencia y según los hechos, y no cometer los errores, que otras personas por intereses propios pudieran cometer.

Todos los actores restantes no le quedan a la zaga ofreciendo una actuación global fantástica, alejada del estereotipo, rayando la perfección: el empecinado Ed Begley, el calmado E.G.Marshall, el pasota Jack Warden, el inseguro presidente Martín Balsam, y Robert Webber, John Fielder, Jack Hlugman, Ed Binns, el veterano Joseph Sweeney como el anciano jurado numero 9, el metódico George Voskovec, y un soberbio Lee J. Cobb, en un papel cruel, amargado y enervante.

En fin reitero, una obra maestra de Sidney Lumet, que ninguna persona debería dejar de ver.
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161 de 168 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Balsam, Fiedler, Cobb, Marshall, Klugman, Binns, Warden, Fonda, Sweeney, Begley, Woskovec, Webber.
Jurado nº 1. Martin Balsam. Un entrenador de fútbol que dirige el equipo deliberante, con la deportividad y templanza que sólo le arrebata, una vez en su vida, la lluvia que interrumpió aquel gran partido.

Jurado nº 2. John Fiedler. Un banquero, conciliador y noble, que un día se salió de sus casillas amenazando de muerte a un compañero de trabajo.

Jurado nº 3. Lee J. Cobb. Un padre despechado y dolido con el hijo pródigo que a su violento progenitor decide abandonar.

Jurado nº 4. E.G. Marshall. Un hombre de correctísimo talante y firmes convicciones, que se frota la nariz por la molestia que le provocan las patillas de las gafas que usa.

Jurado nº 5. Jack Klugman. Una víctima con la dignidad crecida a resultas de haber sido vapuleado por proceder de los barrios bajos y que además, sabe cómo empuñan la navaja los pandilleros.

Jurado nº 6. Edward Binns. Un pintor que no soporta el desprecio hacia los ancianos y que últimamente ha trabajado en una obra cercana a la estruendosa vía del tren.

Jurado nº 7. Jack Warden. Un hoollygan del béisbol y con mucha prisa, al que le queman las entradas en el bolsillo, para el partido que se juega a las 8 de la tarde.

Jurado nº 8. Henry Fonda.

Jurado nº 9. Joseph Sweeney. Un anciano cerca del final, que valora la vida a los 18 años más que cualquier otro en esa sala.

Jurado nº 10. Edward Begley. Un hosco y poco recomendable tipejo al que le pueden los prejuicios contra los chavales de las barriadas por encima de toda duda razonable.

Jurado nº 11. George Woskovec. Un caballero de maneras solemnes, porque así le han educado, que de eso se enorgullece y que además lleva bigote, el único de la sala.

Jurado nº 12. Robert Webber. Un publicista que va y viene en sus decisiones porque, quizás por deformación profesional, cada nueva idea, le convence más que la anterior.

Una sala, una mesa, doce sillas, una diluvio torrencial, un calor sofocante, un ventilador que no funciona y NO uno de los mejores, sino EL mejor drama judicial de todos los tiempos.
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162 de 175 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Doce actores sin piedad
Esta película consigue transmitir todo lo que pretende, es intensa y asfixiante, de ahí que esté ambientada en el día más caluroso del año, vemos a casi todos los personajes sudando y luego encima se pone a llover para crear un ambiente de calor húmedo agobiante. Esto, que parece un detalle sin importancia, a mi me parece bastante importante, ya que si fuera un día soledad y normal la película no sería igual.

A parte de esto, tenemos a 12 personajes encerrados en una habitación, es todo lo que tenemos durante toda la película, no hay cambios de escenario, salvo cuando van al servicio. Al verla el espectador se siente como uno más de esos doce hombres que tienen en sus manos la vida de un chaval de 18 años, deben decidir si es inocente o culpable y todos están convencidos de que es culpable, menos uno, el personaje de Henry Fonda (que está espectacular), él tiene una duda razonable y a partir de ahí, intentará convencer a los demás que no se puede tomar a la ligera una decisión como esa.

Los personajes están muy bien perfilados, cada uno tiene una personalidad perfectamente marcada y eso influye en sus opiniones y en los motivos que tienen para dar su veredicto.

Los movimientos de cámara nos llevan de un lugar a otro de la habitación como si estuvieramos allí con ellos pasando calor y decidiendo si un muchacho vive o muere; son abundantes los primeros planos que nos acercan a la psicología de los personajes, ya que esta es una película de personajes, es de los actores, única y exclusivamente suya y hay que decir que todos lo hacen muy bien y aguantan los primeros planos excelentemente y eso no es fácil.

Con este film Sidney Lumet demuestra que con poco dinero y pocos medios se puede hacer una muy buena película.
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88 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¿Cómo se llama usted?
Dentro de esa sala no había sólo 12 hombres sin piedad; dentro se asfixiaba de calor la condición humana al completo.

La universalidad de la cinta de Lumet fascina. Reúne a 12 hombres, siéntalos alrededor de una mesa y proponles un tema de debate. Muy a menudo habrá...

... uno que opine conforme a sus prejuicios personales.
... uno que opine generalizando sus creencias.
... uno que opine dejándose llevar por sus vivencias emocionales.
... uno que opine lo que opinen los demás.
... uno que opine con clichés y frases hechas.
... uno que opine justo lo contrario de lo que opine el que opina con más acierto.
... uno que escuche a todos con educación, pero no se moje.
... uno que procure ser analítico con todas las opiniones, excepto con la suya.
... uno que no sabe qué opinar.
... uno que pasa de opinar y está mirando el móvil.

Los que coincidan, se hermanarán y lograrán imponer su opinión como verdad categórica, por disparatada que sea. ¡No falla! La deliberación de un jurado popular fue una manera, como otra cualquiera, que tuvo Reginald Rose de mostrárnoslo. Yo veo a estos 12 hombres a diario: en las terrazas de los bares, en las tertulias televisivas, en las cafeterías de las universidades, en las reuniones de vecinos... Se despliegan ante cualquier tema: partidos políticos, religión, historia, inmigración, sindicatos laborales, cine, terrorismo, economía, pena de muerte, música, educación, sanidad, eutanasia, literatura... ¡Da igual, todos estarán ahí, firmes, tomándose muy en serio!

Sólo hay uno que es menos dado a aparecer.

Alain Resnais, director de la nouvelle vague, comentaba que el autor debía buscar la situación inédita para el espectador; como medio para zarandearle, para que se cuestionase, para que replantease todo su sistema de creencias. Esto es extensible, no se reduce al cineasta. Fonda, quien afirmó sentirse especialmente orgulloso del papel que interpretó en esta película, aparece milagrosamente para ejecutar esta máxima y hacer que 'pensemos sobre lo que pensamos'. No impone nada: sólo invita a la duda cartesiana. Recurre a la mayéutica. Un ángel racional. Los 12 hombres acaban llegando a hechos objetivos, que estaban ahí; que podían verse, de pensar un poco... Sólo precisaban encerrarse durante horas en una habitación, pasar un calor infernal y que un número 8 les instara a dejar de ser prejuiciosos, emocionales, expeditivos, inflexibles, pusilánimes, irracionales e intransigentes, para poder, así, pensar. Es toda una heroicidad conseguirlo.

"—... y ahora no sé qué es la virtud; tú quizás lo sabías antes de hablar conmigo, pero ahora eres ciertamente igual a uno que no sabe".

Más de 2300 años después del 'sólo sé que no sé nada' aún somos muchos los que nos negamos a pensar que podríamos no saber nada en absoluto.

Gracias.
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70 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Sobre la duda razonable
Nunca hay que fiarse de alguien que afirme que no duda. Puede que la duda corroa, que asegure noches sin descanso, que carcoma el corazón de quien la padece. Pero un hombre que duda, es un hombre justo.
Y la duda, en "Doce hombres sin piedad", es la única herramienta de la que dispone el hombre justo para hacer justicia. No hay mejor arma que un intelecto bien armado y el saludable deseo de cuestionarse todo lo que nos rodea. El jurado del que forma parte Henry Fonda, el hombre dubitativo, es una representación viviente del otro extremo del espectro: nadie duda del veredicto que se va a pronunciar, ya sea por hartazgo, desidia, radicalismo, experiencia o ingenuidad.
Ver como Fonda va desmontando, pacientemente, el muro de certezas ajeno, va más allá de la obra maestra cinematográfica: es una lección de humanidad y de humanismo que trasciende la pantalla y llega hasta nosotros con la misma vigencia que tenía allá por los años cincuenta.

Nos hace creer que la justicia es posible más allá de la evidencia y que toda evidencia es cuestionable si existe el suficiente ímpetu e inteligencia para ponerla en tela de juicio.

Nos hace creer en la salvación.

Nos hace creer que si hay una madre para la justicia, es la duda.
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65 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
UNA SERIE DE DUDAS RAZONABLES
La ópera prima de Lumet es todo un clásico del cine de temática jurídica y todo un canto a la justicia más piadosa e imparcial.

Ya desde el primer fotograma, cuando la cámara de Lumet se mueve de forma ampliamente panorámica, mostrándonos los fuertes pilares del tribunal de justicia de la ciudad de NY culminando en la leyenda impresa en el frontispicio, parafraseando las palabras de George Washington: "...administration of justice is the most firmest pillar of good Government...", Lumet nos avisa que la cinta es todo un panegírico sobre la buena administración de la misma...

Así pues, Lumet opta para su ópera prima por la obra de corte teatral que el guionista de tv y productor Reginal Rose llevó hacía ya 3 años (1954) de entonces a la pequeña pantalla a través de la CBS,siendo el propio Rose junto con Henry Fonda (quien desde un principio no dudó en el personaje que quería caracterizar) los promotores-productores del "asunto", además de adaptar Rose su propia obra para la gran pantalla en las lides de guionista.

La calidad artística de la cinta es excelente, y uno empieza ya a atisbar los importantes proyectos futuros de uno de los más distinguidos e influyentes cineastas del panorama cinematográfico...

Una fotografía realmente espléndida a cargo de Boris Kaufman, ganador de un oscar por su trabajo en "La ley de la calle" de Kazan, realzada por unos primeros planos matadores de los rostros sudorosos de los 12 miembros de un jurado popular enclaustrados en una tórrida habitación de las dependencias judiciales para deliberar sobre la muerte de una persona y la posible muerte de otra...

...Y con una simplista pero efectista banda sonora a cargo de Kenyon Hopkins.

Aún con evidentes detalles todavía por pulir, sigue siendo una de las mejores cintas de cine judcial de la historia del cine y una entretenida y estupendamente narrada obra del director de mis admiradas "Tarde de Perros" y "Serpico"...

Toda una sorpresa que contó además con la colaboración de artistas tan aclamados como el propio Fonda (el flemático jurado nº 8), Jack Warden (el irreflexivo y desvergonzado jurado nº 7), L. J Cobb (el impulsivo y violento jurado nº 3), Martin Balsam (el sereno jurado nº 1 y presidente del mismo)...

...O el anciano miembro del jurado nº 9 Joseph Sweeney y/o el jurado nº 11 George Voskovec que participaron de la obra original para tv de 3 años antes...

Además de una obra de arte, una ingeniosa obra de introspección de personalidades y sensibilidades en busca de una unanimidad que condene o exima de culpabilidad y por tanto de una irrefutable pena de muerte, a un problemático niño de suburbio de 18 años, acusado de homicidio en primer grado por la muerte de su padre, un falsificador de monedas...

I M P R E S C I N D I B L E.
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90 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El número 8
Estamos, indudablemente, ante un auténtico ‘clásico’ del séptimo arte. Y digo ‘clásico’ porque, al margen de su añeja crianza (1957), la peli de Lumet reúne todo aquello que los amantes de aquel cine de entretenimiento con algo de mensaje esperamos encontrar en una obra de tales características: un extraordinario reparto (Fonda aparte, L.J.Cobb, Ed Begley y E.G. Marshall están inconmensurables), agilidad narrativa, una brillante dirección y una tensión dramática que apenas concede tregua en la hora y media que comprende su metraje.

Su estructura teatral no le resta ni un ápice de frescura a su envergadura cinematográfica, puesto que la cámara del jovencito Sidney no tan sólo evidencia un ‘savoir faire’ encomiable sinó que además se mueve como pez en el agua para extraer de gestos, miradas y comportamientos una verdadero testimonio de los prejuicios de la sociedad yankee y de las irregularidades de su cacareado sistema judicial. Todo ello en el marco de un tema tan polémico como el de la pena de muerte.

Henry Fonda interpreta uno de los mejores papeles de su carrera (el imparcial y ecuánime jurado número 8) y esgrime con sus ‘dudas razonables’ una de las puntas de lanza de cualquier sistema judicial que se precie (‘nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario’) para ir convenciendo paulatinamente al resto del jurado de su enquistado y envenenado razonamiento pequeñoburgués.

Una de esas pelis, en definitiva, que -como “Casablanca”, “El hombre tranquilo” o “Cantando bajo la lluvia”- conviene revisar de vez en cuando para no perder la fe en el cine. Obra maestra.
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55 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El Sistema en el banquillo de los acusados (y puesto en evidencia)
Lo que tenemos aquí va mucho más lejos que la simple categoría de cine. Lo que Lumet hizo, llevando esa obra teatral a los estudios de filmación y escogiendo a doce actores soberbios, fue asestar un mandoble directo a la yugular de la justicia.
No se trata de otro drama más de tantos en los que se circula por esas salas de juzgados presididas por el honorable juez, el fiscal que encabeza la acusación, el abogado encargado de la defensa, un jurado anónimo y casi invisible, el acusado de rostro lívido y expresión cercana al desmayo, y el público oyente.
Lumet no necesitó más que a los doce miembros que iban a decidir la suerte de un joven al que no llegamos a ver, pero cuyo caso se tornará tan familiar como si hubiésemos visto al chico en acción.
Doce hombres designados como jurado popular para deliberar y pronunciarse acerca de la inocencia o la culpabilidad de un muchacho de dieciocho años acusado de cometer parricidio. Hombres a los que no les agrada en absoluto que los hayan sacado de sus quehaceres, que no se han visto jamás, que proceden de distintos ambientes y entornos socioculturales, de diversas edades y que en realidad es prácticamente nada lo que saben acerca de la persona cuya vida depende de ellos.
Formar parte de un jurado en ciertas partes de los Estados Unidos conlleva mucho más que enviar a alguien a prisión. Conlleva enviarlos a la muerte.
¿Cómo se siente uno participando en un debate en el que está en juego una vida?
Lumet hizo sobrado honor a la obra de Reginald Rose captando en toda su magnitud su tremenda esencia.
¿Se puede juzgar a la ligera? ¿Las pruebas son irrefutables? ¿Las declaraciones de los testigos son infalibles? ¿Quién puede decidir acerca de la culpabilidad, si todas las evidencias no apuntan a ello y no se está plenamente seguro?
¿Se puede vivir con una conciencia en la que pesa el haber condenado a la silla eléctrica a un ser humano? La justicia humana no tiene derecho a ejecutar a nadie… Porque entonces la justicia también cae en el asesinato. Y nosotros no tenemos derecho a quitar la vida.
¿Pueden doce hombres que viven, respiran y sienten, privar a otro de su derecho a vivir? ¿Es así de sencillo?
Lumet y Reginald Rose, quien convirtió en guión cinematográfico su propia obra, asientan, en sólo noventa minutos, el germen de la duda razonable y recrean un microcosmos social en el que cada individuo representa unos rasgos de personalidad, de estatus y de ideología idiosincrásicos y propios de su procedencia, educación, nivel cultural y desarrollo y madurez personal. Así, se obtiene un rico abanico de registros que fluctúan por las posturas más radicales, cerradas y llenas de prejuicios, por posturas que andan por el término medio, más abiertas y razonables y susceptibles a la duda, y finalmente por la luz de la razón, de la ecuanimidad y del reconocimiento de los errores humanos.
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37 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
No le pongo un 10 por una duda razonable.
Doce tíos. Doce personalidades distintas. Me juego el cuello a que no comparten ni signo del zodiaco. Un desfile de calvas, entradas, entradillas, media-luna, cuarto menguante, cortinilla... Son un jurado popular. Encerrados en un cuarto. Discuten sobre un caso a priori claro. Hace más calor que durmiendo con Chewbacca. Más sudor que en la camiseta interior de Camacho. Encima bochorno. El ventilador no funciona. ¡Vaya, ahora llueve! Con este simple material Lumet hace más que muchos otros directores con 200 millones de dólares.

Genial narración, no vemos que pasó pero lo sabemos al dedillo gracias a los diálogos, que muestran fielmente cada uno de los caracteres de los personajes. Tú te conviertes en el decimotercer miembro del jurado, pero cuando quieres decir algo que no te queda claro, casi siempre te calla alguien que con su acertada intervención o te quita de la boca lo que ibas a decir o te aclara la duda. Aunque a mí me quedó una que diré en Spoiler.

Buena dirección, buena interpretación y una lección de cómo se cuenta una historia, sin olvidar la parte crítica del asunto judicial. Hay que verla al menos una vez en la vida. En verano mejor que no.

Voy a Spoilear. Y olé el 4 y el 9.
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40 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Grata sorpresa
En una época en la que abundan las superproducciones, grandes en presupuesto y efectos especiales, pero escasas de imaginación y talento, se valora más esta película. Bajo una aparente sencillez (la trama se desarrolla en su mayor parte en una habitación), se esconde una compleja reflexión sobre la conducta humana, los prejuicios y la justicia.

Un guión soberbio dibuja a unos personajes muy reales, en cuyo comportamiento nos podemos ver reflejados cualquiera de nosotros.

En definitiva "Doce hombres sin piedad" es una película que no ha envejecido y que nos invita a reflexionar sobre el triunfo de la razón y la lógica sobre la sinrazón, la importancia de las minorias y la enorme responsabilidad de un jurado ante un presunto asesino.
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32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El beneficio de la duda
Primer largometraje de Sidney Lumet (Filadelfia, 1924), formado en el teatro y la televisión. El guión, de Reginald Rose, adapta el que el propio autor escribió para el film televisivo “Twelve Angry Men” (1954), que emitió la cadena CBS. Se rueda en 17 días en la Sala del Jurado (Jury’s Room) del Tribunal Superior de Justicia de NY, con un modesto presupuesto de 340.000 USD. Nominado a 3 Oscar (película, director y guión adaptado), gana el Oso de oro (Berlín). Producido por Henry Fonda y Reginald Rose para Orlon/UA, se estrena el 13-IV-1957 (NYC, NY).

La acción dramática tiene lugar en el verano de 1956, a lo largo de una sesión única de algo más de 3 horas. Henry Fonda es el vocal nº 8 del Jurado que ha de juzgar la culpabilidad de una muchacho hispano de 18 años, acusado de homicidio en primer grado por la muerte de su padre. El Jurado consta de 12 miembros, elegidos al azar, entre personas que no se conocen entre sí, que no conocen al acusado y que han superado las pruebas de aptitud establecidas. En la votación previa con la que da comienzo el debate a puerta cerrada, el jurado nº 8 es el único que se posiciona a favor de la inocencia del acusado en aplicación del beneficio de la duda (“In dubio pro reo”), porque las pruebas aportadas no son concluyentes.

El film desarrolla un drama judicial, uno de los más sobresalientes, conocidos y emblemáticos del cine americano. Respeta los principios clásicos de unidad de tiempo, lugar y acción, tan apreciados por Lumet. La acción tiene lugar en un solo espacio, el Jury’s Room, salvo unos breves planos iniciales de la sala de juicios y una imagen rápida del rostro del reo, un joven hispano (posiblemente puertorriqueño), conflictivo, que a los 9 años perdió a la madre, ha vivido en reformatorios e internados, cuenta con antecedentes de robo y asalto y es hijo de un padre violento, que le maltrata y que ha sufrido penas de prisión por falsificar papel moneda (billetes).

Ofrece una excelente construcción de caracteres, bien diferenciados y ricos en matices, que representan un amplio espectro de la sociedad americana. Los personajes más destacados son el jurado nº 8 (Fonda), liberal, equilibrado, ecuánime e íntegro; el jurado n º 3 (Cobb), impulsivo, amargado, violento y de pocas luces; el jurado nº 7 (Warden), irreflexivo y desconsiderado; el jurado nº 9 (Sweeney), jubilado, entrado en años, lúcido y perspicaz; el jurado nº 12 (Webb), publicista presumido y voluble; el jurado nº 10 (Begley), intolerante y con prejuicios étnicos; el jurado nº 1 (Balsam), que preside el Jurado con permisividad y templanza, etc.

Es una obra de personajes y actores. Las interpretaciones del conjunto del elenco son magníficas. Son destacables las de J. Lee Cobb, Fonda, Begley, Balsam, Sweeney y otras. El líder formal del grupo es el jurado nº 1, el líder informal autoritario es el jurado nº 3 y el líder natural democrático es el jurado nº 8.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
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27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Doce tipos encerrados en una sala
¿Se puede hacer una obra maestra con tan sólo 12 personajes encerrados en una habitación durante todo su metraje y cuya única actividad consiste en hablar?
Yo creo que si, y esta cinta es una muestra de ello.

Porque para hacer un peliculón no hace falta un argumento creible, ni una historia convincente, ni siquiera contar con un gran plantel de actores (exceptuando a Henry Fonda, los otros no son demasiado conocidos en este film), sólo se necesita ingenio y ganas de hacer una obra de arte, y en este aspecto el señor Lumet vió la luz.

Cuando empecé a verla, francamente, me esperaba una cosa distinta: un atípico drama judicial, con una resolución complicada y mucho dramatismo. ¿Acaso este no lo es? Puede que sí, pero tiene algo que pocas películas me han podido mostrar: una lección moral increible y una crítica brutal a los prejuicios del ser humano.

La persona es una máquina imperfecta, que cree que todo lo puede solucionar sin hacer caso a esa vocecita que se llama conciencia, sólo mediante pruebas y hechos creemos que todo lo podemos solucionar y, amigos, eso no es así. Existen distintos puntos de vista, distintas maneras de pensar, y en esta película se nos muestra de una manera soberbia. Las dudas a veces pueden hacernos reflexionar bastante, y si son razonables aún mas.

Una lección ética que debería ser de obligada visualización en las escuelas.
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26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Cine sin aditivos
Después de volver a ver "Antes que el diablo sepa que has muerto" y maravillarme con la elaboración narrativa del abuelo Lumet, llega a mí debilitada memoria el recuerdo de la gran obra maestra "Doce hombres sin piedad". La película invita a algo tan olvidado en estos tiempos como es la reflexión ética, convirtiendo su visionado en un ejercicio de reciprocidad inigualable; digno de obligatoriedad en cualquier aula.
Ese acercamiento a la prehistoria cinematográfica me hace recordar los planteamientos teatrales con los que nacía el cine, y me doy cuenta de como se ha ido separando de esa autenticidad. Es difícil ver una película que no este condimentada de manera exagerada, y más desde la llegada de los "ordeñadores". La industria teme el déficit de tal manera que no le resulta un impedimento aniquilar el razonamiento, así como arrebatar al espectador su capacidad intelectual. ¿Y cómo lo consiguen?, cegándonos con basura disfrazada de entretenimiento. Palabra que repica subliminalmente a la hora de elegir que película ver, por que no hay más que ver la taquilla todas las semanas.
Aunque no lo parezca, lo escrito con anterioridad es el mejor piropo para "Doce hombres sin piedad", ya que se escapa de todo esto como lo hiciera el maestro Houdini. Defiendo y defenderé el cine sin aditivos
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25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Cine en estado puro
La película es el perfecto ejemplo para demostrar que no es necesario mucho dinero en decorados y efectos especiales para hacer una gran película, ya que, a pesar de contar con un solo escenario, no pierde la intensidad en ningún momento. El guión es redondo y las actuación de Henry Fonda es de las que quedan para siempre grabadas en la retina del espectador. Doce hombres sin piedad es una crítica feroz al sistema judicial americano y, ya de paso, a toda la sociedad. La evolución de los pensamientos de los miembros del jurado que están encargados de mandar a la silla eléctrica a un presunto asesino es realmente impresionante. El espectador, poco a poco, va introduciéndose en el papel de esos doce hombres y ejercita su mente en busca de pruebas que demuestren la culpabilidad o la inocencia. En mi opinión la mejor película de Sidney Lumet y una de las mejores de la historia del cine en su género.
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21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Magnífica pieza teatral
Magnífica pieza teatral llevada al cine por el reconocido director Sidney Lumet. El film es tan simple como genial, pues trata por entero de las deliberaciones llevadas a cabo dentro de una sala por los doce miembros de un jurado en un juicio por asesinato. Al principio la mayoría parece tenerlo muy claro, pero la duda en uno de los miembros hará recapacitar al resto sobre la sentencia final. Henry Fonda es el protagonista, fantástico de principio a fin, magistral en sus gestos y reacciones, siendo amo y señor de la escena. Fonda se enfrenta, en solitario a once hombres que pensaban enviar al acusado a una muerte segura. En dicha confrontación Lumet hace un auténtico estudio de la sociedad norteamericana, con variados personajes que quieren la pena capital por distintos motivos, algunos de ellos totalmente irrelevantes con respecto a lo reflejado en el acta judicial. "Doce hombres sin piedad" es un claro exponente de guión de calidad, algo que ocurría mucho cuando no existían enormes efectos especiales, pues había que entretener al espectador de otra manera.
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21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La habitación del pánico
El tipo corriente, hábil con la palabra y la educación por delante, ¡usted primero, caballero!, inteligente y resabiado, ¡Sapientín!, mirada viva y feroz, y las cejas curvadas al igual que los signos de interrogación, jamás lo he soportado. Expresión de “esto no es así y descubriré qué ocurrió, sospecho aunque no haya indicio alguno. Continúe por favor” y malabarista de las pistas falsas, ficticio personaje lúcido, pero también inaguantable. ¿Y es que alguien no se imagina cómo termina tal invento? Que conste que una película con final predecible no me parece criticable por este detalle, pero sí por ser previsible desde su comienzo con los discursos marcados y la metamorfosis conocida de los personajes influidos por la conducta admirable del protagonista.


Aunque no llevase lupa ni pipa ahumada Sherlock Holmes estaba sentado en aquel juicio... de jurado.

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El ritmo activo y la facilidad de visión la hacen accesible, muy accesible. Es decir, que la película no pesa y se nota.

Otra de esas cintas que tienen más mérito teatral que cinematográfico.
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52 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Microcosmos
Doce hombres encerrados en una habitación o como mostrar el comportamientos de arquetipos humanos universales y sus respectivas pautas de comportamiento.
Una reflexión sobre las motivaciones íntimas del ser humano que no dejará frío a nadie con más de una neurona.
Y rodada con un ritmo e intensidad hipnótico gracias a su dirección de diapasón y reparto sublime.
Obra maestra sin contemplaciones.
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19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
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