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Críticas ordenadas por:
Éxodo: Dioses y Reyes
Éxodo: Dioses y Reyes (2014)
  • 5,2
    23.206
  • Estados Unidos Ridley Scott
  • Christian Bale, Joel Edgerton, Aaron Paul ...
3
Canarywood (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
Cada cierto tiempo Hollywood recurre a pasajes bíblicos para llevar a la gran pantalla historias mayestáticas con miles de extras e imágenes grandilocuentes. Si a principios de año nos llegó una extravagante e interesante versión de “Noé”, orquestada por Darren Aronofsky, ahora es el turno de “Exodus: dioses y reyes”, firmada por Ridley Scott.
No me voy a andar por las ramas, Ridley Scott es uno de los directores más sobrevalorados de los últimos 40 años. El origen de este dislate radica, por una parte, en que la segunda (“Alien, el octavo pasajero”, 1979, que contó con el fantástico diseño abisal de H.R. Giger) y la tercera película (“Blade Runner”, 1982, cuyos efectos especiales deben su mérito a Douglas Trumbull) que dirigió son dos obras maestras contemporáneas; y, por otra parte, por la tendencia a otorgar todo el mérito o el demérito de un filme al realizador. Tres ejemplos, que todos conocemos, “Lo que el viento se llevó” (1939), “Poltergeist” (1982) y “Pesadilla antes de Navidad” (1992) echan por tierra esta teoría. Por la primera desfilaron hasta cinco directores bajo los auspicios del productor David O. Selznick; en la segunda, Spielberg, en funciones de productor impuso su criterio sobre el del director Tobe Hooper; y en el tercer caso, Tim Burton cedió la dirección a Henry Selick, pero manejó los hilos desde la producción.
Al margen de los títulos mencionados y de “Los duelistas” (1977), “Hannibal” (2001), “Black Hawk derribado” (2001) y “American Gangster” (2007) el resto de la filmografía del realizador británico se reduce a casi una veintena de largometrajes de puro consumo, incluyendo éxitos comerciales como “Thelma & Louise” (1991) o “Gladiator” (2000). La puntilla es haber empleado unos planos que ya había utilizado Stanley Kubrick en el principio de “El resplandor” (1980) para el final de “Blade Runner” (1982).
Las comparaciones son odiosas, pero inevitables. Durante casi todo el visionado de “Exodus: dioses y reyes” estuve pensando en las magníficas interpretaciones de Charlton Heston y Yul Brynner en “Los diez mandamientos” (1956), de Cecil B. DeMille (que ya había rodado una primera versión en 1923), que no superan el siempre eficaz Christian Bale (que ya dio cuenta de su valía con 12 años en “El imperio del fuego”, 1987) ni Joel Edgerton (“Animal Kingdom”, 2010). El elenco se completa con papeles testimoniales de Ben Kingsley, Sigourney Weaver, John Turturro, Aaron Paul y la insípida María Valverde para configurar un largometraje tan mediocre como ese mamotreto fílmico que es “Alexander” (2004, Oliver Stone), ya que carece de pulso narrativo y está caracterizado por diálogos plúmbeos repletos de frases lapidarias. Particularmente encuentro más entretenido leer la Biblia que ver esta nueva versión audiovisual de la peregrinación del pueblo hebreo, que prefiere centrarse en el duelo fratricida entre Moisés y Ramsés II a hacer hincapié en el tema de la esclavitud como la película de De Mille. Respecto a la música, Alberto Iglesias sigue las directrices del tono mesiánico de las notas de Elmer Bernstein.
En lo único que mejora a la versión de los 50 de “Los diez mandamientos”, que tampoco es un título redondo, es en los espectaculares efectos especiales, que alcanzan su cenit en la vertiginosa persecución en la que los carros egipcios caen por un desfiladero y en la espectacular apertura de las aguas del Mar Rojo. También concita la atención que se haya sustituido el mensaje evangelizador de De Mille por una duda más que razonable de si Moisés no era más que un iluminado (ejemplificado en la figura del Niño-Dios).
El rodaje de “Exodus: dioses y reyes” se desarrolló en 2013 en Inglaterra y España (Almería, Fuerteventura y Lanzarote). De hecho uno de los principales aciertos del filme son los parajes desérticos de Lanzarote y Fuerteventura. A lo largo del 2014 se han rodado en Canarias una docena de largometrajes no canarios que han buscado beneficiarse del régimen especial de la Zona Especial Canaria (ZEC), así como de las ventajas y exenciones en el Impuesto General Indirecto Canario (IGIC), el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados (ITP y AJD) y en la Repatriación de dividendos para empresas no residentes. Este año se han rodado en las islas títulos significativos como “Nobody Wants the Night”, de Isabel Coixet; “Ma Ma”, de Julio Medem; “Felices 140”, de Gracia Querejeta; “Wild Oats” con Demi Moore o “Rec 4”, de Jaume Balagueró.
No es la primera vez que esto acontece. Señeras películas como “Moby Dick” (1955), de John Huston; “Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra” (1968), producida por Hammer Film y Warner Bros o “Fata Morgana” (1970), de Werner Herzog se localizaron en su momento en la geografía isleña. Algunos ilusos han llegado a hablar de “Canarywood”. No se lleven a engaño desde que desaparezcan las ventajas fiscales de las que disfrutan estas producciones audiovisuales dejaran de venir a rodar a Canarias y volveremos a tener muchas horas de sol para ir a la playa.
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Magia a la luz de la luna
Magia a la luz de la luna (2014)
  • 6,1
    18.518
  • Estados Unidos Woody Allen
  • Emma Stone, Colin Firth, Marcia Gay Harden ...
6
El ilusionista (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
La película número 43 en la filmografía de Woody Allen confirma que es uno de los grandes ilusionistas de la historia del cine como lo fueron en su momento George Méliès o Jacques Tati. El propio cineasta neoyorquino se encarga en el prólogo de “Magia a la luz de la luna” de desvelar que el cine y la magia son mecanismos que tienen mucho en común: son una mentira necesaria.
La angustia existencial, el autoanálisis o los pensamientos sombríos, lugares comunes del cine de un octogenario Allan Stewart Königsberg no hacen acto de presencia en su última propuesta cinematográfica; que acude fiel a su cita anual con las pantallas (solo se ausentado en dos ocasiones desde 1966) para ofrecernos una nueva visión sobre el sempiterno tema de la pareja revestido de un halo de nostalgia al situar la trama en la Belle Époque, lo cual la emparenta con “Midnight in París” (2011). También presenta concomitancias con “La maldición del escorpión de Jade” (2001) al ser un prestidigitador el protagonista y con “Si la cosa funciona” (2009) al presentar una pareja, aparentemente, antagónica. En este caso, se trata de una nínfula vidente (Emma Stone) y un racional mago cuyo cometido es desenmascarar a los impostores del más allá (Colin Firth). Entre ellos surgirá un romance que pondrá en entredicho la realidad y los hechos de la existencia tal y como los concebimos ya que todos necesitamos espejismos para afrontar la vida. “La vida es una situación tan trágica que solo negando la realidad sobrevives”, afirmaba recientemente en una entrevista concedida a “El País”.
Lo que no echaran en falta los acérrimos seguidores del artífice de “Zelig” (1983) son sus diálogos exquisitos, unos personajes que se mueven en las esferas de la alta burguesía o la música jazz o clásica de compositores como Beethoven o Stravinsky. El último Allen ha sido acusado de presentar postales turísticas de ciudades europeas como Barcelona, París, Londres o Roma pero si precisamos, en realidad lo que ha mostrado en sus películas del periodo europeo es la cara amable de los lugares en los que ha encontrado atisbos de felicidad.
El cine de Woody Allen, al igual que el de Clint Eastwood, va por añadas. Sus películas presentan una inconfundible denominación de origen, que en ocasiones ofrecerá grandes reservas como “Manhattan” (1977), “Hannah y sus hermanas” (1986), “Maridos y mujeres” (1992) o “Match Point” (2005). En 2014, al igual que el autor de “Jersey Boys”, ofrece un vino joven que se paladea con gusto, pero que no deja una huella indeleble. “Magia a la luz de la luna” es una de esas películas que la crítica de cine denominará “menor” en el sendero fílmico de Allen, pero que demuestra que el genio neoyorquino es capaz de levantar una película solo con cuatro pinceladas.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interestelar
Interestelar (2014)
  • 7,9
    103.668
  • Estados Unidos Christopher Nolan
  • Matthew McConaughey, Anne Hathaway, David Gyasi ...
7
Sinfonía visual (publicada en el periódico El Día de Tenerife el 21 de noviembre del 2014)
En el año 2000 dos nuevos directores estrenaban dos aldabonazos fílmicos: “Memento” y “La sombra del vampiro”, el artífice del primero se ha convertido en uno de los cineastas indispensables del Hollywood actual gracias a títulos como “El truco final (El prestigio)” (2006), “Origen” (2010) y revitalizar la saga de Batman con “Batman Begins” (2005), “El caballero oscuro” (2008) y “El caballero oscuro: la leyenda renace” (2012). Sin embargo, el nombre de E. Elias Merighe ha caído en saco roto. Tras el brillante acercamiento al rodaje de “Nosferatu” (1922), el realizador estadounidense se ha desdibujado y solo ha conseguido estrenar el desconocido largometraje “Sospechoso cero” (2005).
A 180 grados se encuentra la carrera del londinense Christopher Nolan, que con su novena película ha concitado la atención mundial. “Interstellar” es una superproducción de ciencia-ficción (ha costado casi un millón de dólares por minuto) que plantea un futuro no muy lejano: la necesidad de la especie humana de buscar un nuevo hogar ejemplificado en la frase que se dice en un un momento dado del filme “la Humanidad nació en la Tierra, pero su destino no es morir aquí”.
Siguiendo las tesis del físico Kip Thorne, especialista en la teoría de la relatividad, los agujeros de gusano y las curvaturas espacio temporales, “Interstellar” nos adentra en un apasionante viaje espacio-temporal que presenta ecos resonantes del clásico de Stanley Kubrick, “2001: odisea en el espacio” (1968). Es Nolan un hacedor de poderosas imágenes (como la grandilocuente escena de la magna ola), en las que los efectos especiales están al servicio de una historia tan imbricada que habrá que ver la película en varias ocasiones para apreciarla en toda su magnitud. Si en “Origen” exploraba el mundo onírico, en “Interstellar”, al igual que el cine en general, Nolan juega con los límites del tiempo.
La plasticidad de las imágenes se complementa con la genial partitura de Hans Zimmer, de tal manera que la música marca el ritmo narrativo de las imágenes, las notas musicales transitan entre lo intrigante, lo sincopado y lo ascético. Sería injusto no mencionar a Jonathan Nolan, que ha coescrito el complejo guion de “Interstellar”. No es la primera vez que trabajan juntos, ya que el hermanísimo también ha colaborado en los textos de “Memento”, “El truco final (El prestigio)”, “El caballero oscuro” y “El caballero oscuro: la leyenda renace”. Temáticamente emparentada con la reciente “Gravity” (2013), de Alfonso Cuarón, ya que ambas abordan el instinto de supervivencia, también guarda paralelismos con la controvertida “El árbol de la vida” (2011), de Terrence Malick, ya que los dos son filmes a los que les puede acuñar la expresión de “bigger than life”.
Respecto a la parte actoral encabeza el reparto el singular Matthew McConaughey, que tras protagonizan en sus inicios todo tipo de bodrios (incluyendo un infame remake de “La matanza de Texas” en 1994 junto a Renée Zellweger) se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los intérpretes más sólidos del panorama fílmico gracias a sus interpretaciones en “Mud” (2012), “El chico del periódico” (2012), “Dallas Buyers Club” (2013) o la primera temporada de la serie de televisión “True Detective” (2014). Le da la réplica Anne Hathaway, una actriz poco convincente, que por lo visto es odiada en las redes sociales por razones extracinematográficas. Michael Caine repite como actor fetiche de Nolan, también aparece el recuperado West Bentley (tras “American Beauty”, 1999, entró en una espiral de autodestrucción), así como el ubicuo Matt Damon, la pipiola Mackenzie Foy o la siempre eficaz Jessica Chastain.
En definitiva, “Interstellar” presenta una parte científica, que ahonda en los misterios insondables de la galaxia; y una parte emocional (imbuida por el cine de Spielberg), en la que el amor es concebido como motor universal y en la que se reflexiona sobre lo que nos convierte en seres humanos.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
[•REC] 4: Apocalipsis
[•REC] 4: Apocalipsis (2014)
  • 4,3
    9.570
  • España Jaume Balagueró
  • Manuela Velasco, Héctor Colomé, Mariano Venancio ...
4
Delete (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
Es evidente que la saga de terror “made in Spain” más famosa y rentable toca a su fin. Permítanme resumir la situación para refrescarnos la memoria. Desde sus cortometrajes “Alicia” (1994), en el que mostraba el parasitismo de la maternidad, y “Días sin luz”, en la que reflejaba los excesos del sadomasoquismo, Jaume Balagueró siempre ha sentido predilección por lo sórdido y malsano. En 2006 dirige la “TV movie” “Para entrar a vivir” (emitida en enero de 2007 por Tele 5). Y ahí estaba el germen de “[REC]” (2007).

En la primera entrega predominaba la sintaxis propia del lenguaje televisivo, convirtiéndose en un visceral ejercicio de “reality horror”, que puso de acuerdo a público y crítica. Dos años después llegó la entretenida secuela, en la que se abogaba por emular a los videojuegos en primera persona tipo “Doom”. En 2012, la tercera parte supuso una ruptura radical con sus predecesoras, ya que prevale el lenguaje propio del 35 milímetros y Manuela Velasco era sustituida por Leticia Dolera. Aunque ya había perdido frescura conservaba algunos momentos logrados como la escena subterránea en la que la protagonista descoyuntaba a los infectados con una sierra mecánica.

Y llegamos a la cuarta entrega donde el uso de varios tipos de cámara se vuelve a convertir en marca de la casa. La trama se sitúa en un barco, denominado sintomáticamente Zaratustra, y Velasco reaparece en una continuación de la segunda parte. Uno de los principales problemas de los que adolece “[REC] 4: Apocalipsis” es que se autorreferencia en exceso. El torbellino de sensaciones extremas de la primera se torna en predecible en la cuarta, que muestra, inequívocos síntomas de agotamiento. Al margen de una buena puesta en escena y el maquillaje, obra de Alma Casal, todo lo demás es olvidable. Las escenas de terror están más que trilladas, las secuencias claustrofóbicas de pasillos con escasa iluminación no sorprenden a nadie a estas alturas. Y menos con una banda sonora tan subrayante. Particularmente me da más “miedo” el documental que Balagueró rodó en 2002 sobre la gira de “Operación triunfo”, titulado “OT: la película”.

El cinéfilo se podrá entretener rastreando las referencias a clásicos del terror como el final a lo “Alien: el octavo pasajero” (1979), la escena del batido gore a lo “Braindead, tu madre se ha comido a mi perro” (1992) o las camisas que lleva el friki que bebe los vientos por la reportera de televisión: “Nosferatu” (1922) y “Ultimátum a la Tierra” (1951).

El “casting”, supervisado por el tinerfeño Diego Betancor, no resulta muy afortunado. Críspulo Cabezas, uno de los adolescentes de “Barrio” (1998) ha perdido el norte; Paco Manzanedo, forjado en series como “Sin tetas no hay paraíso”, muestra sus limitaciones interpretativas; el personaje, supuestamente humorístico, de la anciana, que encarna María Alfonsa Rosso, es cargante. Hasta el rol que protagoniza Héctor Colomé es poco convincente. Asimismo, Manuela Velasco está demasiado histriónica. De los pocos que se salvan de la quema están Ismael Frischi, el simpático friki, y Khaled Kouka, actor tunecino afincado en Tenerife, que también figura en los créditos de títulos recientes como “El Niño” (2014) y “Proyect 12: The Bunker” (2013).

En definitiva, “[REC] 4: Apocalipsis”, rodada en gran medida en Las Palmas de Gran Canaria, es una decepcionante cinta de terror que imita la serie de terror de serie B “made in USA”, perdiendo la referencia de la Fantastic Factory. Para públicos poco exigentes.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Relatos salvajes
Relatos salvajes (2014)
  • 7,7
    68.866
  • Argentina Damián Szifrón
  • Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia ...
6
El ciudadano se rebela (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
El cine argentino reciente, caracterizado por diálogos precisos e historias apegadas a la realidad, como clarifican títulos como “Garage Olimpo” (1999), “El hijo de la novia” (2001), “Kamchatka” (2002), “El camino de San Diego” (2006), “Leonera” (2008) o “Buenos Aires, 1977” (2009), últimamente está sorprendiendo por la apuesta por el cine de género como demuestran “El secreto de sus ojos” (2009), “Fase 7” (2011), “Séptimo” (2013) y esta “Relatos salvajes”.

La diferencia de “Relatos salvajes” con “El secreto de sus ojos”, “Séptimo” o “Fase 7” es que toma la realidad como materia prima para plasmar una comedia impregnada de humor negro. La película está dividida en seis episodios, inspirados tibiamente en la serie de televisión “Cuentos asombrosos” (1985-87), de Steven Spielberg, y el primero de ellos, que funciona como prólogo, nos introduce en un juego cinematográfico que busca la complicidad con el espectador que vive estresado en zonas urbanas. Los tres primeros episodios están protagonizados por tres de los mejores actores argentinos del momento: Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín. “Relatos salvajes” fue uno de los filmes más vitoreados en el último Festival de Cannes y la razón hay que buscarla en el hecho de que cualquiera se puede sentir identificado con la historias que protagonizan los personajes de “Relatos salvajes”. ¿Quién no ha tenido un altercado verbal al volante de un coche?, ¿quién no se ha dado de bruces con la burocracia? o ¿quién no ha tenido que pagar una injusta tasa económica? Lo que explica que el público se ría a carcajadas como forma de liberar tensiones.

Enfados cotidianos que nada tienen que ver con el subgénero de justiciero urbano, que encontró en Charles Bronson a su máximo representante en los años 60 y 70. De todo la maraña de títulos que acarreó este género solo recuerdo un título digno de mención: “El ciudadano se rebela” (1974), protagonizada por Franco Nero. “Relatos salvajes” se desmarca de este tipo de cine al usar el sentido del humor como coartada.

Damián Szifrón teje un sólido ejercicio de justicia poética canalizado por medio de la violencia catártica. Szifrón se aprovecha de la crispación social que se palpa en Buenos Aires para reflejar con inteligencia y sentido del humor los detonadores de la violencia no para llamar a la rebelión ciudadana sino para reírnos de las pequeñas miserias de la vida cotidiana para no llegar a explotar en cualquier momento como le pasa al personaje de “Un día de furia” (1993), de Joel Schumacher. Szifrón no es un recién llegado. Este es su tercer largometraje tras “El fondo del mar” (2003) y la singular “Tiempo de valientes” (2005). Procedente del mundo de la televisión, su mayor éxito hasta la fecha había sido la serie “Los simuladores”, que demuestra que también se sabe desenvolver en tramas más amables.

Uno de los principales aciertos de la cinta producida por los hermanos Almodóvar es su poderío visual que resalta sobremanera en el episodio de la batalla automovilística, que recuerda al “Diablo sobre ruedas” (1971), de Spielberg. Planos cenitales, cámaras a ras de suelo, planos imposibles… forman parte del despliegue visual de una película que pretende ser un ajuste de cuentas con una realidad injusta ejemplificada en la imagen en la que varios ciudadanos sacan dinero de varios cajeros automáticos para pagar multas o en la frase, enunciada por uno de los desquiciados personajes: “Los hijos de puta gobiernan el mundo”.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La isla mínima
La isla mínima (2014)
  • 7,2
    72.587
  • España Alberto Rodríguez
  • Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Nerea Barros ...
8
El caso (publicada en el periódico El Día de Tenerife el 3 de octubre del 2014)
Los iniciales títulos de crédito, que muestran un plano cenital de las marismas del Guadalquivir, simulando los vericuetos del cerebro humano, nos adentran en el terreno pantanoso de la desaparición de dos adolescentes.
El guion de Rafael Cobos y Alberto Rodríguez nos sumerge en un rincón de la España rural de 1980, en la que los lugareños arrancan las vísceras de los pescados con sus propias manos, en la que existen pintadas en las paredes revindicando un jornal justo, en la que hay ventas desvencijadas y resquicios franquistas, donde termina por salir a relucir parte de las miserias del ser humano.
Da la impresión de que Cobos y Rodríguez han cogido uno de aquellos sucesos que aparecían en el semanario “El Caso” (1952-1997) y han creado un sólido “thriller” policíaco. De hecho, uno de los personajes de la intriga es el periodista Manolo Solo, que escribió en la susodicha publicación. Cine de género que funde sus raíces en la España profunda. Una España sórdida y cochambrosa. De iconos cristianos y sexo soterrado, en la que las reivindicaciones obreras y las discotecas se dan la mano.
Los dos policías que investigan el incidente, representan las dos Españas de la época. En seguida se ponen de manifiesto sus diferencias generacionales e ideológicas. Javier Gutiérrez encarna al agente de la ley procedente del antiguo régimen, acostumbrado a emplear la violencia en los interrogatorios. Mientras, que Raúl Arévalo representa el futuro incierto al que camina un país que acaba de salir de 36 años de dictadura. El primero, dice en un momento dado: “Este país no es democrático, no está acostumbrado”. Al segundo le replica su superior: “Este ya es otro país”.
“La isla mínima” es una película de actores. Y el que lo borda es Javier Gutiérrez, en el que probablemente sea el mejor papel de su vida, lo que le ha valido el Premio al Mejor Actor en el reciente Festival de San Sebastián. Le secunda un impecable Raúl Arévalo. Entre las féminas destaca Nerea Barros, que compone el papel de una abnegada y compulgida madre. Antonio de la Torre es el padre apegado a la tierra, que reniega de sus casquivanas hijas. La breve aparición del protagonista de “El Niño”, Jesús Castro, confirma que tiene presencia, pero que todavía le queda un largo camino para convertirse en un buen intérprete.
No hay que buscar referentes estadounidenses tipo “Mud”, “Paperboy” o la serie “True Detective”, ya que “La isla mínima” es netamente española. Tiene la esencia de “El séptimo día” (2004), de Carlos Saura, pero se desmarca de ella y apuesta por emplear los recursos propios de una trama de intriga como el uso de planos a distancia para generar intriga.
Su ambientación y estética embriagadora, repleta de parajes perturbadores (que alterna escenas en zonas húmedas y tierra árida) han sido recompensadas con el Premio a la Mejor Fotografía para Álex Catalán en el Zinemaldia, donde también se ha hecho acreedor del Premio Feroz, otorgado por la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, que reúne a periodistas y críticos. Entre sus secuencias sobresale la del plano cenital de la lluvia en el momento culminante de la historia, que recuerda al de “Celos” (1999), de Vicente Aranda.
Alberto Rodríguez, con solo seis títulos, se ha granjeado una trayectoria fílmica digna de ser seguida de cerca. Tras debutar con la simpática comedia “El factor Pilgrim” (2000), codirigida con Santi Amadeo, rodó la curiosa “El traje” (2002); a la que le siguió ese trozo de realidad vigorosa que fue “7 vírgenes” (2005). Tras la fallida “After” (2009), llegó la trepidante “Grupo 7” (2012). Su última propuesta, “La isla mínima”, siendo una notable película, da la impresión de que podía haber sido más redonda. Supongo que la “culpa” la tiene el engañoso tráiler.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perdida
Perdida (2014)
  • 7,3
    68.261
  • Estados Unidos David Fincher
  • Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris ...
6
Cluedo (publicada en el periódico El Día de Tenerife el 17 de octubre del 2014)
La décima película de David Fincher supone la vuelta a la senda del cine de calidad del director de “Zodiac” (2007) tras dos filmes mediocres como fueron “Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres” (2011) y la taquillera “La red social” (2010). En televisión si ha escanciado su talento en la primera y segunda temporada de la serie “House of Cards”, en calidad de director y productor ejecutivo.
Parte de la crítica de cine (incluyendo al ínclito Carlos Boyero) comete el craso error de otorgar todo el mérito (o demérito) al director de una película. En este caso en concreto, la valía del argumento es de la escritora Gillian Flynn, que adapta su propio y homónimo “best-seller”. Partiendo de una premisa personal (vivir en primera persona el despido laboral), Flynn teje una amalgama de géneros, que destila la influencia de Patricia Highsmith, la artífice de “Extraños en un tren”. La alambicada trama parte de un matrimonio de dos jóvenes profesionales del periodismo que ven cómo su vida cambia con la pérdida de su trabajo y la desaparición de ella el día del quinto aniversario de su boda. Flynn juega con el espectador como el perro con el gato. Desde el principio del argumento se plantea un juego, ejemplificado en el momento en el que personaje que encarna Ben Affleck le entrega el juego “Mastermind” a su hermana en el bar, a partir del cual el protagonista empieza a encontrar una serie de pistas que ponen en tela de juicio si el marido es culpable o inocente. El filme, que empieza de forma convencional, tiene un giro de trama hacia la mitad del metraje que propicia que su interés vaya “in crescendo” y vaya ganando terreno el rol del personaje interpretado por Rosamund Pike, en su mejor papel hasta la fecha tras títulos como “Los sustitutos” (2010) u “Orgullo y prejuicio” (2005).
El principal valor de “Perdida” es que juega con los roles de víctima y verdugo en un contexto social dominado por dañinos estereotipos. Asimismo, pone en la picota la percepción de la realidad por parte de la voluble opinión pública alimentada por el circo mediático al que dan pábulo los fabuladores del denominado “porno trágico”. Se constituye en una sátira de determinados medios de comunicación que solo parecen buscar el escarnio público, que Ben Affleck conoce en carne propia por su extinta relación con Jennifer López, y del que parece ajustar cuentas en la escena en la que decide reconocer su adulterio en público.
El mérito de Fincher radica en presentar una poderosa puesta escena y conseguir que un largometraje de dos horas y media se pase en un suspiro, a lo que contribuye el preciso montaje de Kirk Baxter. Solo le sobra el convencional recurso de la lectura visual del diario de la protagonista. “Perdida” tiene algo de “Zodiac”, la obra maestra de Fincher; mucho de “The Game” (1997) y ramalazos de “El club de la lucha” (1999), como el escupitajo en la bebida y el aforismo: “América adora a las embarazadas, ni que fuera tan difícil abrirse de piernas”). No me olvido de la sobresaliente “Seven” (1995), con la que guarda relación con el juego que plantea el psicópata de turno. El problema de “Perdida” es que el efecto sorpresa desaparecerá, inevitablemente, en un segundo visionado al igual que ocurrió con “El sexto sentido” (1999), de M. Night Shyamalan.
En el fondo, en la película, subyace una reflexión nada halagüeña sobre la vida matrimonial. Grandes cineastas clásicos como Erich von Stroheim o Alfred Hitchcock también presentaron sus particulares visiones sobre la vida conyugal, hace muchas décadas, en títulos a revisar como “Esposas frívolas” (1922) o “Matrimonio original” (1941).
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Torrente 5: Operación Eurovegas
Torrente 5: Operación Eurovegas (2014)
  • 4,6
    21.672
  • España Santiago Segura
  • Santiago Segura, Julián López, Jesulín de Ubrique ...
2
Todo por la pasta (publicada en el periódico "El Día", de Tenerife)
A principios de los 90, Santiago Segura dirigió y protagonizó el cortometraje “Evilio”, en la que encarnaba a un pordiosero psicópata que caía simpático porque se dedicaba a matar pijos, en el que ya se podían rastrear algunos rasgos “torrentianos” como el uso de cameos de sus amiguetes (David Trueba y Jorge Sanz se sumaban a un grupo de neonazis que zurraba a patadas al que era el embrión de Torrente). En 1998 estrenó la primera parte de “Torrente”, en la que Segura supo captar la esencia de una parte de la sociedad española y pergeñó un personaje que sublimaba características de personas reales que cualquiera se puede encontrar cualquier día en la calle de cualquier ciudad española. Hasta aquí no hay nada que objetar. El problema estriba en que Segura ha rodado tres cortometrajes, dos evilios y “Perturbado” (1994), y cinco largometrajes, cinco torrentes. Y Santiago Segura tiene suficiente talento para emprender otro proyecto y dejar de seguir explotando la gallina de los huevos de oro. La primera parte de la saga era un chiste divertido, pero a base de repetirlo hasta la saciedad ya no tiene ni puñetera gracia.
La quinta entrega es una especie de cruce bastardo entre “Atraco a las tres” (1962) y “Ocean´s Eleven” (2001), en la que incluso cuenta con una estrella de Hollywood: Alec Baldwin. A la cuchipanda de frikis se suman Fernando Esteso (ya había aparecido fugazmente en la cuarta), los cómicos Julián López, Carlos Areces, Barragán y Florentino Fernández, las televisivas Angy Fernández y Anna Simon, las actrices Neus Asensi y Chus Lampreave, los cutre-personajes Cañita Brava y Leonardo Dantés, así como el extorero Jesulín de Ubrique, en su debut cinematográfico (que se ríe de sí mismo: “Yo por los toros mato”). Esta especie de pandilla basura prepara el golpe merendando Cola-Cao y magdalenas. Sin comentarios.

El filme comienza poniendo en entredicho los referentes “torrentianos”: la escultura del Fary mancillada o el estadio del Atlético de Madrid derruido en una secuencia que parodia el final de “El planeta de los simios” (1962), en la que Segura sustituye a Charlton Heston y el Vicente Calderón a la estatua de la Libertad. En realidad “Torrente 5” no es una película sino una sucesión de gags, que por repetidos carecen de gracia. Por supuesto no podía faltar el chiste totémico de “nos hacemos unas pajillas” (esta vez con variante “jadeinómana”). Segura repite la fórmula de la cuarta entrega: humor escatológico y explosiones, aunque esta vez hay poca carnaza, que casi se limita al personaje de Neus Asensi, que repite su rol de casquivana “sex-symbol” de la primera.
Lo que diferencia a esta secuela de las otras es su “discurso” político. Segura retrata a una España de circo y pandereta. Una España miserable en la que los españoles son “neoesclavos” de un sistema injusto y corrupto, en la que edad mínima de jubilación se prolonga a los 72 años, que ha salido de la Unión Europea y ha vuelto a la peseta. Por supuesto no faltan los chistes sexistas, racistas y homófobos inherentes a la sociedad española más rancia. Torrente se internacionaliza, no solo con la presencia de un Alec Baldwin, que alterna inglés y un español macarrónico, sino con la llegada de la “troupe” “torrentiana” a un país sudamericano sin especificar.
Marca de la casa son los cameos. Entre el desfile de rostros conocidos nos encontramos con Pablo Motos, El Hombre de Negro, la Campanario, Falete (el más divertido), Gran Wyoming, Imanol Arias, Buenafuente, el ubicuo Mario Vaquerizo, Ricardo Darín, Andrés Pajares (auto parodiándose) y hasta Chiquito de la Calzada.
Lo único que se salva de esta falla cinematográfica es una pequeña animación que antecede un homenaje al desaparecido Tony Leblanc. Aunque solo sonreí en dos ocasiones, al público de la sala del pase dominguero al que asistí parecían hacerle gracia la mayoría de los consabidos chistes. Está claro que tiene un público fiel que demanda este tipo de humor soez y vulgar. Por cierto, si quieren ver una buena y elegante comedia sobre el robo a un banco, tienen un visionado pendiente con el cásico “El quinteto de la muerte” (1955). Las risas ahí sí están garantizadas.
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7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Niño
El Niño (2014)
  • 6,1
    36.431
  • España Daniel Monzón
  • Jesús Castro, Luis Tosar, Eduard Fernández ...
7
De carne y hueso (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
Javier Tolentino se quejaba, recientemente, en su programa radiofónico “El séptimo vicio” de que “El Niño” fuera elegida por la Academia de la Artes y las Ciencias Cinematográficas para representarnos en la carrera por el Oscar, argumentando que los estadounidenses no van a valorar un cine que ellos hacen habitualmente. Aunque pueda parecer, a simple vista, que así sea. En realidad, Hollywood jamás rodará una película como “El Niño” porque es un “thriller” policíaco con ADN español.
La quinta película de Daniel Monzón es cine apegado a la realidad de la calle, a las noticias que se emiten en el telediario sobre el contrabando de droga en la frontera entre España y Marruecos. Todos conocemos el negocio del narcotráfico en México (“Desperado”, 1995; “Traffic”, 2000), pero apenas habíamos visto en la gran pantalla lo que sucede aquí.
En “El Niño” los policías y los delincuentes son de carne y hueso. Sus problemas son cotidianos. Aquí no hay superhéroes sino policías que piensan en cumplir su jornada laboral y marcharse a su casa. Es un largometraje en el que las escenas de acción y los movimientos de cámara están al servicio de la historia y no son un fin en sí mismo. Aquí no hay personajes maniqueos donde los “buenos” son “buenos” y los “malos” son “malos”, sino personajes movidos por circunstancias personales.
Localizada en el estrecho de Gibraltar, donde existe una cultura de frontera, de una cultura del contrabando, “El Niño” es una cinta fronteriza, que refleja los dos lados de la ley, sin posicionarse por ninguno. Refleja la tentación de cruzar el límite de la legalidad, lo cual establece un tibio parentesco con la notable “Los amos de Brooklyn” (2009), en la que se trazaba una fina línea entre lo legal y lo ilegal.
También la singulariza su peculiar sentido del humor, focalizado en el personaje de El Compi, encarnado por Jesús Carroza, especializado en personajes callejeros (“7 vírgenes”, 2005); así como en la acertada selección musical de Roque Baños, que aúna sonidos andalusíes y magrebíes. El montaje preciso de Mapa Pastor, incluye epatantes imágenes como la de un cadáver decapitado colgado de un puente. El guion escrito, a cuatro manos, por el tándem Monzón-Guerricaechevarría, termina por relacionar a todos los personajes de la trama sin dejar ningún cabo suelto, en una historia que dibuja personajes que buscan la libertad, pero esa búsqueda, paradójicamente, les puede privar de ella. Este vigoroso y verista “thriller” policíaco “made in Spain” encuentra su precedente inmediato en “Grupo 7” (2012), de Alberto Rodríguez.
Daniel Monzón comenzó escribiendo críticas de cine en “Fotogramas” y en la imprescindible revista “Fantastic Magazine”, en la que se pedía a gritos, a principios de los 90, revitalizar el cine rodado en España. Allí coincidió con Álex de la Iglesia. Los dos han conseguido mejorar el nivel de la cinematografía española. Curiosamente comparten el mismo guionista: Jorge Guerricaechevarría. La escalada de Daniel Monzón ha sido progresiva. Tras unos inicios renqueantes con “El corazón del guerrero” (1999) y “El robo más grande jamás contado” (2002), avisó con un “thriller” eficaz protagonizado por Timothy Hutton, “La caja Kovak” (2006), en la que ya localizó escenas en Gibraltar. Su eclosión se produjo con el “thriller” carcelario “Celda 211” (2009). Aunque pueda parecer que existe una gran diferencia de “Celda 211” a “El Niño”, de un espacio cerrado a un espacio abierto, en el fondo el tema es idéntico: vidas al margen de la ley.
Sobre el reparto, destaca el descubrimiento de Jesús Castro, “el Paul Newman andaluz”. Aunque no es actor profesional tiene presencia. Habrá que esperar a verlo en otro papel que requiera algo más que poner mirada desafiante. Algunos se tiran la vida yendo a escuelas de cine y no consiguen llegar a nada y este Castro con un solo filme ya ha conseguido llamar la atención. No habrá que esperar mucho ya que la semana que viene se estrena “La isla mínima”, en la que interviene. También concita la atención el talento de Marian Bachir, de la que no habíamos tenido noticias hasta la fecha. El elenco incluye a tres de los mejores actores españoles. Luis Tosar no deslumbra como en “Celda 211” porque su rol aquí es más contenido. Eduard Fernández sigue en su línea de buen hacer. Y Sergi López figura en un papel secundario de poca trascendencia.
No en balde, “El Niño” se ha convertido en el mejor estreno del cine español en 2014, superando a “8 apellidos vascos”.
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1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Extraordinary Tale of the Times Table
The Extraordinary Tale of the Times Table (2013)
  • 5,2
    539
  • España José F. Ortuño, Laura Alvea
  • Aïda Ballmann, Ken Appledorn, Mari Paz Sayago
7
Aprendiendo a vivir (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
“The Extraordinary Tale” ha seguido el camino inverso a la mayoría de películas españolas antes de llegar a la cartelera de nuestro país, ya que primero se ha estrenado en salas comerciales de Estados Unidos, gracias a su pase previo por los festivales internacionales de Londres, Atlanta, Cardiff, Toulosse o Málaga.
El prólogo de “The Extraordinary Tale” recuerda a “Amélie” (2002), pero, en seguida gira a la también francesa “Tímidos anónimos” (2010) para luego tener identidad propia. La película dirigida por Laura Alvea y José F. Ortuño supone un giro a la clásica historia de chico conoce chica (se casan y tienen un hijo, no necesariamente en ese orden).
Dos desconocidos con problemas para relacionarse socialmente se conocen por carta, escritas con máquinas de escribir. Este genuino planteamiento resulta una original manera de plasmar los miedos a las relaciones de pareja y a la maternidad. Y es que asumir responsabilidades implica pérdidas.
Alvea y Ortuño crearon en 2011 su propia productora, Acheron Films, con la vocación de crear productos arriesgados y diversos donde cada obra tenga una personalidad definida. Con “The Extraordinary Tale” lo han conseguido. Alvea tiene una dilatada carrera como ayudante de dirección (“Juan de los muertos”, “Carmina o revienta”) y Ortuño ha escrito más de un centenar de obras teatrales y ha dirigido varios documentales (“Alcalá Zamora: la Tercera España”). Su primer largometraje conjunto es una historia cotidiana contada de manera extraordinaria, es una historia de amor diferente que plasma las clásicas fases por las que transcurre una pareja: el enamoramiento, la fusión, la cotidianidad, el conflicto, el distanciamiento y, en algunos casos, la reconciliación.
Además, reflexiona sobre la responsabilidad que supone tener un hijo a través de un personaje huérfano (su madre murió de un ataque de risa y su padre se fue para no volver) que padece trastornos mentales, pero esa tara psíquica no la hace peligrosa. Es una mujer dulce y meliflua. La tesis de la película es que si hay que tener licencia para conducir un automóvil, deberían exigir licencia para criar a un hijo.
La elegida, a través de un “casting” internacional, para ponerse en la piel de la melibea protagonista que vive una eterna infancia es la canaria Aïda Ballmann, que en su primer papel protagónico en un largometraje, demuestra un desparpajo gestual que recuerda a los actores del mundo del circo o a los mimos. La actriz herreña de origen alemán desprende su encanto al encarnar a una huérfana que ha tenido que aprenderlo todo de la vida sin ayuda de sus progenitores (su madre solo le enseñó la tabla de multiplicar). Son clarividentes las secuencias de la primera menstruación de la protagonista, el hecho de que consulté un libro antes de practicar sexo o que tras el inopinado parto doméstico espete: “Mira lo que ha salido de mi barriga”. El trabajo de Ballmann ha sido reconocido con los galardones de Mejor Actriz en Film Bizarro Movie Awards y en Cardiff Independent Film Festival (Gales). Recientemente ha estrenado el cortometraje “Golosinas”, de Iván López, y está rodando su segundo largometraje “Deconstruyendo la luz”.
El contrapunto se lo da el estadounidense Ken Appledorn, con su apariencia desgarbada y con un saber hacer interpretativo que recuerda a la flema de los actores británicos. Solo ellos dos sostienen toda la trama, ya que figuran dos presencias testimoniales de sus respectivas madres, que no quedan en muy buen lugar. El desarrollo de toda la historia transcurre en sola localización: la casa de ella. Pero, en ningún momento se respira la claustrobia gracias a un uso exquisito del lenguaje cinematográfico, a una cuidada y colorista puesta en escena, una pulcra imagen (Fran Fernández-Pardo) y la ditirámbica música (Héctor Pérez).
Este soplo de aire fresco ha obtenido el premio a la Mejor película extranjera en Atlanta Horror Film Festival y en Cardiff Independent Film Festival, así como la Mejor Dirección en el Festival de Cine de Fuengirola, el Premio del Público de la sección Zona Cine y Premio Especial del Jurado de Escuelas de Cine del último Festival de Málaga. “The Extraordinary Tale” es una película aparentemente luminosa, pero que esconde un reverso tenebroso, que se desvelará al final en un epílogo que dará que hablar.
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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sabotaje
El sabotaje (2014)
  • 4,8
    4.743
  • Estados Unidos David Ayer
  • Arnold Schwarzenegger, Sam Worthington, Olivia Williams ...
3
Sayonara baby (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
“Sabotage”, el segundo estreno más taquillero del fin de semana pasado en España, supone la confirmación de la vuelta al cine de acción de Arnold Schwarzenegger tras la solvente “El último desafío” (2013), en la que perseguía implacablemente a Eduardo Noriega. El problema estriba en que el exgobernador de California ya tiene 67 años a sus espaldas y resulta poco convincente verle rifle en ristre ejerciendo de tipo duro.
Atrás quedaron las décadas de los 80 y los 90, en las que Arnold Schwarzenegger y Silvester Stallone eran los “action hero” por antonomasia del cine de Hollywood, dejando algunos buenos títulos en un lánguido sendero fílmico como “Terminator” (1984), “Depredador” (1987) o “Desafío total” (1990) en el caso del hercúleo austríaco; y “Acorralado” (1982) o “Demolition Man” (1993), en el del corpulento italoamericano. El tiempo ha pasado y ese trono ahora pertenece a Jason Statham y Vin Diesel.
Verlos juntos en “Plan de escape” (2013), a mamporro limpio en un thriller carcelario, o en la saga “Mercenarios” (la tercera parte se estrenará el 14 de agosto) da grima. El colmo ha sido “El combate final”, en la que Stallone y Robert de Niro parodian, involuntariamente, sus papeles míticos en “Rocky” (1978) y “Toro salvaje” (1980). Son dinosaurios que se resisten a desaparecer.
La imagen de Schwarzenegger con capucha imitando la moda adolescente imperante es sintomática de que ya no está en la onda. A su nulidad interpretativa se une ahora su oxidación. En otro instante aparece fumando un puro, en un guiño a “El último gran héroe de acción”, cinta que protagonizase hace veinte años. A pesar de lo cual, seguirá protagonizando títulos adrenalínicos mientras goce del favor de parte del público. No en balde, ya está filmando una precuela de “Terminator”.
La escabechina de la secuencia final, que se desarrolla en México, ofrece una comparación interpretativa con la reciente “Una noche en el viejo México” (grata sorpresa dirigida por Emilio Aragón). Robert Duvall, en el mismo contexto, se “come vivo” a Schwarzenegger.
La decepción es mayor cuando tras “Sabotage” se encuentra el nombre de David Ayer, el guionista de “Training Day” (2001), que decidió dar el salto a la dirección con la eficaz “Vidas al límite” (2005). El cine de David Ayer siempre se sustenta en la ambigüedad moral de sus personajes, en la que cuesta distinguir a los policías de los delincuentes, entre los cuales hay una delgada línea roja. Matar es matar, y da igual que se haga a favor de la ley o en contra de ella.
El conjunto de personajes que integran a los agentes encubiertos que se infiltran en carteles de narcotráfico son un grupo de policías que tienen aspecto, comportamiento y lenguaje (soez, muy soez) propios de maleantes. Entre los actores que los encarnan destaca Joe Manganiello (hombre lobo de la serie “True Blood”), llamado a ser estrella del cine de testosterona en los años venideros. La violencia que se muestra es más “real”, seca, sin alardes visuales ni efectos pirotécnicos. No aparece reflejada como un juego lúdico como en el cine de Tarantino o está tamizada por el sentido del humor como en “RED” (2010), con lo cual se aproxima al “slasher”.
“Sabotage” (por favor, no confundir con el clásico dirigido por Alfred Hitchcock en 1936) es una película concebida para el mero entretenimiento que solo satisfará a los fanáticos acérrimos al género de acción. Pero, que no se lleven a engaño, el largometraje se centra en una investigación por la desaparición de 10 millones de dólares y las escenas de acción se reducen al prólogo, a un tiroteo en un bosque, a una redada y a la persecución final. Abstenerse, cinéfilos con escrúpulos.
Cualquier capítulo de las series “Breaking Bad” o “Hannibal” es infinitamente mejor que este trillado y predecible largometraje. Si estuviéramos en la época del circo romano habría que, irremisiblemente, girar el dedo pulgar hacia abajo.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El extraordinario viaje de T.S. Spivet
El extraordinario viaje de T.S. Spivet (2013)
  • 6,5
    5.789
  • Francia Jean-Pierre Jeunet
  • Kyle Catlett, Helena Bonham Carter, Robert Maillet ...
6
La alargada sombre de Amelie (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
La primera película en 3D de Jean-Pierre Jeunet es la séptima de su filmografía. Un formato idóneo para el artífice de “La ciudad de los niños perdidos” (1995), ya que su cine es visual y lúdico. Tras un debut fulgurante con “Delicatessen” (1991), esa delicia gore-surrealista que codirigió con Marc Caro, el cineasta galo siempre ha estado bajo el signo del éxito de “Amélie”. Con “El extraordinario viaje de T.S. Spivet”, Jeunet vuelve a recuperar la inocencia infantil para construir una fábula protagonizada por un genio precoz incomprendido por su propia familia.
“El extraordinario viaje de T.S. Spivet”, que clausuró el Festival de San Sebastián en 2013, sigue la estela del imaginario fílmico de “Amélie”, empleando gráficos explicativos, detalles minuciosos (medidas exactas de tiempo y distancias), piruetas visuales (como mostrar el interior del cerebro de uno de los protagonistas), la preeminencia del color verde o el uso constante de la voz en off en primera persona. Si “Amélie” era un rato en la infancia, el largometraje basado en la novela “Obras escogidas de T.S. Spivet”, de Reif Larsen, narra un viaje iniciático, que llevará al imberbe protagonista a recorrer en tren Estados Unidos, de Montana a Washington, pasando por Nebraska o Chicago, lo que permite a Jeunet ofrece una peculiar visión del “american way of life” (está casado con una estadounidense), además de bellos parajes naturales.
La cinta está protagonizada por el neófito Kyle Catlett, que encarna certeramente a un Leonardo da Vinci moderno en ciernes, que inventa una máquina de movimiento perpetuo (que para Jeunet es el cine). Le secundan una histriónica Judy Davis, en el papel de burócrata arribista, una comedida Helena Bonham Carter (que quería rodar con Jeunet desde la época en la que se conocieron durante un descanso del rodaje de “El club de la lucha”) y un circunspecto Callum Keith Rennie. No podía faltar en el reparto el actor fetiche del director francés: Dominique Pinon, en esta ocasión en el rol de un vagabundo.
Asimismo, de nuevo encontramos a sus colaboradores habituales entre el equipo técnico, a Aline Bonetto en la escenografía, a Madeline Fontaine en el vestuario o a Nathalie Tissier en el maquillaje. Sin embargo, para elegir el compositor de la banda sonora buscó en internet y escuchó a unos 400 músicos hasta decidirse por Denis Sanacore. El guion está escrito a cuatro manos. Como de costumbre, Guillaume Laurant escribió los diálogos y Jeunet las descripciones visuales. Dado que la novela de Reif Larsen tiene más de 400 páginas, eliminaron muchos de los argumentos secundarios que jalonan el libro como la biografía de su abuela o la historia de una secta.
En definitiva, “El extraordinario viaje de T.S. Spivet” es técnicamente intachable, narrativamente interesante (incluyendo el giro final), pero, no termina de enganchar, dejando un regusto almibarado. No obstante, no llega a ser tan naif como “Hugo”, de Martin Scorsese, y encierra una interesante reflexión sobre la soledad del genio.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cómo entrenar a tu dragón 2
Cómo entrenar a tu dragón 2 (2014)
  • 6,9
    25.389
  • Estados Unidos Dean DeBlois
  • Animación, (Voz: Jay Baruchel, Gerard Butler) ...
7
Olor a cotufas (publicada en periódico El Día de Tenerife)
Cuatro años después llega a las pantallas comerciales la secuela de “Cómo entrenar a tu dragón”, después de su paso por el último Festival de Cannes. La frase que Hipo pronuncia al final de la primera parte servirá para situar a los desmemoriados y a los advenedizos: “Esto es Isla Mema. Nieva nueve meses al año y graniza los otros tres. Toda la comida que crece aquí es dura de roer y las personas que crecen aquí lo son más todavía. La única ventaja son las mascotas. En otros sitios tienen ponis o loros. Nosotros tenemos dragones”. Eso sí, los flamígeros dragones de la primera parte se han convertido en mascotas que emulan comportamientos propios de perros domésticos (dan lametones o buscan objetos). Dreamworks, artífice de la irreverente “Shrek” (2001), ha hecho que Hipo vuelva a surcar el aire a lomos de Desdentado, el dragón nigérrimo de ojos glaucos.
El tono amable del prólogo, que muestra competiciones de carreras aéreas de dragones emulando a la saga de “Harry Potter”, a ritmo de una música festiva, hace presagiar que vamos a ver una de esas películas concebidas para toda la familia. Una rápida mirada a la sala, repleta de niños que comen cotufas y beben refrescos, así como padres que entran y salen del cine como si estuvieran en el salón de su casa hace presagiar lo peor. Falsa alarma. “Cómo entrenar a tu dragón 2” presenta una hondura en el relato que hace que se eleve el nivel, a medida, que avanza la trama, que incluye un giro dramático que recuerda al “El rey león” (1994).
A una extraordinaria animación, que alcanza su culmen en el despliegue de acrobacias aéreas (sin llegar a la maestría del cine de Miyazaki), se une el desarrollo del conflicto paternofilial. Mientras el fornido padre aboga por la guerra, el escuálido hijo apuesta por la paz, en una preclara historia de crecimiento de su protagonista, de cómo se convierte en un adulto. El joven Hipo quiere escribir una nueva página de la historia y convertirse en un líder que aboga por la palabra en vez de hacer uso de la fuerza, reflejando un cambio de mentalidad generacional. Los vínculos afectivos no acaban ahí, ya que la desaparecida madre de Hipo reaparece veinte años después convertida en una especie de Jane Goodall de los dragones, representando una subtrama de cariz ecológico.
A diferencia de la primera parte, que está ambientada en un lugar no especificado de los países escandinavos, esta secuela se ubica en Noruega. Una docena de personas del equipo creativo visitaron Oslo y Bergen para ambientar el filme, que presenta un atractivo diseño, en el que sobresalen la fortaleza de hielo y el oasis de dragones. La moraleja del filme, escrito y dirigido por Dean DeBlois, que ha dejado por el camino a su compañero Chris Sanders, es sencillo y diáfano: más vale maña que fuerza. Resaltando. asimismo, la importancia de la amistad y la lealtad.
La proyección del pasado jueves en los Multicines Tenerife, auspiciada por Preestrenos en Canarias, estuvo amenizada por un bebé llorón. Él no tiene culpa, pero algunos progenitores deberían replantearse llevar a un bebé de dos años al cine.
El cine de animación reciente ha demostrado que no está orientado a un público exclusivamente infantil gracias a magistrales títulos como la trilogía de “Toy Story” (1995-2010), “El viaje de Chihiro” (2001), “Buscando a Nemo” (2003), “Steamboy” (2004), “Persépolis” (2007), “Ratatouille” (2007), “Vals con Bashir” (2008), “Up” (2009), “El fantástico señor Fox” (2009) o “Arrugas” (2011), solo por citar algunos ejemplos.
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Transformers 4: La era de la extinción
Transformers 4: La era de la extinción (2014)
  • 4,5
    13.684
  • Estados Unidos Michael Bay
  • Mark Wahlberg, Nicola Peltz, Jack Reynor ...
3
Cine de feria (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
El cine nació como una atracción de feria y para gran parte del público sigue siendo una atracción de feria. Ver “Transformers: la era de la extinción” es como montar en una atracción de feria, un chute de adrenalina inicial que se desvanece efervescentemente. Tres personas disfrazadas de un robot y dos soldados amenizan los prolegómenos de la proyección auspiciada por Preestrenos Canarias y parte del público inmortaliza ese momento con sus móviles. Cualquier fórmula es válida para que las salas de cine se llenen, como fue el caso. Da gusto ver la sala repleta, aunque sea para ver cine de evasión. Previamente se proyectaron imágenes del rodaje de la cuarta entrega de la saga en cuestión que dan cuenta del despliegue de medios con el que ha contado esta superproducción. Cada película tiene su público. Si lo tuyo son las piruetas visuales, los espectaculares efectos especiales, las inverosímiles persecuciones de coches, los tiros a diestro y siniestro o los chistes fáciles, no lo dudes esta es tu película.
El largometraje comienza con un previo vistoso que muestra un verde y frondoso valle por el que corren despavoridos una manada de dinosaurios bombardeados por naves espaciales. Le suceden toda una amplia de gama de tipos de planos (panorámicas aéreas, contrapicados, planos detalles...), que dejan claro que han contado con un sinfín de cámaras que llegan a cualquier recoveco. Los primeros quince minutos son entretenidos e incluyen una curiosa escena en un desvencijado cine (a cuya entrada se puede leer el sintomático rótulo de “gracias por 79 grandes años”, en alusión a la ingente cantidad de cines que han cerrado en los últimos tiempos, entre ellos el multicines Renoir-Price de la capital tinerfeña), en el que uno de los personajes pronuncia esta irónica frase: “El problema del cine de ahora es que las películas que se hacen son o segundas partes o precuelas”. En realidad, esta película, sin pretenderlo, se constituye en una hipérbole de nuestra sociedad actual y conecta con aquel aforismo que enunció el filósofo Walter Benjamin: "La autoalienación de la Humanidad ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden”.
“Transformers: la era de la extinción” es uno de los “blockbusters” del verano, junto con “El amanecer del planeta de los simios”, convirtiéndose en la primera que ha logrado rebasar el billón de dólares en taquilla en 2014. Lo cual no es de extrañar ya que en los créditos de esta película de estudio figura Michael Bay, el cuarto director más taquillero de todos los tiempos. Sus filmes han recaudado 5.500 millones de dólares en todo el mundo. Su filmografía incluye “La roca” (1995), “Armageddon” (1998), “Pearl Harbor” (2001), “La isla” y las tres entregas anteriores de “Transformers”, que han echo una caja de más de 2.600 millones de dólares. Sin embargo, Michael Bay no es Christopher Nolan, uno de los pocos directores que consigue rodar buen cine comercial en el Hollywood actual (“El Caballero Oscuro”, Origen”), y que en noviembre estrenará “Interstellar”.
La cuarta entrega de la saga, que visita China, alterna escenas trepidantes con otras secuencias de diálogos intrascendentes, trufados de frases lapidarias. Sus 165 minutos no son otra cosa que una sucesión de escenas grandilocuentes y palabrería hechida y patriotera. La banda sonora se limita a subrayar los momentos, impostadamente, sentimentales y los momentos épicos. Y la subtrama familiar, de padre joven viudo preocupado por adolescente turgente, es de folletín novelesco. En definitiva, solo funciona a ratos, destacando algunas secuencias como la de la nave nodriza absorbiendo todo el metal que está en su radio de acción o la persecución en el edificio de infraviviendas. Si lo que quieren ver es una buena película sobre la lucha entre humanos y alienígenas, mejor visionar “District 9” (2009).
En la faceta interpretativa poco que decir. El circunspecto Mark Wahlberg encarna a un inventor de andar por casa, que admira a Albert Einstein pero que es primo hermano del inventor de los “Gremlins” (1985). Una insípida Nicola Peltz (“Airbender, el último guerrero”, 2010) se mete en la piel de una adolescente sobreprotegida. Lo que si concita la atención es ver a actores de postín como Kelsey Grammer (ostenta el récord de interpretar al personaje más longevo de la televisión en tres series diferentes: “Cheers”, “Wings” y “Frasier”) y Stanley Tucci (“Margin Call”, 2011) en esta falla cinematográfica. Poderoso caballero es don Dinero.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
12 horas para sobrevivir
12 horas para sobrevivir (2014)
  • 5,7
    21.222
  • Estados Unidos James DeMonaco
  • Frank Grillo, Carmen Ejogo, Zach Gilford ...
7
Barras y metralletas (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
“Anarchy: la noche de las bestias” es una entretenida película de género que juega a la ambigüedad moral. Los nuevos padres de la patria (yanqui, se sobreentiende) han instaurado una purga anual, según la cual todos los delitos, incluyendo el crimen, serán legales durante 12 horas. La despenalización eventual del asesinato provoca que la gente libere la bestia que lleva dentro, a la par que disminuya el crimen durante los 364 días siguientes, y que florezca la economía de una nación renacida tras un crack financiero. Un acontecimiento que encubre la eliminación de los estratos sociales más desfavorecidos (donde la raza negra se lleva la peor parte).
Esta distopía futurista está a la vuelta de la esquina, ya que está ambientada en Los Ángeles del 2023, y se nutre de la realidad actual como demuestran los recientes disturbios raciales en Ferguson (ciudad situada en el Medio Oeste de los Estados Unidos), en los que la mayoría afroamericana se ha alzado contra la policía blanca, y en el hecho de que casi el 90% de la población estadounidense posea armas de fuego, amparándose en la Segunda Enmienda de la Constitución. Al igual que “El club de la lucha” (1999) este ejercicio de anarquía cinematográfica, que refleja el lado oscuro de los seres humanos, viene de la mano de una de las “majors” de Hollywood.
El tercer largometraje de James DeMonaco bebe de la fuente del John Carpenter de “1997: Rescate en Nueva York” (1981), no en balde, DeMonaco fue el guionista del remake del 2005 de uno de los clásicos de Carpenter: “Asalto en la comisaría del distrito 13” (1976). Hasta ahí las similitudes ya que DeMonaco se queda en la fachada sin llegar a profundizar demasiado. La secuela de “The Purge” (2013) presenta el mismo planteamiento que su predecesora (comienza horas antes de la cacería nocturna), pero, afortunadamente, el desarrollo es diferente. Mientras la primera se reducía a un peculiar secuestro de una familia adinerada en su propia casa (siguiendo la línea de “Perros de paja”, 1971, o “Funny Games”, 1997/2007), la continuación opta por el punto de vista de una madre y una hija de clase obrera y por desarrollar los acontecimientos en plena calle. “Anarchy: la noche de las bestias” recurre al recurso del subgénero de cine de zombis, en el que el protagonismo recae en un pequeño grupo de cinco personas liderado por un héroe (en este caso antihéroe) al que se suma una pareja joven a punto de separarse.
Esta especie de Halloween salvaje incluye toda una fauna de asesinos noctámbulos que abarcan desde francotiradores a iluminados que se creen Jesucristo, pasando por una banda de vándalos que únicamente persiguen lucrarse o una subastadora de carne humana. La breve escena del interior de un piso revela que ningún lugar es seguro porque allí donde hay seres humanos hay pulsiones que pueden hacer saltar la chispa en cualquier momento. La ira contenida durante un año se desata en esta sangrienta noche. Aunque aquí no se busca lo intencionadamente desagradable y malsano como en la serie “American Horror Story” (que transita por el lado más sórdido del ser humano). Tampoco tiene nada que ver con sanguinolentos filmes tipo “Hostel” (2005) o las propuestas descarnadas de Rob Zombie. No hay nada original en esta “survival horror” con ecos resonantes de “Mad Max” (1979), “Perseguido” (1987, la secuencia de la caza en el búnker es calcada), “Blanco humano” (1993) o “Battle Royale” (2000); pero es cine perturbador que remueve conciencias y plantea dilemas morales (apoyado en una banda sonora que describe momentos punzantes y desquiciantes): los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor, por eso en situaciones extremas siempre hay alguien que ayuda a los demás. Concluye con unos sugestivos y demoledores títulos de créditos finales. “Anarchy: la noche de las bestias” tiene mucho que ver con la frase final de la reciente “Mátalos suavemente” (2012): “Estados Unidos no es un país, es un negocio. Así que paga, hijo de puta”.
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Lucy
Lucy (2014)
  • 5,2
    44.030
  • Francia Luc Besson
  • Scarlett Johansson, Morgan Freeman, Choi Min-sik ...
2
Futurama (publicada en el periódico El Día de Tenerife)
Luc Besson es el director más taquillero del cine francés gracias a títulos como “El gran azul” (1988), “El quinto elemento” (1997) o “Juana de Arco” (1999). Más de dos mil millones de euros han recaudado sus producciones, que incluyen franquicias como “Taxi” o “Transporter”. Capítulo aparte es el nivel de las mismas. La única película de calidad que figura en su filmografía es “León: el profesional” (1994), en la que, además, una doceañera Natalie Portman daba muestras ya de su talento inconmensurable.
“Lucy” confirma la regla. El primer fin de semana en su estreno en Estados Unidos recaudó 35 millones de euros. Valor cinematográfico: cero patatero. En cierta manera, “Lucy” no es otra cosa que una especie de remedo de “Nikita”, que el propio Besson dirigió en 1990 (llegó a conocer un remake hollywoodiense en 1993, protagonizado por Bridget Fonda). Al igual que en aquella, una matarife implacable va liquidando, pistola en ristre, a todo aquel se interpone en su camino.
La diferencia estriba es que en esta ocasión se le ha añadido una ridícula trama sobre las hipotéticas habilidades que poseería el ser humano si aprovechase su capacidad cerebral al 100%. Quién busque aquí disquisiciones tipo “Viaje alucinante al fondo de la mente” (1979) pierde el tiempo. Su pretendida trascendencia es tan fútil como la de “Trascendence” (2014), en la que Johnny Depp abandonaba su corpórea presencia para intentar dominar el mundo a través de su mente. En fin.
Toca hablar de la capacidad interpretativa de Scarlett Johansson. La rubicunda estrella ya no es aquella actriz que escanciaba su talento en títulos exquisitos como “Lost in translation” (2003), “La joven de la perla” (2004) o “Match Point (2005)” para básicamente protagonizar “blockbuster” tras “blockbuster”. “Iron Man 2” (2010), “Los vengadores” (2012) o “Capitán América” (2014) lo ejemplifican. Por cierto, ¿saben cuál fue uno de sus primeros roles en el cine? “Solo en casa 3” (1997). Siempre nos quedará la susodicha Natalie Portman. Completan el reparto un repetitivo Morgan Freeman, que salvo honrosas excepciones, parece que interpreta con piloto automático; y Choi Min-sik, que representa la cuota oriental que parece que deben de tener ahora todas las películas de acción, emulando su rol de villano de las cintas surcoreanas en las que suele aparecer. Inolvidable en la epatante “Old Boy” (2003). También se le ha podido ver en las sanguinolentas “Sympathy for Lady Vengeance” (2005) e “I saw de Devil” (2010).
Este mero vehículo de evasión incluye una vertiginosa persecución en dirección contraria por el centro de París (casi lo único salvable de este despropósito cinematográfico), una escena de una no lucha (paraliza a sus contrincantes con el poder de su mente), una subtrama de mafias asiáticas o desvaríos varios que parecen parodiar, involuntariamente, “El árbol de la vida” (2012), de Terrence Malick. Francamente, encuentro más interés científico en la serie de animación “Futurama”, creada por Matt Groening. Dicen que solo empleamos el 10% de nuestro cerebro. A los espectadores de “Lucy” no les hará falta usar ni el 1%.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Locke
Locke (2013)
  • 6,3
    18.337
  • Reino Unido Steven Knight
  • Tom Hardy (Voz: Olivia Colman, Ruth Wilson) ...
6
Solo ante el peligro (publicada en El Día de Tenerife)
“Locke” propone al espectador que sea copiloto del protagonista, que tiene que conducir 163 kilómetros en un trayecto en coche que nos va a llevar de Birmigham a Londres. Un viaje de 85 minutos, narrado en tiempo real, en el que solo existe un personaje y una localización (salvo el primer minuto y medio toda la acción transcurre en el interior de un automóvil).
La apuesta de Steven Knight es arriesgada. Un personaje que se enfrenta en solitario a su destino, en tiempo real, como Gary Cooper en el clásico “Solo ante el peligro” (1952), de Fred Zinnemann, que ¿casualmente? también tiene 85 minutos de minutaje. El cine en tiempo real no es algo muy habitual. Algunos de los títulos recientes más conocidos que han optado por esta atípica fórmula son “A la hora señalada” (1995) o “Run Lola Run” (1998). La diferencia es que en “Locke” no hay montaje frenético sino un estilo visual sobrio (breves panorámicas al principio y final, uso de espejos retrovisores, cámaras laterales y cámara frontal) que persigue que sean los diálogos, perfectamente hilvanados, los que cobren protagonismo.
Nuestro accidental piloto mantiene conversaciones hasta con once personajes a los que solo escuchamos: su mujer, sus dos hijos (a uno de ellos le pone voz Tom Holland, “Lo imposible”), su ocasional amante, su jefe, su subordinado... Supongo que debe de tener tarifa plana en su móvil de manos libres porque si no la factura será de órdago. Bromas aparte, el día que este capataz de la construcción tiene que supervisar el vertido de hormigón más importante de su carrera laboral, paradójicamente, los cimientos de su vida se tambalean por un error ocasional, que pretende subsanar. El largometraje plantea tres vías de conflicto, tres frentes abiertos en su vida personal y laboral. Destacando, el conflicto paternofilial, que es el que justifica la trama, y que le lleva a limpiar el apellido que da título a la película.
El guionista de esa joya cinematográfica que es “Promesas del Este” (2007), dirigida por David Cronenberg, se pone por segunda vez tras la cámara (lo de “Redención”, 2013, protagonizada por Jason Statham, lo vamos a pasar por alto) para contar esta singular y claustrofóbica historia rodada en ocho días, grabando diez tomas de cada escena, que se constituye en una “road movie” introspectiva.
Intachable el papel de Tom Hardy. 85 minutos en pantalla no los aguantan muchos intérpretes y Hardy supera la prueba con nota en su primer papel de enjundia. Hasta ahora lo habíamos visto en papeles secundarios en “Origen” (2010) o “El topo” (2011). La música minimalista de Dickon Hinchliffe y el empleo de juegos lumínicos dentro de la notable fotografía de Haris Zambarloukos terminan de rematar una cinta que interesará a los amantes de las buenas historias contadas de forma genuina.
Esta cinta británica, que participó en el Festival de Venecia 2013 (fuera de concurso) es una de esas películas que fascinan a la crítica y enrabietan al espectador estándar. Ni lo uno ni lo otro. “Locke” es un filme interesante, que no termina de enganchar como si lo hacían “Enterrado” (2010) de Rodrigo Cortés o “Gravity” (2013), de Alfonso Cuarón, en la que sus protagonistas se jugaban la vida.
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