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Voto de Benjamín Reyes:
3
Aventuras. Drama Narra la historia de Moisés (Christian Bale), un hombre de extraordinario valor que desafió al faraón Ramsés (Joel Edgerton) y liberó a 600.000 esclavos, que protagonizaron una épica y peligrosa huida a través de Egipto en busca de la Tierra Prometida. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2015
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Cada cierto tiempo Hollywood recurre a pasajes bíblicos para llevar a la gran pantalla historias mayestáticas con miles de extras e imágenes grandilocuentes. Si a principios de año nos llegó una extravagante e interesante versión de “Noé”, orquestada por Darren Aronofsky, ahora es el turno de “Exodus: dioses y reyes”, firmada por Ridley Scott.
No me voy a andar por las ramas, Ridley Scott es uno de los directores más sobrevalorados de los últimos 40 años. El origen de este dislate radica, por una parte, en que la segunda (“Alien, el octavo pasajero”, 1979, que contó con el fantástico diseño abisal de H.R. Giger) y la tercera película (“Blade Runner”, 1982, cuyos efectos especiales deben su mérito a Douglas Trumbull) que dirigió son dos obras maestras contemporáneas; y, por otra parte, por la tendencia a otorgar todo el mérito o el demérito de un filme al realizador. Tres ejemplos, que todos conocemos, “Lo que el viento se llevó” (1939), “Poltergeist” (1982) y “Pesadilla antes de Navidad” (1992) echan por tierra esta teoría. Por la primera desfilaron hasta cinco directores bajo los auspicios del productor David O. Selznick; en la segunda, Spielberg, en funciones de productor impuso su criterio sobre el del director Tobe Hooper; y en el tercer caso, Tim Burton cedió la dirección a Henry Selick, pero manejó los hilos desde la producción.
Al margen de los títulos mencionados y de “Los duelistas” (1977), “Hannibal” (2001), “Black Hawk derribado” (2001) y “American Gangster” (2007) el resto de la filmografía del realizador británico se reduce a casi una veintena de largometrajes de puro consumo, incluyendo éxitos comerciales como “Thelma & Louise” (1991) o “Gladiator” (2000). La puntilla es haber empleado unos planos que ya había utilizado Stanley Kubrick en el principio de “El resplandor” (1980) para el final de “Blade Runner” (1982).
Las comparaciones son odiosas, pero inevitables. Durante casi todo el visionado de “Exodus: dioses y reyes” estuve pensando en las magníficas interpretaciones de Charlton Heston y Yul Brynner en “Los diez mandamientos” (1956), de Cecil B. DeMille (que ya había rodado una primera versión en 1923), que no superan el siempre eficaz Christian Bale (que ya dio cuenta de su valía con 12 años en “El imperio del fuego”, 1987) ni Joel Edgerton (“Animal Kingdom”, 2010). El elenco se completa con papeles testimoniales de Ben Kingsley, Sigourney Weaver, John Turturro, Aaron Paul y la insípida María Valverde para configurar un largometraje tan mediocre como ese mamotreto fílmico que es “Alexander” (2004, Oliver Stone), ya que carece de pulso narrativo y está caracterizado por diálogos plúmbeos repletos de frases lapidarias. Particularmente encuentro más entretenido leer la Biblia que ver esta nueva versión audiovisual de la peregrinación del pueblo hebreo, que prefiere centrarse en el duelo fratricida entre Moisés y Ramsés II a hacer hincapié en el tema de la esclavitud como la película de De Mille. Respecto a la música, Alberto Iglesias sigue las directrices del tono mesiánico de las notas de Elmer Bernstein.
En lo único que mejora a la versión de los 50 de “Los diez mandamientos”, que tampoco es un título redondo, es en los espectaculares efectos especiales, que alcanzan su cenit en la vertiginosa persecución en la que los carros egipcios caen por un desfiladero y en la espectacular apertura de las aguas del Mar Rojo. También concita la atención que se haya sustituido el mensaje evangelizador de De Mille por una duda más que razonable de si Moisés no era más que un iluminado (ejemplificado en la figura del Niño-Dios).
El rodaje de “Exodus: dioses y reyes” se desarrolló en 2013 en Inglaterra y España (Almería, Fuerteventura y Lanzarote). De hecho uno de los principales aciertos del filme son los parajes desérticos de Lanzarote y Fuerteventura. A lo largo del 2014 se han rodado en Canarias una docena de largometrajes no canarios que han buscado beneficiarse del régimen especial de la Zona Especial Canaria (ZEC), así como de las ventajas y exenciones en el Impuesto General Indirecto Canario (IGIC), el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados (ITP y AJD) y en la Repatriación de dividendos para empresas no residentes. Este año se han rodado en las islas títulos significativos como “Nobody Wants the Night”, de Isabel Coixet; “Ma Ma”, de Julio Medem; “Felices 140”, de Gracia Querejeta; “Wild Oats” con Demi Moore o “Rec 4”, de Jaume Balagueró.
No es la primera vez que esto acontece. Señeras películas como “Moby Dick” (1955), de John Huston; “Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra” (1968), producida por Hammer Film y Warner Bros o “Fata Morgana” (1970), de Werner Herzog se localizaron en su momento en la geografía isleña. Algunos ilusos han llegado a hablar de “Canarywood”. No se lleven a engaño desde que desaparezcan las ventajas fiscales de las que disfrutan estas producciones audiovisuales dejaran de venir a rodar a Canarias y volveremos a tener muchas horas de sol para ir a la playa.
Benjamín Reyes
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