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Voto de Benjamín Reyes:
6
Comedia. Romance En la Francia de los años 20, durante la época dorada del jazz, un mago inglés (Colin Firth) está decidido a desenmascarar a una falsa médium (Emma Stone). Esto desencadenará una serie de hechos mágicos que sacudirán la vida de ambos.
11 de enero de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película número 43 en la filmografía de Woody Allen confirma que es uno de los grandes ilusionistas de la historia del cine como lo fueron en su momento George Méliès o Jacques Tati. El propio cineasta neoyorquino se encarga en el prólogo de “Magia a la luz de la luna” de desvelar que el cine y la magia son mecanismos que tienen mucho en común: son una mentira necesaria.
La angustia existencial, el autoanálisis o los pensamientos sombríos, lugares comunes del cine de un octogenario Allan Stewart Königsberg no hacen acto de presencia en su última propuesta cinematográfica; que acude fiel a su cita anual con las pantallas (solo se ausentado en dos ocasiones desde 1966) para ofrecernos una nueva visión sobre el sempiterno tema de la pareja revestido de un halo de nostalgia al situar la trama en la Belle Époque, lo cual la emparenta con “Midnight in París” (2011). También presenta concomitancias con “La maldición del escorpión de Jade” (2001) al ser un prestidigitador el protagonista y con “Si la cosa funciona” (2009) al presentar una pareja, aparentemente, antagónica. En este caso, se trata de una nínfula vidente (Emma Stone) y un racional mago cuyo cometido es desenmascarar a los impostores del más allá (Colin Firth). Entre ellos surgirá un romance que pondrá en entredicho la realidad y los hechos de la existencia tal y como los concebimos ya que todos necesitamos espejismos para afrontar la vida. “La vida es una situación tan trágica que solo negando la realidad sobrevives”, afirmaba recientemente en una entrevista concedida a “El País”.
Lo que no echaran en falta los acérrimos seguidores del artífice de “Zelig” (1983) son sus diálogos exquisitos, unos personajes que se mueven en las esferas de la alta burguesía o la música jazz o clásica de compositores como Beethoven o Stravinsky. El último Allen ha sido acusado de presentar postales turísticas de ciudades europeas como Barcelona, París, Londres o Roma pero si precisamos, en realidad lo que ha mostrado en sus películas del periodo europeo es la cara amable de los lugares en los que ha encontrado atisbos de felicidad.
El cine de Woody Allen, al igual que el de Clint Eastwood, va por añadas. Sus películas presentan una inconfundible denominación de origen, que en ocasiones ofrecerá grandes reservas como “Manhattan” (1977), “Hannah y sus hermanas” (1986), “Maridos y mujeres” (1992) o “Match Point” (2005). En 2014, al igual que el autor de “Jersey Boys”, ofrece un vino joven que se paladea con gusto, pero que no deja una huella indeleble. “Magia a la luz de la luna” es una de esas películas que la crítica de cine denominará “menor” en el sendero fílmico de Allen, pero que demuestra que el genio neoyorquino es capaz de levantar una película solo con cuatro pinceladas.
Benjamín Reyes
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