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Voto de Benjamín Reyes:
2
Comedia Año 2018. Torrente sale de la cárcel, y se encuentra aturdido ante una España convulsa y dividida. Debe encontrar respuestas en su interior para despejar su confusión, y por ello decide convertirse en un "fuera de la ley". Así que se propone atracar un casino con una banda de incompetentes. A través de un contacto de su estancia en prisión, localiza a John Marshall, la persona que se ocupó de supervisar la seguridad cuando se planificó ... [+]
11 de octubre de 2014
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A principios de los 90, Santiago Segura dirigió y protagonizó el cortometraje “Evilio”, en la que encarnaba a un pordiosero psicópata que caía simpático porque se dedicaba a matar pijos, en el que ya se podían rastrear algunos rasgos “torrentianos” como el uso de cameos de sus amiguetes (David Trueba y Jorge Sanz se sumaban a un grupo de neonazis que zurraba a patadas al que era el embrión de Torrente). En 1998 estrenó la primera parte de “Torrente”, en la que Segura supo captar la esencia de una parte de la sociedad española y pergeñó un personaje que sublimaba características de personas reales que cualquiera se puede encontrar cualquier día en la calle de cualquier ciudad española. Hasta aquí no hay nada que objetar. El problema estriba en que Segura ha rodado tres cortometrajes, dos evilios y “Perturbado” (1994), y cinco largometrajes, cinco torrentes. Y Santiago Segura tiene suficiente talento para emprender otro proyecto y dejar de seguir explotando la gallina de los huevos de oro. La primera parte de la saga era un chiste divertido, pero a base de repetirlo hasta la saciedad ya no tiene ni puñetera gracia.
La quinta entrega es una especie de cruce bastardo entre “Atraco a las tres” (1962) y “Ocean´s Eleven” (2001), en la que incluso cuenta con una estrella de Hollywood: Alec Baldwin. A la cuchipanda de frikis se suman Fernando Esteso (ya había aparecido fugazmente en la cuarta), los cómicos Julián López, Carlos Areces, Barragán y Florentino Fernández, las televisivas Angy Fernández y Anna Simon, las actrices Neus Asensi y Chus Lampreave, los cutre-personajes Cañita Brava y Leonardo Dantés, así como el extorero Jesulín de Ubrique, en su debut cinematográfico (que se ríe de sí mismo: “Yo por los toros mato”). Esta especie de pandilla basura prepara el golpe merendando Cola-Cao y magdalenas. Sin comentarios.

El filme comienza poniendo en entredicho los referentes “torrentianos”: la escultura del Fary mancillada o el estadio del Atlético de Madrid derruido en una secuencia que parodia el final de “El planeta de los simios” (1962), en la que Segura sustituye a Charlton Heston y el Vicente Calderón a la estatua de la Libertad. En realidad “Torrente 5” no es una película sino una sucesión de gags, que por repetidos carecen de gracia. Por supuesto no podía faltar el chiste totémico de “nos hacemos unas pajillas” (esta vez con variante “jadeinómana”). Segura repite la fórmula de la cuarta entrega: humor escatológico y explosiones, aunque esta vez hay poca carnaza, que casi se limita al personaje de Neus Asensi, que repite su rol de casquivana “sex-symbol” de la primera.
Lo que diferencia a esta secuela de las otras es su “discurso” político. Segura retrata a una España de circo y pandereta. Una España miserable en la que los españoles son “neoesclavos” de un sistema injusto y corrupto, en la que edad mínima de jubilación se prolonga a los 72 años, que ha salido de la Unión Europea y ha vuelto a la peseta. Por supuesto no faltan los chistes sexistas, racistas y homófobos inherentes a la sociedad española más rancia. Torrente se internacionaliza, no solo con la presencia de un Alec Baldwin, que alterna inglés y un español macarrónico, sino con la llegada de la “troupe” “torrentiana” a un país sudamericano sin especificar.
Marca de la casa son los cameos. Entre el desfile de rostros conocidos nos encontramos con Pablo Motos, El Hombre de Negro, la Campanario, Falete (el más divertido), Gran Wyoming, Imanol Arias, Buenafuente, el ubicuo Mario Vaquerizo, Ricardo Darín, Andrés Pajares (auto parodiándose) y hasta Chiquito de la Calzada.
Lo único que se salva de esta falla cinematográfica es una pequeña animación que antecede un homenaje al desaparecido Tony Leblanc. Aunque solo sonreí en dos ocasiones, al público de la sala del pase dominguero al que asistí parecían hacerle gracia la mayoría de los consabidos chistes. Está claro que tiene un público fiel que demanda este tipo de humor soez y vulgar. Por cierto, si quieren ver una buena y elegante comedia sobre el robo a un banco, tienen un visionado pendiente con el cásico “El quinteto de la muerte” (1955). Las risas ahí sí están garantizadas.
Benjamín Reyes
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