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Críticas ordenadas por:
Stefan Zweig: Adiós a Europa
Stefan Zweig: Adiós a Europa (2016)
  • 5,9
    1.593
  • Austria Maria Schrader
  • Josef Hader, Aenne Schwarz, Tómas Lemarquis ...
8
Acoso y Ocaso… Antes del Amanecer
Para cualquier persona educada en la cultura alemana – como es mi caso – Stefan Zweig es un escritor de referencia desde el colegio. Además, a principios del siglo XX fue uno de los autores más leídos y populares, paradigma del intelectual burgués cosmopolita e ilustrado, que creía – ingenuamente – en la civilización como vehículo de conocimiento, paz y concordia. Pero como tantos otros eruditos de aquel entonces tuvo que asistir al hundimiento de su vida y de su mundo, conoció el exilio de su Viena natal, tuvo que soportar la humillación de la quema de sus libros por los nazis antisemitas y contempló sorprendido, impotente y angustiado el derrumbamiento de su idolatrada Europa en una guerra fratricida que sembró de odio, muerte y destrucción sus campos.

Estamos ante el viacrucis de un austriaco en cuatro pasos y un epílogo, narrado con una estética reposada y austera – que contrasta con la lujuriosa y sensual vegetación brasileña – que muestra sin apenas movimientos de cámara ni alardes retóricos el recorrido de un alma en pena en busca de su salvación, mientras asiste, agotado, a la aniquilación de su país espiritual (el idioma alemán) y a la ruina voraginosa de su amada patria europea. El estatismo formal contrasta con el torbellino emocional que atormenta a su exangüe protagonista. La película se abre y se cierra con dos majestuosos e incisivos planos secuencia – que enmarcan toda la parca y tenue acción – de una sobriedad sobrecogedora. Sobre todo el último es de una elegancia estremecedora, haciendo un uso implacable de un inesperado espejo (ecos del maestro Max Ophuls) que revela de un plumazo el pasado y presente de un mundo hecho añicos, donde sólo queda rezar, en la religión íntima de cada cual, para despedirse del valle de lágrimas que habitamos.

No estamos ante una biografía al uso, ya que no se nos relata el origen o devenir de un personaje, sino que se limita a cinco hitos significativos circunscritos a su última década de existencia, supurantes de diálogos y llagados de disquisiciones que ilustran el calvario de un hombre doliente y letraherido que busca su hueco entre la barahúnda y el caos de unos años aciagos, arrasados por la guerra, asolados por el fanatismo y masacrados por las ideologías totalitarias del momento (que aún perduran con diversos ropajes o disfraces). Pudiera parecer una cinta árida y ensimismada, ajena a la emoción y ayuna de efusión, que no proporciona ninguna facilidad o felicidad al espectador, que deberá reconstruir por sí mismo el mosaico destrozado de una vida singular y atribulada.

Y no hay mejor forma de cerrar esta reseña que dando voz el propio Zweig, citando su carta de despedida (que se conserva en la Biblioteca Nacional de Israel): “Ojalá mis amigos asistan al amanecer… tras esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, les precedo.”
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36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
La profesora
La profesora (2016)
  • 6,5
    1.628
  • Eslovaquia Jan Hrebejk
  • Zuzana Mauréry, Zuzana Konecná, Csongor Kassai ...
7
Corrupción y Heroísmo
Nos rasgamos las vestiduras cuando nos encontramos con las tan nauseabundas como recurrentes corruptelas políticas en las que se desfalcan o saquean dineros públicos para el enriquecimiento personal o para el beneficio de unos pocos gobernantes en detrimento del bienestar y de la justicia, sin darnos cuenta que dicha ocurrencia puede tomar muchas encarnaciones diferentes – no siempre asociada con presupuestos rimbombantes o importes astronómicos – y que lo peor es la indefensión en la que quedan las personas corrientes cuando la nomenclatura política o el ordenamiento social impiden amparar a los individuos comunes ante los atropellos de los jerarcas de turno, protegidos por el sistema y el temor ante sus represalias que pueden desencadenar de forma arbitraria o flagrante.

Esta claustrofóbica y kafkiana película eslovaca nos muestra la insidiosa impunidad del envilecimiento coercitivo de una forma de soborno tan atroz como en apariencia inmune a la justicia, escudado por un ordenamiento político que favorece a los jerarcas del partido dominante (o único) frente a la libertad y autonomía de las personas. Nada nuevo, pero presentado con una rabiosa pertinencia y claridad que nos hiela la sangre y nos revela cómo ciertas personas saben utilizar y manipular los hilos de la nomenclatura en beneficio propio y en detrimento del cabal funcionamiento de las instituciones, socavando la convivencia pacífica y el desarrollo y bienestar de los ciudadanos.

Porque enfrentarse a la injusticia es confrontar al poder constituido y estar, por ello, abocados al fracaso lacerante y al antojo campante y arbitrario de la venganza. Esta cinta está construida como un primoroso ejercicio de estilo, es un rompecabezas que descoyunta y fragmenta la trama – como si de un filme policiaco se tratase – y nos recompone la historia entre sutiles repeticiones e inesperados paralelismos que van revelando la intrigante maquinaria del aparato burocrático omnímodo que aplasta cualquier disidencia y propicia todo abuso bajo el amparo del poder y la coerción policial. No sólo es una denuncia del despotismo penoso de un régimen comunista, sino de cualquier otro totalitarismo que anula la oposición y ahoga la diversidad y libertad individual en aras de un supuesto e intocable bien común supremo y abstracto.

Y lo peor es que las malas prácticas permanecen aunque cambien los sistemas, ya que las personas son fieles a sí mismas y su afán por aprovecharse del prójimo perdura más allá de los simples cambios cosméticos oportunistas, ya que los gerifaltes tienen la rara habilidad de sobrevivirse a sí mismos y perpetuarse en las altas esferas, mutando de pelaje pero conservando su torvo autoritarismo intacto. Lobos con piel de cordero capaces de travestirse según convenga para saquear sin remordimiento ni descanso. Desoladora pieza de denuncia que radiografía un pasado aún presente.
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30 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cantábrico
Cantábrico (2017)
Documental
  • 7,2
    2.518
  • España Joaquín Gutiérrez Acha
  • Documental
7
Hermosura tópica
Un buen documental sobre la fauna cantábrica… y, sin embargo, no acabo de entender el entusiasmo unánime con el que ha sido aplaudida por casi todos. No cabe duda que tiene muchos puntos admirables: unas imágenes bellísimas, una fotografía espectacular, una estructura cuidada y llena de encanto que toma el paso por las diferentes estaciones como referente natural, la atención por el detalle primoroso como motor de la narración, la observación de todo tipo de animales – desde los más grandes y conocidos hasta los más pequeños e ignorados – y el mimo por mostrar las interconexiones entre todos ellos.

Sin embargo, también tiene pequeños lunares que la afean y achatan: una voz en off de locutor engolado y profesional (que lo mismo te vende una nevera que te pondera las bondades de un automóvil) demasiado insistente que aplana el conjunto y convierte el espectáculo visual en una mera mercancía que nos tratasen de vender, el tonillo didáctico algo cansino y trasnochado, un texto que no está a la altura de las estampas mostradas, la sensación de que estamos viendo en una sala de cine algo que tendría una más apropiada cabida en la televisión, la total y absoluta falta de originalidad del enfoque y planteamiento, que ni explora caminos nuevos ni propone ideas rompedoras. En fin, estamos ante el típico documental de animales salvajes – y poco más.

Es decir, se agradece ver una obra tan cuidada y bien elaborada, pero se echa en falta una pizca de atrevimiento y una mayor originalidad. Lo hemos visto antes y lo hemos visto siempre con máximo interés – y nos evoca la memoria de aquella labor tan notoria como pionera del trágicamente accidentado Félix Rodríguez de la Fuente – pero al finalizar la proyección uno se queda con la sensación de estar en el salón de casa, queriendo cambiar de canal o ir a buscar una cerveza para saborear y comentar lo visto, pero resulta que se tiene que coger el coche para refugiarse en la madriguera de la que quizás no se debió de salir para esto.

Quizás se haya alabado sobre todo que se haya estrenado en el circuito comercial, que sea posible ver cine diferente en salas convencionales, que nos traigan a colación una riqueza incalculable que está a un tiro de piedra y que sin embargo – como urbanistas descastados que somos – ignoramos casi en su totalidad. Bella y magnífica pero trillada.
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34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
I Am Not Your Negro
I Am Not Your Negro (2016)
Documental
  • 7,2
    2.129
  • Estados Unidos Raoul Peck
  • Documental, (Intervenciones de: James Baldwin)
7
Memoria y justicia
Leí varios libros del norteamericano James Baldwin (1924-1987) durante mi adolescencia y fue un hallazgo impactante. Sobre todo sus novelas ‘La habitación de Giovanni’ y ‘Otro país’ y sus ensayos ‘Nadie sabe mi nombre’ y ‘La próxima vez el fuego’ me resultaron memorables. En España es poco conocido y no creo que este interesante documental contribuya a rescatarle del ostracismo. Quizás su enfoque nos pueda parecer ahora anticuado o ajeno, pero su personalísima voz merece atención y reconocimiento, ya que fue un pionero y supo poner el dedo en la llaga: amaba a su país, pero le exasperaba la ceguera e indiferencia de sus compatriotas hacia la realidad y vivencias de los afroamericanos y supo exponer esa lamentable situación a través de una escritura llena de rabia vindicativa.

Tomando como base un libro inconcluso de Baldwin sobre tres activistas negros junto a los que participó en el movimiento por los derechos civiles y que fueron asesinados durante los turbulentos años sesenta del pasado siglo – Medgar Evers (1925-1963), Malcolm X (1925-1965) y Martin Luther King (1929-1968) – esta ecléctica amalgama deviene en un ensayo audiovisual atípico sobre la insensibilidad y ceguera de un pueblo hacia sus semejantes desfavorecidos. Combina el texto inacabado – leído por Samuel L. Jackson – con imágenes del propio James Baldwin en entrevistas y conferencias, así como con otros documentos gráficos lacerantes hasta configurar un retablo sobrecogedor de aquellos años convulsos y fratricidas que zarandearon la sociedad y nos adentran en el presente incierto que ahora habitamos.

Lo mejor de la propuesta es comprobar la cruel pervivencia del racismo, con diferentes ejemplos que son bosquejados de pasada y en formas no siempre claras ni rastreables. Se abole así la distancia temporal y se establece una correspondencia entre lo que fue y lo que es, entre lo que se denuncia y la persistencia impune y corrosiva de lo denunciado. Pero pese a su buen planteamiento y la fuerza de muchas de sus imágenes, en conjunto esta obra se me queda corta, porque apela demasiado al intelecto y lo racional, dejando de lado el componente irracional y arbitrario de lo que retrata. Se admira más las buenas intenciones y los buenos propósitos que no el resultado final del proyecto.

Sin embargo, pese a lo irregular del resultado, no cabe sino elogiar su existencia. Siempre es útil y necesario recordarnos que las injusticias deben ser denunciadas y que el mal – si no se hace nada – suele ganar la batalla gracias a la impunidad del olvido y la comodidad e indiferencia de todos aquellos que no nos vemos afectados de forma directa por los atropellos descritos. Necesaria aunque imperfecta.
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32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incierta gloria
Incierta gloria (2017)
  • 6,1
    3.090
  • España Agustí Villaronga
  • Marcel Borrás, Nuria Prims, Oriol Pla ...
5
Dudosa perfección
Hay dos ámbitos que anidan en el meollo de esta obra: una notable historia sobre el horror y el hedor de la guerra civil y una destartalada e inverosímil tragedia sobre unos personajes extremados que se suponen que encarnan tanto la suma pureza como la suprema bajeza del ser humano (vamos, el enfrentamiento inexorable e irreconciliable entre el bien y el mal en estado puro). Lo primero produce admiración mientras que lo segundo genera indiferencia y tedio. ¿A qué se debe esa contradicción tan abrumadora y tenaz? Resulta difícil resumirlo, pero al menos lo vamos a intentar.

La recreación histórica y el esfuerzo por poner en pie una época tan deleznable como fatigada son dignos de admiración. Pocas veces el cine español ha sabido utilizar tan bien los decorados y el vestuario para resucitar el advenimiento de la encarnizada infamia de una contienda que más allá del enfrentamiento de ideologías totalitarias de diferente cuño supuso el despliegue de brutalidades y truculencias que conmocionaron la sufrida piel de toro durante décadas y cuyos ecos bárbaros y desdichados aún reverberan en nuestro penoso presente desolador. Pero tanto esfuerzo resulta baldío y extemporáneo, ya que supone un empeño que se agota en sí mismo, al no servir más que a lo anecdótico y superficial, ya que el relato adolece de tantas carencias y arbitrariedades que produce hastío y desinterés en el espectador.

Porque el relato en sí es tan rebuscado e inverosímil, tan excesivo y enfático, tan truculento y siniestro que no engancha en ningún momento y no cala hondo por quedarse en la exposición de una trama epidérmica y fatalista que parece que se contenta con la mera provocación en vez de explorar los claroscuros y sutilezas psicológicas de unos personajes tan iracundos como desbocados. La mera acumulación de fango y podredumbre, de inmoralidad y arribismo, de mezquindad y ambición no bastan para interesar al estragado público que hubiese agradecido una crónica más sosegada y mejor construida, en vez de asistir al advenimiento del averno en forma de ángel exterminador o de emponzoñada mujer vengadora de agravios insepultos y de abusos bochornosos.

En fin, no cabe duda que asistimos – empachados y confundidos – a una pieza de cámara muy cuidada, que trasciende el manoseado encuadre que la vehicula pero emborronada por su exceso de autocomplacencia y tremendismo que resulta más cansino que admirable. No basta con tener una mirada ecuánime y lúcida hacia los atropellos que algunas personas causan a sus semejantes, se requiere también de cierta mesura y cariño para hacer creíble la ignominia y la violencia que refleja. El buen reparto – sobre todo Núria Prims y Luisa Gavasa – naufraga en su propósito de seducirnos y arrastrarnos hasta los confines de la náusea. Un delirio tan voluntarioso como fallido.
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37 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre llamado Ove
Un hombre llamado Ove (2015)
  • 6,7
    5.405
  • Suecia Hannes Holm
  • Rolf Lassgård, Bahar Pars, Filip Berg ...
8
Vida, amor y muerte
Al concluir la proyección, tuve que pensar en el poema ‘Si el hombre pudiera decir lo que ama’ de Luis Cernuda que no me resisto a citar casi en tu totalidad: “(…) Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien / cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; / alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina / por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, / y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu / como leños perdidos que el mar anega o levanta / libremente, con la libertad del amor, / la única libertad que me exalta, / la única libertad por que muero. / Tú justificas mi existencia: / si no te conozco, no he vivido; / si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.” Salvando las distancias, creo que encuadra con precisión el contenido de esta agridulce película sueca centrada en un entrañable misántropo tópico y gruñón, pero corroído por la pérdida de su único amor.

Quizás resulte algo simple, con demasiadas ganas de agradar y resultar simpática y hacerse querer a toda costa, pero la verdad es que conforme avanza su metraje consigue poner en pie el retrato fascinante de un cascarrabias enfurruñado, obsesionado con las reglamentaciones estériles y las prohibiciones arbitrarias, que tras su fachada de gigantón insociable esconde un corazón demasiado grande y quebrado como para permanecer en un mundo que le resulta ajeno e inhóspito tras la muerte de su adorada media naranja. Coquetea en varias ocasiones con el suicidio – sin que por ello la cinta pierda su tono ligero y amable – pero siempre hay algo o alguien que le impide concluir con éxito sus meticulosos preparativos. La vida parece querer brotar en los páramos más yermos.

Gustará a los que sepan apreciar el humor negro, a los que crean en la bondad intrínseca de todos los seres humanos, a los que no se avergüencen de sus buenos sentimientos y a los que no les asuste explorar la realidad como un tobogán que recorre, a una velocidad de vértigo, lo mejor y lo peor de cada uno y de sus semejantes. Quizás pueda irritar a los que se crean manipulados por el optimismo inquebrantable y radiante que desprenden las humoradas y extravagancias del ladino introvertido que las protagoniza, pero si uno se deja llevar por la propuesta, encontrará una modesta joya disfrazada de astuta bisutería.

Su aparente blandura no es sino un canto a la generosidad y ternura que nos reconforta y alivia durante nuestro breve peregrinaje por un valle de lágrimas incierto y resbaladizo.
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52 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rara
Rara (2016)
  • 6,3
    849
  • Chile Pepa San Martín
  • Julia Lübbert, Emilia Ossandón, Mariana Loyola ...
7
¿Con qué ojos nos juzgamos o nos creemos juzgados?
La mirada de los demás condiciona nuestra existencia más de lo que – en la mayoría de las ocasiones – somos capaces de reconocer. Queremos dar una imagen de nosotros mismos y nos esforzamos por conseguirlo – seamos conscientes de ello o no – e igual importancia tiene la imagen que creemos o pensamos que los demás tienen o se hacen de nosotros. Y casi todo nuestro afán, cuando vivimos esclavos del examen al nos creemos sometidos, se centra en querer desmentir una fantasía que hemos pergeñado nosotros mismos y que puede ser o no ser cierta, pero que la percibimos como verdadera e inapelable y en ese quijotesco empeño gastamos nuestra energía al luchar contra molinos de viento ilusorios que nos provocan huracanes y desazón.

En esta cinta se habla mucho, pero no siempre se dice todo lo que se piensa ni se expresa con palabras directas y claras lo que bulle en el interior y se quisiera decir pero no se sabe cómo. Salvadas las distancias, me ha recordado la estética y cadencia de Eric Rohmer, por su luminosidad en apariencia intrascendente, por la importancia de los diálogos y por el hecho de que muchos acontecimientos relevantes quedan fuera de campo, en segundo plano, por lo que el espectador tiene que reconstruir ciertos datos relevantes que subyacen entreverados en el tejido de la trama y hacer explícito lo que permanece implícito gracias a una vigilante escucha y observación.

Además hay varias historias y diferentes niveles en esta interesante y modesta obra chilena llena de encanto. Por una parte tenemos el retrato de una adolescente que anda peleada consigo misma y con su realidad – típica de la edad del pavo – y que busca su lugar en el mundo sin saber muy bien a quién acudir ni como acometer semejante tarea sin pelearse con casi todos sus seres queridos. Por otra parte tenemos el reflejo cotidiano de una pareja de mujeres que se aman y conviven pero que no son ajenas al entorno que se toma este hecho como una afrenta. Por último tenemos también el soterrado estudio de una separación y la lucha por la custodia de unas hijas que quieren permanecer junto a su madre (y su pareja), pero que acabarán siendo utilizadas como meros peones en un infamante juego de ajedrez.

Tierna, sutil y deliciosa, llena de amor y comprensión hacia sus personajes, con su pertinente y necesaria dosis reivindicativa sin que por ello resulte un panfleto irritante. Quizás le falte algo de ritmo y destreza, pero en general logra despertar la complicidad del espectador que agradece su cuidadosa y mesurada ambivalencia.
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15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Locas de alegría
Locas de alegría (2016)
  • 6,5
    4.062
  • Italia Paolo Virzì
  • Valeria Bruni Tedeschi, Micaela Ramazzotti, Anna Galiena ...
8
Locura de amor
¿Qué es la locura y qué consecuencias tiene para los que la padecen? Parece una pregunta imposible de responder y esta cinta no ensaya una respuesta, ni tan siquiera propone una contestación, sino que se limita a ofrecernos el retrato de dos mujeres rotas de dolor que encuentran en la enajenación de los sentidos su única forma de supervivencia. Por lo tanto, no estamos ante un tratado de la demencia, sino ante el cruel reflejo de sus efectos en dos almas en pena que en un momento dado han tenido una crisis demasiado intensa y atroz que las ha llevado al abismo de la insania como refugio a sus llantos y pataletas. Es el relato del fracaso de la compasión y la ternura que desemboca en la soledad de la indiferencia lacerante.

El desequilibrio como forma de ser. La falta de límites y contención como hábitat natural. La vitalidad de los que han perdido su vida como descarnada y feroz tarjeta de visita. La piel ultrajada como único testigo del desorden y turbación de una existencia a la deriva y sin puerto de destino… Pareciera que la cinta se contagia de la imprevisible espontaneidad de sus protagonistas, los sucesos se amontonan sin orden ni concierto, sin dirección ni afán, la avalancha de los acontecimientos te arrastra como una locomotora desbocada en un loco viaje a ninguna parte, porque cuando huyes de ti mismo no hay forma de escaparse de la propia sombra, ni del caos emocional ni del torbellino del desengaño. La riada de la amargura amenaza con anegarlo todo.

Aunque a ráfagas simula serlo, no es una comedia. Aunque rehúye la tragedia, la esboza y bordea como un precipicio tentador que nos llama y reclama. No es un estudio sociológico pero pocas veces se ha reflejado mejor y de forma tan convincente el desgarrador delirio del sinvivir. La pérdida de certezas es una condena que nos aboca al extravío y la quimera, soltamos todo contacto con la realidad porque ya no hay nada ni nadie que nos vincule de forma inequívoca con ella… Todo esto – y mucho más – es este aluvión de sensaciones y emociones que nos llega desde una Italia bañada por el sol y bruñida por milenios de cultura y fulgor pero que no consigue guarecer en un lugar salubre y compasivo a quienes han perdido su sitio en este mundo.

Es inexplicable la fuerza y rabia que destila esta película arrebatadora. Se le pueden achacar imperfecciones y carencias, simplificaciones y frivolidades, pero funciona como un perfecto engranaje que te seduce y trastorna sin ofrecer resistencia. Y sobre todo señorean sus dos protagonistas – aunque la palma se la lleve una gloriosa Valeria Bruni Tedeschi, volcán en constante ebullición.
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35 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comunidad de los corazones rotos
La comunidad de los corazones rotos (2015)
  • 6,6
    1.127
  • Francia Samuel Benchetrit
  • Isabelle Huppert, Gustave Kervern, Michael Pitt ...
6
Seductora imperfección
Estamos ante una película coral y desarticulada, como si estuviera realizada a base de diversas ideas que no se ha sabido (o querido) muy bien cómo ensamblarlas – por lo cual se ha optado por centrarse en tres historias independientes cuyo único nexo de unión es la destartalada casa en la que todos los personajillos son solitarios convecinos. Para entendernos, parece más bien una libre versión gala del tebeo carpetovetónico “13, Rue del Percebe” (del ínclito Francisco Ibáñez). Es decir, que está poblada de múltiples escenas inconexas – diseñadas como si de viñetas animadas se tratase – no carentes de bastante buen humor, ironía de diverso grosor y espesura y diáfana campechanía, con unos personajes bosquejados a grandes rasgos entre el absurdo, el esperpento y el delirio, más cercanos al sainete chusco que al estudio sociológico sincero.

Es de justicia advertir que la cinta tiene más defectos que virtudes, ya que las historias son tópicas y hasta facilonas (en consonancia con su pícaro despropósito), falta consistencia y profundidad en lo que se relata y retrata, se antepone la farsa dislocada a cualquier precio, evitando caer en cualquier trascendencia o reflexión que puedan velar el entretenimiento intrascendente. Sin embargo, pese a sus muchas y obvias limitaciones, alberga una rara energía motriz que la vuelve irresistible: hace gala de una torrencial ternura hacia todas las personas que habitan ese desvencijado entorno y todos sus mínimos percances nos resultan entrañables y cautivadores. Las imágenes destilan amor y comprensión a raudales, es como un torrente que te arrastra aunque trates de resistirte con todo tu empeño.

Además, los actores todos son cómplices impecables del humor surrealista que brota a cada paso, pese a sus múltiples registros y diversas procedencias y capacidades. Ellos son el alma bulliciosa de la función y dan sentido al disparatado retablo de los despropósitos que presenciamos, donde cualquier extravagancia es bienvenida con tal de despertar la sonrisa vaporosa o bienintencionada. Nada que objetar a las buenas intenciones cuando no hay más cera que la que arde y no pretende dar gato por liebre o simular una profundidad que le es por completo ajena. Quiere sólo agradar, hacer pasar un buen rato entre humoradas y desatinos. Y lo consigue.

Imperfecta, sí. Pero, ante todo, una obra afable y jaranera.
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14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Land of Mine (Bajo la arena)
Land of Mine (Bajo la arena) (2015)
  • 7,1
    8.634
  • Dinamarca Martin Zandvliet
  • Roland Møller, Louis Hofmann, Mikkel Boe Følsgaard ...
8
Sangre y Arena
Mi tierra. Tierra de minas. El juego de palabras del título original fija la temática de esta cinta que explora e ilustra una anécdota apenas conocida de la posguerra mundial. Niños soldados, apenas adolescentes, cuyo único crimen fue ser prisioneros de guerra en territorio liberado, carne de cañón propicia para servir de chivos expiatorios de los crímenes de sus mayores, víctimas de una venganza inhumana con el objetivo de limpiar o borrar la humillación y deshonra de una ocupación lacerante y de la ofensa insoportable de no haberse podido o sabido enfrentar con éxito a los nazis invasores. Pero como en tantísimas ocasiones, pagan justos por pecadores – y la mayor afrenta es haber caído en el olvido.

La crueldad humana no conoce de razas, fronteras o nacionalidades. Y la compasión o la empatía tampoco. Es el relato mínimo y sombrío de una tarea imposible: limpiar de minas las playas de Dinamarca. Y como era una faena no sólo difícil y peligrosa, sino suicida, se decidió utilizar a los presos como herramientas útiles para alcanzar la deseada meta. Sin ninguna consideración sobre su licitud o moralidad, sin reconocer que se estaba incurriendo en los mismos abusos y atropellos que tanto se censuraba y condenaba del nazismo. Conviene recordar unas palabras Hermann Hesse: “Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia.” Y un clásico como Cicerón lo resumió en que no hay “Nada más opuesto a la justicia que la violencia.”

Y violentar a unos niños – aunque hubieran sido forzados a coger las armas hacia el final de la contienda por falta de adultos – para someterlos a nuevas vejaciones y brutalidades por el mero hecho de ser alemanes, fue un episodio vergonzoso que forma parte del inagotable y penoso museo de los horrores del funesto siglo XX. Y es un acto de honestidad volver la vista atrás y rescatar su silente dolor y hacerlo presente. No aprenderemos porque el ser humano es lobo para el hombre, pero al menos aún somos capaces de conmovernos por su infortunio y su padecimiento, con la vana esperanza de que no volvamos a repetir los yerros del pasado.

Excelente muestra de cine antibelicista – o humanista – de la mejor estirpe y calidad. Sobrio, implacable, nada edulcorado y del todo pertinente. Basta con mostrar a unos niños travestidos de soldados, arrastrándose exangües sobre la arena luminosa de una playa, desenterrando minas como si fueran tesoros, malviviendo en una choza infecta, tratando de subsistir soñando con el improbable regreso para reflejar la sinrazón de la guerra. Una joya cruel y turbadora.
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55 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fences
Fences (2016)
  • 6,3
    9.476
  • Estados Unidos Denzel Washington
  • Denzel Washington, Viola Davis, Stephen Henderson ...
5
Pretences… perdón, Pretenciosidad
¿De qué vale tener a unos buenos actores encarnando unos personajes tan pomposos como falsificados, tan tópicos como insustanciales? ¿Para qué hacen ahora una película que hiede a rancia y antigua y que parece rodada en los años cincuenta del siglo pasado – de hecho, la época en que se desarrolla su insulsa acción? ¿Qué motivos hay para desempolvar una anticuada, prolija y obsoleta obra de teatro de hace más de treinta años que quizás pudiera tener algo de novedad y cierto empaque en los años ochenta, pero que ha envejecido fatal y produce unos bostezos apoteósicos? ¿Quizás por el dudoso prestigio de haber recibido en su momento el premio Pulitzer o por reivindicar la negritud oprimida (y políticamente correcta) de un padre borracho y despótico que bien pudo funcionar sobre el escenario, pero que llevada al cine resulta un vehículo herrumbroso sin una dramaturgia bien trabada, sin interés ni originalidad? Y para mayor perplejidad, ¿por qué recibe una nominación absurda y delirante al Oscar como mejor película, cuando es un pestiño pesado, cargante y arcaico?

No quiero pensar que su buena prensa – al menos en Norteamérica – se deba a que sea una película de negros sobre negros, pero me temo que no le encuentro ninguna otra explicación. Porque uno más de los contrasentidos es la póstuma nominación al Oscar recibida como mejor guión adaptado – debido al propio autor de la obra de teatro original en la que se basa, un tal August Wilson (1945-2005) – ya que es una mala, insolvente e ineficaz adaptación, una de las peores que he visto o que imaginarme pueda, porque apenas adecúa nada al nuevo medio, ni aligera las mortificantes peroratas de todos sus atormentados personajes, ni le dota al conjunto de ningún patrón o tema visual digno de tal nombre, ni elimina ni modifica su inequívoca vanidad autocomplaciente ni su estomagante tufillo teatrero que lo mancilla todo y lo hace parecer una pieza fosilizada o funesta más que más un filme honesto.

¿De qué vale que Denzel Washington realice una buena interpretación si no me interesa lo que le sucede a su bobo títere gruñón ni lo más mínimo? ¿Cómo me voy a alegrar de que la gran Viola Davis haya recibido, al fin, su merecido Oscar, cuando en su brevísima actuación de “La Duda” (2008), en apenas unos pocos minutos conseguía eclipsar a todo el (gran) reparto? Quizás la cinta tenga otras virtudes que el espectador español no sea capaz de entender, reconocer o desentrañar, pero es una obra plúmbea cuya realización ha nacido con el encefalograma plano. Un tormento: recomiéndela a su peor enemigo y saldrá vindicado.
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38 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
El viajante
El viajante (2016)
  • 7,1
    8.519
  • Irán Asghar Farhadi
  • Shahab Hosseini, Taraneh Alidoosti, Babak Karimi ...
8
Deshonra, Culpa y Castigo
De nuevo, Asghar Farhadi nos propone una admirable pieza de cámara con un entramado sutil, complejo y claustrofóbico, con pocos personajes – de hecho, apenas un matrimonio de actores y algunos comparsas – que se enfrentan a un cataclismo íntimo y se mueven por motivaciones no siempre rectas, ni sanas ni clementes. Es la minuciosa, tozuda y fría representación de una tragedia en dos planos paralelos (la realidad y el teatro) que se complementan e iluminan mutuamente. Nos ofrece una obra en apariencia ligera y menor, realizada con maestría de orfebre y delicada caligrafía de cirujano experto, que va creciendo conforme avanza su metraje hasta estallar en su tramo final con un agobiante, tortuoso e iracundo desenlace que arrasa e incendia las entrañas del más ecuánime y prudente de los espectadores.

Se hace difícil resumir la trama sin traicionarla o menoscabarla, ya que o bien se queda uno en vagas generalidades (una esposa es ultrajada y malherida por error por un despechado cliente de una prostituta, lo cual desencadena las ansias de venganza en su consternado marido) o bien se tiene uno que detener en todos los meandros y recovecos de la historia, desvelando entonces el meollo y los abismos del conflicto. En resumidas cuentas, es el reflejo de una doble humillación – o de una afrenta personal que siembra la vergüenza y el terror en una mujer indefensa, pero dicha vejación acaba reverberando y desplazándose hasta secuestrar el ánimo y la voluntad de su ofuscado marido, que la convierte en una ofensa personal, trastocándola en un ultraje propio.

Asistimos perplejos y sin aliento a la autopsia punzante y dolorosa de una vendetta. Pero nunca lo que imaginamos se corresponde de forma unívoca ni limpia con lo que esperamos encontrar, sino que la vida se presenta en múltiples capas y pliegues, destapándose así la caja de Pandora que siembra la devastación y el desconcierto. No resulta fácil mantenerse fiel a unos principios – que suelen ser fruto de prejuicios y simplificaciones – que nos hacen actuar como si fuéramos peleles sin libertad ni raciocinio, esclavos de la mirada de los demás, siervos de la voluntad ajena, prisioneros de los escrúpulos morales o religiosos que nos atenazan. Salir de esa espiral de inquina e indignidad es tarea harto difícil, al alcance de muy pocos. Perdonar y perdonarse es la mayor dádiva de la inteligencia emocional, pero pocos la ansían o pretenden.

Impregnada de autenticidad, encharcada de impurezas, anegada de turbiedades y torbellinos, inundada de desolación y desconsuelo, abre las vísceras ponzoñosas del alma humana y nos deja con un regusto amargo a imperfección y locura que no nos abandona tras su visionado. Impactante en su escarchada sencillez.
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74 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
T2: Trainspotting
T2: Trainspotting (2017)
  • 6,2
    19.919
  • Reino Unido Danny Boyle
  • Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller ...
5
Oportunidad (fallida) y traición (innecesaria)
Guardo un buen recuerdo de la película original y la he revisado poco antes de ir a ver ésta, para refrescar la memoria y calibrar mejor sus nexos de unión y divergencias. Y fui sin prejuicios ni expectativas preconcebidas, queriendo dejar sorprenderme por la propuesta de Danny Boyle, cineasta singular, capaz de lo mejor pero también de extraviarse en ejercicios de estilo vacuos y campanudos. Y durante toda la proyección se me repetía sin cesar, como un mantra, el interrogante “¿para qué?”, sin hallar una respuesta válida o razonable.

Retoma los personajes principales – así como alguno secundario – y los sitúa veinte años después, es decir, los hace envejecer como a tantos de nosotros, tratando de crear una historia inédita que recoge algunos temas del original – como el universo de las drogas y adicciones o la prevalencia omnisciente de la traición – pero sin aportar novedad alguna. Y el resultado final tiene algunas cosas buenas (como el juego de la memoria y los saltos en el tiempo entre un pasado revestido de tristeza y evocación) y algunas otras malogradas (como la endeble e inverosímil trama que vertebra el relato, lo artificioso y forzado de las situaciones, la ausencia de mordiente de sus imágenes y la falta de picardía de su banda sonora). Vamos, que más bien parece un desatino de mercadotecnia que no una obra sincera y bien trabada.

Quizás el mayor fallo sea la inclusión de Begbie, el personaje interpretado por Robert Carlyle, que si bien hace de motor y eje del enredo, resulta forzado e histriónico. Rompe la armonía del conjunto, parece más una caricatura que un personaje, pretende vigorizar el relato pero lo frena y estanca sin remisión, lo empantana en un lodazal de ira y venganza que parece sacado de un telefilm de sobremesa, pero que en ningún momento encaja con los demás protagonistas, con sus cuitas y desarraigos, sus contrariedades y quebrantos. Los demás personajes funcionan bien, sus vínculos y sus relaciones fluyen bien engarzados, no sorprende nada pero resulta interesante y convincente. La pesadumbre por la amistad perdida, por el tiempo transcurrido, por la separación y los desencuentros está bien recogida y retratada.

La nostalgia es corrosiva: echamos de menos lo que fue, lo que pudo ser y no fue, lo que perdimos, lo que se escapó de entre los dedos sin dejar más que un aroma a frustración, menoscabo y desengaño… y puede pesar como una losa que te desfonda y anula. Pero este melancólico esfuerzo por dar continuidad a una historia añeja resulta exangüe y tramposo, ha perdido la frescura y descaro de antaño sin aportar nada nuevo.
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76 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Felices sueños
Felices sueños (2016)
  • 6,1
    977
  • Italia Marco Bellocchio
  • Valerio Mastandrea, Bérénice Bejo, Fabrizio Gifuni ...
6
Las máscaras del duelo
La orfandad puede ser terrible, sobre todo cuando has tenido una vinculación muy estrecha y simbiótica con tu madre, que además te ha dejado cuando sólo tenías nueve años… y no lo has conseguido o querido superar en ningún momento y sigues anclado en el paraíso perdido del que te arrancó su temprana marcha. El desamparo emocional que deja el vacío de una pérdida tan íntima y lacerante es un calvario sin cadenas pero con unas ataduras imperceptibles que te atan sin remisión a lo que pudo ser y no fue. Y te puede hacer recorrer el mundo, atravesar fronteras, hundirte en desgracias ajenas y enfangarte con el dolor de los demás, pero sin que nada de todo ello te toque ni alcance porque tienes el corazón roto y permaneces unido al extravío de lo pretérito.

Quizás resulte un relato demasiado premioso y prolijo, con algunas salidas de tono y ciertas sub-tramas que alargan el metraje – sin añadir nada significativo – y dispersan la atención y ponen a prueba la resistencia del espectador. Le habría venido bien una mayor concentración y concisión, ya que a ratos uno no sabe qué nos quieren contar ni a dónde quieren llegarnos, aunque es verdad que hacia el final todos los cabos confluyen y alcanza una intensidad trágica y desoladora muy encomiable. Esa descompensación y disgregación, ese exceso de episodios y anécdotas, son un borrón en el desarrollo de la trama y del drama, que parece no querer despegar y por momentos flaquea la confianza en el meollo urdido. Por fortuna, el trecho final es lo mejor del conjunto y te reconcilia con la propuesta.

El visionado de la cinta fluctúa entre la tortura y la compasión, entre la compresión y la perplejidad, entre el escepticismo y la ternura. No se hace fácil recomendarla por sus muchos altibajos y arritmias, por su excesiva duración y su sinuoso recorrido. Sin embargo, vista como un todo es meritoria y sugerente, tal vez imperfecta pero con algunos logros muy loables. No busca agradar al público, no pretende engatusarle con sensiblerías o sentimentalismos trasnochados, explora un lirismo del contrasentido y la contradicción, indaga sobre los recodos de la verdad y la angustia de la insinceridad, denuncia las mentiras piadosas y los silencios cómplices, ahonda en los abismos del duelo y la fatalidad, se adentra en parajes yermos e inquietantes. Es una obra estimulante y fecunda por sus muchas paradojas y desatinos.

En resumen, un jeroglífico intimista e irregular, algo ensimismado y críptico, tan irritante como interesante.
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22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jackie
Jackie (2016)
  • 6,0
    9.281
  • Estados Unidos Pablo Larraín
  • Natalie Portman, Peter Sarsgaard, Billy Crudup ...
8
Ruina y reconstrucción
La devastación del duelo. Cuando destruyen tu mundo, aniquilan tu presente e invalidan tu futuro… se limitan y restringen las alternativas disponibles para poder mantenerse en pie y salir adelante. No estamos ante una biografía convencional ni ante una exploración pormenorizada del carácter de un personaje, sino ante el retrato de una tragedia y las consecuencias que provoca en la protagonista, acostumbrada a ser comparsa decorativa e insustancial y que por su voluntad y empeño inquebrantables se propone – hasta llegar a conseguirlo –convertirse en heroína de su desgracia y efigie del dolor para toda una nación. Busca llenar su asolado vacío existencial y para ello utiliza la única arma de la que dispone y que sabe manejar con destreza: la imagen. Su propia imagen convertida en la quintaesencia de la desdicha y el desconsuelo, haciéndose así un hueco en la memoria emocional de un pueblo y labrándose un lugar donde cobijarse y resurgir fortalecida.

Jacqueline Lee Bouvier (1929-1994), luego conocida – tras sus dos célebres matrimonios – como Jackie Kennedy y Jackie Kennedy Onassis, fue una mujer de clase acomodada, elegante, estilosa y desgraciada que supo encarar los sinsabores de la vida con aplomo y acierto gracias a su educación, cultura, intuición y presencia de ánimo. Su principal labor fue la de ser esposa abnegada y decorativa, en la época previa al movimiento de liberación de la mujer (que reclamaría para sí mismas ser apreciadas y consideradas por sí solas y no por ser la esposa ejemplar del hombre de turno). Ella supo trascender su limitado rol preestablecido y convertirse en un icono incontestable de la segunda mitad del siglo XX. Sería demasiado fácil ningunearla, pero es de justicia reconocer que consiguió ser un punto de referencia social imperecedero.

El guión es un rompecabezas muy bien trabado, con continuos saltos en el tiempo, sin por ello perder de vista lo esencial de la historia que se propone relatar: de cómo una mujer deshecha consigue sacar fuerza de flaquezas y erigirse triunfante sobre la adversidad hasta devenir en representación de toda una época, de un momento y de una circunstancia que dejó huérfanos y extraviados a toda una generación, marcando así el fin de un sueño y el comienzo de una leyenda. También presenta las nunca fáciles ni diáfanas relaciones familiares, sociales, políticas y emocionales de todos los involucrados con una agudeza y nitidez sobrecogedoras, sin disimulos ni concesiones, sin embellecimientos ni descargos. Y además cuenta con una Natalie Portman subyugante y cautivadora, que roza la perfección con su voz, lenguaje corporal y figura.

Pablo Larraín ha urdido una película inesperada, que cortocircuita el deseo morboso y cotilla del espectador para ofrecernos un estudio de la creación iconográfica de un mito. Meritoria e inquietante.
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47 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Loving
Loving (2016)
  • 6,5
    5.300
  • Estados Unidos Jeff Nichols
  • Joel Edgerton, Ruth Negga, Michael Shannon ...
8
Gente corriente
Lo que hoy nos puede parecer evidente no ha sido siempre así. Casi nunca el sentido común o la cordura han guiado el ordenamiento jurídico de los pueblos, más atentos a poner trabas e impedimentos al fluir innato de la vida y de las relaciones humanas. La mayoría de las veces apelando a rancios preceptos religiosos o a arcaicos usos y costumbres instaurados por una élite indiferente u hostil hacia las minorías (del tipo que fueran) y que querían dejar constancia de supuestas reglas naturales que no tenían otro fundamento que velar por una pureza o supremacía ficticia e ilusoria con la que salvaguardar sus privilegios o con la que ¿protegerse? de lo nuevo o dispar.

Esta cinta ofrece mucho más de lo que a primera vista simula. Recurre a un estilo pausado y parsimonioso para relatarnos una pequeña historia de amor particular que, sin embargo, tuvo unos grandes efectos tectónicos en el conjunto de la ciudadanía de su nación. Pero aun tratándose de una película batalladora y reivindicativa, opta por quedarse en el plano doméstico, se centra en el impacto cotidiano que unas leyes racistas e injustas tuvo sobe el normal devenir de un matrimonio interracial. El periplo reflejado abarca de 1958 a 1967, una época convulsa y frenética marcada por la lucha por la igualdad e impregnada por la abnegada labor integradora y de concordia del reverendo Martin Luther King Jr. Pero se aleja del oropel escénico y se contenta con quedarse entre bastidores, en un discreto segundo plano, como los protagonistas.

Reflejar la cotidianeidad de una vida común es tarea harto difícil, sobre todo cuando los contratiempos nacen de la mirada que algunos otros tienen sobre lo que acontece, pero no supone un problema intrínseco en el plácido devenir de una pareja sin otros atributos que su mutua devoción y cariño, la crianza de sus hijos, el trabajo repetitivo y cansado, los amigos y la familia. Y esto es uno de los grandes hallazgos de esta cinta, detenerse en plasmar los hitos corrientes y sin brillo de unas personas anónimas que nada tienen que ofrecer más que su total y tediosa normalidad. Salvo que… a resultas de una legislación trasnochada, por motivos que ni han buscado ni deseado, son el objeto de una injusticia lacerante y cruel que convierte su existencia en un sobresalto perenne.

Cabe destacar sobre todo la labor del dúo protagonista, Joel Edgerton y Ruth Negga, que transforman en memorable una existencia anodina. También el director y guionista Jeff Nichols acierta de pleno en el tono sereno, calmado y sin estridencias de su relato ejemplar. Una joya para amantes del drama íntimo.
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19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Moonlight
Moonlight (2016)
  • 6,7
    31.316
  • Estados Unidos Barry Jenkins
  • Trevante Rhodes, Naomie Harris, Mahershala Ali ...
7
Desamparo
Una historia en tres tiempos, en tres momentos vitales – bien diferenciados e interpretados por tres actores distintos que sin embargo consiguen hacer creíble que se trata del mismo personaje – que ilustran el devenir atormentado de un joven que crece en un entorno marginal marcado por la droga, los abusos y la inseguridad afectiva. Se puede tomar como un relato iniciático, pero también es el reflejo – casi documental – de un ambiente tremebundo y asfixiante lastrado por el tráfico y consumo de narcóticos, la orfandad emocional y el abismo de la violencia. Así mismo podría considerarse una soterrada crónica de un amor que no osa decir su nombre y que corroe la existencia por su obcecada e inevitable invisibilidad y negación.

Ha recibido los parabienes entusiastas y unánimes de la crítica – quizás en exceso, ya que distorsiona la serena y cabal recepción de esta propuesta singular. Tratando de diseccionar cada uno de sus componentes, podemos concluir que la labor de dirección es excelente, de una contundencia y creatividad dignas de elogio, ya que envuelve la acción con una angustia y desesperanza que juega en favor de la trama y sus implicaciones. El guión está muy bien construido y estructurado, nunca buscando el efectismo ni el asombro, sino centrándose en una construcción de personajes memorable. Sin embargo, la historia en sí me parece que cojea, adolece de un tufillo anticuado y rancio, como si no supiera calibrar del todo algunos de los mimbres con los que adereza su desarrollo. Quizás sea por mi desconocimiento del mundo que retrata, pero toda la parte de ‘temática gay’ me parece obsoleta, como si nos estuvieran hablando de oídas y no naciera del contacto con la realidad.

Los actores están todos ellos excelentes, aunque sea justo destacar la labor tanto de Naomie Harris como de Mahershala Ali, que rezuman destreza técnica pero la hacen pasar sin esfuerzo aparente por pura naturalidad y descaro. Pocas veces he visto un reparto coral tan perfecto y tan bien conjuntado, creando un microcosmos no sólo verosímil e inmediato, sino inolvidable. Los saltos en el tiempo fluyen de forma armónica y natural, tejiendo una tupida tela de araña que atrapa al espectador y multiplica la densidad dramática de la narración, sin dispersión ni interrupción. No todo lo que cuenta me parece sincero o logrado, pero sí la forma y fuerza de contarlo, pura adrenalina y arrebato.

Pese a no convencerme del todo y de que algún meandro explicativo me parece impostado, creo que se trata de una obra muy buena y llena de enjundia. Imperfecta pero valiente y arriesgada.
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36 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Figuras ocultas
Figuras ocultas (2016)
  • 6,9
    18.698
  • Estados Unidos Theodore Melfi
  • Taraji P. Henson, Octavia Spencer, Janelle Monáe ...
6
Mujercitas, sobradamente preparadas
Superficial y quizás demasiado atenta en complacer a la audiencia, pero también, sin duda, muy entretenida e interesante. Rescata del olvido y da a conocer al gran público a tres mujeres norteamericanas que fueron unas científicas pioneras en su campo, tanto por ser de raza negra (cuando aún seguía existiendo discriminación explícita y rechazo implícito), así como por ser mujeres brillantes abriéndose camino en un mundo de hombres prepotentes y recelosos de la competencia que se avecinaba. Por una parte tenemos a Katherine Johnson (de soltera Goble), nacida en 1918 y aún con vida, física y matemática de vital importancia en el programa espacial de la NASA. Por otra parte está la matemática Dorothy Vaughan (1910 –2008) que supo introducir el uso de las primeras computadoras IBM de forma efectiva y eficiente en el trabajo cotidiano del programa espacial. Finalmente, la matemática Mary Jackson (1921-2005) que se convirtió en la primera ingeniera negra contratada por la NASA.

Con estos mimbres y un guión lleno de simpatía y encanto aunque simplifique las penalidades que debieron de pasar las personas de raza negra en general y todas sus mujeres en particular, se ensambla una obra agradable e informativa que pone el foco en la trastienda de la carrera espacial, cuando aún existían dos superpotencias enfrentadas a muerte y cuando los logros en este novedoso terreno suponían munición propagandística que se disparaba con feroz insolencia, ya que se sobreentendía que quien llevara tanto la delantera como la iniciativa era por contar con un sistema político mejor, más robusto e innovador. Durante la guerra fría la propaganda política reemplazaba las hostilidades bélicas… y por un tiempo los americanos parecían estar perdiendo la batalla.

En aquellos legendarios años – en que se temió que diera comienzo una III Guerra Mundial – se fue forjando el mundo que conocemos hoy, impregnado por la aureola mítica de Kennedy y la conquista del espacio como última frontera. La nostalgia y denuncia como telón de fondo. Hay algo que nos atrae de aquellos años delicados y fértiles, quizás porque existen tantos documentos gráficos y la televisión amplió la memoria colectiva de todos nosotros, creyéndonos partícipes cuando sólo éramos meros espectadores. Pero tenemos la sensación de haber estado allí y de no habernos desligado aún de aquel vibrante fulgor, víspera de lo mejor o de lo peor…

Esta obra menor rescata el brillo, el temblor, la rabia, el descaro y la reivindicación de aquella época que aún reverbera en nosotros. Quizás es la añoranza por el optimismo perdido lo que nos hace volver la vista atrás. Y esta pieza lo consigue durante un par de horas. Sencilla pero eficaz. Un delicioso bombón.
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33 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Manchester frente al mar
Manchester frente al mar (2016)
  • 7,1
    31.137
  • Estados Unidos Kenneth Lonergan
  • Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler ...
9
Expiación
Es el retrato de un hombre póstumo, de un individuo corroído por los remordimientos y con un lacerante sentimiento de culpa que lo incapacita para la vida y para entablar cualquier tipo de vinculación afectiva con sus semejantes. Malvive con el insoportable peso de un cataclismo emocional que lo tortura y que le corroe las entrañas, no pudiendo ni queriendo zafarse de su zozobra y de su desconsuelo, que tiñe sus días de ansiedad y desazón. ¿Cómo sobrevivir al apocalipsis de una pérdida irreparable cuando nos creemos responsables de nuestro íntimo y bochornoso fracaso y somos reos de nuestros garrafales yerros? No quedan ni fuerzas para el alivio del llanto…

Estamos, por todo ello, ante una tragedia en estado puro, ante la radiografía descarnada de un vía crucis doloroso e inextinguible. Pero el soberbio guión y la maravillosa e invisible dirección – ambos debidos a un Kenneth Lonergan en estado de gracia – no se detienen en recrearse ante la desgracia, sino que van mucho más allá, aprehendiendo el vacío absoluto y punzante de un alma en pena, de un muerto en vida que deambula sin meta ni empeño por un valle de lágrimas que lo anega todo. No busca provocar el sollozo liberador ni despertar la compasión plañidera, no pretende servirse de los resortes clásicos del melodrama para incitar a la catarsis sentimental, ni coquetea con la simpatía inducida o con la empatía manipulada. En apariencia se queda en la epidermis de los hechos para, en realidad, bucear en la honda y densa espesura de la angustia.

Sin la menor duda, es una joya del cine reciente que, en poco tiempo, se convertirá en un clásico indiscutible. La película es larga pero se hace corta, parece no ir hacia ningún lugar y, sin embargo, recala en todos los puertos de la inefable existencia humana. Parece desesperada pero siembra de forma imperceptible una parcela para el consuelo y la reconciliación – o al menos para cultivar un atisbo de reparación, por improbable o inalcanzable que parezca. Además contiene un sinnúmero de escenas memorables hechos con jirones de autenticidad y añicos de aflicción: el demoledor flashback con el asombroso adagio de Albinoni como único telón de fondo sonoro, la confesión a tumba abierta del protagonista ante la policía, el reencuentro fortuito e imposible entre el matrimonio quebrado, casi todos los momentos entre tío y sobrino, el colapso nervioso ante un congelador rebelde,…

Las interpretaciones de Casey Affleck y Michelle Williams consiguen la rara virtud de ser perfectas, fundiéndose los actores con sus personajes hasta devenir en una experiencia milagrosa. Lo mismo puede decirse de todo el elenco. Pero los máximos elogios para Kenneth Lonergan que ha ensamblado una obra grandiosa, de una sencillez turbadora.
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162 de 181 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lion
Lion (2016)
  • 7,3
    21.902
  • Australia Garth Davis
  • Dev Patel, Sunny Pawar, Nicole Kidman ...
4
Boñiga multinacional
Conviven dos mitades muy diferenciadas en esta cinta: la primera parte resulta interesante pese a su manipulativo tono melodramático y su edulcorada ñoñería festivalera; pero la segunda mitad es un truño repelente que lastra el conjunto hasta hundirlo sin remisión. La falsedad impostada, la jactancia aberrante y el sinsentido del enfoque trágico y plañidero que adopta, resalta la inverosímil factura de los acontecimientos retratados, por muy reales que sean los hechos fidedignos en los que se basa la historia. Es una afrenta irritante y un descrédito a la verosimilitud psicológica de los personajes y de su dolido devenir que provoca el rechazo del espectador y su total indiferencia. Y la causa principal es un guión nauseabundo y viciado que trata de exprimir la lágrima fácil cuando lo único que hace es aporrear una averiada tecla sin conseguir que suene la flauta ni por casualidad.

Como en tantas ocasiones, no basta con que la trama haya ocurrido en verdad para que la adaptación se pueda erigir en una pieza de ficción autosuficiente. Se necesitan recrear unas situaciones que resulten consistentes y verosímiles, sin rupturas de la credibilidad ni añagazas espasmódicas que sólo saben encadenar tumbos crispados y artificiosos, ayunos de progresión dramática y carente de interés alguno. La búsqueda del linaje, el desconsuelo que provoca la pérdida de un pasado irrecuperable, la insatisfacción atormentada de una orfandad sobrevenida no bastan para dotar de cuerpo y alma un conjunto que produce irritación y desapego en el atónito espectador que se ve zarandeado entre la mugre de la infamia y la cochambre de la falsificación. Nada de lo que vemos resulta convincente ni tolerable, por la inaceptable adulteración de los sentimientos expuestos.

Una actriz tan competente e industriosa como Rooney Mara se encuentra perdida y sin personaje al que aferrarse ante tanto dislate atribulado y lloroso. Nicole Kidman salva la función con su mera presencia angustiada, aunque tampoco tiene ni mucho que hacer ni nada que perder ante el cúmulo de desatinos que encara durante su breve cometido. Y la peor parte le ha caído en desgracia a Dev Patel, que ensaya un sinfín de muecas y melenas enmarañadas sin transmitir ni la más mínima turbación o inquietud. Impostura y timo al por mayor. Sólo se salva el niño Sunny Pawar, porque resulta fotogénico y su periplo tiene un mínimo encanto. Lo demás es pura patraña.

Las nominaciones a los Oscar son una afrenta a la inteligencia y la sensatez. Demuestran que en demasiadas ocasiones la industria premia las buenas intenciones sobre los buenos resultados. No se dejen engañar y eviten este engendro.
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25 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
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