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Voto de antonalva:
8
Drama Emad y Rana deben dejar su piso en el centro de Teherán a causa de los trabajos que se están efectuando y que amenazan el edificio. Se instalan en otro lugar, pero un incidente relacionado con el anterior inquilino cambiará dramáticamente la vida de la joven pareja. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2017
73 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo, Asghar Farhadi nos propone una admirable pieza de cámara con un entramado sutil, complejo y claustrofóbico, con pocos personajes – de hecho, apenas un matrimonio de actores y algunos comparsas – que se enfrentan a un cataclismo íntimo y se mueven por motivaciones no siempre rectas, ni sanas ni clementes. Es la minuciosa, tozuda y fría representación de una tragedia en dos planos paralelos (la realidad y el teatro) que se complementan e iluminan mutuamente. Nos ofrece una obra en apariencia ligera y menor, realizada con maestría de orfebre y delicada caligrafía de cirujano experto, que va creciendo conforme avanza su metraje hasta estallar en su tramo final con un agobiante, tortuoso e iracundo desenlace que arrasa e incendia las entrañas del más ecuánime y prudente de los espectadores.

Se hace difícil resumir la trama sin traicionarla o menoscabarla, ya que o bien se queda uno en vagas generalidades (una esposa es ultrajada y malherida por error por un despechado cliente de una prostituta, lo cual desencadena las ansias de venganza en su consternado marido) o bien se tiene uno que detener en todos los meandros y recovecos de la historia, desvelando entonces el meollo y los abismos del conflicto. En resumidas cuentas, es el reflejo de una doble humillación – o de una afrenta personal que siembra la vergüenza y el terror en una mujer indefensa, pero dicha vejación acaba reverberando y desplazándose hasta secuestrar el ánimo y la voluntad de su ofuscado marido, que la convierte en una ofensa personal, trastocándola en un ultraje propio.

Asistimos perplejos y sin aliento a la autopsia punzante y dolorosa de una vendetta. Pero nunca lo que imaginamos se corresponde de forma unívoca ni limpia con lo que esperamos encontrar, sino que la vida se presenta en múltiples capas y pliegues, destapándose así la caja de Pandora que siembra la devastación y el desconcierto. No resulta fácil mantenerse fiel a unos principios – que suelen ser fruto de prejuicios y simplificaciones – que nos hacen actuar como si fuéramos peleles sin libertad ni raciocinio, esclavos de la mirada de los demás, siervos de la voluntad ajena, prisioneros de los escrúpulos morales o religiosos que nos atenazan. Salir de esa espiral de inquina e indignidad es tarea harto difícil, al alcance de muy pocos. Perdonar y perdonarse es la mayor dádiva de la inteligencia emocional, pero pocos la ansían o pretenden.

Impregnada de autenticidad, encharcada de impurezas, anegada de turbiedades y torbellinos, inundada de desolación y desconsuelo, abre las vísceras ponzoñosas del alma humana y nos deja con un regusto amargo a imperfección y locura que no nos abandona tras su visionado. Impactante en su escarchada sencillez.
antonalva
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