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Críticas ordenadas por:
Múltiple
Múltiple (2016)
  • 6,6
    46.411
  • Estados Unidos M. Night Shyamalan
  • James McAvoy, Anya Taylor-Joy, Betty Buckley ...
6
Malos Tratos
M. Night Shyamalan sabe crear atmósferas inquietantes y tramas enrevesadas que de alguna forma consigue encajar con cierta maña y destreza como un rompecabezas bien urdido, pero lo que en sus comienzos podría parecer virtuosismo y originalidad, está deviniendo con el paso de los años en mera superchería impostada y falaz. Las ideas en apariencia brillantes y los giros inesperados o sorprendentes priman sobre la historia que se nos narra, desvirtuando el conjunto y devaluando su efecto y efectividad global. Aquí nos ofrece una buena idea, con un amenazador arranque, una desasosegante premisa con unos buenos actores muy acertados en sus diversos cometidos, pero la cinta va perdiendo fuelle conforme avanza su metraje y se va diluyendo como un azucarillo en una bañera de agua caliente. Cada escena promete más de lo que al final acaba entregando.

Sin lugar a dudas lo mejor es la destreza y habilidad del director en su manejo del fuera de campo visual, dejando que el espectador se alarme y su imaginación se acelere y desboque con lo que no ve y, por lo tanto, no lo queda más remedio que imaginar y completar en su calenturienta y predispuesta mente. De esta forma indirecta consigue enriquecer y ramificar una historia que en su núcleo esencial no pasa de ser un atractivo punto de partida que no acaba llegando a ningún sitio. Proporciona algunos indulgentes sustos y sobresaltos, se ensamblan algunas apreciables escenas de suspense, pero no pasa de ser una obra voluntarioso sin garra ni pasión. No persuade ni atrapa porque el propio director no parece estar demasiado seguro de su guión, que hace aguas a poco que se pretenda analizar.

Su máximo defecto podría resumirse en que parece querer y poder ofrecer un relato novedoso y retorcido al tiempo que desazonador y turbio… pero se queda en eso, un una constante promesa de bondades por venir que no acaban de llegar ni cuajar ni manifestarse, por lo que uno acaba tirando la toalla convencido que estamos ante un vistoso telefilme bien rodado, bien interpretado y bien enlazado, pero ayuno de personalidad e innovación, un mero ejercicio de estilo que si bien no yerra el tiro, te deja bastante frío e indiferente – y hasta cierto punto te decepciona – porque desearíamos encontrarnos ante un reto a la altura de las expectativas que se crean. Craso error.

En conjunto se deja ver si no esperas demasiado y te conformas con un trabajo insustancial aunque esmerado. Lo mejor son tanto James McAvoy como Betty Buckley, aunque devenga en un parco pasatiempo sobado.
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26 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toni Erdmann
Toni Erdmann (2016)
  • 6,4
    8.808
  • Alemania Maren Ade
  • Peter Simonischek, Sandra Hüller, Lucy Russell ...
5
Toni Pelma o… ¡qué toñazo!
¿Comedia? ¿Qué comedia? ¿Drama? ¿Pero dónde diablos está el drama? Pocas películas tan planetariamente premiadas, tan unánimemente elogiadas por la crítica – tanto especializada como gacetillera – y tan ansiosamente esperadas por el público me han defraudado tanto como esta sandez valquiria que se me hizo tan pesada y antipática como prolija. No es tanto que sea mala – aunque a ratos lo consiga – sino que me parece un antojo o un despropósito en el que no encuentro ni una trama interesante, ni unos personajes creíbles, ni unas peripecias con las que pudiera empatizar en modo alguno. Me sentí como un extraviado extraterrestre que tuviera que ver un monográfico de Mariano Ozores sin tener ni las ganas ni el gusto ni la capacidad para entenderlo.

Como la cinta es muy larga (no siendo ésta la peor de sus características) tuve mucho tiempo para hacerme un sinfín de preguntas – cuyas respuestas siguen siendo para mí un arcano indescifrable – durante su inacabable proyección. ¿Dónde está la gracia de ver a unos personajes confusos y desdibujados dar tumbos, quiebros, volteretas y acrobacias en una historia interminable que parece no avanzar ni llegar a ningún puerto reconocible en ningún momento de su metraje? ¿Dónde se quedó la dramaturgia en el desarrollo de la obra, en qué escondrijo trata de pasar desapercibida? ¿Para qué tanto disfraz, tanta peluca cantosa, tanta falsa dentadura y grotescos maquillajes si a la postre se despelotan casi todos en una escena tan patética como penosa? ¿Adónde nos quiere lleva la directora y guionista teutona en su periplo por las altas esferas de la impostura y la zafiedad?

La insoportable pesadez del artificio. Si lo que nos querían transmitir es el desencuentro entre un padre y su hija, si lo que querían contarnos es el trabajoso reencuentro y redescubrimiento de una quebrada e infecunda relación paterno-filial, ¿a qué viene esforzarse tanto en amontonar escenas, digresiones y circunloquios superfluos que no hacen avanzar la trama sino que se van acumulando de forma cansina y tediosa sin aportar ni una gota de originalidad ni sorpresa? Y, sobre todo, carece por completo de sutilidad o capacidad de sugerencia, teniendo que recurrir a interminables pláticas aclaratorias para desembrollar su confuso mensaje de incomunicación, soledad e insatisfacción, como si el espectador fuera un memo integral que no supiera atar cabos o entender por sí mismo las intenciones de su clarividente e iluminada autora.

Me parece una cinta caduca, desganada, sin ritmo, sin garra y sin tino. Los tímidos aplausos de algunos espectadores parecían corroborar que a cierto público le había gustado, pero yo suscribo el exabrupto de otro espectador que ante el sorpresivo palmoteo que cerró la función exclamó: “¡pero qué cojones han visto esos!”.
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117 de 162 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tortuga roja
La tortuga roja (2016)
  • 7,1
    9.055
  • Francia Michael Dudok de Wit
  • Animación
8
La admirable vida de un náufrago
Concisa y precisa, ensoñadora e imaginativa, singular y asombrosa… al tiempo que de una llaneza cautivadora. Sin diálogos pero no muda, parca en digresiones o circunloquios, se concentra en contar una sencilla historia con mínimos personajes y decorado casi único, pero rebosante de delicadeza, primor e ingenio. Adopta un punto de vista sereno ante la adversidad, destapando en su afable recorrido el tarro de las esencias como un bálsamo arrebatado que te va envolviendo y hechizando como una mágica noche de luna llena o como un deleitable atardecer refulgente al borde de un acantilado recóndito y paradisíaco. Y, en este caso, no se debe confundir sencillez con simpleza porque la naturalidad de esta cinta es fruto de un elaborado proceso de síntesis, optando siempre por la belleza de la puesta en escena y descartando cualquier afectación o solemnidad.

El meticuloso y esmerado embrujo de sus imágenes es soberbio. Nada queda al azar en este azaroso periplo por la supervivencia, donde reina el amor como esencia redentora de la vida, que nos hace llevaderas las penalidades o estrecheces y nos devuelve una ilusión radiante que nos reconforta y reconcilia con el mundo y la existencia. Ofrece poesía en movimiento, de una dulzura abrumadora pero para nada empalagosa ni preciosista, sino adentrándose por los senderos de la metáfora, de la sugerencia, de la imaginación y de la sorpresa evanescente con un aplomo y una gracia que no dejan de fascinar en ningún momento. Hacía tiempo que no se utilizaba la animación con semejante derroche de inventiva, inspiración y finura, en donde realidad y sueño se funden en una unidad maravillosa que deja atónito y agradecido al espectador más exigente e intratable.

Fábula llena de encanto, embeleso y hechicería. Nada sobra ni nada falta, es perfecta en su brevedad que, sin embargo, contiene y refleja el ciclo natural que nos configura y determina. Hay que verla para creerlo. Merece un lugar en el corazón de todo amante del buen cine, que no en vano también se denomina – sin saber bien que puede significar hasta que se visiona una joya como ésta – ‘fábrica se sueños’. Es un regalo para los sentidos y un virtuoso torrente de perfección que dejará satisfecho al paladar más severo. No deberían perdérsela, sobre todo si la edad adulta pesa y no se quiere perder toda esperanza. Milagrosa.
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28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ciudad de las estrellas (La La Land)
La ciudad de las estrellas (La La Land) (2016)
  • 7,5
    60.327
  • Estados Unidos Damien Chazelle
  • Emma Stone, Ryan Gosling, John Legend ...
8
Ma Ma Mágica
El cine como fábrica de sueños… Se nos olvida esta premisa básica y fundamental pero cuando acierta y da en la diana, se convierte en una experiencia imperecedera y memorable que nos arrastra hasta dónde quiera llevarnos sin que ofrezcamos ni la mínima resistencia ni alberguemos reticencia alguna a la propuesta que se despliega ante nuestros arrebatados ojos. Pero hay demasiados cineastas que arrinconan no sólo su afán de narrar una historia simple y diáfana, sino que desconocen la tradición de los clásicos de cualquier género, tratando de inventar la rueda cuando ya todo está inventado y de lo que se trata es de combinar lo conocido y reconocible hasta hacerlo parecer novedoso y singular. Y éste es el gran acierto del joven Damien Chazelle: el no pretender ser original sino en contentarse con desplegar todo su ingenio para poner en pie un mundo fascinante.

Y para ello cuenta con la complicidad de dos actores en estado de gracias, que no son ni bailarines ni cantantes pero que hacen parecer fluido e innato, elegante y arrebatador la impostura de lanzarse a ejecutar canciones rumbosas y coreografías estilosas como si fuera lo más normal y cotidiano, sin un atisbo de incredulidad en su mirada, sin un gramo de titubeo en su cuerpo. Pura dinamita y ligereza, pura genialidad travestida de naturalidad. Hacer parecer sencillo y espontáneo el artificio del musical es una arte que nada tiene que ver con artificio, sino con maña y soltura, con la destreza de hacernos suspender cualquier recelo o duda y nos entreguemos por completo a los encantos del fingimiento. Ryan Gosling y Emma Stone están soberbios y seductores, fogosos e inolvidables, pero quizás se la deba coronar a ella como la reina de la función. Extraordinaria.

La historia es de una sencillez exquisita. Chica conoce chico, se enamoran, se enriquecen y complementan, comparten sueños e ilusiones, se entusiasman y se dan alas para anhelar e intentar convertir en realidad lo imposible, lo codiciado, lo inalcanzable, se quieren y se desean, se buscan y se encuentran, se agradecen y compadecen, se pelean y se reconcilian, se separan y se atormentan. El juego de la vida entre ardores musicales y sinsabores jazzísticos. La frase ‘te querré siempre’ se encarna y se convierte no sólo en un lema, en un mantra, en un capricho, sino que cobra sentido y se hace realidad en este recorrido multicolor por los entresijos del ensueño amartelado.

Hay algún leve desfallecimiento del ritmo y del norte, pero se reconduce de inmediato. Uno sale de la sala agradecido, con el alma ligera, la sonrisa desplegada y la certeza de haber compartido la esencia del cine. Épico.
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73 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Silencio
Silencio (2016)
  • 6,4
    16.022
  • Estados Unidos Martin Scorsese
  • Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson ...
7
Voces
Abordar la espiritualidad, lo trascendente o la religión es una temática casi abandonada en el cine occidental. Quizás por considerarse un asunto demasiado abstracto, poco atractivo o incluso desprestigiado para cierto tipo de público laicista, cuando la realidad es que sigue siendo una materia de vital importancia para la mayoría de los seres humanos, ya que aún hoy mueve y motiva – para bien y para mal – los engranajes del mundo. Y Scorsese rema a contracorriente al centrarse en la vivencia de unos padres jesuitas en el Japón del siglo XVII, verdadero aquelarre inquisitorial contra la fe cristiana, lo cual no deja de sorprender en un pueblo como el nipón que se ha caracterizado por tomar prestado – y hacerlo suyo – casi todo lo que culturalmente lo caracteriza, por ejemplo el budismo Zen que vino de la India pasando por China o la escritura y toda su tradición literaria que también tuvo su origen en el venerable Imperio chino.

Además, para el prejuicioso público español, tan predispuesto a ver en el catolicismo el origen de todos los males patrios – y hasta universales – resultar sorprendente el empeño de mostrar una sincera vocación misionera sin la retranca, doblez o censura con la que se suele revestir todo lo que tenga que ver con la Santa Madre Iglesia y sus vituperados clérigos. Porque asistimos al calvario de una fe y de sus predicadores revestida de una fiereza y crueldad que se suele reservar a la estigmatizada Santa Inquisición, mostrándonos así que la intolerancia no es privativa del Vaticano y sus satélites, sino que ha germinado en todos los pueblos de cualquier latitud, rescatando unos hechos brutales que nos muestran la barbarie del ser humano cuando se empeña en perseguir y aniquilar a los que considera diferentes o señalados.

Estamos ante una obra singular, quizás lastrada por un excesivo metraje (se podría o debería haber aligerado al menos en media hora su duración), que se detiene tanto en la aventura y desventura exterior de unos sacerdotes, como en su angustiada y torturada dimensión espiritual íntima, en su lucha entre pragmatismo y conciencia, atendiendo al conflicto personal e insondable entre la voluntad de servir y la necesidad de sobrevivir, a la pugna encarnizada entre hacer el bien y evitar el mal. Los cementerios están sembrados y regados de buenas intenciones. Y siempre queda la duda de si estamos en lo cierto, de si en verdad nuestro afán redentor tiene algún eco o nos tenemos que resignar a vivir con preguntas sin respuesta.

Primorosamente realizada, con una recreación de época subyugante y repleta de momentos mágicos sin parangón en la cinematografía comercial al uso, resulta un retablo tanto de lo mejor como de lo peor de la humanidad. Inquietante.
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64 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo el fin del mundo
Sólo el fin del mundo (2016)
  • 6,2
    4.712
  • Canadá Xavier Dolan
  • Gaspard Ulliel, Nathalie Baye, Vincent Cassel ...
7
La histeria como forma de disimulo
La superficie de las cosas, de la gente y del comportamiento humano casi nunca nos desvela lo que está pasando o lo que hay en realidad, sino que implica una especie de disfraz que vela la cabal comprensión de los acontecimientos y de sus motivaciones. Además Xavier Dolan nos tiene acostumbrados a revestir de histrionismo sus relatos, por lo que conviene atender no sólo a lo que se ve de forma inmediata, sino que conviene bucear más allá de lo obvio y de las apariencias para completar y comprender de forma cabal el relato que nos propone. Aquí no es una excepción aunque quizás la haya llevado hasta límites desconcertantes, sembrando de gritos, aspavientos y muecas lo que pudiera parecer una trama mínima: el regreso al hogar del hijo pródigo.

La historia se centra en la voluntad de dar una noticia que las circunstancias y desavenencias cotidianas parecen querer boicotear. El egoísmo de cada cual, más pendiente de sí mismo y de sus querellas que en escuchar al otro configuran el meollo de la trama. Se habla mucho pero se dice poco, más atentos a interrumpir las pláticas con algún exabrupto que no a prestar atención y comprender lo que se dice. Por lo tanto, lo relevante es el subtexto que se va tejiendo en torno a un núcleo familiar atormentado y lleno de querellas y aristas, plagado de sombras y rencillas, de reproches y resentimientos. Todo el mundo quiere aprovechar la oportunidad de una comida familiar para desfogarse y dejar claro que ni perdona ni olvida, destapando carencias y rencores, enfrentando animadversiones y anhelos. Y quien calla es quien más necesitaba sincerarse y confesarse a tumba abierta.

No es una cinta grata ni fácil, hay un exceso de palabrería huera y de gestos y actitudes beligerantes que enfatizan la soledad vital en que malviven, más atentos a herir al prójimo que a entenderlo, más dispuestos a dejar clara su intransigencia que a abrazar – o al menos transitar – la compasión o la empatía. Y como colofón se encumbra el uso de la mentira piadosa o la hipocresía desvergonzada antes que mostrarse débil o necesitado. La avalancha de recriminaciones lo anega todo, imposibilitando la comunicación y la reconciliación. Por ello, más importante que lo que vemos es todo lo que queda implícito y sin decir: la necesidad de huir, de alejarse de ese microcosmos tóxico y cerril que estrangula y asfixia, el disimulo antes que la verdad.

Todos los actores están pasados de vueltas – exceptuando a Marion Cotillard, impresionante en su sumisa intrascendencia – tal y como ha requerido de ellos Dolan. Difícil de recomendar pero muy interesante.
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56 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comanchería
Comanchería (2016)
  • 7,2
    31.819
  • Estados Unidos David Mackenzie
  • Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster ...
8
Lazos de sangre
El humor negro como seña de identidad. El paisaje tórrido y desolador de la Texas rural como telón de fondo de este western rústico y crepuscular que combina el atraco a unos bancos aislados y cutres con el amor a la familia o la fidelidad al terruño, que presenta provocadores poses racistas nada complacientes y los subvierte con pinceladas de lealtad inquebrantable hacia el compañero abatido y que había sido el blanco del agravio y las burlas de su hosco superior. Hay tanta riqueza temática en esta cinta que desbordan los límites de una reseña fortuita como ésta, que apenas puede esbozar algunas sugerencias que su visionado provoca en el abrumado espectador. De la América profunda proviene un balazo devastador lleno de ira y saña que hace diana en el corazón.

El petróleo y la pobreza separados por unas barreras invisibles que condicionan el devenir cotidiano de unos personajes marginales que sobreviven entre la amargura, la mugre, la infelicidad y la aspereza del infortunio. El drama de una fatalidad ordinaria que se rebela y se revuelve y trata de salir adelante a golpe de revólver, de conjura y de tesón. Es una loca contrarreloj para evitar la espada de Damocles de una deuda imposible y así hacerse un hueco entre los agraciados con el sueño americano, los venturosos del fajo de billetes y la vida feliz, donde el sol no solo ilumina sino que calienta un dulce porvenir al alcance de los que viven en el desahogo y la despreocupación. Mejorar no es sólo una intención, sino la necesidad del perjudicado en un juego de azar arbitrario e indecente.

El ingenio no conoce límites cuando existe el deseo irrefrenable de darle la vuelta a la calamidad. La galería de los tejanos que habitan este universo campestre nada bucólico es desternillante y llena de mala baba y las peores intenciones. No deja títere con cabeza, reflejando tanto la idolatría por las armas, como el empeño de tomarse la justicia por montera, atropellando la rectitud de los guardianes del orden establecido y dejando en suspenso el imperio de la ley. Cuando se quiere o necesita lo que no se alcanza, se diluyen las fronteras entre el bien y el mal y se desata el pandemónium del desafuero y la venganza. La amoralidad como identificación y carta de naturaleza.

Todo el reparto es excelente y está en estado de gracia, brillando con una fiereza inusitada. Mención especial merecen tanto Jeff Bridges como Ben Foster, pero también un Chris Pine casi irreconocible o hasta el último comparsa (esa anciana camarera, la coqueta muchachona de la tasca o cualquiera de las atribuladas cajeras de los bancos desvalijados). El guión es chispeante y ocurrente, muy bien construido y repleto de aciertos subversivos. Sin dudarlo, una gran película.
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29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frantz
Frantz (2016)
  • 7,2
    6.761
  • Francia François Ozon
  • Paula Beer, Pierre Niney, Johann von Bülow ...
8
De entre los muertos
El sentimiento de culpa y la necesidad de que nos perdonen es un motor poderoso de la vida. Parece una nimiedad, pero los remordimientos pueden ser una losa tremenda que pesa sobre nuestra conciencia y lastran el normal devenir de nuestra existencia. Buscamos la paz y el sosiego de nuestra alma y solemos entregar la potestad de aliviar nuestra pesadumbre a aquellos que creemos que tienen la capacidad de redimirnos o de exonerarnos de nuestros errores o faltas cometidos. Pero olvidamos que nada borra el recuerdo y que nuestro afán por que nos indulten es una quimera peregrina y falaz, ya que ante todo debemos de aprender a perdonarnos nosotros mismos, todo lo demás acaba siendo un esfuerzo vano.

La Gran Guerra es un fermento fértil para reflexionar sobre los males que nos asolan ahora: nacionalismos, patrioterismos, violencia, muerte y destrucción. En esta cinta es el telón de fondo que permanece siempre fuera de campo pero que impregna todo el metraje. Y por ello su inequívoco mensaje pacifista resulta tanto más intenso y eficaz, al mostrarnos los efectos desgarradores que la contienda tuvo sobre aquellos que sobrevivieron pero cuyas vidas quedaron paralizadas, truncadas o diezmadas por aquella fatídica conflagración, fruto del chauvinismo fanático, del regionalismo más cateto y rampante, de un fanatismo más atento a resaltar y glorificar las diferencias que en encontrar puntos de acuerdo y colaboración. ¡Tanto que deberíamos haber aprendido y que, sim embargo, repetimos como autómatas desmemoriados!

La tragedia y el romanticismo del desamor unidos por el abismo de la pérdida del paraíso terrenal. La frontera como encrucijada insalvable que marca la diferencia entre buenos y malos, como si fuera un juego de ajedrez o una realidad incuestionable que confiriera un salvoconducto para eximir de responsabilidades. La recreación de época es excelente e intensifica la veracidad y profundidad de los sentimientos que se nos muestran. Las heridas y llagas que sus protagonistas tratan de disimular supuran una nauseabunda pestilencia a podredumbre estancada y rancia. Los que no quieren aprender de los errores y de los horrores campan a sus anchas y se engalanan con fabulaciones grandilocuentes de venganza y restitución, desoyendo las enseñanzas del inmediato pasado.

Excelente propuesta que gira en torno a un personaje ausente que tortura sin tregua a los damnificados de un combate que sólo ha dejado juguetes rotos y almas en pena. Aquelarre funesto de unos rescoldos feroces que no hace distingos entre vencedores y vencidos, porque todos son víctimas del infortunio y la desolación. Muy bien interpretado por todo el elenco, hace además un uso creativo del tránsito entre el blanco y negro y el color. Desasosegante y conmovedora.
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74 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las inocentes
Las inocentes (2016)
  • 6,5
    4.005
  • Francia Anne Fontaine
  • Lou de Laâge, Agata Kulesza, Joanna Kulig ...
8
Las incoherencias de la fe
¿Qué es la fe? Según el diccionario de la lengua de la RAE la fe es “en la religión católica, primera de las tres virtudes teologales, asentimiento a la revelación de Dios, propuesta por la Iglesia”, pero también “conjunto de creencias de una religión”. No aclara mucho, ya que resulta una definición epidérmica y deja fuera la vivencia y experiencia de la fe, de cómo tiñe nuestros actos y de cómo condiciona nuestros razonamientos. El diccionario de uso del español de María Moliner es algo más útil al decir que es una “creencia en algo sin necesidad de que esté confirmado por la experiencia o por la razón propias”. Hoy en día, en la sociedad secular y cartesiana que nos anega, provoca rechazo o recelo, sin darnos cuenta que aún hoy mueve el devenir del mundo, ya sea tanto en lo íntimo como en lo colectivo (sirvan los atentados de fanáticos musulmanes integristas como ejemplo).

Por ello se agradece la mirada serena que propone esta cinta a las inconsistencias, miserias y arbitrariedades que la religión provoca en un convento asediado por el sentimiento de culpa y la incomprensión, ya que las monjas y novicias que lo habitan han sido violadas por las fuerzas soviéticas ‘de liberación’ y se enfrentan a la dificultad y confusión de aceptar la inminente maternidad de muchas de ellas, así como el calvario inmisericorde que provocan unos invasores tan laicos como prepotentes, tan carentes de respeto como de compasión, tan abusadores como insensibles. Además del repudio a la religión y a todo lo religioso que traen esos nuevos bárbaros, en un pueblo como el polaco tan torturado como masacrado, que ha vivido su catolicismo como una seña de identidad con la que diferenciarse y protegerse de los vándalos.

Se nos muestran las paradojas, los absurdos y las arbitrariedades en el seno de las religiosas, pero también las de todos aquellos que se ponen en contacto o relación con ellas, de buena voluntad o a regañadientes. Es notable su sobria puesta en escena, la austeridad del entorno, los rostros atormentados de las mujeres, el punto de vista que oscila entre el estoicismo, la censura y la clemencia, la frialdad de un ambiente que parece congelar la piedad y la ternura de los individuos que lo habita, la sinrazón de ciertos comportamientos, el dolor de lo inefable. No hace falta compartir unos ideales para poder respetarlos. Se refleja un episodio verídico de la II Guerra Mundial que, sin embargo, parece una ficción descabellada.

La tragedia y la mugre van de la mano. Fascinante y repelente a un tiempo, resulta una experiencia conmovedora.
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52 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aliados
Aliados (2016)
  • 6,2
    17.003
  • Estados Unidos Robert Zemeckis
  • Brad Pitt, Marion Cotillard, Jared Harris ...
4
¿Imitación o tramoya?
Viendo esta cinta se da uno cuenta cuán difícil es hacer una buena película. O cómo a veces ciertas personas de la industria del cine, con menos talento o ínfulas autorales, con escaso presupuesto e incierta atención mediática, sin grandes pretensiones ni aspiraciones de transcendencia, han conseguido elaborar de forma artesanal y paciente obras de arte inesperadas, perdurables e iconográficas. Quizás el máximo ejemplo sea “Casablanca” ese refrito lleno de imprevistos, accidentes, defectos e impericias que devino en uno de los más grandes mitos del séptimo arte. Pero una vez más las intenciones, los dineros, las estrellas y el marketing no bastan para poner en pie y sostener un producto tan cargante, pretencioso, antipático e insoportable como el que nos ocupa. Un monumento al desatino oneroso, asfixiado por el tufo a naftalina.

La minuciosidad rutilante del acabado formal resulta empalagosa. Todo está demasiado pulido y resplandeciente, demasiado peripuesto y acicalado, demasiado relamido y sin mácula. Ninguna arruga que afeé los vestidos o profane los rostros (nunca he visto a un actor con una capa de maquillaje y pintura tan densa, artificiosa e inverosímil como la que soporta Brad Pitt en su rostro devorado por pinchazos o cirugías que lo han momificado hasta la parodia), ninguna mota de polvo que afrente los decorados o perturbe los recovecos de las ruinas o los bombardeos digitales, ninguna nube o sombra que trastorne los estragos de la guerra. Todo es lustroso, superficial, pulcro y aseado, la iluminación es impecable y los pasajes nocturnos brillan tanto como los diurnos. No se despeina ni el apuntador.

La historia, sin ser original, tiene un pase, casi es lo mejor de todo el tinglado, pero acaba sofocada por la parafernalia estomagante que la rodea hasta anegarla. El amor en tiempos de guerra siempre se ha cotizado, sobre todo cuando ella es una Marion Cotillard en la cumbre de su belleza y de su encanto, seductora, turbia y rutilante. Sin duda, lo mejor de esta penosa profanación necrófila. Parece salida de otro largometraje y nos recuerda que la magia del cine depende de una mirada, de unos gestos o de unas lágrimas oportunas, no hace falta mucho más, pero es necesario representarlo con convicción y aplomo, sin atisbos de duda o agobio. Ella acierta y resulta mágica e intemporal, entre el infausto cenagal de dislates que la rodea. Pero no basta una gema para disimular la bisutería de tenderete y baratillo. Ojalá.

En definitiva, un homenaje fallido a un tipo de cine que ha dado frutos memorables. Pero resulta un proyecto tan artificioso como superfluo, más atento a copiar que a crear y por ello mismo prescindible, inútil e innecesario.
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41 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tesoro
El tesoro (2015)
  • 6,2
    791
  • Rumanía Corneliu Porumboiu
  • Toma Cuzin, Adrian Purcarescu, Corneliu Cozmei ...
6
Cazando sueños
Fábula sobre la ilusión, sobre la necesidad de soñar y creer en un mundo mejor lleno de riquezas y alhajas. De la tierra al cielo, de lo umbrío al cenit diurno. El tránsito no es fácil pero bastan apenas unos días para recorrer la distancia que separa la monotonía de la quimera, para cerrar la brecha existente entre el sinsabor diario y el festín festivo. Parábola sobre los buenos sentimientos y la inocencia, como si bastara un espíritu puro y candoroso para obrar el milagro de la utopía. El paraíso está en nosotros mismos y en nuestra capacidad para transformar la vida y entusiasmarnos con lo imposible.

Quizás hayamos perdido el candor para poder creer en historias positivas o edificantes, sobre todo si provienen de una cinematografía que nos mantiene aferrados a la acritud, el abatimiento y la desmoralización. Sin embargo, en esencia la realidad rumana es reflejada con similares características como en otras obras coetáneas: mendacidad, corruptelas, falta de dinero y ausencia de futuro. Pero con estos mismos mimbres, se urde aquí una trama simple e ingenua que retrata el desánimo cotidiano pero apunta, sin embargo, hacia la credulidad en los milagros inverosímiles. No en vano el relato comienza con la lectura de un pasaje de Robin Hood, como si la vida se redujera a una lucha entre buenos y malos – y sólo cupiera, siempre, el éxito maniqueo de uno de los dos contendientes.

Comedia del absurdo, sepulcro de la sensatez, elogio de la infancia y crítica a la fatal madurez, apología de la esperanza y censura del desánimo. El aroma surrealista que exhalan la mayoría de las escenas supone un remanso de paz y subrayan el reproche hacia la narración cartesiana donde lo admisible se ha de imponer sobre la fantasía o el portento. Nada está escrito hasta que lo escribimos y aun entonces cabe la enmienda de la goma de borrar. La sencillez no está reñida con la profundidad y de las narraciones apócrifas surgen dádivas imprevistas que nos alborozan el corazón y nos permiten permanecer en una infancia desmesurada que lo dulcifica todo.

Cualquier cosa puede ser un tesoro… y, sin embargo, para un niño la fortuna es dorada y brillante, llena de resplandores y refulgencias, aunque se encuentre guardada en una caja roma y ajada que parece más una afrenta que una algarabía. Ni tan siquiera la picaresca lacerante que lo mancilla todo consigue anular el entusiasmo de una cacería mínima, sustituyendo lo intrépido por lo tedioso: la riqueza yace enterrada en nuestro edén íntimo.

Imperfecta pero deliciosa.
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16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
María (y los demás)
María (y los demás) (2016)
  • 6,3
    4.789
  • España Nely Reguera
  • Bárbara Lennie, José Ángel Egido, Pablo Derqui ...
7
La vida de los otros (y María)
Aunque pudiera no parecerlo, es una muy buena tragicomedia española, si bien durante la proyección casi nadie se animara a soltar unas carcajadas, como si fuera improcedente o supusiese una falta de respeto o una afrenta hacia la cinta. Quizás porque lo que vemos nos resulte demasiado familiar y cercano y nos diera pudor reconocer personajes y situaciones que con seguridad hemos encontrado en nuestra propia vida o hemos presenciado en personas cercanas. Estamos ante el retrato de una mujer en su treintena, que ha dedicado la mayor parte de su vida a sustituir a la madre muerta en la adolescencia, ocupánsose de su padre y de sus dos hermanos, los ha cuidado y arropado, dando todo su cariño y atención, se ha desvivido por ellos y su bienestar… hasta que, de repente, recibe un mazazo y se queda suspendida en el vacío el día en que su achacoso padre – al que ha acompañado durante un reciente cáncer del que parece estar recuperándose – anuncia que se va a casar con una de las enfermeras que conoció en el hospital.

Es un pedazo de realidad, incisivo y mordaz, repleto de detalles que configuran un retablo agudo y vivaz que nos emplaza, como ante un espejo brutal, a reconocer las características que conforman una existencia plácida y cotidiana, con sus puntos ciegos y sus sueños, desbordada por la incapacidad de tomar las riendas de tu destino por haber estado más atento a los demás que a uno mismo. Porque de esto va la cinta, de un relato de aprendizaje, de cómo a veces no queda más remedio que pararse, reflexionar y descubrir qué es lo que no está funcionando en nosotros para así poder tomar carrerilla para poder cambiarlo. Y más vale que ocurra si no queremos vegetar, malvivir o agostarnos sin haber sido capaces de apropiarnos de nuestro destino.

Otra de las virtudes de la película – además de su acertado reflejo del microcosmos familiar – es la presencia de Bárbara Lennie. Su físico juega en contra de su personaje, pero consigue poner en pie una de las mejores interpretaciones del año, combinando ingenuidad con altruismo, candidez con malas pulgas, inocencia con rabia, perplejidad con impotencia. Siendo tan atractiva y pareciendo tan fuerte, sin embargo hace creíble todo lo que le acontece y las reacciones que tiene, resultando adorable y encantadora, al tiempo que la compadecemos sin por ello sentir lástima, sino más bien despertando nuestra complicidad y deseando que sepa plantarse y empezar a vivir en libertad.

En resumen, una muy buena película, entre el retablo sociológico y la comedia agridulce, muy bien dialogada e interpretada. Un acierto muy recomendable.
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66 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paterson
Paterson (2016)
  • 6,8
    15.299
  • Estados Unidos Jim Jarmusch
  • Adam Driver, Golshifteh Farahani, Sterling Jerins ...
6
La poesía de las pequeñas cosas
Hay películas que, a priori, parecen diseñadas para gustarme, pero como toda obra de arte quizás necesita su momento y su circunstancia para lograr que nos llegue lo que ambiciona. Y a mí me ha dejado frío, despegado, impertérrito… saboreo su estructura, sus intenciones, su ritmo, su delicadeza, su entramado paciente y gradual, pero nada de lo que muestra me ha interesado ni lo más mínimo. Es encomiable y original dedicarle a la creación poética una atención tan minuciosa y meditada, alejada de cualquier convencionalismo al uso y llena de un sincero y transparente amor hacia la palabra escrita y hacia el proceso creativo perseverante y anónimo de un autor – ficticio – inédito. Sin embargo, puedo admirar cada uno de sus muchos detalles esmerados sin que el conjunto me parezca que alcance nada de lo que se propone.

Me resulta frustrante que me haya dejado impasible. La adorable pareja protagonista se hace querer desde el comienzo y su periplo vital está lleno de deliberadas repeticiones que nos adentran en un microcosmos cálido y envolvente, persuasivo y seductor, que embauca y despierta la complicidad inmediata e incondicional del espectador. Pero al igual que con la poesía en general – que según el día, la situación emocional o de lo receptivos y permeables que nos sintamos – todo dependa de un misterioso e inexplicable fogonazo mágico e insondable que hace prender la llama de la conexión, consiguiendo que nos llegue hasta lo más profundo del corazón y nos subyugue o conmueva. Pero el chispazo telúrico y arbitrario no se ha producido y me he quedado al margen de la propuesta. Muy a mi pesar.

Todo el reparto es cómplice del empeño y encarnan con entusiasmo y convicción unos personajes atípicos y encantadores, sin recurrir a grandilocuencias ni excesos, abrazando la sencillez y naturalidad como un tesoro. No hay ningún detalle baladí: el antipático perro gruñón, las cortinas tornadizas, los bollitos sabatinos, la voluble creatividad fantasiosa e irrefrenable de la compañera, la insulsez insistente del prosaico trabajo del bardo, el hábito de escribir en los lugares más pedestres, la cerveza nocturna, los amores desengañados de los parroquianos… Todo ello configura un amoroso mosaico de vulgaridad que contrasta con los desbordantes poemas que van jalonando el metraje. Y es de justicia destacar, sobre todo, a Adam Driver y Golshifteh Farahani, del todo exquisitos.

Lo dicho, enumerando y analizando cada pieza por separado pareciera presagiar un peliculón resplandeciente. Y quizás lo sea, pero yo he sido incapaz de entrar en este mundo hechizado y embaucador que se despliega, a contracorriente del cine comercial acostumbrado. Equívoca y ambivalente conclusión.
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156 de 179 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta el último hombre
Hasta el último hombre (2016)
  • 7,2
    33.283
  • Estados Unidos Mel Gibson
  • Andrew Garfield, Sam Worthington, Hugo Weaving ...
7
Adiós a las armas
No se debería ir al cine con ideas preconcebidas o prejuicios, ya que te puede chafar la proyección. E ir sólo para ver reflejada o confirmada tu visión del mundo o tu ideología supone un empobrecimiento de la capacidad de sorpresa, de conmoción o de debate. Estamos ante el retrato minucioso de un objetor de conciencia norteamericano – no sólo por motivos religiosos, sino existenciales – que se alista como voluntario durante la II Guerra Mundial con el propósito de ser útil a su país. Pero en España, donde los buenos y lo bueno tiene un único sesgo talibán aceptado (el progresismo izquierdista y sus adláteres), resulta difícil asumir y reconocer que el mundo es mucho más complejo y contradictorio de lo que nos impone la ñoñería doctrinaria.

Quien necesite o espere ver un irrefutable panfleto antibelicista o una acerada arenga pacifista saldrá defraudado, porque no hay respuestas fáciles ni unívocas ante situaciones complejas. Los demás podrán disfrutar – por paradójico que resulte – de esta obra dura y lacerante que refleja como pocas el horror endemoniado de la guerra y sus desoladoras matanzas. El virtuosismo de la puesta en escena de las batallas es formidable y sobrecogedor, reflejando sin tapujos ni remilgos los detalles más cruentos y salvajes de la contienda, sin elipsis reparadoras ni disimulos escrupulosos. Es el terror en estado puro, avasallador y brutal. No hace falta ser Kubrick para reflejar con éxito el espanto de unas carnicerías inhumanas y conmovedoras que perturban tanto como repelen.

Presenciamos no sólo la crueldad del combate, sino también un acto grandioso de heroicidad y compromiso. La generosidad y entrega hacia tus semejantes puede tomar rutas y formas insospechadas, casi irreales o fantásticas, pero al estar basada en hechos reales nos hace cuestionar nuestros propios principios y certezas al comprobar que un único hombre puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, ya sea con su ejemplo, con su altruismo o con su desprendimiento. El llamar a ciertas personas ‘héroe’ puede confundir más que clarificar, ya que no es tanto una cuestión de su personalidad, sino más bien el hecho de acometer una acción o tener una iniciativa osada y memorable lo que confiere al individuo un aura mágica y lo elevan a la categoría de ídolo. El uso político o propagandístico que se pueda hacer de estas figuras es otra cuestión bien distinta.

Muy buena película, quizás algo larga y con tendencia al tremendismo estomagante, pero llena de fuerza, rabia y pasión. Es probable que guste o se censure por motivos espurios, pero es una experiencia turbadora.
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42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bar Bahar. Entre dos mundos
Bar Bahar. Entre dos mundos (2016)
  • 6,8
    3.011
  • Israel Maysaloun Hamoud
  • Mouna Hawa, Shaden Kanboura, Sana Jammalieh ...
7
Ser mujer
Si bien la cinta está plagada de tópicos, también los desmonta – o al menos los pone en cuarentena – con ingenio y desparpajo. Y ver los problemas cotidianos de unas eclécticas féminas de origen palestino inmersas en la pujante modernidad israelí supone rescatar de los noticiarios una realidad tan diversa como dispar, tan complicada como la de cualquiera de nosotros, aunque con el agravante de la religión y cultura musulmanas, que relega a las mujeres – como hace siglos en Occidente – a dos categorías antitéticas y extremas: ser madre recatada, sumisa y casta en el reducto carcelario del hogar o ser una puta pública, repudiada y despreciada por todos. Y entre esos dos polos un erial funesto que protege el inmovilismo y fomenta la intransigencia.

¿Cómo experimentan las nuevas generaciones árabes los cambios imparables del presente? Se invoca así el tema principal: la frontera, los límites entre palestinos e israelíes, las lindes entre tradición y actualidad, la división entre jóvenes y adultos, la separación entre hombres y mujeres. Para ellos todo, para ellas nada que ellos no aprueben de antemano. El yugo fatal de las creencias ancestrales, de la discriminación, de los privilegios de unos y de la obediencia de otras, del poder omnímodo del clan y sus cortapisas a la voluntad individual. Y con claridad se manifiesta en las mujeres, que ni tienen voz ni se las escucha porque no llegan a ser consideradas personas, sino sólo paridoras, cocineras, sirvientas y solucionadoras de entuertos, pero no individuos dignos de consideración. Por tanto, estamos ante el retrato de una brecha o herida de difícil sanación.

Se cuestiona y censura la unanimidad irracional de lo establecido, de lo atávico. Nadie debiera estar predestinado, sino que cada cual debería gozar de la capacidad de elegir su propio camino, escoger su estilo de vida y ser valorado por ello. La imperfección y los errores forman parte de la esencia humana, no siempre se acierta, ni se está libre de tropiezos o dudas, pero ceñirse por obligación al trasnochado canon único del obligado cumplimiento ineludible deviene en pura fosilización totalitaria. No se juzga – ni condena, ni absuelve – a las protagonistas, sino que se muestran sus luchas cotidianas por mantenerse a flote en un océano agitado y hostil, nada proclive al respeto y a la concordia. Salirse de la recta vía es sinónimo de exilio y deshonor.

La música tiene un protagonismo decisivo y sirve tanto de metáfora como de reivindicación. Película imperfecta y llena de simplezas y arbitrariedades que sin embargo funciona en lo esencial. Más que un panfleto de denuncia es un grito de libertad.
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25 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Animales nocturnos
Animales nocturnos (2016)
  • 7,1
    39.436
  • Estados Unidos Tom Ford
  • Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Michael Shannon ...
8
Remordimientos
Las palabras son un arma de destrucción masiva. A veces basta una palabra para hacernos tocar la gloria, otras veces nos puede arrojar al abismo del infierno. No tener cuidado con lo que decimos – ni con cómo lo decimos – puede tener consecuencias funestas e irreparables.

Asistimos a un bacanal de los sentidos: visualmente cuidada, preciosista, donde lo que se escucha (conversaciones, música) es tan importante como lo que se ve (vestuario, decorados). Nada se escapa a la vigilante mirada del demiurgo Tom Ford, que domina el medio con olfato de maestro – siendo sólo un renombrado advenedizo – con un control absoluto de la historia que nos cuenta, con sus cadencias y aliteraciones, con sus meandros y sus diferentes texturas góticas que maneja con arrojo despiadado.

Aquí nos ofrece un relato que se desenvuelve en múltiples planos temporales y emocionales, sin por ello perder claridad e incrementando, fotograma a fotograma, los niveles de desazón y desasosiego que la cinta destila. La turbiedad vestida de Gucci, la mugre atufando a Chanel, la venganza maquillada de adoración: el crimen como una de las Bellas Artes. Confundir el envoltorio con su contenido es un mal de nuestro tiempo – la fachada lo canibaliza todo – haciéndonos olvidar que la imagen de las cosas no tiene que coincidir con su esencia o con su significado. Ver más allá de lo obvio, saber discriminar entre nuestros prejuicios y nuestros anhelos, diferenciar entre realidad y frustración nos ayudará a entender mejor los entresijos de una existencia que nunca da facilidades cuando de lo que se habla es de sentimientos.

Quizás estemos ante un thriller brutal o ante un homenaje al amor y a sus sofocantes consecuencias. O quizás es una elegía al paraíso perdido o una ofrenda a lo que pudo ser y no fue. O también podría tratarse de un rompecabezas sobre la pérdida o un laberinto sobre el desencanto o un brillante ejercicio de egolatría cultural. La ambigüedad impregna todo el metraje, pero basta con estar atentos para comprender que las apariencias pueden desvelar interrogantes ocultos que desearíamos no tener que resolver. El ajuste de cuentas puede tomar muchas máscaras – a cual más atractiva o rutilante – pero el azote de la estocada mortal no requiere más que destreza e intención, a veces incluso basta con apelar o señalar al deseo.

Pérfido catálogo de opacidades refulgentes que ofrece un prontuario de diestra manipulación de expectativas y sensualidades. Además nos muestra como la culpa puede anular el presente hasta disolverlo. Los excelentes Amy Adams y Michael Shannon están bien arropados por un atormentado Jake Gyllenhaal. Perturbadora.
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64 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los exámenes
Los exámenes (2016)
  • 6,5
    3.161
  • Rumanía Cristian Mungiu
  • Adrian Titieni, Maria-Victoria Drăguș, Vlad Ivanov ...
8
Los intereses creados
Retrato inmisericorde y desolador de la realidad lacerante de un país abducido por la corrupción cotidiana, donde lo único que cuenta son los favores personales que puedes hacer o te pueden hacer y las conexiones profesionales de todo tipo que facilitan conseguir lo que se necesita, cuándo se necesita, sin demasiados tapujos ni remordimientos. También es el relato de una familia disfuncional – un matrimonio en vías de ruptura y de su única hija, la niña de sus ojos – que trata de salir adelante y cuyo objetivo inmediato es conseguir que su retoño tenga un futuro mejor, lejos de su país, desvinculada de una sociedad que parecía resurgir llena de vitalidad y ansias de superación tras la penosa tiranía comunista de Nicolae Ceaușescu (1918-1989) pero que se quedó atrapada en un tenaz laberinto de corruptelas, favores, degradación y deshonestidad.

Estamos, ante una película de ficción – y no un documental – pero, por todo el entramado de sobornos, nepotismos y prebendas resulta demasiado verosímil y reconocible como para tomarlo como una mera fabulación desquiciada. El demoledor retablo que se nos presenta es angustioso y claustrofóbico. Nada parece funcionar si no conoces a la persona adecuada que pueda agilizar unos interminables trámites burocráticos que lo invaden todo como un virus maligno, que se reproduce sin cesar y corroe las entrañas de una comunidad enferma que se mueve a golpe de billetes y de sobres, de intrigas y de maniobras que subvierten el normal funcionamiento de las instituciones y de las relaciones humanas. Pero quien crea verse retratado pierde de vista la diferencia existente entre una corrupción puntual y la corrupción generalizada. Y de lo agobiante que resulta que nada funcione sin el turbio elixir del dinero.

Cristian Mungiu hace uso del plano secuencia, con largas pláticas entre los personajes, para enfatizar los vínculos existentes, recalcando el factor humano sin con ello obviar la soledad e incomunicación subyacente entre todos ellos. El protagonista se echa el mundo a sus espaldas, se cree el responsable de todos y el motor de sus vidas, con el convencimiento de que la pura voluntad y los buenos propósitos bastan para que las cosas sucedan como necesita que sucedan o como siente que tiene el derecho a que se desarrollen los acontecimientos. Pero conforme transcurre el metraje, va alejándose, poco a poco, todo lo que le importa, su casa, su amor, su hija, su reputación y sus certezas. Al final se queda suspendido en el vacío y sin nada a lo que poderse aferrar.

Excelente y exasperante. Turbia y desencantada. Un prodigio de sobriedad y buen cine. Un puñetazo a la inocencia.
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58 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ciudadano ilustre
El ciudadano ilustre (2016)
  • 7,1
    12.272
  • Argentina Mariano Cohn, Gastón Duprat
  • Oscar Martínez, Dady Brieva, Andrea Frigerio ...
7
La laguna evaporada
¿Qué es cultura y de qué sirve? ¿Para qué o para quién escribe un escritor? ¿Para escapar de una cárcel sin muros ni barrotes? ¿O para refugiarse en la imaginación y crear un edén ficticio? ¿Acaso manda mensajes cifrados a todos los que dejó atrás o quizás lanza avisos en clave – como un náufrago atorado – escondidos en botellas de colores para que los encuentren y le rescaten? Este filme argentino no ofrece respuestas, sino que plantea una situación a caballo entre el esperpento, la tragicomedia costumbrista y el desencanto. No dictamina, sino que se contenta con arrojar una multitud de interrogantes mientras ofrece un retablo áspero y nada alentador de la sociedad que habitamos, ahíta de bullicio e hipocresía, cegada por los ajustes de cuentas y los desengaños, atiborrada de fantoches y embaucadores.

Hay regresos imposibles. Es utópico creer que podemos retornar de donde nos fuimos porque volver no es sólo regresar a un terruño, ya que nos olvidamos que el paso del tiempo es un barniz corrosivo que se escapa a nuestro albedrío y lo cambia todo, aunque el paisaje permanezca inalterable, las casas conserven sus desconchados y la gente simule ser la misma, pero nunca hay vuelta atrás porque no podemos desandar el decurso de los años que corroe a las personas y altera las sustancias. Sólo podemos volver a nuestro recuerdo que permanece inalterado o congelado, pero los andurriales – como los individuos – mudan de piel sin por ello cambiar, en apariencia, ni lo más mínimo. Todo deviene en un simulacro, se vuelve un engaño consentido.

La amargura y la desilusión campan a sus anchas, pero se ven atemperadas por el humor, la compasión y la ironía. El sarcasmo es al bálsamo reparador que hace habitable un pueblo espectral del que sólo cabe la huida para sobrevivir. Si no caeríamos presos del abatimiento o la depresión, del horror o de la angustia. Marcharse es la única forma de conservar para siempre inalterado un laboratorio fértil del que servirse para los experimentos narrativos o las divagaciones lingüísticas, es la paradójica dádiva fértil de una tierra baldía donde sólo germina el resentimiento o la fuga. Egregio despropósito querer regresar al calabozo de las desdichas y salir indemne. Las heridas no son sólo las del cuerpo y las cadenas anegan las charcas de la desmemoria que amenazan con asfixiar el ánimo.

Con un estilo visual seco y elocuente (casi documental), con unos diálogos afilados y cerriles – así como con la memorable interpretación de Óscar Martínez – se consigue el milagro de dotar de vida un relato plagado de espectros y desguaces. La realidad produce monstruos.
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41 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llegada
La llegada (2016)
  • 7,4
    67.810
  • Estados Unidos Denis Villeneuve
  • Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker ...
9
Se verla al revés
Película hipnótica y deslumbrante, que narra de forma diáfana y precisa unas ideas, a priori, abstractas y arcanas. Pocas veces la ciencia ficción ha logrado combinar de forma tan brillante y pura erudición y entretenimiento, profundidad y fantasía. A primera vista asistimos a una invasión alienígena, llena de interrogantes y temores, pero en verdad nos propone una reflexión sobre el lenguaje y la comunicación, de cómo nuestra visión y representación del mundo depende de los conceptos que utilicemos para expresarnos y darle contenido. La palabra y la sintaxis como forjadoras de nuestra realidad, como vehículos que nos permiten ordenar el mundo, expresarnos, comprender y comprendernos.

Estamos ante una elucubración sobre los límites, dificultades y trampas del contacto. Para poder comunicarnos, tenemos que compartir o aceptar unos códigos, unos principios, una conciencia que nos permitan entender de qué nos hablan y poder así responder de forma adecuada – y viceversa. Olvidamos que nuestra visión del mundo no tiene que coincidir con la visión del mundo que tienen los demás, los otros que nos son extraños, aunque creamos que siempre tiene que así y achacamos la falta de entendimiento a la mala fe, a la ignorancia o las ganas de disputar la posesión de la verdad (de nuestra verdad, claro está).

Creer que la película es compleja o ardua es tenerle un miedo injustificado y asustarse por los motivos equivocados. Es rica en temas pero los aborda con claridad y concisión, sin vaguedades ni artimañas. Juega con la percepción del tiempo, con la ilusión y la fantasía, pero sin dar de lado al espectador, sin tratar de estafarle, sin dejar que nos perdamos en ningún momento. Nos plantea un misterio, unas preguntas, un jeroglífico que vamos descifrando y resolviendo al mismo ritmo que sus protagonistas. Entrar en su propuesta es soltar el control y dejarse cautivar, es permitir que nos hablen de lo que desconocemos para volvernos más perceptivos, para ampliar nuestro conocimiento y profundizar nuestra comprensión de las cosas y de sus significados. Admitir ser ilustrados, sorprendidos y prendados es abrirse a la vida y a sus múltiples sugerencias. Acoger la invitación es adentrarse en un terreno fértil.

Quizás el optimismo del desenlace sea algo ingenuo e idealista, pero en la medida en que la esperanza es nuestro motor congénito, resulta del todo coherente en el contexto de la narración y está justificado. Pero la fundamental virtud de esta obra es su capacidad de encandilar y conmover desde la templanza y austeridad. Los efectos especiales no son lo importante, sino las emociones que provocan. Una bellísima fábula futurista que nos ilumina nuestro presente inmediato. Apasionante.
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78 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de la tormenta
Después de la tormenta (2016)
  • 6,6
    2.595
  • Japón Hirokazu Koreeda
  • Hiroshi Abe, Kirin Kiki, Yoko Maki ...
7
De padre a hijo
Una vez más, esta película de Hirokazu Kore-eda me recuerda el cine familiar y cotidiano de su compatriota Yasujiro Ozu. Los episodios de la cinta van configurando un tapiz lleno de colorido y tonalidades que nos habla del ser humano y sus circunstancias, de sus flaquezas y tropiezos, de sus ambiciones y desengaños, de sus sueños y errores, de sus vaporosos éxitos y de sus empecinados fracasos. Al final, la suma de todo ello es mucho más que cada una de las secuencias tomadas de forma aislada, ya que ilustran el devenir ordinario, sin necesidad de subrayados ni énfasis pomposos, dejando que los personajes se muestren poco a poco y que el espectador vaya atando cabos y completando la trama con sus suposiciones, dejando volar la imaginación.

La familia y sus vínculos – no siempre limpios o sanos – es el anclaje sobre el que gravita también esta obra. En este caso presta especial atención a la relación entre padres e hijos, tanto el difícil trato que mantenía el protagonista con su padre (figura ya para siempre ausente que ha muerto poco antes de que dé comienzo el metraje), como el deficiente nexo que mantiene con su único hijo, fruto de un matrimonio fallido. Y como argamasa reparadora la figura de la madre anciana, acogedora, resignada, paciente y comprensiva. Además aparecen otros individuos colaterales (una hermana, la exmujer, un prestamista, unos compañeros de trabajo…) que nos van desvelando los meandros de una existencia corriente que se asemeja a la nuestra y. por eso mismo, nos reconocemos en su espejo sin dificultad.

La serenidad contemplativa con que se desenvuelve la mínima acción va creando un entramado sutil repleto de matices y honduras que envuelve y seduce por el poso de verdad que deja a su paso. El drama surge de las contradicciones, carencias y querencias de los personajes, que con sus actos no siempre nobles ni afortunados van tejiendo un destino que se diluye y desvanece como gotas de lluvia sobre el mar. La ludopatía como ventana para la ensoñación; la casa de empeños como única fuente de ingresos cuando se es incapaz de soportar una realidad que nos va despojando, día a día, de certezas y seguridades; una comida familiar como encrucijada donde se dan la mano el hábito y la huida, el calor de lo conocido y el miedo a lo extraño…

Primorosa pieza llena de fineza y poder de observación. Va creciendo conforme avanza y deja todo abierto para que cada cual saque sus propias conclusiones. Ofrece un sedimento rico en sugerencias para quien las quiera descubrir.
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38 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
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