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Voto de antonalva:
5
Drama Año 1937, en el Frente de Aragón, en plena Guerra Civil Española. Lluís, un joven oficial republicano, destinado a un puesto temporalmente inactivo en un páramo desierto, conoce a una enigmática viuda de la que se enamora. (FILMAFFINITY)
2 de abril de 2017
36 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos ámbitos que anidan en el meollo de esta obra: una notable historia sobre el horror y el hedor de la guerra civil y una destartalada e inverosímil tragedia sobre unos personajes extremados que se suponen que encarnan tanto la suma pureza como la suprema bajeza del ser humano (vamos, el enfrentamiento inexorable e irreconciliable entre el bien y el mal en estado puro). Lo primero produce admiración mientras que lo segundo genera indiferencia y tedio. ¿A qué se debe esa contradicción tan abrumadora y tenaz? Resulta difícil resumirlo, pero al menos lo vamos a intentar.

La recreación histórica y el esfuerzo por poner en pie una época tan deleznable como fatigada son dignos de admiración. Pocas veces el cine español ha sabido utilizar tan bien los decorados y el vestuario para resucitar el advenimiento de la encarnizada infamia de una contienda que más allá del enfrentamiento de ideologías totalitarias de diferente cuño supuso el despliegue de brutalidades y truculencias que conmocionaron la sufrida piel de toro durante décadas y cuyos ecos bárbaros y desdichados aún reverberan en nuestro penoso presente desolador. Pero tanto esfuerzo resulta baldío y extemporáneo, ya que supone un empeño que se agota en sí mismo, al no servir más que a lo anecdótico y superficial, ya que el relato adolece de tantas carencias y arbitrariedades que produce hastío y desinterés en el espectador.

Porque el relato en sí es tan rebuscado e inverosímil, tan excesivo y enfático, tan truculento y siniestro que no engancha en ningún momento y no cala hondo por quedarse en la exposición de una trama epidérmica y fatalista que parece que se contenta con la mera provocación en vez de explorar los claroscuros y sutilezas psicológicas de unos personajes tan iracundos como desbocados. La mera acumulación de fango y podredumbre, de inmoralidad y arribismo, de mezquindad y ambición no bastan para interesar al estragado público que hubiese agradecido una crónica más sosegada y mejor construida, en vez de asistir al advenimiento del averno en forma de ángel exterminador o de emponzoñada mujer vengadora de agravios insepultos y de abusos bochornosos.

En fin, no cabe duda que asistimos – empachados y confundidos – a una pieza de cámara muy cuidada, que trasciende el manoseado encuadre que la vehicula pero emborronada por su exceso de autocomplacencia y tremendismo que resulta más cansino que admirable. No basta con tener una mirada ecuánime y lúcida hacia los atropellos que algunas personas causan a sus semejantes, se requiere también de cierta mesura y cariño para hacer creíble la ignominia y la violencia que refleja. El buen reparto – sobre todo Núria Prims y Luisa Gavasa – naufraga en su propósito de seducirnos y arrastrarnos hasta los confines de la náusea. Un delirio tan voluntarioso como fallido.
antonalva
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