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138 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
De la vejez y otros antídotos
Puede sonar a perogrullada, pero el espíritu de La gran belleza sigue presente en Paolo Sorrentino. En su última película, Youth, explora el paso de los años, las decisiones que uno toma en su juventud y el resultado que se obtiene con ellas. Pone una mirada en el pasado para analizar el presente y el futuro, sin olvidarse de incluir su peculiar mirada artística. Michael Caine interpreta a un director de orquesta, ya retirado, al que le piden un último encargo bastante particular. Le acompaña Harvey Keitel, que da vida a un director de cine que busca firmar su última gran obra maestra, su testamento fílmico en vida. Los dos se encuentran de retiro en un centro de spa en los Alpes suizos, un lugar idílico, plagado de la fauna (animal y humana) más variada, donde explorar su tiempo, sus recuerdos y el legado conseguido, «nuestro legado, que también es una perversión».

En un mundo de “selfies”, de bicicletas de última gama a caballito, de cuerpos tallados a golpe de photoshop, de grandes dramas frente a pequeños problemas y de videoclips pop que han perdido personalidad, el legado se convierte en algo indispensable, pero es un legado que llega viciado, y que las generaciones que llegan convierten en un arma a favor de lo convencional. Sorrentino repite su discurso crítico enmascarado de comedia agridulce, en esta ocasión contra la vuelta al pasado, los arrepentimientos y los presentes autodestructivos. En su mirada encontramos pasión y hastío a partes iguales, y acude, para ello, a los recuerdos, aquellos que aún permanecen, los que ya no están presentes y los que regresan en algún paréntesis de revelaciones lúcidas. Se intuye cierto miedo del propio Sorrentino a la desaparición, al olvido de lo que algún día supuso para el cine, aunque sus intenciones parecen claras cuando apunta a que la televisión es el presente y el futuro. ¿Tendrá algo que ver la mini-serie que el realizador italiano está preparando?.

Youth resulta una descarga sensorial, tanto por lo que se ve como por lo que se oye; una perfecta coreografía orquestada por el maestro Sorrentino con la música que corre a cargo de Fred Ballinger (Michael Caine), y donde la simpleza de su sonido radica en la sencillez de sus instrumentos; una batuta al servicio de la naturaleza, única inspiración de Ballinger en este mundo que empieza a conocer, un mundo donde los sentimientos están sobrevalorados, en el que se piensa siempre en el pasado y se dice pensar en el futuro, un mundo en constante avance donde lo imposible se vuelve posible.

Sorrentino rueda la vida como si de una lección se tratase, una lección a través de unos prismáticos donde todo se ve más cerca o más lejos, dependiendo del lado por donde se mire. La distancia más corta la coloca en la juventud, pero ¿qué es la juventud? Eso es lo que nos preguntan sus protagonistas: Michael Caine, que ya no resulta tan icónico como el Jep Gambardella al que Toni Servillo dio vida en La gran belleza, pero nos ofrece un Fred Ballinger irónico y taimado; y Harvey Keitel, el director de cine hastiado, un secundario de lujo que nos regala un personaje delirante. Junto a ellos, un desfile de grandes secundarios ayuda a ver la luz al final de esa pregunta, en cabeza Paul Dano y Jane Fonda, sendos papeles pequeños pero intensos y ricos en matices interpretativos, sin olvidar la aparición estelar de la enorme representación de una conocida estrella del fútbol, una reiteración de los años de gloria y punto fuerte de la crítica cómica agridulce del italiano.

En el fondo Youth resulta un canto a la belleza, esa que acompaña a los personajes acomodados de las altas esferas, esa que parece inherente a una juventud perenne no aparejada al paso del tiempo, sino a un estado de ánimo, a un don que sólo habita en los espíritus elegidos. Por eso hay jóvenes que se comportan como ancianos, y ancianos que desbordan una juventud envidiable. Sólo hay que recordar que al final lo que queda de cara al exterior es la juventud, el divino tesoro con el que Sorrentino nos vuelve a enamorar.
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139 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Una gran pareja de viejos amigos.... y mucho más.
Tuve la suerte de ver esta película bajo unas circunstancias muy favorables: con muchas ganas de ver el siguiente trabajo de Sorrentino tras la magnífica “La gran belleza”, sin apenas referencias acerca del argumento y en el marco del festival de Sitges con lo que eso conlleva: estreno, cine a rebosar, auditorio con pantalla gigante, ambiente de festival, primera fila, audio increíble..., y varias semanas antes de su estreno en salas, con lo que nadie me iba a influenciar. El contexto me acompañaba, y la película no me defraudó, a pesar del peligro que conlleva invariablemente la siguiente película que un director hace tras una obra maestra.
Lo primero que me llamó la atención fue que había escuchado “rumores” acerca de que esta película la había hecho con las sobras de “La gran belleza”. Pues sí que debía tener metraje sobrante para poder hacer dos películas con todos los actores diferentes, rodada en dos países diferentes y en un idioma diferente!!!!

En “La juventud” que nos ocupa aparecen Michael Caine y Harvey Keitel como una pareja de viejos amigos, más amigos que viejos, pasando unas vacaciones en un balneario para ricos en los alpes suizos y arreglando el mundo con sus divagaciones de viejunos. Para mí, de las mejores parejas cinematográficas de los últimos años. Aparece también Paul Dano como secundario de lujo (me sonaba este chico de cara asimétrica, no en vano ya había hecho buenos papeles en “Little Miss Sunshine”, “Prisoners” o “12 años de esclavitud”, pero sobretodo me gustó como protagonista de la sorprendente “Ruby Sparks”, de los mismos directores de “Little Miss Sunshine”). Aparece igualmente Rachel Weisz cumpliendo muy bien con el cometido de dar vida a la hija de Michael Caine; la tenía por medio desaparecida desde su papelón en “El jardinero fiel” (que le valió un Oscar y un Globo de Oro), la más discreta “Agora”, “My Blueberry nights” o “Langosta” (de Giorgos Lanthimos, y que todavía tengo pendiente, pues no me quito de la cabeza la estupenda “Canino”).

Así que tenemos bastantes ingredientes como para no considerar esta película como “sobrante” de “La gran belleza”. En lo que sí observo similitudes con su anterior trabajo es en el exquisito gusto por la estética, en el cuidado manejo de los tiempos y en la banda sonora como elemento fundamental del desarrollo del film (todo esto me recuerda a un poco al cine de Xavier Dolan, con las diferencias evidentes en otros aspectos). Todo ello junto me hizo pasar a mí y a los que me rodeaban en las butacas (estoy seguro) las mejores 2 horas de cine en lo que llevamos de año. Con una sonrisa permanente en la cara que no se borró tras los títulos de crédito y todavía asoma al recordar la película.
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123 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
"sin hechizo" de Juventud
Sin entrar en profundidad, sólo puedo decir que no me hechizó, no conseguí entrar en "La Juventud". Sentía que, probablemente, estaba frente a una obra maestra para algunos espectadores, pero ni el trama ni mucho menos los personajes, consiguieron atrapar mi interés... Ni mover mis sentimientos.
La música, las imágenes, los paisajes.... Todo el conjunto resultaba atrayente... Los actores, el título, el trailer (que me encandiló).... Y, sin embargo, no sentí.
Quizá hubo golpes de "complejidad"... Sentía que cada imagen, cada palabra, tenía un sentido en esa película.... Pero un sentido que no me atrapaba...
Retales de magnificiencia, con costuras mal cosidas.
La escena final me recordó a la magnífica escena final de "El Concierto". Pero en "La Juventud" me resultó fría, forzada a sentimentalismos...
Siento no sentir, Sorrentino.
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53 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Sorrentino y la vida.
Puedo entender que Sorrentino moleste. Su estilo es tan pomposo y arrogante que es más fácil que provoque rechazo que otra cosa, pero a mí, que me rindo ante su suntuosidad, consigue hechizarme. Tras el viaje que supone el visionado de “La Grande Bellezza” (2013), una visita a la mundanidad y una búsqueda de la belleza a través de la literatura, podríamos decir que “Youth” (2015) es la mirada atrás en el camino, y a la vez, la mirada al frente, hacia el vacío de incertidumbre al que nos aproximamos desde el momento exacto en el que llegamos a este mundo. El que mira, a través de unas grandes gafas color café, es un Michael Caine poseído por un viejo y afamado compositor de música clásica, Fred Ballinger, que se encuentra atascado en su propio presente, viviendo, según le cuenta él mismo al médico que lo chequea, empujado por la apatía, aterrado por lo que le espera más allá del lujoso hotel donde pasa sus vacaciones.

En ese mismo hotel se encuentra su amigo Mick, interpretado de manera maravillosa por Harvey Keitel. Mick es un experimentado director de cine, entusiasta a pesar de su edad, que está deseoso de realizar una última película que le sirva como testamento artístico. Para ello trabajará con un jóven grupo de guionistas y con la que ha sido su musa durante toda su carrera: Brenda Morel (Jane Fonda).

Ambos entablarán amistad con Jimmy Tree (Paul Dano), un actor talentoso, frustrado por el origen de su éxito (interpretar a un robot) que busca ansiosamente pulir los detalles que le permitan perfeccionar el próximo papel que tiene entre manos.

Fred y Mick dan largos paseos por los caminos que bordean los bosques alpinos, disfrutan de las lujosas instalaciones de un balneario exclusivo, y hablan sobre su pasado, su presente y su futuro mientras observan como desfila ante ellos una extravagante colección de personajes: una Miss Universo con una mente cultivada y esculpida en un cuerpo perfecto, un dios roto del fútbol (homenaje a Maradona) con Karl Marx tatuado a la espalda, un monje que es capaz de elevarse sobre las inmundicias terrenales, una masajista que cree que no tiene nada que decir pero que es capaz de decirlo todo sin mover la boca, una pareja de ancianos que se guarda odio en forma de silencio y un deseo sexual que sobrevive al tiempo, prostitutas poco agraciadas, un niño que aprende y una niña que enseña…

A través del ecosistema anteriormente descrito, y gracias a una banda sonora y una fotografía sublimes, Sorrentino consigue mantenerme en todo momento en un estado de tensión emocional constante, abrumado por su imponente belleza, mostrando mediante una catarata de detalles la importancia de la amistad, el absurdo necesario que supone perseguir los sueños, la pesada carga de crecer sin olvidar o haber crecido y olvidado, fallar, morir. Desgarrador, por poner un ejemplo, el monólogo que se marca Rachel Weisz, interpretando a la hija de Fred, mientras destapa, rememorando su infancia, todos los fantasmas de su padre, dando rienda suelta a un arrebato de odio injustificado.

Además, todo esto se consigue mientras se homenajea a la música como creadora de nuevas emociones, al fútbol como absurdo magnífico y necesario, y sobre todo al cine, como ficción más allá del arte, como deseo puro y primero de trascender al papel de extras que nos ha tocado en esta vida.

Quizás no consiga ser tan redonda ni personal como “La Grande Bellezza”, donde a uno le resultaba más fácil identificarse con el irresistible personaje de Jep Gambardella mientras vagaba en su espiritual búsqueda por las calles de Roma. Sin embargo, en “Youth”, la complicidad se reparte entre los personajes y los momentos que éstos comparten, creando un goteo emotivo que acaba, más tarde o más temprano, inundando al espectador, hasta embargarlo por completo en el tercer acto.

El desenlace y lo que se extrae de él, duele. Duele y a la vez reconforta. Es difícil de explicar porque la película acaba conteniendo tanto que al intentar desmenuzarla se descompone en nuestras manos. Podría intentar relatar mis escenas favoritas, contaros por qué algunos planos me dejaban sin aliento, el motivo de que ciertos diálogos me emocionaran o la reflexión final con la que me quedo, pero no serviría de mucho, el arte es subjetivo. No se puede explicar “Youth” al igual que no se puede explicar la vida. Ambas hay que vivirlas.

Más en: https://elmurodedocsportello.wordpress.com/2015/11/16/youth-sorrentino-y-la-vida/
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47 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Enfrentándose a la vejez
Paolo Sorrentino ha querido repetir la fórmula que le llevó a ganar un Oscar con La gran belleza. En ella, contaba la angustia existencial de un escritor reconocido en medio de una Roma salvaje, llena de excesos, tal y como ya la había retratado Fellini en La dolce vita. Dentro de esta comedia alocada se escondía una crítica feroz hacia la alta sociedad y sus modos de vida.

Ahora en Youth, decide reflexionar sobre la vejez y el paso del tiempo. Donde antes había locuras y juergas, ahora hay tranquilidad y meditación. Los dos protagonistas hacen balance de toda una vida; de lo que han conseguido, de aquellos amores fallidos, de lo que se arrepienten y de los que nunca pudieron hacer. Hace ya tiempo que están alejados del primer nivel en el mundo del arte, ya sea por decisión propia (Fred Ballinger) o por fracasos (Mick). Y es que la película es un canto a la vida, a las ganas de vivir y a no desaparecer. A que te recuerden y a no ser olvidado a pesar de lo que lograste. El pasado está ya muy lejos, de la misma forma que si lo estuvieras mirando a través de un prismático al revés, y casi es irreconocible, pero aun queda mucha vida por delante.

Fred Ballinger ha dejado el escenario por el campo; ha sustituido la batuta por un pequeño plástico. La música le privó de la realidad durante mucho tiempo, olvidando cosas más importantes. Pero ahora es libre para dirigir la vida a su antojo, como si de un concierto se tratase; dándole ritmo a los sonidos de la naturaleza y silenciando aquellos que no le gustan.

Otro de los personajes que acompañará al dúo protagonista es Jimmy Tree ( Paul Dano ) un actor de renombre al que le recuerdan solo por hacer de robot en una película que él detesta. A diferencia de Mick, que se pasa horas trabajando en el guión de la que será su última película junto con un equipo de guionistas, Jimmy se pasa el día contemplando a todos los que le rodean; como si fuera él ese abuelo que ya no tiene nada que hacer. Y es que la juventud a la que hace alusión el título no es al mero físico, sino a las ganas de sentirse con fuerza y seguir adelante.

Sorrentino continúa creando ambientes pomposos, muy cuidados y en perfecta simetría. Incluso mete un videoclip a modo de sarcasmo por las diversas críticas que decían que sus películas eran meras piezas musicales. Dejando un lado el tema de la vejez, también incluye críticas -aunque escasas- a otros temas, como es el de la preferencia social a la belleza antes que a la inteligencia, o el de la evolución de la televisión que le va comiendo el terreno al cine. Poco ha quedado de los diálogos ingeniosos e ironicos de Jep Gambardella.

A diferencia de La gran belleza, aquí parte desde un planteamiento simplista – vejez vs juventud- y lo adorna con florituras musicales que parecen únicamente puestas para disfrute del espectador. Ya no hay escenas freneticas y todo parece estar más contenido. Se sigue apreciando – menos, aunque hay algo- la esencia de Fellini pero esta vez más cercana a Ocho y medio y no a La dolce vita, como la escena donde Mick ve a todas sus musas. Además, el resto del elenco parece que está presente con el único objetivo de terminar en un gag. Ahí queda la imitación de Maradona, de la pareja de abuelos que no se habla pero que no puede estar separados el uno del otro, o del resto de personas hospedadas en el hotel. Sin olvidar la última escena de Jane Fonda cuando está subida al avión o la breve aparición de Paloma Faith. La historia del desengaño amoroso de Rachel Weisz no nos acaba de encajar al igual que su posterior intento de romance con el alpinista; solo nos sirve como vehículo para llevarnos al pasado personal de Fred Ballinger.

Youth ha perdido la frescura que tuvo La gran belleza pero sigue siendo de un gran disfrute sensorial y además, para los que acabaron saturados con la vida de Gambardella, esta es menos irritante.

https://cinedeautorblog.wordpress.com/2015/10/30/la-juventud-youth-la-giovinezza/
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37 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La gran vejez
¿Cuándo nos hacemos viejos? ¿En qué momento empezamos a observar el mundo a larga distancia? ¿Son los años los que marcan el inicio de la cuenta atrás? Paolo Sorrentino ha querido reflexionar en su nueva película sobre la vejez y lo ha hecho siguiendo la alargada sombra de La gran belleza, persiguiendo su estética hipnótica, su extravagante mezcla de sofisticación y sordidez, pero con una notable diferencia: derrochando un inesperado humor británico.

Que Youth es una producción italiana lo captamos por el inconfundible estilo de su director, por esos travellings embaucadores que nos descubren a paso muy lento una puesta en escena surreal y chocante. Pero a ese sello innegable de Sorrentino, que aquí se impregna con menor esplendor que en La gran belleza, se le unen ahora brillantes diálogos plagados de fina ironía y que en boca de dos astros como Michael Kaine y Harvey Keitel se convierten en todo un disfrute.

Un compositor jubilado y un director de cine en busca de su testamento cinematográfico observan su entorno desmoronado desde la tranquilidad y la despreocupación que brindan los años. Una amistad entrañable que perdura a golpe de sarcasmo y mofas en torno a las inclemencias prostáticas y otros traumas de la vejez. Aunque si algo se concluye de esta paradójica juventud de Sorrentino es que hay vidas que se marchitan mucho antes de la jubilación. Vidas sin rumbo que confluyen en un hotel decadente de los Alpes, un sanatorio de lujo para almas en pena, y que consolidan al director italiano como el mejor retratista de la frivolidad.
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25 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El paso del tiempo.
70/11(17/04/16) El realizador napolitano Paolo Sorrentino ha sido capaz de crear un universo particular, un microcosmos donde la línea entre la serena belleza estética-sensorial y la petulancia pomposa resultan difusas, cine no hecho para todos los paladares, te aburre o te atrapa, si te aburre simplemente no acudas a ver este film, y si eres de los que te gustó “La Gran belleza”, seguro te gustará esta, aunque cierto que esta “Youth”, lleva el hándicap de las comparaciones permanentes con la protagonizada por el sublime Jep Gambardella, aborda temas parecidos, con esteticismo afín, gran lirismo audiovisual, un ritmo similar, buenos personajes, pero está un escalón por debajo de la anterior, estando en tramos por encima el cómo que el qué. Un emocionante fresco sobre la losa de los años, sobre el peso de las decisiones tomadas en el pasado, una nostálgica mirada a nuestra juventud, una cínica visión del presente y un turbador enfoque del futuro. Uno de los grandes pilares del film es la espléndida pareja de protagonistas, Michael Caine y Harvey Keitel, absolutamente magnéticos.

Sorrentino vuelve a hacer una dramedia tocando temas la frustración existencial, el idealismo en una sociedad envenenada de snobismo, la llegada inexorable del ocaso de la vida (la vejez), las cicatrices del pasado, las complejas relaciones de pareja, las oportunidades desaprovechadas, el filtro retorcido de nuestros recuerdos, la nostalgia por la ya hace mucho superada juventud, la búsqueda incesante de ese lugar inexistente que es la felicidad, la verdadera amistad que perdura en el tiempo, las complicadas relaciones paterno-filiales, la crisis del artista, la Belleza como símbolo de Juventud o el hastío de la soledad, ello filtrado por su peculiar sentido melancólico, desencantado, cínico, y estando siempre en el centro un retrato de la decadencia, tanto moral como física. Con el ritmo singular del realizador se hace una reflexión macilenta sobre el discurrir del tiempo, jugando con los paralelismos entre la belleza del entorno alpino y de la juventud reflejada en la Belleza de la Miss Universo, la perfección y sensualidad escultural que provoca en los septuagenarios amigos El Síndrome de Stendhal.

En este caso sus conejillos de indias son una fauna de personajes del mundo del arte y el espectáculo, como un músico en el crepúsculo, un director de cine ante su ansiado canto de cisne, un actor culto hastiado de ser estrella de un film malo, un ex futbolista que lo fue todo, ahora una sombra elefantiásica que se mueve cual hipopótamo, un monje budista con tendencias levitadoras, un niño prodigios del violín, o una Miss Universo rompiendo clichés con que la belleza no puede estar asociada a tener inteligencia. Personajes muchos de ellos (el músico, el cineasta, el actor o el futbolista) prisioneros de su exitoso pasado.

El alma del film son Fred y Mick, dos viejos amigos en el ocaso de sus vidas, con largos paseos por verdes y alpinos caminos disertan sobre lo divino y lo humano, auscultan sus memorias, recorriendo con lánguidos sentimientos el pasado, el inquietante presente y el nebuloso futuro, hablan de sus amores, de sus recuerdos de niñez, de sus complejos de culpabilidad, de sus frustraciones, del temor a desaparecer, dos tipo que recorren el balneario cual mirones analizando a la gente que les rodea. Ello con una enorme complicidad y química entre los actores Caine y Keytel, deslumbrando con su carisma intrínseco, derrochando matices, humanidad, defectos, anhelos, sueños rotos, con duelos dialécticos maravillosos, alardeando de cinismo, ironía, sarcasmo, y ello trasluciendo fragilidad, magníficos transmitiendo mundo interior.

Rachel Weisz compone con mucha alma la dolida hija del ex compositor, le imprime fondo. Paul Dano está formidable como el actor, lo dota de carisma, de hondura dramática, de dice mucho en sus miradas sin hablar, con mucha contención demuestra que es un grandísimo intérprete, con un lenguaje gestual excelso. Jane Fonda en dos escenas deja constancia de la abrumadora actriz que es, manteniendo un divino duelo con Keitel, desprendiendo chispas y viscerabilidad. La rumana Madalina Diana Ghenea deja una huella en el film indeleble, primero con su desbordante Belleza (esta sí que es “La Gran Belleza”) y sensualidad, y luego con una contrarréplica (zasca) magnífica a Jimmy Tree.

El film conlleva el sello Sorrentino que ha ido cultivando en su filmografía, asemejándose (emulando subrepticiamente) a Federico Fellini, si “La Gran Belleza” referenciaba a “La dolce Vita”, esta lo hace a “Ocho y medio”, conjugando historia con un collage de momentos audiovisuales preciosistas, bucólicos, henchidos de magnetismo sensorial, alternando música de varios tipos como la clásica y la pop, desarrollando su relato de modo sereno, para que lo que vemos nos vaya calando, con hermosas coreografías visuales ordinarias, como los desfiles de gente hacia la piscina, provocando en el espectador sensaciones. Con un buen inicio con una notable presentación de personajes, mediante diálogos sugerentes e inteligentes que dejan entrever sus pasiones e ilusiones, así como sus frustraciones, rezumando melancolía por el tiempo que nunca se recuperará.

Tiene peros, y es que se pierde en su preciosismo, quedando cierta sensación de artificio onanista del realizador en la belleza, queriendo hacer de muchos tramos mini-climaxs de modo forzado, con lo que por partes (set-pieces) es muy bonito, pero en la suma se le ven ciertas costuras regularmente cosidas, funcionando de modo lindo sus viñetas, pero en el transcurrir de los minutos se va desgastando la frescura inicial, derivando en algún momento en frialdad estética, cayendo en dar más al continente que al contenido. Llega a prometer más de lo que termina ofreciendo, desdibujándose algunos personajes en sus invisibles finales (la hija de Fred, Jimmy Tree, o el futbolista...)
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18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Una canción sencilla (sobre el final de la vida mirando hacia atrás)
Pocas personas en el mundo debe haber que no tengan miedo a la vejez y sin embargo prefieran llegar a ella que quedarse en el camino. Mucho de este temor tiene que ver, supongo, con la propia cercanía de la muerte y de saber que es inminente; la consciencia de uno mismo que desaparece. Pero este temor tan natural podría aparecer un poco antes, mientras vives, sobre la vejez: porque se olviden todos los recuerdos poco a poco y ya no quede nada de tu alma (o lo que sea que hay detrás de la presencia corpórea). Y lo peor es que hay más, seguramente hay más, y quizá por eso nadie hable nunca en serio sobre la vejez. Pensar tan solo en la posibilidad de que los dolores físicos de uno mismo pasen de ser controlados por nosotros a que ellos tengan el poder, o en el hecho de tener que dedicar 15 minutos a abrocharte un botón de una camisa… pensar en todo eso da bastante miedo. Pero la realidad es la que es: no pensamos mucho en la vejez hasta que está muy cerca, por salud mental. Y sin embargo (o puede que por todo ello), la vejez está impregnada de las cosas de juventud.

Hay algo muy humano en Sorrentino y en La juventud. Es algo que traspasa la pantalla; una mezcla de comedia, drama, cadencia, compostura y armonía. La observación y estudio de nuestro periplo existencial que deriva en la melancolía del espectador (puede que a propósito, pues es, quizá más que el amor, el sentimiento más lógico para cualquier mortal con la capacidad de almacenar vivencias en la mente a largo plazo). Y tal vez nunca descifre del todo qué es La juventud, pero me he sentido muy cercano a ella. En el fondo no creo que haya que entender todo lo que vemos cuando el misterio es, deliberadamente, parte del atractivo de vivir esta experiencia cinematográfica. Una cinta bastante reflexiva y contemplativa que nos muestra, como parte de la levedad de la vida, su (in)trascendencia y lo imperfecta que resulta para todos, y cómo la frivolidad y el humor la hacen de algún modo más agradecida. De hecho, nunca llegas a saber del todo hasta qué punto es puramente cinematográfica o también esconde algunos retazos de la realidad de sus actores, aunque interpreten a otros personajes, al jugar con cierta literalidad biográfica (no en vano el director italiano basa la premisa inicial del argumento en una noticia que leyó sobre Riccardo Muti y la reina Isabel II, y Keitel se hizo actor tras ser un ladronzuelo siendo niño, como el personaje de Jane Fonda).

Desde que La juventud se presentó en Cannes hasta hoy he tenido la oportunidad de leer bastantes opiniones y «comidas de pepinos» de todo tipo sobre esta película y la verdad es que la crítica negativa me ha parecido un poco exagerada. Hablan de modernidad, de mostrar siempre a la clase alta o de esnobismo, cuando en realidad retrata toda la inmundicia de ese mundo tan sofisticado y a la vez liviano. Sí, representa a gente con dinero, pero es que en sus debilidades y miserias hay también humanidad. Y sobre todo en su resignación. El tiempo y que el futuro ya no exista o no tenga valor es, seguramente, igual o más pesado para alguien que ha tenido todo entre sus manos que para cualquiera de nosotros. Aun así, si no disfrutaste demasiado con La gran belleza porque, como me dijeron una vez, «resultó un poco pesada», piensa que La juventud es más accesible que su predecesora, no sólo porque el propio escenario la mantiene sujeta a la realidad del mismo, sino también porque no divaga tanto (una cualidad que a mí me gusta). Mientras la otra abarcaba más terrenos, en esta somos engullidos por el microcosmos de un entorno más acotado, pese a que en él también se tratan muchos temas —para algunos— trascendentes.

Porque entiendo que haya gente que no sienta como yo y no busque en el cine otra emoción que la evasión, o que sentirse un tipo duro, o muchas otras sensaciones disponibles en un cine. Lo entiendo y lo respeto al igual que las disfruto yo también. La cosa es que cuando veo algo como lo que he visto aquí, me siento más tranquilo y me olvido un poco de mí mismo, pero de un modo más perdurable. Quizás es ver que lo que piensas, las conversaciones que recuerdas de verdad, lo que sientes y hasta temes (y más, porque la vejez es más que eso: es todo eso; es una vida entera. Es tu trabajo y tu familia, es el amor y tus errores. Es la memoria condensada y cada vez más deteriorada de uno mismo y de la perspectiva de su alrededor)… Quizás es ver, en definitiva, que lo que para ti tiene algún tipo de importancia, forma parte de una cinta tan perfectamente estructurada (o de dos, como continuación una de la otra), a pesar de no moverte en esos mundos ni de rodearte de esa clase de personas (al final muchos nos vemos reflejados igualmente).

Algo tan básico como ver en la pantalla la inherente pérdida de tiempo generada al hacer colas, es algo que mostrado por Sorrentino no puede verse simple y llanamente como un acto aleatorio para estilizar el argumento. No es esta cinta la que está vacía, es el vacío lo que está vacío. Mostrarlo con imágenes de gran belleza no le resta la importancia, le suma más veracidad. Es como si en su momento alguien hubiera criticado a Yasujirō Ozu por su sencillez visual, cuando al final no son más que extremos que se tocan. Ambos directores establecen, sobre la base de conversaciones aparentemente intrascendentes, grandes rasgos de la realidad (o sobre situaciones intrascendentes, conversaciones que resultan ser lo opuesto). Todo es bastante natural, y tan pretencioso como humilde.

(SIGUE EN SPOILER SIN SPOILERS)
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18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Aprender a montar en bici
Los amantes, como yo, de "La Gran Belleza" fuimos al cine muy llenos de prejuicios. En cualquier caso "La juventud" sería una secuela de las desventuras y desvanecimientos de Jep Gambardella. Esta es la primera sensación al abandonar la sala del cine. Pero poco a poco, al ir charlando y rememorando, se desvelan brillos y texturas muy alejados del film protagonizado por Toni Servillo. No obstante la conclusión (si es que puede hablarse de semejante cosa en el cine de Sorrentino, que tanto se gusta en las reflexiones abiertas y las imágenes que refutan los discursos) es esencialmente la misma: inspiración como subproducto del amor, arte como sublimación de las bellas vilezas de la carne y, finalmente, esperanza como una trágica y digna renuncia a la vida (contrapuesta a una renuncia banal y servil, casi animal).

Pero fijémonos en esos "nuevos brillos": en primer lugar, "La juventud" es un paseo cinematográfico sosegado y apacible, con puntos de excentricidad que te permiten comprender lo relajado que estás. En "La Gran Belleza", es más bien, justo lo contrario.

En segundo lugar, la pareja protagonista, Fred (M. Caine) y Mick (H. Keitel), ofrecen una ampliación de los caracteres e impresiones que albergaba en elegante conflicto el corazón de Jep Gambardella (T. Servillo). Fred, director de orquesta y compositor jubilado, es indudablemente el artista apolíneo, cuya serenidad se mantiene en todas las facetas de su personaje. Sin embargo nos es lícito ver en sus lágrimas y en sus comentarios sobre la vida la vulnerabilidad del armónico equilibrio que tiene como fachada. Con todo esto su arte no deja de estar enfrentado a la vida, sea como negación o como sublimación. Frente a él, el genial director de cine Mick, que basa todo su arte en sus impulsos y deseos. Mientras Fred ha dedicado toda su obra a la construcción de una armonía que plasme, en otro orden trascendental, sus emociones y esfuerzos, Mick se ha dejado llevar por sus pasiones, sin un afán consciente de inmortalidad moral y estética, hasta el punto de ser autodestructivo con una sonrisa de oreja a oreja. La duplicación de estas dos tendencias del arte y de la vida, es un punto a favor del nuevo film de Sorrentino (y, sobra decirlo, es posible gracias a las geniales interpretaciones de ambos actores).

En tercer y último lugar el hedonismo cínico de "La Gran Belleza" expresado en la fútil y ansiosa búsqueda de Jep, se ha sustituido aquí por un estoicismo romántico que sentimos tan profundamente como los valles que rodean al hotel-balneario en que se desarrolla la película. ¿Por qué "hedonismo cínico" y "estoicismo romántico"?
En "La Gran Belleza" veíamos a un hombre metido hasta el cuello en un ambiente de placeres mundanos, que él, por mucho que diga, ansia y desea; y sin embargo, es del todo incapaz de disfrutar. Es normal, es viejo y además inteligente, quizás demasiado. No le queda otra salida que el cinismo, no más solución que un envanecimiento absurdo que dignifique su triste vida.
En "La Juventud", tenemos a dos hombres, cuyo "último idilio" es babear ante la imagen de miss universo bañándose desnuda. Están definitivamente acabados (aunque tal vez no tanto como ese Maradona marxista). Los placeres que se ofrecen en el balneario son limitados y están en el orden de lo intelectual, en ningún caso de lo sensible. Pero esto no es algo malo, no, claro que no (aun cuando Stravinsky diga que los intelectuales no tiene buen gusto [que, por cierto, es un comentario digno de un "intelectual"]). Al desaparecer toda posibilidad de un hedonismo sensual, de la delectación de la belleza limitada de las formas, se les abre el corazón al sentimiento al que tantas páginas e imágenes dedicaron los románticos: "lo sublime". El paisaje de los Alpes Suizos (Sennacour, por ejemplo) en la lejanía de la vejez (excelente metáfora la de los prismáticos) deja entrever la posibilidad de desbordar las capacidades humanas. Pero, indudablemente, nuestros protagonistas son escépticos, como no podía ser de otra manera, y ahí radica su estoicismo. Ellos eligen enmarcarse en esa parcela de la vida en la que las esperanzas románticas siguen ahí, pese a la insuperable lejanía de las mismas. Aunque hay una nota de pesimismo, al igual que en "La Gran Belleza", en el hecho de que ellos no eligieron nacer, independientemente de cómo se las hayan "arreglado en la vida".
Lo cierto es que los estoicos no son los personajes (que también), sino la película en sí: hay que aceptar la vida, jugar al juego de la libertad humana como buenamente se pueda, si es artísticamente mejor, y acabar nuestros días en la plácida y racional contemplación de todo aquello que queda tan lejos de nuestro presente: el pasado de la juventud o lo sublime intemporal.

En definitiva, como buenos amigos que somos, no deberíamos sino contarnos solamente las cosas buenas.
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17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Stardust Memories
Nunca me hago una idea preconcebida de lo que voy a ver, al menos de manera consciente. Pero desde su inicio, de nuevo, Sorrentino me envolvió. Lo que más me gusta de él como autor es que es un creador. Tiene un dominio audiovisual de primera, además de un gusto exquisito. Y esto es evidente a lo largo de toda la película, película que por cierto no posee el cinismo envenenado y verbalizado por Toni Servillo, ni es tan calibrada como “La gran belleza”, pero sí tiene un notable nivel y una poderosa baza tanto en su fotografía, que de nuevo corre a cargo de Luca Bigazzi, como en la música de David Lang (donde también se incluyen temas de todo tipo). No es mera estética, es que se nota que está muy bien ideada, no es ni casual ni por antojo, sucede lo que es “normal” cuando hay un artista que sabe utilizar los elementos que se le ofrecen.
Las influencias “fellinianas” están más presentes que nunca, sobre todo en el propio guión, que bebe de “Fellini, 8 y ½” y donde Sorrentino, sin abandonar su personalidad y en comparación con “La gran belleza”, multiplica la variedad de temas interesantes que va planteando. Por ello era difícil que pudiera dar respuesta a todas las cuestiones ofrecidas, en el caso de que el espectador espere que se lo den todo triturado, pero al menos el hilo principal nunca se pierde y muchas de ellas las resuelve mediante las sensaciones que evoca, todo en un film donde es la música la que abre y cierra la película, creando un perfecto engarzado.
También, en cuanto a interpretación se refiere, están todos fabulosos, y eso se agradece sobre todo en un film que es casi coral. Destacar sobre todo a Paul Dano, un excelente actor aún que parece al que no terminan de valorar, Rachel Weisz, cada día mejor actriz y más guapa, porque da igual que incluso esté con un sofocón inmenso moqueando como una cerda, es que da guapísima en cámara y cada vez es más transparente en su trabajo interno. Jane Fonda, con su breve intervención, demuestra que es una actriz como la copa de un pino, cosa que casi habíamos olvidado. Y por supuesto lo coronan sus protagonistas: Harvey Keitel, más comedido de lo habitual pero tan efectivo como siempre, y un Michael Caine en estado de gracia, que tras varios films donde estaba pasadísimo, consigue uno de sus mejores trabajos en mucho tiempo, como Jane Fonda, quizás porque además de tener un gran papel ha tenido, como el resto del reparto, a un notable director de actores.
Pero “La juventud” es un film, que aunque haya contado con promoción, en realidad se trata de un cine no tan mayoritario. No es porque tenga ínfulas, es porque es un film maduro, donde se dicen muchas verdades al tocar temas como la muerte, la pérdida de creatividad o de salud, la incapacidad de amar a los seres queridos o la verdadera amistad. Al principio del comentario decíamos que “La juventud” no tenía cinismo envenenado, pero lo posee aunque su cinismo en este caso sea amargo. Por eso quizás ha pasado casi desapercibida en los Globos de oro o en los Oscars, aunque afortunadamente no haya sido así en los Premios Europeos de cine, y por eso han podido contar con mayor promoción. Puede que, por ese afán de tanto vender, han caído en el defecto de hacer un cartel promocional que poca justicia le hace, creo que es lo peor, y puede inducir a error entre los espectadores más despistados.
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12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Ser o no ser
Sorrentino si en "La gran Belleza" (2013) planteaba un discurso sobre "La dulce vita", en esta oportunidad plantea a la larga, la inutilidad de la vida. Ya William Faulkner lo planteaba a través de un personaje: "El sentido de la vida es prepararse para estar muerto mucho tiempo". Y esto es lo que plantea el filme en esa etapa de la vida: "Prepararse".

Y preparase en esta vida más llena de errores que de aciertos, resulta a la larga la utilidad de lo inútil (la vida), pues queramos o no, conscientes o inconscientes; la juventud y la belleza contrastadas en la vida del ser humano, simplemente compara que la vida (la juventud) y la vejez (la muerte) solo se diferencian en nada, aun si de tener aliento o no, nos permite intenciones para "prepararnos" inútilmente (malas "puestas en escena") y transitar por donde queramos, para, a la larga, ser protagonistas de nuestra propia película (muy bien metaforizada en la cinta a través del cineasta y su desea de concluir su "historia"), que no es otra cosa que la historia inacabada de cada uno de nosotros los humanos.

Y esto lo digo ya que al salir de la sala de cine, reflexionamos lo mal cineastas que somos de nuestra propia película ya que siempre la llenamos de "sueños" para eludir (en el mejor de los sentidos), si es realmente el filme que queremos al final mostrar a nuestra audiencia (nuestra familia).

Excelente pues esta película, reconocida por la Academia de cine europea como la mejor del 2015, y que a la larga habla sobre la condición humana.

Gonzalo Restrepo Sánchez
Visite: www.elcinesinirmaslejos.com.co
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Cría fama y échate a dormir
Paolo Sorrentino encandiló a medio mundo con 'La gran belleza', película por la que particularmente no siento ninguna admiración, pero que sin embargo, a pesar de todo, no dejo de reconocer que poseía cierto talento y alguna escena admirable. En 'La juventud' el cineasta italiano aprovecha el tirón de su último largometraje para dar lugar a una sucesión de escenas a cada cual más pomposa y estúpida que deja muy claro que no tiene nada que contar. La película explora la vejez y reflexiona sobre la juventud, pero lo único que realmente consigue retratar es la nada más absoluta de una forma tan amanerada como cargante. Y así continúa durante dos larguísimas horas contando banalidades y transitando lugares comunes con el inconfundible sello sorrentiniano de parecer que está descubriendo América en cada movimiento de cámara, algo que me irrita, y bastante. No dejo de preguntarme qué es lo que quiere contar este hombre en su película, pero rápidamente llego a la conclusión de que nada que no nos hubiera contado en la para mí sobrevalorada 'La gran belleza' (con más talento, repito). Comprendo perfectamente que rodar con estrellas de Hollywood y ganar premios es algo que suena muy bien, pero al menos se podría haber molestado en tener algo que decir.
Los personajes también son cuanto menos insoportables, y al igual que todo lo demás en la película, totalmente insustanciales. Menos mal que las interpretaciones de Michael Caine y Harvey Keitel son buenas, para por lo menos poder apreciar algo decente dentro de semejante desastre. Pero no hay nada que salve 'La juventud', todo resulta impostado, falso y pretencioso. Un disparate plagado de escenas que provocan vergüenza ajena y de chistes supuestamente muy divertidos que a mí no me hacen ni la menor gracia que lo único que consiguen es que mis ganas de abandonar la sala aumenten progresivamente. Y es que el señor Sorrentino tiene la capacidad de ponerme de los nervios desde la primera secuencia. Un claro ejemplo de que una vez consigues el éxito y tu séquito de fans puedes hacer lo que te dé la gana. Incluso engendros como este. Una pena.
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25 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Contenido y continente
Youth es una película de forma. Sorrentino dirige a un gran plantel de actores y actrices: Harvey Keitel, Rachel Weisz (quién no se enamora de Rachel), Paul Dano, y sobre todo un magnífico Michael Caine. Da gusto verlo actuar, su acento, su mirada…

Sorrentino utiliza sus películas para recrearse. El hilo conductivo es difuso: diversas personas internadas en un centro de retiro en los Alpes Suizos reflexionan sobre la pasión que nos mueve y nos eleva sobre la apatía, en un tono pausado y con momentos surrealistas.

Sin embargo, a pesar de la belleza de las imágenes y algunas escenas originales como la de las vacas, falla en su conjunto. Deja una sensación de impostura, de que más allá de los ingredientes, no hay nada más. No tiene la suficiente consistencia como para que perdure. Es sencillamente una película particular del director, quien sabedor de que tiene nicho, sigue haciendo obras aunque debajo del papel de colores, hay humo.

Por último, el tratamiento que se le da a la mujer es de Ozores y Esteso. Tías en pelotas, chistes malos, maniqueísmo y tópicos por un tubo. Ni puta gracia.
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13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Maravilla
Al principio no la entendí, más tarde me di cuenta de qué se trataba y me fue cautivando e impresionando cada vez más.
Me voy al spoiler por si desvelo algo que no debiera.
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La libertad en el crepúsculo de la vida
Además de la magnífica ‘La gran apuesta’ o las terriblemente malas ‘La quinta ola’ Y ‘Alvin y las ardillas: Fiesta sobre ruedas’, una de las propuestas más interesantes de la cartelera actual proviene de Italia, de la mano de uno de los autores más identificables y reconocidos del panorama europeo: Paolo Sorrentino y ‘La juventud’.

Tras la triunfadora en los Oscar ‘La gran belleza’, Sorrentino vuelve a arrastrarnos a una burbuja felliniana –en esta ocasión más próxima a Ocho y medio que a La dolce vita– donde lo terrenal se mezcla con lo espiritual a través de la potencia de la fotografía, lo extravagante de las situaciones y la capacidad para capturar sus preocupaciones en pantalla. ‘La juventud’, dejando por un instante a Toni Servillo, ha logrado únicamente la nominación a mejor canción a los Oscars -arrasó en los Premios del Cine Europeo-, algo francamente llamativo cuando contemplamos la calidad de la propuesta en muchas de las disciplinas por no hablar del alto nivel interpretativo de varios miembros del casting.

En la película compartiremos momentos de paz, de libertad de expresión, de rupturas y anexiones, de exaltación y de curiosidad; grandes momentos que reflejan la vida de los dos personajes protagonistas –en la piel de dos grandes de la escena de los últimos 40 años como Michael Caine o Harvey Keitel, bien secundados por unos interesantes Paul Dano, Rachel Weisz y la mismísima Jane Fonda– y que conforman y abrazan la historia de lo último de Paolo Sorrentino: en plenos Alpes suizos, veremos la vida dentro de un reconstituyente y espiritual balneario de lujo donde encontraremos desde ex futbolistas, compositores retirados, budistas, estrellas de Hollywood o modelos de primera línea. Todo es válido en un lugar donde confluyen naturaleza, glamour y libertad dentro del estatismo de la edad. En dicho paraje, contemplaremos la relación de Fred Ballinger, un retirado compositor de música (Caine) quién compartirá momentos con su hija (Weisz) y sobre todo con su gran amigo, un veterano director de cine llamado Mick (Keytel). Todo ello mientras un enviado de la Reina Isabel II trata de convencer al maestro para que abandone su retiro para dirigir la orquesta en el cumpleaños de su marido.

Me parecen muy interesantes los personajes de la película así como las situaciones que allí se plantean. Me gusta la ambigüedad sobre varios de los puntos del trabajado guion y sobre todo la impactante y marca de la casa propuesta visual y sonora (magníficos los You got the love a cargo de The Retrosettes, el Third and Seneca del grupo folk indie norteamericano Sun Kil Moon o el Dirty hair de David Byrne). Esto último embriaga por plenos poderes: El maridaje que atesora la unión entre imágenes preciosistas con una música que oscila entre el pop más bailable o las bellas composiciones clásicas contemporáneas son huella de un director que cuida sobremanera la presencia escénica, el montaje, la tecnología, y que le gusta usar todos los recursos estilísticos a disposición del film y la historia.

Es cierto a pesar de ello que la propuesta arrastra un inherente tono petulante –la película además resulta más compleja de lo que al autor le hubiera gustado– ya clásico del cine de Don Paolo Sorrentino, cierta estructura de corta y pega o que incluso permite que al espectador le cueste entrar en la variadas y extravagantes propuestas del autor pero lo cierto es que me parece en conjunto una bella muestra de la decrepitud corpórea que arrastra una decrepitud psicológica sobre la llegada del fin de los días, con una intensa profundidad en las conversaciones y situaciones (fabulosos los diálogos entre los protagonistas así como sus respectivos hijos o propuestas profesionales). La vida crepuscular de dos grandes mentes que suplen las carencias físicas a cambio de un voyeurismo obligado que potencia la memoria sobre lo que fueron y nunca quisieron dejar de ser.
Interpretativamente Michael Caine demuestra que a sus más de 80 años se pueden dar lecciones de cómo actuar casi sin inmutarse. Soberano. Magníficos también Rachel Weisz y Paul Dano. En definitiva una película que dejará poso y que grabará en nuestra memoria más de una secuencia, pero sobre todo un tema, el nominado al Oscar Simple Song #3 a cargo del joven compositor David Lang en voz de la soprano Sumi Jo, la violinista Viktoria Mullova e interpretada por la BBC Orchestra. Con ella se pervierte la corporeidad de nuestra más profunda sensibilidad.

Lo mejor: Michael Caine. La mezcla musical y visual. El diálogo estando embardunados en chocolate. La escena final.
Lo peor: Cierta extravagancia y sensación de inconexión en algún apartado.

Valoración:
Banda sonora: 9
Fotografía: 8
Interpretación: 7,5
Dirección: 7
Guion: 6,5
Satisfacción: 7
NOTA FINAL: 7,5

@hilodeseda - www.habladecine.com
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8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La libertad es una perversión
Esta nueva cinta del cineasta italiano constituye una profundización del tema de la vejez y la muerte, ya insinuado en “La Grande Bellezza” (2013). Insiste en escenas ampulosas, algo pedantes, pero se trata de una apuesta melancólica diferente donde los diálogos son más significativos que la fluidez de las imágenes. Antes eran frívolos y daban cuenta de la insignificancia del ser humano, pero en esta nueva realización los detalles son importantes. Cada recuerdo que sale a la luz de las conversaciones implica un verdadero hallazgo, prueba de unas existencias afortunadas. La película se centra en las conversaciones de un par de amigos, un director de orquesta y un cineasta, bajo la premisa de que “la libertad es una perversión”, una forma de perder el tiempo. El tema del tiempo vuelve a tener una mirada elitista, debido a que la narración transcurre en un lujoso hotel donde los artistas privilegian la música por sobre el cine y este a su vez por sobre el fútbol y los concursos de belleza. La Canción Simple N°3 “la compuse cuando aún amaba”, da cuenta del lugar que tiene la experiencia para el director. Otros diálogos más metafóricos ocurren, por ejemplo, cuando el director de orquesta le dice al cineasta: “estabas feliz, por eso se te olvidó frenar”, en alusión a la primera experiencia sobre una bicicleta; o bien, “cuando joven todo parece muy cercano”, sólo se piensa en el futuro, en cambio, “cuando viejo todo parece más lejano”, en alusión a un pasado que crece cada día. Las actuaciones son soberbias, las de Michael Caine (director) y Harvey Keitel (cineasta), así como las de Rachel Weisz (hija del director) y Paul Dano (actor). En los últimos minutos, Sorrentino intenta abandonar su acostumbrada letanía, adentrándose en la idea de que las emociones distinguen nuestra existencia, pero este aterrizaje resulta forzado quizás porque entre la fluidez del montaje van quedando pocas escenas memorables.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Película chill out, aburrimiento agradable
Tal vez todos hemos pasado una tarde primaveral, tal vez de domingo, llena de galbana, de descanso, de tiempos lentos en los que, sentado en un banco no hemos tenido más intención que dejar pasar la tarde, con actitud observadora y el espíritu abierto a cualquier leve novedad que azarosamente nos pudiera encontrar. Tardes de juventud, tardes a veces aburridas donde el tiempo parece sobrar. Momentos que posiblemente, alguna vez, en un futuro anciano, podamos rememorar y volver a experimentar.

Es precisamente ahí donde Paolo Sorrentino nos traslada, a las postrimerías de la vida de dos octogenarios amigos, Fred Ballinger y Mick Boyle que triunfaron en la vida y que se pueden permitir pasar unas vacaciones en un balneario suizo elitista con la hija de uno de ellos. Estos dos amigos son interpretados por Michael Caine y Harvey Keitel, es decir, sobran las palabras sobre todo si están acompañados unos minutos por la mítica Jane Fonda.
Sorrentino, autor de películas como “Il Divo” (2008) o “La Gran belleza” (2013) se vale del día a día en este balneario para hablarnos del paso del tiempo, de la vejez y de cómo afrontar, con sentido del humor, clase y dignidad, un final que cada día está más cercano. Sin embargo, no es una película triste, al contrario, la película transmite vida y frescura y retrata la madurez como algo bello.
El director adereza la historia con toques de erotismo, de humor, de música encantadora, sonidos de la naturaleza y hermosa fotografía que van poco a poco cociendo un producto final muy agradable (quizás debió pulir alguna escena para agilizar algo la historia, como alguna escena con el “famoso” actor que encarna a un robot, por ejemplo).
Estamos ante una película “chill out”, en realidad yo diría no es una película sino una obra poética, que sí, tiene una trama, pero que tan solo es un pretexto para dejarnos pinceladas de arte, de música, de momentos estelares, divertidos (como el guiño a Maradona que un director nacido en Nápoles no ha podido evitar) y también nos ofrece minutos aburridos. Pero así es una tarde anodina en un banco anclado en cualquier lugar del mundo.
En esta ocasión nos sentamos en un banco entre las montañas nevadas de Suiza, ante un majestuoso balneario desde el que observamos curiosamente quién viene y quién va, sin más pretensión que pasar la tarde, con un aburrimiento agradable que te va cautivando poco a poco hasta hipnotizarnos a algunos o tal vez adormecer a otros.
Gracias por su tiempo para leerme y hasta la próxima.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Bella reflexión sobre el paso del tiempo
Paolo Sorrentino calcó la jugada de su compatriota Gabriele Muccino con "En busca de la felicidad" y "Siete almas": replicar al éxito merecido y fulgurante de una gran obra con otra a continuación que insista en las mismas claves temáticas y estilísticas en busca de reeditar el triunfo. En ambos casos los italianos lograron (y no era fácil) "salvar los muebles" y que esas nuevas películas fueran recibidas con parecido (aunque inferior) reconocimiento crítico y comercial.

"La juventud", rodada en inglés y con un reparto internacional (dos grandes novedades), no ganó el Óscar a mejor película extranjera como "La gran belleza", pero es una película estupenda, formalmente atractiva, fenomenalmente interpretada por un reparto de veteranas primeras espadas y jóvenes talentosos (Paul Dano, "Pequeña miss sunshine").

Interesante reflexión sobre las etapas de la vida, y sobre las relaciones sentimentales condicionadas por esas etapas, muestra una vez más el talento de su creativo guionista y director.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Ascolto
Como no soy hombre que niegue a nadie segundas oportunidades, cuando me enteré de que programaban "La giovinezza" en V.O. en la filmo, y a pesar del desplante que me llevé con "La gran belleza", allá que me dirigí raudo y veloz. Además me serviría para practicar el "ascolto" del examen de italiano que tengo dentro de unas semanas...

El primer chafón me lo llevé con el idioma. El italiano que hablan en esta peli es totalmente ininteligible. Es tan ininteligible que se parece, sospechosamente, al inglés. Y eso que Michael Caine debe conocer bastante bien el idioma ya que en la excepcional "La huella" tenia algunas líneas de guión en la lengua de Dante...

La peli es una sucesión de situaciones más o menos cómicas (vamos a ver, no es para mondarse del descojono, pero sí que pueden arrancar alguna sonrisa) en torno a las vivencias de unos amigos de avanzada edad y de otros no tan mayores en una casa de reposo de los Alpes. El problema es que no sabes muy bien hacia dónde quiere avanzar el director. Es de agradecer que, al contrario que en "La grande bellezza", Sorrentino no abuse de movimientos de cámara que no aportan nada y que hacían de aquella peli un artificio sin fundamento. Por otro lado, la fotografía esta muy cuidada.

Para resumir, un film que naufraga por largo y aburrido, a pesar del excelente trabajo actoral.
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Viejas glorias
Dos artistas en el ocaso de su vida, que saben que sus días están contados, preocupados por el legado de su obra. Cada uno viviendo su vejez a su manera, pero complementándose el uno al otro. Fred no quiere volver a los escenarios. No cree que exista ninguna soprano capaz de interpretar su obra adecuadamente. Su música fue creada para ser cantada por su mujer, y al no estar ella, no tiene sentido ser interpretada por otra voz. Mick busca desesperadamente un final perfecto para su película, con la que espera poner broche de oro a una brillante carrera. Junto con sus jóvenes colaboradores intenta encontrar ese final brillante para su guión, para hacer la película ideal, que sería interpretada por su actriz favorita: Brenda Morel (Jane Fonda).

Paolo Sorrentino estira el chicle y lleva su personalísimo modo de hacer cine más lejos que nunca. Sus imágenes oníricas, su barroquismo cinematográfico, su cuidadísima estética va más allá del sentido narrativo que puede tener cualquier película. Dependiendo de tu sensibilidad y de lo receptivo que estés, puedes odiarlo y levantarte de la butaca a la media hora de película, o bien quedar hechizado por sus imágenes, por su música, por su nivel artístico, por su espectacular lirismo audiovisual. Es tan abrumador estéticamente que no importa la historia que cuenta. Es el poder del “Cómo” sobre el “Qué”.

Esta vez, a mi juicio, se le va la mano un poco. “La gran belleza” era perfecta. “La juventud” no lo es. No es que no haya contenido, lo hay, como lo había en aquella. Pero es mucho menos explícito. Cuando la descomunal pomposidad de las imágenes te deja respirar, de vez en cuando te preguntas, “¿Qué me está contando, en realidad?”. Ya sabemos que la vejez es muy triste, que contemplar la belleza de una mujer en plena lozanía cuando uno sabe que ya no podrá catarla porque podría ser su abuelo, es jodido. Sabemos que cuando uno es provecto también suele ser sabio, y que esa sabiduría sirve de poco. Y sabemos que probablemente no seremos recordados como nos gustaría. No parece demasiado argumento para una película. Pero tratándose de Sorrentino, poco importa eso.

Inevitablemente, hablar de Sorrentino es hablar de Fellini. Si “La gran belleza” nos remitía a “La dolce vita”, con “La juventud” no hay más remedio que recordar “Ocho y medio”. No se hasta qué punto Sorrentino está influido por Fellini o si es que directamente le persigue, pero los homenajes son evidentes.

Por supuesto, el surrealismo está presente en todo momento. El sentido del humor también. Hay escenas que parecen algo inconexas, como si se hubieran grabado antes de saber cómo iban a casar luego con el film. Todo transcurre despacio y todo te sorprende. Michael Caine sentado junto a las vacas en un prado dando un concierto de cencerros, una estruendosa bofetada inesperada, un grupo de viejos y viejas compartiendo sauna en silencio, Michael Caine haciendo música con el plástico de un caramelo, Maradona saliendo de la piscina como un hipopótamo…

A pesar de la irregular trama, la película tiene momentos de extrema brillantez. No hay un Jep Gambardella en “La juventud”, pero el retrato de la decadencia humana es muy parecido. La vejez puede ser deterioro, pero también distinción y elegancia. Es el nexo de unión entre las dos películas. Parece que el paso del tiempo obsesiona a Sorrentino.

Los actores están a muy buen nivel. Es un lujo ver a Michael Caine, un actor que mezcla cinismo y elegancia como nadie, al gran Harvey Keitel, a otra vieja gloria como Jane Fonda (la secuencia en que Keitel intenta convencer a Fonda para que actúe en su película y terminan insultándose es una maravilla desde cualquier punto de vista), al siempre desconcertante Paul Dano, a la preciosa Rachel Weisz…

Y hablando de los protagonistas de la película, hay que hablar de la música. Si hubiera entrado al cine con los ojos cerrados y hubiera estado sentado simplemente escuchando, también habría valido la pena. La música de la película es excelente. Personalmente, me encantó escuchar “Onward”, una canción de Yes que me gustaba mucho de niño cuando escuchaba una y otra vez el álbum “Tormato”, y que aparece en la película interpretada por Mark Kozelek (él mismo aparece cantándola). Pero cuando ya te mueres de gusto es con la escena final, la interpretación de la coreana Sumi Jo de “Simple song #3” hace que salgas del cine flotando en una nube.

Comprendo todas las opiniones. Habrá mucha gente que considere esta película una estafa. Exige mucho del espectador. No es para cualquiera. Hay que tener la sensibilidad artística necesaria y estar receptivo ante una película esencialmente lírica, quizá demasiado pomposa, incluso pretenciosa, recargada, afectada, encantada de haberse conocido, pero rebosante de talento.

Con todos sus fallos y sus virtudes, me iría mañana mismo a verla otra vez.

https://keizzine.wordpress.com/
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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