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España España · Madrid
Voto de keizz:
8
Drama Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de ... [+]
28 de enero de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos artistas en el ocaso de su vida, que saben que sus días están contados, preocupados por el legado de su obra. Cada uno viviendo su vejez a su manera, pero complementándose el uno al otro. Fred no quiere volver a los escenarios. No cree que exista ninguna soprano capaz de interpretar su obra adecuadamente. Su música fue creada para ser cantada por su mujer, y al no estar ella, no tiene sentido ser interpretada por otra voz. Mick busca desesperadamente un final perfecto para su película, con la que espera poner broche de oro a una brillante carrera. Junto con sus jóvenes colaboradores intenta encontrar ese final brillante para su guión, para hacer la película ideal, que sería interpretada por su actriz favorita: Brenda Morel (Jane Fonda).

Paolo Sorrentino estira el chicle y lleva su personalísimo modo de hacer cine más lejos que nunca. Sus imágenes oníricas, su barroquismo cinematográfico, su cuidadísima estética va más allá del sentido narrativo que puede tener cualquier película. Dependiendo de tu sensibilidad y de lo receptivo que estés, puedes odiarlo y levantarte de la butaca a la media hora de película, o bien quedar hechizado por sus imágenes, por su música, por su nivel artístico, por su espectacular lirismo audiovisual. Es tan abrumador estéticamente que no importa la historia que cuenta. Es el poder del “Cómo” sobre el “Qué”.

Esta vez, a mi juicio, se le va la mano un poco. “La gran belleza” era perfecta. “La juventud” no lo es. No es que no haya contenido, lo hay, como lo había en aquella. Pero es mucho menos explícito. Cuando la descomunal pomposidad de las imágenes te deja respirar, de vez en cuando te preguntas, “¿Qué me está contando, en realidad?”. Ya sabemos que la vejez es muy triste, que contemplar la belleza de una mujer en plena lozanía cuando uno sabe que ya no podrá catarla porque podría ser su abuelo, es jodido. Sabemos que cuando uno es provecto también suele ser sabio, y que esa sabiduría sirve de poco. Y sabemos que probablemente no seremos recordados como nos gustaría. No parece demasiado argumento para una película. Pero tratándose de Sorrentino, poco importa eso.

Inevitablemente, hablar de Sorrentino es hablar de Fellini. Si “La gran belleza” nos remitía a “La dolce vita”, con “La juventud” no hay más remedio que recordar “Ocho y medio”. No se hasta qué punto Sorrentino está influido por Fellini o si es que directamente le persigue, pero los homenajes son evidentes.

Por supuesto, el surrealismo está presente en todo momento. El sentido del humor también. Hay escenas que parecen algo inconexas, como si se hubieran grabado antes de saber cómo iban a casar luego con el film. Todo transcurre despacio y todo te sorprende. Michael Caine sentado junto a las vacas en un prado dando un concierto de cencerros, una estruendosa bofetada inesperada, un grupo de viejos y viejas compartiendo sauna en silencio, Michael Caine haciendo música con el plástico de un caramelo, Maradona saliendo de la piscina como un hipopótamo…

A pesar de la irregular trama, la película tiene momentos de extrema brillantez. No hay un Jep Gambardella en “La juventud”, pero el retrato de la decadencia humana es muy parecido. La vejez puede ser deterioro, pero también distinción y elegancia. Es el nexo de unión entre las dos películas. Parece que el paso del tiempo obsesiona a Sorrentino.

Los actores están a muy buen nivel. Es un lujo ver a Michael Caine, un actor que mezcla cinismo y elegancia como nadie, al gran Harvey Keitel, a otra vieja gloria como Jane Fonda (la secuencia en que Keitel intenta convencer a Fonda para que actúe en su película y terminan insultándose es una maravilla desde cualquier punto de vista), al siempre desconcertante Paul Dano, a la preciosa Rachel Weisz…

Y hablando de los protagonistas de la película, hay que hablar de la música. Si hubiera entrado al cine con los ojos cerrados y hubiera estado sentado simplemente escuchando, también habría valido la pena. La música de la película es excelente. Personalmente, me encantó escuchar “Onward”, una canción de Yes que me gustaba mucho de niño cuando escuchaba una y otra vez el álbum “Tormato”, y que aparece en la película interpretada por Mark Kozelek (él mismo aparece cantándola). Pero cuando ya te mueres de gusto es con la escena final, la interpretación de la coreana Sumi Jo de “Simple song #3” hace que salgas del cine flotando en una nube.

Comprendo todas las opiniones. Habrá mucha gente que considere esta película una estafa. Exige mucho del espectador. No es para cualquiera. Hay que tener la sensibilidad artística necesaria y estar receptivo ante una película esencialmente lírica, quizá demasiado pomposa, incluso pretenciosa, recargada, afectada, encantada de haberse conocido, pero rebosante de talento.

Con todos sus fallos y sus virtudes, me iría mañana mismo a verla otra vez.

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keizz
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