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Críticas de labutaquitayelmar
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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
6
26 de agosto de 2015
50 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con curiosidad me acerqué a descubrir qué versión le había dado Bill Condon a la figura de Sherlock Holmes envejecido, en las postrimerías de su vida donde sus facultades, como las de cualquier mortal, merman y aunque de vez en cuando hace sus exhibiciones “hiper-lógicas”, ya es incapaz de conseguir lo imposible como antaño.

Pues bien, el planteamiento es interesante y adelanto que no estamos ante un “Sherlock Holmes” propio de Guy Ritchie, lleno de acción, vértigo e imposibles sino ante una historia reflexiva, con pretensiones líricas y evocadoras que humaniza al personaje buscando nuestra ternura.

Los intérpretes son muy buenos y hacen creíbles a sus personajes, sobre todo el que encarna magistralmente Ian McKellen. Nos refleja un Holmes anciano, con achaques de la edad y lento pero con el sentido del humor y la sabiduría propios de una persona que ha vivido demasiado, que no se resigna a acabar postrado en un sofá y que tiene suficiente fuerza para buscar pócimas orientales que le mantengan en la mejor forma posible.

Sin embargo, el hecho de que Mr. Holmes sea anciano y lento no justifica que la película lo deba de ser igualmente, como pasa en este caso. Hay momentos que se me hacen eternos. Desconozco si es un rasgo que el autor quiere darle a la película para transmitir la impotencia de su protagonista o si es producto de su falta de acierto.
El caso es que combina desacertadamente las tres historias del guion en una película con vocación de ser poética pero que, por su lentitud, termina siendo algo pesada.
El uso de la elipsis, de la mera sugerencia sin necesidad de plasmar los achaques seniles habría bastado para aligerar su contenido, que no es malo, pero que se podría haber contado un poco mejor.

Me encanta la moraleja final que plantea la historia, una bella historia de reflexión sobre la verdad y la esperanza. Sobre si siempre debemos de ser transparentes o siempre debemos callar para no herir al otro. Decidir acertadamente el momento oportuno para hacer una cosa u otra es cuestión de sabiduría o tal vez de suerte. Sólo el tiempo lo dirá, elemental.

Muchas gracias por su tiempo para leerme. Hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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9
30 de septiembre de 2013
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguna vez te has preguntado ¿qué es la amistad? ¿Qué diferencia al amigo del enemigo? Si lo piensas bien, no parece que existan tantas diferencias, de hecho los peores enemigos suelen nacer de una relación de amistad anterior. ¿Tiene esta afirmación un sentido contrario?, es decir, ¿puede convertirse, con el tiempo, una enemistad en una relación de amistosa?.

Cicerón contaba (allá por el año 100 a. C. aprox.), que la esencia de la amistad radica en la bondad y benevolencia de los hombres. Un hombre “bueno” será necesariamente amigo de otro hombre “bueno” y si no es así probablemente eso no llegue nunca a funcionar como una amistad verdadera.

Pero, ¿qué ocurre en los casos en que hay una relación entre dos personas, que se admiran mutuamente, pero que nunca podrán ser amigos porque no concurre la benevolencia o bondad de Cicerón? ¿Necesariamente serán enemigos?. A veces un enemistado sirve de referencia para mejorar, tu exigencia por superarlo puede hacerte crecer. ¿Estaríamos ante un verdadero enemigo por el mero hecho de que sea totalmente distinto a ti?. Etc., etc.

Todas estas preguntas y reflexiones nos deja sobre la mesa esta magnífica película que te llevas puesta a casa unos días a pesar de su, en principio, materia vacía: el glamuroso circo de la Fórmula Uno.

Volvemos a los años 70, al mundo post-hippy, a los pantalones de campana y la ansiedad por descubrirlo todo, por ir más allá y por crear un modo de vivir nuevo en todas las facetas posibles de nuestra existencia. En este caso el director ambienta aquella realidad de forma magistral.
Nos presenta al piloto de F1, James Hunt (encarnado por el macizo Chris Hemsworth, o sea, “Thor”), un canalla pasional y noble que, por mucho que quieras, no puedes dejar de admirar y envidiar. Enfrente, su polo opuesto, Niki Lauda (interpretado por el caracterizado para la ocasión Daniel Brühl) el perfeccionista, cuya frialdad nunca le permitirá fallar porque lo tendrá todo calculado al milímetro.

Esta especie de western verídico que se vivió hace casi 40 años, en las pistas y boxes de todo el mundo, entre estos dos amigos/enemigos me dejó encantado, tal vez por la melancolía que se respira, por la acción ajustada, por el riesgo que transmiten sus imágenes, riesgo real, sin efectos especiales innecesarios o grandilocuentes.

Si quieres saber algo más sobre estos dos antagónicos personajes de la Fórmula Uno, que crearon escuela en ambas direcciones, puedes hacer dos cosas: ver esta fantástica película o irte a la Wikipedia. En Wikipedia tendrás más datos técnicos, mayor precisión pero, sin ninguna duda, en la película descubrirás el espíritu rebelde setentero, la pasión por la velocidad y por ser el primero. Conocerás el que fue el mundo de las carreras F1 hace cuatro décadas, aún imperfecto, pero más romántico y auténtico.
Bienvenido a RUSH, una película de Ron Howard que transpira realidad y emoción por cada uno de sus fotogramas.
La frase de la película: “Aprende más un necio de sus enemigos que un inteligente de sus amigos.”
labutaquitayelmar
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5
22 de septiembre de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película tiene una propuesta inicial muy seductora, una especie de mini-civilización compuesta por jóvenes con edad universitaria en el centro de un laberinto con muchas sorpresas. A dicha civilización llega, como sucede temporalmente, un nuevo miembro y a partir de este nuevo protagonista vamos viendo cómo se las apañan para sobrevivir en este hábitat tan especial.
Mientras dura este planteamiento la película va despertando mi curiosidad con agrado, sin embargo, pasados unos minutos la calificación de lo que podría ser una gran peli de ciencia ficción comienza a descender en picado casi sin posibilidad de planear.
No tengo clara la razón, tal vez porque no me creo casi a ningún actor y mucho menos al personaje de Thomas Brodie-Sangster, o lo que es lo mismo, al crío que aparecía en “Love Actually” tocando la batería, ahora convertido en “post-adolescente tomador de decisiones”.
Quizás, mi desencanto gradual también pudiera haberse debido a la aparición de “personajes” gratuitamente asquerosos que no me interesaron lo más mínimo o a que me percatase de que me encontraba ante una película para adolescentes, con vocación de acción e intriga pero sin alma ni capacidad de conmover alguna.
En todo caso, si voy siguiendo la historia (que, eso sí, no carece de ritmo), como de un videojuego se tratara, en el que paulatinamente aparecen nuevas “pantallas” o escenarios sorpresivos hasta llegar al “monstruo final” (que no es el caso).
Cuando cojo el coche en el parking de los cines, prácticamente me he olvidado de una prescindible peli “palomitera” de sofá dominical.
Muchas gracias por usar su tiempo para leerme. Hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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8
30 de diciembre de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
STAR WARS, EPISODIO VII, EL DESPERTAR DE LA FUERZA (J.J. Abrams, 2015)


Y se estrenó el capítulo VII de Star Wars. Todo un arsenal de publicidad, noticias, marketing, entrevistas, imágenes, tráileres liberados a cuentagotas, misterios sobre la aparición de los viejos personajes, doodles, etc. etc. en fin, que el que no conozca la existencia de esta película no está en este planeta, pero ¿es para tanto?.

Aunque me niego a pensar que está todo inventado en las películas de acción, no podemos soslayar que los patrones en este tipo de películas se repiten una y otra vez:

Se trata de poner en situaciones extremas a los personajes “buenos”, aquellos con los que sentimos afinidad, que suelen ser bellos, redondos, pequeños y simpáticos (formas que responden a estudios antropológicos y nada casuales, aconsejo leer “El pulgar del Panda” y su capítulo dedicado a Mickey Mouse) frente a los “malos” (que se nos representan como espigados, flacos, feos, deformes, con voces graves).


Ante este planteamiento extremo y sin aparente salida, sólo nos falta ver, cómo nuestros protagonistas logran, a través de sus facultades (poderes, inteligencia, fuerza, sexualidad) conjurar el peligro hasta llegar a conseguir felizmente el objetivo final.

No hay nada nuevo en Star Wars VII, al contrario, todo es previsible en relación al anterior arquetipo y las peripecias fluyen como en cualquier clásico de aventuras de Clark Gable o Burt Lancaster - véase “Las aventuras de Robin Hood” (1939) o “El temible burlón” (1952)- donde quedan finamente precisados quién pertenece a la fuerza oscura y quién defiende la pureza y la fuerza blanca, es decir, en términos más actuales, Mordor y sus orcos frente a los Hobbits y sus adláteres, pero en un escenario galáctico.

Sin embargo esta película no se queda ahí, ni mucho menos. “Star Wars: El despertar de la fuerza. Cap. VII”, tiene el lujo de contener un “superpoder” del que muy pocas pueden presumir, de poseer una “fuerza” atrayente que la distingue de las demás y que va más allá de cualquier visionado objetivo que le demos. Esta película, señoras y señores, tiene NOSTALGIA.

Se nota que J.J. Abrams (que se lleva 20 años con S. Spielberg, 22 con G. Lucas y 15 con Robert Zemeckis) bebió de las fuentes cinematográficas ochenteras de estos genios y si vemos su anterior trabajo “Super 8” (2011) no nos costaría nada clasificarla junto a los Goonies, E.T. o Regreso al Futuro, entre otras.

J.J. Abrams es uno de los nuestros y así es muy fácil retomar la Guerra de las Galaxias y regalar a los de su generación, a los que fuimos al cine cogidos de la mano de nuestros padres a principio de los ochenta, la película que tanto esperamos y que no pudimos ver con los capítulos I , II y III.

Creo, honestamente, que debemos darle las gracias a dichas pelis: La Amenza Fantasma (1999), El ataque de los clones (2002) y La venganza de los Sith (2005). Estas películas mostraron el camino a J.J.Abrams para llegar a los seguidores de la original Guerra de las Galaxias.

La segunda trilogía (Cap. I, II y III), dirigida por el mismísimo George Lucas, quiso dar una vuelta a la trilogía originaria y en mi opinión no lo consiguió de forma eficaz.
Son trabajos barrocos, lentos, repetitivos, abarrotados de detalles, de efectos especiales gratuitos, de intrigas y personajes innecesarios (no me referiré al melifluo Jar Jar) y honestamente, G. Lucas nunca debió distanciarse tanto de su idea primitiva, nos bastaba con volver a ver a soldados blancos del imperio lanzando ráfagas de láser rojo, espadas láser y naves volando hacia un inmenso fondo negro repleto de estrellas, con la música de John Williams a todo volumen, nada más... y nada menos.

Personalmente, reencontrase con muchos símbolos ya, de aquellas películas originarias, me supuso algo así como visitar, tras muchos años, el viejo desván de la casa de la abuela y encontrarme con el “Quién es quién” junto a una Doña Ruperta de plástico llena de polvo o el “Barco pirata” de los Clips Playmobil. Todo un golpe de infancia.

A los jóvenes de la generación Google, esta película seguramente no les supondrá más que otra peli de acción, espacial, sin grandes efectos, algo ligera, con menos humor del acostumbrado y con algún que otro elemento interesante o simpático (BB8 por ejemplo, genialidad del autor, crear un androide-mascota con la forma de balón: objeto de culto casi religioso hoy en día).

Ignoro cómo evolucionarán los capítulos VIII y IX y si JJ Abrams seguirá haciendo guiños al pasado como en “El Despertar de la fuerza”, pero el caso es que ya tenemos nuestra película.

A los que nacieron en mi generación, a esos que al leer este post han sabido perfectamente qué es el “Quién es quién” y quién fue la calabaza Doña Ruperta les encantará reencontrase en 2015 con “La Guerra de las Galaxias”, ahora, que continuamos yendo al cine cogidos de la mano, pero esta vez, de la de nuestros hijos.

Muchas gracias por su tiempo para leerme. Hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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7
26 de enero de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez todos hemos pasado una tarde primaveral, tal vez de domingo, llena de galbana, de descanso, de tiempos lentos en los que, sentado en un banco no hemos tenido más intención que dejar pasar la tarde, con actitud observadora y el espíritu abierto a cualquier leve novedad que azarosamente nos pudiera encontrar. Tardes de juventud, tardes a veces aburridas donde el tiempo parece sobrar. Momentos que posiblemente, alguna vez, en un futuro anciano, podamos rememorar y volver a experimentar.

Es precisamente ahí donde Paolo Sorrentino nos traslada, a las postrimerías de la vida de dos octogenarios amigos, Fred Ballinger y Mick Boyle que triunfaron en la vida y que se pueden permitir pasar unas vacaciones en un balneario suizo elitista con la hija de uno de ellos. Estos dos amigos son interpretados por Michael Caine y Harvey Keitel, es decir, sobran las palabras sobre todo si están acompañados unos minutos por la mítica Jane Fonda.
Sorrentino, autor de películas como “Il Divo” (2008) o “La Gran belleza” (2013) se vale del día a día en este balneario para hablarnos del paso del tiempo, de la vejez y de cómo afrontar, con sentido del humor, clase y dignidad, un final que cada día está más cercano. Sin embargo, no es una película triste, al contrario, la película transmite vida y frescura y retrata la madurez como algo bello.
El director adereza la historia con toques de erotismo, de humor, de música encantadora, sonidos de la naturaleza y hermosa fotografía que van poco a poco cociendo un producto final muy agradable (quizás debió pulir alguna escena para agilizar algo la historia, como alguna escena con el “famoso” actor que encarna a un robot, por ejemplo).
Estamos ante una película “chill out”, en realidad yo diría no es una película sino una obra poética, que sí, tiene una trama, pero que tan solo es un pretexto para dejarnos pinceladas de arte, de música, de momentos estelares, divertidos (como el guiño a Maradona que un director nacido en Nápoles no ha podido evitar) y también nos ofrece minutos aburridos. Pero así es una tarde anodina en un banco anclado en cualquier lugar del mundo.
En esta ocasión nos sentamos en un banco entre las montañas nevadas de Suiza, ante un majestuoso balneario desde el que observamos curiosamente quién viene y quién va, sin más pretensión que pasar la tarde, con un aburrimiento agradable que te va cautivando poco a poco hasta hipnotizarnos a algunos o tal vez adormecer a otros.
Gracias por su tiempo para leerme y hasta la próxima.
labutaquitayelmar
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