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Críticas ordenadas por:
El hijo del otro
El hijo del otro (2012)
  • 6,7
    1.559
  • Francia Lorraine Levy
  • Emmanuelle Devos, Pascal Elbé, Jules Sitruk ...
7
Linaje o vínculo: el amor como salvación
Los cementerios están llenos de idealistas, de ideólogos, de fundamentalistas, de personas que dicen saber cómo tiene que ser el mundo o cómo debe ser la vida, enferma de intransigencia, obcecación y cabezonería. Y las guerras las ganan siempre otros, no las personas ni los pueblos, sino los salvadores de patrias ficticias y sus esencias falaces, infectados de eslóganes tramposos y tergiversaciones interesadas. ¿Y dónde queda el común de los mortales, para qué tanta congoja y tanta inquina si al final somos una mera anécdota prescindible, abocada al olvido, a la indiferencia o al sufrimiento? ¿Sobre qué pilares construir una paz verídica, cómo cultivar el entendimiento y el perdón, cómo expiar tanto odio, rencor y rabia?

Esta hermosa y reparadora película francesa plantea muchas de estas complejas preguntas y acierta, además, en no proponer respuestas absolutas, ni en ofrecer soluciones fáciles o previsibles, ni en sacar conclusiones estigmatizadoras o arrojadizas. Se limita a plantear un problema, a observar y acompañar las reacciones humanas que desencadena, tomado partido por el lado humano del conflicto y explorando la calidez amorosa de unas madres dispuestas a integrar, acoger, abrazar, acariciar y perdonar, con su anhelo puesto en el presente, con el corazón abierto y la mirada tierna. ¡Cuánto más fácil es la vida cuando no la sometemos a los tópicos mamporreros y excluyentes de las obcecaciones políticas y las batallas cruentas de la venganza inútil!

La identidad de la familia o del clan o de la raza o de la religión o de la nación o de lo que sea es una mera construcción ideológica que sirve para diferenciar, separar, excluir, escupir, someter o exterminar a quien ose poner en duda dichas esencias enfermizas y devastadoras: la humanidad lleva siglos – decenas de siglos – enarbolando banderas o banderías de toda índole con el único fin de remarcar “tú eres uno de los nuestros y tienes derecho a todo” o “tú no eres de los nuestros y no tienes derecho a nada”. Qué pena. Qué absurdo. Qué insignificante.

La directora y coguionista crea unos reconocibles personajes que palpitan vida y verdad. Le basta someterlos a un sencillo aunque atroz conflicto para desencadenar toda una serie de reacciones de dolor, incomprensión y rechazo que desembocan en una resolución abierta, inestable pero optimista, provisional pero veraz, potente y arriesgada porque cuestiona el afán destructor y ciego que nos anega. ¡Cuánto mejor nos iría si pudiéramos actuar siempre desde el amor! En definitiva, una pequeña joya digna de atención.
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27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Amanece en Edimburgo
Amanece en Edimburgo (2013)
  • 5,8
    3.017
  • Reino Unido Dexter Fletcher
  • Peter Mullan, George MacKay, Antonia Thomas ...
7
Explosión de vitalidad: un musical entrañable
Es arriesgado comenzar un musical en un carro de combate en mitad de una guerra, cantando sobre la inseguridad y riesgos del presente y porvenir, que haya una explosión fatídica… y sin embargo, tan impactante y atrevido comienzo ilumina con habilidad el resto del metraje, ya que sirve de necesario contrapunto a la luminosa espiral de amores y desamores que puebla su vivaz trama. El musical clásico es un género en desuso, casi descatalogado y anacrónico, que parece apolillado de puro rancio y desfasado, pero cuando acierta y alcanza la frescura e intensidad de esta pieza, nos reconcilia con la naturaleza artificiosa y demodé del engranaje de canciones y acciones que nos lleva como un torbellino hacia el resplandeciente desenlace, que no por pronosticable y deseado, deja de ser veraz y oportuno.

El tema central es el amor y sus muchas ramificaciones, trampas, dificultades, artimañas, recovecos y pesadumbres. El camino más certero y diáfano para unir dos puntos (o a dos personas) casi nunca es la línea recta. Y si bien hay mucho de cliché o tópico en las dificultades e impedimentos que surgen a lo largo del camino, es su voluntaria falta de originalidad y total conformidad con lo previsible lo que confiere garra y lozanía a la superación de esas intrigas y obstáculos, estamos en un mundo almibarado y confortable donde los disgustos apenas duran dos escenas o un par de canciones que permitan el lucimiento vocal y gestual de sus protagonistas. A veces se nos olvida que el cine de género tiene unas convenciones y pactos que no por simples o predecibles dejan de tener su brío y efectividad.

La sencillez del argumento juega a su favor. Buscar retruécanos u honduras donde sólo se pretende entretenimiento, distracción y descaro es errar el juicio e impide el disfrute del diestro engranaje musical, ayuno de complejidades y voluptuosamente vital que arrastra como un cuento de hadas hacia esferas de distracción y claridad que nos reconcilia con el cine como entretenimiento amable, encantador, vigoroso, exuberante y nutritivo que nos ofrece un relato blanco y lleno de buenos sentimientos y mejores vibraciones que nos arrastra hacia el júbilo y exaltación final.

El cine como apoteosis de los mensajes sencillos, como recreo e insolencia, como luz y festividad. No hay novedades, invención o riesgos, pero sí destreza, dulzura y simpatía. No es una cinta memorable pero sí lozana y fresca que rescata lo mejor de unas canciones amables y muy bien interpretadas que alcanzan lo que se proponen: entretener y hacerte olvidar las penas. Un primor.
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35 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
La jaula dorada
La jaula dorada (2013)
  • 6,0
    1.830
  • Francia Ruben Alves
  • Rita Blanco, Joaquim de Almeida, Roland Giraud ...
7
No hay jaula más estrecha que el propio carácter
Comedia amable, que tras su aparente placidez y cortesía no deja de reflejar la explotación despiadada a la que sometemos a nuestros semejantes, sobre todo cuando éstos tienen un carácter hacendoso y servicial, siempre prestos a ayudar, apoyar, colaborar, olvidarse de sus propias necesidades en favor de las necesidades de los demás, negando la verdadera naturaleza de los hechos y censurándose como egoísta lo que no deja de ser mera supervivencia y mínima atención hacia las prioridades personales. Es tan fácil abusar del prójimo cuando éste no pone freno y límite ni dique a ese abuso socialmente aceptado y que solemos aplicar con ciertos semejantes (el servicio doméstico, ciertas profesiones de ayuda social, la tía solterona y sin hijos, la hermana comprensiva, etc.).

No es oro todo lo que reluce, sobre todo cuando nos dejamos birlar nuestra dignidad, nuestra vida, nuestras ilusiones para alimentar con el sudor de nuestra afrentada frente los fatigosos y maniáticos caminos de los demás… Y todo ello se refleja en esta amable comedia franco-lusa que nos trae un relato de nostalgia, añoranza, amor por las raíces, deseo de retorno y gusto por lo propio e íntimo. Lo dicho, en apariencia demasiado blanda y comedida, ayuna de maldad o doblez, sobradamente calmosa, desmesuradamente obsequiosa, fatigosamente amable, afable y atenta, inmoderadamente complaciente y servicial. Pero las apariencias engañan y tras tanta benigna urbanidad y benévola sumisión se encuentran dos amantes corazones que sufren aprisionados ante obligaciones falaces, hasta que consiguen parar el círculo vicioso y entrar en contacto con su auténtica necesidad. Y dan el gran salto hacia sí mismos y su deseo.

Solemos – como espectadores – hacer de menos a las comedias, o creemos que tras la sonrisa, dulzura, llaneza y jovialidad no pueden tratarse temas de calado o trascendencia. Es uno de tantos prejuicios bobos que nos atan a los dramones y hacen caja con nuestra cortedad de entendederas. Por ello es de agradecer ver una comedia expansiva, tierna, dulce y hogareña, tratando temas trascendentes y vitales con frescura, amabilidad, encanto y emoción. Y si además escuchamos un fado hacia el final de la proyección – que emociona hasta al más desalmado – que nos hace comprender muchas de las intuiciones apenas formuladas… No queda sino dar las gracias por este regalo deleitoso y exquisito que llega hasta el corazón.

Ofrece más de lo que parece, promete menos de lo mucho que alcanza: una joyita entrañable y deleitosa.
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22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las dos caras de enero
Las dos caras de enero (2014)
  • 5,6
    5.737
  • Reino Unido Hossein Amini
  • Viggo Mortensen, Oscar Isaac, Kirsten Dunst ...
7
El mal cotidiano: nadie es quien parece ser
Quién roba a un ladrón, tiene cien años de perdón. Parece un refrán salido de la pluma de Patricia Highsmith, una misántropa escritora llena de turbiedad e inquina que ha retratado como nadie la deshonestidad y los peligros que viven agazapados en la cotidianidad más luminosa y angelical del ser humano. Que las apariencias engañan lo aprendemos a base de traspiés y equivocaciones, pero nadie como ella para reflejar los monstruos e infamias que pueblan el plácido devenir de nuestros semejantes. Y si bien sus novelas parecen pasto fácil para el cine, pocas veces se ha logrado trasladar ese tóxico mundo de dobleces y añagazas con éxito al celuloide. Y ahora nos llega esta clásica historia de engaños, muerte, lujo y embelecos que acierta en casi todo.

Una Grecia colorista, unos protagonistas lozanos y atractivos, una facilidad y cortesía en el trato humano, la sensación de que todo es posible y tenemos derecho a ser felices y gozar de la vida, ningún remoto nubarrón sobre el horizonte… y, sin embargo, basta un nimio percance para transformar el disfrute en angustia y huida, en torbellino de desasosiego y mal fario. El mundo reconocible se encoje y trastoca, todo se vuelve opaco y siniestro, no sabemos a quién acudir ni los intereses soterrados que cada cual alberga. Fugarse parece el único refugio, poner tierra de por medio, evadirse para evitar a la policía y el temor a ser reconocido y apresado. ¿En quién confiar? ¿De quién sospechar? La luz se vuelve temible y las sombras amenazantes.

Hacen falta pocos elementos pero bien dosificados y ensamblados para armar una película de suspense. El exceso lo vuelve todo inverosímil y la carencia deja insatisfecho. Por eso es de alabar la certera combinación de piezas que componen este rompecabezas fatídico que aboca a sus protagonistas a una pérdida constante de la seguridad y la calma y los arrastra hacia el abismo de lo inseguro y falaz. Y para que funcione sin fisuras es imprescindible un reparto atractivo y eficaz, que sepa der el toque necesario de guapura y doblez, que haga desconfiar al espectador sin perder por ello su simpatía. El trío protagonista juega sus bazas con maestría y gusto, ofreciendo todas las gamas necesarias de seducción, traición y desapego que configuran el minucioso baile perverso.

No es una gran película pero sí una buena cinta policiaca, que se ve con agradecido interés y que culmina en un desenlace irrevocable y diestro, que cierra con sagacidad todas las piezas del fatídico laberinto que ha tocado recorrer. Recomendable.
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49 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo los amantes sobreviven
Sólo los amantes sobreviven (2013)
  • 6,5
    11.521
  • Reino Unido Jim Jarmusch
  • Tilda Swinton, Tom Hiddleston, Mia Wasikowska ...
5
Solemne pretenciosidad: ¡qué monótono es hacerse el moderno!
Hay chistes privados que quizás puedan resultar ingeniosos para un grupillo de iniciados, pero fuera de ese selecto círculo de ungidos carecen de todo chispa, atractivo o interés. Igual con este cansina peliculilla con aires de grandeza y logros anémicos cuyo planteamiento no carece de interés pero cuyo desarrollo es premioso, cansino y exangüe, como contagiada por el devenir mórbido de sus protagonistas.

Quizás sea una cinta para adeptos o practicantes de algún obscuro rito nigromante, o de una cinefilia entendida como secta abúlica, propensa a las listas de nombres ilustres (se citan a Shakespeare, Cervantes o Einstein entre una pléyade de referencias ostentosas), ensimismada en los ombligos aparatosos y con relumbrón, donde la afectación estilística resalta la falta de ideas novedosas y todo acabe sepultado bajo un aire enrarecido, viscoso, denso y asfixiante que parece reclamar del espectador una rendida complicidad que no merece.

Hablar sobre la película – o comentar las muchas ideas y chascarrillos que la pueblan – es más interesante que haber padecido su visionado. La lentitud, la casi total falta de acción (y los pocos hechos de cierto interés ocurren fuera de cámara), los largos e insustanciales diálogos, su atmósfera nocturna y lúgubre, su estética de gacetilla de vanguardia menesterosa pero altivamente orgullosa de ser de bajo presupuesto, su vademécum de diseño cutre, abigarrado y falaz, su asfixiante afectación… todo ello es buscado y consciente, pero eso no exonera del aburrimiento mortal y del letargo supino que invade al espectador.

Hay que alabar que la película logre ser – con casi total seguridad – lo que se ha propuesto su director y guionista que sea. Pero parece más bien un ceremonioso y recargado regalo a su pandilla de amigos o fieles incondicionales, más que una cinta destinada al público general. Pero claro, quizás yo no sea uno de los elegidos ni esté en la honda propicia. Hubo una época en que Jim Jarmusch fue novedoso e interesante, pero cuando ya tienes sesenta años y sigues haciendo – por enésima vez – tu inflado proyecto de fin de carrera, es señal inequívoca de que te has quedado estancado. Y el agua estancada se pudre y hiede. Allá cada cual.
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27 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa juventud
Hermosa juventud (2014)
  • 6,3
    4.061
  • España Jaime Rosales
  • Ingrid García Jonsson, Carlos Rodríguez, Juanma Calderón ...
8
¿Qué hacer cuando no hay nada que hacer?
Retratar vidas mediocres y sin interés es arriesgado y complejo, ya que existe el peligro de que desconectemos por indiferencia o pereza al ver un panorama tan poco atractivo desplegarse ante nuestros ojos. Por ello tiene incluso más mérito esta cinta sencilla y sobria que sin embargo refleja de forma brillante el irritante momento actual de una juventud que ni estudia ni trabaja, ni tiene visos de trabajar ahora o nunca, haga lo que haga, se esfuerce lo que se esfuerce, se empeñe lo que se empeñe y por mucho que porfíe hasta la desesperación. “Querer es poder.” Eso sería en época de vacas gordas y cuando ataban los perros con longanizas, pero ahora querer es desilusionarse porque no hay nada esté en nuestras manos.

Jaime Rosales vuelve a acertar de lleno. Retrata la árida cotidianeidad de unos personajes abocados al desánimo y la abulia con una destreza y garra que pone los pelos de punta. Acierta al reflejar el amor de dos jóvenes atractivos y llenos de encanto enredados en un presente exasperante por estéril e ingrato, donde las ilusiones de una paternidad inesperada apenas son motivo de alegría y sí fuente de frustración, irritación y encono. Padres separados y casi tan grises como ellos, amigos de mensajitos y noches de polígono, algún porro, alguna cerveza, el recurso de la violencia cuando la sociedad no es capaz de proteger tu integridad ni la justicia te ampara, el parque como espacio de libertad que los minúsculos pisos no proporcionan y las ilusiones marchitas de tantos problemas y escasez de medios materiales…

Formalmente la cinta es un prodigio narrativo con un desenvuelto y creativo uso de las formas actuales de comunicación (móvil, cam, mensajería), con una inventiva utilización de la elipsis, acelerando el tiempo con vertiginosa fluidez, trasladando la prisión cotidiana allende nuestras fronteras, porque tener iniciativa no conlleva tener éxito y el fracaso no se mide en píxeles ni en palabras, sino que te atrapa con una densa maraña de sinsabores y decepciones que se adosan a tu vida como un parásito. Cuando el futuro y el presente son lo mismo y no caben ilusiones más allá de final de mes es que hay algo que ha fallado. Y no saber lo que es, no impide que todo el peso caiga sobre nosotros.

La cinta no sermonea sobre el fracaso, ni fabula explicaciones sesudas, ni se detiene en condenas y tópicos, sino que ofrece un descarnado ejercicio de franqueza expositiva. Casi documental. No gustará a los que busquen paraísos artificiales ni escapismo de pirotecnia, pero ofrece un tesoro de veracidad y vida. Plenamente lograda y muy recomendable.
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74 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
X-Men: Días del futuro pasado
X-Men: Días del futuro pasado (2014)
  • 6,9
    46.781
  • Estados Unidos Bryan Singer
  • Hugh Jackman, James McAvoy, Michael Fassbender ...
3
Pestiño de dimensiones épicas: fórmula vacía de todo interés
Parece ser que esta película gusta y me pregunto el porqué: carece de personajes dignos de tal nombre y se contenta con poblar las escenas con actores sin nada a qué hincarle el diente, sin un mínimo de dramaturgia, ni texto ingenioso, ni acción que vaya hacia ninguna parte, ni problemas o preocupaciones que despierten ni el más mínimo atisbo de empatía. No hay otro aliciente que esperar y ver si surge alguna escena que esté bien coreografiada o montada y cuyos efectos especiales justifiquen su alto presupuesto y tanta aquiescencia mediática. Pero nada más alejado de la realidad.

Esto es un mojón que ha devorado un presupuesto ingente (se habla de 200 millones de dólares) sin que luzca para nada más allá de un inflacionario y estéril uso de los efectos especiales que nada aportan al relato y que salpican una trama indigna de tal nombre y carente de sustancia o mordiente. Cuando el punto de partida son unos personajes llenos de posibilidades pero que quedan por completo supeditados a una esforzada espectacularidad visual a la que deben sustentar, cuando el guión es un mero pretexto para encadenar situaciones inverosímiles, innecesarias, prolijas, dispersas, inconexas, cansinas, redundantes y fatigosas, donde los (presuntos) actores se limitan a poner cara de lerdos embelesados, como si los hubieran pillado contando con dificultad premiosa los muchos ceros del suculento cheque de sus hipertrofiadas nóminas, cuando todo da igual y solo esperas que esta tortura acabe…

Hay boñigas más interesantes que ésta pero que no han tenido ni la promoción ni la indulgencia mediática dé la que inmerecidamente goza este subproducto anémico y vacuo que llena dos horas de insufrible estruendo, ayuno de ideas, de ingenio, de creatividad o de atractivo. No es ni entretenida ni vistosa. Evítenla, por higiene mental y por la salud de sus bolsillos. Una mamarrachada insulsa y floja. Prescindible.
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28 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mirada del hijo (Madre e hijo)
La mirada del hijo (Madre e hijo) (2013)
  • 6,6
    2.012
  • Rumanía Calin Peter Netzer
  • Luminita Gheorghiu, Bogdan Dumitrache, Florin Zamfirescu ...
7
El amor ingrato: cuando las aristas y enconos familiares lo mancillan todo
Los ricos también lloran y sufren y se enfrentan a la adversidad y el vituperio. Pero las penas con dinero son más livianas y llevaderas, más manipuladoras, más retorcidas y soterradas. Este drama familiar es claustrofóbico y obsesivo. Una desgracia sobrevenida – el hijo único de una familia adinerada de la capital, atropella y mata a un niño pueblerino durante un pique entre dos conductores sobrados de parné y faltos de cerebro – desencadena el implacable engranaje de una madre acaparadora y directiva que se hace con las riendas del asunto para minimizar el impacto en su pavisoso hijo malcriado y que la odia.

Al espectador le atenaza un desasosiego y una inquietud constantes durante la proyección de esta sobria pieza minimalista donde las mujeres tienen mando en plaza y los hombres son meros peleles intrascendentes. La suciedad moral, la afrenta que supone tener contactos en una sociedad donde el amiguismo entre mangantes es moneda de cambio recurrente que adultera las relaciones y desbarata cualquier noción de justicia. La necedad del dinero, las pieles y las veladas de ópera impiden cualquier intento por entablar relaciones humanas entre iguales y todo está abocado a sacar provecho, a manejar, subvertir, mangonear y falsificar cualquier vínculo. Quien puede, saca provecho y tajada.

Y si bien la película tiene virtudes indudables – como la presencia de una magnética Luminita Gheorghiu – resulta algo monocorde por su falta de progresión en la situación única que refleja, es como si el planteamiento lo fuera todo pero el desarrollo apenas aporta nada novedoso al conjunto y las escenas (todas bien resueltas, tóxicas y turbias) apenas hacen avanzar una trama mínima que se ahoga en sí misma. Además sabemos demasiado poco de la relación materno-filial previa al percance y nada de lo que ocurre ilumina ese enfrentamiento feroz y sin cuartel que socaba cualquier entendimiento o empatía. Nada aporta claridad sobre el núcleo del drama y eso va en detrimento del espectador y del resultado final. Lo que podría haber sido una gran película se queda en una buena película. Y gracias.

Sobre todo hay que resaltar y alabar la atmósfera pútrida, inquietante, ponzoñosa y carente de amor que recrea y que impregna todo el metraje como una viscosidad deleznable. El problema es que se queda corta, como si faltara información relevante para armar el rompecabezas de unas relaciones fracasadas y ante tanta opacidad estamos tentados de tirar la toalla y no entrar en la interesante propuesta planteada. Fuerte y poderosa, sin duda, pero con un tufillo a cine de calidad pretencioso que no está a la altura de sus aspiraciones.
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36 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos están muertos
Todos están muertos (2014)
  • 5,5
    2.580
  • España Beatriz Sanchís
  • Elena Anaya, Angélica Aragón, Nahuel Pérez Biscayart ...
6
Interesante, original e imperfecta muestra de cine singular
Ser original o insólito o extraño puede ser una virtud o una losa. Depende. Pero es admirable que el pacato cine español intente sorprender ofreciendo novedades temáticas y narrativas que explora terrenos inhabituales y poco trillados. Vayamos por partes, porque nos encontramos con una abigarrada coctelera de ideas y ocurrencias: Una hermosa pero estancada mujer con agorafobia, la movida musical y sus pelos a lo punk, pasados esplendores de un estrellato que acabó estrellándose, unas relaciones materno-filiales catastróficas, una madre de origen mexicano (¡qué poco aparecen personajes latinoamericanos en el cine patrio!) y ofuscaciones inusuales hacia el mundo de los muertos…

Todo ello configura un relato que ofrece caminos inexplorados, propuestas novedosas con personajes interesantes por reconocibles aunque pocas veces vistos con anterioridad (el mundo de la música glamurosa, la adolescencia colegial, los amores incipientes, alborotados y desordenados, gotas de brujería de andar por casa…). Y todo esa amalgama de ideas, recursos, riesgos y sofisticación combina bien y se traba con éxito en un relato iniciático que ofrece invitaciones inesperada y rescata personajes inefables (un muerto resucitado sólo visto por algunos y, a veces, gracias a la ingesta de psicotrópicos) enfrentados a dilemas de ultratumba que nos reconcilia con el cine como una invención de mundos inéditos e ideas descabelladas y riesgosas.

El tono oscila entre la comedia romántica, la recopilación de nostalgias refulgentes y la trama de mesa camilla familiar, casi siempre con éxito y en todo caso ofreciendo novedades y acometiendo escollos quizás excesivos pero en todo caso muy de agradecer. El resultado es una película imprevisible, imperfecta, con algunos altibajos de ritmo y cadencia, muy bien interpretada, resueltamente dialogada y pertinazmente singular, atrayente de puro bizarro y original. Falta algo para estar plenamente lograda, pero fijándonos en lo que sí está: hay que alabar su capacidad de sorpresa, la belleza aturdida de Elena Anaya, cierto humor consanguíneo, algún pasmo dramático y la lozanía de ser diferente, divergente y novedosa.

Y hay que agradecer que propuestas inclasificables como ésta se hagan un merecido hueco en la adocenada cinematografía actual. Quizás fragmentaria e irregular, pero satisfactoria a poco que uno se deje arrastrar por su proposición desvergonzada y acoja sus muchas sugerencias y ramificaciones con simpatía y cierta indulgencia.
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37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Big Bad Wolves
Big Bad Wolves (2013)
  • 6,3
    8.186
  • Israel Aharon Keshales, Navot Papushado
  • Tzahi Grad, Lior Ashkenazi, Rotem Keinan ...
7
Un toque de maldad: salvajes intuiciones policiales, humor negro y ensañamiento
La sombra de Quentin Tarantino es sospechosa y alargada… pero sus frutos son a veces tan gratamente perversos como en este caso, una cruel, retorcida, violenta y muy entretenida película israelí que recoge lo mejor del maestro americano pero sin caer en la mera imitación, sino aportando una original dosis de aciertos, maldades y turbiedades que merecen atención y brillan por sí mismos. Porque más allá de unos diálogos brutales y unas imágenes desasosegantes, hay que destacar la consecución de su tóxica atmósfera de amenaza y el jocoso uso que hace de la truculencia humana en sus más aberrantes variaciones.

Cuando un país vive rodeado de brutalidad desde hace décadas, es un acierto hacer uso de ese marco insalubre y sádico para pergeñar una crónica llena de aristas, excesos y sangre que atrapa al espectador desde el inicio y nos propone un descenso a los infiernos deshumanizados y endurecidos del crimen, la pedofilia, los excesos policiales y las acechantes nuevas tecnologías que todo lo ven y todo lo propagan como la pólvora. No existe el anonimato ni hay forma de ocultarse cuando todos espían a todos, cuando el teléfono móvil nos acompaña en todo momento y somos esclavos de su abominable terquedad y prevalencia. No podemos escapar ni siquiera de la sabrosa sopa preparada por una madre preocupada o de la llamada dócil de una esposa intranquila que nos recuerda la medicación que debemos tomar…

Con elementos sencillos, sin apenas boato ni parafernalia, nos adentramos en un mundo en apariencia plácido y bucólico donde el normal funcionamiento parece abolido, no hay ley que nos proteja ni ampare y los abusos están a la orden del día... ¿En quién confiamos? ¿De qué nos fiamos? ¿Quiénes son nuestros aliados y dónde acecha agazapado el enemigo? Pero todo ello trufado de un venenoso humor – negrísimo – que alivia tanta ponzoña y tanto atropello que parece engullirnos sin remisión ni consuelo. Quizás no sea plato de gusto ni disfrute para quien no sepa o quiera saborear de esta filigrana atroz, ya que si no entramos en el juego pérfido de esas ironías monstruosas, nos enfrentamos a un catálogo de atrocidades difícil de digerir o soportar.

Por todo ello, la película puede – y debe – tener su público: está muy bien dirigida y escrita por el tándem responsable, te atrapa desde las primeras imágenes y se cierra con un plano turbador, que en su elegante falta de efectismo ilumina pavorosamente todo el relato. Pocas veces el envilecimiento se ha mostrado tan diestramente.
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44 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
10.000 KM
10.000 KM (2014)
  • 6,4
    10.159
  • España Carlos Marqués-Marcet
  • Natalia Tena, David Verdaguer
7
La erosión de la palabra: cuando lo que dices contradice lo que haces
¡Ay el amor! Esa inefable experiencia que nos embriaga y deslumbra y que acaba sucumbiendo a las necedades, torpezas y sacudidas: cuando ya no hay un objetivo común y el azar hace que los caminos se bifurquen y ya no hay forma de desandar el camino recorrido y todo queda en suspenso hasta que el castillo de naipes de derrumba… y suele sepultar a uno de los dos, al más débil, al más enamorado, al más egoísta o al más ingenuo. Pocos sabemos leer las pistas que el destino va sembrando a nuestro paso y preferimos la ceguera o el simple enfado fugaz en vez de encarar la adversidad y la decepción. A veces sólo hace falta tiempo o distancia – o ambos – para que poco a poco la realidad cale hondo y quede sellado el desenlace ineludible.

Esta perspicaz cinta explora el proceloso mundo de las relaciones de pareja con detenimiento, paciencia, amor al detalle, perspicacia y sin buscar atajos ni comodidades: no hay respuestas sencillas ante interrogantes complejos. Quizás sólo se le pueda reprochar que la dirección de Carlos Marqués-Marcet es sustancialmente mejor, más imaginativa, intensa y creativa que el guión, que adolece de un exceso de sobrentendidos y opacidades que dejan en suspenso demasiadas incógnitas y si bien su construcción es férrea – a modo de rondó emocional, donde el comienzo y el final se enlazan, pero con un significado bien distinto y distante – y la elaborada simplicidad de los elementos ofrece espacio para el análisis y la escucha, peca de un exceso de soberbia, como si la ingeniosa idea originaria – sólo dos personajes y su devenir – fuera suficiente para sostener el conjunto.

Es de alabar que el cine español ofrezca problemas adultos para un público maduro (o con intención de serlo), que no busque el mero escapismo o la mera anécdota intrascendente para entretener sin explorar la complejidad de la vida. Y que tenga éxito en el empeño. Sobre todo destacaría el prodigioso plano secuencia que abre la cinta – casi un corto en sí mismo – que ofrece un elaborado estudio del amor y su fragilidad. Así como el cierre de la cinta, que con su rotunda sequedad deja al espectador aturdido y turbado. Otro logro a destacar es la excelente presencia e interpretación, valiente, llena de matices e intensidad y planamente satisfactoria de sus protagonistas, Natalia Tena y David Verdaguer, que ponen, literalmente, toda la carne en el asador. Muy potente y recomendable ópera prima.
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66 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sexo, mentiras y cintas de video
Sexo, mentiras y cintas de video (1989)
  • 6,7
    29.544
  • Estados Unidos Steven Soderbergh
  • James Spader, Andie MacDowell, Peter Gallagher ...
9
Cuatro personajes trastabillados malviven su sexualidad desencajada
“Sexo, mentiras y cintas de video” fue – para sorpresa de muchos – la triunfadora de Cannes 1989: opera prima del entonces desconocido y veinteañero Steven Soderbergh. Parecía un exceso inopinado para una obrita sobria, estática y de exiguo presupuesto. Pero ya entonces me quedé fascinado por esta atípica propuesta y más de veinte años después me reafirmo en mi apreciación original: es una gran obra, fruto de una mirada madura sobre unos personajes inmaduros, volubles, neuróticos y llenos de deseos desaforados y cegueras vitales. Es una sagaz radiografía de las muchas trampas y equívocos que laten bajo la hipócrita urbanidad de cualquier urbe del maltrecho mundo occidental.

Propone un estudio coral de personajes en crisis (aunque no lo sepan). Y el fondo que mueve y remueve a todos es el sexo: sexo como pretexto, como refugio, como ausencia, como obsesión, como ejercicio, como evitación, como mentira, como tapadera, como exigencia, como galimatías, como sofoco, como escasez…Es un drama agridulce, con atisbos de tragicomedia bufa, donde la gimnasia verbal es más importante que el puro arrebato biológico.

El estudio que ofrece de sus cuatro protagonistas no puede ser más certero y desolador. Empezando por ese misterioso e impávido observador que cree que al erigirse en mero espectador se asegura la equidistancia y el amparo emocional. Pero es el gran desbaratador, el que desencadena todo, el responsable de que la gente tome conciencia de sus actos. Porque estar en el mundo nos obliga a responsabilizarnos de nuestra faena. Y la esposa acomodaticia y bonachona que acabará reclamando su espacio y su voz. Y la hermana libidinosa, lenguaraz y lúbrica que comprenderá que tras lo físico también hay sentimientos. Y el marido – que al no ver las necesidades de los demás, tampoco es capaz de ver las suyas – por lo que su ofuscamiento porfiado ilustra su deshonestidad y estancamiento, lo cual enfatiza y realza el esfuerzo transformador de todos los demás.

“Sexo, mentiras y cintas de video” no es para cualquier paladar… Apenas hay acción – si excluimos los lances de alcoba. Casi todo se reduce a diálogos que parecen no ir a ninguna parte, la gente subsiste llena de incoherencias, ayuna de optimismo, impasible a la fortuna. No gustará a los que evitan enfrentarse a sus fantasmas negados, a sus limitaciones emocionales, a los bloqueos sociales, a los dengues arbitrarios o a las frágiles debilidades concupiscentes. Pero apasionará a los que busquen en el cine una mirada afilada y perversa sobre las oquedades de la vida, sobre los tropiezos impúdicos del ser humano, sobre las contradicciones de la existencia y el planteamiento de preguntas sin respuesta. Un creativo y potente ejercicio de estilo, una sabrosa propuesta de cámara para lujuriosos paladares retorcidos.
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22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Matterhorn
Matterhorn (2013)
  • 6,8
    506
  • Países Bajos (Holanda) Diederik Ebbinge
  • René van't Hof, Ton Kas, Ko Aerts ...
7
La nostalgia y el dolor por lo que hemos perdido nos distancian de la vida y su pleno disfrute
Hay películas raras e inclasificables… y ésta es una de esas peculiares muestras de talento, alejadas de todo convencionalismo, imposible de prever, insólita y caprichosa, que parece que va en una dirección pero acaba yendo en el rumbo opuesto (u otro, ¡qué más da!) y que concluye en una breve pero apoteósica escalada en los Alpes suizos para saborear y deleitarse en la visión sin igual de la cumbre del monte Matterhorn (4.478 metros de vértigo) con su llamativa forma de pirámide natural, como cincelada por los caprichosos dioses.

Desde la Holanda profunda y recalcitrantemente calvinista de iglesias yermas de imágenes y color, sobrias, tristes, pacatas, desesperadamente uniformes y cancerberas – hasta el estallido de color y musicalidad de un portentoso cielo azul y cinceladas nieves eternas donde se abrazan lo mejor del más espiritual J.S. Bach y lo más carnal y reivindicativo de Gloria Gaynor (aunque interpretado por un prodigioso e inolvidable Alex Klaasen, desconocido para nosotros pero de portentosa y electrizante voz). Es una súbita síntesis y fusión entre la libertad más absoluta y el enaltecimiento a la vida en su compleja ramificación e imprevisible pujanza.

Deleite para los sentidos. La aparente impasibilidad del protagonista (estricto cumplidor de los ritos religiosos de la Holanda contumaz), la demencia infantiloide del que desencadena toda una serie de acontecimientos fortuitos y sorprendentes, la sabia aceptación de una esposa enamorada y comprensiva, la inhóspita, recalcitrante y envidiosa sinrazón del vecino que arrastra una queja añeja apenas agostada por el tiempo o el infortunio y cuya intransigencia se disuelve como un azucarillo en el mar de la vida a poco que manifiesta su congoja y da cuerpo a su lamento… ¡Hay tanta vida, tanta pasión, tanta peculiar honestidad en esta breve obra de mínimos detalles y azarosa complejidad!

Quizás sea una cinta tan rara e incunable que nadie vaya a verla pese a su diáfano mensaje de reconciliación personal, redención espiritual y rendición total al amor. Abrazar la vida es dar cabida a todo un mundo de alegrías, fértil, acogedor, reconfortante y suave. Abrazar la vida es dar gracias por todo y acoger a las personas que nos trae el destino, sean como sean y vivan como vivan y se manifiesten como se manifiesten.

Déjense sorprender por este portento indefinible. Contiene unos quince minutos finales prodigiosos que ponen la carne de gallina y emocionan hasta al más impasible y reacio. No ver venir por dónde aparece la salvación es parte del camino que hay que recorrer para encontrar la plenitud. Una joya.
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21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rompenieves (Snowpiercer)
Rompenieves (Snowpiercer) (2013)
  • 6,4
    29.656
  • Corea del Sur Bong Joon-ho
  • Chris Evans, Song Kang-ho, Tilda Swinton ...
6
Alucinación futurista y vana sobre el enfriamiento global, la lucha de clases y el mesianismo
Las imágenes de este sofisticado y costoso artilugio – elaborada pieza de relojería de trepidante engranaje y ostensible vacuidad – son arrolladoras y están llenas de ritmo, inventiva y frenesí. Pero uno se pregunta si tanto ruido, tanto fuego de artificio, tanta resaca de explosiones, bacanales, crueldad y mutilación, tanto sermoneo sobre el apocalipsis y la soledad del genio o del líder, tanto ensueño, fabulación y utopía no están desaprovechados, ya que no sirven a ningún fin que no sea el mero espectáculo visual y el simple entretenimiento banal. Como si un niño malcriado jugase al más difícil todavía como fatuo disparate oneroso y prohibitivo.

Quizás no tanto durante su proyección – ya que la fuerza taladrante del refinado mecanismo visual y narrativo no deja tiempo para nada que no sea el puro disfrute intrascendente – pero el final uno se queda como huérfano de hondura, de poso, de calado y se vislumbren demasiado las esforzadas costuras del caro torbellino, donde la acumulación de episodios no redunda en su beneficio, sino en puro empacho recalcitrante. Hay demasiada mezcla de retales que si bien no desentonan ni entorpecen, acaban dejando la sensación de que asistimos a un monstruito de Frankenstein devaluado, donde lo mecánico del detalle necio prima sobre el alma y sentido del conjunto, las partes no acaban sumando sino que sólo se van amontonando como en un desván de reliquias trilladas y tópicos manidos.

El tufillo a homilía apocalíptica y rancia, a regañina de moralista trasnochado, vetusto y vulgar hacinamiento de lugares comunes sobre explotadores y explotados, sus pérfidas alianzas y fingidas enemistades, sus reyertas entre cabecillas y los cataclismos de matadero de las masas de cándidos borregos, el alucinado escapismo de las exiguas clases adineradas o dirigentes que ignoran al resto de la humanidad y defecan sobre el humilde y los necesitados… nada que no hayamos visto antes, nada que sea novedoso ni original, nada que deje la sensación de asistir a nada memorable.

A un nivel básico se puede disfrutar porque la dirección de Bong Joon-ho es portentosa y las imágenes están muy elaboradas y acumulan inventiva y poderío a raudales. Pero al final no satisface porque tanto relumbrón y adorno oneroso de suciedad y carencia se antoja oropel de bisutería que trata de camuflar la vacuidad de un discurso intrascendente y sobado que se diluye y anula nada más concluida la proyección. Demasiado ruido para tan poca nuez.
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21 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran cuaderno
El gran cuaderno (2013)
  • 6,5
    1.300
  • Hungría János Szász
  • András Gyémánt, László Gyémánt, Piroska Molnár ...
7
Los horrores de la guerra y sus devastadores efectos sobre unos hermanos abandonados
La trilogía “Claus y Lucas” de la escritora húngara en lengua francesa Ágota Kristóf (1935-2011) es una de las experiencias literarias más devastadoras, brutales y desasosegantes que he leído. Ahora se ha llevado al cine la primera novela (publicada en 1986) de dicha trilogía con una fuerza e hiriente realismo que bordea el esperpento y que hielan la sangre y siembran la desazón y la perplejidad en unos espectadores que tenemos la suerte de no haber vivido ni la guerra, ni presenciado sus ruinosas consecuencias en el carácter de aquellas personas que tuvieron la mala fortuna de vivir el espanto, sinrazón y vesania de esos años atroces.

La cinta recrea la crueldad, las incomodidades, el disgusto, la falta de compasión, la aspereza y ferocidad de una época indeleble que proyecta su insidiosa sombra hasta nuestros días (Ucrania no es sino un último estallido lacerante – como antes lo fue Yugoslavia – de las yagas cerradas en falso que provocaron la azarosa contienda de la II Guerra Mundial y su interminable posguerra belicosa). Asistimos asustados e incrédulos – como los atribulados protagonistas – a las mezquindades deleznables que deben superar para sobrevivir, los dos niños a través de cuyos ojos vemos las barbaridades que padecen, la truculencia, la vileza, la falta de corazón, la fatiga, el hambre, el abuso sexual, el latrocinio, el disgusto, el asco, la insensibilidad, las inclemencias y la total falta de misericordia o redención que sufren.

Quizás sea algo fría la mirada del cineasta y el enfoque que le da, pero casa bien con el material y el gélido distanciamiento del relato refleja el desapego de unos corazones aniquilados por la monstruosidad insuperable que deben afrontar para sobrevivir, aunque el precio sea inhumano, atroz y cruel. No es plato de gusto para el espectador que no sabe si llorar, conmoverse o permanecer impasible ante tanta hecatombe, muerte y humillación. Quisiéramos mantenernos al margen pero no podemos. Las imágenes perforan la conciencia y nublan el entendimiento, no hay salvación ni escapatoria y las alambradas que todo lo cercan marcan un espacio y una época que queremos superar, comprender e integrar. Pero no hay atajos ante la inhumanidad y mirar para otro lado no resuelve nada.

La destrucción y desesperación tiene muchos rostros y cada uno de ellos nos recuerda que no debemos olvidar nada de todo aquello para no repetir los fatales atropellos de una época que es la nuestra – lo queramos o no – y que aún no hemos abandonado por mucha abundancia y sosiego que hayamos experimentado o creído merecer. No es una película fácil de ver ni que convenga recomendar a la ligera, pero su intensidad, su franqueza y su amargura la vuelven un documento necesario e inapelable que conviene ver para no olvidar que la paz es un fruto precario que hay que mimar y cimentar sin desfallecimiento. Recomendable pero turbia e ingrata.
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37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Lunchbox
The Lunchbox (2013)
  • 6,8
    3.061
  • India Ritesh Batra
  • Irrfan Khan, Nimrat Kaur, Nawazuddin Siddique ...
6
Buenos mimbres para un relato artificioso que se frustra y deja insatisfecho
Amable cinta india que ofrece el relato de dos personas disímiles – un gris amanuense viudo a punto de prejubilarse y una ama de casa joven y bella atrapada en un matrimonio estancado – que convergen de forma fortuita debido a una arbitraria equivocación y desencadena una relación epistolar que transformará sus vidas (¿o no?). Tras un arranque prometedor lleno de encanto, buenas intenciones y felices hallazgos narrativos – esa India sobrepoblada, meticulosa, concienzuda, impenetrable y organizada – acaba derivando en un relato convencional, en exceso impostado y con premisas no del todo verosímiles y requiebros narrativos convencionales que deja una malograda sensación de relato fallido, de impostura henchida y fabricación insatisfactoria.

Se deja ver con agrado y durante su metraje parece que estamos asistiendo a una hermosa historia que mezcla amor en ciernes, talento culinario y filigrana social en sutil equilibrio y gozosa satisfacción para un espectador occidental presto a abrazar una amable narración que parece desvelar las dificultades y sinsabores de un país que es un fascinante subcontinente lleno de contradicciones, luminosidad, encanto y promesas – pero que desemboca en un desarrollo demasiado deudor de las convenciones amorosas y los desencuentros abusivos de un guionista demasiado satisfecho con su premisa y como obsesionado por llevarse al espectador al huerto de la falacia impostada desde la descarada manipulación y el miedo a proponer un relato en verdad original y satisfactorio.

Porque hay algo que no funciona desde el inicio y que durante el desarrollo se agrava y acaba lastrando el resultado: el supuesto viudo a punto de jubilarse es demasiado joven (el actor tiene 46 años y apenas han tratado de disimular esa notoria realidad) y sus reacciones demasiado inmotivadas como para conmover en su inhóspito deambular entre la duda, la ilusión, la promesa incipiente y la posibilidad de enderezar un destino quebrado por el guionista en demasía. Y la insatisfecha esposa es demasiado bella, joven y ondulante como para hacer creíble cómo es que no se permite una actitud más enérgica y vigorosa ante un destino que no por mundano y adocenado encierra nada de singular ni digno de lamentación.

El resultado se deja ver con cierta simpatía y con sinceras ganas de que remonte el vuelo en cualquier momento, porque todo está realizado con mimo, atención al detalle y meticulosa premeditación, pero no supera lo exclusivamente convencional ni deja ninguna marca significativa o indeleble porque se ha optado por proponer como como incipiente relato amoroso lo que no es sino una mera transformación necesaria (por largamente pospuesta) de unos corazones que merecen un cambio pero no se merecen la descarnada falsificación por parte de un guionista (a su vez director) que parece alérgico al riesgo y demasiado deudor de unos tópicos manidos que parecía querer censurar al inicio.

Estudiadamente bella, enquistadamente plana y engañosamente ambigua. Deja un regusto frustrante de lo que pudo ser y no es. Decepcionante.
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34 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
El viento se levanta
El viento se levanta (2013)
  • 7,2
    15.330
  • Japón Hayao Miyazaki
  • Animación
7
Una bellísima historia de amor envuelta en un contexto histórico ingrato
Hay cierta esquizofrenia en esta primorosa película animada que recorre – de forma muy libre y novelada – los años más fructíferos de un ingeniero aeronáutico japonés, Jiro Horikoshi (1903-1982), durante los aciagos y funestos años del Imperio del Sol Naciente. Por una parte refleja la fascinación por la aviación y una admiración casi ilimitada por la devastadora ingeniería de la Alemania de aquella época, donde la tecnología fue saqueada y pervertida para crear y mejorar mortíferas armas de guerra que sembraron de devastación y desgracia aquellos años, sojuzgados y corrompidos por aniquiladoras ideologías de supremacía y exterminio. Y por otra parte nos regala el amor entre dos seres puros.

El contexto histórico es perturbador y crea cierto malestar al comprobar, una vez más, cómo el conocimiento y la sabiduría – dependiendo de en qué manos caiga y qué propósitos alberguen los políticos de turno – pueden causar mucho daño y extender desiertos de desolación. Pero este marco apenas abarca la riqueza del relato, ya que junto a ese homenaje al imperecedero sueño de volar está la hermosísima historia de amor entre el protagonista y su tuberculosa novia, un amor que surge asociada al viento y deja un imborrable recuerdo que eleva la película hasta hacerla, literalmente, volar. La belleza y la inspiración parece que sólo son posibles y adquieren todo su sentido cuando surgen y florecen desde un auténtico y perdurable sentimiento de fusión amorosa. Lo demás es prescindible y está abocado al olvido.

Dicen que esta cinta puede ser el testamento cinematográfico del veterano Hayao Miyazaki (nacido en Tokio en 1941) – ojalá que no lo sea – pero si así fuera, no dejaría de representar una cierta justicia poética (quizás buscada), ya que su fascinación por volar (en particular) y las alturas ventosas (en general), recorren sus más de veinte largometrajes durante las cuatro décadas que abarca su filmografía. Su espléndido mundo de fantasía ofrece un caudal de imágenes y personajes imposibles de olvidar y que forman parte de lo mejor del cine de animación. Y aquí encontramos un hermoso compendio o antología de algunos de sus temas favoritos.

Como si de una epopeya épica de Sir David Lean se tratase, asistimos al íntimo devenir de unos fulgurantes enamorados mientras a su alrededor el mundo enloquece y se colapsa. Muy bella, serena y luminosa, ofrece tantísimo talento e inspiración que siembra en el espectador un nostálgico e indeleble agradecimiento.
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16 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frances Ha
Frances Ha (2012)
  • 6,9
    11.407
  • Estados Unidos Noah Baumbach
  • Greta Gerwig, Mickey Sumner, Adam Driver ...
6
El patito feo que quería ser cisne y no sabía cómo
Cuando no sabes qué quieres en la vida – o lo crees saber pero no te atreves a actuar o a lanzarte – todo se vuelve cuesta arriba y parece que sólo que hay problemas, contratiempos, desengaños y frustración… Cuando cualquier tiempo pasado se antoja mejor y más prometedor, cuando vas comprobando que todas las ilusiones adolescentes brillan por su pertinaz ausencia y te abocan a un callejón sin salida… Cuando todo lo que te queda es sobrevivir malamente porque la vida parece un caos embrollado del que no sabes cómo salir y nadie parece tomarte en serio… Entonces te entretienes con locuras, fantasías, elucubraciones y huidas hacia ninguna parte que te abocan a la más frustrante de las soledades.

Madurar y hacerse adulto no es fácil y esta modesta cinta lo muestra una vez más sin ambages ni circunloquios. Quizás en exceso deudora de un planteamiento y desarrollo “de y para mujeres”, sin embargo refleja con precisión los pormenores y dificultades de estarse acercando a los treinta sin haber conseguido ningún logro personal o social digno de tal nombre y todo se limita a conseguir reunir el suficiente dinero para pagar el alquiler de un piso compartido en una gran urbe como Nueva York. El tiempo corre en contra nuestra y parece disolverse ante nuestra atónita mirada, sin nada que ofrecer sino una verborrea torpe y atropellada que apenas deja resquicio para la mínima esperanza.

Esta cinta ofrece el retrato premioso de un desengaño vital que no se atreve a decir su nombre, donde el movimiento no muestra avance alguno sino solo ganas de salir adelante, pero sin ninguna concesión a la facilidad o la felicidad. La figura protagonista está muy bien dibujada – ese yerro constante, ese aturdimiento existencial, esa ineptitud por tomar decisiones razonables, esa imprudencia disparatada que la hace pisar todos los charcos reales e imaginarios – pero adolece de un exceso de autocomplacencia, de una ceguera narcisista que acaba casi agotando e irritando al espectador. Hay demasiado de lo mismo, con pocas variaciones y nulos matices. Ya después de un cuarto de hora hemos comprendido qué le pasa (y le seguirá pasando) a su ‘heroína’, porque ese tono monocorde enfatiza la ausencia de cualquier rayo de optimismo. Y es por ello que el desenlace – en que parece que ha conseguido ‘algo’ – no resulte ni veraz ni verosímil, sino un mero artificio de las guionistas.

¿Interesante? Sin duda. Pero bordea peligrosamente el aburrimiento.
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61 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pasado
El pasado (2013)
  • 6,9
    5.528
  • Francia Asghar Farhadi
  • Bérénice Bejo, Tahar Rahim, Babak Karimi ...
8
Las ricas y sutiles ramificaciones del amor, el desamor, la culpa y el destino titubeante
Excelente cinta que se desgrana como las capas de una cebolla: en apariencia trata sobre el mero legalismo formal de sellar el divorcio de un matrimonio que ya terminó hace algunos años, pero que por el camino ofrece un retrato intenso, rico en matices y texturas, lleno de ambigüedad y nada maniqueas tonalidades sobre lo que nos une y desune en las relaciones de pareja, los conflictos paterno filiales, las divergencias en cómo percibimos e interpretamos nuestra vida, en cómo experimentamos el amor, su consumación, su manifestación, su disolución, sus ecos, sus bifurcaciones, sus contradicciones, su intensidad, su desolación. Y el poso vital que todo ello deja en un mundo complejo lleno de paradojas y desavenencias donde el amor no solo es locura y éxtasis, sino mucho más y mucho más complejo.

La superficie de las cosas y de las relaciones humanas nos ofrece un complejo mosaico de vínculos, querencias y afectos que no caben en una frase ni se pueden resumir con palabras, sólo queda vivirlo como mejor podemos, sabemos y nos esforzamos, quedando siempre cabos sueltos, dudas, sospechas, interpretaciones, venganzas planeadas y no siempre consumadas, desengaños y dolor. Y ganas de vivir y salir adelante y poner algo de nuestra parte para hacer más llevadero este valle de lágrimas y sinsabores que todo lo anega a poco que no seamos ágiles y no prestemos la suficiente atención. Porque sobre todo es una película que mima los detalles, que ofrece una gama de matices y pormenores que por su finura y riqueza nos deja perplejos porque nos vemos descubiertos, reconociendo en cada gesto un pozo de verdad y un caudal de potenciales lecturas.

Hace tiempo que no se veía tanta hondura y tanta verdad resonando y reverberando en las imágenes de una cinta compleja pero diáfana, adulta en el mejor sentido, tersa y dúctil como la vida misma. Quizás no sea para cualquier paladar, quizás el exceso de preguntas sin respuesta y la sobriedad del desenlace despiste a más de uno, pero estamos ante una de las grandes propuestas cinematográficas actuales, llena de talento y capacidad de sugerencia y riqueza temática. Los actores están soberbios y sus personajes rezuman credibilidad a mansalva. Y la dirección es portentosa, con un plano secuencia final antológico que sabe extraer, sin palabras, las dificultades de vivir la vida en toda su anchura y dolorida luminosidad. Un portento que los amantes del cine no debieran de perderse en ningún caso. Prodigiosa.
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28 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
La imagen perdida
La imagen perdida (2013)
Documental
  • 7,1
    1.184
  • Camboya Rithy Panh
  • Documental, (Intervenciones de: Randal Douc, Jean-Baptiste Phou)
8
Cuando solo queda el silencio, callar puede (y debe) ser un grito
Nada tan atroz como las tiranías mesiánicas y centralizadas de los comunistas más exacerbados e irredentos, cuando se trata de reeducar – sin distinción – a todas las clases medias y los profesionales liberales (llevar gafas ya es señal de ser intelectualmente sospechoso y enemigo del pueblo, del colectivismo y del futuro), mandándolos a tareas de campesinos (noble labor si se realiza con conocimiento de la tierra, de sus frutos y de los plazos que conlleva) para así completar el plan revolucionario dirigido por mentes preclaras y sabiamente adoctrinadas por la inexorabilidad de la revolución desde el conocimiento de la historia, de sus pormenores y meandros.

Lo malo es que no suelen quedar testigos molestos de aquellas infaustas experiencias que supusieron la masacre de miles (millones) de seres humanos sojuzgados por el afán colectivista y la voluntad suprema de algún iluminado timonel de rumbo fijo y alienado, de pocas y mal digeridas lecturas y muchas consignas vacuas y monstruosos eslóganes incomibles que harían palidecer de envidia a los más afanosos iletrados del partido. Estas nomenclaturas nada ilustres han adoptado lo peor de la jerarquía eclesiástica (ese saber – solo y siempre – desde arriba cómo y de qué forma salvar el alma ‘revolucionaria’ de la gente toda, del pueblo ‘entero’, pastoreado hasta entonces por el capitalismo nocivo y corrupto) para imponer la recta vía, el camino único, el sendero luminoso, la revolución para el pueblo sin el pueblo y contra el pueblo. Todo dañinamente aderezado de matanzas, campos de exterminio (llamados de reeducación): el saber señero con sangre entra y el que no se quiera enterar, que muera.

Pero en una sociedad desesperante y penosa como la española – donde todos los discursos sobre el progreso y la solidaridad y el bien social y la defensa de los trabajadores – han sido secuestrados por una tan hegemónica como inane izquierda de consignas y eslóganes que produce vergüenza ajena escuchar y que cuesta atender con atención crítica para desbrozar la carnaza de lo veraz (o verosímil)… para una sociedad así, esta película es como echarle margaritas a los cerdos, es de una esterilidad absoluta. Porque no tiene público. Los ‘progres’ no la verán (allá ellos, que todo lo saben) y los 'fachas' no suelen ir al cine y menos a ver una película camboyana. Lo dicho: aquí esta cinta no va a encontrar un público que la merezca.

Porque se trata de una excelente película, que mezcla testimonio desgarrador, documentos gráficos, figuras de madera realizados para la ocasión, metraje propagandístico, fotografías familiares, etc. para confeccionar un mosaico estremecedor, pavoroso y alucinante, el relato de la dictadura de los Jemeres Rojos visto por los ojos alucinados de un niño, que va perdiendo a toda su familia hasta que al final solo le queda como única compañía el sentido de culpa por haber sobrevivido y por no haber sabido salvar a sus seres queridos, ni escapar de ese infierno feroz. Hay películas que zozobran por no tener un público al que dirigirlas, que sepa y pueda degustarla y reconocer su gesta, su significado, su valentía. Es una pena que entre tanto superhéroe, tanto estruendo de arcas y diluvios, tanta comedia tonta, se pierda la claridad, intensidad y originalidad de esta filigrana de orfebrería. Un prodigio de sabiduría, mesura y congoja. Una joya sigilosa y sutil. Inolvidable.
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23 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
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