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Voto de antonalva:
7
Drama En plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los gemelos Egyik y Masik son llevados por su madre a vivir con su abuela. Lo que se pretende es evitarles los horrores de la guerra, pero no se librarán de ellos. Su abuela, a la que llaman “la Bruja”, los hará trabajar para ganarse el pan y, además, vivirán rodeados de muerte, violencia y destrucción. Los niños, que escriben cada noche en un cuaderno sus vivencias, deciden endurecer su ... [+]
4 de mayo de 2014
37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trilogía “Claus y Lucas” de la escritora húngara en lengua francesa Ágota Kristóf (1935-2011) es una de las experiencias literarias más devastadoras, brutales y desasosegantes que he leído. Ahora se ha llevado al cine la primera novela (publicada en 1986) de dicha trilogía con una fuerza e hiriente realismo que bordea el esperpento y que hielan la sangre y siembran la desazón y la perplejidad en unos espectadores que tenemos la suerte de no haber vivido ni la guerra, ni presenciado sus ruinosas consecuencias en el carácter de aquellas personas que tuvieron la mala fortuna de vivir el espanto, sinrazón y vesania de esos años atroces.

La cinta recrea la crueldad, las incomodidades, el disgusto, la falta de compasión, la aspereza y ferocidad de una época indeleble que proyecta su insidiosa sombra hasta nuestros días (Ucrania no es sino un último estallido lacerante – como antes lo fue Yugoslavia – de las yagas cerradas en falso que provocaron la azarosa contienda de la II Guerra Mundial y su interminable posguerra belicosa). Asistimos asustados e incrédulos – como los atribulados protagonistas – a las mezquindades deleznables que deben superar para sobrevivir, los dos niños a través de cuyos ojos vemos las barbaridades que padecen, la truculencia, la vileza, la falta de corazón, la fatiga, el hambre, el abuso sexual, el latrocinio, el disgusto, el asco, la insensibilidad, las inclemencias y la total falta de misericordia o redención que sufren.

Quizás sea algo fría la mirada del cineasta y el enfoque que le da, pero casa bien con el material y el gélido distanciamiento del relato refleja el desapego de unos corazones aniquilados por la monstruosidad insuperable que deben afrontar para sobrevivir, aunque el precio sea inhumano, atroz y cruel. No es plato de gusto para el espectador que no sabe si llorar, conmoverse o permanecer impasible ante tanta hecatombe, muerte y humillación. Quisiéramos mantenernos al margen pero no podemos. Las imágenes perforan la conciencia y nublan el entendimiento, no hay salvación ni escapatoria y las alambradas que todo lo cercan marcan un espacio y una época que queremos superar, comprender e integrar. Pero no hay atajos ante la inhumanidad y mirar para otro lado no resuelve nada.

La destrucción y desesperación tiene muchos rostros y cada uno de ellos nos recuerda que no debemos olvidar nada de todo aquello para no repetir los fatales atropellos de una época que es la nuestra – lo queramos o no – y que aún no hemos abandonado por mucha abundancia y sosiego que hayamos experimentado o creído merecer. No es una película fácil de ver ni que convenga recomendar a la ligera, pero su intensidad, su franqueza y su amargura la vuelven un documento necesario e inapelable que conviene ver para no olvidar que la paz es un fruto precario que hay que mimar y cimentar sin desfallecimiento. Recomendable pero turbia e ingrata.
antonalva
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