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Críticas ordenadas por:
Magical Girl
Magical Girl (2014)
  • 7,1
    26.567
  • España Carlos Vermut
  • Luis Bermejo, Bárbara Lennie, José Sacristán ...
9
El ángel exterminador
Esto es una película rara y atípica. Tendrá difícil encontrar su público aunque merece más atención y parabienes que casi todas las demás cintas estrenadas durante el año: sencillamente es única, tremenda, feroz e implacable. No hay nada igual ni lo habrá en mucho tiempo: no habría cuerpo que lo aguantara. Lo que a primera vista se presenta como una película sobre el amor incondicional paterno-filial deviene en un aquelarre casi apocalíptico de venganzas, muertes, extorsión, sangre y manipulación de la peor calaña, siempre cogiendo al espectador con el paso cambiado, con las expectativas alteradas y con la emocionalidad subvertida hasta llevarnos con pasmosa facilidad al dolor y el saqueo emocional más descarado. Se te queda un mal cuerpo, un desasosiego, un envenenamiento masivo de las entendederas que te deja arrebatado y sin consuelo. ¡Menudo peliculón más infausto!

Las apariencias engañan y las mosquitas muertas son de temer. Y de las aguas remansadas más vale huir como de la peste bubónica, no sea que te atrapen y engullan. Con un férreo guión del propio director, Carlos Vermut, la película está perfectamente construida, estructurada y calibrada. Pocas veces el cine español ha mostrado con tanta pasmosa claridad lo importante que es tener un guión bien trabado, sin resquicios, sin huecos ni digresiones, donde la acción surge de los personajes que subyugan por su atroz verosimilitud y fulgor, pese a lo aberrante y esquinado de su venenosa y pérfida trama.

Llega mucho más lejos – y es mucho mejor y más retorcida – que la aclamada y reciente “Perdida”. Aquí la maldad surge del corazón de sus personajes y la manipulación más sibilina erosiona los pilares de una sociedad ensimismada y adormecida de convencionalismos y cortesía. Basta que falte una única pieza de un rompecabezas o coger a un indefenso bebé en brazos para que se abra el abismo de la locura y la perversidad. Basta que un padre quiera agasajar a su moribunda hija para que toquemos la vileza disfrazada de inocencia y fragilidad. Basta que queremos alcanzar lo imposible para perturbar el mundo y sembrar la anarquía.

Los actores (muchos de ellos curtidos en el teatro) sacan el máximo partido a sus personajes y crean un mundo tóxico y deleznable que intranquiliza y pervierte el orden establecido de la ortodoxia social. Una excelente muestra sobre las buenas intenciones y sus enlodadas consecuencias, deja un mal delicioso sabor de boca que perdura mucho más allá de la proyección. Memorable e indispensable. Una gozosa joya inclasificable.
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134 de 194 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos días, una noche
Dos días, una noche (2014)
  • 6,8
    12.178
  • Bélgica Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne
  • Marion Cotillard, Fabrizio Rongione, Pili Groyne ...
8
Solidaridad laboral: concepto discutido y discutible
Contar con la magnética, arrolladora y electrizante presencia de Marion Cotillard, cambia por completo la percepción que se pueda tener de una película tan poco amable y hasta ingrata como ésta. Los hermanos y directores belgas Jean-Pierre & Luc Dardenne han mostrado hasta ahora un mosaico honesto y tosco de las dificultas actuales para hacerse un hueco en la vida y encontrar una brizna de felicidad o esperanza, por lo que su cine social y a ras de tierra suele tener pocos de los encantos escapistas del consumismo habitual. “El niño de la bicicleta” (2011) era un primoroso drama doméstico, mientras que el tándem que los afianzó en el olimpo del cine europeo – “El hijo” (2002)” y “El niño” (2005) – eran esforzados recuentos de la miseria cotidiana de los menos favorecidos, hechos sin concesiones ni lindezas, sin ganas de entretener y con el solo objetivo de enunciar la realidad.

Y si bien esta cinta pudiera parecer una mera película panfletaria sobre las injusticias laborales de la crisis, nos encontramos con un rico tapiz de sugerencias y sinsabores que nos llega directamente al corazón. La lucha de una trabajadora a la que acaban de despedir – porque sus compañeros han optado por cobrar su prima salarial en vez de renunciar a ella para que no la despidan – por conseguir que la readmitan y le faciliten una segunda oportunidad, peregrinando, uno a uno, como un viacrucis laico, la vía dolorosa de sus compañeros para arrancarles un poco de solidaridad, apoyo y comprensión (o al menos compasión). Parece un objetivo utópico en el mudo utilitario y egoísta en el que nos movemos con pasmosa indiferencia hacia las necesidades y padecimientos de nuestros semejantes.

Porque si bien parece una obra de tesis, en realidad es un retablo abierto sobre las complejidades laborales del mundo depredador y cainita de hoy, donde la falta de empatía y compañerismo señorean a sus anchas y el hombre es lobo para el hombre, sin concesiones, ni gazmoñerías, ni trabas. Es la ley del más fuerte, del individualismo y la codicia. El dinero lo es todo y los altos ideales son para los que se los puedan pagar. No hay nada gratis en el microcosmos laboral de hoy, todo está tasado, hasta al afecto y la conmiseración.

Y esta brillante cinta alcanza cuotas pasmosas e inolvidables de veracidad y convicción gracias a la inconmensurable presencia de Marion Cotillard: ella está perfecta, intensa, vulnerable, derrotada y tozuda, noble y herida, rota e inquebrantable a la vez. Ella es una lección de cine y de humanidad. No se la pierdan.
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67 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Relatos salvajes
Relatos salvajes (2014)
  • 7,7
    68.961
  • Argentina Damián Szifrón
  • Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia ...
8
Barbaridades cotidianas: lo que usted siempre quiso hacer pero nunca se atrevió
Gozosa muestra de humor atroz, bestia y sin concesiones, bordeando el esperpento y la caricatura más descarnada, sin por ello dejar de conseguir que nos veamos retratados en esos momentos indignos y callados en que deseamos perder los papeles pero nos refrenamos por una socialización confusa y tácita que nos embrida y apacigua, muy a nuestro pesar. ¿Qué pasaría si diéramos un paso hacia el abismo y nos saltásemos la melena y llegásemos hasta el final de nuestro impulso visceral y caótico, anegado de primitivismo atávico y ansias de venganza y destrozos? Es la locura del exceso sin remordimientos ni remilgos, sin mala conciencia ni concesiones. Es la guerra cotidiana que renunciamos a batallar por pura desidia, flojera o moralina marchita.

Cada uno de los seis episodios es excelente – y si bien había el riesgo de resultar algo discontinuo, fragmentario o deslavazado – el conjunto ofrece un delicioso y brutal mosaico indeleble de la violencia latente en la sociedad. Y es una brutalidad atemperada – pero no domesticada – por el humor, que revela y desmenuza el lado grotesco, bronco, simiesco y salvaje de nuestra idílica burguesía. Todos hemos sentido el indómito y liberador impulso de dar un golpe en la mesa, pegar un alarido, confrontar a los burócratas impasibles, enfrentarnos a los que nos afrentan, vengarnos de las infidelidades y de las humillaciones, aplicar la ley del talión, desquitarnos de tanta sonrisa domesticada y de tanta aquiescencia sumisa. Hemos sentido el ardor belicoso y marcial encharcando nuestro estómago, el regusto de la vendetta explotándonos en la boca, la furia asesina de exabruptos y groserías aprisionándonos como una camisa de fuerza.

Se ve con turbia satisfacción y culposa complicidad: queremos ríos de sangre, dispensadores de tortura y muerte, queremos vindicarnos por tantas afrentas y despechos soportados en dócil silencio, queremos resarcirnos de tanto inmovilismo servicial y pacato, queremos la revancha definitiva y sumaria. Tantas veces soñada como pospuesta, tantas veces deseada como rehuida. Ahí radica la potencia y el logro de esta maravillosa cinta: nos hace cómplices regocijados de nuestros instintos más sádicos, de nuestros impulsos más rastreros y deleznables. Dichoso aquelarre, hecatombe de la anodina corrección política, masacre de los buenos propósitos y de las exangües palabras de consuelo, derrumbe del espurio castillo de naipes de las tramposas convenciones sociales.

Quizás no sea una cinta para fariseos, hipócritas o mojigatos. Pero es un prodigio de mala baba y buen cine. Muy recomendable.
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43 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sueño de invierno (Winter Sleep)
Sueño de invierno (Winter Sleep) (2014)
  • 7,3
    4.484
  • Turquía Nuri Bilge Ceylan
  • Haluk Bilginer, Melisa Sözen, Demet Akbag ...
8
El calvario de las palabras: una declaración de amor
La vida ordinaria de un matrimonio se nos presenta sorbo a sorbo, con calma y mesura, revelando poco a poco las claves implícitas que configuran los íntimos secretos de su apacible devenir ante un paisaje fascinante por su yermo exotismo y su inhóspita cotidianeidad. Si “Boyhood” abarcaba doce años para mostrar el telúrico fluir de una vida, aquí se condensa en apenas unas semanas que abarcan todo el pasado implícito que no solemos narrar pero cuyos protagonistas saben y callan o tergiversan según su locuacidad o talento para la manipulación tácita, callando lo innombrable o apelando a grandes conceptos vacuos, muy del gusto de los que utilizan el lenguaje para ocultar o falsear la realidad o para reordenarla a su caprichoso antojo.

Es una cinta sobre el sentimiento de culpa y lo que hacemos o intentamos hacer para negarlo, ignorarlo, superarlo, sublimarlo… y así poder seguir viviendo con el menor remordimiento posible. Utilizando la compasión o la generosidad para hacer llevadera la honda falta de dignidad que sentimos, para difuminar o borrar la inadecuación lacerante en que vivimos, para darnos fuerza para afrontar cada nuevo día y que no nos aniquile nuestra malherida autoestima y haga llevadera la desazón que ahoga nuestra existencia. El afán por dar sentido a nuestra maltrecha vida cuando está hecha añicos – lo queramos reconocer o no, lo podamos formular o no. Por ello es también una reflexión sobre cómo nos relacionamos con los demás y con el mundo, sobre los vínculos que nos hacen dependientes, sobre el sentido último de cada vida.

Cuando utilizamos a personas interpuestas para relacionarnos con los demás o nos servimos de las palabras para tapar o silenciar la verdad tenemos un grave problema. Representar y recrear nuestra experiencia según nos convenga es señal de derrota y fracaso. Confundiendo a los demás no hacemos sino confundirnos a nosotros mismos, sin con ello avanzar, estancados en la mentira o la ambigüedad laberíntica. No recuperamos la decencia básica hasta que no nos responsabilizamos de nuestros sentimientos y deseos y actuamos en consecuencia. Siendo claros, siendo directos, siendo honestos.

Quizás sean demasiadas tres horas y cuarto para reflejar este delicado mosaico sobre los rescoldos del amor. Pero estamos ante un poderoso y acerado estudio psicológico de caracteres, con una media hora final portentosa, con dos escenas sobrecogedoras que elevan la película hasta cuotas memorables. No es para paladares gazmoños ni impacientes, pero es una experiencia casi irrenunciable.
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76 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perdida
Perdida (2014)
  • 7,3
    68.326
  • Estados Unidos David Fincher
  • Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris ...
6
El género de la violencia: una perversa vuelta de tuerca sobre el matrimonio
La montaña rusa de la pareja, el amor, las expectativas, el sexo, la familia, la infidelidad, los compromisos, las pequeñas mentiras y grandes traiciones… da mucho juego y permite un sinnúmero de variaciones, permutas, insidias, venganzas y reconciliaciones. Todo esto configura esta cinta interesante y de excelente factura, pero quizás en exceso deudora de la tendencia de cierto cine comercial de anteponer los enredos y sorpresas de una trama trabajosa sobre la creación paciente, ardua y matizada de unos personajes de carne y hueso. Se busca el efectismo, el impacto inmediato sobre la construcción sosegada, la maldad unidimensional sobre la complejidad de las contradicciones y oquedades humanas.

A primera vista, no hay nada que objetar al engrasado engranaje que impregna cada escena y hace avanzar sin desfallecimiento al conjunto. Sin embargo, todo acaba siendo demasiado previsible, demasiado mecánico y forzoso. Los personajes son unos meros peleles que apenas aportan nada original ni enjundioso, son unos figurines atractivos, vistosos, con apariencia humana, pero al servicio de un demiurgo que los arrolla a cada paso según sea la ocurrencia o bandazo de turno que les toca sortear o evitar. Esta misma trama, con otros personajes, sería igual, no cambiaría en nada relevante, porque son el tenue pretexto que los maneja, asola, diezma y hunde. No tienen libertad de acción alguna porque no tiene voluntad propia, sino que son meros ejecutantes de una rígida coreografía prefijada, sin un ápice de libertad ni espontaneidad.

Entretiene, el tiempo pasa rápido y no se hacen notar las casi dos horas y media que dura la proyección. No paran de ocurrir cosas y cada escena está bien planteada, competentemente desarrollada, férreamente resuelta, pero la suma de las partes no alcanza nunca lo que parece presagiar cada pieza aislada. Falla el ensamblaje, pesa demasiado un guión que prima el artificio retorcido sobre el natural desarrollo de los acontecimientos. Cuando no hay personajes dignos de tal nombre, solo queda contemplar pacientes la falsedad prefabricada, el tortuoso peregrinaje hacia la ulterior trampa, el mecánico señuelo o ardid que nos aporte la esperanza de estar viendo algo consistente. En vano.

En definitiva: una cinta muy lucida, aunque superficial, llena de talento innegable (dirección, actores, fotografía,…), que se va sin contratiempo, pero que queda muy por debajo de lo que promete. Dará satisfacción a los que se contentan con la comida rápida, pero dejará ayunos a los que buscan algo más que un mero juguete intrascendente.
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174 de 260 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un viaje de diez metros
Un viaje de diez metros (2014)
  • 6,1
    7.142
  • Estados Unidos Lasse Hallström
  • Helen Mirren, Manish Dayal, Charlotte Le Bon ...
5
Empacho de blandura y buenas intenciones
Es una película amable, acogedora, simpática, llena de colorido, sensual, expansiva y encantadora, un vistoso suflé atiborrado de sabor, olor, sugerencias y buenas vibraciones. Casi demasiado bonita para ser creíble, simple como el mecanismo de un chupete y de una superficialidad algo automática y sin alma. Tiene la virtud de hacer del paladar y el disfrute de los sentidos su centro narrativo y temático, pero tan loable punto de partida – por lo general postergado tanto en el cine como en la vida – se queda en buenos propósitos llenos de bonhomía, buen rollo y cortedad de miras y bastante famélicos logros más allá de la estampita florida, jacarandosa y preciosista.

Resulta campechana, nada ofensiva y se me hace difícil de criticar porque no hay nada que no funcione bien ni cumpla su propósito de entretener con decoro, equilibrio y buen gusto. Consigue lo que se propone y entretiene durante toda su proyección, con ritmo y fluidez, sin sobresaltos ni sorpresas, de una afabilidad contagiosa y positiva, estudiada sencillez y benevolencia ecuménica digna de elogio. Pero todo resulta demasiado estudiado, prefabricado, como una receta en que nada sobra ni falta pero que sabe a poco, se queda corta, acaba uno con hambre, no va a ninguna parte, apenas levanta el vuelo y se queda exangüe, sin nervio, mordiente o intensidad. Falta ingenio y los personajes son planos y sin densidad ni interés. Los buenos propósitos es lo que tienen: se alcanzan y ya está.

Helen Mirren está en su papel de dama estirada con corazón, pero como todo lo demás, carece de verdad o intensidad. Es un cliché andante. Y la familia protagonista lleva con solvencia el peso de una tenue trama de superación, dificultades y oprobios – y poco más. Tentado estoy de alabar la bella fotografía de Linus Sandgren (porque realmente lo merece) que saca partido a la comida, los paisajes y los interiores, o de resaltar de nuevo el eficaz chorro sonoro de A.R. Rahman (sí, la bullangera alma oscarizada de ‘Slumdog Millionaire’), pero produce tristeza que los apartados más reseñables sean los técnicos.

Dicen que han cambiado (y edulcorado) el final de la cinta – basada en una novela de cierto éxito – muy al estilo más comercial del Steven Spielberg (aquí coproductor) más cargante. En definitiva, tan falaz como prescindible – aunque se vea con simpatía e indulgencia.
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52 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
La entrega (The Drop)
La entrega (The Drop) (2014)
  • 6,4
    16.724
  • Estados Unidos Michael R. Roskam
  • Tom Hardy, Noomi Rapace, James Gandolfini ...
7
Ser un chico duro no es vanagloriarse de ello, sino actuar
Estamos ante un estudio caracterológico de cierto comportamiento humano – digamos que extremo o psicopático – dentro de un ambiente marginal y pre-mafioso o abiertamente delictivo. En una comunidad de los arrabales portuarios de Brooklyn, impregnado de crimen organizado, extorsión y poco respeto por la integridad física o material, cada gesto está encaminado a demostrar quién es el amo del cotarro y quién debe de seguir las órdenes del capo de turno. Aquellos que se salen del guión preestablecido corren el riesgo de sucumbir a un ajuste de cuentas o a tener que justificarse con dinero, dolor o aniquilación. Es la ley del más fuerte, del más diestro en el manejo de las armas, el expolio y la venganza.

La sabiduría popular lo afirma: ‘perro ladrador, poco mordedor’. Porque no se trata de alzar la voz o de parlotear de más o de meter bulla y llamar la atención. Sólo se requiere un objetivo claro, voluntad de alcanzarlo, determinación en conseguirlo, contundencia al llevarlo a cabo – y pasar página. Porque la vida no es bravuconada palabrera, sino acción. Quien sólo amaga está condenado al fracaso. Limitarse a ejercer la violencia con la novia o con el cachorro ocasional, tiene una espada de Damocles rondándole el pescuezo. Este es el marco en el que se desenvuelve este thriller del hampa de barriada, donde las pequeñas metas son premonición de la tumba que nos estamos o nos están cavando, sin remisión.

La puesta en escena es sobria, casi espartana, y el espectador deberá hilar los cabos de una tenue trama de gestos, insinuaciones, sobreentendidos y chanchullos que parecen abocados al fracaso o la parodia, pero que va muy en serio. El que se mueve o desentone o llame la atención no sale en la foto. Por ello es importante saber quién es quién y conocer sus historias, porque atar cabos, sacar conclusiones certeras, es parte de la supervivencia cotidiana cuando no hay policía que te proteja ni familiar que te ampare. El vaivén cotidiano parece nublarnos las entendederas cuando no somos capaces de entresacar lo relevante y descartar la artimaña zalamera. Sobrevivir es ser minucioso y paciente.

No es una película de acción trepidante, ni de persecuciones, ni de escenas de impacto. Pero es un soberbio thriller que en su atmosférico guión minimalista (de Dennis Lehane) ofrece un afilado retrato del crimen barriobajero, cortante y sibilino, tajante y letal. Excelente obra que presenta a un Tom Hardy pletórico y despide a un añorado James Gandolfini.
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89 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre más buscado
El hombre más buscado (2014)
  • 6,2
    9.532
  • Reino Unido Anton Corbijn
  • Philip Seymour Hoffman, Willem Dafoe, Rachel McAdams ...
6
Tejemanejes y ardides: ¿cómo confiar en quien hace del engaño su naturaleza?
El ya octogenario John le Carré es un género en sí mismo, tanto como novelista como en cuanto a sus múltiples adaptaciones cinematográficas. Lleva más de cincuenta años retratando y diseccionando el proceloso mundo de los espías, con sus añagazas y traiciones mudables. Quizás ya no sea nada novedoso, pero su hábil destreza al urdir tramas rocambolescas pero irrefutablemente lógicas, intrincadas y laboriosas en su recorrido pero diáfanas y evidentes en su cohesión, maña y congruencia. En fin, se le podrán achacar muchas cosas (su propensión al tirabuzón narrativo, su mareante pléyade de personajes y ligazones), pero casi siempre proporciona un entretenimiento inteligente, taimado y descorazonador.

También aquí. Tantos personajes con breves y estereotipados cometidos necesitan de unos actores solventes que den carne, empaque y verosimilitud a lo que no deja de ser un intrigante enredo ahíto de previsible ambigüedad y presumible doblez impostora. El casting es brillante y atinado, ofreciendo rostros reconocibles y briosos, sirviendo de vehículo todoterreno a una densa malla de maquinaciones y trampas que si bien está bien trabada y diestramente resuelta, produce cierta sensación de dejar a la vista sus engranajes y mecanismos, donde la técnica prima sobre la sinceridad, la cocción hacendosa sobre la calidad intrínseca del ingrediente. Pero sobre todo brilla un estupendo actor en su último papel protagonista: Philip Seymour Hoffman (1967-2014). Su aciaga desgracia personal añade una funesta dimensión trágica a su derrotado personaje. Está inconmensurable, intenso, sutil e inolvidable. Ese coche del que se baja y queda vacío en el plano final de esta cinta supone una lúgubre premonición.

Película eficaz, de intriga astuta y tristemente reconocible, de atmósfera enfermiza de puro untosa y letal, donde los éxitos y fracasos no llegan a ser noticia porque a nadie le importa el hundimiento anónimo de los de siempre, monigotes con apariencia de personas y carentes de otra dimensión que no sea la de servir de carne de cañón. Se podría decir que esta cinta es la historia de un fracaso – o de un fracasado – y que sirve, al mismo tiempo, de boceto contumaz de toda una época desencantada y descreída, donde los principios son meros eslóganes descalabrados, apenas un eco de pretéritos ideales henchidos de afán, ilusión y rumbo. Mórbidamente meritoria.
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32 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
La isla mínima
La isla mínima (2014)
  • 7,2
    72.656
  • España Alberto Rodríguez
  • Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez, Nerea Barros ...
8
A vista de pájaro: los escollos de extirpar la maldad humana
Dar con el tono adecuado es siempre lo más difícil e inasible de una película. No basta con que la trama tenga interés o que la época y el lugar donde se desarrolla la acción sea veraz e inapelable. Tampoco basta con que el casting sea perfecto y eficaz o que los diálogos se ajusten al ambiente y sus personajes. Por eso debo alabar esta película – que si bien me parece imperfecta – porque asume riesgos, es original sin ser novedosa y, sobre todo, presenta una riqueza visual y una fuerza dramática encomiables. Presentar lo conocido como si lo estuviéramos habitando por primera vez es muy gratificante. Encontrar soluciones arriesgadas para caminos trillados merece nuestra atención y reconocimiento.

Desde las primeras imágenes el director, Alberto Rodríguez, nos apresa y seduce, captando nuestra atención. Con solo situar la cámara en un lugar inesperado – ese picado cenital atronador – siembra el interés y la inquietud, consiguiendo fundir la trama narrativa con la textura visual: ¿cómo interpretar lo que vemos? ¿Cómo atar cabos en un entorno taciturno y garrulo? ¿Cómo ver más allá de la superficie de las cosas y de las palabras hasta reconstruir la complejidad de unos crímenes atroces? Es esta opulencia de capas y sugerencias lo más admirable de la cinta. Reproducir una época (ese año de 1980 con ecos de servidumbres recientes y esperanzas inciertas), desagraviar el olvido, advertir los detalles que nos hacen vislumbrar exenciones malsanas y tóxicas, reparar la inquietud de una comunidad al borde de la nada y con ganas de huir y salir adelante.

Quizás falte complejidad en la definición de personajes – algo lineales y monocordes – pero la poderosa trama policiaca avanza sin desfallecer ni un momento, arrastrando al espectador a la execrable montaña rusa de las bajezas y perversiones humanas más deleznables. A veces querer escapar de la desesperanza es caldo de cultivo propicio para el abuso y la extorsión sexual. Carrusel de monstruos de suaves manos y encopetado silencio distante. No hay nada como tener dinero para comprar el silencio sepulcral. Y la impunidad permanece como una constante que dibuja un mapa negrísimo y desolador lleno de corruptelas y falsas promesas que son sólo el cebo mendaz de la iniquidad.

Radiografía de una época que casi sigue siendo la nuestra, donde la belleza paisajística no disimula los lodazales enfangados de la podredumbre humana. Muy potente, muy certera y arrolladoramente pertinaz. Toda una experiencia cinematográfica.
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67 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Betibú
Betibú (2014)
  • 5,7
    2.153
  • Argentina Miguel Cohan
  • Mercedes Morán, Alberto Ammann, Daniel Fanego ...
6
Thriller clásico de suspense y desasosiego
Un asesinato – o acaso una serie de asesinatos – desencadena una indagación periodística para aprovechar la muerte de un personaje relevante en circunstancias turbias y nada halagüeñas, lleno de recovecos, incertidumbre y pocas pistas claras. Un exclusivo club campestre para las clases adineradas es el escenario que procede escrutar para ver si hay algún rastro que no sólo alimente la noticia sensacionalista del óbito, sino que proporcione información que faculte redactar una serie de artículos entre el morbo y el sensacionalismo que impulse la venta del diario.

Una escritora de novelas policiacas – que ha dejado esa actividad no se sabe muy bien porqué – es la encargada de investigar para pergeñar una columna diaria que permita mantener a los lectores en vilo e interesados en el deceso de un prócer de la patria. Lo mejor de la cinta es el clima enrarecido y de peligro inminente que crea con unos someros medios clásicos que parecen olvidados en el cine actual: tensión a cada nuevo paso, la amenaza de un tropiezo fatal, la noche que presagia vulnerabilidad y alevosía, los cabos sueltos que parecen sugerir algo pero no se sabe qué, los intereses creados que nos hacen movernos en terrenos cenagosos llenos de acechanzas y sinsabores, el poder del dinero como espada de Damocles presta a segar vidas y mermar haciendas.

La trama se desenvuelve con pericia y a ritmo certero. No hay rocambolescas sorpresas arbitrarias y el desenlace es coherente, desolador y atroz. Los actores cumplen su cometido con precisión y perspicacia y todo queda fatal e inapelablemente resuelto al final. Quizás se eche en falta algo más de mordiente o alguna escena memorable que quite el aliento y te deje perplejo y trastornado, todo es demasiado correcto y medido, algo televisivo y plano, pero siempre con innegable fluidez y apta firmeza narrativa. Hay algún contrapunto de humor, cierto coqueteo evanescente y la huella de males por venir que nos pueden descerrajar.

En resumen, una película lograda, interesante, intensa, eficaz y lograda que si bien podría haber dado algo más de sí, tal y como está permite pasar un buen rato lleno de ardides, tretas, añagazas y desazón. Sin alardes ni impactos fantasiosos, pero con una resolución devastadora y amarga que deja un buen sabor de boca lleno de aspereza y desolación.
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33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Boyhood (Momentos de una vida)
Boyhood (Momentos de una vida) (2014)
  • 7,2
    49.453
  • Estados Unidos Richard Linklater
  • Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke ...
8
La vida es la suma de los días que fluyen sin reposo…
Esta cinta ofrece un mosaico torrencial de la cotidianeidad más vulgar y anodina pero con una fuerza y destreza que arrollan por su inapelable veracidad y convicción. Es un vademécum del devenir intrascendente de unos personajes banales y ordinarios – que sin embargo construye un retablo de una fuerza telúrica apasionante. El conjunto es más que la suma de las partes y lo intrascendente del relato nos propone un espejo nada virtuoso en el que vernos reflejados en su nada halagüeña perseverancia de las noches y los días llenos de sinsabores, ilusiones, congojas, fantasmas, deseos, subterfugios y huidas. Entrar en esta propuesta es salir al descansillo de nuestra casa y encontrarnos con nuestro propio rostro y las transformaciones y recodos irrenunciables de la vida.

No hay nada especial en esta cinta, sin embargo todo el engranaje es perfecto y funciona sin fisuras ni redundancias, sin desfallecimiento. El metraje vuela ante nuestros ojos y las casi tres horas pasan en un suspiro – como la vida misma – y el ayer es hoy y el mañana nos dejará aún más envejecidos e inasibles, como la misma naturaleza que encarnamos. La modestia y humildad de la propuesta es su máxima virtud. Nada especial, nada vertiginoso, nada atroz ni desasosegante, nada retorcido ni vanguardista, nada que destaque por encima de lo demás y, sin embargo, asistimos al acaecer sutil y variopinto de la vida en su caleidoscópica pluralidad.

La propuesta es arriesgada porque renuncia a la retórica, a los subrayados, al énfasis o el sermoneo. Las elipsis narrativas configuran su eje fundamental – como en cada una de nuestras vidas, donde no siempre somos protagonistas o centro de todos los acontecimientos que sin embargo nos impregnan para siempre. Esta sabiduría narrativa, esta mirada comprensiva y humanista nos ofrece uno de los relatos mejor trabados, que no por estar abierto deja de llegar al puerto que se ha fijado: abrirnos a la vida es abrirnos al abismo de lo desconocido y aciago, presagio de lo que vendrá, testigo de lo que fue y no volverá. Extravío común de los derroteros inciertos que traza cada corazón.

Es una película contemplativa, delicada, esmerada, exquisita y llena de serenidad. No gustará a los sedientos de acción, ni a los obcecados con sorpresas narrativas o impactos visuales, ni a los impacientes o los ansiosos. Pero ofrece un mundo tan reconocible como irrefutable. Tan fiel como verídico. Inolvidable.
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126 de 165 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jersey Boys
Jersey Boys (2014)
  • 6,0
    6.186
  • Estados Unidos Clint Eastwood
  • John Lloyd Young, Vincent Piazza, Erich Bergen ...
6
La fraternidad mal entendida: ¿Quién hay detrás de una canción?
Me producía extrañeza ver a Clint Eastwood dirigiendo este musical. ¿Qué hace un hombre de acción involucrado en un género tan escapista y bullanguero? ¿Qué ha podido ver en esta historia de ascenso y perseverancia en los sinsabores del pop un hombre taciturno y esquinado como él? Pero queda claro que hay más puntos de unión de lo que a simple vista pudiera parecer.

Por una parte es casi riguroso coetáneo del cantante Frankie Valli (tan sólo cuatro años más joven que el vaquero imperturbable) y además está su contrastada formación y dedicación a la música (no en balde, ha puesto música e interpretado alguna de sus propias bandas sonoras). Es decir, podría tomarse como una biografía encubierta a través de personajes interpuestos, envueltos en circunstancias arrabaleras y con un lento y trabajoso despegue, no tan diferente a la propia esforzada travesía del desierto que supusieron el sinnúmero de películas de serie B (o Z) antes de alcanzar el ansiado y perdurable estrellato.

Porque más allá del amor a la música como aliento vital – que queda patente durante todo el metraje – es sobre todo un primoroso estudio de caracteres de barriada en circunstancias nada sencillas, con unos suburbios gansteriles al acecho, donde la solidaridad, los vínculos de sangre y la camaradería son ley de vida e impregnan la toma de decisiones hasta límites casi inconcebibles y desastrosos. Es un mundo de hombres donde las mujeres sólo son las madres de la progenie, relegadas al margen y utilizadas como mero entretenimiento o señal de un éxito que parece medirse en juergas y desenfrenos nada edificantes. Un machismo de alcoba que apenas queda bosquejado y poco aporta a la trama.

Los vínculos entre los cuatro músicos protagonistas quedan reflejados con detalle y precisión. Y en un momento dado incluso uno de ellos muestra su despecho por el incívico comportamiento de su compañero como si de una ruptura de pareja se tratase, no exenta de humor, pero dejando de manifiesto las miserias cotidianas de una fama que apenas vale nada cuando te bajas del escenario y toca comportarse como el patán que uno es en verdad, más allá del foco y los micrófonos. Y los problemas de dinero – ya sea debido el juego, las juergas o jaranas, tal vez las drogas o la mafia – acaban opacándolo todo.

Quizás falte algo de mordiente y garra y hay un exceso de clasicismo edificante de forzado encaje, pero siempre es grato ver una historia bien contada y que se centra en las vicisitudes humanas menos glamurosas. Se queda algo corta pero se ve con simpatía.
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30 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Niño
El Niño (2014)
  • 6,1
    36.442
  • España Daniel Monzón
  • Jesús Castro, Luis Tosar, Eduard Fernández ...
7
Eficaz y contundente thriller lleno de aciertos y fuerza
Esta cinta es un excelente ejemplo de cine bien hecho, sin grandes novedades ni logros espectaculares, pero donde cada pieza del estudiado y complejo engranaje funciona a la perfección, derrochando talento narrativo y con un empaque visual y un acabado primoroso que hace parecer fácil lo básico: crear unos personajes atractivos, veraces y vibrantes, meterlos en una intriga palpitante llena de acción, recovecos, turbiedad y avidez, lograr que cada escena haga avanzar el conjunto añadiendo algún matiz inesperado o proponiendo alguna nueva adversidad que nos involucra de lleno en el desarrollo de las diversas historias paralelas, sin decaimiento del ritmo y con un desenlace potente y rotundo que ata eficazmente todos los cabos, haciéndonos disfrutar durante todo el metraje.

Parece sencillo pero no lo es. Comenzando por un guión férreo y sin fisuras que funciona como un perfecto mecanismo de precisión donde no se deja nada al azar y nos avasalla con estudiada meticulosidad, con unos diálogos chispeantes y llenos de humor que rescatan lo mejor del habla popular y del colorido local sin caer en el tópico ni la astracanada, que combina gracejo y crueldad, ambición y frenesí, dobleces y ambigüedades con maestría. Luego está un casting perfecto donde los actores se apoderan de sus personajes con brío, maña y destreza para hacernos comprender las motivaciones de todos sin maniqueísmos ni simplezas, dotando de alma, empaque e interés cada vicisitud y meandro. Hablar de buenos y malos sería una grosería que desvirtuaría la complejidad del día a día de todos ellos. Y las diversas tramas confluyen en un desenlace frenético y brioso que no deja títere con cabeza.

Hacer parecer fácil lo difícil es parte del éxito de esta engrasada trabazón. Hay mucho cine clásico bien digerido en esta thriller de género, donde los claroscuros añaden profundidad al mosaico de culturas y escenografías utilizadas con efectividad y maestría. Se palpa el dinero, las ganas de salir adelante y la codicia sin que ello implique un juicio de valor ni suponga un mero pretexto, sino convirtiéndolos en el eje fundamental de un afán desorbitado abocado el desastre. Decir que la película en cuanto a su excelente factura y esmerado acabado no parece española – aunque sea muy localista en cuanto a su colorido, textura y detalles – me parece una virtud digna de resaltarse.

En definitiva, se trata de un producto lleno de aciertos que ofrece lo mejor del cine como hábil industria en todo su esplendor: entretenimiento y diversión.
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27 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Begin Again
Begin Again (2013)
  • 6,8
    26.829
  • Estados Unidos John Carney
  • Keira Knightley, Mark Ruffalo, Hailee Steinfeld ...
7
Cuando la música transforma y redime tu vida
Son reconocibles las concomitancias y ecos de la película “Once” (2006), pero esto mismo que podría ser una virtud, se convierte en cierto lastre, porque carece de la capacidad de sorpresa y de lozana frescura de su predecesora. Lo que entonces era novedoso y singular casi deviene ahora en fórmula trillada, sin otro objetivo que repetir o superar aquel éxito con más presupuesto y actores más conocidos, pero limitando su arrojo, su capacidad de riesgo – y su original aire de francachela delirante y jovial se torna en cliché lleno de buenas intenciones pero consabido.

Hay logros innegables: un tono entre mágico y candoroso, un aire juvenil y ensoñador, una energía contagiosa y revitalizante aunque su protagonista sea un notorio fracasado al borde del abismo y la autodestrucción, con problemas familiares, profesionales y vitales de compleja vertebración. Además está el pegadizo entusiasmo por la música entendida como experiencia admirable que consigue transformar la percepción de las cosas, nos eleva a esferas celestiales y nos redime de la tosca grisura de nuestro devenir mundano. Ese aire de fábula optimista y redentora, la promesa cumplida de que siempre hay segundas y ulteriores oportunidades para renacer y resurgir como el ave fénix de las cenizas de la desesperación y el desencanto.

También hay una excelente química entre sus talentosos protagonistas (Keira Knightley y Mark Ruffalo), que consiguen que salten chispas en todas sus escenas, que llevan con sobrada solvencia y seductora complicidad el juego hechicero de la fascinación mutua que puede ir más allá o no, quién sabe. Su arrolladora frescura contagia al espectador que se vuelve partícipe de su afán musical, que se vuelve cómplice de su locura festiva, que se rinde ante el placentero vaivén de sus dudas, caídas, suplicios y terquedades hasta caer rendidos a sus pies. Queremos que la cinta no acabe nunca porque nos transporta a un mundo de enardecida positividad. Ojalá la vida fuera eso, ojalá la vida fuera así.

Pero todo hermoso relato concluye. Y al final uno sale agradecido y con el corazón henchido por haber presenciado semejante explosión de vigor emocional y energía creativa. Pero el adorable cuento es menos que la suma de sus deliciosas partes y sin desmerecer en ningún momento sus muchas bondades (entre las que destaco incluir la música como elemento vertebrador de la vida), se me queda algo cursi y desvaída. Pero no pongamos más peros y disfrutemos de esta deliciosa tarta multicolor. Encantadora.
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24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un toque de violencia
Un toque de violencia (2013)
  • 6,7
    3.028
  • China Jia Zhangke
  • Jiang Wu, Vivien Li, Lanshan Luo ...
5
Violencia sin compasión
¿Qué tienen las dictaduras comunistas que cuando las critican se toma siempre – por (casi) todo el mundo – como una censura del capitalismo? Qué arte maléfico y retorcido el de impermeabilizarse contra cualquier reproche, juicio o censura, tirando balones fuera, como si no los estuvieran criticando por lo que son o por cómo son, sino por lo que han dejado de ser (esa esencia comunista prístina e inmaculada) o por lo que aspiran a llegar a ser algún día. ¡Menuda ceguera más recalcitrante la de no saber encajar la reprobación y desviar siempre la atención hacia los otros, los demás, lo extranjero o lo que no se acepta porque, se concluye, que todo lo tóxico es ajeno y lo propio ni está podrido ni puede llegar a estarlo jamás!

Causa cansancio y fatiga este automatismo fanático y doctrinal que no me deja de maravillar por su unánime prevalencia, sobre todo en el así llamado ‘mundo occidental’. Qué fatiga y vergüenza ajena supone soportar las loas, ditirambos o diatribas a una película por los motivos o causas anecdóticas o secundarias, sin entrar en el meollo de la cuestión. Es decir, ¿se trata de una buena o mala película, independientemente de la instrumentalización a la que se la quiera someter? Y en este caso estamos ante un fallido intento de usar la violencia como vehículo exclusivo de unas escenas deshilvanadas que producen más cansancio y tedio que emoción y admiración. Hay tal cúmulo de atrocidades y crueldad que se vuelve repulsiva e ingrata de ver.

Cabe destacar sobre todo la absoluta falta de empatía hacia la gente que sufre, hacia los personajes que retrata, hacia los sinsabores que refleja, hacia la absurda vesania de casi todos los sujetos que pueblan este huraño mosaico de excesos. La estupidez y los enjuagues mendaces parecen moneda de cambio cotidiano en un mundo ayuno de amor, compasión, solidaridad y ternura. Sólo lo pútrido tiene cabida en este rompecabezas premioso, repetitivo y mendaz que pretende erigirse en un retablo de las desdichas y solo alcanza el aburrimiento y la indiferencia por parte del espectador hastiado, más cercano a la repugnancia y el desinterés que por elucubrar sesudos manifiestos políticos o en encontrar mensajes, censuras o consignas que hagan digerible lo que es un mero catálogo de brutalidad y barbarie.

Hay un embrión de película interesante que intenta abrirse paso, pero queda sepultado bajo la losa de una solemnidad irritante y quejosa, más atenta a inventariar la enajenación y los excesos que en acompañar o involucrar al espectador. Puro fuego fatuo.
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23 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las vidas de Grace (Short Term 12)
Las vidas de Grace (Short Term 12) (2013)
  • 7,2
    8.895
  • Estados Unidos Destin Cretton
  • Brie Larson, John Gallagher Jr., Kaitlyn Dever ...
8
La conmovedora odisea de apoyar a quien necesita ayuda
Nada más hermoso que amparar a quién lo necesita, como si te fuera la vida en ello, contribuir a que salga adelante un pájaro quebrado, darla ánimos para que coja fuerzas y remonte el vuelo por sí mismo, impulsado por el amor, por la pasión, por la ilusión de poder reforzar un alma accidentada, sin otra recompensa que una medio sonrisa agradecida, sin más pago que la satisfacción del deber cumplido, con la altruista vocación de quien lo hace por amor y para el amor hacia sus semejantes, aliviando sus noches oscuras de zozobra y alzándoles del pozo sin fondo al que parecían abocados.

Y tras cada persona que nos ayuda – y no solo del que necesita ayuda – suele haber alguna historia desaforada, desamparada, lacerante que les impele a tender la mano y rescatar al que lo necesita del terreno pantanoso, de las arenas movedizas, del sinsabor de la crudeza cotidiana para mejorar su mundo áspero, ingrato, intransigente y atroz que puede ser una cárcel o un infierno como cualquier condena absurda o arbitraria que nos atrapa sin aparente remisión ni alivio. Son esas anónimas manos tendidas las que salvan la cotidianeidad de tantísimas personas frágiles o rotas que han sido dados de lado de la fortuna del amor familiar o de la compasión de los allegados. ¡Qué travesía devastadora estar solo en el mundo, enfrentado a todo y todos por falta de ternura o cariño!

Esta mágica película conmueve las entrañas, emociona y conmociona por igual, reflejando lo desolador que es vivir ayuno de amor o apego, en familias rotas, con abusos inmisericordes o deleznables, con el estigma de la exclusión social y tribal, con el sentimiento de culpa de no tener valía ni ser capaces de recibir el mínimo afecto al que tiene derecho todo ser humano, sobre todo si se es niño o adolescente, sobre todo si se requiere del cobijo de una familia y del amor de al menos uno de los progenitores (biológico o no), el abrigo de un entorno seguro y el sostén de unos vínculos que nos recuerden que somos dignos de afecto y merecedores de estima.

El hermoso movimiento circular de toda la trama casa todas las piezas del periplo que retrata con empatía y ojo avizor, con primoroso mimo al detalle y los gestos mínimos, que confieren verdad y hondura a esta historia ejemplar. Nos hace reconciliarnos con la vida y fluir con el presente, por desalentador que parezca. Una joya protectora y un canto a la existencia y la alegría – pese a todo.
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36 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amanecer del planeta de los simios
El amanecer del planeta de los simios (2014)
  • 6,6
    47.730
  • Estados Unidos Matt Reeves
  • Jason Clarke, Gary Oldman, Andy Serkis ...
7
Parábola del bien y del mal: la impotencia de la buena fe
La violencia es simple; la alternativa a la violencia es compleja. Esta cinta de ciencia ficción es una alegoría sobre el presente, una reflexión sobre la dificultad de vivir en paz y la semilla ponzoñosa del odio y sus múltiples ramificaciones: el exceso, la venganza, la crueldad, el ensañamiento, el atropello, la tiranía. Es una desasosegante advertencia de los mesianismos resentidos que envenenan las relaciones sociales y conllevan el abuso de poder y las tropelías más sañudas e irreflexivas. Ante nuestros ojos vemos el retrato de nuestra propia historia milenaria, siempre con diferentes protagonistas pero siempre con el mismo argumento: yo tengo razón y tú no. Y como yo tengo razón, te puedo matar sin tan siquiera pestañear, porque así lo proclamo yo.

Esta fábula se reviste con la coartada de ser un mero entretenimiento, una costosa producción veraniega destinada al consumo masivo – y, sin embargo, consigue colar con acerada rotundidad un alegato contra el culto a la violencia y la adoración supersticiosa al poderío de las armas como única garantía para la supervivencia. Sin dejar en ningún momento de ser una lograda película de aventuras, dificultades y amenazas, consigue además ofrecer un subtexto tornasolado y sugerente sobre la obsesión por resolver a balazos lo que quizás deberíamos encarar con más sosiego y reposo, buscando los puntos en común y no resaltando las (supuestas) diferencias. Todo ello muy bien engarzado en una urdimbre trepidante y con la indeleble creación del simio César, virtuosa encarnación del líder juicioso y prudente.

Quizás el mensaje – porque tiene mensaje – habría logrado mejor su propósito, si los personajes humanos no fueran tan sosos y carentes de enjundia e interés, siempre a remolque de los acontecimientos y mucho menos interesantes que los simios, mejor trazados y más estimulantes en su retorcida vesania o diáfana bondad. Ni siquiera un actor tan competente y experimentado como Gary Oldman consigue elevar a su líder militarista del mero esbozo tópico y trillado, perdiendo intensidad el conjunto, al carecer de unas motivaciones más allá de lo adocenado y necio. Falta el necesario contrapunto dramático para que nos arrastre la trama más allá del puro pasatiempo.

Pero el conjunto es satisfactorio, porque nos permite disfrutar del espectáculo a la vez que nos ofrece un relato sugerente y pertinaz que va más allá de la superproducción al uso. Y nos deja un regusto amargo por lo que quizás se nos avecina…
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73 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Omar
Omar (2013)
  • 7,3
    3.073
  • Palestina Hany Abu-Assad
  • Adam Bakri, Leem Lubany, Eyad Hourani ...
7
La tóxica fatalidad de vivir engañado
La turbiedad de un conflicto sin fin, la tragedia de no ser libre y moverte a tus anchas, el drama de necesitar el disimulo, la correosa miseria de estar rodeado de violencia, muerte y argucias, el infortunio ponzoñoso de ser engañado y sucumbir a los ardides y añagazas de los demás, la catástrofe de vivir preso del deseo, la calamidad de verse abocado a ser un mero pelele en manos de los demás, títere sin cabeza, despedazado por la desventura.

Además todo momento histórico nos condiciona y aprisiona creando un marco de referencia indeleble que nos arrastra e impregna y de cuyas garras es imposible escapar. Por titánico que sea el esfuerzo o el empeño, somos prisioneros del presente y, nos guste o no, tenemos que convivir con la realidad, por desleal que sea, por injusta que parezca, por atroz que se nos manifieste. Vivir en un territorio ocupado, bajo la tutela militar de fuerzas ajenas, bajo la no menos arbitraria manipulación de tus correligionarios, todo se vuelve falible, endeble y fugaz si perdemos la confianza y nos estrellamos ante el muro de la adversidad.

Esta cinta palestina está muy bien trabada, con un guión férreo y sagaz, urdido con material inflamable pero sin caer en la exageración o el tópico, con un desarrollo firme que encauza el drama sin remisión ni titubeos, donde cada golpe se clava en la retina, abocando a sus personajes a un calvario que deviene en aquelarre cruento, en festín de las desdichas. Lo mejor es que el guionista y director toma partido por sus protagonistas y no hace estériles banderías políticas: lo importante son las personas y sus desgracias, sin por ello obviar un retrato punzante y preciso de la encrucijada en la que se encuentran inmersos.

Hay ecos de Otelo en esta odisea – sobre todo del terrible Yago – que siembra la duda y emponzoña el corazón hasta nublar la vista y anular las entendederas. Porque creer lo increíble es el origen de toda perdición: perder la ilusión, perder la esperanza, perder la certeza, perder la vida. Todo está encadenado y el descenso a los infernos no tiene marcha atrás.

Poderosa y muy recomendable cinta llena de aciertos, destreza y parabienes que además puede servir para lanzar la carrera de su protagonista, un atractivo y magnético Adam Bakri, que lleva con loable solvencia todo el peso de la trama. Potente y turbadora.
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34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos vidas
Dos vidas (2012)
  • 6,4
    1.922
  • Alemania Georg Maas, Judith Kaufmann
  • Juliane Köhler, Ken Duken, Liv Ullmann ...
6
¿Cuándo una mentira se vuelve insostenible?
Hay en la vida situaciones en que nos enfrentamos a nuestra verdad íntima o a nuestra cadena de mentiras y nos toca rendir cuentas. Esto es la premisa de esta cinta alemana, donde la Stasi y sus omnipotentes tentáculos que todo lo tergiversan y distorsionan juegan un papel fundamental. Cuando se disuelve el normal funcionamiento de las relaciones humanas, el espionaje lo impregna todo, la búsqueda de amparo y felicidad parece la única escapatoria. Ante tanta urdimbre, acoso a la libertad individual, anulación de la voluntad personal ante un falaz bien colectivo, no hay forma de deshacer los caminos andados y su larga sombra emponzoña y desvela la podredumbre y cloacas de las ideologías totalitarias.

La carencia de padres y las ganas de tener un origen, una familia, un linaje, una adscripción, un entorno acogedor y grato en el que envolvernos y descansar… es el eje de esta desasosegante película que utiliza el derrumbe de la autoproclamada República Democrática Alamana (DDR) como telón de fondo que permite desbrozar un mosaico ingrato de suplantaciones, añagazas y dobleces que desembocan en un aquelarre desencantado. ¿Qué tenemos cuando no hay la salvífica presencia de una madre redentora? ¿Con quién contar cuando todo lo que decimos y hacemos es fruto de la impostura, el disimulo o la mentira? Dejar el pasado tranquilo es fruto de una vida transparente y gozosa, lo cual no está en manos de cualquiera.

Acallar la mala conciencia y ser honesto no es fruto de un despecho o de un momento de clarividencia antojadiza. La confianza hay que merecerla y labrarla con tesón, constancia y empeño. Querer borrar las huellas del pasado de un plumazo es fruto de la ingenuidad o la ceguera. Y huir siempre es saltar sin red y abocarnos al vacío más atroz. Los buenos propósitos no nos hacen avanzar cuando estamos metidos de lleno en un lodazal de mentiras. Hay que pagar un precio y ese coste es oneroso y poco gratificante.

Tan ambiciosos propósitos habrían necesitado de un desarrollo mejor trabado, más intenso y matizado, sin tantos saltos en el tiempo, sin tantos premiosos desvelamientos de intrigas y maquinaciones y así ganar en intensidad emocional lo que sólo llega al espectador como un conjunto de buenas intenciones, interesantes ideas y verosímiles sinsabores de la complejidad policial y controladora de un estado enfermo de sospecha y ayuno de sinceridad. Hay una trama interesante (aunque afectada de un rebuscamiento algo atildado) y unos actores solventes: el conjunto se ve con simpatía pero cierta decepción por lo que pudo ser y no es.
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19 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Open Windows
Open Windows (2014)
  • 5,1
    10.787
  • España Nacho Vigalondo
  • Elijah Wood, Sasha Grey, Neil Maskell ...
4
Pretenciosa, retorcida y mareante pomposidad
Reflexionar sobre la imagen – y por extensión, el cine – es una asignatura que todo amante del antaño celuloide tiene pendiente aprobar, preferiblemente con nota, para licenciarse como creador de pedigrí. Esa nimiedad les ha llevado a algunos cineastas treinta años de oficio y varias decenas de películas. Pero para nuestro enorme Nacho Vigalondo esos antecedentes son pequeñeces y se propone urdir un thriller con ecos de “La ventana indiscreta” y “El fotógrafo del pánico”. Su intento se queda en una torpe y obstinada disfunción eréctil, ya que si bien el comienzo es brioso y lleno de promesas, todo acaba en un coitus interruptus de la peor calaña: no consuma la faena – y me temo que nos quedaremos por siempre vírgenes.

El planteamiento es audaz y halagüeño. Estamos en la red: asistimos, a través de internet, a los pormenores del estreno de un tráiler. Vemos lo que ve el protagonista, un perplejo y desorbitado fan de la actriz protagonista que cultiva un blog apologético-lúbrico de susodicha actriz de redondeces voluptuosas y mohín desganado y que, en apariencia, se va a reunir con ella al haber ganado un concurso virtual… ¿o no? Poco a poco vamos perdiendo la seguridad en lo que vemos, en sus significados e interpretaciones, en el contenido de los múltiples desarrollos y meandros que van fatigando la trama. Y si bien durante casi una hora permanecemos atrapados en ese juego perverso del más-difícil-todavía que propone su aplicado director y guionista – donde la pérdida de toda certeza va acompañada de una sana sensación de peligro, acecho y vulnerabilidad – llegado un punto, todo se desvanece: tanta manipulación visual acaba sofocando. Tan sólo deseamos librarnos de la marmórea losa de tan plomizo desarrollo.

Nos encontramos con un gatillazo colosal. Hay tanto afán por engañar, arrastrar, seducir, acelerar, lanzarse sin red… que al final el clímax ha fallado – o no nos hemos enterado –porque de tanta esforzada pasión el juguete se ha quedado exangüe y exhausto. Los últimos cuarenta o cincuenta minutos carecen de interés: una persecución inverosímil, unos personajes innecesarios, unos quiebros falaces, unas dobleces sandias, una cursilería de primerizo, una torpeza y suciedad expositiva necesitada de un mejor libretista y de un montaje que ponga orden entre tanto frenesí de pandereta y alharaca que enoja, aburre y fatiga.

Queda un pelele desinflado, flácido, inerme y seco, mareado por tanta voltereta de noria de pueblo con aires de tiovivo de provincias. Mucho artificio de bisutería para paletos con ínfulas de cineasta ejercitado, como si el movimiento supusiera dirección y control. Desanima ver que un planteamiento prometedor y vigoroso se queda en tan raquítico resultado. Un farol. Un bluf.
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67 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
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