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Críticas ordenadas por:
Noé
Noé (2014)
  • 5,1
    29.815
  • Estados Unidos Darren Aronofsky
  • Russell Crowe, Jennifer Connelly, Emma Watson ...
5
Esforzada recreación del Antiguo Testamento: venganza, alevosía, vileza y contrición
Darren Aronofsky ofrece una meticulosa, elaborada y costosa interpretación del archiconocido episodio de Noé, desde su tierna y cándida infancia hasta llegar al inesperado pero siempre venerable estado de abuelo y patriarca de una estirpe elegida por Dios y bendecida por una lluvia que no por anunciada deja de tener su devastadora y apocalíptica congruencia narrativa. Podemos hablar de mero pretexto para revivir una época y unos personajes oscuros, maniqueos, taciturnos, fastidiosos y arbitrarios que tratan de sobrevivir en un mundo hostil, lleno de hambre, temor, injusticia y muerte. Tanto atroz episodio parece no tener fin en este grandioso espectáculo que nos lleva al comienzo de nuestra era como recordatorio de que el expoliar la tierra y socavar el equilibrio de la naturaleza nos aboca al inexorable cataclismo.

Tanta caída en desgracia, tanto nombrar a Dios (aún sin nombrarlo o parafraseándolo, para no ofender a nadie, como Creador), la evocación de ángeles caídos o espíritus custodios, de elecciones dolorosas por inhumanas o sobrehumanas, tanto sacrificio, renuncia y culpa acaban por saturar al espectador que no sabe si dejarse llevar por el mero espectáculo propuesto o si debe tomar partido por algún personaje (casi ninguno inequívoco y siempre al límite de sus posibilidades). Hay demasiada información, demasiados frentes abiertos, demasiadas propuestas y demasiados recursos como para dejarse arrastrar, sin más, por las imágenes. A cada rato hay un nuevo retruécano, un más difícil todavía, un desafío o combate aún más lacerante y desproporcionado, una bravata aún más desbocada y temeraria. Lo simple y sencillo parece anatema.

Se puede dejar a un lado prejuicios e ideas preconcebidas y disfrutar del puro espectáculo visual y de la repesca de personajes arqueológicos, pero interesantes e intensos… Pero cuesta obviar que todo ello no deja de ser un estéril ejercicio de estilo más ampuloso que logrado, más forzado que bien resuelto, más ruidoso que sutil. Hay un exceso de efectos visuales y un notorio déficit en la construcción de personajes y conflictos que vayan más allá de lo previsible o de la vulgaridad prepotente y adocenada. Como gran espectáculo descerebrado puede tener un pase, pero a poco atento que esté uno, sabe a poco y deja un indigesto regusto a comida basura: llena sin alimentar, satura sin deleitar, rebosa sin satisfacer.

La hemos visto antes, la hemos visto mejor y no apetece volver a verla nunca más. Decidan ustedes.
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27 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ocho apellidos vascos
Ocho apellidos vascos (2014)
  • 6,0
    85.019
  • España Emilio Martínez-Lázaro
  • Dani Rovira, Clara Lago, Carmen Machi ...
6
Cuando la necesidad de reírse difumina y nubla el verdadero pedigrí del material
Pocos fenómenos tan llamativos como esta modesta cinta llena de buenas intenciones y escasos logros que no va más allá de ser una propuesta ingeniosa y moderadamente ocurrente que hace uso (y abuso) de los más aquilatados tópicos del norte de España (tomando a los vascos y el nacionalismo vasco como paradigma) y del sur de España (esa Sevilla da faralaes, gomina y gracejo impostado) para promover una sonrisa que no se demora en ningún momento pero que tampoco llega más allá de lo epidérmico y bullanguero. Hay ganas de reírse del exceso de trascendencia, tremendismo, falta de humor, solemnidad y gravedad que impregna el día a día del discurso político y que tan lejos está de la realidad cotidiana como este sainete intrascendente pero dicharachero que llena con inocuas carcajadas lo que suele opacar el exceso de discurso hastiado y estomagante.

Tanta terca necedad merece una denuncia pícara y desmitificadora: esta festiva, intrascendente y alocada propuesta ofrece una necesaria (por largamente pospuesta) manifestación que alcanza cotas de fenómeno sociológico. Había necesidad de reírse de la gravedad vernácula y de la intensidad del terruño secular, ya son muchas décadas de indigesta amalgama de terquedad de inciensos, ofuscación de árboles genealógicos y encaprichamiento de idolatrías indígenas, como si un origen arbitrario supusiera una supremacía sobre cualquier otro. Y había ganas de bajar a la realidad y reírse de tanta impostada y obcecada relevancia.

Unos actores dúctiles, agradecidos, llenos de recursos y pletóricos de expresividad contribuyen a transmitir la desmitificación de lo imposible. Es muy satisfactorio ver tanto a Dani Rovira como a Karra Elejalde dar lo mejor de sí, hábilmente secundados por Carmen Machi. No hay nada del todo memorable, salvo el impacto que ha tenido en esta España nuestra de disgustos y terquedades. Sana muestra de que el humor es el único bálsamo que todo lo cura y devuelve la cordura donde reina el absurdo y la arbitrariedad. Interesante aunque poca cosa, pero bienvenida sea si nos trae algo de (necesario) aire fresco y vigorizante.
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31 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ida
Ida (2013)
  • 6,9
    17.012
  • Polonia Pawel Pawlikowski
  • Agata Trzebuchowska, Agata Kulesza, Dawid Ogrodnik ...
8
Tocar la realidad es abrazar el desencanto y entrever la fascinación por lo trascendente
Hipnótica y encomiable película polaca que deleita al espectador con algunas de las imágenes más sutiles e impactantes – en su equívoca sobriedad – que haya ofrecido el cine reciente. El director y guionista, Pawel Pawlikowski, nos ofrece una serena elegía sobre el dolor añejo (y, sin embargo, obstinadamente presente), sobre la imposibilidad del olvido (por mucho empeño y obcecación que se ponga), sobre la dificultad de vivir el presente sin el amparo y consejo del pasado (por mucho que tratemos de rehuirlo), sobre la sensualidad y calidez de la vida en cualquiera de sus inesperadas manifestaciones (por obtusos e insensibles que seamos o nos propongamos ser), sobre el refugio de la vocación cuando al fin hemos comprendido la sinrazón de la vida y nos entregamos a lo trascendente.

Más allá de lo narrativo están las sensaciones y emociones que esta cinta evoca en el espectador, perplejo testigo de un viaje iniciático (kilómetros de búsqueda para desentrañar una historia, una obsesión, un destino obstinadamente velado) que parece que iba a trastocar una vida apenas iniciada pero que más bien consolida una certeza y una bondad que no está al alcance de cualquiera. No hay censura, ni juicio, ni temor, ni alegato, ni panfleto, ni discurso en esta sabia obra introspectiva que desvela las múltiples y dolorosas capas de la realidad hasta dejarnos conmovidos y devastados por lo esencial: o nos salvamos nosotros mismos o no nos salvará nadie. Los demás son meros comparsas baladíes cuando tomamos las riendas de nuestra vida y nos dejamos invadir por una certeza inefable que ofrece respuestas a preguntas ni tan siquiera entrevistas, ni remotamente formuladas.

Su ritmo telúrico, aparentemente premioso, esconde un volcán de emoción y una infinita gama de matices a poco que uno entre en esta sugerente propuesta que va contracorriente y ofrece un hermoso canto a la vida más allá de lo convencional, de lo previsible o de lo comúnmente aceptado como ‘adecuado’ o ‘bueno’ o ‘deseable’. Es esta honda convicción y respeto por los sentimientos íntimos e insoslayables lo que confiere una grandeza inesperada a la cinta, que nos llega a emocionar pese a la aparente frialdad de unas imágenes casi estáticas y ascéticas, pero que permiten apreciar los pliegos del corazón y adivinar cada uno de sus latidos.

Poderosa cinta de impecable factura y perdurable memoria. Muy recomendable.
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72 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
El desconocido del lago
El desconocido del lago (2013)
  • 6,5
    3.647
  • Francia Alain Guiraudie
  • Pierre Deladonchamps, Christophe Paou, Patrick D'Assumçao ...
7
Walk on the Wild Side: al filo de la navaja
La compulsión por el peligro, la fascinación por lo turbio e intrincado, como si albergara algún premio inesperado, la obsesión por repetir comportamientos estériles y espinosos, con un apremio y una insistencia que bordean la locura y la sinrazón, como si el sexo ofreciera una compensación desorbitada o se pudiera llegar a través del sexo a la felicidad máxima o la anhelada pareja siempre soñada pero casi siempre insatisfecha por impaciente, impertinente o pospuesta. Todo esto se recoge con perspicaz meticulosidad en esta película francesa de escaso presupuesto e inquietante desarrollo, donde lo de menos son algunas escenas de sexo explícito y lo mejor la capacidad de observación casi documental de un comportamiento que podría parecer arbitrario si no fuera tan reconocible como desasosegante.

La trama policiaca que sirve de marco a la acción no deja sino al descubierto las contradicciones íntimas del protagonista, que se enamora de un personaje opaco y huraño porque corresponde, quizás, a su ideal de masculinidad, pero cabe preguntarse cuál es el problema de que haya personas abocadas, irremisiblemente, hacia comportamientos dañinos e insalubres, que saben que les pueden costar la vida o la salud, y sin embargo no cesan en su empeño de repetir obsesivamente unas pautas que poco tiene que ver con la felicidad y sólo en apariencia parecen corresponder a la facilidad de contactar sin trabas ni prejuicios con todo tipo de personas, indiferentes a los condicionantes sociales, pero ciegos ante el peligro o impelidos hacia la aventura (o desventura) más desbocada.

Este cinta recoge un episodio no por extremado menos verosímil, donde se dan la mano eros y la compulsión hacia la muerte, en ofuscado aquelarre bajo el sol veraniego y las miradas escrutadoras de un público tan fálico como descerebrado, tan deseoso del orgasmo como incapaz de trascender las limitaciones de un ambiente que ofrece carne al por mayor como en un supermercado pero sin control de calidad alguno. Asistimos a un estudio sociológico de las contradicciones palmarias de ciertas personas, atentas a la satisfacción inmediata y dispuestas a no ver lo que no quieren ver o prestos a mentirse con tal de obtener una promesa de gratificación enloquecida.

No es para paladares pacatos ni gazmoños (el puritanismo queda desterrado por completo), pero ofrece una radiografía precisa y nada complaciente de las penalidades afectivas y vitales cuando buscamos – en lugares equivocados o en personas desaconsejables – una brizna del amor codiciado. Pero la codicia es mala consejera y la tragedia está presta a caer como una pesadilla. Lo dicho, no es para cualquiera, pero el que vaya avisado encontrará un espejo nada complaciente donde ver reflejadas las contradicciones que nos avocan hacia el abismo.
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55 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guillaume y los chicos, ¡a la mesa!
Guillaume y los chicos, ¡a la mesa! (2013)
  • 6,3
    5.635
  • Francia Guillaume Gallienne
  • Guillaume Gallienne, Françoise Fabian, Yves Jacques ...
7
Nada ni nadie es lo que parece: tras una fachada de comedia late un escindido dolor
Como comedia esta película funciona muy bien: abraza sus aclamados orígenes teatrales y nos ofrece un minucioso recuento sobre los tópicos y tribulaciones más comunes, trillados y predecibles del mundo audiovisual actual sobre la identidad sexual de un adolescente (donde creemos que lo sabemos todo y que una imagen vale más que mil palabras y que sabemos más que cualquier sesudo contertulio con solo echar una fugaz mirada sobre los acontecimientos), pero sometiéndolos a una exposición llena de ternura, sinceridad, matizada hondura, utilizando lo previsible como mera forma para forjar y alentar el humor, pero desvelando al mismo tiempo una amargura y un calvario íntimo que abre las carnes a poco atento que uno esté al devenir de los hechos.

Porque esta cinta no es sólo una comedia. Lo cómico – lo paródico (como las sevillanas que baila con delectación el protagonista en lo más ‘feo’ de España; como el ambiente de internado británico tan atento a la camaradería como al desinterés) – está siempre enfocado y resuelto con mimo y afecto, nunca como arma arrojadiza o con desprecio, sino siempre desde el respeto y cariño que nos brinda toda la diversidad humana, sea cual sea su manifestación. El caso es lanzarse de cabeza a saborear la vida en su variedad y complejidad, aunque por el camino nos acechen las lágrimas o nos quiebren los sobresaltos y decepciones. Pero vivir la vida es vivirla plenamente, desde la experiencia, desde la admiración, desde una mirada esponjosa y llena de ardor.

En fin, la película realmente trata sobre la dificultad de labrarse un camino propio, personal e irreductible, sorteando los tópicos, soslayando las adversidades, eludiendo las mañosas y dolosas etiquetas que los demás están prestos a arrojarnos a la cara como afrenta, como desprecio, como insulto, como agravio, como forma de no pararse a escuchar y ver la vida en su diversa complejidad e imprevisible contradicción. Los lugares comunes suelen ser la mejor trampa para no ver la pluralidad y quedarnos con lo conocido, impidiéndonos bucear en la rica textura de la diversidad humana. Y esto es el canto y loa de esta película, sincera confesión a corazón abierto que muestra sin ambages ni disimulos lo difícil que resulta buscar el propio camino entre tanto listillo que nos rodea.

No hay mejor ciego que el que no quiere ver. Y nos lo podemos aplicar todos, tanto cuando miramos alrededor como cuando nos miramos a nosotros mismo. Y esta honesta e irreprochable cinta nos recuerda que somos falibles e imperfectos y estamos llenos de sorpresas y recursos, capaces de renacer y recomponernos ante cualquier adversidad y ante cualquier mirada, por tóxica o indiferente que sea. Busquen más allá de lo obvio y encontrarán un tesoro… y no sólo me refiero a esta cinta.
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41 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los canallas
Los canallas (2013)
  • 6,0
    1.145
  • Francia Claire Denis
  • Vincent Lindon, Chiara Mastroianni, Julie Bataille ...
4
Cuando la opacidad narrativa y el hurto de información son una cateta canallada
Hablar (o leer o escribir) sobre esta película es más interesante que verla, ya que tiene como pecado original – como gran manchón indeleble que la afea – unas ganas atroces por velar los vínculos entre los personajes, dejando al espectador perplejo y desorientado, obligándole a atar cabos por su cuenta y en un absurdo contrarreloj, sin posibilidad de contrastar nada, con el riesgo de perderse entre tanto meandro, con tanta pertinaz sequía de claridad expositiva, con tanta carencia de datos y tanta patada chiflada y por doquier a las convenciones y la certidumbre.

Si te dieran una guía explicativa previa a la proyección, quizás fuese más fácil seguir la sinuosidad de la trama, ya que se hace casi imposible recomponer con las pocas y arrítmicas pruebas un relato mínimamente coherente y forjar un interés mediano sobre lo que pasa. La información es entrecortada y arbitraria su exposición, despreciando toda explicación o ayuda para el espectador, perdiéndose pronto todo interés en lo que ocurre.

Se vislumbra talento en la dirección y una férrea tenacidad en el guión – es decir, la opacidad es voluntaria y la turbiedad un anhelado logro del andamiaje. Pero cuando has perdido la disposición y cada requiebro solo ahonda en la perplejidad y la desgana, has tirado la toalla y sólo aspiras a que termine la tortura para abandonar la proyección… entonces solo queda cosechar un fracaso sin paliativos.

Y es una pena, porque al menos hay dos escenas magistrales en la cinta que demuestran la malversación del ingenio: un accidente de coche que refleja los efectos perversos y nocivos del consumo y abuso de sustancias estupefacientes, así como el aquelarre tétrico y atroz que culmina la obra, donde se muestra el meollo del cogollo narrativo con una fuerza, un empaque, una turbiedad sádica y una hipnótica y obsesiva fascinación que merecerían formar parte, por su impronta y calidad, de una mejor película, para poder saborearlas y alabarlas en toda su justa y seductora medida.

Pero el resultado final es un fracaso sin paliativos: aburre al espectador, al ceder a la tentación de la complejidad abusiva y el enredo insostenible de la intriga. Una bravuconada pretenciosa y huera. Del todo prescindible.
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32 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Non-Stop (Sin escalas)
Non-Stop (Sin escalas) (2014)
  • 5,9
    17.051
  • Estados Unidos Jaume Collet-Serra
  • Liam Neeson, Julianne Moore, Scoot McNairy ...
6
Vigoroso suflé intrascendente lleno de pirotecnia y estruendo pero intrascendente y vacuo
La anterior película del director – Sin identidad – rescataba y ponía al día algunas de las sabias enseñanzas de Hitchcock y del cine de misterio, actualizando dobleces y engaños con pulso firme y auténtico talento visual, ofreciendo un entretenido divertimento que permitía diferentes lecturas y ofrecía un elaborado juego lleno de brillantez y regocijo. Pero con esta cinta se queda en mero artesano adocenado, más interesado en hacer pasar por agudo lo que no deja de ser un esforzado ejercicio de estilo, ayuno de fondo, trivial en su desarrollo y desenlace. El competente reparto se esfuerza por hacer verosímil lo imposible y deja una amarga sensación de artimaña fútil y el conjunto se precipita hacia la inutilidad más pueril.

Hablar de decepción quizás sea excesivo porque la película entretiene y tiene una corrección correosa casi infalible. Pero sabe a poco, a demasiado poco. Cuando se plantea una situación única, hacen falta personajes más sugestivos y complejos para que realmente te interese lo que está pasando y sientas que todo el alboroto merece la pena, pero el embrollo es demasiado artificioso y desordenado, los personajes carecen de alma y los toscos mimbres del engaño se quedan a la vista del espectador como para que acompañemos el devenir con la necesaria tensión que nos haga olvidar el amaño o fingimiento inverosímil del conjunto. Se admira la capacidad de crear tensión en torno a (casi) nada, pero es demasiado poco y demasiado impostado como para proveer un pasatiempo meritorio.

Es entretenida, sí, pero por completo prescindible y del todo olvidable. Como filme de sobremesa tiene un pase, pero como espectáculo se queda muy corto. Totalmente inane.
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24 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivir es fácil con los ojos cerrados
Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013)
  • 6,5
    25.354
  • España David Trueba
  • Javier Cámara, Natalia de Molina, Francesc Colomer ...
5
Hacer cine es difícil (y penoso, agotador y soporífero) con los ojos cerrados
Esta cinta es la sempiterna promesa de una película interesante – hasta buena – ensayando por hacerse un hueco, por abrirse camino – pero fracasa, quedándose en mero aborto fallido y presuntuoso. Cuando se tiene una mirada llena de amargura, tópicos, adocenamiento y cursilería que te tapan la vista y te nublan el entendimiento, el resultado no puede ser sino un triste y manido catálogo de vulgares trivialidades, por bienintencionado que sea el relato o por entrañable que puedan parecer sus atolondrados protagonistas.

Confundir lo novedoso y rompedor de los años sesenta (en Europa, en el mundo) con la naftalina rancia del régimen franquista es no haber salido del patio de casa y pretender hacer discursos solemnes de sociología y humanidad, citando algunos poemas sobados y enunciando alguna grosería chabacana con olor a incienso como si el mundo sólo existiera a través de esta cortedad de miras y parquedad conceptual. No hay peor ciego que el que lleva anteojos ideológicos y resulta penoso que encima pretendan dictar cátedra de una época y un momento que ni conocen si saben apreciar, condenando de antemano a los herejes y encumbrando a los resentidos perdedores.

No hay nada de vida, ni de verdad, ni de ternura, ni de compasión en la mirada del guionista y director y eso se nota y deja al espectador deseando que la película llegue a algún puerto, alcance algo de lo que se propone, pero todo se queda en agua de borrajas y otra oportunidad desaprovechada. No llega a dar pena, pero resulta muy cansado que se gasten dinero en repetir las consabidas consignas que ni entretienen, ni sorprenden, ni conmueven, ni interesan. Totalmente desaprovechada y fallida. Prescindible.
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25 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dallas Buyers Club
Dallas Buyers Club (2013)
  • 7,5
    56.823
  • Estados Unidos Jean-Marc Vallée
  • Matthew McConaughey, Jennifer Garner, Jared Leto ...
7
La iniciativa, arrojo y valentía de un personaje que no se sabe (ni quiere) quedarse quieto
Hay varias películas dentro de esta cinta. Por una parte está el retrato en claroscuro, lleno de incertidumbre, angustia, dolor y porfía, de dos individuos disímiles que se enfrentan a un mismo destino. Por otra parte está la película que retrata cómo se vence (casi sin proponérselo, ni tan siquiera desearlo) la homofobia visceral y hortera de un cowboy de rodeo tejano. Finalmente está la descripción de una desesperante y opresiva época llena de muerte, sufrimiento, dolor, rechazo, ofuscación, recelo, vacilación e incertidumbre: aquellos años ochenta del ‘cáncer rosa’, de la plaga bíblica contra un ‘estilo de vida’ repudiado por dios y vilipendiado por los hombres.

Apenas han pasado treinta años y sin embargo parece otra época mucho más remota y basta, llena de vulgares tópicos y menosprecios de tugurio arrabalero. Había tanto desconocimiento, tanto recelo, tanto miedo, tanto rechazo, tanta incultura que nos parece un mundo remoto y ajeno cuando en verdad apenas y si hemos avanzado unos pasos, quizás de gigante, pero aún del todo insuficientes. En este contexto – entre la memoria y el olvido – se incrusta este tierno testimonio de unas vidas apenas esbozadas, apenas entrevistas y que por causa del SIDA fueron diezmadas a troche y moche, sin piedad ni compasión. Casi es un homenaje colectivo al ejército anónimo de muertes desesperadas y perplejas que la epidemia dejó a su paso durante los tres primeros lustros de su andadura.

Porque esta película es el reflejo de una contienda por salir adelante, por no dejarse vencer por los prejuicios ni los intereses farmacéuticos, ni por los médicos insensibles o los falsos amigos de taberna y melopea. Es un homenaje a aquellos individuos que sacaron de su flaqueza fuerzas y trataron de luchar por los enfermos, a aquellos médicos compasivos que acompañaron y sufrieron el dolor ajeno y buscaron medios, subterfugios e iniciativas para mitigar el suplicio y aliviar la tortura de la muerte inminente y cierta. Y un retrato admirativo de aquellos enfermos que supieron mantenerse en pie pese a que tenían que enfrentarse a un mundo hostil y ceñudo.

Cabe terminar alabando a dos actores que lo dan todo en la composición de sus personajes hasta volverlos inolvidables y necesarios, permanecen imborrables en la memoria porque han sabido dar con el tono justo de humanidad quebrada sin caer nunca en el patetismo o la conmiseración: Matthew McConaughey y Jared Leto. Sencillamente enormes. Hermosa cinta que se ve con gratitud, esperanza y hasta cierto optimismo.
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21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oh Boy
Oh Boy (2012)
  • 6,8
    3.635
  • Alemania Jan Ole Gerster
  • Tom Schilling, Marc Hosemann, Friederike Kempter ...
7
Un día en la vida de un joven berlinés: el lento declive hacia la nada
Estamos ante el retrato de un joven abusón insignificante (ni estudia, ni trabaja) y que vive de mentir a su padre y haber recibido hasta ese momento los 1000 euros mensuales que éste le pasaba ante la creencia falaz de que estaba estudiando en la universidad. Pero un buen día el padre se entera, le cancela la cuenta bancaria y se encuentra abocado a la indefensión financiera mientras a su alrededor se va disolviendo y agotando la vida de parásito caradura que ha llevado, dando tumbos, incapaz de reconducir su existencia, ayuno de vigor y falto de objetivos y de sentido.

La inmadurez tiene muchas caras, ninguna grata ni complaciente. El fracaso se manifiesta en su inutilidad para mantener relaciones significativas o vínculos afectivos relevantes, apresado por su total falta de consistencia, su negación de cualquier meta, su ineptitud por encontrar un propósito que le lleva más allá de la mera subsistencia. Se deja llevar por los acontecimientos como una hoja al viento, dependiendo de las corrientes arbitrarias que lo llevan de un lado a otro, con ciertos encantos y nulos logros, sin más ayuda que una presencia agradable y un trato sin complicaciones aparentes. Pero hay algo roto, desarticulado, enmarañado y artero en su alma que le deja al borde del precipicio, sin capacidad de reacción, sin propósito de enmienda.

Si bien esta cinta parece posicionarse como ‘nueva comedia alemana’, la risa o la sonrisa brillan por su ausencia y nos encontramos más bien con un afligido drama sobre la incapacidad de vivir, de configurar una personalidad con un mínimo de textura o fondo. El tono moroso contribuye a transmitir el fin de una época vital pero no anuncia el comienzo de nada nuevo ni esperanzador. Es un callejón sin salida en blanco y negro donde ni el presente ni el pasado parecen guardar ningún cartucho en la recámara y todo parece abocado a perpetuarse en una grisácea cotidianidad del perdedor sin futuro.

Interesante muestra del cine alemán contemporáneo (europeo en general) que parece reflejar la pérdida de valores, interés o ilusión. Nada presagia un mañana redentor que ni se busca ni se merece. Atribulado reflejo de la falta de empuje de una generación cadavérica y adocenada que busca la mera subsistencia parásita. Buena cinta que se ve con interés pero que quizás no contribuya a darnos ni la más mínima esperanza sobre el porvenir: certera muestra de la ausencia total de vitalidad o ambición.
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49 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joven y bonita
Joven y bonita (2013)
  • 6,4
    10.516
  • Francia François Ozon
  • Marine Vacth, Geraldine Pailhas, Frédéric Pierrot ...
7
Cuando ruge la marabunta… y quedan preguntas sin respuesta
La sexualidad recién descubierta de una adolescente de 17 años supone la búsqueda de la dificultad, de lo encantador, de la seducción, del dinero, del peligro, de lo dislocado, de lo arbitrario, de lo oculto, del fingimiento, de lo temerario, de lo insostenible, de lo ultrajante y de lo prohibido... No se trata de una indagación sobre las causas o el origen del comportamiento caprichoso e indescifrable de esta adinerada niña burguesa, sino el retrato de un comportamiento veleidoso y burlón, lleno de puntos inciertos y opacos, siendo ella como es una presencia deslumbrante y magnética abocada a ser el centro de todas las miradas.

Parece que últimamente – tras décadas de mirar obsesivamente al macho – la sexualidad femenina atrae más a los cineastas, ya sea desde la vorágine de lo desaforado (ver el díptico Nymphomaniac), el remordimiento (ver Philomena), lo retorcido (La Venus de las pieles) o la madurez menopaúsica (Sobran las palabras). Aquí la mirada recae sobre una adolescente aburguesada, para quien el dinero no es tema de conversación, salvo para hablar de donaciones o veraneos. Entonces, ¿qué es lo que mueve a la protagonista? Esta pregunta se la hace el espectador en todo momento, pero el director y guionista la soslaya a cada paso, dándole esquinazo, dejándola languidecer en la trastienda de las dudas inquietantes.

No estamos ante un tratado sociológico, ni siquiera ente un retrato psicológico, sino sólo ante el arbitrario comportamiento de un ser fascinante que busca la mirada ajena a través de la sexualidad, el deseo, el cuerpo, lo esquivo, la negación y la incertidumbre. Ni ella misma sabe el porqué, quizás ni se lo plantea, tal vez ni necesite ni quiera saberlo. Pero al espectador le ha dado ocasión de asistir al coqueteo desbocado, a la voluptuosidad de la carne prieta, a la caricia tóxica del deseo juvenil, al pubescente desorden del exceso lúbrico, lujurioso y lascivo. Y queda enganchado, hechizado, por completo embaucado y conquistado.

Es una película sobre la mirada – no en vano la cinta comienza con el impúdico examen del voluptuoso cuerpo del deseo a través de unos prismáticos – sobre la necesidad de conquistar desde la lejanía, resaltando el capricho y la imaginación sobre la consumación o el contacto. Es una cinta sobre el juego de la mirada, de la observación, del espionaje y recreo de la libidinosidad… Resumiendo: es el triunfo de la fascinación. Quizás no sea perfecta, haya titubeos y baches, zonas pedregosas y superficiales, pero funciona, seduce y embelesa. En definitiva: fascinante.
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55 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Her
Her (2013)
  • 7,5
    79.406
  • Estados Unidos Spike Jonze
  • Joaquin Phoenix, Amy Adams, Rooney Mara ...
8
¿De quién nos enamoramos? ¿Para qué nos enamoramos? ¿Para qué el contacto?
Se trata de ir un poco más allá – de extremar – el presente afán por las relaciones a distancia (ya sea por cam, por correo electrónico, por el finiquitado Messenger) hasta toparnos con esta aguda cinta que propone rizar el rizo y crear un sistema operativo, tan inteligente que sea capaz de aprender, desarrollarse y seducir por su propia genialidad y capacidad de superarse a sí mismo, desbordando por completo las líneas de código que lo configuraron. Es decir, de convertirse en aquello (en aquel o aquella) que deseamos que sea porque así se lo hemos ido diciendo desde el inicio del contacto… que se convierta en real lo que no es sino fantasía.

Los diálogos son ingeniosos, inteligentes, llenos de ocurrencias y matices, repletos de un doloroso realismo que retrata con exactitud la fobia que el momento actual tiene por el contacto real – las relaciones – entre personas, optando por vínculos interpuestos, falaces, opacos, virtuales y remotos, en vez de afrontar el roce y el esfuerzo de la cotidianeidad y del desgaste. Cualquier cosa imaginada, fabulada, artificial, distante e incontrastable con la realidad parece preferible a vernos confrontados con los sinsabores de la materialidad cotidiana, donde existen las decepciones y el esfuerzo, donde hay que construir y armar día a día el presente con lo que hay, no con lo que deseamos que haya.

Tras una fachada amable, casi de comedia, esta ocurrente película llena de clarividencia y sutileza nos propone una aguda reflexión sobre los límites en la relaciones humanas, la necesidad de compromiso, de tomar las riendas de nuestro destino, de afrontar la realidad tal cual es y de dejar de engañarnos con sueños y fabulaciones que nos impiden relacionarnos y crecer como individuos. Desde una urbanidad y encanto que parecen ocultar las dosis de vitriolo que destilan sus brillantes imágenes y que nos ponen un espejo distorsionante ante nuestros ojos, devolviéndonos – exagerados y aumentados – nuestros miedos y huidas más inconfesables. Para crecer hay que sufrir, por mucho que tratemos de evitarlo.

Pocas películas tan inteligentes, intensas, originales, entretenidas, impactantes, ocurrentes y encomiables como ésta, que combina ingenio con sabiduría, agudeza con entretenimiento, clarividencia con amenidad, perspicacia con precisión. Parecía difícil de conseguir: es una de las grandes películas del año y merecedora de todos los galardonas y elogios que imaginarse puedan. Quizás sea demasiado profunda para gratificaciones tan banales: degustarla y paladearla ya es premio suficiente.
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52 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Philomena
Philomena (2013)
  • 6,7
    14.639
  • Reino Unido Stephen Frears
  • Judi Dench, Steve Coogan, Sophie Kennedy Clark ...
7
Perdonar es poder mirar atrás con remordimiento pero sin ira
A veces se confunde buena labor social con mojigatería e intransigencia, integrismo moral (casi siempre sexual) con virtud excelsa, obsesión por creer saber lo que les conviene a los demás en vez de practicar la caridad cristiana (ayudar sin juzgar, apoyar sin censurar, acompañar sin sermonear). Los años cincuenta fueron una época aún dura y difícil para las mujeres que quedaban embarazadas fuera del matrimonio – y los países católicos, con su simplista obsesión talibán por la castidad y la abstinencia a cualquier precio, su censura de todo goce y toda alegría sensual o sexual, han deformado y tergiversado la percepción de la belleza de la vida y uno de sus más preciados frutos: la maternidad.

Esta entrañable película británica bucea en las consecuencias de unos actos de principios de los años cincuenta y de las consecuencias y ramificaciones que tuvo durante más de cincuenta años en su atribulada, adorable, incombustible y bondadosa protagonista. La añoranza, la nostalgia, la desazón, cuando llega la vejez y sentimos que tenemos que enderezar algún traspiés que hubiéramos acometido en nuestra vida (traspiés que no se refiere a haber sido madre soltera, sino a haberlo ocultado como si fuera un estigma inapropiado y lacerante). Una búsqueda y reconstrucción pormenorizada y paciente, abocada a la incertidumbre y la melancolía, la tristeza o el desánimo. Todo camino que se emprende puede tener un desenlace imprevisto y riesgoso.

Quizás el guión sea algo lánguido y timorato, con demasiada presencia de un Steve Coogan (no en vano es también productor y guionista) dando vida a un personaje algo cargante en su malhumorada vanidad (tanta supremacía intelectual le hace perder de vista al ser humano), hurtando casi toda sutileza y diezmando la profundidad del relato, optando por la soflama simplista en vez de ahondar en las contradicciones del individuo, donde bondad y maldad van de la mano y se decanta según el momento y la casualidad.

Pero ahí surge la inconmensurable Judi Dench, en una de sus más memorables creaciones, donde su bondad, su capacidad de perdón, su remordimiento vital, su desazón existencial encuentran el mejor de los talentos y el más excelso de los talantes para convertir en inolvidable lo que no deja de ser el relato de una mujer sencilla, adorable y adicta a los culebrones, que deja un indeleble sabor a conocido y reconocible y que te acompaña más allá de la proyección. Ella merece la pena y justifica la película toda. Sin ella no pasaría de discreta obrilla llena de buenas intenciones, con ella alcanza categoría de testimonio perdurable.
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39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mujer del chatarrero
La mujer del chatarrero (2013)
  • 6,5
    736
  • Bosnia y Herzegovina Danis Tanovic
  • Nazif Mujic, Senada Alimanovic, Semsa Mujic ...
7
¿Qué hacer cuando el mundo nos ofrece sólo estrecheces y sinsabores?
Hay películas necesarias. No forzosamente gratas o livianas o que uno desee volver a ver pronto o en alguna otra ocasión, pero que se aferran a la conciencia de uno durante la proyección y no abandona la memoria tras el fin de la cinta por mucho que uno lo intente o quiera. Revuelven el mundo conocido, tanto emocional como geográficamente y persisten como una alucinación casi fantasmagórica, recordándonos en todo momento la suerte que tenemos por vivir bien, en un mundo previsible, ordenado, tutelado, lleno de ventajas sociales, mullido y acogedor, todo lo contrario de lo que se ha visto y padecido en pantalla.

Es una película breve e intensa – y desde el primer momento te atrapa una angustia, un desasosiego, una congoja que casi te ahoga y te acompaña hasta la última imagen: casi se vuelve insoportable la escasez que atrapa a esa anónima familia de chatarreros, de etnia gitana, que viven en algún recóndito y nevado paraje de Bosnia y Herzegovina, país hace no tanto tiempo asolado por las bombas y la guerra fratricida… Sólo se trata de realizar una rápida intervención quirúrgica, a vida a muerte, que por su coste se vuelve en un empeño inalcanzable, en una realidad que nos hace comprender que nada es fácil cuando vives al borde de la subsistencia. Es un desamparo que te hace revolverte en la butaca y te hace comprender la suerte que tienes por no estar ahí, por no compartir ese destino.

Se hace difícil recomendar una película que refleja la miseria cotidiana de una familia laboriosa pero pobre, buena pero malamente tratada por el destino. El catálogo de penurias se hace angustioso y agobiante, impresiona la sobriedad con la que se refleja la cotidianeidad sin alardes de este matrimonio modesto y esforzado, impregnando de verdad todo el relato y dejando con el alma devastada por lo injusta que puede ser la vida cuando tratas de sobrevivir en tu penuria cotidiana. Dura y sobrecogedora, no es propicia para almas sensibles o impresionables, sino más bien para gente curtida en la desgracia y con afán de explorar el mundo sin prejuicios ni anteojos. Buena pero ardua, penetrante pero llena de espinas – sencillamente necesaria.
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21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gran estafa americana
La gran estafa americana (2013)
  • 6,3
    47.789
  • Estados Unidos David O. Russell
  • Christian Bale, Amy Adams, Bradley Cooper ...
6
Excelente reparto e interesante guión – pero bastante pacata, simplona e interminable
En esta película hay una inflación de ingenio: los engaños, las añagazas, las suplantaciones y distorsiones, las falsedades, los disimulos y trampas varias se suceden hasta conseguir que el espectador pierda todo interés por tanto juego y por tanto tirabuzón y floritura de guión. Hay un recrearse en demasía en los enredos, maquinaciones y celadas, como si en todo momento se creyera obsesivamente que más cantidad y más confusión es mejor, sin orden, ni medida, sin prudencia, ni decoro. Sin ton ni son.

Además el inspirado reparto se lo pone fácil al espectador porque vuelve vistoso y seductor lo que no deja de ser un esforzado ejercicio de estilo donde la recreación de una época (finales de los años 70) parece tener más importancia que la consistencia de una historia o la relevancia o lo enjundioso de lo narrado. Hay una descompensación notoria entre la intención con la que se cuenta la historia (en todo momento parece que se nos quiere imponer ‘mira qué ingenioso, qué listo, qué inteligente, qué rematadamente agudo y chispeante que soy’) y la historia en sí misma, que no deja de ser un bizarro y baldío intento de falsificar la realidad para fingir lo que no hay, liar y engatusar al personal, embaucar al espectador y simular talento donde sólo hay sino afán por impresionar y empeño por deslumbrar.

Acaba cansando tanta pretenciosidad de pacotilla, tanto adorno, tanto oropel, tanta baratija de bisutería, tanto requiebro de guión y tanta recreación histórica sin alma, sin fondo, sin calado. No es que esta película sea mala (es entretenida, vistosa, amable y – a ratos – simpática) sólo que se toma por mucho más de lo que es y hace de la falsedad e impostura gala, sin darse cuenta que está tratando de colar como agudo y listo lo que no deja de ser yermo y mañoso, pero carente de originalidad o pasión.

Amable, superficial, primorosa y superflua. Hay mucho dinero invertido, buenas interpretaciones desaprovechadas, saltitos y quiebros en la trama que no acaban nunca de sorprender porque quien se jacta de tanto ardid y tanto timo acaba devaluando la mercancía hasta despojarla de todo valor e interés. A ratos simpática, a ratos tediosa (se alarga en exceso, acumulando repeticiones cargantes), a ratos estomagante y fallida, el resultado global es pobre y baladí. Vistosa y vacía – como el mundo que retrata con tanto ahínco como impotencia.
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20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alabama Monroe
Alabama Monroe (2012)
  • 7,2
    10.631
  • Bélgica Felix Van Groeningen
  • Veerle Baetens, Johan Heldenbergh, Nell Cattrysse ...
8
Amor eterno e incondicional... hasta que la muerte nos separe
¿Qué hay más hermoso que el fruto del amor: nuestros descendientes, nuestra luz, nuestras entrañas, nuestro solaz, nuestra ilusión inconmensurable?¿Cómo encajar, cómo encarar, cómo digerir la enfermedad cuando nos parece injusta, arbitraria, deleznable y cruel?¡Ay de los incautos padres que sobreviven a sus angelicales hijos porque sus huesos pavimentan los sueños ratos y la amargura infinita! ¡Ay de la música que subraya penas y alegrías, temores y regocijos, nuestras desdichadas noches o nuestros alados días!

La primera hora es de una hermosura inconmensurable y el cierre acongoja y pesa como una losa sobre el dolorido y lloroso espectador, que tras asistir a un breve intermedio de desvarío y locura (que no deja de ser la enajenación del protagonista encarnada en metraje insoslayable), comprende que no hay felicidad en la vida que no guarde - aunque sea embrionariamente - el germen de lo disolución, del exterminio, del la aniquilación total. Yin y Yan. No hay día sin noche, ni luz sin oscuridad.

Admirable película belga que estremece hasta el tuétano, que acongoja hasta la desesperación, que duele hasta lo más hondo del alma. ¿Qué hay más allá de las estrellas? ¿Qué nos aguarda en la muerte, tras le vida indeleble, optimista y jubilosa? ¿Quizás una canción suave que nos diga adiós y acune nuestra lenta e inexorable despedida? ¿Quizás las lágrimas de los que nos precedieron y no nos quieren soltar ni por todo el oro del mundo? Emoción en estado puro...
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42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Agosto
Agosto (2013)
  • 6,7
    20.724
  • Estados Unidos John Wells
  • Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregor ...
6
Secretos de familia: catálogo de sinsabores y la alcoba como campo de batalla cruento
La vejez no perdona y la edad no es nada complaciente con nadie – y la familia es un caldo de cultivo propicio de lo mejor y peor de cada casa. Cumplir años nos hace dejarnos llevar por el mal humor, la amargura vitriólica que se ha ido emponzoñando con el paso del tiempo y a la que damos rienda suelta, ya para lo que nos queda, de perdidos al río. Y nada es tan egoísta, desagradecido, ingrato y atroz que las reuniones familiares cuando los secretos largamente entumecidos o enterrados pugnan por desbaratar el poco equilibrio o placidez que parecía quedar…

La potente y exitosa obra teatral original se explayaba durante casi cuatro horas (creo recordar) y nos evocaba ecos y aromas del Tennessee Williams faltón, procaz y malnacido. Y si bien esta adaptación se ha condensado a la mitad, conserva intactas la mala baba paterno-filial, la entrañable crueldad familiar, el adorable enfrentamiento entre las hermanas de sangre, los callados subterfugios para ocultar los amoríos, enamoramientos, acoplamientos, adulterios y permutas varias – y sus no siempre adorables consecuencias. Esas ganas de escapar, de huir, de marcharse, de esconderse, de abandonar que nos invaden cuando ya no podemos más, la brutal, lacerante e implacable realidad de que los hombres suelen dejar a sus mujeres cuarentonas por buenas mozas veinteañeras, como si lo construido en común no tuviera relevancia, ni peso, ni fuerza, ni densidad. ¡Ay!

Si nos gustan los dramones familiares, sofocantes de calor, sudor, sufrimiento y desconsuelo, habremos dado con una película que si bien muestra una torpe y anodina dirección, sin creatividad ni sorpresas, permite disfrutar del texto gracias a unos actores siempre intensos, siempre precisos, siempre inapelables. Sobre todo destacaría tanto a una felizmente recuperada Julia Roberts (hermosa, vibrante, adorablemente amargada), como a un intenso y veraz Chris Cooper (que tiene alguna de las mejores pláticas de toda la obra). Y Meryl Streep, aunque esté pasada de vueltas, siempre es un placer contemplarla en su insaciable capacidad de protagonismo.

Intensa muestra de cine adulto, que se degusta como las películas de antaño donde la palabra señoreaba con delectación. Ofrece lo que promete.
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38 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nebraska
Nebraska (2013)
  • 7,4
    31.682
  • Estados Unidos Alexander Payne
  • Bruce Dern, Will Forte, Stacy Keach ...
7
El compendio de una vida: cuando apenas te quedan sueños a los que aferrarte
La bondad humana es terca y ofuscada: choca siempre con el mundo indiferente y está abocada a la mofa, befa y parodia de tus semejantes, o simplemente a que se aprovechen de ti por verte tan débil e ingenuo. Por ello es importante que cuando ya apenas te tienes en pie, apenas y si tu mente está lúcida, tu ambición atesora como último rayo de esperanza la noción de que tu poca fortuna puede cambiar y – si bien sabes que nada tienes para legar a tus hijos, ni siquiera unos remotos buenos recuerdos – hay una tenue e improbable contingencia de soñar y hacerse con un dinero como llovido del cielo…

Estamos ante una hermosa cinta sobre el crepúsculo vital que cabalga la tenue y vaporosa frontera entre la desdicha y el aburrimiento, la nostalgia y el olvido, la ingratitud y la reminiscencia sin caer nunca de pleno en nada concreto e inapelable y sin dejarse desvariar ni desviar por la burla, sin dejarse abandonar por la ofensa ni por la reparación de lo que no fue y no podrá ser ya nunca más. Hayamos hecho lo que hayamos hecho, el pedirnos cuentas de nuestra complicidad o aquiescencia es pura locura o desvarío.

Contiene algunos memorables instantes – como el episodio de esa primera novia que no se engaña ni tergiversa las debilidades de antaño pero que aun así se permite el breve acto de rebeldía y locura de imaginar lo que pudo ser y no fue – y aunque el conjunto se hace algo duro y árido de ver porque retratar la derrota y la apatía, corre siempre el riesgo de caer de lleno en lo redundante, superfluo o baldío. Hay dos interpretaciones memorables que salvan el conjunto: sobre todo una mágica June Squibb (de 84 primaveras), que encara con tenaz fragilidad un personaje incombustible, así como un delicado Bruce Dern (de 77 otoños), el rostro impenetrable de la compungida frustración porfiada.

Ingrata y difícil de ver porque no hace concesiones a la facilidad (ni a la felicidad), trufada de un humor vitriólico y rústico que aligera la densidad del conjunto, no llega a ser fascinante pero se ve con reconocible complicidad. Merece verse pero no sale uno necesariamente gratificado del incierto y azaroso viaje.
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25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
El lobo de Wall Street
El lobo de Wall Street (2013)
  • 7,6
    104.356
  • Estados Unidos Martin Scorsese
  • Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Margot Robbie ...
8
Potente y turbio retrato sobre los peores vicios de los yupis que arrastra como un ciclón
Los años ochenta parecen lejanos pero apenas han pasado menos de treinta años. Y han dejado secuelas que nos siguen desazonando y hostigando: el consumo indiscriminado de drogas entre los dirigentes de “éxito”, el discurso del “vende lo que sea, cómo sea, a quién sea y quédate con cuánta más comisiones mejor” machaconamente repetido, exigido e idolatrado, la falta de moral pública o privada, el amasar fortunas de forma obscena, la ñoñería perturbada de la monserga del “hombre hecho a sí mismo” cuando en realidad se está hablando de la falta de escrúpulos y del engaño sistemático al consumidor… ¿Nos suena? Pues bienvenidos al paraíso terrenal en el que estamos abocados a perecer de éxito, de crisis o de náuseas.

Pocas veces Leonardo DiCaprio, ha transmitido y reflejado tan bien lo asqueroso, pútrido y enfangado que habita tras toda fachada de éxito y energía vital desaforada como la del personaje que interpreta: hace suyo el exceso, el histrionismo, el poder y seducción de la palabra, el rodillo del dinero y la loca creencia en la impunidad de los hechos, como si uno no fuera responsable de lo que hace. Su interpretación es memorable y encumbra una película tan fascinante como repulsiva y que si no tienes bien asentados tus baremos y principios vitales, te puede confundir y hacer parecer como fascinante lo que no es sino la encarnación del más canallesco y taimado de los malnacidos.

Porque estamos ante un retrato del éxito, de la locura por el dinero, de la adicción por el engaño, del uso de la prostitución como señal de escala social, del abuso de las drogas como necesidad vital: todo brilla, todo hipnotiza, todo huele a caro y a logros… pero en realidad es repugnante, infecto y deleznable porque vivimos en una sociedad que se ha dejado ensuciar por el culto a la corrupción, a la añagaza vital, al engaño corporativo y el ninguneo de los valores humanos y de las más mínima madurez.

Pero no es una película moralista, ni mojigata, ni plañidera, ni maniquea, ni que trate de predicar la recta vía o los valores correctos, ni aleccionar o servir de ejemplo de lo que se debe o no debe de hacer. Es un retrato, un reflejo, un mero pedazo de vida… y que cada cual saque sus conclusiones como mejor pueda y sepa, según su saber y entender. Lo malo es que más de uno querrá seguir el torcido ejemplo. Así nos va.
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24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Venus de las pieles
La Venus de las pieles (2013)
  • 6,8
    10.152
  • Francia Roman Polanski
  • Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner
5
Decepción: modesta y juguetona adaptación que deja insatisfecho y hastiado
Desde hace más de cincuenta años, Roman Polanski es uno de los grandes directores de cine y cada película suya merece atención. Y si bien su anterior película – Un dios salvaje – también era una adaptación de una afamada obra de teatro y el resultado fue brillante, lúcido y logrado, ahora nos encontramos con un fatigoso ejercicio de estilo, más narcisista que intenso, más pretencioso que ameno, más aburrido que seductor. Es decir, que si bien los actores están muy bien y la dirección es atenta y briosa, el texto carece del más mínimo interés para cualquier espectador medio.

Hay mucho de meta-literatura y meta-teatro y meta-biografía en esta cinta, pero la verdad es que pagar una entrada de cine para contemplar los chistes privados de viejo verde con que se adorna zafiamente Polanski no resultan nada divertidos, sobre todo cuando el texto rezuma un hedor a pestiño pretencioso (todas esas citas artísticas o auto-citas cinéfilas). Tal vez, si los problemas planteados se hubieran abordado de forma más sutil o con una mejor urdimbre narrativa, quizás se hubiese podido llegar más lejos. Pero el metraje de apenas hora y media se hace tedioso por repetitivo, por previsible, por efectista y por resabido. Alguien se ha olvidado de someter la obra a un mínimo de criba crítica y su adaptación adolece de todos los defectos del original: su falta total de originalidad.

Alabar la acertada fotografía, o la bella música o los mohines histriónicos de los dos únicos actores sólo resalta aún más que se trata de una obra fallida, cuyo texto es rancio y cuyo interés es sólo arqueológico y muy restringido. La corrección del conjunto irrita y cansa, porque no lleva a ninguna parte y fatiga al espectador. Quizás Polanski le debía un papel protagonista a su mujer, Emmanuelle Seigner, pero tan endeble motivo no me parece razón suficiente para afrentar al espectador con semejante engrudo. Pocas virtudes y nulos logros: ahórrensela.
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34 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
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