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138 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
6
El caca-culo-pedo-pis de Godard
Todo cinéfilo que se precie debe ver sí o sí films como “A bout de soufflé”. Otra cosa es que, sugestionados por el enorme impacto que en su momento provocó la peli de Godard en particular y la “nouvelle vague” en general, debamos mear bechamel sí o sí ante la mayor chapuza narrativa que ha dado el cine europeo. Seamos serios. Godard era un gamberrete, uno de esos petulantes e iluminados niños de papá que creyeron que dinamitando la sintaxis cinematográfica iba a convertirse en el Picasso del séptimo arte. Afortunadamente, el lenguaje cinematográfico volvió a su cauce y los desvarios anarquistas, nihilistas y antiburgueses de Jean-Luc quedaron como lo que son hoy en día: estrambóticos experimentos que solo salen a la luz cuando, de vez en cuando, algún ‘gafapasta’ con cuatro clases a sus espaldas flipa en colores hablándote de falsos raccords, saltos de eje, asincronías y demás espasmos visuales.

Le adjudico seis estrellitas porque Jean Paul Belmondo (impagable chico Martini) y Jean Seberg (bellísima) forman un pareja excelente y porque, como experimento, la cogorza de Godard fue original e innovadora en su época e iluminó a futuras generaciones de cineastas que, gracias a Dios, supieron emplear muchos de estos recursos gramaticales con mayor cordura y mesura.
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359 de 495 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Nouvelle Vague 1
Hace ya casi cincuenta años que varios críticos de la revista francesa “Cahiers du Cinéma” idearon la película que Godard terminó rodando. Por aquel entonces, los chicos malos de “Cahiers du Cinéma” inventaron una especie de Dogma danés. Se deshicieron de formalismos y linealidades. Jugaron con la improvisación y la provocación.

Godard abrió la veda con “A bout de soufflé” y sobre ella, vertió todo lo que defendían en la revista. No dejó nada en el tintero: cambios absurdos de raccord, los personajes observan fijamente a la cámara, en el guión se encuentran improvisaciones, el encuadre se lo pasa por las narices…

Era algo nuevo que revolucionó (como lo hizo Flaubert en la novela) lo establecido. Y quedará el interés por una película fiel reflejo de una sociedad convulsa y disconforme con lo institucionalizado y que aún tardaría diez años más en romper con lo establecido y revelarse.

Sin esta pandilla de noveles directores o películas como “Al final de la escapada”, el cine de hoy en día no sería lo mismo. Sólo por ello, esta película merece estar donde está: como una de las grandes películas de la historia del cine.
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166 de 194 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
¡NO!
“André Bazin dijo una vez que…”, “Esta es de las favoritas de Truffaut...”, “Según Godard...”.

Supongo que para todos los que leen de cine han encontrado más de una vez este tipo de citas en los textos. Vamos, mas bien se han percatado de la majadería eterna de invocar una y otra vez a estos nombres. Da la impresión que cada vez que uno escucha el término Nouvelle Vague hay que arrodillarse, mirar al cielo, golpearse el pecho y elevar una plegaria. El año 1959 es como un punto de inflexión de la historia del cine, pontifican. Hay un antes y después del cine después de la nueva ola. Bueno, yo he terminado por cansarme y digo que NO a toda esta burda y simplista generalización.

Siempre me ha caído simpático Truffaut. Quizás se deba a que desde crío fui un fanático de “Encuentros cercanos…”. He visto la mitad de su filmografía y no he podido enganchar con ninguna de sus obras, llegando incluso a terminar de ver algunas a la mitad. Eso si, existe la sagrada excepción con la bellísima “Los 400 Golpes”, una obra capital la cual marcó el debut y despedida de este pseudomovimiento, el cual en palabras del propio cineasta, nunca existió como tal. Otra cosa es con su amigote con pipa y gafas oscuras incluso en la noche: ¡¡Jean-Luc Godard!! ¡¡Demos gracias al señor!!

A Bout de Soufflé (conocida como "Sin Aliento" en mi país), también es una obra capital, una obra dedicada a lo presumido, lo intelectualoide y lo vacuo. Nadie niega que es moderna, perfecto. Pero una modernidad forzada y torpe, desesperada por ser diferente, por romper moldes. Una modernidad poco natural. Es verdad que (una parte) del cine posterior cambió gracias a esta película, por supuesto. Esta parte se volvió inconsistente, pedante, deshonesta, artificial (gracias Talibán). Del guión ni hablar, no hay de donde agarrarlo. ¡¡“Improvisación”!! declamarán algunos. Perfecto, pero para improvisar hay que tener una plataforma, un escenario, una progresión de acordes. Aquí no hay nada de eso. La actuación de Belmondo raya en la caricatura. Quizás el plano de la foto de Bogart tenga algo que ver, pero tengo mis serias dudas si en verdad era la intención del director una interpretación tan desagradable como la del actor. La chica Seberg, guapísima, inocente pero intrigante. Tiene una imagen que la cámara devora, fue un acierto de Godard. Pero su personaje se diluye rápidamente debido a lo atropellado de la creación de su co-protagonista.

Tiene momentos geniales, hay que decirlo. La escena de los dos en la cama llega a momentos sublimes, con unos silencios espectaculares, una lograda química entre los dos. ¿Pero que hace Godard?, extiende la secuencia a lo inimaginable: 10…15…20…¡25 minutos! La cinta completa dura 90! Me terminó de rematar ver a un legítimo genio del cine, Jean-Pierre Melville, haciendo el completo ridículo en la escena de la entrevista. Al escuchar toda esa verborrea subnormal e inútil, daban ganas de quemar la pantalla. Insufrible.

(continúa en Spoiler)
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190 de 277 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
ESQUEMA NEGRO CON OTRA CALIGRAFÍA
Esta película se podría describir con arreglo al canon de las clásicas de cine negro: un gángster de segunda, que mueve coches robados, pasa por una capital dispuesto a cobrar una deuda difícil y a retirarse luego una temporada a la playa. Dos sabuesos le pisan los talones, sobre todo desde que disparó mortalmente a un motorista de tráfico. Siempre con traje y corbata, casi siempre con sombrero, enciende un cigarrillo con otro. Tiene amigas que lo miman. Les saca dinero e invitaciones. Una extranjera es entre ellas la preferida. Sin preguntarse si puede ser un amor fatal, quiere que se retire con él a la playa. Mientras tanto, comete en su huida robos para ir tirando, en una forma de vida al margen de la ley, no mucho peor que otras, pero que no puede terminar bien.

Pero esto diría poco de “Al final de la escapada”, donde lo último que cuenta es el argumento, mero esquema a partir del cual reescribir el género —y el cine— con una caligrafía rápida y jazzística: de apuntes y notas sueltas, espontánea, ocurrente, imprevisible en su saltarse todas las reglas establecidas.
Godard rompe la continuidad y monta fragmentos. La alternancia constante de ángulos de visión termina creando una especie de óptica cubista.
Deja estar a los actores, en lugar de dirigirlos a la manera tradicional. Siendo, además, los jóvenes y descarados Belmondo y Jean Seberg, los personajes quedan construidos mucho más con ademanes, movimientos, improvisaciones y gesticulaciones (¡ese icónico pasarse el pulgar por los labios, imitando a Bogart!) que con los diálogos, que parecen obedecer a una pauta existencialista, al imperio del instante actual, y no a la sequedad y contundencia exigidas por el género. Sin embargo, las excentricidades quedan naturales. Belmondo no tarda en hablar a la cámara o masacrar algunas canciones. Jean Seberg nunca volvió a llenar tanto la pantalla.
En medio del parloteo alocado, se salta de una situación a otra. Se dejan abiertas en el creciente ritmo de la huida.
No es Chicago sino París: los Campos Elíseos cuando se han encendido las farolas, el cielo no se ha oscurecido del todo, y la Torre Eiffel sobresale entre los edificios.

El impacto del resultado —enorme en su día, el momento fundacional de la Nouvelle Vague— surge de la reducción al absurdo de lo tradicional, parodiado y caricaturizado, y la aparición de formas nuevas, dotadas de una fuerza realista más fresca y cercana.
Godard había ido madurándolo en los cinco cortos previos, y en su primer largometraje da rienda suelta a su capacidad gramática, el talento para inventar y manejar lenguaje cinematográfico.
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81 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Por la boca muere el pez.
Decían algunos de los maestros del séptimo arte:

-"Para mí, el cine son cuatrocientas butacas que llenar" (Hitchcock)

-"He hecho películas que a mí me hubiera gustado ver: yo sólo quiero ver películas que me entretengan”(Billy Wilder)

-Tengo diez mandamientos. Los nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir!"(Howard Hawks)

La humildad en los propósitos de estos grandes cineastas explica quizás por que muchas de sus obras son -en términos generales-, consideradores clásicos del cine, imperecederos y de autentica modernidad a 50, 60 años e incluso 70 años vista.

Godard, por el contrario, soltaba soflamas muy trascendentes y campanudas que bien analizadas se revelan como autenticas majaderías:

- “Una Historia debería tener un principio, un nudo y un desenlace, pero no necesariamente por este orden”

- “Lo que quiero es destruir la idea de cultura... La cultura es una excusa del imperialismo”

Tan titánicos y heroicos propósitos puede explicar por que vista hoy “Al final..” resulta tan rotundamente rancia y ridícula.

Se suele dar la paradoja de que las obras rupturistas, que pretenden crear un orden nuevo en el mundo del arte, no superan la prueba del mejor crítico que es el paso del tiempo.

Y hoy el interés de la película se encuentra entre el cero y la nada.

Godard pudo embaucar en su momento a alguna alma cándida. Yo me fío mas del criterio del maestro Wilder que tardo poco en desenmascarar la patraña:

"Comprendo sin dificultad por qué Godard ha podido por sí sólo exterminar varias empresas productoras".
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82 de 110 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
NOUVELLE VAGUE
Todos nosotros sabemos que la Nouvelle Vague, la nueva ola francesa, es el movimiento cinematográfico mas aceptado mundialmente desde el neorrealismo en adelante. La Novelle Vague nació para romper con todo lo pactado de antemano en una reaccion contra la forma de cine industrial debilitada por las formulas y los patriarcas. El joven Truffauth abrió el fuego desde la crítica en 1954, y junto a otros colegas de los Cahiers du Cinéma, embistieron contra un cine que consideraban hipócrita y obsoleto. Pocos años mas tarde, Chabrol filmó lo que fue la presentación oficial de la Novelle Vague, "El Bello Sergio" (1958). Al año siguiente el boom ya era indiscutido con "Los 400 golpes" de Truffauth y "Al final de la escapada" de Godard. La aclamación de la crítica desbordó los límites locales, y pronto la Nouvelle Vague se convirtió en un fenómeno de mercado: la cuestión es que, en los cuatro años que duro su auge, casi cien nuevos directores presentaron su primer largometraje. Como podrá sospecharse, se trataba de un conjunto llamativamente desparejo. Es que la tendencia, apoyada en el uso de equipos de técnica austera y costos reducidos, aceptando la improvisación y haciendo elogio de la desprolijidad, permitió una explosión que en poco tiempo se autodepuró. Sus máximos exponentes se ocupaban especialmente en demoler a sus adversarios estéticos (sin temer al exceso), y reconocerse como herederos de una tradición inexplorada. Entre sus connacionales, el selecto grupo compuesto por Renoir, Becker, Tati, Bresson o Melville era reinvidicado, mientras que en el cine clásico norteamericano se ubicaban los ideales tan admirados como irrepetibles. Como fenómeno cultural, la Nouvelle Vague duró cuatro temporadas, desde 1958 a 1962. Para ese entonces ya no era tan nueva, y mucho de sus percusores ensayaban caminos divergentes. Cuando vio luz el oportunismo de un Claude Lelouch en "Un hombre y un mujer" (1968) más que parasitar un movimiento vigente, ya estaba aprovechando una onda temprana de edulcorada nostalgia.
En los últimos años y, especialmente desde Francia parece haber tomado cierto auge una corriente revisionista que trata de cuestionar los abusos de la Nouvelle Vague contra sus percusores, a la vez de denunciar las concesiones que jalonaron las carreras de algunos de sus representantes más conspicuos. Pero si se la aprecia como lo que fue, esto es, un fenómeno cultural de expansión tan portentosa como inmediata - incluso con componentes extraestéticos - dificilmente cabe imaginar un impacto semejante desde el neorrealismo italiano hasta el presente.

Continua en el spoiler
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55 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
ENTRE EL DOLOR Y LA NADA ¿QUÉ ELIGE USTED?
Obra imaginativa e innovadora. Aún se ve y queda uno maravillado por su ritmo novedoso, fresco, aventurado, vanguardista, más posmoderno que el posmodernismo actual.

No es de extrañar la referencia en este film a William Faulkner, el escritor norteamericano del s. XX, ganador en 1949 del Premio Nobel de Literatura y en 1955 del premio Pulitzer, famoso en literatura por su uso de técnicas literarias innovadoras. Pues bien, en un momento de este film se le cita, tomando un párrafo de su novela "Las palmeras salvajes" (The wild palms - If I Forget Thee Jerusalem, 1939), donde dice: «Entre el dolor y la nada, elijo el dolor.» O sea un vitalista a pesar de todos los sinsabores que conlleva la vida. De donde resulta que el personaje masculino de esta película, interpretado por Jean-Paul Belmondo, es un calco de dicha filosofía. Todo lo contrario de lo que por su parte sostendrá el contemporáneo de Faulkner, el también escritor y filósofo francés de origen rumano (filósofo del pesimismo), Émile Michel Cioran, cuando se decanta: «Entre el dolor y la nada, elijo la nada.»

Para este hombre joven, Michel Poiccard, personaje central del film, vividor a todo riesgo y con todas las consecuencias, "la mayor ambición en la vida es ser inmortal y después morir".

Y por último hacer mención honorífica de la actriz norteamericana, Jean Seberg, ideal para este papel por ser su vida en gran medida de parecido vanguardismo contestatario. Jean Seberg, la bellísima rubia que encarnó a Lilith (de Robert Rossen, USA 1964), medio inocente y medio desequilibrada que resultó ser un copia aproximada de su propia existencia.

Fej Delvahe
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40 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
El principio del final
Se cita al bueno de Fernández Santos: "Sin esta película no se entiende el cine posterior". Absolutamente de acuerdo: el cine posterior es tan artificial, pedante, chapucero, jactancioso, onanista y deshonesto como esta película. Y así vamos
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99 de 171 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Al final de la escapada
La "nouvelle vague". Cine directo, sin pausas, mucho diálogo, cortes bruscos, largos y continuos planos-secuencia, cine de sentimientos, sin concesiones. Truffaut (idea original), Chabrol (asesor técnico) y Godard (director) se dan cita en esta película de culto de la nueva ola francesa.
Amores y odios, momentos felices y grandes fustraciones. Ese toque de sadomasoquismo al final.
Jean Paul Belmondo: Un vividor. Disfruta (o sufre) el instante. Se rinde a la vida fácil; aspira con ir a Milán y Roma. Le gusta Patricia (Jean Seberg). Carece de moral. Pero no parece ser feliz; incluso está de acuerdo en ir a la carcel para acabar con la fustrante intensidad de su vida.
Jean Seberg: Guapa y perturbadora ¿que busca?. Es sensual y sexy. Parece tener dudas acerca de todo, lo cual es normal. Es casi una niña.
Jean-Luc Godard deja que los sentimientos afloren. Casi sin límites y muchas veces sin lógicas claras. Así es la vida. No todas las actitudes son explicables.
Es el cine de autor puro y duro, para bien o para mal.
Sin embargo es una película (un genero?) no excesivamente entendible-asequible, especialmente fuera de Francia. Puede haber un punto de sobrevaloración cinéfila.
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43 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Una moderna historia de amor
Primer largometraje de Godard. Escrito por él, desarrolla un argumento original de Truffaut. Se rueda en exteriores e interiores reales de París, Marsella y Orly, con un presupuesto de serie B. Nominado al Oso de oro (película), obtiene el Oso de plata (dirección). Producido por Georges de Beauregard para Imperia, se estrena el 16-III-1960 (Paris).

La acción tiene lugar en Paris, Marsella y Orly, a lo largo de unos 6 días, en septiembre de 1959. Michel Poiccard (Belmondo, 26 años) es un ladrón de poca monta que admira a Humphrey Bogart e imita sus gestos. Tras un desgraciado incidente en el viaje en coche de Marsella a París, va en busca de Patricia Franchini (Seberg, 21 años), con la que había tenido un breve noviazgo días antes. Él es fantasioso, inestable, carece de empleo y, tras una apariencia fría, disimula su desesperación. Ella es norteamericana, quiere estudiar periodismo, colabora con el "New York Herald Tribune", es culta, inteligente, romántica e ingenua. Vive sola en París y se relaciona con varios amigos.

El film suma al género de crimen, los de drama, romance y thriller. Junto con "Hiroshima mon amour" (Resnais) y "Los 400 golpes" (Truffaut) marca el inicio de la "Nouvelle Vague", que rompe con las normas del cine anterior y ejerce gran influencia sobre el cine posterior de Europa y EEUU.

La obra, vista con los ojos actuales, conserva su frescura, la capacidad de sorprender y la condición de obra palpitante y viva. Rodada con prisas y montada con la técnica del "jump cut", presenta un ritmo rápido y agitado, que evoca el estilo de vida que se estaba imponiendo. Los diálogos son fluidos, intensos, provocativos, ocurrentes e insolentes. Los personajes, tomados de la vida real, practican el amor libre, desarrollan conductas amorales y conciben el sexo como un juego.

El film incorpora numerosas citas cinéfilas de estrellas (Bogart), realizadores (Resnais, Melville, Altman...) y títulos ("40 pistolas", "Vorágine", "Nacida en el Oeste"...). También aporta citas y referencias literarias (Faulkner), musicales (Mozart, Bach...), plásticas (Picasso, Renoir...). Como documento histórico muestra un mundo en trance de grandes cambios (sustitución de la IV por la V Repúblia, nuevos líderes, racionalización de costumbres, liberación de la mujer, desacralización del sexo, nueva generación de actores y realizadores de cine...).

La música, de Martial Solal, combina fragmentos de jazz propios del cine negro clásico ("Dixieland"), festivas melodías circenses y cortes descriptivos ("Persecución", "La muerte"...) La fotografía, de Raoul Coutard, en B/N, busca el verismo y la naturalidad, crea collages sorprendentes y usa ángulos inusuales. Pese a un montaje áspero, la narración es fluida, clara y vibrante. Son correctas las interpretaciones de Belmondo y Seberg, que luce un simpático "look" unisex. Homenajea al cine negro clásico y a los films de serie B. Pese a defectos, deficiencias y errores, la obra es interesante y entretenida.
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35 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Menuda castaña
"Sin esta película no se entiende el cine posterior"... Pues no entiendo nada. No digo que en su época no fuera rompedora ni que no abriese un sinfín de nuevas posibilidades pero desde luego me ha parecido un tostón como la copa de un pino. Lo mejor, la pareja Belmondo - Seberg. El resto lo olvidaré tan pronto como pueda. Era una película que tenía muchas ganas de ver y menuda decepción, madre mia...
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35 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
2 - Aburrida y Pedante
Tanto oir que Godard es el amo, que esta película es una pasada y demás, y me encuentro este truñaco pedante, insoportable y cutre. Será que no estoy preparado para este cine, pero a me ha parecido una estupidez pretenciosa y aburridísima, de lo más aburrido que he visto en mucho tiempo.
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39 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Todos queremos a Belmondo
En un arranque de odio realmente profundo y perverso, pero no por ello injustificado en cierto sentido, un Jean Paul Belmondo traicionado y derribado en el suelo llama asquerosa a Jean Seberg. Ese gesto desesperado, de rabia y de impotencia es absolutamente sublime. En principio no debería tenerse demasiada simpatía al personaje de Belmondo, no al menos desde el punto de vista de lo correcto, la normalidad y la anodina moralidad, sin embargo sí que ejerce en nosotros esa cierta atracción canalla de los chicos malos del celuloide de los que, por otra parte, él es probablemente el gran percusor y el gran heredero gracias al personaje creado por Godard e improvisado en gran medida por él mismo.
James Dean nunca será tan parte del mundo real por mucho que transgrediera el mojigato modo de vida norteamericano en su breve filmografía. Belmondo es diferente, muestra un personaje curtido por la vida, un tramposo, un superviviente sin escrúpulos ni reparos a la hora de hacer aquello que sea necesario para sobrevivir. Por eso nos sentimos más identificados con él, con sus celos, su desesperación y su necesidad de confiar en los demás para poder seguir adelante, aunque sepa en el fondo que son tan poco dignos de confianza como él mismo. Nos creemos su forma de sujetar el cigarro de forma chulesca, la mirada descreída y los labios voluptuosos repasados una y otra vez por el dedo pulgar en un gesto ya mítico que desgraciadamente la ignorante mayoría atribuye al chico de Martini.
Es posible comprender del mismo modo la manera de actuar de Seberg, pero creo que al final (al menos en mi caso) somos más Belmondo, tal vez porque somos poco conscientes de todas las veces en que hemos sido traidores como ella mientras que jamás olvidaremos todas y cada una de las veces en que habiendo sido traicionados gritamos desde el suelo ¡asqueroso! a la espalda inalcanzable del traidor.
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34 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Moderno sin causa
Contenido > Continente: posibilismo, minimalismo, Luis Buñuel, Robert Bresson, Aki Kaurismäki.

Contenido < Continente: efectismo, vanguardismo, experimento fílmico, CGi y FX.

'Al final de la escapada', rupturista y alocada, es como ver un bonito fresco de valores estéticos con la improvisación como bandera, haciendo del argumento una pequeña enumeración de anécdotas, y del fondo una sonora carcajada. No hay contenido; hay continente. Fresco, diferente, renovador... sí.

[Para comprender todo el cine moderno, es necesario este pequeño e inmenso film] Angel Fdez. Santos

Para pintar El grito, hizo falta la pintura al óleo, un lienzo de 91cm.x74cm. y el expresionismo.
Para dar vida a Toy Story, alguien debió crear primero un software de animación digital.
Para que suene el Requiem alemán de Brahms, hace falta la composición en pentagrama, soprano, barítono, coro y orquesta.

[El cine moderno refina muchos de los experimentos visuales que presenta este pequeño, y pequeño, film] Álvaro Nuño López

Gracias, pues, Godard, por ser tan visionario. Yo, por mi parte, no soy tan teórico... lo que me apasiona de la tecnología no es el libro de instrucciones, ni lo que me impresiona del puente colgante es su plano arquitectónico, ni lo que me fascina de la literatura es el abecedario.

Gracias.
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24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Venga, pues le pongo yo el 10!
1. Rompedora y de sinfín de planos discontinuos, a cada cual más innovador, como los de la carta de un bistrot français... pongamos por caso el de una montaña de crêpes con los que una se deleita igual que con ese sanseacabose de conversaciones desternillantes.

2. Oh là, là... paseándonos con una pareja de química rompedora como ninguna y perseguidos por un manejo de la cámara soberbio... Champs Elysées arriba, abajo y una alocada vendiendo el “New York Times” por la rue..., ¿Cómo no se va a pirrar el Belmondo por sus huesos?

3. Retrato precioso de París; farolas que ahora se encienden, ahora se apagan, jugando como personajes.

4. Ahí es ná... un bribón en estado de soberbia actoral absoluta y una Seberg espectacular; la actriz probablemente más guapa y guasona que haya visto en mucho tiempo. Una rubia, toute petite, que se come la pantalla con sonreír.

5. Los 15 primeros minutos de película... mientras Belmondo desvaría consigo mismo al volante del coche que a saber a qué pringao le ha robado, son sencillamente magistrales. Mejor forma de comenzar no se ha visto demasiadas veces en una película tan brillante, sino la más, de las "estigmatizadas" bajo el sello de la nouvelle vague.

6. ¿Qué decir de su banda sonora a golpe de jazz angloparisino... ? Lo nunca visto... ¿Y de los piques...? Tradicionales piques entre americanos y gabachos por doquier no sobran, no. Eso sí, bajo las sábanas,... ¡qué arte!

7. Los americanos sois gilipollas porque adoráis a los franceses más cutres que hayamos parido... Lafayette (Belmondo dixit)... me parto, llegados a este punto, me desternillo con el bellaco de marras. No puedo dejar de acordarme, además, de El Corte Inglés... (por lo de Galerías Lafayette).

8. ¡Qué crack está hecho nuestro bonvivant... En el papel de su vida.

9. Provocadora, sin esquemas preconcebidos y aburridos del cine americano. Aquí lo que se estila y de lo que hace gala Godard es de hilar situaciones sueltas, a brincos, a lo loco. Juega, que es de lo que se trata.

10. VOS, por supuesto.

Con respecto a las críticas 1, 2 y 5...

- Je m'en fous, (caso omiso) de que en su momento impactara y que por ello la película haya sido catalogada como obra maestra que desmerecéis. El tiempo, no le ha jugado mala pasada y si ya la creí genial hace años, hoy día, le doy más valor, todavía si cabe.

¿Los morros del Belmondo? a lo truhán, a lo rufián, a lo gigoló... ¿a ver quién no se ha bebido aquí un Martini a su salud!? ¿Cine chapucero? ¿Onanista? Ainsss, qué acomplejadillos algunos con eso de que el tamaño SÍ importa. De cualquier otra cosa puede pecar esta película menos de chapucera. Chapucero es el Bogui (Humphrey), como le llama nuestro Belmondo cuando el pillastre parisino le planta cara al retrato de “galán” o “gañán” de Hollywood... ¿Cutre? Tanto como París y sus espectaculares planos a vista de pájaro, o de Godard, que no deja de ser un pájaro.

En fin, por mi parte: una absoluta genialidad.
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47 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
About the suflé
Cuando llegó ese hombre y agitó ante mí la hoja en la que había escrito las instrucciones para preparar su suflé, jamás en mi vida hubiera dicho que pudiese conseguirlo.

Estaban escritas de la manera más caótica posible: las medidas de los ingredientes eran disparatadas y su mezcla, una auténtica locura. Parte de la hoja donde estaban escritas habían sido arrancadas a entusiastas pedazos. ¡Faltaban cosas esenciales!. Nadie hubiese sido capaz de preparar ni un engrudo incomible con aquellas indicaciones. Pero el hombre no atendía a razones e insistió en intentarlo.

Una vez acabó el experimento, me trajo el resultado. Al principio pensé que todo iba a quedar en eso: en la lista de estúpidas instrucciones sin sentido. Pensé que en el futuro, quizás llegara otro hombre y consiguiese volver a las recetas anteriores o convertir esta receta en algo que pudiese cocinarse.

Pero cual fue mi sorpresa al darme cuenta de que había hecho algo que pensé imposible. Lo que estaba saboreando, en toda su perfección, era un orondo, sabroso y memorable suflé.

Aquel hombre se llamaba Jean-Luc Godard. No sólo había hecho el más perfecto de los suflés: había dejado las instrucciones para que otros pudiesen mejorarlos.

Al correr el tiempo y alguien me pidió que encontrase las palabras para definir "Al final de la escapada" no supe qué contestarle. Poco después, encontré las de otros. Sin saberlo, Boris Vian había dado con las palabras algunos años antes.

"Sólo existen dos cosas: el amor en todas sus manifestaciones, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orleans o la de Duke Ellington. El resto debería desaparecer, porque el resto es feo, y las pocas páginas que a continuación sirven para demostrarlo extraen toda su fuerza del siguiente hecho: el argumento es totalmente verdadero porque lo imaginé de cabo a rabo. Su realización material propiamente dicha consiste, esencialmente, en una proyección de la realidad, dentro de una atmósfera oblicua y recalentada, sobre un plano de referencia irregularmente ondulado y sometido a distorsiones. Como se ve, es un procedimiento confesable, si es que los hay."
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23 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Magnífica
"Más bella que una cosa bella es su ruina" (Rodin)
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"Al final de la escapada" no es un prodigio de técnica. Ni de planificación. Ni de música. Ni de montaje. Ni de guión. Ni de fotografía. Pero es grande, muy grande.

¿Cuáles son mis mejores momentos? Con los amigos, charlando, unas veces en serio, otras veces contando chorradas. Escuchando música. Tomando algo. Riendo. Dudando. Preocupándose. Fanfarroneando. Ligando. Lamentándose. Haciendo el gamberro.

Nosotros tampoco ganaremos un premio al mejor guión. Ni a la mejor música. Ni al mejor montaje. Tampoco somos los más guapos. Ni los más ricos. Pero el brillo de unos ojos, el sonido de una risa vista de perfil, una mirada navegando en un punto más allá del vacío, un hablar por hablar, un silencio lleno de dudas, un beso esquivo, una mirada perversa, para algunos, no será cine.

Para mí, es más que cine.

En una palabra: Incomprendida
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21 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Al final de la escapada (1960)
Filme que destrozó por completo los códigos narrativos dominantes en el cine hasta aquel momento. Fue, junto con 'Hiroshima, mon amour' y 'Los cuatrocientos golpes', la obra que marcó el inicio de la Nouvelle Vague, el movimiento cinematográfico creado por un grupo de cineastas franceses que, a finales de los años 50, reaccionaron contra las estructuras del cine.

Este movimiento cambió la estética, el contenido, y la forma de producir cine. Sus películas, de bajo presupuesto y filmado en exteriores con cámaras ligeras para rodar en mano, utilizaban el montaje discontinuo, la toma larga y la incorporación de plano como homenajes a otros autores. Era un cine, en cierto modo, elitista.

Con sus mezclas de planos esotéricos y sus cortes inoportunos –el "jum cut"–, Godard hizo de la negligencia su mejor virtud. Esta obra de ritmo rápido y agitado, como el estilo de vida que se estaba imponiendo, le catapultó a la fama en condición de "rebelde del séptimo arte".

'Al final de la escapada' es una película creada como algo que forma parte de la vida y no como algo que capta la vida real, capaz de convertir a una chica que pasea en vaqueros y con una camiseta con el logo de New York Herald Tribune, en un icono del cine y de estilo del siglo XX.
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17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Tabula rasa
Sobre un esquema clásico de película policial, un versátil y joven realizador de 29 años dirigió una obra provocadora e insólita, prototipo de la “nouvelle vague”. Y lo hizo con un pesupuesto muy bajo, sin guion (tan solo unos folios escritos día a día sobre un argumento original de Truffaut) y con una técnica documental basada en la improvisación y la espontaneidad.

Poética y rompedora, lo más sorprendente fue su estilo experimental (sin reglas) y vanguardista (pues rompió con la narración clásica), y lo hizo con nerviosos movimientos de la cámara al hombro y con luz natural (fotografiada con una iluminación muy dura, muy contrastada). Al cabo de los años sorprende más por su torpe estructura dramática (por lo mal rodada que está) que por su libertad narrativa, por sus innovaciones formales.

Su caótica planificación por falta de experiencia (fue el debut del cineasta), un mal rodaje y un peor montaje la convirtieron en la primera película moderna del cine: una atractiva mezcla de nihilismo y en alguna medida paródico “film noir” informal, mordaz, subversivo, poco refinado, de conductas amorales, situaciones límite y huida policial, muy innovador y sugestivo.
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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“Amamos el cine antes de amar a las mujeres, antes de amar el dinero, antes de amar cualquier cosa”
Resulta genial que allá por 1960, el enfant terrible por excelencia destruyera en poco menos de dos horas, las más estrictas reglas en cuanto al lenguaje cinematográfico. Fue precisamente en este punto donde habría de surgir un punto y aparte en el cine.

Porque se dio La Nueva Ola, y pasarían ocho gloriosos años antes de que ésta se extinguiera con tantos sueños que crearon y muchos otros que estaban por darse.

Lo que Godard nos entregó, no sólo fue una historia de su amigo Truffaut, fue una película que aún en nuestros días desconcierta. Paro vamos más allá. Uno de los filmes más influyentes de todos los tiempos. Se arriesgó en todo. Hizo trizas los convencionalismos que hasta en esa época se habían seguido. La narración ya no volvería a ser la misma después de esta peli. Y nos parezca o no, mucho le debemos.

Por otro lado tenemos a Belmondo quien con este filme se convertiría en el padre de todos los antihéroes que surgirían posteriormente. Su interpretación fue, es y seguirá siendo esplendida. Nunca volveremos a ver en esta singular sintonía, glamour, tristeza e ironía.

Algo le pasaría a Godard después de que se extinguiera esta Ola. Quizás perdió la cabeza. Sus cintas posteriores no indicarían más que una competencia contra la paciencia del espectador. Plasmaba en toda plenitud su unión a la izquierda. También el hecho de soltar frases como la citada en el título de la crítica o la que acontece al final. Pero siendo honestos, no cualquiera es un gran genio si se apellida Godard.

Porque todos hemos visto a él.

Ahora como lo hizo Michael Poiccard, descansaré el dedo pulgar sobre mis labios.

“En lo que me concierne, el cine fue lo que me hizo descubrir la vida”
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