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Voto de antonalva:
7
Drama. Comedia Daniel Mantovani, escritor argentino galardonado con el Premio Nobel de Literatura, hace cuarenta años abandonó su pueblo y partió hacia Europa, donde triunfó escribiendo sobre su localidad natal, Salas, y sus personajes. En el pico de su carrera, el alcalde de Salas le invita para nombrarle "Ciudadano Ilustre" del mismo, y Montavani, contra todo pronóstico, decide cancelar su apretada agenda y aceptar la invitación. (FILMAFFINITY)
26 de noviembre de 2016
41 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es cultura y de qué sirve? ¿Para qué o para quién escribe un escritor? ¿Para escapar de una cárcel sin muros ni barrotes? ¿O para refugiarse en la imaginación y crear un edén ficticio? ¿Acaso manda mensajes cifrados a todos los que dejó atrás o quizás lanza avisos en clave – como un náufrago atorado – escondidos en botellas de colores para que los encuentren y le rescaten? Este filme argentino no ofrece respuestas, sino que plantea una situación a caballo entre el esperpento, la tragicomedia costumbrista y el desencanto. No dictamina, sino que se contenta con arrojar una multitud de interrogantes mientras ofrece un retablo áspero y nada alentador de la sociedad que habitamos, ahíta de bullicio e hipocresía, cegada por los ajustes de cuentas y los desengaños, atiborrada de fantoches y embaucadores.

Hay regresos imposibles. Es utópico creer que podemos retornar de donde nos fuimos porque volver no es sólo regresar a un terruño, ya que nos olvidamos que el paso del tiempo es un barniz corrosivo que se escapa a nuestro albedrío y lo cambia todo, aunque el paisaje permanezca inalterable, las casas conserven sus desconchados y la gente simule ser la misma, pero nunca hay vuelta atrás porque no podemos desandar el decurso de los años que corroe a las personas y altera las sustancias. Sólo podemos volver a nuestro recuerdo que permanece inalterado o congelado, pero los andurriales – como los individuos – mudan de piel sin por ello cambiar, en apariencia, ni lo más mínimo. Todo deviene en un simulacro, se vuelve un engaño consentido.

La amargura y la desilusión campan a sus anchas, pero se ven atemperadas por el humor, la compasión y la ironía. El sarcasmo es al bálsamo reparador que hace habitable un pueblo espectral del que sólo cabe la huida para sobrevivir. Si no caeríamos presos del abatimiento o la depresión, del horror o de la angustia. Marcharse es la única forma de conservar para siempre inalterado un laboratorio fértil del que servirse para los experimentos narrativos o las divagaciones lingüísticas, es la paradójica dádiva fértil de una tierra baldía donde sólo germina el resentimiento o la fuga. Egregio despropósito querer regresar al calabozo de las desdichas y salir indemne. Las heridas no son sólo las del cuerpo y las cadenas anegan las charcas de la desmemoria que amenazan con asfixiar el ánimo.

Con un estilo visual seco y elocuente (casi documental), con unos diálogos afilados y cerriles – así como con la memorable interpretación de Óscar Martínez – se consigue el milagro de dotar de vida un relato plagado de espectros y desguaces. La realidad produce monstruos.
antonalva
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