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Voto de antonalva:
7
Drama Isabelle, una hermosa joven de 17 años que pertenece a una familia de clase alta de París, parece tener el mundo a sus pies. Pero tras un verano en el que la pérdida de la virginidad le resulta decepcionante, un viaje de autodescubrimiento sexual la embarcará a partir del otoño en una doble vida: estudiante de día y prostituta de lujo por las tardes. Esta es su historia, a través de cuatro estaciones y cuatro canciones. (FILMAFFINITY)
8 de marzo de 2014
54 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sexualidad recién descubierta de una adolescente de 17 años supone la búsqueda de la dificultad, de lo encantador, de la seducción, del dinero, del peligro, de lo dislocado, de lo arbitrario, de lo oculto, del fingimiento, de lo temerario, de lo insostenible, de lo ultrajante y de lo prohibido... No se trata de una indagación sobre las causas o el origen del comportamiento caprichoso e indescifrable de esta adinerada niña burguesa, sino el retrato de un comportamiento veleidoso y burlón, lleno de puntos inciertos y opacos, siendo ella como es una presencia deslumbrante y magnética abocada a ser el centro de todas las miradas.

Parece que últimamente – tras décadas de mirar obsesivamente al macho – la sexualidad femenina atrae más a los cineastas, ya sea desde la vorágine de lo desaforado (ver el díptico Nymphomaniac), el remordimiento (ver Philomena), lo retorcido (La Venus de las pieles) o la madurez menopaúsica (Sobran las palabras). Aquí la mirada recae sobre una adolescente aburguesada, para quien el dinero no es tema de conversación, salvo para hablar de donaciones o veraneos. Entonces, ¿qué es lo que mueve a la protagonista? Esta pregunta se la hace el espectador en todo momento, pero el director y guionista la soslaya a cada paso, dándole esquinazo, dejándola languidecer en la trastienda de las dudas inquietantes.

No estamos ante un tratado sociológico, ni siquiera ente un retrato psicológico, sino sólo ante el arbitrario comportamiento de un ser fascinante que busca la mirada ajena a través de la sexualidad, el deseo, el cuerpo, lo esquivo, la negación y la incertidumbre. Ni ella misma sabe el porqué, quizás ni se lo plantea, tal vez ni necesite ni quiera saberlo. Pero al espectador le ha dado ocasión de asistir al coqueteo desbocado, a la voluptuosidad de la carne prieta, a la caricia tóxica del deseo juvenil, al pubescente desorden del exceso lúbrico, lujurioso y lascivo. Y queda enganchado, hechizado, por completo embaucado y conquistado.

Es una película sobre la mirada – no en vano la cinta comienza con el impúdico examen del voluptuoso cuerpo del deseo a través de unos prismáticos – sobre la necesidad de conquistar desde la lejanía, resaltando el capricho y la imaginación sobre la consumación o el contacto. Es una cinta sobre el juego de la mirada, de la observación, del espionaje y recreo de la libidinosidad… Resumiendo: es el triunfo de la fascinación. Quizás no sea perfecta, haya titubeos y baches, zonas pedregosas y superficiales, pero funciona, seduce y embelesa. En definitiva: fascinante.
antonalva
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