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Voto de antonalva:
7
Drama. Comedia A Woody Grant, un anciano con síntomas de demencia, le comunican por correo que ha ganado un premio. Cree que se ha hecho rico y obliga a su receloso hijo David a emprender un viaje para ir a cobrarlo. Poco a poco, la relación entre ambos, rota durante años por el alcoholismo de Woody, tomará un cariz distinto para sorpresa de la madre y del triunfador hermano de David. (FILMAFFINITY)
10 de febrero de 2014
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La bondad humana es terca y ofuscada: choca siempre con el mundo indiferente y está abocada a la mofa, befa y parodia de tus semejantes, o simplemente a que se aprovechen de ti por verte tan débil e ingenuo. Por ello es importante que cuando ya apenas te tienes en pie, apenas y si tu mente está lúcida, tu ambición atesora como último rayo de esperanza la noción de que tu poca fortuna puede cambiar y – si bien sabes que nada tienes para legar a tus hijos, ni siquiera unos remotos buenos recuerdos – hay una tenue e improbable contingencia de soñar y hacerse con un dinero como llovido del cielo…

Estamos ante una hermosa cinta sobre el crepúsculo vital que cabalga la tenue y vaporosa frontera entre la desdicha y el aburrimiento, la nostalgia y el olvido, la ingratitud y la reminiscencia sin caer nunca de pleno en nada concreto e inapelable y sin dejarse desvariar ni desviar por la burla, sin dejarse abandonar por la ofensa ni por la reparación de lo que no fue y no podrá ser ya nunca más. Hayamos hecho lo que hayamos hecho, el pedirnos cuentas de nuestra complicidad o aquiescencia es pura locura o desvarío.

Contiene algunos memorables instantes – como el episodio de esa primera novia que no se engaña ni tergiversa las debilidades de antaño pero que aun así se permite el breve acto de rebeldía y locura de imaginar lo que pudo ser y no fue – y aunque el conjunto se hace algo duro y árido de ver porque retratar la derrota y la apatía, corre siempre el riesgo de caer de lleno en lo redundante, superfluo o baldío. Hay dos interpretaciones memorables que salvan el conjunto: sobre todo una mágica June Squibb (de 84 primaveras), que encara con tenaz fragilidad un personaje incombustible, así como un delicado Bruce Dern (de 77 otoños), el rostro impenetrable de la compungida frustración porfiada.

Ingrata y difícil de ver porque no hace concesiones a la facilidad (ni a la felicidad), trufada de un humor vitriólico y rústico que aligera la densidad del conjunto, no llega a ser fascinante pero se ve con reconocible complicidad. Merece verse pero no sale uno necesariamente gratificado del incierto y azaroso viaje.
antonalva
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