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Críticas ordenadas por:
7 diosas
7 diosas (2015)
  • 5,6
    724
  • India Pan Nalin
  • Rajshri Deshpande, Tannishtha Chatterjee, Adil Hussain ...
6
Bufonada india sobre problemas muy serios
Conviene diferenciar entre las (buenas) intenciones de esta película y la (moderada) calidad artística de la misma. El empeño por divulgar la indigna situación de la mujer en la India – con sus matrimonios concertados, su supeditación al marido o a cualquier hombre, la aborrecible ruindad de ciertas hordas de zopencos que perpetran violaciones salvajes, el afrentoso prejuicio de que la ropa que ellas se pongan excusa sus deleznables actos o la violencia atroz de la que son a veces víctima – es digna de alabanza y aplauso. Pero no por ello debemos de olvidar que tener un buen propósito no basta para disculpar o silenciar las carencias y limitaciones de este proyecto, por muy loables que sean sus pretensiones y por muy necesario que nos pueda parecer el dar voz a tan ultrajante situación.

Estamos ante una ficción y debemos de valorar sus méritos y no sus metas. O al menos deslindar lo uno de lo otro si queremos ser honestos y justos. El confuso y deslavazado guión hace aguas por bastantes partes, sobre todo en la presentación de los variopintos personajes y en la exposición de sus dificultades. El tono chusco y festivo empleado nos puede gustar o desagradar, pero le da un toque de farsa y de caricatura que casa mal con la gravedad de los temas abordados. Quizás se haya querido homenajear la estética refulgente y chillona de los productos de Bollywood, pero resulta inoportuna y estomagante. Hay demasiado frenesí, demasiado movimiento, demasiada cháchara, demasiados tópicos. Poca enjundia para tanto alboroto. Y la trama peca de folletinesca y superficial, dejando un regusto amargo a artículo prefabricado, diseñado más para la exportación festivalera que no para el público autóctono. Hay mucha autocomplacencia y falta de rigor.

Sin embargo, consigue – sobre todo en su recta final – atrapar al predispuesto espectador por la sinceridad de su crítica social y por la belleza trágica aunque esperanzadora de su desenlace fatal. Se abandona la apariencia frívola y de simulacro, lo cual le hace mucho bien al resultado global de la cinta. Durante estos últimos 20 minutos es cuando las buenas intenciones hallan su perfecta concordancia con el anhelo de justicia con que fue concebida. Resulta entonces cálida y matizada, entrañable y verosímil, llegando a emocionar y convencer. Quizás con un mejor guión, con un menor abuso de las arbitrariedades e inverosimilitudes de culebrón, se habría logrado un fruto más efectivo y mordaz.

La denuncia del calamitoso calvario de las mujeres indias hubiese merecido un mejor vehículo. Se queda en un trivial inventario de atropellos notorios que sabe a poco y resulta artificioso.
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22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Theo y Hugo, París 5:59
Theo y Hugo, París 5:59 (2015)
  • 6,5
    1.030
  • Francia Olivier Ducastel, Jacques Martineau
  • Geoffrey Couët, François Nambot, Georges Daaboul ...
6
Y luego… ¿qué?
En el cine europeo el sexo explícito no es un tabú. Tampoco la desnudez masculina – si bien impera cierta mojigatería en cuanto a mostrar desnudos frontales o erecciones turgentes e indisimuladas. Y no existe tampoco ningún veto a la visión del afecto entre dos hombres o de las ardientes e impulsivas relaciones sexuales que éstos puedan mantener. Pero la cinta transita todos estos puntos mencionados sin rubor o recato, lo cual la convierten en una propuesta que corre el riesgo de no llegar a todo tipo de público, ya que a ratos parece más una defensa del sexo seguro o un recordatorio de los riesgos inherentes del sexo anónimo (dirigido en exclusiva al público gay) y no tanto una historia universal que pueda atraer a cualquier espectador, sino sólo a aquellos que quieran verse reflejados en lo que se cuenta.

Aunque el retrato naturalista y sin tapujos de algunos comportamientos gais pudiera parecer incómodo y alocado a cierto público, la verdad es que todo lo que se ve resulta verosímil y reconocible y querer seguir el ejemplo del avestruz – evitando observar la realidad que nos molesta – no es sino señal de que la tan pregonada normalización de las minorías sexuales es mera retórica y aún quedan obstinadas resistencias morales y sociales a asistir a la evidencia rotunda del amor, de la pasión o de la sexualidad desinhibida y fogosa entre personas del mismo sexo. Todo grupúsculo pasa un tiempo haciéndose visible y reivindicándose, ante sí mismo y ante los demás. Por ello es una pena que este interesante filme se quede sólo para el consumo absorto y ensimismado de los gais, cuando contiene lecciones válidas para todos.

En sí misma, no es una historia novedosa (el sexo como preámbulo del amor y no viceversa, como en tanta literatura romántica y folletinesca), pero la forma de enfocarla y contarla – directa, contundente y sin remilgos – sí resulta original y conviene aplaudirla. Quizás el guión adolezca de cierta banalidad y los diálogos resulten algo triviales, rígidos y previsibles, pero no deja de ser el fiel recuento de un flechazo instantáneo y mutuo – como tantos otros que han llenado y llenarán bibliografías y cinematecas de todo el orbe. El encanto y la espontaneidad de los dos actores protagonistas hacen olvidar las limitaciones del texto y consiguen seducir por la pura energía bruta de su aplomo, compenetración y entrega.

Se echa en falta un mayor calado y le sobra cierto tremendismo impostado, pero tal y como está resulta un atractivo relato sobre el brote del apego fortuito. Real como la vida misma.
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21 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viva
Viva (2015)
  • 6,5
    1.137
  • Irlanda Paddy Breathnach
  • Héctor Medina, Jorge Perugorría, Luis Alberto García ...
7
El amor hace fuego en tus venas…
Hay tantas formas de amor y tantas maneras diferentes de amar que no caben ni en el vademécum más voluminoso y exhaustivo. No sólo en cuanto al amor sensual, sino también al amor entre padres e hijos, entre amigos o compañeros, entre semejantes – episódicos o repetitivos – o entre personas de edad desigual y procedencia incierta. Y lo que tiene en común este apego es que el hombre es un animal gregario que necesita de la camada, de compañía entrañable que lo arrope y proteja. Necesitamos del apoyo de nuestros seres queridos, cercanos o lejanos, nuestras raíces o nuestra descendencia, algunas veces inamovibles, otras veces elegidos, las más de las veces impuestos por el azar consanguíneo. No siempre deseamos querer a quien queremos, pero siempre acaba venciendo esa pasión desordenada y arbitraria que nos altera y somete aun cuando creamos estar serenos, equidistantes y juiciosos… ¡Ay perverso amor y sus brutales desafueros!

Quizás sea esta cinta irlandesa sobre un pedazo de la Cuba actual una extravagancia o una rareza, pero pese a un comienzo algo farragoso y manido, consigue ganarse al público a fuerza de tenacidad y perseverancia. Apenas hay novedades dignas de mención – ni en cuanto al reflejo del paupérrimo presente que viven en la isla (nunca está en el centro de la historia, pero impregna cada una de sus imágenes), ni en cuanto al dibujo de los personajes que no pasan de ser unos clichés bienintencionados e ingenuos – pero la cinta crece durante su metraje, ahondando en los recovecos más intrincados y sombríos del corazón hasta brotar como una inesperada flor que surge arrebatada entre el yermo asfalto de la ciudad impasible. Súbita vehemencia que ilumina el alma más torturada y oscura.

La fuerza de la última media hora es subyugante y seductora, dándole por completo la vuelta y ennobleciendo los trillados caminos recorridos hasta entonces. La figura del padre ausente que reaparece de improviso, el hijo que se cree defectuoso e imperfecto pero que lucha desde su áspera parcela ingrata por alzarse y manifestarse contra la atronadora corriente machista y censora que lo impregna todo… Lo dicho, nada nuevo y, sin embargo, rezuma hondura, dignidad y pureza. El rigor granítico y casi sin matices de los individuos que pueblan esta historia desmañada acaba calando hasta la médula a pesar de sus aparentes tosquedades y simplezas.

Pese a lo convencional del relato y sus adocenados meandros, la muy convincente y cautivadora interpretación de Héctor Medina – secundado por un conjunto de desechos a cual más entrañable – lo acaba convirtiendo en una experiencia cálida y conmovedora.
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22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde allá
Desde allá (2015)
  • 6,0
    1.266
  • Venezuela Lorenzo Vigas
  • Alfredo Castro, Luis Silva, Jericó Montilla ...
6
La cercanía imposible
Adolece esta película de casi todos los tics y antojos del llamado cine independiente – en contraposición al cine comercial – que la convierten en una experiencia tediosa y cansina. A saber, el hábito de ocultar información relevante sobre los personajes y la historia, un ritmo premioso y disperso (ocurren pocas cosas y se dilatan como un chicle que ha perdido su sabor o frescura), unos protagonistas crípticos y ceñudos incapaces de expresarse o lo hacen de forma velada o encubierta, el enmascaramiento de datos significativos que despierten el mínimo interés, la obsesión por el mimetismo o el ocultamiento de los sentimientos de los personajes y la confianza en que el espectador sabrá completar el relato en su imaginación. Tantas omisiones y elipsis innecesarias parecen más un antojo narrativo que no un logro artístico.

Obviando el esquematismo críptico de la propuesta, ésta no carece de interés aunque nos pueda parecer algo trasnochada o anticuada. El protagonista vive su pulsión homosexual desde la distancia, la discreción, el disimulo y el dispendio apabullante de dinero para pajearse – sin tocarlos ni catarlos – con chicos arrabaleros o delincuentes caraqueños de los bajos fondos que por dinero parecieran estar dispuestos a participar de cualquier excentricidad que suponga un fajo de ‘lucas’ con los que aliviar su situación. Esta proposición es estimulante y está bien resuelta. Pero uno de esos delincuentes – que además le roba, patea y humilla – acaba por gustarle de forma inmoderada y, pese a ello, lo acosa y persigue hasta que consigue entablar una relación peculiar y tortuosa con él. Este quiebro, que es el meollo intrincado de la trama, resulta una arbitrariedad de guión o un artificio narrativo de difícil explicación que lastra el posterior desarrollo.

Luego tenemos el tema de la obsesión por la figura paterna. Un padre ausente, adinerado, prejuicioso, que he rechazado a su hijo – suponemos – por sus inclinaciones sexuales. Es otra obstinación que el protagonista vive desde la distancia, desde el retraimiento, la sumisión recalcitrante, incapaz de romper el cordón umbilical que lo une a su pasado tortuoso y que llena de amargura y desolación su devenir cotidiano. Todos, de alguna forma, tenemos que ‘matar’ al padre si queremos salir a la vida y hacernos adultos, pero él se muestra incapaz de dar el paso emocional y vive atormentado por un símbolo del cual no sabe o no quiere desprenderse. Y la tragedia está servida.

La imposibilidad del amor o cómo destruir aquello que se ama. Sugerente temática que, sin embargo, encuentra una plasmación pesada y fatigante que no acaba de cuajar. Interesante pero poco placentera.
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38 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos queremos algo
Todos queremos algo (2016)
  • 6,2
    7.260
  • Estados Unidos Richard Linklater
  • Blake Jenner, Juston Street, Ryan Guzman ...
6
Una mirada intensa pero baladí sobre los años 80
La recreación de época es perfecta, creíble y envolvente, pero de tan impecable parece más una visita museística o un parque temático y no el acertado marco para una trama que trascienda la época que homenajea sin rubor ni mala conciencia. Y quizás sea esto su máximo problema: que no se nos cuenta una historia que nos importe más allá de la mera contemplación de su elaborado e inobjetable acabado visual. Los personajes son demasiado insulsos, planos y tópicos y los acontecimientos desbocados y tunantes que se nos presentan apenas aportan un mínimo sostén anecdótico que trascienda el esparcimiento desenfrenado de unos personajes infantiloides y tópicos que parecen salidos de un relato descerebrado, sin otro propósito que el de vehicular la veneración acrítica por aquellos años que quizás fueron interesantes o fascinantes para su guionista y director, pero que dejan al espectador frío e indiferente.

No hay argumento digno de tal nombre sino solo una acumulación de escenas que pretenden reflejar con desenfadado humor e ironía cómplice aquella época, pero que sabe a poco y se antoja un esfuerzo estéril que nada aporta para comprender mejor ese momento histórico, sus motivaciones íntimas o la ausencia de ellas. Quizás la única intención sea la de reproducir con milimétrica exactitud aquel tiempo que por los años transcurridos pudiera parecer impregnada de nostalgia y melancolía, pero acaba resultando un ejercicio enfrascado y condescendiente, escaso para rellenar dos horas de metraje sin que nada de lo que ocurra enganche en ningún momento por su superficialidad e histrionismo, falto de cualquier matiz interesante, una endeble caricatura sin alma. Quizás sea ésta su única pretensión, pero acaba fatigando por la ausencia de enjundia y profundidad de todo lo que vemos. Mucho movimiento enloquecido para no llegar a ningún lado.

Los actores parecen habérselo pasado en grande encarnando a sus sosos personajes, pero se juega demasiado con la apariencia de bullicio y cachondeo, pero todo es superficial y epidérmico, sin sustancia ni picardía. Quizás hubiese esperado una mirada crítica sobre aquellos años o al menos un estudio o crónica con algún calado crucial, pero la fascinación parece cegar a su autor que no sabe trascender su propuesta y deambula sin nada que aportar más allá de la recreación de vestuario, manías y horteradas, pero sin detenerse a calibrar el sentido o el alcance o la relevancia de lo que retrata.

En definitiva, me parece un proyecto fallido, no carente de interés pero que acaba siendo bastante ensimismado y descafeinado.
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59 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un amor de verano (La belle saison)
Un amor de verano (La belle saison) (2015)
  • 6,8
    2.723
  • Francia Catherine Corsini
  • Cécile De France, Izia Higelin, Noémie Lvovsky ...
7
El nombre del amor
Francia, 1971. En el aire hay un aroma a contestación, protesta e inconformismo que son los ecos reivindicativos de la década anterior cuando surgió con fuerza y se hizo visible – en occidente – el movimiento de liberación de la mujer o el de las divergencias sexuales. Y si bien la cinta refleja con precisión y acierto el bullicio vocinglero y demandante de aquella época donde se cuestionaban entre algarabías variopintas los valores tradicionales de la sociedad patriarcal y machista, estamos en realidad ante una historia entrañable e intimista que es un canto al amor y a la libertad entendidos como aprendizaje arduo, súbito e impetuoso que desboca los sentimientos y altera nuestras vidas.

Uno de los grandes aciertos es el tono entre melancólico y arrebatado que impregna todo el metraje. Se centra en la búsqueda de la propia identidad sexual y afectiva, en la construcción de la persona y su personalidad, su carácter y su vida. Es una ficción primorosa y detallista que, sin embargo, tiene ecos de crónica íntima, casi documental, sobre cómo hacerse un hueco en el mundo y la sociedad en que nos ha tocado vivir. La importancia del lugar de dónde somos, la familia a la que pertenecemos, las personas a las que conocemos y nos acompañan y a las que nos sentimos vinculados por parentesco, afecto, afinidad o amor. Todo ello sujeto al momento histórico en que se desarrolla y toma cuerpo, con dulzura pero sin mojigatería, con serena observación que no elude las contradicciones ni los desaciertos, pero que no echa culpas ni cargas las tintas.

Somos la suma de nuestras decisiones, con sus aciertos y sus yerros, con sus luces y sus sombras, con sus contradicciones irresolubles e infortunios sobrevenidos. Y el compás de cada persona es diferente y muchas veces esa arritmia vital y descoordinación emocional echa por tierra las historias más intensas o hermosas que tenemos la dicha de encontrar a nuestro paso y que configuran nuestra inapelable biografía entre quebrantos y alegrías, entre ilusiones y penalidades. Podemos acariciar con la yema de los dedos el sueño de la felicidad compartida que, sin embargo, se nos escapa en un parpadeo inadvertido o en el recodo de un camino que se bifurca sin remedio. Y dejar atrás lo más querido y deseado por miedo, por inseguridad o por ofuscación de los sentidos.

Una hermosa historia de amor llena de claroscuros, rebeldía y sumisión. Hay una química evidente entre sus dos protagonistas que redondean y completan la historia con su sola presencia. Un delicioso cuento agridulce, de una luminosidad seductora.
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37 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi perfecta hermana
Mi perfecta hermana (2015)
  • 6,1
    736
  • Suecia Sanna Lenken
  • Rebecka Josephson, Amy Diamond, Annika Hallin ...
5
Imperfecta insignificancia
Hay pocos desórdenes psicológicos más terribles y devastadores que la anorexia. Pareciera sencillo tratarla – la necesidad de alimentarnos es el fundamento de la vida y se nos antoja una querencia innata – pero es una de las adicciones más tremendas y contumaces que hay, ya que es de compleja identificación, difícil tratamiento y catastróficas consecuencias, ya que puede desembocar en la aniquilación del paciente y la destrucción de las relaciones familiares de sus allegados. Y el amor que tienes o muestras a tu ser querido no ayuda en nada a aliviar su situación. Renunciando a bucear en los orígenes del problema (donde no hay consenso ni entre los terapeutas, ni entre los médicos, ni entre los nutricionistas) esta cinta explora los terribles efectos de este drama íntimo.

Es innegable que la cinta rezuma verdad; hay una delicada mirada hacia todos sus personajes, destila ternura en su cuidado desarrollo, ofrece dotes de observación dignas de elogio, brinda una mirada amorosa hacia el problema y se detiene a explorar un tema que apenas se ha tratado antes en cine. Pero tampoco se puede negar que carece de interés, resulta prolija, deslavazada y premiosa, se dispersa en detalles fútiles y acaba siendo un ejercicio vacuo lleno de buenas intenciones y tediosos resultados. La importancia del asunto hubiese merecido mejor suerte y la simpatía que a priori despierta la calamidad expuesta se acaba diluyendo sin remisión.

Como en tantas ocasiones, no basta un punto de partida interesante para confeccionar una historia que se sostenga más allá de sus loables buenos propósitos iniciales. El tono fraternal y doméstico elegido es un acierto, pero la crónica acaba aburriendo por su falta de progresión y se estanca en un remanso plácido pero plano, dejando al espectador desatendido, como si la magnitud de la odisea hiciera olvidar a su directora y guionista que no es suficiente acertar en las tonalidades y claroscuros expuestos si fracasas en urdir un relato con el empaque y aplomo suficiente para acompañar durante todo el metraje a sus protagonistas. Nos quedamos como meros observadores, al margen y ajenos a los sucesos, y pese a la brevedad de la película, ésta se hace larga y tediosa.

Bien interpretada, sin graves errores ni desaciertos aberrantes, resulta insuficiente y desaprovechada. Se ve con indulgencia, renuncia a la compasión lacrimosa o al melodrama desaforado, pero acaba siendo insípida e insustancial y carente de empuje. Un intento fallido y estéril por salirse de lo trillado.
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14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Expediente Warren: El caso Enfield
Expediente Warren: El caso Enfield (2016)
  • 6,5
    24.279
  • Estados Unidos James Wan
  • Vera Farmiga, Patrick Wilson, Frances O'Connor ...
6
Caprichos de ultratumba
La turbiedad es fascinante. Y los fantasmas y su enigmática y atormentada presencia entre dos mundos – el más allá vedado al común de los mortales y el más acá, albergue de nuestros insomnios cotidianos – han dado origen a un sinfín de películas de muy variada factura, calidad y consistencia. Querer convencer de su inapelable existencia recurriendo a que estamos ante hechos reales – o más bien habría que decir: ante ocurrencias ciertas pero discutibles – es un despropósitos innecesario, ya que no añade ni quita nada a la verosimilitud y éxito de la ficción que se despliega con el afán de perturbarnos y desasosegar. Tratando de ser justos, se debe distinguir entre los logros alcanzados y las carencias que encontramos, con independencia de si confirman o no la existencia del maligno entre nosotros.

James Wan es un consumado especialista en crear climas tóxicos e intranquilizantes. Sabe transportar al espectador a un mundo lleno de peligros y acechanzas con maestría y mano firme, no sólo plagado de sustos y sorpresas, sino trufado de una atmósfera inquietante donde todo lo truculento parece posible y cualquier amenaza se vuelve tangible y turbadora. Juega con las premoniciones y expectativas más descabelladas, creando un microcosmos insalubre y viciado donde el horror encuentra su acomodo natural. Quizás sea ésta la mayor de sus virtudes: la ambientación truculenta y la atmósfera espectral que recrea a partir de elementos mínimos y cotidianos.

Pero también hay errores y deficiencias de bulto que devalúan el resultado. Un metraje excesivo que demora el desenlace y estanca el desarrollo de la historia, al recrearse en exceso con episodios adocenados y repetitivos en vez de optar por una sobriedad y contundencia formal que hubiese redundado en una mayor efectividad. Demasiado de lo mismo acaba por cansar y aburrir, por bien elaborado que esté. Y el tema de la casa encantada está muy visto y fatigado y adolece de convenciones simplistas que hacen parecer ridículo lo que pretende ser desconcertante o terrorífico. El catálogo de recursos y trucos desplegados es impresionante, pero nada novedoso, más cercano al parque temático florido que al relato fantástico que ansía. En general, menos es más. Y aquí hay desmesura.

La pareja protagonista funciona a la perfección. Su complicidad, compenetración y buenos propósitos proporcionan el anclaje indispensable y contrapunto necesario que realzan los desafueros y excesos presenciados. Sin ellos carecería de interés, pero su presencia consigue que todo nos importe, nos interese y nos seduzca. Son la clave del éxito. Pero en conjunto la propuesta decepciona porque es más de lo mismo, irreprochable pero rutinario, pura fórmula comercial.
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35 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos buenos tipos
Dos buenos tipos (2016)
  • 6,2
    23.321
  • Estados Unidos Shane Black
  • Russell Crowe, Ryan Gosling, Angourie Rice ...
7
Juguemos a divertirnos
El homenaje a veces linda con la parodia… o quizás es que no haya mejor homenaje que una buena parodia. Aquí nos encontramos con una jugosa apoteosis a la estética entre cutre y pachanguera de los años setenta, entre luces de neón y música disco, entre fiestas con piscina y sirenas travestidas, peinados campanudos y pelis porno que podrían aún llamarse con retintín cine alternativo o independiente, violencia algo caótica y amor paterno filial. Cóctel de muchos y variados ingredientes que se puede degustar a sorbos o ingerir de una vez y disfrutar del subidón alucinógeno que proporciona sin por ello sentirse del todo culpable. Experimentar con la química son ecos contraculturales de la década precedente con coletazos de nubes sonrosadas y conspiraciones paranoicas del establishment tipo Escándalo Watergate o similares…

Cine gamberro y sin complejos. Entretenimiento sin mala conciencia ni remordimientos. Puro divertimento chusco y bullanguero. Colores psicodélicos y sustancias psicotrópicas de variada índole. Una pareja dispar y ecléctica entre un joven detective privado pícaro – de cuestionables o inexistentes escrúpulos morales – y un matón fondón y resabiado – que no pasa su mejor momento profesional o quizás nunca lo tuvo – que tras un primer encontronazo algo desabrido acaban uniendo sus fuerzas en busca de una voluptuosa muchacha de rotundas curvas que quizás esté muerta o quizás guarde un secreto que convenga enterrar u ocultar, pero que en cualquier caso se convierte en un pretexto inmejorable para la desaforada trama de persecución, consecución y pérdida que se despliega ante nosotros de forma virtuosa y sin complejos, como las neumáticas mamellas de la estrella del porno que irrumpen en una nocturna y pacífica mansión suburbial.

Encontrar el tono adecuado es la premisa ineludible de tan arriesgada propuesta, comedia intrascendente que bebe del pop, del camp y del cine comercial basura de aquellos años que festeja sin rubor, cultura mugrienta con minúsculas pero de reconocibles raíces pachangueras que algunos recordamos como ecos de una infancia pretérita y soterrada que nos recrea aquellos luminosos años del neón color melocotón y sabor a limones o cocos del caribe frondoso. El ejercicio de nostalgia tiene que ser férreo y milimétrico o yerra la diana por completo. Y en este caso existe el acierto de unos diálogos ingeniosos, unos actores entregados, una estética insuperable y un mundillo rancio, sinuoso y resbaladizo del todo adorable.

Resuelto con solvencia, presentado con picardía, envuelto en celofán multicolor… Poco que objetar cuando el cine encuentra el equilibrio entre diversión y dispersión, entro locura y goce para ofrecer un suflé intrascendente pero entretenidísimo.
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44 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fatima
Fatima (2015)
  • 6,3
    927
  • Francia Philippe Faucon
  • Soria Zeroual, Zita Hanrot, Mehdi Senoussi ...
6
El lenguaje de la libertad
Agradable película sobre una mujer magrebí separada, con dos hijas adolescentes a su cargo y que se afana por salir adelante en un país del que apenas habla el idioma y que trabaja como limpiadora. Nada que objetar al planteamiento y a la ejecución, salvo que resulta demasiado previsible y simplona, como si la premisa tuviera fuerza suficiente como para justificar las dificultades y sinsabores que van encontrando a lo largo de su camino. Ella sabe que culturizarse es la única forma de mejorar el estatus propio y – sobre todo – el de sus hijas, por lo que se obstina en que estudien y traten de tener una ambición perseverante que las saque de sus aprietos económicos y sus limitadas oportunidades como mujeres inmigrantes.

Al guión le falta dramaturgia y elaboración. Sólo hay un bosquejo de ideas algo tópicas pero elocuentes (prejuicios étnicos, algún apunte sobre lo difícil que resulta dejar el opresivo mundo aldeano y tiquismiquis de sus orígenes, discriminación cotidiana, etc.) pero la historia es demasiado ingenua, insulsa y plana como para trascender su punto de partida o para servir de ilustración de toda una generación de inmigrantes que con buena voluntad tratan de integrarse en una sociedad que parece que les diera la espalda, cuando a veces son ellos mismos los que quieren vivir de espaldas a la sociedad de acogida en las que han acabado residiendo. Culpar a los demás de todos los fallos existentes, es no responsabilizarse de lo que uno mismo podría o debería hacer para salir adelante.

Concluir por sistema y de forma acrítica que preexiste una confabulación maliciosa para que los inmigrantes musulmanes fracasen en la asimilación es tan arbitrario y absurdo como creer en los extraterrestres o en que Elvis sigue vivo. Quizás los premios y atención – a todas luces inmerecidos – que ha recibido la cinta son más bien fruto de los atentados islamistas que han asolado Bélgica y Francia en los últimos tiempos, porque por sí misma esta pieza apenas descuella más allá de su correcta factura y sus loables altas miras. Pero esta historia de adversidad y superación ya la hemos visto antes, mejor contada y con más enjundia, por lo que resulta contraproducente destacarla como si fuera novedosa o relevante cuando apenas sobrepasa la corrección cordial. La delicadeza del relato resulta insulsa, si no fuera por la sugerente presencia de Soria Zeroual.

Pareciera que no alabarla sin reservas fuera deleznable y censurable racismo, cuando por encima de sus innegables buenas intenciones y acertado tono vindicativo en realidad no fuera tan banal y simplista. Necesaria pero insustancial.
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18 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trumbo. La lista negra de Hollywood
Trumbo. La lista negra de Hollywood (2015)
  • 7,0
    14.875
  • Estados Unidos Jay Roach
  • Bryan Cranston, Diane Lane, Helen Mirren ...
6
Bienintencionada irrelevancia
No basta con tener algo importante que decir. Dalton Trumbo se revolvería de disgusto y exasperación en su tumba si pudiera ver la insipidez de película que han confeccionado en torno a su calvario personal sobre sus afinidades comunistas durante la época en que tuvo prohibido escribir guiones (bajo su nombre) para Hollywood debido a sus opiniones políticas y a haber formado parte de la notoria lista negra cuanto la guerra fría entre las dos potencias hegemónicas campaba a sus anchas en aquellos oscuros años de propaganda desenfrenada y el patrioterismo de opereta. La libertad de expresión es un duro caballo de batalla y tener principios y comportarse de acuerdo a ellos tiene un precio que pocos han estado dispuestos a pagar.

Sin embargo, este interesante punto de partida queda diluido en una propuesta anodina y convencional que poco aporta más allá de recordarnos un relato ya sabido, trufarlo con algunos nombres de la industria con el objeto de dar lustre y empaque al conjunto (entre otros, Ronald Reagan, John Wayne, Edward G.Robinson, Sam Wood o Hedda Hopper) pero que adolece de una simpleza, tibieza y zafiedad en el guión y en la realización que no consiguen dotar en ningún momento de alma al conjunto, languideciendo todo su desarrollo entre largos parloteos doctrinarios, estériles enfrentamientos personales, feudos ideológicos diversos e historietas vindicativas de cualquier índole que nunca remontan el vuelo más allá de lo trillado, machacón y previsible. Es una pena que pese a sus buenos ingredientes y loables intenciones el resultado sea tan soso y esaborío.

Ganar durante los años cincuenta dos premios Oscar de la Academia – uno bajo un seudónimo, el otro sirviéndose de un amigo como tapadera – podría dar lugar a un relato lleno de pormenores picantes, entresijos mordaces y revelaciones satíricas, pero se queda en una amalgama morosa de reuniones, sermones, repeticiones y divagaciones que en nada iluminan la vida del biografiado y poco aportan al acervo común de los chascarrillos cáusticos de la farándula estrellada del firmamento. Juzgar desde la distancia del tiempo y con la perspectiva histórica actual una historia lamentable, sin apenas contextualizarla ni iluminar recovecos de la intimidad de aquellas gentes, acaba siendo un artefacto trucado que se asemeja más a una atildada tesis estudiantil que a un espectáculo del entretenimiento.

Plana, insulsa, afectada y banal. Se deja ver por la convincente interpretación de Bryan Cranston – que sin embargo resulta demasiado añoso para ser veraz – y por incluir a una luminosa Diane Lane en un papel decorativo. Nada más.
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31 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Green Room
Green Room (2015)
  • 6,1
    13.095
  • Estados Unidos Jeremy Saulnier
  • Patrick Stewart, Anton Yelchin, Imogen Poots ...
7
La violencia engendra violencia
Un proverbio chino dice: Si buscas venganza, prepara dos tumbas. No hay círculo más vicioso que el de la violencia. Es un laberinto sin salida, sin escapatoria, sin resolución. El torbellino que desencadena lo devora todo, no dejando títere con cabeza y arrasa con la convivencia e imposibilita el normal devenir de cualquier comunidad. Por ello es tan pernicioso el culto a la violencia, su idolatría, su idealización como fórmula para resolver conflictos o atolladeros y sólo consigue perpetuar el problema o las disensiones. Y existe en el cine una tendencia a utilizarla como espectáculo de entretenimiento, como si pudiera ser un pasatiempo inocente y vistoso – además de adictivo – dejando un mal sabor de boca perdurable porque su apología es deleznable e incluso su denuncia – ya sea con la ironía o el humor – es un arma de doble filo desasosegante.

Aquí tenemos un eficaz thriller gore que opta por la violencia como eje narrativo. Por una cadena de imprevistos e infortunios, una banda musical se encuentra retenida por un grupo de cabezas rapadas, sin aparente fuga posible, con una amenaza clara para su supervivencia. El peligro es incuestionable y si bien carecen de la información suficiente para prever lo que les va a pasar y cómo va a ocurrir, temen por sus vidas y deben hallar una salida a su aberrante situación en una contrarreloj frenética que les sitúa en clara desventaja numérica y de recursos. El meollo se desarrolla a lo largo de una noche infernal durante la cual deberán agudizar su ingenio e instinto de conservación si no quieren ser agua pasada o un cadáver anónimo extraviado.

La cinta funciona como un perfecto engranaje. No hay tiempos muertos, cada escena lleva a la siguiente sin tregua ni descanso y el clima de terror inminente está muy logrado. Existe una sensación de inseguridad constante, un agobio claustrofóbico casi insoportable y una alarma desazonadora que apresa al espectador. Pero la casi perfecta construcción dramática deja de lado una mayor elaboración de los personajes, que carecen de entidad y peso, que se confunden y parecen ser solo meros pretextos para servir de presas fáciles para este tiro al blanco abominable. Sólo Patrick Stewart consigue crear una figura devastadora e inquietante, quizás debido a su talento interpretativo y su portentosa voz, toda dulzura y admonición.

En definitiva, un vigoroso thriller de espanto y aniquilación, algo artificioso y vacuo, pero bien trabado y ejecutado. El fervor y solaz actual de asistir a matanzas sin cuartel es preocupante, pero esa es otra cuestión.
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62 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
El olivo
El olivo (2016)
  • 6,4
    10.634
  • España Icíar Bollaín
  • Anna Castillo, Javier Gutiérrez, Pep Ambròs ...
7
Raíces profundas y obviedades superficiales
Fábula sobre la pertenencia a la naturaleza, sobre el misterioso amor al terruño y los desbarajustes de las mentiras que se ve con agrado pero acaba sabiendo a poco por cierta ingenuidad del planteamiento y un desarrollo demasiado simplón y reduccionista que peca de candoroso y ñoño. Llena de buenas intenciones, su afán de prédica didáctica y su obsesión aleccionadora resulta algo cansino, ya que parece no avanzar pese a los miles de kilómetros recorridos en busca de un símbolo tan entrañable como desgastado, tan poderoso como extemporáneo y maniqueo. El querer abarcar demasiado acaba por pesar y aturdir, ya que cuando opta por las distancias cortas y lo intimista es creíble y cálida, pero cuando pretende erigirse en una parábola fundamentalista sobre las bondades del campo sobre el desarrollo económico acaba desbarrando y encadena tópicos trillados que devienen en amalgama empalagosa.

Lo mejor es cuando se decanta por la naturalidad, por la empatía cándida y sincera, al mostrar los vínculos insondables entre sus personajes. Entonces resulta creíble y amable, llena de verdad y hondura, repleta de pequeños detalles y guiños que configuran un microcosmos bien trabado y convincente. Pero al salir en busca de las raíces, pretendiendo construir un entramado talibán sobre las perversiones de la economía, sobre los abusos de las grandes empresas, sobre los excesos empresariales y corporativos, pierde fuelle porque parece un panfleto político y no una ficción. Es como si toda la autenticidad y simpatía que construye con esmero y mimo se diluyeran entre soflamas sectarias y arengas populistas. Quizás estemos de acuerdo con las concusiones que expone, pero pierde de vista que estamos ante un cuento que deja de serlo para convertirse en un discurso adocenado que no deja margen a la disidencia ni a la libertad.

Los bienes materiales son solo un medio para la subsistencia. Pero aquí se elevan a categoría mitificada de todo lo deleznable y vituperable. Lo cual no deja de ser un exceso de simplificación y demagogia que parece desconocer que toda herramienta no es sino un utensilio – y no un fin en sí mismo – que ayuda a alcanzar lo que se necesita y como tal es inocente en sí misma: depende del buen o mal uso que se le dé. Dos tercios de la cinta son excelentes al crear unos personajes llenos de simpatía – pese a su ceguera y obcecación – pero hacia el final descarrila al querer demostrar y reivindicar una premisa ideológica, convirtiéndose en un mero sermón doctrinario.

Interesante y sugerente, pero fallida. Descompensada e irregular, se queda por debajo de sus posibilidades.
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29 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corazón gigante
Corazón gigante (2015)
  • 7,0
    6.382
  • Islandia Dagur Kári
  • Gunnar Jónsson, Ilmur Kristjánsdóttir, Margrét Helga Jóhannsdóttir ...
7
La bondad hecha carne
Estamos demasiado acostumbrados a que todo lo que hacemos sea a cambio de algo – ser escuchados u obtener un beneficio, conseguir lo que deseamos, evitar lo que nos perturba o acariciar la alegría – que resulta un anacronismo museístico toparse con un personaje tan afable, tan bonachón y sin dobleces, tan ingenuo y lleno de humanidad que vaya por la vida sin un gramo de amargura, sin un ápice de rencor, ni de vindicación y restituya maldad o desplantes por generosidad y dulzura. Solemos denominar – desde una superioridad avezada y prejuiciosa – a ese tipo de personas como torpes, bobas, simples e infelices sin darnos cuenta todo lo que nos perdemos con tanto juicio estéril.

En apenas hora y media asistimos a la cotidianeidad de un personaje de tan sencillas características. Un cuarentón enmadrado, soltero y virgen, con un notorio sobrepeso corporal que le parece excluir del decurso normal de la vida, un marginado de la sociedad por su impericia vital, por su aparentes rarezas e insociabilidad, que se contenta con jugar con algún otro inadaptado a reproducir en maquetas puntillosas batallas ignotas de la segunda guerra mundial, amante del heavy metal, adicto a los programas radiofónicos nocturnos en los que hace sus excéntricas peticiones musicales, buen hijo, laborioso compañero de trabajo, propenso a que se rían de él y le gasten bromas pesadas porque todos saben que no se lo tomará a mal ni guardará resquemor alguno. Es la vida a fuego lento y sin sobresaltos.

Pero un imprevisto lo cambia todo. Una mujer dulce y depresiva, un ángel quebrado y sin alas para volar, un agridulce regalo del destino que le abre la vista, lo oxigena y zarandea, le hace entender que hay algo más que la rutina cotidiana, que existen la ilusión y los sueños, que alcanzamos el contento con pequeños proyectos ilusionantes, que podemos caminar con el objetivo de progresar y encontrar nuestro hueco en el mundo, nuestra razón de ser más allá de lo previsible y lo reglado. Estar abierto a lo súbito, a lo telúrico, nos hace renacer y emprender una vida nueva llena de sorpresas y satisfacciones. Seguiremos siendo poco convencionales, atípicos, pero habremos emprendido un viaje fecundo, una senda sin retorno que nos hace florecer, como si nos hubieran regado por primera vez…

Quizás sea una propuesta algo pastelera, inocente y minoritaria pero consigue conmover el corazón y enternecer con elementos mínimos al más insensible y resabiado. Y la emotiva interpretación de un inconmensurable Gunnar Jónsson nos hace reconciliarnos con toda la ternura humana y sus múltiples manifestaciones. Dichosos los cándidos porque nos vuelven humanos.
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34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
La bruja
La bruja (2015)
  • 6,2
    30.031
  • Estados Unidos Robert Eggers
  • Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie ...
4
Nigromancia descabellada
Carente de ambigüedad y de suspense, visualmente cuidada pero estéril, se supone un retrato fidedigno sobre las historias de brujería del siglo XVII, pero acaba siendo un fárrago insulso y pretencioso sobre aquellas obsesiones de hechicerías que lindan entre el fanatismo religioso y la superstición desbocada. Con poco encanto, con nulo encantamiento, con tantos tópicos estomagantes que produce vergüenza ajena por lo serio y forzado del empeño, contiene algunos mimbres reseñables al recuperar una época obsesiva y llena de embrujos y sortilegios fruto de la ignorancia y el envilecimiento de una población ignorante y mezquina. Pero todo combinado con tanta artificiosidad y poco arte que aburre hasta al más predispuesto.

Debido a un guión carente de cualquier atractivo, se va al traste un proyecto que contiene el embrión de algunas ideas interesantes pero que naufraga por su nula capacidad de sugerencia ni sugestión, por ser tan literal que impide cualquier equívoco insinuante y la hunden en el fango del despropósito atroz. La credulidad del espectador tiene un límite y aquí se rebasa con creces ante la perplejidad de una sala adormecida y fatigada por la sinrazón de cartón piedra que repele y repugna hasta al más candoroso. Al no saber incluir ni un ápice de incertidumbre, al no abrir la puerta a la duda o a la insinuación se adentra en las espesuras del espectáculo gratuito y trasnochado que se toma en serio y pierde de vista la complicidad del espectador del siglo XXI.

No basta con subrayar, al final, que la historia se basa en hechos reales o en cachos mal cosidos de fragmentos verídicos que pudieron ocurrir alguna vez hace ya siglos. Así no se crea ni una atmósfera ni se sostiene un relato ni se transmite un microcosmos tóxico y lacerante, sino que deviene en una sórdida amalgama de pedazos pretéritos mezclados sin gracia, sin lustre, sin convicción ni pasión. La cuidada fotografía que recrea la falta de luz natural y el tenebrismo social, moral y espiritual de su época, poco aporta cuando la construcción es tan rebuscada y explícita que no deja más lugar que el rechazo visceral. La pobreza y torpeza del cuento es penosa. Y la literalidad vergonzosa del desenlace resulta un sinsentido que echa por tierra los pocos logros alcanzados hasta entonces.

Prescindible. Aburrida. Árida. Anticuada. Anodina. Un prontuario de cómo malversar un punto de partida interesante y convertirlo en un revoltijo indigesto.
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132 de 230 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre perfecto
El hombre perfecto (2015)
  • 6,4
    3.796
  • Francia Yann Gozlan
  • Pierre Niney, Ana Girardot, Ludovic Berthillot ...
7
Monstruo literario
Nuestros sueños son azarosos e intrincados. Podemos desear la gloria (literaria o de cualquier otro tipo) y a veces no hay nada peor que alcanzar lo que ambicionamos, sea cual sea el atajo elegido. Aspirar a ser un escritor de fama es encomiable, crear con nuestras palabras un universo apabullante, perdurable y definitivo es un empeño digno de aplauso. Pero nuestra ambición puede truncarse en un camino de espinas, lleno de vericuetos insalvables que convierten nuestro afán en una bomba de relojería que nos puede estallar de forma inopinada y devastadora. Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos será el reino de los cielos…

Estamos ante un elegante y goloso thriller que bebe de las mejores fuentes imaginables (Patricia Highsmith, Claude Chabrol, Alfred Hitchcock…) pero que no siempre consigue mantener el tono fatídico y ominoso deseable por un exceso de dispersión tortuosa y ciertos quiebros narrativos algo ingenuos y postizos que si bien no dan al traste con la propuesta, están a punto de hacerla descarrilar. Pero el conjunto es muy satisfactorio y disfrutable al crear un ambiente de angustia muy logrado, donde el peligro de ser desenmascarado y expuesto, donde la inquietud y el desasosiego campan a sus anchas, donde la adinerada placidez de la burguesía ociosa se vuelve una amenaza constante e insidiosa. Bastan unos pocos personajes atractivos para crear un microcosmos del caos fatalista.

Quizás el punto débil sea un guión algo mecánico y no siempre bien trabado que fuerza situaciones rocambolescas y opta por amontonar infortunios y peligros sin caer en la cuenta que sugerir es más poderoso e inquietante que mostrar y que querer atar todos los cabos con pegamento puede hacer saltar las costuras a poco que reparemos en el artificio del castillo de naipes construido entre el ansia crédula y la urgencia por alcanzar las quimeras anheladas. Pero tampoco conviene ser puntillosos ya que toda película de género parte de unas premisas inamovibles que conviene reconocer y respetar, con el beneplácito de un público ávido de sangre y adversidades.

Lo mejor son los actores – sobre todo su pareja protagonista – que consiguen que nos creamos y nos importen todos los episodio que jalonan la trama. Deseamos que el granuja se salga con la suya, nos hace cómplices de sus tormentos y de su agitado nerviosismo y le exoneramos de cada error o traspiés, de cada crimen y transgresión que ejecuta como en un trance ingenuo adolescente fruto de su candor y buenas intenciones fallidas. Y el desenlace, tan alejado del previsible e inflacionario final feliz hollywoodiense, aporta un toque perverso meritorio.

Nada novedoso y, sin embargo, del todo deleitable.
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36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres recuerdos de mi juventud
Tres recuerdos de mi juventud (2015)
  • 6,2
    1.700
  • Francia Arnaud Desplechin
  • Mathieu Amalric, Quentin Dolmaire, Lou Roy-Lecollinet ...
5
Memorias y divagaciones
Hay películas que podemos calificar como ‘muy francesas’ sin tergiversar su contenido ni prejuzgar su calidad. Y, sin embargo, en este caso, todas las connotaciones y asociaciones que uno pueda hacer sobre la cultura gala – cierta ampulosidad literaria, el tomarse demasiado en serio y la convicción en su apabullante superioridad, la certeza en su trascendencia intrínseca, su exceso de sagacidad y artificio – acaban siendo ciertas en este caso y están a punto de ahogar una propuesta que desde parámetros más humildes, sin tanta afectación, sin tanto regodearse en su valía diferencial, podría haber dado lugar a una interesante cinta sobre la nostalgia adolescente, sobre los tiempo pasados, sobre la importancia del primer amor, sobre la frustración de la pérdida…

Pero estamos ante una acumulación de tópicos manidos – una diarrea verbosa que resulta cansina, largos parloteos a cámara que parecen una parodia de sí mismos, una voz en off que repite, subraya y señala lo que ya estamos viendo en pantalla – que lastran el conjunto y lo vuelven en un catálogo de cómo no se deberían de hacer las cosas si se pretende alcanzar un mínimo de complicidad por parte del espectador. Es una prueba de resistencia que se alarga durante dos premiosas horas sin ir a ninguna parte, sin crear una atmósfera de añoranza o melancolía digna de tal calificativo. Recordar lo que se perdió puede ser fuente de dolor, inspiración o desengaño, salvo que resulte una mera treta falsaria que nos pretende convencer de lo inexistente.

Además la película arranca como un falso policiaco (que se evapora, de repente, sin más), para luego ir encadenando retazos y fragmentos de un pasado que no se sabe muy bien qué efecto han tenido en el personaje central que los evoca a su conveniencia y libre asociación. Lo que vemos resulta arbitrario, lo que se nos hurta en la narración parece más interesante pero nunca lo sabremos con seguridad, los padres deambulan sin peso específico, las amistades vienen y van como trenes en la noche, el protagonista estudia antropología como podría haber practicado submarinismo o alpinismo o haberse dedicado a la física cuántica. Uno más de esos equívocos senderos que llevan a un callejón sin salida ante el cual el espectador no le queda más remedio que claudicar, impotente.

Hay un cierto discreto encanto en la historia intuida, pero es poco más una intención, una promesa de bondades por venir, que no acaban de materializarse nunca. Resulta extenuante y pretenciosa. Un obtuso intento fallido.
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38 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora sí, antes no
Ahora sí, antes no (2015)
  • 6,6
    2.325
  • Corea del Sur Hong Sang-soo
  • Jung Jae-young, Kim Min-hee, Youn Yuh-jung ...
2
Ni ahora, ni antes, ni nunca
¿No querías caldo? Pues toma dos tazas. Presenciamos el encuentro fortuito entre un cineasta y una pintora. Se gustan, se atraen, se cortejan, se demoran en diálogos eternos e insustanciales, se acercan y se alejan, se dilatan en el tiempo aunque saben que el tiempo es limitado y las posibilidades casi nulas, porque él habrá de volver a la capital y ella se quedará atrás en la ciudad en que se conocieron por azar del guionista. Todos los pormenores del galanteo torpe, fallido y obtuso apenas abarcan 24 horas. Podría haber dado lugar a una película interesante, pero nos encontramos ante un engendro repelente e infecto que se hace interminable y produce hastío, desinterés y apatía en el sufrido espectador que se revuelve asqueado en la butaca, sin saber si abandonar la sala de proyección o ciscarse en los críticos que creyeron ver una obra de arte y lo proclamaron sin pudor ni mala conciencia a los cuatro vientos.

Y tras una hora de proyección, asistimos a un posible desenlace… para volver a visionar la misma historia pero con toscas y arbitrarias variaciones. Las meteduras de pata se vuelven aciertos, la pantomima se vuelve farsa, el desamor se vuelve enajenación amorosa, el disparate se vuelve largometraje. La idéntica historia contada de dos formas diferentes (¿y por qué no tres, cuatro o más variaciones?) para suplicio y martirio del anonadado espectador que no da crédito ante tanto despropósito abusivo y veleidoso. Porque no es sólo que la trama carezca de todo interés, que los personajes resulten antipáticos e insoportables, sino que el estilo machaconamente plano, tedioso y largo del director se vuelve una refinada tortura incompetente. Los planos secuencia que jalonan el metraje son chatos y romos y se convierten en una galería de fotos fijas sin ritmo, sin garra, sin enjundia. La combinación caprichosa e inepta de planos fijos y zooms de diletante produce vergüenza ajena y hartazgo.

No hay sofisticación ninguna en el relato ni en la forma de darle ¿vida? Todo se desarrolla exangüe e irritante y se prolonga más allá de lo insufrible. Se puede divagar y filosofar sobre el significado último de la narración, de sus interpretaciones posibles, pero es tan sólo puro onanismo de cartón piedra revestido de falso oropel de trascendencia jactanciosa. Es la típica baratija de festival de cine que recibe el aplauso atronador de los sesudos críticos pedantes y encuentra el rechazo justificado del público, que ve lo que hay, es decir, que no se ofrece nada. Un pretencioso petardo fétido.
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53 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
La noche que mi madre mató a mi padre
La noche que mi madre mató a mi padre (2016)
  • 5,7
    5.381
  • España Inés París
  • Belén Rueda, Eduard Fernández, Diego Peretti ...
6
Jarana noctámbula entre farsa y vodevil
¿Dónde está la comedia española? ¿Para qué tanto drama, tanta congoja, tanta tragedia y tanta desmesura si a veces nos basta lo más sencillo e inmediato? Queremos reírnos, anhelamos reírnos, necesitamos reírnos. Pero qué difícil resulta toparse con los mimbres adecuados que nos permitan relajar el entrecejo y batir la mandíbula sin remordimientos ni contrariedad, dejándonos llevar por una propuesta impetuosa y bullanguera que nos reconcilie con los sinsabores cotidianos. Por ello bienvenida sea esta trapatiesta centelleante e irregular, llena de buenos momentos y otros desaprovechados, llena de estruendo, algarabía e intriga, colmada de maquinaciones y desafueros, ahíta de canapés y traspiés, de vivos, muertos y desconciertos.

Es una lástima que no acabe de cuajar del todo el proyecto, pero lo que hay resulta simpático y despierta la sonrisa – e incluso, a veces, la carcajada –y se agradece el intento por recuperar la comedia de enredo que parecía deportada del panorama patrio como si pesara una funesta condena sobre ella. Las virtudes de la cinta residen sobre todo en un elenco que está sembrado y abraza con convicción y entrega contagiosa el reto. Todos ellos están formidables en el ritmo, el gesto, la palabra y el lenguaje corporal, sin desfallecimiento alguno ni salida de tono. El engranaje actoral es soberbio y resulta todo un acierto el aire de sainete alocado que adopta, dotando de consistencia una trama demasiado sencilla y apenas desarrollada en un guión que no da la talla y se queda como mero armazón apenas bosquejado y anémico, que se queda corto para todo el gran talento histriónico desplegado.

Sobre todo es ese desacertado, indolente y lacio guión – demasiado endeble como para sostener tan ambicioso andamiaje – lo que acaba por lastrar el conjunto, aunque sin llegar a hacerlo descarrilar. Las situaciones están bien planteadas, pero faltan unos diálogos más chispeantes, unas escenas mejor trabajadas, una cierta capacidad de sorpresa que redondee el conjunto. Así la cadencia pasa de la irrupción volcánica al desconcierto atropellado o la abulia vacilante sin garra ni transición, produciéndose unas arritmias que no están bien resueltas ni enlazadas. El espectador espera y desea que la siguiente escena redima y supere a la anterior, pero es una promesa vana y yerma que se queda insatisfecha.

Pero gracias al excelente reparto y a algunos momentos logrados que parecen salvar las flaquezas recurrentes, la propuesta se ve con agrado. Explota una vena cómica, fresca y licenciosa que echábamos en falta y resulta encantadora y con duende.
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39 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
El caso Fritz Bauer
El caso Fritz Bauer (2015)
  • 6,3
    2.160
  • Alemania Lars Kraume
  • Burghart Klaußner, Ronald Zehrfeld, Dani Levy ...
7
La invisible sutileza del bien
¿Quién conoce a Fritz Bauer? Sin embargo, casi nadie debería de ignorar quién fue y qué hizo el nazi Adolf Eichmann. Sobre éste último, la filósofa y politóloga Hannah Arendt redactó una crónica del ponzoñoso “proceso Eichmann” donde acuñó su famosa expresión – que hizo fortuna y ha quedado para la posteridad – de la ‘banalidad del mal’, para referirse al funesto horror de los miles de mediocres y eficientes funcionarios que contribuyeron a perfeccionar la maquinaria de matar que acabó siendo el siniestro sistema de campos de exterminio ideado con el fin de liquidar de forma eficaz a cuantos más judíos mejor.

Pero estoy divagando y perdiendo el foco. Todo aquel proceso tuvo lugar en 1961 y ahora nos encontramos casi un lustro antes, en la Alemania Federal aún en consolidación, cuando se dudaba incluso de que Eichmann estuviera vivo y de estarlo, se desconocía dónde poderle prender. Aunque –ahora lo sabemos – hubiera encontrado su amable refugio, asilo y amparo (como tantos otros nazis) bajo la frondosa sombra del ominoso peronismo argentino. Pero saltar en el tiempo es perder de vista lo esencial: estamos ante el pormenorizado retrato de un afanoso fiscal general del estado de Hessen (RFA) que se había propuesto como una prioridad al regresar a su amada Alemania, en llevar ante la justicia, por sus propios compatriotas, a algunos de los máximos criminales nazis que permanecían huidos e ilocalizables. Admirable esfuerzo que encontraba reticencias pasivas, resistencias activas y suspicacias infranqueables en una sociedad que aún se lamía sus purulentas heridas de guerra.

Es el retrato y relato de un hombre justo, sabio, de un buen hombre que supo nadar contracorriente y mantener su rumbo, su constancia, su esfuerzo en un empeño ingrato y que iba contra la facilidad viral de olvidar, superar y perdonar aquellos atroces años y aquellos inconcebibles crímenes que aniquilaron a millones de individuos y casi finiquitó la fértil presencia judía en Europa. Es el contraste, el contrapunto fecundo a la banalidad del mal, es la eficiencia germánica al servicio del provecho comunitario, del bienestar social, de la salud espiritual, de la expiación de una culpa abominable que sólo se sana con arrepentimiento y dolor sincero. Lo simbólico es a veces imprescindible cuando se quiere hacer justicia: Alemania persiguiendo y condenando a alemanes, ese era el camino.

Película seca, con algún error de reparto, descuidada visualmente y algo torpe en ciertos recovecos de su trama, sin embargo acierta en lo esencial: el valor moral de persistir en lo que es justo y necesario y hacerlo de frente, con valentía, pasión y convicción. Un acierto.
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50 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
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