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Voto de antonalva:
2
Drama. Romance Un director de cine independiente está de visita en la ciudad de Sueño, donde se proyecta una película suya, y dando un paseo en un palacio se encuentra con una joven pintora. A partir de ese instante, las cosas empezarán a cambiar. (FILMAFFINITY)
8 de mayo de 2016
53 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿No querías caldo? Pues toma dos tazas. Presenciamos el encuentro fortuito entre un cineasta y una pintora. Se gustan, se atraen, se cortejan, se demoran en diálogos eternos e insustanciales, se acercan y se alejan, se dilatan en el tiempo aunque saben que el tiempo es limitado y las posibilidades casi nulas, porque él habrá de volver a la capital y ella se quedará atrás en la ciudad en que se conocieron por azar del guionista. Todos los pormenores del galanteo torpe, fallido y obtuso apenas abarcan 24 horas. Podría haber dado lugar a una película interesante, pero nos encontramos ante un engendro repelente e infecto que se hace interminable y produce hastío, desinterés y apatía en el sufrido espectador que se revuelve asqueado en la butaca, sin saber si abandonar la sala de proyección o ciscarse en los críticos que creyeron ver una obra de arte y lo proclamaron sin pudor ni mala conciencia a los cuatro vientos.

Y tras una hora de proyección, asistimos a un posible desenlace… para volver a visionar la misma historia pero con toscas y arbitrarias variaciones. Las meteduras de pata se vuelven aciertos, la pantomima se vuelve farsa, el desamor se vuelve enajenación amorosa, el disparate se vuelve largometraje. La idéntica historia contada de dos formas diferentes (¿y por qué no tres, cuatro o más variaciones?) para suplicio y martirio del anonadado espectador que no da crédito ante tanto despropósito abusivo y veleidoso. Porque no es sólo que la trama carezca de todo interés, que los personajes resulten antipáticos e insoportables, sino que el estilo machaconamente plano, tedioso y largo del director se vuelve una refinada tortura incompetente. Los planos secuencia que jalonan el metraje son chatos y romos y se convierten en una galería de fotos fijas sin ritmo, sin garra, sin enjundia. La combinación caprichosa e inepta de planos fijos y zooms de diletante produce vergüenza ajena y hartazgo.

No hay sofisticación ninguna en el relato ni en la forma de darle ¿vida? Todo se desarrolla exangüe e irritante y se prolonga más allá de lo insufrible. Se puede divagar y filosofar sobre el significado último de la narración, de sus interpretaciones posibles, pero es tan sólo puro onanismo de cartón piedra revestido de falso oropel de trascendencia jactanciosa. Es la típica baratija de festival de cine que recibe el aplauso atronador de los sesudos críticos pedantes y encuentra el rechazo justificado del público, que ve lo que hay, es decir, que no se ofrece nada. Un pretencioso petardo fétido.
antonalva
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