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283 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
5
De estilos pictóricos y sus mentiras
El inicio de Gran Hotel Budapest es ejemplar, como bien nos tiene acostumbrados el director, pero la historia del conserje seductor de octogenarias y su inefable ayudante Zero Moustafa, se acaba deshilachando entre tanta licencia estética y parentésis narrativo. El robo del cuadro renacentista que llevan a cabo ambos es un mcguffin para realizar un modélico ejercicio de dirección y estilo. Y, ya de paso, encadenar un carrusel de cameos planos, incluido el de Bill Murray, que aparece los 30 segundos de rigor para poder poner su cara en el cartel.

Wes Anderson es un preciosista como hay pocos eso sí. Cada plano del film compone un lienzo que bien podría adornar cualquier chimenea. La disposición de los elementos es matemática y refleja un gusto por la estética a la vez que reafirma un universo muy personal. Sin embargo Anderson, a parte de preciosista es manierista, y acaba esforzándose tanto en mantener la pose que se acaba olvidando lo que quería contar. Hace presos a los actores y los avoca a la mueca y el esperpento, obligándolos a mantenerse siempre en la superficie del personaje, sin apenas matiz ni cambio de registro. ¿Para qué? La cámara ya hará el resto. Pero en esta ocasión la cámara trata igual las secuencias emocionales que las de acción, donde el director se desgañita gritando referencias y tributos, anteponiendo siempre su gusto personal a la coherencia de la historia. Y cada vez que lo hace, se aleja un poco más de su tesis inicial, de sus personajes y del espectador, creando un tète a tète en el que, o estás en su onda, o estás perdido. Soy consciente que estoy en inferioridad, que formo parte de esa repudiada minoría que estaría más a gusto viendo a Anderson pintando bodegones que expresando emociones. Y disfrutaría de verdad, porque al director de Fantastic Mr.Fox talento no le falta.

Después de tantas películas ya me ha quedado claro el universo del director, conozco sus fetiches y sus fobias, tengo su estilo bien asimilado. Pero sigo esperando a que algún día trascienda, que vaya más allá y que, por una vez, se acerque a la verdad de lo que quiere contar.
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386 de 557 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La fiesta de la nostalgia
Wes Anderson es uno de los grandes estetas de ese cine independiente americano que felizmente surge al margen de los cánones establecidos, explotando en la pantalla como un oleaje de libertad. Plato no de todos los gustos, sus cintas son oasis creativos amados por la crítica desde que su nombre adquiriera notoriedad con 'Academia Rushmore' ('Rushmore', 1998). En el caso del público, siempre ha existido una mayor divergencia de opinión, aunque bien es cierto que sus últimas películas han encontrado más fácilmente la senda hacia la empatía y la complicidad del espectador. Sea como fuere, 'El gran hotel Budapest', la primera gran película de 2014, no nace para ganar seguidores sino para sumar un nuevo miembro a la insólita familia que compone la filmografía del director texano, es decir, ofreciendo una pieza única para alegría y gozo de sus (muchos) fans. Dicho de otro modo, es un regalo.

El mundo de Wes Anderson abre sus puertas una vez más, exuberante en sus formas y excéntrico en sus modos, como cabría esperar. Sus últimas películas, y más concretamente la que nos ocupa, sirven como una fantástica exploración de ese propio pequeño gran universo que ansía por encima de todo ser descubierto y conquistado. Para ello nos cuenta una historia a modo de gran flashback (que acude a diversas épocas y formatos de imagen en su tramo inicial) que gira en torno a un cuadro valiosísimo y la fortuna de una señora cuyo testamento levantará ampollas en el seno de una peculiar (y peligrosa) familia, que hará cuanto esté en su mano (o en las de otros) para recuperar la obra. El enredo, el más puro y elegante disparate y el vértigo de la aventura y el humor se darán la mano en un extraño, imprevisible e impagable torrente de acontecimientos. Todo ello vertido en el contexto de una guerra inminente que se cierne sobre los personajes que no habría imaginado mejor Ibáñez, hilado como si de un tebeo de 'Mortadelo y Filemón' se tratara. Por supuesto, es una aventura coral, como la propia película, atiborrada de personajes que van y vienen, que viven y dejan de vivir, donde conviven multitud de rincones que, como el hotel del título, deparan sorpresas incesantes y aseguran una estancia memorable y ampliamente confortable.

Hay diversos aspectos que distinguen, por encima de cualquier otro, a las películas de Wes Anderson, a saber: el reparto, la estética y el humor. Vayamos por partes. 'El gran hotel Budapest' supone una nueva cinta coral, con unos pocos personajes principales (estupendos Ralph Fiennes y un debutante y muy proactivo Tony Revolori) y otros muchos que van apareciendo a lo largo del metraje. En ocasiones más cerca del cameo (Bill Murray) pero todos con momentos de lucimiento y maravillosa hilaridad, cada actor y actriz ayuda a que la experiencia sea del todo satisfactoria y magnética, absolutamente entregados a la causa andersoniana. Si ellos disfrutan, tú lo harás. Willem Dafoe o Adrien Brody, por ejemplo, son para darles de comer aparte. El reparto, en estado de gracia y gustosísimo de contemplar, se mueve a través de una dirección artística exquisita, cuyo gusto por el detalle raya lo enfermizo, todo ello bajo una fotografía deliciosa de tonos a menudo cálidos, que le hacen a uno estar como en casa (como en casa de Mr. Anderson, se entiende). A esta propuesta visual maravillosa y colorista (siguiendo la estela de la magnífica 'Moonrise Kingdom' -2012-) se le añade una fascinante utilización del encuadre y unos movimientos de cámara que quitan el hipo. Por último, hablar del humor del cine de su director se antoja quizá más espinoso, pues muchos lo llaman rápidamente esquinado, aunque un servidor prefiere definirlo como diferente, atrevido. Alcanza, eso sí, una gran eficacia en esta película, quizá la más accesible (aunque igual e insobornablemente personal) de su carrera. La banda sonora, elemento que tampoco olvida su director en sus trabajos, corre a cargo de uno de los genios musicales más escondidos de los últimos tiempos, Alexandre Desplat, y funciona a la perfección. Todo junto, pero no revuelto, convierte el visionado del film en una experiencia deliciosa.

Al estar narrada en flashback, lo mostrado adquiere los tonos del recuerdo que guarda el protagonista o, al menos, de cómo quiere contarlo. Su historia nace desde una mirada tierna y nostálgica que deviene en una profunda melancolía. En la película coexisten luces, sombras y colores como en la propia vida, y al final la sensación que deja es la de la necesidad inherente del ser humano de sentir nostalgia y perderse a veces en ella. Porque 'El gran hotel Budapest' es, en última instancia, y como nos muestran sus planos finales, una celebración de la memoria y el recuerdo, un puro y limpio ejercicio de nostalgia sobre la aventura de crecer y madurar (como era 'Life aquatic' -2004-) y también sobre la aventura de enamorarse (como lo es su anterior 'Moonrise Kingdom'). Su cine parece salido de la mente de un niño y esa inocencia (profundamente madura) guía sus pasos hacia largometrajes como éste, cada vez más esteticistas, pero más emotivos, donde su preciosismo está al servicio del corazón, y nunca al revés.

Humanista, vitalista y benéfica, 'El gran hotel Budapest' prolonga el discurso autoral de Wes Anderson, al tiempo que contribuye a mantener su universo puro e intachable, provocando de manera irressitible la necesidad de regresar a él. Uno lamenta que no se estrenen más películas así cada año.

http://www.asgeeks.es/movies/critica-de-el-gran-hotel-budapest-la-fiesta-de-la-nostalgia/
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187 de 229 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Aire de nobleza
En “El Gran Hotel Budapest” hay una escena que el espectador sabe cómo va a terminar desde el principio; en ella, un hombre sigue a otro para matarlo por las calles de la ciudad. La víctima huye arbitrariamente hacia el gran museo que será su ratonera, en donde tiene lugar una persecución absurda cuyo protagonista es el propio escenario (secuencia que me recuerda a otra parecida de “Cortina rasgada”). ¿Por qué tanto sin sentido? ¿Por puro capricho del narrador? ¿Porque es un gran escenario para un crimen, nada más? Me inclino claramente por el sí: una monumental broma pesada sin duda, como toda la película –ya se darán cuenta los que la vean- que va ensartando disparates argumentales sin descanso. ¿Hay que tomársela en serio?

Creo que depende. Si me preguntan a mí, diría que intenten ser justos con “El Gran Hotel Budapest”; es la historia que narra un viejo, que escribe otro viejo, que lee una joven y que finalmente nos llega a nosotros al final de la cadena. Mirada en conjunto desde uno de los extremos, como digo, es una burla. Vista desde el otro extremo, es el colmo de la coherencia.

Una primera clave hay que buscarla en la manera en que está contada, la forma en que está traducida a imágenes.

“El Gran Hotel Budapest” es, quizás más que cualquier otra cosa, un homenaje a las historias, a los que saben contarlas, a los que saben escucharlas, a los que las protagonizan, a sus escenarios, a todo lo que ya no existe salvo en la memoria de los que han vivido en esas historias y, sobre todo, a los que las imaginan sin haberlas vivido porque alguien se las transmitió para que fuesen suyas para siempre. Es, de manera coherente, una experiencia visual pura y lo es porque de las historias bien contadas no surgen reflexiones ni discursos, sino imágenes y aromas.

Y en ese territorio está película no tiene rival. Está contada acudiendo a un formalismo extremo, geométrico, lleno de planos estáticos y movimientos milimétricos cosidos con increíble mimo entre sí; cada composición es autosuficiente y hermosa en sí misma, pero encadena a la siguiente con fluidez. Son las imágenes que toda historia bien contada nos deja.

¿Va esto hacia algún lado o es un simple experimento formalista? “El Gran Hotel Budapest” nos recuerda que entre la Causalidad de la Historia y la casualidad de la historia hay un abismo…, muy pequeño, que un buen contador de historias debe convertir en escenario de juego y diversión sin suprimirlo del todo: sólo debe difuminarlo. En ese margen mínimo, que un personaje se deje atrapar estúpidamente en un maravilloso museo vacío responde a la misma lógica que la escena de la avioneta de “Con la muerte en los talones”, la de marcar un territorio de superioridad del contador de la historia sobre sus personajes y sobre sus espectadores; si la soberanía absoluta del autor impone una lógica que le pertenece a él, el instrumento que utiliza aquí para derrotar a los personajes y a nosotros mismos es el humor. Creo que si el espectador no se ríe desde el primer chiste, “El Gran Hotel Budapest” le parecerá una indignante tomadura de pelo y el personaje del museo morirá en vano, así de frágil es esta película.
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122 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Para disfrutar
Es una comedia de Wes Anderson. Que no es lo mismo que una comedia cualquiera. Es una película con sello de autor, que no podría ser de ningún otro. Personalmente, diría que es una comedia de sonrisa más que de risas. Pero es divertida a rabiar. Quizá no sea de carcajadas (para mí no lo es) pero es muy divertida, entretenida, de sonrisa casi perenne.

Estamos ante un espectáculo. Algo que mantiene a los sentidos ocupados durante todo el metraje. Es un espectáculo sensorial, una fiesta de colores, música e imágenes vertiginosas. Como digo, puro espectáculo.

Basada en los libros de Stefan Zweig, se nota en la manera de exponer el escenario en que se desarrolla la película. La Europa de los años 30 tantas veces retratada por Zweig con tanta destreza es el paisaje en el que sitúa Anderson a los personajes de su historia. La Europa de aquella época, tan misteriosa como hermosa, con sus hoteles lujosos, sus delicadas pastelerías, aquellos perfumes franceses, esos trenes de vapor que podían ser asaltados en cualquier momento por la policía alemana…

“El Gran Hotel Budapest” nos retrotrae inevitablemente al cine de animación, a las maquetas, a los decorados rimbombantes. Parece una película de dibujos animados interpretada por personas. Recuerda bastante al cine de Charlot o Buster Keaton, pero esta vez en color. Qué digo en color, el una borrachera de colores. No sabemos como serían aquellas películas de cine mudo si se hubieran hecho con los medios actuales, pero supongo que se parecerían bastante a ésta.

Como en los dibujos animados, aquí también se desdramatizan las situaciones por muy graves que parezcan. La segunda guerra mundial tratada de un modo trivial, desprovista de cualquier atisbo de circunspección. La guerra, la muerte, en esta película se ven con una sonrisa, nada impresiona. Si alguien tira un gatito por la ventana y lo estampa contra el suelo de la calle, no produce ningún mal sentimiento, al contrario, mueve a la risa. Todo lo malo que pasa lo vemos con ojos infantiles, como cuando ves dibujos animados donde todo es reversible. Como en los sueños, donde todo lo malo que pasa se puede solucionar solo con despertarte. Como en los juegos, que por mal que acaben, siempre puedes volver a empezar.

Wes Anderson vuelve a hacer una película con su habitual fórmula. Tiene derecho a hacerlo y además lo hace muy bien. Nos vuelve a introducir en su mundo preciosista, y vuelve a poner los aspectos formales muy por encima del fondo. En su afán por impresionar, se recrea tanto en la estética exterior que pierde de vista la esencia de la narración. Esto hace que la película sea una delicia para los sentidos pero que no alimente el alma. Los personajes carecen de profundidad porque están al servicio de lo principal, que es la parte visual. Esto es habitual en las películas de Anderson, aunque debo decir que en esta ocasión los personajes dejan trascender una cierta ternura, y hay un tono general melancólico en la película respecto a aquella vieja Europa.

Esta profunda sensación de melancolía viene producida en parte por la música. Una vez más, para mi gozo, la música vuelve a correr a cargo de Alexandre Desplat (últimamente siempre está presente en las películas que veo) y su intervención engrandece la película. El elemento musical funciona a la perfección en la película y corrobora mi impresión de que Desplat es un genio en eso de añadir música a las imágenes.

Y si la música es exquisitamente bella, la parte visual no va a la zaga. Los habituales ejercicios estéticos de Wes Anderson se superan más aún si cabe en este film. Deslumbran esos colores del hotel, rojo intensísimo, violetas, rosas. Esas imágenes de los Alpes nevados donde el blanco y los tonos azulados del anochecer componen un cuadro admirable. Y no son sólo los colores, claro, son los fantásticos movimientos de cámara y la excelente utilización del encuadre, es la multitud de cuidadísimos detalles y el ostentoso diseño de producción lo que hace que, todo junto, componga una maravillosa coreografía estética que no está al alcance de cualquiera y que es imposible no admirar.

El reparto es grandioso, aunque también forma parte de la pretenciosidad de Anderson, ya que hay algunos grandes actores que aparecen casi testimonialmente y que apenas sirven para engordar la lista de grandes nombres de intérpretes de la película, como por ejemplo Bill Murray, que apenas aparece durante unos segundos. El resto, junto a los dos protagonistas (Fiennes y Revolori), grandes nombres como F. Murray Abraham, Adrien Brody, Edward Norton, Harvey Keitel (irreconocible), Jude Law, Willem Dafoe o Jeff Goldblum. Como veis, todo en esta película es exceso y derroche.

De todas las películas que he visto de Wes Anderson, me quedo con ésta. Me lo he pasado bien, y, a estas alturas, empiezo a admirar sus virtudes y a soportar sus defectos. Sin duda vuelve a ser excesivamente excéntrico y camina moviéndose peligrosamente entre la genialidad y la patochada, pero, a mi juicio, esta vez gana la parte buena.
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92 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El gran hotel Budapest
Decepción, que desagradable el uso de esa palabra; que inevitable su acepción en alguna ocasión. Comicidad no palpable, diversión no sentida, risa sobre el papel con grave daño ejecutada, diálogos con gracia que se desvanecen instantáneamente tras una leve sonrisa, poca chispa-nada de llama para un fuego que se pretendía fructuoso en potencia y que rápidamente ha sido apagado. Actores con nombre y experiencia, una estética cuidada y fantásticamente dibujada, una presentación de ensueño, pura fantasía salida de un cuento..., elementos magníficos a tu alcance que no logran absorber tu espíritu; un Charlot descafeinado que ni cautiva tu esencia ni emociona tu alma. En esta clase de películas es donde mayor separación existe entre lo escrito por la prensa y lo sentido por el público; y sin desdeñar un ápice de todos los halagos recibidos en palabras sobre el papel, de nada me sirve sí, sólo soy capaz de apreciarlo visualmente, dentro de una reflexión racional y meditada pero, en ningún caso, emocional o espontánea. Leer un cuento de fantasía y no soñar, observar una fotografía fantástica producto de una imaginación maravillosa y no maravillarse con la misma intensidad, diálogos inteligentes con gran perspicacia oculta y no captar su ironía ni su pretendida acentuada dicción...,relación imposible de establecer por mucha voluntad y ganas que se ponga en ello; sólo cabe admitir que, ante las grandes perspectivas creadas, la ilusión y esperanza inicial con la que acudes al cine, éstas han ido desvaneciéndose poco a poco, simultáneamente, con una desagradable lentitud que resulta casi imposible de parar, ardua tarea a evitar pues, en conjunto, admiro el gran trabajo realizado, el esfuerzo de una mente rica y prodigiosa que ofrece un producto diferente pero éste no ha logrado ni cautivarme ni hechizarme ni fascinarme ni...,por tanto, qué hago ante este sentimiento sino sentir una desdeñable y no-querida decepción? Enhorabuena si no perteneces a este grupo y has logrado salir contento y satisfecho de su visión; ese era mi objetivo inicial!!!

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
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87 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Sobrevalorada
Al terminar la película, se encienden las luces, y una sala a rebosar se despereza en medio de un inmenso e incómodo silencio como no había presenciado nunca. No era lo esperado. Tanta crítica alabándola no le hizo ningún bien y el espectador se espera una película redonda.
Wes se recrea en jardines ya cultivados, donde el se encuentra a gusto, pero el espectador pide variedad de flores y ambientes.
Personajes planos, escenas muy teatrales, historia amplificada sin mucho interés y música saltarina y a veces contundente para que no te duermas.
Vosotros sabréis. Yo no la recomiendo. Y me encantaron los Tenembaus.
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75 de 114 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Otra decepción
Fui a ver esta película con grandes expectativas por la alta calificación que aquí tiene y porque me daba buen rollo. Y la cosa empezó bien: la película se desarrollaba en localizaciones y decorados evocadores (aunque un poco obvios de más), y se planteaba en tono de farsa, con aspiraciones de humor inteligente, surrealista y romántico; como a medio camino entre Charlot y Delicatessen (la película francesa de Jeunet y Caro).
Pero pasado un tercio del metraje empezó a perder gracia, originalidad e interés. El discurso del conserje protagonista se fue haciendo repetitivo y cansino, y la simpática y sugerente expresividad del botones se fue desinflando, a medida que el guión parecía perderse entre lugares comunes y escenas que parecían ya vistas en el cine (pero mejores). Incluso la música terminó resultando machacona y molesta en su animoso acompañamiento de las escenas de acción. Nada que ver con Charlot o Delicatessen, y mucho menos con Stefan Zweig, a quien se tiene el morro de citar como inspirador en los títulos finales.
Por lo demás la película no te saca del cine. Se ve. Tiene atractivo visual (con más pretensiones que logros originales), un buen arranque y buenos momentos. Pero nada más.
Esperaba algo mucho mejor. Otra decepción. A ver si voy a ser yo.
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54 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El gran placer del buen Cine
"El gran hotel Budapest" es quizá la película más equilibrada de Wes Anderson, una en la que la comedia y el drama encajan perfectamente para construir algo excepcional. El realizador, uno de los más grandes de las últimas dos décadas, construye una hermosa historia de amistad como hacía tiempo que no se veía, revistiéndola de un ejercicio de nostalgia por y para el placer de cualquiera que se acerque a ella. Todo esto lo hace en poco más de hora y media, apelando a su universo único e intransferible, si bien (quizá porque tengo recientes varias de sus películas) me haya hecho recordar un poco a Aki Kaurismaki (ese uso del color, el sentido del humor). También puede ser -argumentalmente- la literalización del principio básico de Hitchcock, con un falso culpable del que conocemos toda la información y en torno al cual gira la narración. En cualquier caso, funciona como ejercicio estilístico en primer nivel y como artefacto emocional, inmediatamente después.

La voluntad de Anderson del cambio de formato de imagen dependiendo de la época en la que transcurra la historia puede tener algo de caprichoso al principio, pero adquiere total coherencia cuando se analiza un poco la forma en que ha rodado la película, forzando la simetría de sus imágenes para crear algo casi mágico, una fábula que hace parecer fácil lo difícil. La composición de los planos es extraordinaria y no creo equivocarme al decir que es la película más bella (en este sentido) que he visto en varios años. Simplemente, es un puro placer. Todo esto es indivisible de las melodías que Alexandre Desplat ha compuesto para el film, que no sólo encajan de forma perfecta con la imagen sino que casi parecieran ir a su propio ritmo. De todas las colaboraciones entre el músico y el director, diría que esta es la que más lejos ha llegado a todos los niveles.

"El gran hotel Budapest" es más que una dirección brillante y una música excepcional; también es una historia enternecedora levantada por un reparto en estado de gracia. Anderson siempre ha sacado petróleo de sus actores, pero lo que hace Ralph Fiennes está muy por encima de algo tan maleable como los premios Oscar. Tampoco está mal el recién llegado Tony Revolori, pero es que -Fiennes al margen- no destaca nadie por encima del resto. Todos son magníficos y (además) se nota que han trabajado previamente con el realizador por la forma en que abordan sin complejos ni tics aparentes aquello para lo que han sido elegidos. Dafoe, por ejemplo, parece sacado de un cartoon clásico de Hanna Barbera. Si además de todo lo anterior (¿he dicho ya lo divertida que es? pero no de carcajada gratuita, no, divertida de verdad) se le suma que tiene algunas escenas que pasan al imaginario de lo mejor que ha dado Wes Anderson (esa huída de la cárcel, maravillosa) no queda otra que rendirse al (raro) talento de su realizador y aplaudir su nueva joya, que no tendrá dificultades para mantenerse entre lo mejor del año.
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42 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Creo que he visto otra película....
No salgo de mi asombro. un 7,4 de nota media en filmaffinity, 15 críticas buenas incluyendo todo tipo de adjetivos positivos, y, para mi, El Gran Hotel Budapest es una película mala. Pero mala de verdad. En ningún momento sabe enganchar al espectador, los diálogos son bastante pobres, los personajes no paran de moverse hacia ningún lugar. Dura poco más de hora y media y tanto yo como mis acompañantes no dejábamos de mirar el reloj para ver si se terminaba ya este tormento.

Me gustaría saber cuanto dinero han cobrado Harvey Keitel u Owen Wilson por 3 minutos de actuación.... En fin, a lo mejor es que no entiendo de cine, pero para un espectador del montón como yo, esta película no es ni divertida, ni entretenida ni nada
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43 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
El Gran Hotel: La gran estafa
Hacia bastante tiempo que no salía de un cine con la sensación de que me habían tomado el pelo. Esta película es un bodrio. No puedo entender todas esas críticas tan laudatorias que la preceden. Lo único a destacar es la fotografía y algunas imágenes excelentes.

El argumento, por llamarlo de alguna manera pues es casi inexistente, es una sucesión de situaciones estúpidas carentes del menor interés, inconexas entre sí, con frases hechas sin contenido. Ni hay ternura, ni parodia, ni humor. Todo es una sarta de estupideces y vacuidades. El pretendido surrealismo de las escenas carece de fuerza dada la estupidez de la trama, lo aburrido y reiterativo del guión. El carrusel de actores famosos da la sensación de servir para diversión de ellos mismos ante la perplejidad y aburrimiento del espectador.

Pero lo que mas me ha molestado ha sido la continua referencia, tanto de su publicidad, declaraciones del director, como en los créditos al final de la misma, al escritor austriaco Stefan Zweig. Utilizar su nombre para engrandecer este film es un despropósito. la obra de Zweig es seria, profunda y llena de contenido. Sus descripciones de ambientes de Europa antes y después de la Gran Guerra son memorables. Muy al contrario que la sarta de trivialidades de esta película. Si lo que se pretende es evocar el mundo de Zweig, el dislate es mayúsculo, pues tanto la Centro Europa de principios de siglo XX como de entre-guerras, queda escualidamente retratada por el director. Otros filmes con menos pretensiones me vienen a la memoria donde esto se ha conseguido.

En conclusión, el Gran Hotel Budapest es un gran timo de los realizadores de este film hacia el espectador.
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104 de 184 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Una mierda con colonia
Lo se, lo reconozco. Entiendo que si no me ha gustado "El gran hotel Budapest" significa que mi gusto por el buen cine nulo. Pues no! no me gusto. No me gusto ni un poquito siquiera. Ojala me hubiera gustado y así me podría codear anchote con el resto de culturetas que le dan esas (a mi parecer) infladas puntuaciones a este esperpento de película, repito, a mi parecer.
Me estoy acojonando, si, acojonando. Últimamente se están poniendo de moda las peliculas en las que el director se preocupa mas del envoltorio que del sabor y calidad del chocolate del bombón. Una música genial, con un reparto espectacular...una fotografía de ensueño, un montaje de mucha calidad...vamos que técnicamente son espectaculares. Lastima que cada vez sea menos importante la película en si. La calidad de la trama, lo que nos cuenta. Lo que recordamos a fin de cuentas.
Pues, nuevamente, a mi parecer, "El gran hotel Budapest" es eso. Una película sobrevaloradísima por su envoltorio pero que a la hora de valorarla por su contenido es floja, flojísima, una película que recordaremos por su estética (aprovecho para reconocer que nunca me gustaron las peliculas con este tipo de estética) en lugar de por su historia.
Si mezcláramos "El imaginario del Doctor Parnasus", "Alicia en el país de las maravillas", "Amelie" agitáramos, coláramos el producto resultante y lo añadiéramos como acompañamiento de un capitulo de "Tom & Jerry" ....tendríamos algo muy parecido a este ESPERPENTO.
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49 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
Como una puñetera cabra
Hay dos tipos de personas: a los que les gusta Anderson (y a éstos, les apasiona...) y el resto de la mayoría de los mortales -entre los que me encuentro- a los que NO les gusta Anderson. Como todo el cine de este inexplicablemente sobrevalorado director, me parece tan barroca e insustancial, tan pedante y de cuestionable sentido del humor como toda su filmografía. Un derroche inútil de presupuesto para una enorme paja mental preciosa visualmente, e igualmente inútil, tonta y aburrida.

Y mira que me he intentado amoldar a este realizador y su obra; en muchas ocasiones he intentado visionar sus películas... pero es que no puedo soportarlas. No puedo soportar su estúpido sentido del humor, no puedo soportar sus irritantemente vacías historias, que intenta paliarlas con barrocos derroches visuales, no puedo soportar su narrativa neurótica saltando cada cinco minutos entre presente, pasado y futuro, la anti narrativa cinematográfica. Y en el colmo de lo insoportable, no puedo soportar sus diálogos retorcidos y su inaguantable y falsa pose intelectual de artista rompedor, porque más que romper con las reglas y crear nuevas vías de creación audiovisual -como hicieron desde Griffith a Hitchcock, Truffaut, Fellini, Kubrick o Spielberg...- lo que hace es destrozar sin ton ni son la narrativa cinematográfica sencillamente para hacer creer que es un artista. Ja, ja, ja.

¿Que de qué va esta película? Pues es tan difícil de explicar como explicar la narrativa de este director: el conserje de un antiguo hotel ubicado en un imaginario país de centroeuropa en el siglo XIX va a verse sumergido en una increíble trama policíaca donde se verán implicados los personajes más dispares, desde decrépitas millonarias, abogados corruptos, atribulados policías, inmigrantes ilegales, detectives sin escrúpulos...y así un largo y loquísimo etcétera.

Esta cinta ha llegado a lo más alto en la filmografía de Anderson, siendo además un compendio amplificado de toda su obra, con una notable inyección de esteroides a base de uno de los repartos internacionales más impresionantes de los últimos tiempos (desde Ralph Fiennes hasta Bill Murray pasando por Jude Law, F.Murray Abrahams, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Edward Norton, Owen Wilson, Adrien Brody, Tom Wilkinson...) y un holgado presupuesto que ha dado rienda suelta a la particular imaginación de este director, consintiéndole todo tipo de caprichos narrativos y demostrando de manera definitiva que este señor está como una puñetera cabra. Eso sí, a los hipster y modernos gafapastas seguro que les encanta, sencillamente por lo "chic" que resulta romper con todo lo anterior (la vi en un cine razonablemente lleno de gente, y el único que se rió de las gracietas de esta película fue UN solo espectador de inequívoco aspecto barbudo hipster-trendy-modernete). Aún me estoy preguntando cómo ha podido convencer a tantos buenos actores para que se embarquen en este proyecto, cómo ha encontrado financiación para hacerlo y lo más alucinante, cómo ha conseguido que el jurado le de un premio en la Berlinale (probablemente, por el síndrome del "traje invisible del rey": mejor es premiar algo que no se comprende, no vaya a ser que luego resulte que este director es un artista y terminemos haciendo el ridículo... Señores del jurado de la Berlinale, el ridículo lo han hecho ya premiando esta porquería sin sentido).

Y es que romper con todo lo anterior está muy bien... si funciona. A mí personalmente, no solo no me funciona en absoluto, sino que directamente me aburre como una ostra. Lo digo tanto como amante del cine, como amante de los cómics -de los que se emborracha Anderson a la hora de hacer cualquier película, utilizando una gramática visual mucho más cercana a los dibujos animados que a la de una película, siendo además la de "El Gran Hotel Budapest" una verdadera orgía acumulativa de recursos...que no sirven para nada. Eso sí, seguro que Anderson se lo ha pasado pipa haciéndola, escribiéndola y montándola. Basada en la obra de Stefan Zweig, que revisa toda la tradición europea de finales del siglo XIX y principios del XX, en una melancólica visión a los antiguos imperios austrohúngaros (ay, D. Luis García Berlanga...), ruso, alemán e incluso Otomano.

Poco más me queda que decir de esta película que me resultó irritantemente aburrida, tan barroca que consigue empacharme en el minuto uno de la proyección, y con todo, ser total e infantilmente predecible, demostrando el postulado que antes enuncié: que este señor es un irredento pedante, que insiste en hacernos creer que es un artista genial con filigranas estúpidas hechas únicamente para vanagloriarse de su supuesto talento, y que lamentablemente, va a seguir con sus películas hechas exclusivamente para su narcisista y nefasta visión del cine. O sea, lo que viene a ser UN COÑAZO. Y encima, un coñazo pedante.
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55 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
HOSTAL BUDAPEST
Pues sí, se me quedó pequeño el hotel de Wes Anderson...con tantas estrellas cameadas, con tanto montaje de ritmo-estiloso, con tanto diseño de producción, con tanta historia a lo muñeca rusa, con tanto-poco argumento, con tanta banda sonora, con tanta personalidad visual, con tanta "costume-milena-canonero", con tanta exhibición del Fiennes, con tanto brillo austrohúngaro y tanta nostalgia "Europest", además de tanta y tan buena crítica...Pero, mira por donde a mí, el Gran Hotel Budapest se me quedó pequeño...más bien en hostal...El pequeño Hostal Budapest. Sinceramente me quedo con el Hotel Moonrise Kingdom.
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31 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Gozosa melancolía
El cine de Wes Anderson es en cierta forma una celebración de lo melancólico, del descubrimiento, de la aventura, de la infancia como tierra fértil para cultivar lo más asombroso. Y la infancia la articula Anderson en pasado, vista desde el presente adulto, gris. La niñez es una explosión de colores, de saltos, carreras, escondites. Por eso sus películas son como un juego infantil, consisten en correr hacia la victoria, siempre escapando de algo o de alguien. En The Grand Budapest Hotel el lujoso hotel no es más que la “casa” de los juegos infantiles, ese punto en el comienza y termina el juego y dónde todos los jugadores pueden estar seguros. Ese gran tronco de árbol en el que cuentas hasta 10 antes de abrir los ojos. Lejos de quedarse en el hotel, la cámara de Anderson persigue la simetría constante y el ritmo frenético a través de esa Europa imaginaria de la época de la Gran Guerra. Irreal, peligrosa, misteriosa y jodidamente hermosa.

Mientras otros autores han ido vendiendo trozos de su mundo, sí, estoy hablando de gente como Tim Burton, Wes Anderson se ha dedicado a protegerlo contra viento y marea. A protegerlo y aumentarlo. The Grand Budapest Hotel es una orgía visual más desenfrenada, una obsesión por la composición más enfermiza, un diseño de producción más grandilocuente y pomposo, una música aún más atrevida en su belleza (si la partitura de Desplat para Mr. Fox era una maravilla, esta para Budapest no se queda atrás, bendita creatividad), un reparto aún más grande (ha encontrado en Ralph Fiennes al actor perfecto para su cine, puro carisma), una aventura con aún más escenarios. Más. Lejos de recular, Anderson está en plena expansión. Quiere más, quiere llevar su poesía sobre la melancolía a nuevos niveles, jugar en nuevas ligas. The Grand Budapest Hotel no llega a la sensibilidad de Moonrise Kingdom, ni a la diversión de Fantastic Mr. Fox, pero es en cambio más completa, porque se luce en ambos terrenos. También es más accesible que sus primeras películas (Life aquatic era demasiado freak, pensada demasiado hacia adentro) y está dotada de un mayor sentido del espectáculo.

Lo maravilloso del mundo fílmico de Wes Anderson es que toda la pompa y el colorido instagramero, están al servicio de las ideas que lo sustentan, no es un envoltorio vacío, lo que hay tras todas las capas estilísticas es un muy sano afán de emocionar y maravillar al espectador. Las películas de Anderson me hacen sentir vivo, recordar una infancia de playmobils y legos, de cuentos y películas de dibujos. De aventuras que solo tenían lugar en mi cabeza mientras estaba sentado en el suelo moviendo muñecos. Una apología de la imaginación como uno de los mayores dones que tiene el ser humano a su disposición. Las infinitas posibilidades que ofrece la imaginación. El juego entre pasado-juventud-auge del hotel y presente(narrativo)-vejez-caída del hotel, hace que nos preguntemos ¿y si al hacernos viejos también nos volvemos grises? ¿nuestras ideas caen como las hojas de los árboles al llegar el otoño? Y así volvemos a la melancolía, pero lejos del dramatismo, en el cine de Wes Anderson la melancolía se plantea desde el optimismo, si sentimos melancolía es porque tenemos preciosos recuerdos de momentos valiosos, para añorar es necesario haber vivido antes. Quizás la melancolía no sea algo malo, simplemente la constatación del fluir vital del ser humano. Celebrémosla manteniendo intactas las ansias de aventura.
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27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Nunca juzges un libro por su portada.
En esta película de Wes Anderson el dicho encaja a la perfección. Unos planos geométricos y centrados, estilo teatral, una estética deliciosa, reparto de miedo, y eso sin mencionar los gags que vimos en los tráilers ¿verdad? La portada pinta bien pero… ¿y el contenido?

Los primeros diez minutos de esta película te atraparán como una tienda de golosinas atrapa a un niño. Pasados los diez primeros minutos comienzas a darte cuenta que a este libro le faltan hojas y palabras:

Si se tuviera que definir esta película con una palabra seria: superficial.

El argumento se vuelve pobre ya que no ahonda en él, si no que se centra en la situación del momento. Esto provoca que no conectes con la película ya que no tienes claro cuál es el objetivo de los personajes (que cambia cada dos por tres). Los momentos de acción o suspense no provocan ni la más mínima excitación lo que la convierte en un aburrimiento constante.

La trama atropellada y sin emoción se complementa con lo que mucha gente esperaba de esta película: el humor. Pues bien tampoco profundiza en ese campo; se limita a contados gags que te sacan una sonrisa como mucho.

Esta película de objetivos poco claros consta de una fachada (constituida de las escenas y estética sin igual) elaborada con mano firme, que queda reducida por el desinterés hacia el argumento.
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26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
El Hotel donde nadie rie
Seré breve. No me ha gustado. He ido al cine esperándome una película desternillante de risa y me he encontrado con una película que narra una historia de forma amena, traviesa, con buena ambientación y cámara, pero para nada divertida.

El gran elenco que ofrece de actores famosos para mi gusto esta desaprovechado, pues sus personajes no son para nada profundos ni graciosos, de manera que al final parece que el director me esté intentando comprar, poniendo cada rato actores de renombre.
Lo más curioso es que parezco estar solo en esta crítica, pues tanto los medios como muchos usuarios le han otorgado buenas puntuaciones, lo cual ha hecho que haya ido a verla y me haya llevado esta decepción.

En el cine hoy nadie se reía, así que entiendo que es una película solo apta para grandísimos entendidos del director ( que por cierto es la primera película que veo y la última) y de este tipo de cine.
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43 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
1
Vacua, aburrida y, simplemente, horrorosa.
Película vacua, aburrida y, simplemente, horrorosa. El torrente de caras conocidas no aporta más que despiste, pues ante la vaciedad del guión te entretienes en descubrir qué nuevo actor va a ser el siguiente en aparecer.
El supuesto humor, la inexistente intriga y el romance indiferente son tan de cartón-piedra como los escenarios. En mi vida se me había hecho tan larga una película tan corta.
Si según los grandes críticos es de lo mejor que ha hecho Wes Anderson, lo tengo claro: conmigo no vuelven a contar.
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35 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
En desacuerdo.
Querido Gustave, no te he mandado a tomar por saco por el respeto que te tengo. La gente que hasta aquí llega no entiendo en qué se basa para enaltecer todo el esplendor de tu hotel porque, seamos claros, una cosa es la ambientación de nuestra querida Europa y otra muy distinta, el rollo macabeo que me has contado.

Esa musiquilla de balalaikas más percusión contribuyen placenteramente a descansar o a tomar un baño relajante, e incluso a conocer la historia, y además, gracias a esos escenarios tan currados y con esos buenos toques humorísticos se soportan los minutos que van pasando... El viejo truco..., pero la historia, el resto, que es lo importante, es un muermo hábilmente disfrazado para enganchar a ilusos clientes. Y otra cosa, te has pasado con la charla que nos has echado desde el principio. Casi hubiera preferido un interrogatorio de la polizei militia SS de Zona.

No voy a negar que me ha encantado Willem Dafoe de psicótico, genial, inmenso, lo mejor de lo mejor, es más, espero que le den el Nobel después de tirar al gato por la ventana; incluso la caracterización de Norton…, bueno, me faltan palabras para elogiarlo, que personaje más amable… Y también he quedado asombrado con los dibujos lineales de Harvey Keitel…
En general todas las apariciones son dignas de mérito, imposible mencionarlos a todos pero ¿qué esperabas? Son todos consagrados actores en papeles agradecidos que es imposible que queden mal; así como esa excelente ambientación prebélica de una imaginaria Alemania-Prusia-Imperio-Austro-Húngaro…

Sabemos bien Gustave que tu tiempo quedó atrás, que lo has sobrepasado y eso mismo es lo que digo de El gran hotel Budapest pero con grave menoscabo, que se ha pasado, que a pesar de todo su esplendor le ha faltado lo más importante: la inspiración de una buena obra maestra, como una gran pintura que deja atrás a su tiempo para siempre.
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36 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Excelente reparto para un ruido frío e insoportable
De verdad, no me puedo creer las puntuaciones que veo, ni los galardones internacionales, ni lo que dicen los críticos. Entiendo que hay algo en esta película que yo no debo valorar y que vale mucho. Así, mi opinión puede ser la de un "outlier" y por lo tanto quizás habrá que excluirla, aunque igual le pasó a mi mujer y mis dos hijos.
El excesivo elenco de actores notables para mí no arregla la nadería excéntrica y pretenciosa. El director debería haber contratado un guionista, y no usar un guión propio. Es lo que falla en la película para mí: lo gordo, el guión y la dirección. Efectismo ya utilizado a lo "Willy Wonka" y "Una serie de catastróficas desdichas", pero sin la genialidad de las dos, y con varios años de retraso. Discursos grandilocuentes pronunciados a toda velocidad para intentar vanamente transmitir humor y genialidad, actores que no transmiten calor ni generan simpatía alguna, un histrionismo continuo... . La ambientación es buena, pero todo acaba arruinado por el aire de película infantil y de querer continuamente sacrificar el fondo por la forma, la apariencia, el ruido y el color.
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20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
El mundo de ayer
Wes Anderson es un autor. Pocos creadores de cine merecen esa palabra con tanta rotundidad y exactitud como este director americano. Pocos casos hay en los que la rúbrica sea tan personal e inimitable, tan clara y evidente. Sus películas son mundos con sus propias reglas, universos cerrados totalmente dominados por un Dios único y absoluto. Tiene el control total y deja su sello en todo; lo mismo la imagen que el verbo, la fotografía que el guion, desde el color al ritmo, tanto la música como los diálogos; nada queda al azar, todo es asfixiantemente adecuado, coherente y preciso. Pero todo exceso tiene su amenaza, su posible defecto, tanto talento, una inteligencia tan insolente y abrumadora, corre un riesgo, morir de éxito, el peligro de la perfección, ser un nuevo Narciso que extasiado ante su propia imagen se confunda y caiga. Tanta genialidad debe ser controlada, moderada y puesta a prueba, cuestionada incluso; debería suceder como en el famoso caso de los romanos victoriosos de la antigüedad cuando hacían su entrada triunfal en Roma y eran advertidos de su segura muerte (por si tanta euforia y parabién les atontaba; la mesura casi siempre vale); debería taparse los oídos y renunciar a los seguros, constantes y merecidos elogios; quizás debería probar otras sendas, otras vidas (artísticas) posibles; huir de la inevitable tentación del regodeo, el ensimismamiento y la molicie autorreferencial y satisfecha. No sería el primer caso, ni el último, que sufre esta enfermedad tan dañina y muere en el intento. En todo caso, no sé si esta película es la que marca su posible vicio, su tendencia a la repetición y el autobombo; podría ser, podría suceder que la luz que todavía deslumbra pertenezca a una estrella desaparecida y que los destellos sean solo espejismos. No seré yo el que le ponga la fecha de caducidad, otros más sabios lo harán, yo solo intuyo la emboscada y lo digo.
La película: empieza, como siempre, a lo grande, con un triple salto mortal/temporal, con un libro, un escritor y un hotel. Nos metemos de lleno en la maravilla y el ingenio; en las casas de juguetes, el ritmo frenético, el sentido del humor elegante y los personajes solitarios y extravagantes. Es imposible no caer rendido e inevitable la fascinación admirada.
El tema: el mundo de entreguerras, la muerte de un Imperio (tema central de la cultura europea sobre el que escribieron grandes escritores: dese Musil o Broch hasta Kusniewicz o Schnitzler; de Joseph Roth hasta Brecht, Canetti...; una época de increíble explosión cultural); un asunto inconmensurable y monstruoso que Anderson lleva a su terreno; a sus miniaturas y agudezas, al pastiche y la broma.
El problema: la historia desfallece a la mitad; muere de forma y barroquismo, los personajes no tienen peso y la trama es demasiado lánguida, solo está Anderson y lo demás nada o casi nada. Sigue todo lo bueno, pero pasado el hipnotismo primero ya no encandila, lo aprecias pero no emociona, lo ves con arrobo pero no te llega; se impone lo más infantil y banal; hay ingenio pero ha desparecido el sentido, solo queda el malabarismo estéril. Así, desfalleciendo, jibarizándose, hasta el final.
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15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
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