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España España · Sevilla
Voto de Talibán:
8
Comedia. Aventuras Gustave H. (Ralph Fiennes), un legendario conserje de un famoso hotel europeo de entreguerras, entabla amistad con Zero Moustafa (Tony Revolori), un joven empleado al que convierte en su protegido. La historia trata sobre el robo y la recuperación de una pintura renacentista de valor incalculable y sobre la batalla que enfrenta a los miembros de una familia por una inmensa fortuna. Como telón de fondo, los levantamientos que ... [+]
7 de abril de 2014
122 de 147 usuarios han encontrado esta crítica útil
En “El Gran Hotel Budapest” hay una escena que el espectador sabe cómo va a terminar desde el principio; en ella, un hombre sigue a otro para matarlo por las calles de la ciudad. La víctima huye arbitrariamente hacia el gran museo que será su ratonera, en donde tiene lugar una persecución absurda cuyo protagonista es el propio escenario (secuencia que me recuerda a otra parecida de “Cortina rasgada”). ¿Por qué tanto sin sentido? ¿Por puro capricho del narrador? ¿Porque es un gran escenario para un crimen, nada más? Me inclino claramente por el sí: una monumental broma pesada sin duda, como toda la película –ya se darán cuenta los que la vean- que va ensartando disparates argumentales sin descanso. ¿Hay que tomársela en serio?

Creo que depende. Si me preguntan a mí, diría que intenten ser justos con “El Gran Hotel Budapest”; es la historia que narra un viejo, que escribe otro viejo, que lee una joven y que finalmente nos llega a nosotros al final de la cadena. Mirada en conjunto desde uno de los extremos, como digo, es una burla. Vista desde el otro extremo, es el colmo de la coherencia.

Una primera clave hay que buscarla en la manera en que está contada, la forma en que está traducida a imágenes.

“El Gran Hotel Budapest” es, quizás más que cualquier otra cosa, un homenaje a las historias, a los que saben contarlas, a los que saben escucharlas, a los que las protagonizan, a sus escenarios, a todo lo que ya no existe salvo en la memoria de los que han vivido en esas historias y, sobre todo, a los que las imaginan sin haberlas vivido porque alguien se las transmitió para que fuesen suyas para siempre. Es, de manera coherente, una experiencia visual pura y lo es porque de las historias bien contadas no surgen reflexiones ni discursos, sino imágenes y aromas.

Y en ese territorio está película no tiene rival. Está contada acudiendo a un formalismo extremo, geométrico, lleno de planos estáticos y movimientos milimétricos cosidos con increíble mimo entre sí; cada composición es autosuficiente y hermosa en sí misma, pero encadena a la siguiente con fluidez. Son las imágenes que toda historia bien contada nos deja.

¿Va esto hacia algún lado o es un simple experimento formalista? “El Gran Hotel Budapest” nos recuerda que entre la Causalidad de la Historia y la casualidad de la historia hay un abismo…, muy pequeño, que un buen contador de historias debe convertir en escenario de juego y diversión sin suprimirlo del todo: sólo debe difuminarlo. En ese margen mínimo, que un personaje se deje atrapar estúpidamente en un maravilloso museo vacío responde a la misma lógica que la escena de la avioneta de “Con la muerte en los talones”, la de marcar un territorio de superioridad del contador de la historia sobre sus personajes y sobre sus espectadores; si la soberanía absoluta del autor impone una lógica que le pertenece a él, el instrumento que utiliza aquí para derrotar a los personajes y a nosotros mismos es el humor. Creo que si el espectador no se ríe desde el primer chiste, “El Gran Hotel Budapest” le parecerá una indignante tomadura de pelo y el personaje del museo morirá en vano, así de frágil es esta película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talibán
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