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España España · Barcelona
Críticas de Lordpol
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
5
22 de marzo de 2014
386 de 558 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inicio de Gran Hotel Budapest es ejemplar, como bien nos tiene acostumbrados el director, pero la historia del conserje seductor de octogenarias y su inefable ayudante Zero Moustafa, se acaba deshilachando entre tanta licencia estética y parentésis narrativo. El robo del cuadro renacentista que llevan a cabo ambos es un mcguffin para realizar un modélico ejercicio de dirección y estilo. Y, ya de paso, encadenar un carrusel de cameos planos, incluido el de Bill Murray, que aparece los 30 segundos de rigor para poder poner su cara en el cartel.

Wes Anderson es un preciosista como hay pocos eso sí. Cada plano del film compone un lienzo que bien podría adornar cualquier chimenea. La disposición de los elementos es matemática y refleja un gusto por la estética a la vez que reafirma un universo muy personal. Sin embargo Anderson, a parte de preciosista es manierista, y acaba esforzándose tanto en mantener la pose que se acaba olvidando lo que quería contar. Hace presos a los actores y los avoca a la mueca y el esperpento, obligándolos a mantenerse siempre en la superficie del personaje, sin apenas matiz ni cambio de registro. ¿Para qué? La cámara ya hará el resto. Pero en esta ocasión la cámara trata igual las secuencias emocionales que las de acción, donde el director se desgañita gritando referencias y tributos, anteponiendo siempre su gusto personal a la coherencia de la historia. Y cada vez que lo hace, se aleja un poco más de su tesis inicial, de sus personajes y del espectador, creando un tète a tète en el que, o estás en su onda, o estás perdido. Soy consciente que estoy en inferioridad, que formo parte de esa repudiada minoría que estaría más a gusto viendo a Anderson pintando bodegones que expresando emociones. Y disfrutaría de verdad, porque al director de Fantastic Mr.Fox talento no le falta.

Después de tantas películas ya me ha quedado claro el universo del director, conozco sus fetiches y sus fobias, tengo su estilo bien asimilado. Pero sigo esperando a que algún día trascienda, que vaya más allá y que, por una vez, se acerque a la verdad de lo que quiere contar.
Lordpol
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Rocco
Documental
Francia2016
5,4
720
Documental, Intervenciones de: Rocco Siffredi, Abella Danger, James Deen, Gabriele Galetta ...
6
20 de septiembre de 2017
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rocco podría haber sido solamente un spot de hora y media. Y lo es durante muchos momentos. Pero la mirada de los directores va más allá de la voluntad de renovar y redimir la imagen del falópedo, conocido en el sector por su dureza y trato hostil con las actrices a la hora de rodar, para abordar de manera transparente el mundo del porno y sus consecuencias.

Es precisamente entre bastidores de esos rodajes porno donde Thierry Demaizière y Alban Teurlai se quitan la máscara y alargan los planos, centrándose en los ojos de las actrices una vez se ha gritado el "corten" en el set. Se muestran unos rostros demasiado jóvenes, de sonrisas fugaces, para las cuales el porno es una salida de emergencia pero cuya carrera no sobrepasará los seis meses. Las conversaciones robadas y la tristeza inherente a todo el funcionamiento de la industria, funciona mucho más cuando no es Siffredi el que está protagonizando la escena con su pseudo intelectualidad, dejando a la vista unos terrenos en los que apetecía más ahondar.

Incluso "glamour" de las pornstars asentadas (que viajan alrededor del mundo con salarios de infarto) se destruye cuando las vemos repasar los anales y orgías de la semana próxima a bordo de una furgoneta conducida por su manager rumbo al aeropuerto. Es por eso que pese a ser un documental eminentemente explícito y de temática sexual, consigue no hacerte sentir lo que podrías sentir viendo la escena rodada. Y ése es uno de sus grandes logros, como también lo es normalizar un trabajo que, como dice una liberada Kelly Stafford, se acaba convirtiendo en algunos casos toda una carrera, llena de esfuerzos, sacrificios y autoconocimiento personal.

A pesar de todo, Siffredi es un buen narrador, magnético, atractivo y educado. Sabe dónde puntuar, lo que tiene que decir y cómo. No son únicamente sus 23 centímetros lo que le han convertido en el mayor pornstar europeo de la historia y se empeña en demostrarlo en cada escena, dejando un par de potentes anécdotas para el recuerdo que consiguen humanizar al personaje más allá de su pene. Es precisamente cuando se sincera alrededor de su adicción al sexo cuando vemos a un Rocco más vulnerable, de la misma manera que las únicas lágrimas verdaderas parecen ser las que hacen referencia a su difunta mamma. Cuando Siffredi deja de intentar mostrarse como buen padre, como buen compañero de rodaje y se muestra como un hombre cansado por una vida tóxica de la que no puede escapar, el documental consigue cotas de verdad mucho más elevadas que la sobrevalorada "Shame" de Steve McQueen, con la que conecta a través del personaje principal.

Es en esos breves momentos de verdad es donde también brilla el cuidado retrato de los personajes secundarios, tan presentes y necesarios como el propio Rocco para entender la dimensión del mundo que se quiere retratar. Especialmente el de Gabriele Galetta, el primo de Rocco encargado de dirigir y montar sus secuencias durante treinta años, convertido ahora en un hombre frustrado, carcomido eternamente por la sombra de su primo y que bien merecería un film para él solo.

Rocco empieza con un plano detalle que es una auténtica declaración de intenciones. El problema final es que es un documental, no una metaficción como JCVD (Mabrouk El Mechri, 2008), y se le exige una crítica más profunda a la figura que se analiza. Aunque se intenta lo contrario, predominan más luces que sombras en una historia donde todo es oscuridad.
Lordpol
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3
11 de octubre de 2010
33 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un debutante director norteamericano nos aborda con una absurda ópera prima de género dónde abundan los clichés, los sustos a golpe de sonido o un largo etcétera de burdos recursos y fáciles soluciones no nos sorprendemos. Olvidamos la película, de la cual ya por sí esperábamos poco, y a otra cosa. Ahora bien. Cuando el director no es un desconocido e inexperto cineasta, si no que es John Carpenter, uno empieza a preocuparse.
No es solamente que los golpes de efecto se puedan calcular con un cronómetro, si no que Carpenter actúa como un aprendiz del género, jugando al gato y al ratón con golpes de efecto baratos y movimientos de cámara tramposos y previsibles. La historia es espantosa. Totalmente esquematizada, va dando bandazos de tópico a tópico con un desarrollo pésimo e inverosímil que repite el mismo engaño hasta cinco veces. La narrativa es endeble y las soluciones de todos los problemas que intenta presentar son tan fáciles que por momentos parece que estés presenciando una parodia a cargo del tándem Zucker & Abrahams... pero luego te das cuenta de que no, que la cosa va en serio. Y mientras te debates en qué momento Carpenter ha decidido parir tal engendro, sigues esperando el punto de inflexión que, no es que no llegue, es que a partir de cierto punto del metraje ya ni se le espera.

El resto se compone de un largo etcétera de tiros de cámara innecesarios y unos manidos trucos propios del túnel de la bruja para intentar llegar a los 90 minutos de rigor. El final, de tan manido y previsible, resulta grotescamente divertido y, al intentar encajar las piezas para asegurarte de que todo atendía a una lógica interna (por barata que fuera) te percatas de que en este puzzle faltan piezas. Si alguien se las ha comido u olvidado ya no lo sé, pero lo que sí estoy seguro es que pasará a engrosar la larga lista de rompecabezas interminados que criarán polvo en el fondo de un armario.

No me esperaba una gran película. Lo que sí me esperaba es que un veterano como John Carpenter desarrollara un ejercicio de estilo transparente de la vieja escuela apartado de los manidos recursos del género de terror actual, demostrando que una película inteligente y con oficio, aunque con pocos medios, puede ser más interesante que cualquiera de las burdas imitaciones que asolan nuestras pantallas. Nada mas alejado de la realidad.
Lordpol
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Toy Story 3
Estados Unidos2010
7,9
116.899
Animación, Voz: Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack, Don Rickles ...
9
22 de julio de 2010
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magníficamente bien rodada y contada, Toy Story 3 se sitúa, sin duda alguna, al frente del top de las mejores películas del año y suma, por su cuenta, otra joya más a la factoría Pixar. Las segundas partes son difíciles y las terceras olvidables, pero si algo caracteriza a esta saga es el estupendo nivel de calidad que ha mantenido en todas sus entregas. Si la segunda parte quedaba algo por debajo de la primera, Toy Story 3 se sitúa al mismo nivel que la ópera prima de la trilogía. Nos dejamos llevar por firme pulso de Unkrich a una estupenda historia de aventuras, acción y drama narrada con maestría y sutileza, que desemboca a unas escenas catárticas imposibles de olvidar hasta para el espectador más frío y distante (sin lanzar ningun Spoiler, la escena del crematorio es impagable). El guión, ágil, vivo y poseedor de un ritmo estremecedor, crea unas situaciones inteligentísimas y redondea, si se puede aún más, unos personajes eternos que quedaran sentados como pilares del cine de animación. Plagada de momentos gloriosos, gags, guiños, homenajes y parodias, la tercera parte de Toy Story nos absorbe totalmente en un espiral de sentimientos y sensaciones difíciles de conseguir en una cinta de tal calibre, para acabar desembocando en un final glorioso, alejado de todo pastelismo lacrimoso y manido, que si emociona es por su honesta sinceridad y su genial puesta en escena. Las acertadísimas introducciones de nuevos personajes, situaciones y sentimientos (como la madurez), rematan este genial viaje a la infancia plagado de un halo de nostalgia que perdurará en mi memoria durante mucho, mucho tiempo.
Le debo una disculpa a Pixar por malpensar de esta tercera entrega, que ahora considero imprescindible pero que en su momento taché de innecesaria, y darle las gracias por brindarme un regalo de cumpleaños tan especial.

Nada más que decir. Espectacular y mítico broche final para una magnífica trilogía que debería proyectarse de manera obligatoria en todas las escuelas de cine. IMPRESCINDIBLE.
Lordpol
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5
23 de febrero de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es Navidad. Los americanos se lanzan al consumismo, al gasto y al exceso, bajo un manto de felicidad y un panorama de centros comerciales abarrotados. El escenario perfecto para que Rostov, al mando de su particular ejército comunista, planee la invasión al país enemigo. Coincidiendo con un masivo incremento militar para la lucha y el posterior fin de la Guerra Fría), “Invasion USA” se perfila como un film déspota y fascista sin ningún miedo a serlo. Y es probablemente esa falta de complejos, que no de prejuicios, lo que la caracteriza. Joseph Zito toma las riendas de la lucha contra la KGB con una historia políticamente (in)correcta; una hipérbole que puede impactar hoy en día en consecuencia al buenismo y el miedo a la ofensa que estamos acostumbrados a ver en la gran pantalla.

En este film, la guerra fría deja de ser presentada como una metáfora, como algo lejano, como un problema de altas esferas. La invasión de los ladrones de cuerpos se ha quedado corta, ahora tenemos un ejército real y armado que se encuentra plantado ante las costas de California, sin ningún miedo a acometer (ni a mostrar) las mayores atrocidades en casa del enemigo. A destacar la escena en que el antagonista Rostov, armado con un lanzacohetes, destruye una manzana entera en Nochebuena mientras las familias celebran las fiestas. Está claro que los ochenta eran otros tiempos y el exceso formaba parte de ellos. Se tiene la impresión que nada ha quedado en el tintero, que se ha mostrado todo lo que se quería mostrar y que, además, se ha realizado sin complejos, de la forma más gráfica y desatada posible, sin lugar para las sutilezas que el público podría esperar.

Norris interpreta a un héroe total e inapelable, un superhombre en sí mismo, con un pasado desconocido y con un móvil pobre y estereotipado (la venganza, un encuentro pasado con el villano…) Es simplemente Matt Hunter un invencible exagente de la CIA dispuesto a devolver a los rojos a su país de origen o…mejor aún, a la tumba. Además de tener unas características marciales semejantes a Bruce Lee (una de las más que probables fuentes del “uno contra todos”) requiere de dos Mini-Uzis con cargadores infinitos para amparar su imbatibilidad. Es el concepto de “One Man Army” llevado al máximo, que daría mitos tales en la misma década como “First Blood” o “Die Hard” o las ya más discutibles producciones con Van Damme y otros action men, alimentando esa serie B que mostraría interesantísimas revisiones y, sobretodo, transgresiones contra el canon establecido dándose de la mano con un producto televisivo que marcaría nuestra era actual.
Lordpol
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