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224 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
6
Película correcta con interpretaciones explosivas
Nunca he sido un fan del cine de Jean-Marc Vallée, para qué negarlo, y de hecho su archipopular "Crazy" (2005) no me emociona en exceso. No obstante creo que tiene talento para la puesta en escena y que, cuando le dejan, puede dar de sí bastante más que lo que se ha visto hasta la fecha. "Dallas Buyers Club" no va a cambiar mi opinión sobre su carrera pero tampoco va a torcer las cosas, porque aunque se trata de una película sencilla, con una planificación muy básica, al menos tiene a bien alejarse del academicismo (algo que ahogaba, en parte, a "La reina Victoria") para tratar un tema más enfático y necesitado de una dirección enérgica, incluso descuidada.

En "Dallas Buyers Club" se cuenta la historia de un hombre que tras descubrir que tiene SIDA y que le quedan 30 días de vida decide no cerrarse las puertas y luchar para seguir adelante. No hay un drama afectado al estilo de la "Philadelphia" de Jonathan Demme (1993), sino que esto se acerca más a una narración de los hermanos Coen que a algo a la caza de premios importantes. Bueno, esto en relación a los aspectos puramente formales, porque está claro que tanto Matthew McConaughey como Jared Leto van a lo que van. A veces molesta un poco la actitud de algunos actores a la hora de abordar estos films, pero cuando lo logran, uno lo admite: ambos están magníficos. La pérdida de peso y modificación física tienen una razón de ser más allá del puro exhibicionismo, por lo que -por mi parte- no hay quejas.

El mayor problema de un trabajo como el que ha facturado Vallée es que se dé de bruces con la indiferencia. Sí, tiene dos grandes interpretaciones masculinas, dura dos horas que se pasan rápido, y aborda un tema dramático de tal forma que termina por contagiar su alegría. Está "hecha para gustar" a las masas, con todo lo bueno y lo malo que tienen estos trabajos con un objetivo tan definido. En resumen: una película entretenida, y correcta, que se eleva gracias a sus actores principales. No cambiará el mundo, pero verla es una opción válida.
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158 de 197 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Una buena historia
La historia, real, podría haber sido muchas cosas, pero no es ninguna mala. Podría haber sido muy sensiblera, pero se queda en la orilla de la sensiblería, lo justo para conmover pero sin pedazos rosas innecesarios, lo cual deja lugar al pensamiento, a la conmoción, deja, de hecho, un poco de mal cuerpo.
Cuenta su argumento sin ambages y mostrando una parte curiosa, la de la ignorancia que sobre el SIDA hubo durante mucho tiempo, donde se pensaba que era una enfermedad de homosexuales nada más. Roza este problema y muestra la sorpresa que produce la infección por heterosexuales, pero de una forma poco sensiblera, sin drama, y aún así muestra todo el drama que supone esta enfermedad para quien es contagiado en los primeros años de su aparición, lleno de conmoción y de miedos por la mucha ignorancia.
La segunda crítica, la que hace contra el sistema (fundamentalmente sanitario y farmacéutico), de nuevo deja mucho a la voluntad del espectador lo cual se agradece. Es muy crítica pero sin cebarse en ella. El espectador tiene la oportunidad de pensar por él mismo, de sacar sus propias conclusiones al respecto. La cinta no fuerza el pensamiento, muestra lo que hay, sin más, muy duro, pero uno puede sentirse en libertad para aceptarlo o no. Y sinceramente se agradece mucho, porque uno siente esa dureza pero no se siente arrastrado por ella hacia una opinión formada por uno mismo, es sólo una invitación.
Sin duda una de las mejores películas del 2013. También por las imágenes que juegan muy bien para llevar la película a un buen fin. La performance de los protagonistas no deja nada que desear, antes al contrario, son excelentes en su papel y te ayudan a comprender el enorme problema que plantea el film.
Merece la pena ser vista.
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91 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La vida como un rodeo
Allá por finales de 2012, cuando se empezaron a conocer los primeros detalles (y filtraciones fotográficas) de “Dallas Buyers Club”, el proyecto de Jean-Marc Vallée cobró una inusitada atención por las mutaciones Matthew Mcconaughey y Jared Leto. Después, teníamos constancia de su argumento —un biopic de Ron Woodroof: drogadicto, heterosexual y homófobo al que en 1986 se le diagnosticó SIDA y le dieron treinta días de vida— y nos preguntábamos el potencial que un director tan personal podría sacar en su primer largometraje netamente norteamericano. Una vez vista la película aparecen muchas preguntas sobre las posibilidades de una propuesta y sus decisiones dramáticas, argumentales y visuales. El libreto de Craig Borten y Melisa Wallack nos desvela que el director de “C.R.A.Z.Y.” da la impresión de que no ha podido hincar el diente a una oscilación entre un proyecto de encargo y una cinta más ajustada al Gus Van Sant de “Tierra prometida” y, sobre todo, “Mi nombre es Harvey Milk”.

Si alguien busca información sobre alguna posible conexión encuentra una entrevista y fotografías del director de “Paranoid Park” a Jared Leto, uno de los actores favoritos para conseguir el Oscar al mejor actor de reparto, en vmagazine. Y realmente la cinta de Jean-Marc Vallée, en una parcela determinada, parece ser un proyecto furtivo de Van Sant… porque su mayor debilidad es que no concreta el tipo de película que quiere ser, como si quisiera agradar a varios posibles frentes sin perfilar una forma definida. Habita un arco argumental que abre y cierra la película de ese diario (y contabilidad manifiesta) de los días a los que Ron Woodfroof tiene que ajustar su nueva cuenta atrás al darle los médicos apenas un mes de vida. Disponemos también de esa evolución de un homófobo que acaba convertido en uno de los estandartes de la lucha contra el virus del SIDA y precisamente su batalla contra la Administración de Alimentos y Medicamentos y los intereses de las farmacéuticas norteamericanas da la impresión de dejar un poso de filme tanto de denuncia como de exaltación de un héroe involuntario y atípico. Incluso podríamos tener cierta tensión sexual (y triangulo imposible) entre los personajes de McConaughey, Leto y Ganer como otra pieza dramática. En realidad, no hay demasiado atisbo autoral en la recreación de un libreto (tal vez impuesto y de encargo) por parte de Jean-Marc Vallée, aunque el director explota hábilmente ese sonido que marca la cercanía de la sentencia del muerte del protagonista o consigue una secuencia que conjuga la belleza que habita en la muerte en una sala de una clínica repleta de maravillosas luminosas y resplandecientes.

Tampoco podemos escarbar mucho más en esas capas narrativas un tanto desequilibradas que evitan sacar otros satélites colindantes en la vida real de Ron Woodfroof como una hija y una hermana. A los guionistas les interesa tratar demasiadas cosas en vez de focalizarse en una vertiente netamente dramática y centrarse únicamente en sus personajes. Les interesa la épica y la contra-crónica en esa lucha frente a médicos, empresas farmacéuticas y el propio gobierno por buscar unas vías de tratamiento alternativo y no tóxico para prolongar su vida. La moraleja es que Woodfroof consiguió siete años de vida adicional cuando le habían sentenciado a uno mes y realmente, al final de todo, el discurso se reduce a que el personaje se suba a ese (toro de) rodeo que es la vida y no se baje del mismo. No obstante, “Dallas Buyers Club” interesa; no sólo por las interpretaciones de McConaughey y Leto sino por aportar otro punto de vista inédito bajo un foco dramático menos moralista de lo que se podía pensar a un tema del que creíamos que estaba todo dicho.
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70 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Impresionante como pocas
Matthew McConaughey y Jared Leto son los diamantes de belleza eterna, pues han logrado lo que pocos actores consiguen y es su propia metamorfosis. Y no solo debemos referirnos a la conversión física, sino a como han estudiando a sus personajes y han sacado lo mejor de sí mismos para alcanzar ese nivel altísimo de profesionalismo actoral. Además, abordar las temáticas de las drogas, la promiscuidad heterosexual, la homosexualidad, el SIDA y el dinero de por medio, algo así como un "Robbin Hood" que lucha por obtener medicación y ayuda para otros pacientes que realmente morían en mayor porcentaje que hoy en día por culpa de la demagogia del sistema de toda una sociedad, es sin duda apoteósico. Mis felicitaciones al director.
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56 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Fucked Up Club
Jean-Marc Vallée, gusten o no sus películas, tiene un algo único. Algunos directores pasan toda su vida buscando su línea y su estilo, y este canadiense ya lo tiene desde hace años, cuando asombró al mundo con su estupenda C.R.A.Z.Y. Dicho estilo se aprecia en el peculiar uso de los colores y la iluminación, siempre tirando a oscuras y reflejando los ambientes deprimidos que retrata la cámara, y en los planos cuidadosamente desenfocados que sin embargo acercan más a personajes y espectadores (ver el comienzo de la cinta, con Woodruff practicando sexo antes de que comience el rodeo, o el flashback fragmentado en que recuerda cómo se contagió del VIH).
Aquí, Vallée pone todo su saber cinematográfico, que es mucho, al servicio de una historia con el trasfondo del SIDA en los 80. Sin embargo, aunque es un buen testimonio sobre los efectos de la enfermedad y el rechazo social a los enfermos, lo que más interesa es el retrato de una amistad insólita entre dos hombres condenados en principio a no entenderse y del espíritu de supervivencia de los seres humanos, forzando incluso los límites de las leyes para hacer más llevadera la estancia de muchos desamparados en ese fatídico club en el que nadie quiere estar.
Por supuesto, de lo que más se habla y con razón es de la interpretación de los dos protagonistas. No es fácil decir si esta es la mejor versión de Matthew McConaughey, porque en Mud, su gran película de 2012, también estaba excelente en un registro muy distinto. Lo que sí se puede decir es que en la piel de este hombre tan valiente como difícil y ciertamente reprobable en muchas cosas que es Ron Woodruff (reprobable y a la vez admirable por ser el único que parecía hacer algo útil por os enfermos, aunque fuese lucrándose a costa de ello), McConaughey se come la pantalla cada vez que aparece en una actuación llena de fuerza y matices. Es el papel de una vida, sin duda, y de una carrera, la suya, que ha experimentado un giro de 180 grados desde Magic Mike. Ya nadie se acuerda hoy del actor normalito tirando a mediocre que hacía comedias románticas sin demasiado fondo. Ojalá siga por este camino. Y lo mismo se puede decir de Jared Leto, ejemplo de actor que nunca llamó la atención de nadie por sus dotes interpretativas, siempre mejor músico e incluso director (atención a los videoclips que ha grabado para su magistral banda, Thirty Seconds to Mars) que actor. Llevaba cuatro años sin trabajar en el cine, y ha resurgido con esta película con una fuerza arrolladora, en la que es casi la primera demostración de su carrera de que tiene madera para mucho más que para ser un intérprete del montón. A una transformación física y vocal espectacular, Leto suma un desgarro emocional y un encanto que hacen adorable al personaje de Rayon, un ser que inspira ternura, compasión y amor hasta en el espectador más duro. Su fragilidad (atención a la escena en que habla con su padre) y buen humor a pesar de todo llegan al alma.
En definitiva, una buena película, muy buena a ratos, sin duda, pero a la que le falta un paso para estar a ala altura de otras de las mejores del año. Un paso llamado "emotividad".

Lo mejor: McConaughey, Leto y la realización de Vallée.
Lo peor: Quizá por evitar la saña y lo lacrimógeno, la película peca de fría en su narración. La intensidad procede de los actores en vez de del guión, algo mecánico, poco emotivo y con un ritmo irregular durante todo el metraje. Es más una cinta de escenas, momentos y miradas que de conjunto.
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28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
"¡¡No hay nada que pueda matar al jod--- Woodroof en 30 días!!"
Esto es lo que tiene el cine estadounidense: entre tantas y tantas cintas comerciales e independientes siempre hay alguna al año que resulta ser una "gran pequeña joya" llena de enjundia, talento e intelecto. No falla.

No esperaba que "Dallas Buyers Club" fuera a ser una de esas joyitas, pero el caso es que es una película que me ha sorprendido y personalmente me ha enamorado.

Basada en un hecho real, la cinta se nos presenta como un biopic muy poco convencional, que nos narra la vida de Ron Woodroof: el estandarte de lo que llamamos un "viva la virgen". Este amante de los rodeos, promiscuo, drogadicto, alcohólico, homófobo y machista ve su irresponsable vida trastocada cuando los doctores le diagnostican el SIDA, una enfermedad que en los 80 (época en la que se sitúa la cinta) era tan desconocida como mítica (un virus lleno de mitos infundados que mataba en cuestión de semanas a cientos de personas).

La verdad es que me dispuse a verla sin saber de su argumento y, tras visionar los primeros minutos del largo pensé que me encontraba ante otra cinta de "rollo indie" que no contaba nada, con una interpretación protagonista asombrosa eso sí, pero con acontecimientos rutinarios sobre un hombre reprobable. Pero nada más lejos de la realidad. Es cierto que su comienzo puede resultar un tanto plano, pero en menos de 10 minutos la cinta nos invade con unos hechos tan sustanciosos y variados que empieza a elevarse hasta cotas espléndidas.

La trama se torna totalmente profusa y diversa, con múltiples y perfectos desarrollos de importantes temas. Y con personajes llenos de aristas y desarrollados con inteligencia. Tenemos al enérgico Woodroof, obligado a cambiar a la fuerza y experimentando una transformación vital con mayúsculas (que no tópicamente redentora) purgándose por fuera y por dentro, y al que su adoración por vivir el presente le hace más luchador y astuto. Tenemos las nuevas pruebas de medicamentos de las industrias farmacéuticas, y sus luchas cainitas por hacerse con el "nuevo mercado". Tenemos a los enfermos desinformados que no encuentran la solución en la medicación "oficial" buscando alternativas... todo este coctel de recientes situaciones que impactan en los personajes conforman una historia de averiguaciones y supervivencia excelente.

La cinta toca todos los poros de su temática... y todos los toca con sensibilidad (que no sensiblería), humanidad, viveza, tensión y madurez. Desde la feroz lucha contra la enfermedad, hasta la infinita avidez a la hora de encontrar una cura, pasando por la experimentación de la marginación y la incomprensión por primera vez, o por el entendimiento común y la amistad con un círculo que nunca se pensó el protagonista que llegaría ni a rozar.

Y es que Ron Woodroof tiene el SIDA en los 80, pero no se va a quedar de brazos cruzados sabiendo que hay una salida contra la muerte prematura (tanto para él como para los que comparten su situación) y, siempre con ánimo de lucro (el personaje jamás deja de ser lo que es), Woodroof dará esperanza a los contagiados con el virus y pondrá de morros a la industria hospitalaria y todas las normas sanitarias.

El guión se desarrolla siempre con un enorme acierto en todos sus momentos y ensamblaje, y deja con energía o delicadeza mucha intriga, drama y hasta humor. Y el abanico de personajes resulta ser el modelo de como deben construirse éstos en un libreto.

Y sus interpretaciones no hacen sino engrandecer el conjunto. Matthey McConaughey jamás había estado mejor, esta es la interpretación de su vida (al menos hasta el momento) y por primera vez demuestra que es mucho más que un "tío bueno" que luce palmito en banales cintas de aventuras y comedias románticas. Su interpretación es de Oscar, dejando de lado su impresionante transformación física (que es superlativa y recuerda a John Hawkes el año pasado en "Las sesiones), el actor aporta una perfecta naturalidad, unos manerismos maravillosos y consigue un carisma que jamás se le había visto. Y desde Jennifer Garner como agradable y perspicaz doctora hasta Steve Zahn como ese compañero "australopitecus" están de 10. Pero quien más destaca y sobresale en "Dallas Buyers Club" es Jared Leto (al que ya le deben de estar grabando el nombre en el Oscar a mejor actor secundario del año) como el adorable, tierno, carismático y dulce Rayon (un personaje que tampoco es ningún ángel y que también está roto por su enfermedad y sus conflictos internos, pero con el que siempre se querría estar acompañado). Leto jamás se sale del personaje, y aporta una sensibilidad y complicidad arrolladoras, resulta memorable.

La dirección por su parte es muy grande, con un acierto en todos los ángulos de los planos (la mayoría de ellos cerrados o subjetivos) hiperrealistas, un despliegue de medios maravilloso, una fotografía deliciosamente desvencijada y un buen sonido.

En definitiva, "Dallas Buyers Club" es un largo dramático de libro en su conjunto (pero no de estilo academicista para ganar Oscars). Totalmente disfrutable una y otra vez, siendo suspicaz y emocionante, y no intentando sacarnos la lágrima de modo facilón pero sí invitándonos a muchas reflexiones.

Lo peor: Sus primeros 7 minutos.
Lo mejor: Jared Leto y Matthew McConaughey.
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23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La iniciativa, arrojo y valentía de un personaje que no se sabe (ni quiere) quedarse quieto
Hay varias películas dentro de esta cinta. Por una parte está el retrato en claroscuro, lleno de incertidumbre, angustia, dolor y porfía, de dos individuos disímiles que se enfrentan a un mismo destino. Por otra parte está la película que retrata cómo se vence (casi sin proponérselo, ni tan siquiera desearlo) la homofobia visceral y hortera de un cowboy de rodeo tejano. Finalmente está la descripción de una desesperante y opresiva época llena de muerte, sufrimiento, dolor, rechazo, ofuscación, recelo, vacilación e incertidumbre: aquellos años ochenta del ‘cáncer rosa’, de la plaga bíblica contra un ‘estilo de vida’ repudiado por dios y vilipendiado por los hombres.

Apenas han pasado treinta años y sin embargo parece otra época mucho más remota y basta, llena de vulgares tópicos y menosprecios de tugurio arrabalero. Había tanto desconocimiento, tanto recelo, tanto miedo, tanto rechazo, tanta incultura que nos parece un mundo remoto y ajeno cuando en verdad apenas y si hemos avanzado unos pasos, quizás de gigante, pero aún del todo insuficientes. En este contexto – entre la memoria y el olvido – se incrusta este tierno testimonio de unas vidas apenas esbozadas, apenas entrevistas y que por causa del SIDA fueron diezmadas a troche y moche, sin piedad ni compasión. Casi es un homenaje colectivo al ejército anónimo de muertes desesperadas y perplejas que la epidemia dejó a su paso durante los tres primeros lustros de su andadura.

Porque esta película es el reflejo de una contienda por salir adelante, por no dejarse vencer por los prejuicios ni los intereses farmacéuticos, ni por los médicos insensibles o los falsos amigos de taberna y melopea. Es un homenaje a aquellos individuos que sacaron de su flaqueza fuerzas y trataron de luchar por los enfermos, a aquellos médicos compasivos que acompañaron y sufrieron el dolor ajeno y buscaron medios, subterfugios e iniciativas para mitigar el suplicio y aliviar la tortura de la muerte inminente y cierta. Y un retrato admirativo de aquellos enfermos que supieron mantenerse en pie pese a que tenían que enfrentarse a un mundo hostil y ceñudo.

Cabe terminar alabando a dos actores que lo dan todo en la composición de sus personajes hasta volverlos inolvidables y necesarios, permanecen imborrables en la memoria porque han sabido dar con el tono justo de humanidad quebrada sin caer nunca en el patetismo o la conmiseración: Matthew McConaughey y Jared Leto. Sencillamente enormes. Hermosa cinta que se ve con gratitud, esperanza y hasta cierto optimismo.
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21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La consagración de McConaughey
La historia de Ron Woodroof es una de esas biografías que no aparecen en los libros de historia, que no merecieron ningún tipo de homenaje y que nadie a posteriori se ha encargado de reivindicar. Un hombre como él, adicto a las mujeres, al alcohol y a la mala vida, se puso el mundo por montera, toreó a la FDA y dio muchísima esperanza a muchísimos enfermos de SIDA a mediados de los 80, una enfermedad que él mismo padecía y que le obligó a cambiar su ética y estilo de vida.

Dallas Buyers Club es la historia de una evolución, de una reconversión, de una lucha y de un terror inmenso: el que sufrieron millones de heterosexuales y homosexuales al ser portadores de un virus para el que no existía cura y que iba acompañado de un enorme prejuicio social. Jean-Marc Vallée, director con nervio y muy respetuoso con la realidad queer, se encarga de dar brío a este biopic capitaneado y eclipsado por la grandísima interpretación de Matthew McConaughey: de él emana el drama, surgen las risas y nacen todos los conflictos de la película. El ex adicto a las comedias románticas ofrece un trabajo portentoso, tan exagerado y excéntrico como dictan los cánones académicos, y con una transformación física de vértigo.

Por lo demás, la película comparte muchos de las atributos del cine queer indie norteamericano, algo que ya pudo detectarse en otras nominadas a la estatuilla como Boys don't Cry, Mi nombre es Harvey Milk o Transamérica: aunque el personaje retratado ofrece un amplio abanico de luces y sombras al final siempre prima la parte más luminosa, la libertad inicial acaba cediendo a la conclusión azucarada y las ataduras del biopic (hay que ser fiel al caso real) restan espontaneidad al film.

En conjunto, Dallas Buyers Club es una propuesta un tanto grosera y con una tendencia al humor pasado de rosca que no termina de funcionar tan bien como sucedía en C.R.A.Z.Y. Pero si por algo la película destaca y triunfa es por McConaughey: él es Dallas Buyers Club, y la película es su particular vehículo de lucimiento para conseguir la nominación al Oscar que tantos años viene tanteando (pensamos, claro está, en Mud, Killer Joe y Magic Mike). Una película dinámica y fresca, algo que los presentes en Donosti hemos agradecido tras tanto film europeo de larguísimos planos fijos y ausencia de diálogo.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
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15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Olé Matthew McConaghey
He de reconocer que suelo evitar las películas referentes a enfermedades como sida, cáncer... siempre pienso que no me va a merecer la pena pasar dos horas padeciendo la enfermedad de otro, sin embargo en este caso, estaba muy equivocada.
Lejos de ver una película en la cual estás todo el rato compadeciéndote del protagonista o en la cual la sensiblería está presente en todo momento. Te transmite mucha fuerza positiva al ver cómo una persona es capaz de cambiar y evolucionar de la noche a la mañana al diagnosticarle Sida afrontando sus problemas y sin renunciar a la vida. Así pues dejar de fumar, de beber, llevar un tratamiento médico alternativo del que hasta ahora era el convencional, y también abandona las ideas de homofobia y acaba uniéndole una gran amistad a un transexual interpretado por Jared Leto.
Lo más increíble de la película es ver la interpretación que realiza Matthew McConaughey y la transformación física que le ha requerido. Por fín ha demostrado su potencial y que es un gran actor. Lo hace tan bien que incluso a mitad de película te olvidas de que el mismo que interpretó tantas películas en las cuales lo único que lucía eran sus músculos y su belleza. Y tampoco se queda atrás la interpretación de Jared Leto.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Monsieur Vallée, McConaughey no es suficiente
No nos andamos por las ramas. Lo mejor de Dallas Buyers Club es el papel de Matthew McConaughey. Su presencia eleva la categoría de una película que, en su desarrollo, no pasa de convencional. Sí, está basada en una historia real, pero eso no es óbice para caer en el efectismo y la estructura narrativa rutinaria de biopic. Favorita para los Oscars 2014 en la categoría de mejor actor y mejor secundario (Jared Leto), Dallas Buyers Club es una cinta agradable, pero decepcionante en su resultado final.

(...)

El primer tercio de Dallas Buyers Club es muy superior al resto del metraje. Asistimos al descenso al infierno de la enfermedad de Ron. Se calza las gafas y acude a la biblioteca. El SIDA empieza a aterrorizar al mundo. Los gays ya no son los únicos afectados. La población “normal” se asusta. La industria farmacéutica y las autoridades de control sanitario toman posiciones. El SIDA es un problema. Y una oportunidad. Según como se mire.

(...)

Durante esta parte de la historia es cuando mejor comprendemos la soledad y angustia del enfermo terminal. Porque tener SIDA y tener cáncer, por ejemplo, no es lo mismo. Sí, con ambas tienes muchas papeletas para morir. Pero con la primera, además, eres contagioso. Das asco.

Y del electricista que conduce a México en busca de una solución pasamos, de la noche a la mañana, al líder de un gran negocio de trapicheo de medicamentos para enfermos de SIDA. No sabemos hasta qué punto la película es fiel a la historia real. Y tampoco nos importa demasiado. Esto es cine, ficción, y tiene que atenerse a ello. El giro que da el personaje de Ron nos resulta un tanto abrupto y poco verosímil. La escena del supermercado es muy bonita, pero es el momento en el que Dallas Buyers Club pone sobre la mesa todas las cartas. Y algunas de ellas están marcadas.

Por otro lado, comienza a ganar peso la trama médica. ¿Real? Probablemente. Pero muy convencional en su tratamiento: personaje maltratado se lía la manta a la cabeza y diseña un negocio clandestino de venta de medicamentos que entra en conflicto con las autoridades sanitarias que velan, también, por los intereses de las grandes corporaciones farmacéuticas. O dicho de forma más resumida: Personaje solitario y luminoso, con iniciativa y un par, se enfrenta a la fría burocracia. ¿Cuántas veces?

Y si el espectador no está suficientemente entregado al personaje de McConaughey, el guión añade un médico bueno y un médico malo. El personaje interpretado por Jennifer Garner pulula por la película molestando más que otra cosa y añadiendo azúcar a una cinta que no lo precisa.

Por suerte, la película se cierra con una escena potente que nos devuelve a los mejores momentos de su inicio. Porque, insistimos, Dallas Buyers Club es Matthew McConaughey. Y no mucho más.

El responsable de esta cinta es Jean-Marc Vallée, autor canadiense célebre por C.R.A.Z.Y., película triunfadora en su día en el Festival de Cine de Gijón y que ya anunciaba sus luces y sus sombras: historias interesantes, bien rodadas, pero rutinarias en sus planteamientos narrativos. Jean-Marc quiere contentar al espectador. Y en ese afán cae en la trampa del efectismo.

No obstante, Dallas Buyers Club es una cinta recomendable, agradable y que marcará un hito en la carrera de McConaughey, actor que por méritos propios se sitúa en la vanguardia de los intérpretes de Hollywood.

Lo Mejor: Su primer tercio. La escena final. Matthew McConaughey.

Lo Peor: La evolución de la historia es convencional y con tendencia al efectismo. Cierto maniqueísmo. El papel de Jennifer Garner.
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15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El club de compradores de Dallas
"Dallas Buyers Club" no es gran cosa. Otra que está inmerecidamente nominada a Mejor película en los próximos Oscars, como la fallida y mediocre "La gran estafa americana", inferior a esta.

No está mal la historia (real) que cuenta, y se deja ver. Está producida y facturada con cierta calidad, de acuerdo, pero la manera en qué está contada es discutible, con mucho -y brusco- salto en el tiempo que dificulta empatizar con los personajes al no poder ver bien, por tanto, su evolución. También deja un tanto de lado lo que más podría interesar, como es la relación entre esos dos personajes principales, para centrarse más en otro aspecto que para mí no tiene tanto interés.

Muy buenas actuaciones de McConaughey y Jared Leto, que probablemente ganarán bien el Oscar aunque no estén demasiado mejor que algunos de sus rivales. Quién nos iba a decir que la Raquel Revuelta de Homozapping (o María León, como se prefiera) iba a ganar un Oscar...

6 bajo
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15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Quiero que mi vida signifique algo
“A veces siento que estoy peleando por una vida que no tengo tiempo de vivir”, frase de una precisión y profundidad narrativa a la altura y perfectamente equilibrada con la metáfora cinematográfica que nos propone este director canadiense. Qué es vivir sino una lucha contra el tiempo, un goce permanente de las elecciones que adoptamos. La frase proviene de los labios de un cowboy de rodeo adicto a las drogas y las mujeres, aunque también adicto a vivir bajo sus propios términos. Ron Woodroof (contenida y lograda actuación de Matthew McConaughey) es un texano de escasa educación, pero con la suficiente lucidez para darse cuenta de cómo funciona el sistema. Es un tipo gozador, más bien solitario, en cierto sentido un egoísta empedernido.

El mismo ego destructivo que asoma al comienzo de la cinta, este hombre valiente y encarador lo vuelca a su favor, venciendo prejuicios que le ha inculcado su origen social. El protagonista es un electricista; su padre le heredó el oficio además del alcoholismo. Un hombre profundamente homofóbico que no entiende (y se niega a aceptar) la razón de haber sido diagnosticado portador del VIH con un horizonte de vida de 30 días. Su primera reacción es negar la enfermedad y sumirse en drogas y alcohol. Inconscientemente, no quiere pensar en la enfermedad y desea seguir adelante con su vida, haciendo un paréntesis a su pasión: montar toros.

Quizás entiende que está enfermo cuando sus amigos de juerga lo rechazan por considerarlo maricón. Se consigue fraudulentamente AZT cuando todavía es una droga experimental. Un grupo de médicos se da cuenta de que tiene acceso no autorizado a la droga y, a partir de ese momento, Woodroof empieza su lucha contra el sistema químico-farmacéutico estadounidense.

Los episodios de excesos están muy bien dosificados, lo justo y necesario para dar humanidad a Ron. La película no se interna en ese laberinto facilista y explora en el descubrimiento del ser humano que vive en su interior. Pero Woodroof no es un santo, al principio solo quiere hacer negocio introduciendo en Estados Unidos drogas no autorizadas por la FDA (U.S. Food and Drug Administration). En el afán por ampliar la cobertura de su negocio se asocia con un travesti de nombre Rayon, que también tiene Sida.

Resulta obvio que la película abordará el tema de las patentes de medicamentos autorizados, un mercado tan multibillonario como el de las armas, pero la narración tampoco se pierde por esos senderos, en cambio, se centra en las relaciones humanas, en la asociación de personas que luchan por una misma causa. Ron y Rayon no solo son socios comerciales; terminan respetándose como amigos sin caer en sensiblerías. El amor improbable (más bien el cariño y respeto) entre Ron y la doctora Eve Saks es un ingrediente necesario. Para cuando Ron le confiesa: “Quiero que mi vida signifique algo”, los espectadores ya sabemos de qué se trata y la trayectoria de sus últimos siete años de vida, lo convierten en un dios. “El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre” (El mito de Sísifo, de Albert Camus).

A esa altura del metraje son seres desprejuiciados que comparten una cerveza bebiendo de la misma botella, una conmovedora escena que nos hace dejar atrás de un plumazo las escenas sobrecargadas de la “Philadelphia” (1993) de Jonathan Demme, película necesaria en su momento, pero “Dallas Buyers Club” es mucho más honesta, definitivamente más bella, y resistirá con dignidad el paso del tiempo. La metáfora de que la vida es “la hora de montar toros”, es perfecta.

Película que respeta una narración cronológica clásica, sin pretensiones, con diálogos de envergadura. “Disfrute de su vida. Solo tiene una”.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Oscar merecidísimo (Lo siento por Leo)
No sólo me hallo ante un peliculón que se despoja de efectos edulcorantes y que buscan lágrima fácil, para dar lugar a una película hecha de una manera atípica, pero que te mete dentro de ella desde el principio y que tiene unas interpretaciones que son tan reales que los premios se quedan cortas para ellas.
La cosa estaba reñida y reñidísima. DiCaprio y McConaughey. Eran los favoritos. Y puede que fuese la hora de DiCaprio o puede que no. Pero que la estatuilla recayese sobre McConaughey no es nada injusto. Ni por hacer de enfermo de sida ni nada. Sino porque es una gran interpretación y punto. Cada uno ha dado lo mejor de sí en papeles arriesgados y al final el segundo se ha saldado con la victoria.

Recomiendo verla porque hoy mismo la he descubierto y no me esperaba su calidad ni su directo ataque a nuestras cabezas y corazones.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
El negocio de la supervivencia
Un tema muy querido para el cine norteamericano: el hombre contra el sistema; el combate heroico y romántico de la pulga contra el elefante. Ha habido muchas películas de este tipo y las seguirá habiendo; país que exalta el individualismo y que se creó a golpe de libertad y barbarie.
El asunto es el SIDA y el negocio que se monta al olor del dinero; la industria farmacéutica huele sangre (negocio) y no quiere soltar la presa. La historia se desarrolla en 1986 y todavía estamos en los albores de la investigación. Se experimenta con el AZT e interesa que funcione para poder comercializarlo. La acción se sitúa en Dallas y el protagonista es un electricista/cowboy que se mueve en el mundo de los rodeos; nos lo presentan como un animal, un descerebrado entregado (estragado) con fruición al sexo, la coca y el alcohol; un pícaro de medio pelo, bruto y caradura; cachondo y kamikaze.
El comienzo es rápido y bestial (in medias res): tiene Sida y le dan treinta días de vida. A partir de ahí se desarrolla la odisea de Ron (personaje real): prueba el AZT, le sienta mal, llega a México, encuentra un doctor sin licencia que le aconseja tomar otras cosas y empieza el meollo de la historia: el tráfico de medicinas, la prosperidad mercantil y la batalla contra la FDA (la burocracia corrupta que el poder utiliza para filtrar, controlar y mantener el statu quo); la creación de un pequeño imperio; mitad crematístico mitad samaritano (ayuda a los desheredados de la sociedad -la mayoría gais-, a los que la medicina convencional utiliza como cobayas y maltrata con el AZT). Nuestro atrabiliario Quijote se busca un escudero transexual (Leto) y una Dulcinea doctora (personaje cargante e innecesario -un pegote absurdo- interpretado por Garner de forma plúmbea y almibarada; hasta nos amenazan con una imposible y pringosa historia de amor -menos mal que lo dejan en inane insinuación).
En USA todo es susceptible de ser negocio y todo ciudadano puede montarse en el dólar ("el país de las oportunidades", les gusta decir con orgullo y de manera eufemística) con una idea brillante o una total falta de escrúpulos; todos son posibles víctimas/clientes; solo se trata de tener habilidad y las agallas suficientes para jugársela. En este caso, el negocio está bendecido/redimido porque el protagonista juega limpio; él está en la misma situación que sus clientes; él es también un marginal; un desecho al que intentan quitar de en medio. El mal lo representan las grandes empresas; ellas son el enemigo, el gigante desalmado ante el que se enfrenta nuestro héroe con su pequeña empresa y su desesperada lucha por la supervivencia. Es la reivindicación (aunque sea de forma indirecta u oblicua) de ciertos valores primigenios (Capra como clásico y en un tono/época muy diferente, por ejemplo -"Qué bello es vivir" o "Juan nadie"- lo narró de forma admirable); la lucha del individuo/comunidad frente a las grandes corporaciones, la unión de los débiles frente a los fuertes, la vuelta a los orígenes democráticos e idealizados que sustentan lo mejor (el ideal nunca concretado en su totalidad, como todo ideal se queda en anhelo, aproximación y esperanza) del espíritu americano.
Se plantea, también, el manido asunto de la homosexualidad en un medio hostil y cazurro ("Brokeback Mountain" es la cita obligada); Dallas como vivero de garrulos y gañanes. Tema que se trata al principio con urgencia y claridad pero que es postergado por la deriva económico/médica del relato.
El ritmo es frenético, las elipsis son constantes y se suceden los hechos de forma trepidante y descarnada. De esta forma, se crea la sensación de inmediatez y verdad; el tono es casi documental; se asemeja al pulso vibrante de las cosas que suceden en el presente; sin filtros ni concesiones. A cambio, se sacrifica en muchas ocasiones la verosimilitud; las reacciones de los personajes y la evolución de la historia son bruscas y toscas; pasan demasiadas cosas explicadas de manera muy superficial y un tanto sensacionalista: Ron pasa de no creerse nada a ponerse a investigar en unas horas, de desahuciado a sanador traficante, de paleto suicida a cabal hombre de negocios, de drogadicto majadero a hombre juicioso... Coincide la enfermedad de Ron con la llegada del AZT, llega a México y encuentra a uno que lo sabe todo, perdido en medio de la nada... Un montón de incongruencias de guion, de transformaciones instantáneas, de sobreentendidos, de casualidades, de ideas sin desarrollar y de asuntos sin profundizar (el funcionamiento de la FDA, de las farmacéuticas...), de personajes solo esbozados y que se quedan en cliché (Leto no pasa de arquetipo -el "diferente" sensible, víctima y buenísimo, y Garner se queda en un añadido tópico y banal). Todo ello provoca que la historia pierda peso y credibilidad (aunque esté basada en hechos reales).
Respecto a los premiados actores, lo obvio: bordan sus tremendos y agradecidos (perdedores con enfermedad terrible que se "redimen" en una lucha épica) personajes.
Eficaz, entretenida, superficial, interesante y simplista película. Mereció la pena pero no dejará huella. Una vez más se demuestra la dificultad de aunar información y rigor con espectáculo
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
ENCONTRÓ UN OBJETIVO EN SU ENFERMEDAD.
No la valoré en su momento, y ni siquiera la voté... No se por qué, pues es un gran trabajo de Matthew McConaughey. Basada en hechos reales, retrata la vida de un vaquero siempre al borde del precipicio, con apuestas, viviendo de rodeos, juergas, drogas, alcohol, y desenfreno sexual.

En el año en que se le detecta el sida,decide alejarse de una muerte segura y recorre un camino totalmente alejado del convencional. Y ese camino es el que aporta un gran entretenimiento por las propias características del relato y la magnífica actuación de su protagonista.

Totalmente recomendable, con fluida narrativa visual, directa y bien estructurada por su director Jean-Marc Vallée.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
ADICCION, ENFERMEDAD, NEGOCIO Y LUCHA
Interesante película que se mueve entre el mundo del rodeo de Texas, el Sida, las drogas y el triste y mafioso mundo de las farmacéuticas recordando en ocasiones a PHILADELPIA y en otras al JARDINERO FIEL.

El director JEAN-MARC VALLEE autor de la magnífica C.R.A.Z.Y. se adentra en el mundo del rodeo para, desde él, contar la historia real de RON WOODROOF un electricista drogadicto, aficionado al rodeo que contrae el sida en 1986. A partir de ahí, se nos describe la fuerte historia de éste contra la enfermedad y de cómo hace negocio con utilización de medicamentos prohibidos en USA. El problema del metraje es que tratando un tema tan desgarrador queda carente a la hora de trasmitir sensaciones y dureza al espectador en la mayoría de las ocasiones. A destacar los momentos de las “crisis” de Ron (oyendo un pitido), consiguiendo en estas ocasiones la cercanía para el que lo visiona.

Aún así, DALLAS BUYERS CLUB es una buena película, con un trabajo correcto de su director, un magnífico montaje que consigue que el hilo sea continuo y ágil y en especial unas excelentes actuaciones.
MATTHEW McCONAUGHEY se mete en los “huesos” de Ron y realiza la mejor actuación de su carrera, con grandes dificultades tanto físicas (pérdida de peso y parecido) como propias de la forma de ser del caracterizado enfermo (este segundo punto más valorable e interesante)
Parecido lo que se puede comentar de JARED LETO, valorando su difícil cambio físico y su gran interpretación. Como punto negativo en la interpretación, JENNIFER GARNER, que no llega a trasmitir en ningún momento y a la que le falta química cuando aparece junto a MATTHEW.

En definitiva DALLAS BUYERS CLUB es una interesante y aconsejable película pero que únicamente será recordada por las estupendas actuaciones, quedándose a medio camino de su propósito de mostrar la dureza del SIDA y la indigna forma de trabajar y forrarse de las farmacéuticas.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
De niñato a ganador de Oscar
Si, ya la he visto, aunque tengo que confesar que me resistía. No por el tema, que me parece fascinante -ojo, a ver si no perdemos el norte, que esta película en realidad no habla del SIDA, sino de las intrigas de las farmacéuticas y de los organismos del gobierno Norteamericano, que se deja influir política y económicamente...- sino porque sistemáticamente huyo de las biografías llevadas al cine: ninguna vida es tan apasionante -por apasionante que haya sido- como para aguantar 90 minutos de duración. La ficción siempre es mucho más entretenida.

Estoy seguro que muchos puristas argumentarán que qué pasa con, por ejemplo, "Amadeus" de Milos Forman o con "El Loco del Pelo Rojo" de Minelli o incluso "El Hundimiento" de Oliver Hirschbiegel. Pues muy fácil: que en estas películas se han ficcionado esas vidas, utilizando elementos reales con otros inventados y por eso son tan fascinantes. En esta ocasión, la película se centra en la vida de Ron Woodrof, un cowboy texano de hoy día que subraya todos los tópicos de la América profunda: machista, borrachin, pendenciero, putero... una joya vamos. Y este mismo personaje contrajo el VIH, y comenzó una batalla personal, médica y legal contra su enfermedad, consiguiendo superar lo que iban a ser 30 días de vida en varios años, y facilitando terapias alternativas más eficaces a pacientes enfermos de SIDA, que únicamente tenían la opción legal de utilizar un medicamento, el AZT, que en realidad se demostró con el tiempo que tenía más efectos perniciosos que efectivos sobre la enfermedad.

No voy a decir lo obvio: que tanto McConaughey como Leto están impresionantes. Los dos han realizado una interpretación conmovedora, y ambos han logrado físicamente un aspecto sencillamente perfecto para encajar en sus respectivos papeles. Y los dos han ganado un Oscar. Pero cuando pasan estas cosas -y me remito también a otros casos como los de Christian Bale o a Robert De Niro engordando y adelgazando...- me acuerdo de Laurence Olivier y la anécdota que tuvo con Dustin Hoffman en el rodaje de "Marathon Man". Para la famosa secuencia de la tortura en la silla del dentista, Hoffman dejó de comer y dormir varios días y había llegado corriendo hasta el estudio, ofreciendo un aspecto realmente lamentable. Cuando Olivier lo vio, tras escuchar el motivo de su aspecto -que era, evidentemente, hacer más realista su interpretación-, el británico sencillamente le preguntó: "¿Por qué, simplemente, no intentas actuar?". Pues eso. que muy bien con las filigranas de bajadas de peso, pero no perdamos el norte: lo importante en una interpretación -por muchos Oscars que ganen- no es el aspecto, sino la credibilidad en sí. Ojo, y no digo que McConaughey y Leto no la tengan, sino que quizás no sería más sencillo interpretar. Lógicamente, no tendría el impacto mediático que ha tenido -y quizás, incluso no le habrían dado el Oscar...- pero para saber que el protagonista de "Dallas Buyers Club" es un actor brillante, no hacía falta perder tantos kilos, como ha demostrado en la reciente serie "True Detective", donde está esplendoroso, o en los pocos minutos de "El Lobo de Wall Street", convirtiéndose en lo mejor de la película de Scorsese. Además, seamos serios: Leto está un poquito pasadete de vueltas, maquillaje incluido.

Pero estas cosas vienen a confirmar lo que ya todos sabemos: que para triunfar en el Olimpo de Hollywood no es suficiente con ser buen actor: es imprescindible ser listo como un zorro, y lo que es mejor, tener un agente que sepa un montón de marketing y sepa posicionarte. Matthew McConaughey estaba ya empezando a no tener edad de guaperas para adolescentes, con lo que había que ir cambiando los tipos de papeles de niñato, y encajarse en otros más "serios". Y nada mejor que una película con controversia social -nada más y nada menos que el SIDA- y un cambio físico espectacular para conseguirlo. Si le sirvió a Tom Hanks con "Philadelphia" -recordemos que venía de películas menores como "Big", "Joe contra el Volcán" o "Ellas dan el Golpe"-... ¿por qué no iba a servirle a él? Pues le ha servido. Y bien.

Pero desgraciadamente, quitando a esos dos puntales, el resto de la película es bastante mediocre. Incluso la batalla legal entre la FDA (la agencia de calificación de medicinas de USA) y el protagonista no está lo suficientemente bien desarrollada, con lo que podría haber dado de sí, ya que sucedió en realidad que empresas presionaron a la institución y a médicos para que siguieran aplicando tratamientos que eran o bien ineficaces, o bien muy perjudiciales. La narrativa se torna bastante lenta y aburrida, y aunque hay algunos momentos inteligentemente resueltos -como los "ataques" que sufre el protagonista y que le hacen perder la consciencia- el resto no deja de ser una sucesión de tópicos en este tipo de cintas. El advenedizo relativamente novato en Hollywood Jean-Marc Vallé quiere darse a conocer y demostrar que es un director "serio", y la verdad es que podría haberse lucido muchísimo mejor.

Salvo por ver a McConaughey, evolucionado de niñato guaperas musculitos y con melenita rubia a ganador de un Oscar por un cambio físico radical, el resto es muy mejorable.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
La degradación
«Dallas Buyers Club» puede ser muchas cosas pero no una película agradable. Es muy desagradable, no tanto como se las prometía durante los primeros minutos pero sí en su conjunto y temática. Presenciar la degradación física y moral del ser humano en plena vulnerabilidad no es un plato de buen gusto.

Porque además es lo único que ver en ella. Seamos honestos. Jean-Marc Vallée dirige con claridad y sin saña y Matthew McConaughey hace un trabajo espléndido pero la historia se limita a mostrar las triquiñuelas del señor Woodroof para hacer negocio con el VIH y sacarle dinero a los enfermos, lo que nunca me hubiera esperado, y a presenciar, lo más importante, la situación de degradación a la que puede llegar una persona. Y no me refiero a la enfermedad. Ron Woodroof se presenta como un tejano mujeriego y cocainómano que a mi parecer vivía de forma degradante sin necesidad de estar contagiado. Que tu vida sea un cúmulo de adicciones, suciedad, desesperanza y autodestrucción es posiblemente la más compleja y eficaz forma de involución humana y lo extraño es pensar que es en la conciencia de su enfermedad y de su destino con la muerte cuando Ron alcanza cierto grado de dignidad. En este sentido de degradación personal, no podemos olvidarnos de un Jared Leto hecho mujer que interpreta el mayor drama de «Dallar Buyers Club», con una Rayon en deterioro drogodependiente que te inspira una lástima incalculable.

Sin embargo, no solo de pena vive el cine, así que las posibilidades de un tema tan amplio e interesante como el de los clubes de venta de medicinas que proliferaron en los ochenta en los Estados Unidos para hacer frente a una enfermedad por entonces desconocida queda apagado por completo y sin una exposición de hechos, causas y consecuencias que nos enriquezca.

Correcta pero limitada.
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7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Lucha por la vida
Dallas Buyers Club me parece una cinta anodina que se mantiene gracias a la interpretación de los ya justamente oscarizados Matthew McConaghey y Jared Leto.
El comienzo es prometedor, el descubrimiento por parte de Ron Woodroof de su enfermedad -tiene SIDA- allá por los años 80, su asimilación y el perpetuo tour de force en el que se convierte su lucha por la vida. Impresiona el aspecto físico de McConaghey y su visceral interpretación.
A partir de formar el Club para la distribución de fármacos no autorizados por la FDA (Agencia Estadounidense de Medicamentos), la desangelada realización hace que la obra se vuelva reiterativa y tediosa. Por otro lado, la relación platonico-sentimental con la doctora, interpretada por Jennifer Garner, no hay por donde cogerla, totalmente inverosimil. Eso sí, remarca su espíritu "progre" -importante para la carrera a los Oscar, que se lo digan a Steve Mcqueen y su historia de Kunta Kinte- con las críticas a las multinacionales farmaceúticas y los interes creados; pero una crítica liviana, no se vayan a soliviantar los poderes fácticos.
Una pena que con estos mimbres Jean-Marc Vallé no sea capaz de hacer algo más que esta vulgar película de sobremesa televisiva de domingo.
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Quién engaña a quién
La mala vida y algo peor caen sobre la actuación indudable del año, de algo hay que morir, es el calvario de la mayor epidemia mundial, representada fielmente bajo una conducción seca con tiempo para dejar sentir el arte en su montaje en un ambiente rudo como el rodeo, no se trata de asustar, se trata de gritar la gravedad del negocio y de la lucha por ampliar los treinta días bajo fases y excesos, moral y beneficios, el vaquero tiene un estudio alternativo a la industria y gana billetes, no se sabe cuál de los dos le jode más a la FDA, en medio el papel imprescindible de la doctora siempre vestida de blanco, para encarrilar el drama sobre el AZT y su oscuro pasado en terapia aislada.

Una cinta menor con un procedimiento equilibrado, con claves y sin trucos, la creencia y el vicio, toda una serie de contrastes con gran atractivo en confrontaciones, prejuicios y principios, una combinación explosiva de distorsión de la comunicación, síntomas y signos de morir con las botas puestas, una batalla al borde de la legalidad contra las instituciones mientras vive lo peor que se pueda pasar, el cine siempre puede llegar más lejos con las industrias farmacéuticas, pero aquí hay datos y ciencia oculta y siempre transmite buen cine, recetas mortales desde la pocilga, todo lo malo recorriendo el mundo, el carnaval de las altas esferas y los conejillos de indias, quién engaña a quién...

La eficacia de la rebeldía bajo el descontrol a escala mundial, no se trata de hacer mucho ruido, sino de colgar la verdad en algún tablón de nuestras mentes comprometidas con la nada, el golfo es un descarado y saca tajada, pero también tiene los huevos de superar los obstáculos, es sobrevivir haciendo dinero, es la confrontación del sentimiento humano en el ambiente del descenso de leucocitos incompatibles con la vida para encontrar la inspiración y la fuerza en un club especial de compradores de péptido P y antirretrovirales que aumentan la eficacia y disminuyen los riesgos, los Bonnie Y Clyde de las pastillas viven un drama que no consigue enfocar la tragedia con el sentimiento esperado, pero que humilla a la apariencia humana en el despropósito irreversible, un vulgar narco contra el SIDA y sus intereses, una lucha por una vida sin tiempo para vivirla, la injusticia en el terreno de la cabeza del mundo libre, a saber, si es que quieren o soportan saberlo, lo que ocurre en el tercer mundo, "Dallas Buyers Club" representa el sentido común de la ley, el negocio y la moral, al menos en parte...
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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