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Voto de Sibila de Delfos:
7
Drama Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad. (FILMAFFINITY)
19 de enero de 2014
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean-Marc Vallée, gusten o no sus películas, tiene un algo único. Algunos directores pasan toda su vida buscando su línea y su estilo, y este canadiense ya lo tiene desde hace años, cuando asombró al mundo con su estupenda C.R.A.Z.Y. Dicho estilo se aprecia en el peculiar uso de los colores y la iluminación, siempre tirando a oscuras y reflejando los ambientes deprimidos que retrata la cámara, y en los planos cuidadosamente desenfocados que sin embargo acercan más a personajes y espectadores (ver el comienzo de la cinta, con Woodruff practicando sexo antes de que comience el rodeo, o el flashback fragmentado en que recuerda cómo se contagió del VIH).
Aquí, Vallée pone todo su saber cinematográfico, que es mucho, al servicio de una historia con el trasfondo del SIDA en los 80. Sin embargo, aunque es un buen testimonio sobre los efectos de la enfermedad y el rechazo social a los enfermos, lo que más interesa es el retrato de una amistad insólita entre dos hombres condenados en principio a no entenderse y del espíritu de supervivencia de los seres humanos, forzando incluso los límites de las leyes para hacer más llevadera la estancia de muchos desamparados en ese fatídico club en el que nadie quiere estar.
Por supuesto, de lo que más se habla y con razón es de la interpretación de los dos protagonistas. No es fácil decir si esta es la mejor versión de Matthew McConaughey, porque en Mud, su gran película de 2012, también estaba excelente en un registro muy distinto. Lo que sí se puede decir es que en la piel de este hombre tan valiente como difícil y ciertamente reprobable en muchas cosas que es Ron Woodruff (reprobable y a la vez admirable por ser el único que parecía hacer algo útil por os enfermos, aunque fuese lucrándose a costa de ello), McConaughey se come la pantalla cada vez que aparece en una actuación llena de fuerza y matices. Es el papel de una vida, sin duda, y de una carrera, la suya, que ha experimentado un giro de 180 grados desde Magic Mike. Ya nadie se acuerda hoy del actor normalito tirando a mediocre que hacía comedias románticas sin demasiado fondo. Ojalá siga por este camino. Y lo mismo se puede decir de Jared Leto, ejemplo de actor que nunca llamó la atención de nadie por sus dotes interpretativas, siempre mejor músico e incluso director (atención a los videoclips que ha grabado para su magistral banda, Thirty Seconds to Mars) que actor. Llevaba cuatro años sin trabajar en el cine, y ha resurgido con esta película con una fuerza arrolladora, en la que es casi la primera demostración de su carrera de que tiene madera para mucho más que para ser un intérprete del montón. A una transformación física y vocal espectacular, Leto suma un desgarro emocional y un encanto que hacen adorable al personaje de Rayon, un ser que inspira ternura, compasión y amor hasta en el espectador más duro. Su fragilidad (atención a la escena en que habla con su padre) y buen humor a pesar de todo llegan al alma.
En definitiva, una buena película, muy buena a ratos, sin duda, pero a la que le falta un paso para estar a ala altura de otras de las mejores del año. Un paso llamado "emotividad".

Lo mejor: McConaughey, Leto y la realización de Vallée.
Lo peor: Quizá por evitar la saña y lo lacrimógeno, la película peca de fría en su narración. La intensidad procede de los actores en vez de del guión, algo mecánico, poco emotivo y con un ritmo irregular durante todo el metraje. Es más una cinta de escenas, momentos y miradas que de conjunto.
Sibila de Delfos
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