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92 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
El pasado que seremos
Aníbal era un jefe cartilaginoso. Los coleccionistas de sellos reciben el nombre de sifilíticos. Los reptiles son animales que se disuelven en el agua. La hipotenusa está entre los dos paletos. Jesucristo fue bautizado en Río de Janeiro. El pararrayos fue inventado por Frankenstein.

Son respuestas reales de alumnos en exámenes de ESO y Bachillerato. Zoquetes los ha habido siempre, podréis argumentar, la de años que lleva editándose la Antología del Disparate, quién no ha conocido a tipos capaces de decir y escribir las mayores burradas y quedarse tan ancho, no hay para tanto. Ojalá fuera así. Quienes conocemos de primera mano qué se cuece en las aulas de nuestros institutos sabemos que lo que antes era excepción es ahora norma, que la burricie y la mediocridad no sólo no están mal vistas, sino que se premian y se alientan, por democráticas e igualitarias. Cómo mola ser un cabestro. ¿La cultura? Cosa de frikis e inadaptados.

La novela de Ray Bradbury alertaba, ya en 1953, contra la más poderosa de las armas del totalitarismo, la ignorancia. El fuego de los bomberos purifica la angustia del conocimiento, la innecesaria inquietud que pueden proporcionar las letras. La felicidad consiste en ignorar los rincones desagradables de la vida, no saber nos hace inmunes a la inquietud y el dolor. Sin sufrimiento no hay preguntas. Y sin preguntas, ¿quién puede cuestionar el modo en que es gobernado? El keroseno es el perfume de los tiranos.

Truffaut entendió bien el mensaje de Bradbury, y eso es lo que pervive de su película. Frases como “Mientras se les tiene entretenidos son felices, y eso es lo importante” o “Todos hemos de ser iguales” suenan inquietantemente actuales. Píldoras para no sentir y televisores de pantalla plana, a ser posible, tres por hogar: la ausencia de antenas nos hace sospechosos de sedición. Hay que relacionarse, aunque sea con gestos y palabras inútiles y banales.

Y sin embargo, corremos el riesgo de tomárnosla a broma. Porque no es una gran película. Porque atufa a años 60. Por sus zooms y sus veleidades psicodélicas y sus rojos chillones. Por esos modelitos y esos bomberos y esos camiones que parecen salidos de Legoland. Porque a pesar de la música de Bernard Herrmann y de la amistad de Truffaut con Hitchcock, no hay apenas suspense y el ritmo brilla por su ausencia. Por su final soso y discursivo. Cuando la vemos ahora, corremos el riesgo de creer que esta peli pertenece sólo al pasado. Qué error cometeremos.

Atenas fue fundada por César octavo a gusto. La vaca es un derivado de la leche. Un polígono es un hombre con muchas mujeres. El sujeto que no aparece en la oración es epiléptico. Quevedo era cojo de un solo pie y Góngora culturista. De los huevos de las ranas salen los cachalotes. Reíd, reíd. Asomaos un momento a la calle. Echadle un vistazo a la tele. Entrad y salid de cualquier red social. Volved después a mirar esta peli. ¿Os reís? Éste, y no otro, es el pasado que seremos. Y cuánto deseo equivocarme.
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174 de 188 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
CIENCIA FICCIÓN CON INTERROGANTES
A finales de los 60 algunos empezábamos a hacer nuestros “pinitos” en un mundo en que, al contrario de lo que ahora sucede, la juventud era una enfermedad que se curaba con la edad. Y esa juventud queríamos un mundo distinto, política y sobre todo socialmente.

En mi mesa de noche reposaba Un mundo feliz de Aldous Huxley y en mis estanterías podían encontrarse libros “prohibidos” como El libro negro de Giovanni Papini ó El retorno de los brujos de Pauwels y Bergier, junto a Las historias extraordinarias de Edgard Allan Poe y obras de H. P. Lovecraft con Necronomicón incluido.

Esa ciencia ficción con interrogantes nos marcó y por eso ha sido muy agradable encontrarme con esta novela de Ray Bradbury llevada al cine por un director de auténtico talento como Truffaut, el cual, a diferencia de otros paisanos suyos y compañeros de fatigas cinematográficas, ha conseguido darle la vuelta a mi instintivo rechazo al cine francés hasta acabar siendo admirador de sus trabajos. Eso si, mi admiración no es ciega ni alocada sino crítica (véase mi comentario a Jules et Jim) y por ello debo decir que Fahrenheit 451 sin ser una obra perfecta consigue plenamente lo que pretende, que es lo mismo que pretendía la novela de Bradbury: Concienciar a la sociedad del gran legado que tenemos en nuestras manos: La cultura. Esa cultura que se concreta en los libros, en la música, en el teatro, en el cine, en el lenguaje... Esa cultura que es la fuerza y la esperanza de la humanidad ante el futuro.

Estoy de acuerdo en que Truffaut nos deleita con algunas “frivolités” técnicas. Esa cámara que se acerca al personaje mediante un triple salto con tirabuzón hasta alcanzar el primer plano, resulta demasiado artificiosa y fuera de lugar. No obstante el montaje es bueno y en su línea a pesar de algún desencuadre perdonable. Los libros, igual que sucedía en La noche americana, no están elegidos al azar sino que se ajustan a los esquemas del director. Los Cahiers du Cinèma ó las obras de Salvador Dalí no aparecen entre ellos por casualidad. Y en general Truffaut da vida de forma digna a la novela de Ray Bradbury acercándola al gran público.

Dicen que lo mejor se deja para el final. Y, aunque lo mejor tal vez sea Truffaut, Oskar Werner y Julie Christie están francamente bien en sus trabajos. Especialmente el primero.
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51 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Desconcertadamente actual
Genial adaptación del libro de Ray Bradbury. En Fahrenheit 451, la temperatura a la que arde el papel de los libros, se nos presenta una sociedad vacía, manipulada por los medios de comunicación, dependiente de "medicamentos" estimulantes y automatizada por la autoridad.

¡Mira, los bomberos! ¡Va a haber un incendio!
No, no es algo descabellado, los bomberos de Fahrenheit 451 persiguen los resquicios que quedan en la sociedad que posee libros, prohibidos por el gobierno por sus palabras malintencionadas y su pretensiosa retórica. Muchos deben huir al bosque memorizando algunas obras para perpetuar el conocimiento humano.

El protagonista de este filme, dirigida por el genial Truffaut, es Montag, un bombero con aspiraciones de ascenso que conoce a una maestra. Gracias a ella abre los ojos y consigue escapar del cuerpo en aras del conocimiento.

Si aún no la habéis visto, vedla por favor. Cada vez que encendáis la televisión y hagáis zapping buscando un mínimo instante de decencia, acordaos de esta antigua pero actual película.
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49 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
CINE DE CULTURA Y CULTO: SOBRE LA PROFUNDA IDIOSINCRASIA DE LO HUMANO
El argumento de "Fahrenheit 451" es extraordinario y conlleva una visión alertadora sobre el porvenir de nuestra sociedad o cultura. De hecho es tan excelente que resulta lamentable que aún no se haya realizado una nueva versión más lograda y con mejores efectos especiales que la que hizo F. Truffaut en 1966, cuya puesta en escena parece en demasiados momentos la de un aficionado de tres al cuarto. Si el argumento de la novela "Fahrenheit 451", lo tomaran en sus manos, hoy en día, directores de la calidad técnica y detallista de Steven Spielberg, Zhang Yimou o los hermanos Larry y Andy Wachowski, estoy casi seguro que opacarían el producto de Truffaut, además pondrían de máxima actualidad la reflexión acerca del desinterés por la lectura de libros en los jóvenes contemporáneos.

La historia de "Fahrenheit 451" merece gran atención, porque fue premonitoria de lo que ya está ocurriendo y que muchos que somos docentes hemos comprobado en el medio escolar y universitario: niños y jóvenes que manifiestan un enorme rechazo o falta de atracción por la lectura de libros (sin duda, debido a la facilidad de entretenimiento o satisfacción enajenadora que les proporcionan los medios audiovisuales, ante los cuales no tienen que esforzarse en crear imágenes mentales, como en la lectura de libros, pues eso ya se les da hecho).

Cuando muchos de nosotros éramos niños, no había televisión y leer era una auténtica pasión para los que contabamos con la cultura de saber leer y escribir, ya los ejemplares de Hergé sobre Tintín, ya las novelas de Julio Verne o los cuentos del libro "Corazón", de Edmundo de Amici, etc., etc. Pero, hoy por hoy, muchísimos más son los que tienen la suerte de saber leer y escribir y sin embargo le tienen aversión, tanto a la lectura como a la escritura a mano, y lo peor es que muchos de ellos son los que se preparan para ser profesionales de la enseñanza a los que vienen detrás.

Notable es también otra prospectiva que el autor de "Fahrenheit 451" tuvo al escribir esta novela: nos presenta una sociedad civilizada donde la comodidad de "matar el tiempo" es lo máximo en logro existencial (algo nefasto, pues "matar el tiempo" no es lo mismo que VIVIR), y la realización femenina la explican las amigas de la esposa del bombero protagonista (Oscar Werner), que consideran una irresponsabilidad tener hijos; parecidamente, en nuestra sociedad civilizada actual, las mujeres consideran una irresponsabilidad tener hijos antes de los treinta años. Algo patético, degenerado e innatural, por mucho que traten de obtener así su libertad o su felicidad, pues lo cierto es que es mucho más natural, responsable, gozoso, libre y feliz, tener hijos antes de los veinte años que después de los treinta. La lógica de la economía coyuntural no puede desplazar a la lógica de la Naturaleza por mucho que los economistas e inventores de los ideales civilizados estudien en Oxford, Harvard o la Complutense de Madrid.

Fej Delvahe
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42 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Old fashion Si-Fi
“Mira mamá, los bomberos! Ya van a iniciar un fuego!”
Puede parecer un absurdo, pero en la sociedad distópica que nos plantea François Truffaut, este cuerpo de seguridad contra incendios tenía un cometido muy diferente al que conocemos comúnmente. En esta adaptación de la novela homónima de Ray Bradbury, cuyo título hace referencia a la temperatura a la que arde el papel, 451º Farenheit, los bomberos tenían la misión de quemar los libros, para así impedir que la gente pudiese leer. Esta medida, según sus precursores, se tomó para evitar que el pueblo se dejase influir por mensajes subliminares o ideas incorrectas, llegando a la conclusión de que leer impide a los hombres ser felices. Pero la realidad era otra, una sociedad ultra-conservadora, muy consciente de que la cultura es lo que hace fuerte al pueblo, crea una campaña de analfabetización para que el ser humano se convierta en una criatura dócil y manejable, impidiendo el libre pensamiento y la posibilidad de un levantamiento contra el poder, debido a la falta de ideales.
La historia se centra en uno de estos bomberos, un hombre fiel a su trabajo, a sus costumbres, que disfruta de los beneficios que le otorga su puesto en la alta sociedad. Pero un día, conocerá a una mujer que le hará plantearse sus prioridades y pondrá en tela de juicio su propia conciencia. Sin embargo, una vez que has cambiado de bando, sólo hay una salida, un lugar del que muchos hablan, pero que nadie conoce, un lugar que puede ser el único ápice de esperanza para la salvación intelectual del mundo.
El problema de la ciencia ficción es que se deteriora rápidamente con el paso del tiempo. Como ocurre con cualquier aparato electrónico, los efectos visuales pierden el atractivo con el que un día deslumbraron al público. Esto es así para los grandes entendedores de las nuevas tecnologías, fanáticos del 3D. Aunque puede suceder todo lo contrario. Es ahora cuando podemos contemplar asombrados esos trucos ópticos, que con los años han ido cobrando un toque romántico y nostálgico, pudiéndose apreciar el verdadero significado de la ciencia ficción, ya que hoy en día los efectos son tan reales que no podemos distinguir si lo que están viendo nuestros ojos es realidad o fantasía. Esa estética retro nunca pasará de moda, y menos aún en este género.
Obviamente no voy a defender que estamos ante la mejor película de Truffaut, dado que en anteriores trabajos ya demostró con creces su genialidad en la puesta en escena y dirección. Pero con esta cinta, el director demostró su capacidad de adaptación, de saber que estaba contando una fábula, y que por lo tanto no podía seguir fiel al patrón de la Nouvelle Vague que tan buenos resultados le había dado. Este film tenía que ser completamente diferente, excéntrico, hasta el punto de que hoy en día ya se puede considerar como uno de los imprescindibles dentro del cine de culto.
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22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Truffaut, la cultura y lo fantástico.
Fahrenheit 451 es la temperatura de ignición del papel. Truffaut adaptó la célebre novela fantástica homónima de Ray Bradbury en la que se planteaba un fascinante y tristísimo futuro en el que los bomberos eran sustituidos en su misión de apagar fuegos para encenderlos y quemar los libros. Es un planteamiento en el que hay una nueva Inquisición moderna que destruye los libros y, sin embargo, apoya el advenedizo mundo audiovisual: a veces, casi siempre, tan pobre, tan estúpido, tan soez, tan inculto.
Pudiera parecer una película atípica y ajena a Truffaut pero no es así, puesto que, al fin y al cabo, lo que plantea y de lo que trata la película es del mundo de la Cultura, de la que el cineasta francés estaba notablemente preocupado. Tanto el libro de Bradbury como la película de Truffaut no afirman que vaya a existir o que siquiera sea minimamente posible un mundo sin libros, a través del cual habría una presunta igualdad entre los humanos, porque nadie sería superior a nadie y obnubilados por el mundo audiovisual lo que efectivamente se produciría sería una igualdad en la estupidez - camino de ello vamos, sin ser tan a rajatabla -, lo que se plantea y que, quizás aterciopeladamente sí está ocurriendo, es el hecho de que el mundo de los libros y de la lectura quede reducido, absorbido o minimizado pro el nuevo universo audiovisual.
No es una película memorable ni siquiera un clásico, pero sólo por la condición de su maravilloso argumento y por el cineasta que la dirigió es una obra muy interesante.

P.D.: Lo que sí sería precioso sería la existencia de esos imprescindibles y sacrificados hombres-libro que memorizan libros, puesto que eso sí que no se puede quemar.
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30 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Almas en llamas
* El cine al servicio de la lectura: grandísima película para fomentarla.
Ya solo por esto recomendaría esta película. No solo es un muy buen film que espolea al espectador a aficionarse al séptimo arte, sino que genera unas desesperadas ansias de abismarse en el que yo considero quizá el primer arte, el mundo de los libros, la lectura, la literatura… Por otra parte es interesante el hecho de que uno de los mayores exponentes de la Nouvelle Vague francesa, Truffaut, abordara una película que, independientemente de su trasfondo y su claro componente discursivo, no deja de ser una obra de ciencia ficción. “Fahrenheit 451” toca temas culturales, psicológicos y sociales, que me llevan a una relectura constante de lo que veo para considerarlo a la luz de claves actuales.

* Básicamente, se defiende la lectura contra un mundo despersonalizado, donde la cultura “borreguil” campa a sus anchas, y donde se persigue cualquier atisbo de independencia de criterio que pudiese desestabilizar esa sociedad de teórica máxima igualdad. Toda esa frialdad y automatismo que se cree poder erradicar a través de la lectura, del culto al libro, es extrapolable a nuestros días, donde parece que solo en la expresión artística, en cualquiera de sus formas, se encierra la esencia de la espiritualidad humana, de lo que nos hace personas. Así planteada, la película es exacerbadamente romántica –chapó, tratándose de una obra de ciencia ficción- en su defensa de la literatura y la lectura en general, en su defensa de aquella como verdadero lenguaje del alma humana, con unos planteamientos casi fanáticos y religiosos en su exposición de esas “personas-libro”, acercándonos al ideario romántico y de la Sturm und Drang, a Hamann, Herder, o Rousseau.

* En “Fahrenheit 451” son las ideas las que protagonizan la narración. Y en cuanto a las ideas, me parece genial como se confrontan dos discursos:
el de la defensa de la lectura y el de su vituperio. Los argumentos de ambas partes están lanzados al aire con saña, teniendo dos partes que argumentan sin confrontación, sin redargüir: no hay contraargumentación, la cual en ambos casos debe partir del espectador. Obliga al espectador a elaborar su propia reflexión a la luz de las manifestaciones que surcan el film, y lo impulsan a reformar el discurso de los defensores del libro para despojarlo de las claves meramente emocionales, que en la película pueden ser un escollo ante la practicidad de la otra parte. Pero claro, las soflamas cifradas emocionalmente siempre calan más hondo que las materialistas, de modo que “los buenos ganan por trece narices”… hasta tienen los mejores mártires por la causa.
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22 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
"Estos libros son mi familia. Detrás de cada uno hay un hombre"
Me encanta esta peli. Una acertada y moderna metáfora de la imparable petrificación del espíritu humano. Todo el devenir del hombre tiende hacia una esterilidad informativa, hacia una realidad manipulada, donde es mejor que te den continuamente sustrato para "rumiar", banalidades para tenerte entretenido, que útiles herramientas para adquirir criterio propio.

Fahrenheit 451 es otro ejemplo de como disfrutar de un argumento a pesar de las carencias técnicas que tiene: efectos especiales mediocres, guión algo hererogéneo, etc. Que no te echen para atrás todos estos inconvenientes. La temática y como no, la mano de Truffaut, hacen un milagro.

Un digno alegato en favor del patrimonio literario y un grito en contra de la deshumanización de la que, lamentablemente, cada día estamos más cerca. Un día de estos acabo como nuestro protagonista...
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17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Veto cultural.
Ante todo debemos darnos cuenta que nos hallamos ante uno de los títulos más conocidos y aclamados de Truffaut, esta afirmación ya dice mucho de "Fahrenheit 451", y es que fama de la película no es para nada infundada.
Basándose en la novela análoga de Ray Bradbury, Truffaut nos muestra un futuro sumido en una especie de dictadura cultural, alineando a una sociedad que vive reprimida , en donde, los libros no son más que un objeto que todo el mundo rehuye, salvo un pequeño grupo decidido a conservar la rica herencia cultural de la humanidad a cualquier precio.
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17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
3
La temperatura a la que arde el celuloide
La temperatura la dicta el tiempo y además, en el caso de las adaptaciones, el original adaptado. En ambos casos dos serios inconvenientes para que el celuloide de esta película escape de sus voraces llamas. Vaya por delante afirmar que Truffaut me parece un buen director, pero no por ello cabe rendirse a cualquier cosa o película que haga.

Sobre el paso del tiempo, si bien los decorados tienen cierta gracia al recordar los destellos de la moda sesentera, sin embargo incluso para la época resultan poco creíbles, demasiado acartonados y delatan la falta de medios pero también de imaginación para resolver la ambientación que propone el universo de Fahrenheit 451.

Sin embargo, el gran lastre de la película es la adaptación de la novela de Ray Bradbury que si levantara la cabeza acusaría a Truffaut de alta traición. Dicho sea de paso, el libro me parece fascinante y hoy día conserva su plena vigencia, resultando ser una retrato muy acertado de la sociedad actual en la que vivimos. No voy a entrar en el debate, absurdo por otra parte, sobre si las adaptaciones al cine de obras literarias son casi siempre inferiores porque hay muchos ejemplos que ponen en duda tal afirmación. De cualquier modo este no es el caso.

En una adaptación por muy libre que sea siempre tiene el reto de conservar la esencia de la obra, aquello que el original pretende trasmitir. Y Truffaut, no sabría decir si por intereses de producción o presiones comerciales, desnaturaliza la obra literaria.

Tan sólo anotar dos de las traiciones más destacadas, de las muchas que podrían enumerarse. La primera es con respecto al tratamiento que en la película se hace de Clarisse, pieza esencial para entender el espíritu de la novela. Si bien, la composición del personaje respeta su espíritu idealista, creativo y vitalista, excelentemente interpretado por la cautivadora Julie Christie, Truffaut decide divorciarse con respecto al desarrollo y evolución de Clarisse en la historia que propone R.Bradbury. Insisto en mi desconocimiento sobre las razones que llevaron a dicho divorcio pero el tratamiento final que el guión hace de Clarisse cambia totalmente el tono del relato.
La segunda traición, es que el final de la película nos ofrece una edulcorada versión al más puro estilo “Hollywood ending”, en ese feliz mundo paralelo de libros y educción, frente a la desoladora y brutal visión que la novela ofrece de la raza humana.

En cualquier caso si estas traiciones hubieran servido para dar mayor fuerza y vigor al relato, o al menos igualarlo que no sería poco, se hubiera ganado el indulto de las llamas. Pero tampoco es este el caso.

Que arda pues, que arda el celuloide.
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23 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El día que Donald Trump mandó quemar El Quijote por desconocer el lugar de La Mancha
Hace 900 películas que comencé a escribir críticas para Filmaffinity. Más de ocho años disparando lo que pienso, lo que me inspira, lo que me aportan los temas y las historias, robadas a la realidad o a la fantasía; posibles gracias al mágico invento de los Hnos Lumière y Georges Méliès. Y lo que realmente me sigue fascinando de este mundo de sabios creadores es mi amateurismo, la capacidad de sorpresa aún incipiente y la inocencia con la que sigo encajando parte de las propuestas cinematográficas. Guardar en un cogujón del bolsillo migajones de niñez es casi imprescindible, si quieres que el cine te siga ilusionando.
Porque una película es algo más que una oferta estética, íntima, de calado social, provocadora, reivindicativa, hagiográfica, minimalista, comercial, un acto de humildad o un narcisista ejercicio de exhibicionismo. Una película trasciende las intenciones de sus guionistas, directores y actores, para pasar a ser propiedad de quien la necesita (como diría il postino Mario). Y por eso cuando, años después, rescatas del fondo de la memoria por ejemplo: Fahrenheit 451, distopía de François Truffaut, te vienen enganchadas al recuerdo de las imágenes de los bomberos quemando libros: tus miradas de entonces, el olor del brasero de picón, la tele en blanco y negro, lo perturbadora que me resultaba Julie Christie.... y, casi, casi, el sabor de aquellas sopas de tomate, tortilla de patata y pimientos fritos que cenábamos, noche sí y noche también, a las puertas del invierno del 1973; justo cuando estaba a punto de cumplir quince años.

El realizador francés, basándose en la novela de Ray Bradbury del mismo título, escrita en 1953 nos traslada a una situación posible, a un día en el que las autoridades perseguirán a todos aquellos que osen leer libros. En los días que corren, cuando acaba de ser elegido presidente de los USA un personaje tan nefasto como Donald Trump, cuando en España, a pesar de lo vivido siguen mangoneando corruptos y ladrones; ¿alguién se atreve a dudar de que falta mucho para que un cuerpo especial someta a ese formato de libertades impresas en tinta a la temperatura que les convierte en antorchas?
Cuando murió Bradbury (1920-2012), siguiendo sus deseos, se escribió en su lápida: Autor de Fahrenheit 451, la obra que nació dentro del género de la ciencia ficción y que evolucionó hasta el atroz realismo. En su tumba de Los Ángeles, algún analfabeto rencoroso convertirá pronto en cenizas su epitafio.

Hay quien opina que, al menos en el cine, las historias futuristas acaban convirtiéndose en ridículos vejestorios, fundamentalmente por el tema de vestimentas, artilugios, vehículos y máquinas diversas; todo esto que puede ser importante en una producción comercial, no lo es tanto cuando los principios que soportan lo narrado son filosóficos y hablan de las relaciones humanas, de las libertades y del amor; de esos valores que corren el mismo peligro, en una sociedad adocenada y cibernética, que cualquier papel encuadernado al que se le acerca un soplete que ruge a 233º centígrados.
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15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Guy Montag
"Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde."

En un sombrío futuro distópico, Montag pertenece a la brigada de bomberos. Su misión no es sofocar incendios, sino provocarlos para quemar libros. Los libros están terminantemente prohibidos ya que leer obliga a pensar y pensar a cuestionar las cosas e impide ser ingenuamente feliz. Y en el mundo de Montag todos deben ser iguales y todos deben ser felices.

Montag es un eficiente bombero que un día conoce a Clarisse y con sus preguntas comienza a cuestionarse las cosas, y cada vez le es más difícil hacer su trabajo, ya que ya no es sólo un trabajo. Pasa de ser un engranaje en un sistema totalitario a anhelar una libertad que poco antes no podía imaginar.

El gobierno utiliza la ignorancia de la gente, esta es su mayor ventaja, sin nadie que cuestione lo que haga, puede hacer cuanto quiera, y para ello sólo deben atiborrar a base de desinformación, entretenerles constantemente, amplificar sus sensaciones con píldoras, para que tengan la impresión de que avanzan sin ir a ningún lado.

"Hubo un pajarraco llamado Fénix, mucho antes de Cristo. Cada pocos siglos encendía una hoguera y se quemaba en ella. Debía de ser un primo hermano del hombre. Pero, cada vez que se quemaba, resurgía de las cenizas, conseguía renacer. Y parece que nosotros hacemos lo mismo, una y otra vez, pero tenemos algo que el Fénix no tenía. Sabemos la maldita estupidez que acabamos de cometer. Conocemos todas las tonterías que hemos cometido durante un millar de años, y en tanto recordemos esto y lo conservemos donde podamos verlo, algún día dejaremos de levantar esas piras funerarias y a arrojarnos sobre ellas. Cada generación, habrá más gente que recuerde."

Relato de Ray Bradbury, uno de los mejores escritores de ciencia ficción y fantasía, que pasa de la pesadilla de atacar al diferente por sobresalir al sueño poético de fusionar al hombre y el libro, esperando un mundo mejor y recordando para lograrlo. La adaptación de François Truffaut, más allá de la estética, que hoy resulta peculiarmente vintage, no es literal, pero logra capturar la esencia de la obra.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Yo me pido García Márquez...
Esta es una película rara. Para empezar, está realizada en los 60, tiene estética setentera, pretende ser del futuro, y, en muchísimas ocasiones, te parece que estás contemplando en ella el presente más rabioso.

Está basada en una novela de Ray Bradbury, buen escritor, pero hombre de tantísima imaginación como pesimismo. Según él, el mundo del futuro es espantoso de todo punto, aunque al principio no lo parezca. A ver: el medio ambiente parece que se mantiene, no se percibe que haya escasez de aire, luz y agua. Y la gente parece próspera, y tienen unas casas coquetuelas, con unas televisiones acojonantes. Pantalla gigante. A todo lo largo y ancho del salón de estar. Para que las mires y para que te vean, porque son interactivas. Y te hacen feliz, porque siempre habrá un programa, un concurso o una serie donde aparece gente como tú, con tus mismos problemas para que no te sientas solo, y personas que saben cómo solucionarlos, auténticos guías espirituales, para que no te desorientes con tus pensamientos, sentimientos o emociones. De hecho, si no tienes nada de eso, mucho mejor.

Pensar o sentir puede ser desagradable y puede llevarte a sufrir. Y ¿qué necesidad?, cuando puedes dejarte llevar y poner la tele para que te marquen las consignas del día y, como quién dice, un día tras otro, hasta ordenarte la vida entera. La verdad es que suena cómodo, pero tan aburrido y alienante que no puedes imaginarte qué es lo que han dejado para las prisiones. De hecho, ese mundo confortable, sin sobresaltos, dudas ni problemas es tan angustioso y horrible que la gente vive "empastillada" para poder digerirlo. De la tele a la cama y del trabajo a casa, y a la tele... y vuelta a empezar. Claro, no te extraña que haya patrullas de ambulancias a todas horas, curando estómagos agradecidos y corazones suicidas.

Lo de la despersonalización, el borreguismo y la adicción audiovisual es tan fuerte que casi se te olvida lo de los libros. Esos bomberos especializados en quemar. Libros. Los camiones de bomberos, como dragones, con sus lanzallamas buscando bibliotecas. Y hombres con libros y libres de soñar, sufrir, disfrutar, pensar y rebelarse. Hombres diferentes unos a otros, que no obedecen las consignas de la televisión, porque la madrugada les encuentra leyendo. Hombres peligrosos e imprevisibles. Montag, el bombero módelico, lo sabe, porque un día coge un libro y luego, otro y otro, y ya no puede dejar de leer ni de robar libros.

Y él cambia, y su vida también. Ya no es igual a nadie, ni obedece sin pensar, ni va por donde todos van, ni puede dejar de pensar ni cuestionárselo todo. Está contaminado. Y su vida fuera de la colmena dejará de ser cómoda y respetable para convertirse en un individuo peligroso y perseguido por los policías abejorros, los bomberos pirómanos o los enfermeros camellos.

Ahora, no todo son malas noticias...
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Un genocidio cultural.
Dada la afición de Truffaut a la literatura y los libros, no es de extrañar que mostrara un personal interés de llevar a la pantalla, el libro de Ray Bradbury. Siempre es difícil hacer una película sobre el futuro, y más si ese futuro concierne de un modo directo a nosotros mismos. Desde 1962 el cineasta trabajaba en la adaptación de esta novela, tras un largo calvario para encontrar los medios, finalmente sería una coproducción rodada en los estudios Pinewood en Londres y hablada en inglés. Aunque la película, juzgada a día de hoy ha quedado muy obsoleta, y el diseño de producción sea muy pobre desde la perspectiva actual, lo que subyace y permanece en esta película es su denuncia y su mensaje. En el fondo es un cuento filosófico sobre una sociedad totalitaria que quiere erradicar la lectura, el conocimiento y la cultura en general, en beneficio del embrutecimiento visual - la televisión - estúpida, monocorde y abyecta, que en eso sí ha acertado plenamente con nuestro presente.

Es el relato de una conversión, de una toma de conciencia, la de Montag, miembro de una brigada de bomberos encargada de quemar los libros, la 451, que es la temperatura a la que comienza a arder el papel. Este sujeto, al que le han inculcado que los libros son basura, y hace infelices a las personas, es felicitado por sus superiores en virtud de su “abnegada labor”, de vida monótona y apacible con su esposa Linda, consumidora empedernida de la televisión, vegeta en un Estado opresor que persigue con saña a cualquier individuo que lea, guarde o esconda libros. Evidentemente el pueblo no tendrá acceso al conocimiento, ni a la cultura en libertad, limitándose a obedecer las directrices políticas de sus gobernantes, pues el ignorante es fácil de manipular.

Pero en toda dictadura hay una resistencia clandestina, que lucha por mantener ese legado en la memoria, generación tras generación, evitando la desaparición de esa biblioteca virtual del conocimiento. Un día, el disciplinado Montag entablará amistad con una linda vecina, Clarisse una maestra extrovertida, que le planteará un sencillo dilema, ¿Es usted feliz…? A partir de entonces veremos la transformación de un lacayo represor en un hombre digno. Truffaut ama a los débiles y a los inadaptados, muestra palpable de ello es la quema de la biblioteca clandestina de una anciana que es descubierta por la brigada represora y eficaz. El acto de la delación por parte de los ciudadanos me recuerda a famosas dictaduras del siglo XX.

Sorprende los títulos de crédito que no son escritos, son comentados desde unas antenas en que la cámara las muestra con un efecto “zoom”, quizá avisándonos de que estamos presenciando una sociedad vigilada por un omnipotente poder represor. La ceremoniosa y metódica quema de libros, como si de un genocidio cultural se tratara. Es el primer film del cineasta en color, hermosa fotografía de Nicholas Roeg, que se pasaría más tarde a la dirección, la música del gran Bernard Herman es inolvidable e inconfundible, tanto Oskar Werner como Julie Christie es su doble papel de vecina y esposa, están bien. Afortunadamente, el papel y los libros han dejado de ser los únicos soportes de la literatura y el conocimiento, y gracias a los nuevos soportes informáticos, esta fábula futurista no tendría sentido, en mi opinión. Una vez más, y sabiendo ahondar en el espíritu del film, nos damos cuenta que Truffaut es fiel a sí mismo, pero sin dejar de ser fiel al cine.
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13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Ingenua pero imprescindible
Basada en la novela de Ray Bradbury, Farenheit 451 fue dirigida en 1966 por François Truffaut y protagonizada por Oskar Werner y por una maravillosa Julie Christie. La película trata un tema más que adecuado para este Día del Libro: la existencia de un mundo futuro en el que los libros están prohibidos.

La cinta tiene ya 42 años y tanto en los “efectos especiales” como en otros aspectos resulta un poco ingenua, pero no cabe duda de que es entretenida y es una película imprescindible, un clásico para reflexionar sobre la posibilidad (no tan remota) de que no tuviéramos derecho a leer y sobre el hecho, totalmente real, actual y habitual en los regimenes totalitarios, de que desde los gobiernos se aplique la censura sobre los libros.

Salvo en el contenido y el mensaje básico, la película tiene poco que ver con la novela (mucho más fantástica, mucho más ciencia-ficción). En el filme, Truffaut crea un alegato personal contra la censura, desgranando al mismo tiempo todos los valores que la lectura tiene y puede tener para el ser humano. Es una delicia para los que somos lectores, fijarnos en los títulos de los libros que el director nos quiere destacar: el primer libro que aparece en la película (el primero que se quema) es Don Quijote y en cuanto a la presencia de literatura española se suman a la obra de Cervantes un libro para aprender castellano y un libro sobre Dalí… . Estos curiosos bomberos pirómanos (el colmo de la irracionalidad, el colmo de la ironía) se ocupan de obras muy diversas: clásicos de todos los géneros, nacionalidades y lenguas, mucha literatura francesa, historia, arte, filosofía… y las bibliotecas quemadas, sobre todo la “gran biblioteca” secreta, son tan completas y tan poco censuradas que contienen, por ejemplo, “Mi lucha” de Hitler… ¡Toma mensaje subliminal…!

Impagable también el discurso del jefe de incendiarios en el que elabora un parlamento más que lógico sobre lo peligroso que puede ser leer. La proclama incluye el argumento de que leer nos hace diferentes, por lo tanto, si realmente queremos una sociedad igualitaria, no debemos leer.

A lo largo de la película, poco a poco, vamos sintiendo el dolor de pensar que un libro se ha perdido, vamos descubriendo el valor de la lectura como fuente de conocimiento, como fuente de reflexión, como instrumento para provocar emociones y placer, como la muestra más extraordinaria de la riqueza del lenguaje, del pensamiento humano y de la realidad. Vamos viendo toda la belleza y la profundidad que la lectura puede aportar a nuestra vida.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Una sociedad sin literatura
La generación de la Nouvelle Vague coqueteó varias veces el terreno del género en algunas de sus películas, como es el caso de Godard y su Alphaville o el de la que nos incumbe ahora, Truffaut y su Fahrenheit 451.

Fahrenheit nos cuenta un futuro utópico en el que los libros, y consigo la cultura y arte en general, están totalmente prohibidos y en el que el cuerpo de bomberos, en vez de apagar fuegos, los encienden para destruir los libros que la gente esconde como si de drogas e ilegalidades se tratara.

Una sociedad tan previamente construida que no tendrá la capacidad de juzgar ni tan siquiera de tener sensaciones emocionales. Uno de los bomberos que se dedica a destruir libros, acabará interesándose por ellos y ante la aburrida vida cotidiana que tiene, se enamorará de una vecina profesora diferente, que le descubrirá el interés de los sentimientos y a partir de ahí de la propia literatura.

Una enigmática historia de amor, con lectura de los propios ideales, el conformismo y frialdad de la sociedad contemporánea o el descubrimiento, pasión y plenitud que el arte aporta a la vida. Las dos mujeres que rodean la vida del protagonista representarán cada uno de estos ideales, los dos personajes interpretados por la magnífica Julie Christie.

Una utopía que critica los totalitarismos y su pasión por censurar la expresión artística y que nos deja con su relato, la necesidad del arte, la expresión y la literatura para la plenitud humana. Un loable trabajo de Truffaut en la dirección, un visionario guión como por ejemplo el poder de la televisión y sobretodo el gran mensaje a favor de la literatura que nos deja. Una obra maestra de la ciencia ficción y una de las mejores películas de François Truffaut.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
No a la inquisición y quema de libros!!
Qué decir ya, que no se haya dicho, de una gran novela de 1953 de Bradbury, autor excelente de ciencia ficción y mago de la distopía.

Esta es una obra para mi original en la forma de llevarla a cabo, los bomberos quemando los libros, ¡cielo santo! una metáfora surrealista, pero lúcida; ya que la realidad siempre supera la ficción y es mucho peor..

Empieza la película con ese sonido trepidante y angustioso con el camión de bomberos dispuesto a una nueva fechoría de quemar libros, amparada por la misma ley y gobierno.

Truffaut consigue crear una atmósfera asfixiante, para los que nos gusta leer y por relación, para los que no también, con planos generales del camión y buscando y registrando a la gente en busca de libros, algo espeluznante.

Truffaut pese a que se deje cosas en el tintero, porque nunca se puede superar a un libro bien hecho, y sin llegar a ser fidedigno ciento por ciento, plasma la idea original con gran maestría y ayudado por la música, ingrediente indispensable y efectista en toda película que se precie de estar bien hecha.

*Lo mejor de la película:

-Los efectos de cámara y su sonido intachable.

-El personaje de Beauty realizado por Cyril Cusack, para mi el personaje mejor recreado y la mejor actuación, ese cinismo y doble moral. Haced lo que yo diga y no hagais lo que yo haga. Soberbio!!!

-Montag, pese a no ser el mejor, pero crea con realismo el personaje y sus diferentes etapas o estadios.

-La recreación futurista del tranvía que va al revés (por encima) y los hombres libros en el bosque.

*Lo peor de la película:

-Cierta lentitud en algunos momentos, sin llegar a ser pesada.

-La falta de Faber y de algunos elementos del libro.

En definitiva una película de 1966, muy actual y digna de ver cuantas veces nos apetezca o sea posible...
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12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El recuerdo de la década de los 60
'Fahrenheit 451' es la película que menos semejanzas tiene con el resto de películas de su director.
En ella se intuye una clara influencia formal de la película 'Vértigo' de Alfred Hitchcock. De principio a fin y al igual que en la estadounidense todo parece una fantasia perteneciente al mundo de los sueños, todo cubierto de una suave bruma y de unos colores muy saturados que rompen con la realidad. Esto queda potenciado también por una rarísima planificación con unos planos que recuerdan en colorido, encuadre y demás a la pintura expresionista.

Lo grandioso que tiene esta película es que el adaptar una novela no es más que una mera excusa para presentar de forma rápida una idea, la del valor de la literatura y así una vez expuesta poder dejarla de lado para centrarse en la pura forma cinematográfica, en la que lo que se cuenta no es lo que realmente conmueve, ya que quitando el eje del guión todo lo demás no es demasiado interesante y hacer de la película un ejercicio sensitivo que te remueve por dentro.

Y es que curiosamente y sin quererlo 'Fahrenheit 451' se ha convertido en un documento historico que ilustra una época pasada, la década de los sesenta y ese modernismo estético también presente en películas de directores del cine experimental japonés de esa misma década como Toshio Matsumoto, descubriendo un mundo futurista que más bien define su propia contemporaneidad y del que en la actualidad nada queda más que aquellas películas que consiguieron capturar esos instantes, cómo capturan las palabras de los libros los personajes de esta película.

Fantástica música y fotografía, una película única.
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Los libros arden mal
Esta película hace honor al libro del que emana su argumento, al igual que Ray Bradbury en la aclamada novela, François Truffaut ha sabido transportar a los espectadores a la América distópica, en guerra permanente, entre el desconocimiento y el control del Estado por mantener felices a los ciudadanos, no importa el precio a pagar para mantener el "orden". Es una crítica feroz al control de las masas, a la censura, a esa falsa felicidad que promueven a través de la ignorancia; también a la manipulación que se puede hacer desde los medios de comunicación, y una auténtica exaltación de la importancia de los libros para combatir lo que a su juicio es el amansamiento de la sociedad, liberar cadenas y luchar contra los opresores. En mi opinión, una buena película con un profundo mensaje.

"Un pueblo leído jamás es sometido"
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La humanización a través de los libros
Brillante denuncia del aborregamiento a través de la uniformización ideológica y cultural. "Fahrenheit 451" presenta una sociedad de individuos encerrados en sí mismos, aislados y carentes de un pensamiento propio fruto de un proceso de "desculturización" cristalizado en la quema de libros. Las personas dejan de lado sus sentimientos y se centran únicamente en los aspectos más superficiales de la relación humana, condenando al olvido cualquier recuerdo que les genere una emoción (positiva o negativa). Para culminarlo, el rebaño sigue el paso que marca la autoridad sin cuestionarse ni un ápice sus órdenes. Y, para ello, es fundamental eliminar cualquier herramienta que alimente el intelecto.
Una película rabiosamente actual, a pesar que el tiempo le ha pasado factura en algunas escenas y ambientaciones.

Sigo en el spoiler.
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
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