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Críticas de puntoyalarte
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
7
23 de abril de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela de Ray Bradbury, Farenheit 451 fue dirigida en 1966 por François Truffaut y protagonizada por Oskar Werner y por una maravillosa Julie Christie. La película trata un tema más que adecuado para este Día del Libro: la existencia de un mundo futuro en el que los libros están prohibidos.

La cinta tiene ya 42 años y tanto en los “efectos especiales” como en otros aspectos resulta un poco ingenua, pero no cabe duda de que es entretenida y es una película imprescindible, un clásico para reflexionar sobre la posibilidad (no tan remota) de que no tuviéramos derecho a leer y sobre el hecho, totalmente real, actual y habitual en los regimenes totalitarios, de que desde los gobiernos se aplique la censura sobre los libros.

Salvo en el contenido y el mensaje básico, la película tiene poco que ver con la novela (mucho más fantástica, mucho más ciencia-ficción). En el filme, Truffaut crea un alegato personal contra la censura, desgranando al mismo tiempo todos los valores que la lectura tiene y puede tener para el ser humano. Es una delicia para los que somos lectores, fijarnos en los títulos de los libros que el director nos quiere destacar: el primer libro que aparece en la película (el primero que se quema) es Don Quijote y en cuanto a la presencia de literatura española se suman a la obra de Cervantes un libro para aprender castellano y un libro sobre Dalí… . Estos curiosos bomberos pirómanos (el colmo de la irracionalidad, el colmo de la ironía) se ocupan de obras muy diversas: clásicos de todos los géneros, nacionalidades y lenguas, mucha literatura francesa, historia, arte, filosofía… y las bibliotecas quemadas, sobre todo la “gran biblioteca” secreta, son tan completas y tan poco censuradas que contienen, por ejemplo, “Mi lucha” de Hitler… ¡Toma mensaje subliminal…!

Impagable también el discurso del jefe de incendiarios en el que elabora un parlamento más que lógico sobre lo peligroso que puede ser leer. La proclama incluye el argumento de que leer nos hace diferentes, por lo tanto, si realmente queremos una sociedad igualitaria, no debemos leer.

A lo largo de la película, poco a poco, vamos sintiendo el dolor de pensar que un libro se ha perdido, vamos descubriendo el valor de la lectura como fuente de conocimiento, como fuente de reflexión, como instrumento para provocar emociones y placer, como la muestra más extraordinaria de la riqueza del lenguaje, del pensamiento humano y de la realidad. Vamos viendo toda la belleza y la profundidad que la lectura puede aportar a nuestra vida.
puntoyalarte
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8
10 de enero de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pueblo de Tejas. Un mundo gris retratado en blanco y negro. Una película oscura sobre el paso de la adolescencia a la madurez con un guión brutal y auténtico. Los jóvenes comienzan sus primeras experiencias sexuales, buscan aventura, emoción, algo que llene su vida pero tan sólo encuentran sombras, soledad, frustración… El tema ha sido muy tratado en el cine, pero Bogdanovich enriquece la película con un gran hallazgo: los adultos no están al margen en esta historia, el vacío, la inseguridad, la confusión y la falta de amor, no son patrimonio exclusivo de la adolescencia, sino una misma amargura compartida por jóvenes y adultos en este micromundo de continuas traiciones y soledad. Lo más dramático, lo más triste, lo más fuerte: la forma en la que los mayores empujan a los chicos al mismo abismo en el que ellos habitan.

Imprescindible.
puntoyalarte
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8
28 de octubre de 2008
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última noche, dirigida por el canadiense Don McKellar (1998) es una película sobre el fin del mundo. Una película sin artificios, sin efectos especiales, sin acción ni salvadores. Una película en la que no hay tópicos ni se hace hincapié en el drama aunque subyazca en el fondo una opaca tristeza inevitable. En esta última noche, en una noche en la que un sol extraño ilumina el cielo de la ciudad, la vida de varias personas se entrecruzan en un mundo que a las doce de la noche va a desaparecer inexorablemente.

El cartel de la película reza: “No es el fín del mundo… todavía quedan seis horas” y es que en esas seis horas aún hay mucho que hacer.

Dos meses antes, los personajes han sido advertidos de la debacle que se avecina. Suponemos que ha habido estupor, confusión y pánico, pero seis horas antes del final la mayor parte de la población ha llegado a la aceptación de lo inevitable. La película no se recrea por lo tanto en lo terrible de la tragedia sino en la forma en la que el ser humano podría comportarse tras aceptar la muerte inevitable. Excepto el que no ha podido superar el miedo (que se manifiesta de forma violenta) el último día se vive en paz pero intensamente. Las familias están más unidas que nunca, la religión no es nada más (y nada menos) que una esperanza íntima de trascendencia, el sexo es por fin natural (no hay juegos de seducción, ni mentiras, ni prejuicios, ni promesas, ni mucho menos ningún tipo de culpabilidad o tabú social), quien busca el amor, quien lo ha buscado siempre, es capaz de amar una última vez aunque el último amor haya llegado a su vida días u horas antes de morir… En definitiva los sueños se cumplen porque no hay miedo a fracasar.

McKellar (guionista, director y protagonista junto a Sandra Oh) ha realizado una película interesante, excepcional por la profundidad con que ha tratado un tema más que trillado por el cine de acción norteamericano, redonda porque contiene uno de los finales más emocionantes y hermosos del cine. Merece la pena verla y reflexionar sobre lo que quizá debería ser nuestra vida: aceptar con naturalidad la muerte, vivir sin ansiedad, sin miedo, ser fieles a nosotros mismos, vivir cada minuto como si fuera nuestro último día en la tierra.
puntoyalarte
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6
12 de enero de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Fandango (en España se tituló ¿Dónde dices que vas?) cinco jóvenes recién graduados, entre ellos un jovencísimo y guapísimo Kevin Costner, se corren la última juerga a lo bestia antes de afrontar la nueva etapa de sus vidas.

Lo que podía haber sido una comedieta de los “Albóndigas” o el tópico desfase intrascendente de una despedida de soltero, tan vistos ya en telefilmes y otros productos para adolescentes, se convierte en una película interesante sobre ese momento clave, ese momento de miedo y vértigo, en el que se deja atrás la juventud y se inicia la madurez. El matrimonio, el primer trabajo, la llamada a filas para ir a Vietnam… son el punto de partida para la vida de adulto de los personajes principales, situación que éstos intentan retardar con su huida.

Episodios muy graciosos, momentos de nostalgia con los que cualquier espectador puede identificarse. Una película para brindar, como hacen los protagonistas, ”por los privilegios de la juventud, por lo que fuimos”…. y con una pequeña esperanza” por lo que seremos”.
puntoyalarte
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7
28 de octubre de 2008
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es increible la cantidad de historias, sabidas y no sabidas, que se han contado y quedan por contar sobre el Holocausto judío. Con todas y cada una de las historias reales de los que vivieron ese drama, de los muertos y de los supervivientes, de los torturadores, de los traidores, de los héroes, de los que lo vivieron a distancia y de los que se implicaron… puede hacerse una película y el tema es inagotable. Esto es así hasta el punto de que el cine histórico centrado en esa época, el cine de nazis, puede considerarse ya un género en si mismo.

Los falsificadores es una historia más de este género: interesante (por nueva y original) y bien contada, que es lo que nos interesa. La película narra la historia real de Salomon Sorowitsch, famoso falsificador judío que es internado en un campo de concentración para dirigir la que hasta ahora ha sido la mayor estafa de la historia: la falsificación de libras y dólares por parte de los alemanes para tratar con ello de hundir la economía de los aliados.

Nunca hasta ahora nos habían contado este episodio de la guerra, la llamada Operación Bernhard. Su director, Stefan Ruzowitzky, nos la cuenta y nos la cuenta bien: no hay recreación en el drama ni tópicos, no hay simplismo ni conclusiones fáciles. El gran hallazgo de la película es el personaje protagonista interpretado de forma brillante por Karl Markovics. Rodeado de otros personajes de rasgos más reconocibles, Sorowitsch no es el idealista ni el héroe sino un personaje extremadamente real y complejo, el que ante los distintos dilemas morales que se van planteando a lo largo de la película elige hacer el bien pero no de una forma transparente y osada sino en silencio, con cuidado, disfrutando de sus privilegios como preso “de lujo”, intentando dejar de lado lo que pasa al otro lado del muro que los aísla de los condenados, intentando salvar el pellejo en vez de salvar el mundo, con la conciencia bien clara pero escondida detrás del practicismo, pero no por cobardía o vileza sino por puro instinto de supervivencia.

La película, en digna pugna con Persépolis, obtuvo el Oscar a la mejor película en habla no inglesa en 2007.
puntoyalarte
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