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50 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
9
Enésimo (y el primero) vitriolo berlanguiano.
Otra de las grandes películas de Berlanga, situada en el mediterráneo e idílico paisaje de Calabuch, adónde va a parar un prestigioso y muy buscado científico/físico nuclear americano, hastiado de que sus invenciones se pongan al servicio de intereses militares.
Es "Calabuch" otro de esos vitriolos corales y magistrales de su director, que bajo la apariencia de una comedia inofensiva y costumbrista de tono festivo, vuelve a dinamitar valores ya de por sí desvalorizables y, a pesar de algunos, desvalorizados (la guerra, lo atómico, el capitalismo...) con otra película enlazable indiscutiblemente con sus mejores trabajos, llena de vivo ritmo y fluidez narrativa, por dónde desfilan actores estupendos, estupendamente dirigidos (gran aportación la del característico americano Gwenn), dando un sentido pleno por coral y absoluto, por sinfónico. Quedan momentos memorables como la corrida de toros celebrada en la playa.
"Calabuch" es otra fábula/metáfora antirégimen por su descarado antimilitarismo, por su carácter de ingenuidad pueblerina, de trabajo en equipo y colectivo, esa conjunción casi infantil de fuerzas, ese aire idílico imposible. Es, por tanto, una farsa muy seria y muy vigente actualmente. Un clásico. Y es la obra de un genio solitario, anárquico y maniático, que soñaría vivir como ese físico nuclear los últimos días de su vida. Y ahí esta su última película (la irregular pero atractiva "París-Tombuctú") para corroborarlo por enésima vez y ya en plena tercera edad de un cineasta de primerísima categoría.
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90 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Anarquía en Peñíscola
Al igual que otras películas corales de Berlanga, Calabuch satiriza la vida cotidiana de la España de post-guerra. Pero, a diferencia de Plácido, por ejemplo, donde la sátira es patente y demoledora, Calabuch la hace por contraste, mostrando en un pueblecito levantino todo lo que España no era ni es: la utopía, el lugar "donde todo el mundo hace lo que le gusta". Por ello, el pueblecito tiene un aire como de surrealismo mágico (que preconiza, en cierto modo, el de Amanece, que no es poco): allí, todas las convenciones, todas las instituciones represoras –Iglesia, Guardia Civil, Cárcel, Fiesta Nacional…– pierden su influjo e incluso su sentido y permanecen sólo nominalmente, completamente subvertidas. Se ha dicho que Berlanga pretendía evocar así el llamado “corto verano de la anarquía”, esto es, el del 36.
Por todo ello, si no hubiera estado ya ampliamente documentada la estupidez manifiesta de la Censura franquista, sería sorprendente que Calabuch escapara en su momento a la acción de sus agentes. Se rodó, por cierto, en Peñíscola, antes de quedar arrasada por el desarrollismo.
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68 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El anarquismo tolstoiano de Berlanga
Berlanga traza una hermosa e inocente fábula que nos muestra cómo se puede vivir una vida sencilla pero realmente digna y que está muy por encima de la vida a la que nos condena el mundo moderno. Pero también muestra la esclavitud del hombre moderno que no puede huir, aunque quiera, de un presente brutal y descorazonador; sólo puede evocar con nostalgia ese no-lugar, esa utopía que hay en todos nosotros y al que nos gustaría escapar, llámesele Calabuch o como se quiera. Berlanga se encuentra perdido a medio camino entre la necesidad/imposibilidad de la utopía. Quiere creer que es posible, pero choca con una realidad que parece imponerse siempre. Pero lo que es cierto es que mientras esa esperanza subsista, mientras haya un hombre capaz de soñar con la utopía todavía no estará todo perdido, aunque cada día nos alejemos un paso más de esa esperanza.
El pacifismo y antimilitarismo del profesor Hamilton (alter ego del propio Berlanga) y la presentación de una vida campesina, sencilla, como un ideal que seguir, como el refugio que podemos hallar ante la irracionalidad de la sociedad moderna entronca con un anarquismo tolstoiano, cálido e inocente, ilusorio e idealista en gran medida y que es muy característico de Berlanga. Y es que esta película recoge muchos de los lugares comunes del cine de Berlanga: el pueblo pequeño como espejo de toda España (aunque de una España Berlanguiana); el sentido del humor irreverente y con toques surrealistas; la crítica sutil y soterrada de la dictadura y de la autoridad; la visión entre crítica y cómplice de muchos de los tópicos españoles; la celebración entusiasta de la vida y la firme creencia en que hay que vivirla y disfrutarla al máximo; la mirada inocente y nostálgica.
Una película muy ingenua pero que hay que situar en su contexto, en el de la España franquista, sólo así se puede comprender y es en ese contexto en el que hay que interpretarla, comprendiendo la inmensa carga crítica soterrada que contenía y las piruetas que tuvo que hacer para meter pequeñas pullas a la dictadura sin que se notase demasiado.
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50 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Su simpatía la hace mejor de lo que es
Hay suficientes motivos para suspender a Berlanga por este raro "Calabuch", pero la argumentación, me temo, sería la misma para alzarla más allá del diez si fuera posible. Lo que es evidente es que hay una sobredosis de azúcar y eso puede no gustar, todo puede ser mal entendido y para según qué percepciones hasta puede molestar. Yo me quedo a medias aunque me gustaría elevar su nota, de momento la dejo tal cual. Puede que con el tiempo me pase como con Frank Capra, que acabo leyendo sólo buenas intenciones y un corazón enorme que ya quisieran tener tantos otros.

En el pintoresco pueblo de "Calabuch" se quisiera quedar cualquiera, no sólo el personaje-guía protagonista, es un pueblo sin maldad, con unos habitantes simpáticos a los que me gustaría abrazar uno tras otro, desde el representante de la fuerza militar al cura que le da igual que uno sea protestante. Por eso puede no gustar, porque la realidad era otra, porque la posguerra abrazaba el país en esos duros años 50 y en Calabuch parece que vivan del aire, sin hambre ni represión ni injusticias. Por eso me gusta y me disgusta a la vez, pienso que no hay nada malo en presentar una alternativa, que siempre es mejor mostrar el lado bueno y positivo, que aquí hemos venido a pasarlo bien, pero también pienso que eso es irreal. A mí personalmente las comedias corales me encantan cuando todo el mundo suma; "Calabuch" es un buen ejemplo para divertirse, no hay nada malo en creerse lo que para muchos son bobadas, mi sonrisa ha aparecido en mi cara durante muchos momentos y eso no es nada fácil.
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25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
¿Por qué?
Puñetazo al mentón.

Si con Plácido hinqué hace unos meses mi primera rodilla a Berlanga, con Calabuch, insólitamente infravalorada, ahora me postro y le rindo mi entera pleitesía.

Seria un hipócrita si me declarara un incondicional de este tipo, debo admitir que mis primeras tomas de contacto con El Del Piero y Bienvenido Mr. Barfly hace algunos años no fueron del todo satisfactorias, pero ahora mismo no quepo en mí de gozo.

No sé si un segundo visionado las mejorará, quizá no y se frene mi arrebato, pero desde luego barrunto un sí como un piano.

Con Plácido y con la que nos ocupa no las necesito. Dos maravillas.

Calabuch, de hecho, me parece la mejor película de este sujeto, directamente.

Humor, ternura, ensoñador costumbrismo y personajes impagables, además de un sutil bisturí ejerciendo de batuta a tan portentosa función.

Magnífica.

Era otra que tenía en la recámara, pero si la he visto hoy es porque Garci, un tipo que sabe contagiar su amor por el cine con una insultante convicción, la elogió en la tertulia citada.

Ahora, más que nunca, y entre triunfitos, cuartos milenios y pocholos...

¿Por qué?


¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

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28 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Berlanga y el antibelicismo.
Genial, aunque poco conocida, comedia costumbrista de Berlanga, que al igual que su laureda "Bienvenido Mister Marshall" entrelaza la tradicional España, anclada en la dictadura de Franco, con el constante progreso de los EEUU.
Un pequeño pueblo: Calabuch (aunque realmente sea Peñíscola) aloja clandestínamente a un eminente sabio nuclear estadounidense, desaparecido de su país. Poco a poco el anciano irá congeniando con las gentes de este lugar, hasta que cada uno de los cuidadadanos del pequeño pueblo lo consideren como uno más del lugar.
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14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Alegoría a la vida pacífica y tranquila.
Luís G. Berlanga dejaría anonadados a todos los aficionados al cine por su increíble capacidad a crear en sus films un mensaje crítico siempre mostrado con la mayor sutileza. Ante todo, los films del cineasta español son vehículos humanistas, donde trata de hacer un reflejo del comportamiento de las gentes y de sus pensamientos, siempre mostrando el analfabetismo tan presente durante el período franquista. En esta cinta, el director hace honor a su código pero tratando de manifestar los mayores valores de la sociedad.

Calabuch es un remoto pueblo donde se refugia clandestinamente un científico buscado por la ley para que continúe con sus experimentos atómicos a los que él quiere renunciar. En el pueblo, hará amistad con todas sus gentes, todos con personalidades muy marcadas y diferenciadas donde se manifiestan valores tan importantes como el respeto, la convivencia y la felicidad.

Pese a que el anciano viva en una cárcel, él se siente feliz por el trato, y mostrará a todos los ciudadanos del pueblo sus conocimientos para que sean empleados a favor de la diversión en las fiestas del pueblo, que para experimentos atómicos. La premisa ya es de por sí, muy original, donde Berlanga muestra cierto grado del analfabetismo del pueblo a través de sus costumbres y vivencias, siempre de forma sana y nada ofensiva.

En esta obra, el director de “Plácido” trata de poner el manifiesto de la vida pacífica y relajada de los pueblos, donde el protagonista se siente feliz, ayudando a sus gentes en todo lo que puede sin querer recibir nada a cambio. El pueblo, con el tiempo, lo acogen como alguien de los suyos prestándole todo tipo de ayuda donde queda patente que aunque su alto grado de analfabetismo, son personas con corazón y humanidad, razón por la cual el científico querrá permanecer por ahí de por vida.

“Calabuch” es un manifiesto a la vida, a la amistad y a la vida tranquila, reflejada con gran inocencia y belleza, donde Berlanga refleja valores tan valiosos y contemporáneos como el respeto y el querer hacer lo que uno desee. Todo un film de gran contenido humanista y muy recomendable por ello.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
La sociedad que Franco siempre hubiera deseado
El pueblo de Calabuch es el idílico paraíso de la ignorancia aislado del exterior, con sus acantilados que protegen al pueblo de toda ola intempestiva que pueda alterar el estado de las cosas, con ese faro que no alumbra a nadie, pues nadie atraca en Calabuch durante la película, siquiera la amenazante flota al final del largomentraje. Un lugar incomunicado en el que la realidad de la guerra fría, de las bombas de hidrógeno, del compromiso ideológico, de la situación social queda suspendida por la feliz ignorancia. Cabe señalar como es esto último lo que nos concede la felicidad, por el contrario, el conocimiento de la desgracia humana y del conflicto mundial nos introduce en un malestar cercano a la melancolía debido a la impotencia de no poder obrar ante ella.

Es la felicidad el tema central de la película, es lo que va buscando nuestro protagonista, el doctor Hamilton, que huye de sus inventos, sabedor del potencial destructor de estas, y se refugia en Calabuch donde nada de esto tiene cabida, nadie sabe de eso llamado guerra fría, de los contendientes que se enfrentan o de las ideologías que encarnan. Calabuch es un fiel reflejo de cómo las sociedades sin compromiso político, abstraídas en ese aislamiento rural e ignorante, pueden permitir el ejercicio de la injusticia y la existencia de regímenes totalitarios. Calabuch representa a la sociedad española que coexistió con el franquismo y que desconociendo los crímenes de este se mantuvo fiel al régimen en la felicidad de la ignorancia. Muestra la sociedad que Franco siempre hubiera deseado.

La intención de la película no es mostrar esta situación, sin embargo, Berlanga, presionado por la censura se ve obligado a tratar el tema de la felicidad de esta manera. Aquel método mediante el cual teniendo conocimiento de la realidad y de la verdad se realiza una acción solidaria no puede tener lugar pues esa realidad es el franquismo y esa verdad son sus crímenes. Por ello desaparece toda referencia a este mundo o a cualquier mundo para mostrar a unos personajes que se ayudan mediante la acción colectiva en el banal artificio del cohete.

Sin embargo, Berlanga muestra en la película una postura antimilitarista en desacuerdo con el carácter marcial del régimen. Esta denuncia se presentará ya desde el principio en el propio Hamilton que huye de la guerra y de la amenaza nuclear. Sin embargo, con un sutil toque propagandístico, muestra a la autoridad militar del pueblo, que tiene encerrado al Langosta y a Hamilton, como un anfitrión perfecto que deja con gran libertinaje ir y venir a los presos. Nada más lejos de la realidad de los presos de la posguerra.

Sigo en el "spoiler" sin revelar detalles.
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14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Acracia, utopías y grandes corazones
Cuarta película dirigida por Berlanga y su tercera en solitario, rodada en Peñíscola en 1956 y estrenada el 1 de Octubre de ese mismo año.

Tras concluir el rodaje de "Novio a la vista", Berlanga intervino en varios proyectos que no llegaron a encontrar financiación, barajó varios títulos como "Los Gancheros" o "Tierra de Nadie" pero en parte por el dinero y en parte por los censores, no llegaron a realizarse. Fué entonces cuando encontró un argumento de Leonardo Martín, que acabaría convirtiendose en Calabuch. Además de Berlanga y Martín, trabajaron en el guión Florentino Soria y Ennio Flaianno. Obtuvo financiación española e italiana.

La historia es pura poesía, una sátira antibelicista, antipolítica y antifranquista que se desarrolla en un pueblo de levante llamado Calabuch, al que llega un famoso científico huyendo de su país debido a que sus descubrimientos científicos se están ulizando para realizar proyectos militares. En ese pequeño pueblo de pescadores, encuentra el profesor Hamilton, un lugar donde descansar hasta su muerte, un lugar donde vivir en paz, donde la amistad, el sentido del humor y la bondad en su sentido más utópico pueden convivir. La llegada del Profesor al pueblo consigue revolucionar a sus habitantes y el viejo ácrata, revolucionará esa pequeña sociedad, militar, política y eclesiásticamente. Es un pueblo modesto, pero lleno de confraternidad y camaradería.

Debido al renombre alcanzado anteriormente por Berlanga, pudo trabajar con un actor excepcional que encarnaría al Profesor Hamilton en el papel protagonista, Edmund Gwenn, que anteriormente trabajara con Gordon Douglas o el mismo Hitchcock. Realizó un papel excepcional y sobre todo consiguió transmitir esa sensibilidad y humanidad tan necesaria para la película.
También son buenos los trabajos de los italianos Valentina Cortese como la maestra y Franco Fabrizi en el papel de "El Langosta", así como del español Juan Calvo.

La música de Angelo Francesco Lavagnino y Guido Guerrini apoya con estusiamo la historia y se hace participe de todas las vicisitudes de los personajes.

La crítica mas feroz, la realizó Truffaut en un periodico francés argumentando que la bomba debería haber caído sobre la cabeza de Berlanga, pero es absolutamente obvio que el señor Truffaut, se equivocó.
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
De Calabuch para el mundo.
Hay películas que se denominan "corales" por su multiplicidad de personajes, en la que todos tienen aproximadamente la misma importancia en el resultado final. Estas películas son especialmente complicadas de realizar porque hay que tener gran dominio sobre el manejo de los actores y una atenta capacidad de observación para que no se escape detalle.
Hay directores que dominan esta manera de contar una historia y, sin duda alguna, Berlanga era uno de ellos.

Calabuch es la historia de un científico que decide dejar la ciencia para buscar una vida más tranquila y llega a un pequeño pueblo situado en Peñíscola, dentro de la Comunidad Valenciana, en España, a la orilla del Mediterráneo.
Poco a poco se va integrando e involucrando en la vida local de Calabuch, un pueblo con muchos personajes entrañables y arquetipos muy bien definidos: el cura, el jefe de la Guardia Civil (que tiene una hija enamorada de un contrabandista), la maestra de la única escuela del pueblo, el pintor de brocha gorda, el farero, etcétera.

La película es sumamente nostálgica y conmovedora, no sé si esa era la intención de Berlanga pero desde luego ese es el resultado. Será porque pertenece a otro mundo que ya se está perdiendo, un mundo mucho más romántico, tierno, sensible, filantrópico y sustancial que este en el que nos tocó vivir. Será porque es una idealización de un pueblo de España en el que ni la Guardia Civil, ni la religión, ni el Ayuntamiento asfixian deliberadamente la vida de los ciudadanos de Calabuch, al contrario, los personajes representantes de cada una de estas instituciones terminan por caerte bien ya que Berlanga, en esta película, se acerca más a una visión infantil de la autoridades (como si todos en este pueblo estuviesen jugando "al pueblito") que a la cruda realidad que sí ha reflejado en otros de sus trabajos (las autoridades fueron tema recurrente en la filmografía de Berlanga).
Será porque, a pesar de estar rodada en un pequeño pueblo de España, contiene un fondo muy universal en el que todo mundo se podría identificar. Porque da igual si fuese el Mediterráneo que, por ejemplo, el Pacífico o el Golfo de México; da igual si fuese Peñíscola o la costa michoacana, da igual si fuese una pequeña corrida de toros para celebrar una fiesta local que una pelea de gallos. Da igual. Tan sólo podrías cambiar algunos referentes culturales y lo que quiere transmitirnos esta película quedaría intacto porque su atractivo es más su fondo que su forma. Y su fondo es universal, por eso es tan grande esta película.

¡Viva Berlanga!
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Peñiscola.
47/12(25/03/14) Entrañable y a ratos conmovedor film de carácter humanista realizado por José Luis García Berlanga, tierna oda antibélica, fábula que enaltece la vida sencilla en contra de la agitada modernidad que pare guerras y armas. Berlanga hace un fresco dulce, idealizado y condescendiente de un pueblo mediterráneo que nos hace recordar el Innisfree de “El Hombre tranquilo”, salvando las distancias.

La historia se desarrolla como bien dice la voz en off <El año en que Rusia firmó el Concordato y los Estados Unidos dejaron de proteger a Europa>, hay un noticiario en el que se informa que el prestigioso científico nuclear Jorge Serra Hamilton (buen Edmund Gwenn) ha desaparecido sin dejar rastro, su búsqueda es mundial. El científico aparece en una playa de un tranquilo pueblo costero español, Calabuch (Peñiscola en realidad, a la que volvería Berlanga para “París, Tumbuctú”) de 928 habitantes, allí pasa desapercibido entre sus simpáticos y afables lugareños, siendo allí el tío Jorge, trabando amistad con ellos, entre los que está Langosta (buen Franco Brazzi), un traficante de tabaco local que vive en el calabozo del cuartelillo, dirigido por Matias (buen Juan Calvo), Langosta es también trompetista y proyeccionista en el cine del pueblo. Jorge solo anhela escapar de un mundo enfermo por las ansias de rearmarse cuanto más mejor.

Fue la cuarta realización del director valenciano José Luis García Berlanga, tercera en solitario, trabajó sobre un argumento de Leonardo Martín (“La Vida Sigue Igual”), único film en la filmografía berlanguiana que no partió de una idea original del director, guionizaron también Florentino Soria (“La Vida Alrededor”) y Ennio Flaianno (habitual de Fellini “Fellini 8 y medio”, “Los Inútiles” o “La Strada”), siendo una coproducción hispano-italiana de ahí los transalpinos que trabajaron en la cinta. El propio Berlanga tiempo después de realizarla afirmó que pecaba de ternura propia de Hollywood, demasiado edulcorada para su gusto, apostillando que “Calabuch” si pudiera la volvería a rehacer por completo, potenciando a los lugareños. Y es que la cinta peca de quimérica, de exceso de idealizada, le falta mala leche, más mordacidad y hondura, quedándose algo liviana en su mensaje. Aún así se notan bastantes de sus marcas, como la coralidad de personajes, los planos secuencias, o humor crítico con las fuerzas vivas del régimen franquista.

La cinta hace hincapié en los males que trae el Mundo Moderno, vanagloria el pacifismo, la vida tranquila, es una celebración de la vida, al minimalismo de los pueblos pequeños, en este caso el ficticio Calabuch, que viene a ser para Berlanga una piel de toro, en la que proyecta un microcosmos de nuestra patria, pasado por un filtro demasiado benevolente para lo que en él ha sido habitual, tocando temas como el antimilitarismo, la amistad, la solidaridad, lo imposible de escapar al destino, la alegría de vivir. La historia se sustenta un humor cuasi-surrealista, con momentos hilarantes, criticando de modo sibilino al franquismo y a la Iglesia. Berlanga construye su utopía reflejando el modo de vida en un pueblo pesquero, retrato costumbrista, en el que tienen cabida la guardia civil, el cura, la profesora, el farero, un rotulista que dibuja el nombre de una barca, el contrabandista de buen corazón, y más pintorescos personajes que se van entrecruzando, en sus ordinarios días de cine, bodas, fiestas, toros, concursos pirotécnicos, y más se dan cita en este microcosmos. Satirizando con mucho humor a la religión, la educación, la feria taurina, la guardia civil y al militarismo.

En Calabuch el contrabandista está encarcelado y tiene las llaves, le deja ir a proyectar una película al cine, le amenaza con que si no vuelve a su hora dormirá fuera, esto es Berlanga burlándose de la Guardia Civil, el contrabando como algo necesario para subsistir, visto con ojos indulgentes, esto es berlanga atizando a la precaria situación económica, un niño orina sobre un cañón militar, esto es Berlanga burlándose de las armas, “Langosta” comenta a Jorge que el No-Do es un noticiario donde solo hay procesiones, bicicletas, nada de lo que ocurre en el mundo, y vemos en pantalla “Vida Nacional” y “Ceremonia Nacional”, esto es berlanga burlándose del aparato propagandístico franquista, un lugareño analfabeto en la escuela hace cuentas con los dedos antes que el científico con complicadas operaciones, esto es Berlanga burlándose de la educación elitista, un torero (gran José Luis Ozores) que adora a su vaquilla y no puede verla sufrir, este es Berlanga burlándose de la Fiesta Nacional (años después lo haría en “La Vaquilla”), el farero (gran Pepe Isbert) y el cura (gran Félix Fernández) mantienen una partida de ajedrez por teléfono y el sacerdote hace trampa, el cura aspira a que el alumbrado de la Iglesia en las fiestas sea más radiante que el del faro, esto es Berlanga burlándose de los curas, aunque la crítica más subliminal a la Iglesia viene dada cuando durante la celebración de una boda el cura se dispone a bautizar la barca que con tanto esmero el rotulista ha puesto nombre, le ha costado mucho poner la S, el sacerdote lanza una botella contra el bote, se rompe y el líquido emborrona el nombre, que no es otro que “ESPERANZA”, metáfora soterrada para los censores de cómo los curas destrozaron la esperanza, un científico nuclear inventando un cohete de fiestas que proyecta una espectacular palabra en el cielo, esto es Berlanga burlándose de las bombas, una camarera local ente la inminente llegada de la Armada USA ensaya un <Welcome boys!> , esto es berlanga burlándose del turismo (turismo que en la década posterior puso en el mapa a España), ... (continua en spoiler por falta de espacio)
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Calabobos
Me cuesta digerir tanta ñoñada, tanta inocencia simplona, tanto buen rollo arqueológico. Se me atraganta como la crema de membrillo con mermelada de arándanos. Qué empalague.

El prota de esta historia es una suerte de Papá Noel, que tiene regalos para todos, feliz, bonachón y anti-belicista. Si fumase porros sería un hippie (aunque lo cierto es que cuando alguien le da de fumar el tío se pone tan contento que hiperventila… y en ningún momento se nos explica qué es lo que están fumando…)

Lo más curioso de la peli, hoy en día, es contemplar las playas de Castellón sin un triste rascacielos, ni tiendas de flotadores con forma de cocodrilo, ni chiringuitos, ni ninguna de las horrendas cosas que abarrotan la geografía mediterránea en nuestros días.

He decidido dejarme conmover por la estampa el cohete en el cielo, y dejarme divertir con esa cárcel, que es un pitorreo. Lo demás es tan tierno que me abochorna, cual anuncio de Mimosín (caray, qué asco de oso)
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28 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Una maravilla
Mágica, como todas las películas de la primera mitad de la filmografía de Berlanga. Calabuch es ese universo mágico que este genio de nuestro cine sabe recrear como nadie. Con unos actores que ya los quisiera el panorama del cine actual y que logran ablandar hasta el mas duro de los corazones.

La cámara de Berlanga es la cámara inexistente, logras olvidarte de todo y de todos, incluso de que estás viendo una película.

Sus figurantes pasarán a la historia del cine mundial como los actores no profesionales con mejores actuaciones de la historia.

La historia es sencilla y limpia, y eso es lo que le da la clave para sumado a la candidez que todos y cada uno de los momentos del reparto aportan, hagan de esta cinta... todo corazón.

La actuación de Gwenn es muy respetable, haciéndose querer a cada minuto que pasa en la cinta.

Una joya de nuestro cine.
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8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Qué emocionante es ser feliz
Y qué emociones despierta en mí esta película, me resulta maravillosa. Qué sencillo es ser feliz: un pequeño pueblo, el mar, un cura, el farero, el misterio del forastero. Esta película, que vi la primera vez por casulidad, ha despertado en mí sentimientos fuertes y los sigue despertando. Todavía hoy me asoma una pequeña lagrimilla cuando pienso en ella, ¿será por los personajes?, ¿por lo entrañable de todas las escenas?, ¿porque yo también soy de un pequeño pueblo cercano al mar? o ¿será porque LG Berlanga es un maestro?

Me importa un bledo por lo que sea, el caso es que, para mí, esta es una de las películas que más me ha hecho sentir en toda mi vida y, por ello, no me queda más remedio que valorarla al máximo.

¡Muchísimas gracias Berlanga!
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8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Siempre Berlanga
El pasado 13 de noviembre, el cine español vistió de nuevo su traje negro, había fallecido Luis García Berlanga, sin duda uno de los mejores directores del cine español de todos los tiempos. Afortunadamente nos ha dejado grandes obras, muchas de ellas muy conocidas como “Bienvenido Mr Marshall, 1952” o “El Verdugo, 1963”, otras no han sido tan célebres pero se han dado a conocer, al igual que algunos grandes artistas, al cabo de mucho tiempo, como es el caso de “Plácido, 1961” que se ha hecho muy popular gracias a Alex de la Iglesia. Nosotros, humildemente, y sin el poder mediático que puede tener éste director, también hemos querido brindar un pequeño homenaje a Berlanga trayendo a esta sección una de sus mejores películas y, por qué no, una de las mejores cintas del cine español.
El film se estrenó en 1956, el régimen franquista censuraba de una forma absurda todo lo que se salía de su estrecho filtro, por eso sorprende que esta cinta saliese adelante con la profunda crítica religioso-política que lleva implícita. Esto solo se podría explicar por la sutileza con la que Berlanga ocultó a la perfección esta sátira y la disfrazó de tal forma que pasara inadvertida a los censores de la época, consiguiendo incluso momentos entrañables con personajes avariciosos, tramposos o embusteros que, como el cura, llegan a caer bien, aun habiendo quitado la esperanza al pueblo. Después de lo que le había costado al joven Manuel Alexandre pintar esas letras en la barca…
La trama está basada en las aventuras de un físico que se fuga a este lugar remoto del planeta al darse cuenta de que los inventos por los que tanto había luchado serán utilizados como elementos de destrucción. No tardará en hacerse con el cariño de todos sus nuevos vecinos, quienes le aceptarán y defenderán hasta el final. Al fin podrá llevar a cabo sus inventos para cometidos más agradables.
Como datos negativos hay que resaltar el pésimo doblaje, no sólo han doblado a los actores extranjeros, sino también a los nacionales y un pésimo montaje de sonido que ayudó a que esta película quedara infravalorada. Una cosa es segura, si esta cinta, tal y como está, respetando plano por plano, palabra por palabra, llevase el nombre de un director de fama internacional (Frank Capra, por poner un ejemplo) ahora mismo estaríamos hablando de una de las películas mejor valoradas del cine mundial.
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8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El turista accidental.
Berlanga utiliza en Calabuch, uno de sus primeros trabajos en solitario, las maneras que han de encumbrarle posteriormente en trabajos como El verdugo: un estupendo ritmo, una aguda crítica social y moral, y un humor al alcance de todos, caricaturizando los personajes a su antojo para mostrarnos su lado más cómico, sin alejarlos del drama que los rodea.

El personaje, a través del cuál nos cuenta esta historia medio fantástica, medio utópica, llega a un pequeño pueblecito marinero mediterráneo huyendo de la desenfrenada vida en la moderna civilización y del belicismo nuclear que rodea sus proyectos profesionales. Aquí encontrará valores que creía perdidos como la amistad, la confianza en el vecino, la nobleza y el respeto de la buena gente, en definitiva, junto con la paz y tranquilidad que ya de por sí ofrece la vida rural, más aún a la vera de la mar. Cierto es que quien vive rodeado de todo esto echa de menos un poco de acción, y así nos lo refleja también. Unas pequeñas vacaciones pues, que nos sirven para reflexionar sobre el voraz avance de los "tiempos modernos" que nos ha pillado a todos como un tsunami y no da tregua (a ver quién se baja de la moto ahora). Una España analfabeta y aislada del resto del mundo, en claro subdesarrollo, en la que los tentáculos del poder, como la Guardia Civil o la propia Iglesia, no llegan a imperar, sino que forman parte alzada de la rebelión cuando el pueblo lo requiere. Todo un ejercicio, como digo, de fantasía, utopía y acidez humorística, también llamada retranca, como la de Rocco.

Quiero destacar a la autoridad, ese 'peaso de guardia sivil', que me ha hecho reír a carcajadas. Y la belleza DéboraKerriana de la maestra de escuela, estrabismo incluido.

La pena de la cinta son algunos de los grotescos errores de montaje de sonido, doblaje y demás. Trompetas que suenan a destiempo etc. Pero lo más grave es lo del doblaje, no puede ser más cutre, es imposible.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Destino Calabuch
Película entrañable y atemporal. De la mano del profesor Hamilton (tío Jorge para los amigos), que llega a Calabuch huyendo de su pasado como científico nuclear, Berlanga nos presenta con el tono más amable el retrato de un pueblo idealizado.

Para “el tío Jorge” Calabuch es el mejor lugar del mundo, porque allí es feliz, porque disfruta con cada situación y con cualquier acontecimiento que comparte con los demás. Desde su llegada al pueblo, “el tío Jorge” será considerado uno más entre los vecinos y a través de él observaremos el plácido discurrir de la vida en Calabuch, con esa sensación de autenticidad que Berlanga sabe transmitir utilizando toda una galería de personajes, a cual más entrañable, y a través de situaciones cotidianas presentadas con mucha ternura, cierto simbolismo y muy buen humor. Por supuesto, no faltan en esta película los momentos cómicos, con ese humor ingenuo y surrealista tan típico de Berlanga y tan efectivo (muy divertida la resistencia que organiza el pueblo cuando llegan los barcos). Qué gran habilidad tiene para llevarnos de lo emotivo a lo cómico y viceversa de la forma más natural.

Hay que decir también que es una lástima que doblaran a algunos actores españoles. En el caso de Manuel Alexandre ha sido especialmente decepcionante para mí. Y como comentan otros usuarios, la escena de la serenata con la trompeta podría haberse mejorado bastante.

Muy recomendable. Vayamos todos a Calabuch.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Dejad las armas y armaos de generosidad
Tuve la impresión -desde el momento en que comencé a ver esta película- de que, Calabuch, podría ser una palabra en juego con Calatayud, la ciudad de la provincia de Zaragoza donde está localizada la Academia Logística del ejército de tierra español… y mi sospecha se confirmó más aún cuando, en alguna escena de la película, suena en versión instrumental aquella vieja canción de, Emilio El Moro, en la que rememora una tierra de pasiones: “Si vas a Calatayud / no preguntes por Dolores / que una copla la mató / de vergüenza y sofocones”.

Pero, Calabuch aparece ubicada en el Mediterráneo (Peñíscola como locación) lo que podría ser un despiste o quizás porque, cuando se piensa en el paraíso, siempre la imaginación incluye agua en los alrededores; y lo que, Berlanga, pretende aquí es proponernos el paraíso. Por eso se inventa ese pueblo de contraste (y fábula), bien diferente de la España que él conocía… y muy parecido a la tierra que siempre soñó.

Calabuch, es un lugar de esperanza, y cuando allí llega, Jorge Serra Hamilton, el sabio atómico que busca llevarse sus secretos, lejos, muy lejos de los guerreristas, pareciera que el cielo le premia sus anhelos de paz porque, allí en Calabuch, en medio de las carencias descubre que la felicidad es, por sobre todo, compartir.

Berlanga, con su alter ego, Edmund Gwenn -el memorable actor que, quizás igual que a nosotros, lo hizo soñar con sus apariciones de noble anciano en filmes como, “Miracle on 34th Street”, “Mister 880” o “The Trouble with Harry”-, impone en aquel pueblo una vida descomplicada y placentera donde, como bien lo describe el viejo Hamilton: “Cada uno hace lo que le gusta, nadie se preocupa por ser diferente de los demás ni de lo que piensen los demás, y cada quien vive su vida sin hacerle daño a nadie”.

La historia, escrita por el mismo Berlanga, con la colaboración de Ennio Flaiano, Leonardo Martín y Florentino Soria, fluye como un río cristalino e incesante, en aquel Calabuch donde la amistad, el respeto, la solidaridad, la música… y la alegría, emanan hasta de aquellos que, en otros senderos, serían la sombra de muchas historias. Berlanga, pareciera acordarse de la Utopía de Tomás Moro (y ya llevamos dos Moros comprometidos de alguna manera), y como le ocurre, probablemente, a todo ser humano en algún momento de su vida, visualiza aquel lugar y aquellas condiciones de vida con las que podría sentirse en paz... y bien seguro que, el director español, entendía harto sobre la grandeza de lo simple.

<<CALABUCH>>, es un bello filme, es una invitación a soñar y es una luz de esperanza sobre la que valdría la pena reflexionar seriamente, pues, debe ser terrible mirarse ante el espejo y sentir que uno hace parte de aquellos que amargan al resto de la humanidad.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Humor blanco y tierno
La etapa anterior a su colaboración con el guionista Rafael Azcona, fue para Berlanga un periodo de un encantador humor más ingenuo y cariñoso que se convertiría con el guionista riojano en un humor negro y corrosivo, cínico y nihilista. Se trata de una comedia vitalista y sentimental, “Calabuch” es, ante todo, un clásico con la virtud que arrastran los clásicos: que nunca se termina de entender plenamente, en cada nuevo visionado, encontramos algo nuevo. Un retrato costumbrista apacible y bien intencionado, sin ánimo de molestar. Una de las películas más simpáticas y generosas del cine español. Una vez más, Berlanga aborda una obra coral, cercana al neorrealismo, sencilla y sin pretensiones.

“Calabuch” es como un cuento, una parábola libertaria que consigue rehuir por completo del esquematismo y las moralejas. La historia de un eminente científico atómico, horrorizado por las consecuencias y usos reprobables de su trabajo, que decide apartarse del mundanal ruido, para pasar desapercibido como una persona anónima disfrutando de una vida sencilla en una pequeña población mediterránea. Edmund Gwenn encarna al sabio profesor Hamilton, actor proveniente de Hollywood donde había realizado trabajos encantadores e importantes como: el adorable Santa Claus en “De ilusión también se vive”; “El caso 880”, sobre un anciano falsificador de billetes de 1 Dólar; y bajo la dirección de Hitchcock, como guardabosques en “¿Pero quién mató a Harry?”.

Uno de los mayores aciertos es el retrato amable del ambiente del pueblo, más que los conceptos del argumento, con sus personajes estereotipados parecidos a sus películas anteriores sobre todo “!Bienvenido Mr. Marshall¡”, que son analizados por Berlanga con una calma admirable, tratando de encontrar en ellos facetas recónditas e íntimas que nos los revelen en toda su ingenuidad, el decorado de fondo – el pueblo – es también en este caso el espejo de una España total: el torero (José Luis Ozores) que lleva su toro a cuestas y al que quiere como un hermano; el guardia civil que lee en la colección “Celebridades” la vida de Napoleón; el autoritario sargento que lava la cara a su hija porque se ha puesto “Chanel nº 5”; la película de Juanita Reina que ponen en el cine y le gusta mucho al carabinero; el desfile de semana santa con el desfile de romanos; las partidas de ajedrez por teléfono entre el entrañable farero (Pepe Isbert) y el cura del pueblo; el pintor (M. Alexandre) que pone nombre a la barca; la celda del calabozo que se abre por dentro… "Calabuch" es una utopía a la que la llegada del americano pondrá a prueba. Una gozada de película.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Un cuento de navidad, por Luis García Berlanga
Nadie cree lo que aquí se cuenta, pero es tan adorable que todos querríamos creerlo.

En un escenario de película es donde cae el profesor Hamilton, un vulgar ingeniero aeroespacial que creía en la bondad de sus proyectos militares para acabar con el mundo. ¿Es esto acaso un impedimento para que a alguien le apetezca tranquilidad?
El argumento del film no es otro que el cambio de vida, por encima de la idea antibelicista se encuentra la idea antiurbana. Las pequeñas comunidades tienen un encanto y un relax que no se puede lograr en lugares excesivamente poblados. La abundancia corroe nuestras mentes.

Moralizante. Y muy buena.
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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