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28 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
8
Análisis de la psicología del fascismo
En primer lugar hay que empezar por decir que ésta es una obra maestra visual, con un genial fotografía de Vittorio Storaro que usó un gran colorido y un vestuario fiel a los años 30, con un movimiento de cámara muy fluído y ángulos casi imposibles. De hecho el estilo empleado por Bertolucci sintetiza el expresionismo con la estética fascista más clásica. Simplemente hace falta ver los primeros planos en los que Marcello Clerici, el protagonista, aparece en los inmensos espacios (neoclasicismo fascista) de un edificio gubernamental. He aquí un claro ejemplo de la megalomanía del fascismo que trata de imponer al Estado sobre cada uno de los aspectos de la vida de los individuos, de hacer sentir su poder sobre éstos (de hecho son espacios gigantescos y fríos, casi podríamos decir que deshumanizadores): se trata de reducir la voluntad del individuo hasta confundirla con la de la masa dirigida por el Estado. En este sentido la película está muy lograda. De hecho, cuando van a ver al padre al manicomio este, antiguo camisa negra afirma: "Si no toma el Estado la imagen del individuo cómo va a tomar el individuo la imagen del Estado".

Al principio del film, mientras Marcello acuerda su ingreso en la policía secreta, podemos ver a su amigo Italo (su nombre refleja claramente la identificación de su figura con la del pueblo italiano) el cual está dando una locución de radio en la que legitima la alianza germano-italiana. No está de más decir que Italo es ciego, lo cual constituye una alegoría de la ceguera voluntaria o inducida en que se vio sumida la sociedad italiana durante veinte largos años de dictadura fascista. El discurso trata de sustentar el carácter revolucionario del fascismo: antidemocrático y antiparlamentario, sin embargo conforme avance la película este mito irá siendo desmontado.

De hecho, el alto cargo de la policía secreta que habla con Marcello lo deja claro cuando dice que "Sólo unos pocos creen en el fascismo. Unos nos apoyan por miedo y otros por dinero". En primer lugar vemos como la coerción se convierte en el principal medio a través del cual cohesionar la sociedad y, en segundo lugar, la importancia de los apoyos para ascender en la sociedad (dinero, contactos). El dinero sigue siendo el que domina las relaciones sociales al más alto nivel. No menos características son las conversaciones en torno a la religión, cuando Marcello le dice a su futura esposa que "El cura da la absolución a todo el mundo". He aquí un reflejo del proceder del Estado fascista (no es menos significativo que su proceder sea comparado con el de la Iglesia): "El cura da la absolución a todo el mundo", lo importante es someterse a su autoridad.
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101 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Una parábola del fenómeno fascista en Italia
La aparición de "El conformista" supuso un hito en la evolución de la personalidad cinematográfica de un genio llamado Bernardo Bertolucci. Nos encontramos a finales de la década de los treinta y Marcello Clerici es un joven profesor de filosofía cuya existencia se ha visto marcada por un episodio ocurrido en su infancia: un intento de abuso sexual por parte del chófer de la familia.
Sus convicciones políticas se corresponden plenamente con el régimen fascista que se instaura en Italia durante la época, tanto que se le encarga la misión de acabar con un personaje non grato para la causa gubernamental.
Adaptación de una novela de Alberto Moravia, el film aborda el concepto de traición y su correspondencia con la identidad moral de la lealtad. La influencia paterna y la facción psicoanalítica de la memoria están presentes en el retrato de un personaje principal que actúa desde el resentimiento.
Guiado por un afán conformista, que desemboca en un comportamiento apoyado en la comodidad y en la falta de iniciativa, Clerici se convierte en la transfiguración del estado de ánimo reinante en la sociedad italiana. Bertolucci crea escuela con sus planos secuencia, con la composición de encuadres de una riqueza narrativa al alcance de muy pocos cineastas contemporáneos.
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60 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
CINE DE AUTOR HECHO POR UN VERDADERO AUTOR
Película de Bertolucci rodada en 1.970 y que inaugura la época de mayor esplendor del cineasta, ya que a ésta le segurían " El último tango en París", " Novecento", o, en menor medida, " La Luna", convirtiéndole en uno de los directores más representativos de la década.
" El Conformista" aborda como tema central los padecimientos de un hombre durante la dictadura de Mussolini, pero desde una perspectiva inusual: no se convierte en víctima del mismo, sino que por el contrario se ve obligado a convertirse en verdugo. Todo ello porque a pesar de no estar de acuerdo con lo que sucede, es incapaz de rebelarse contra ello.
No podemos entender, sin embargo, que se trate de una película política al uso. No es estrictamente una película doctrinal contra el fascismo, sino que usa del fascismo para plasmarlo en una apabullante presencia escénica que empequeñece absolutamente al individuo hasta desproveerlo de su voluntad. No sabemos en qué rostros se encarna el poder político, que apenas aparecen durante la historia, sino que son grandes y desangelados espacios vacíos que desarman al individuo. No observa ni puede dirigirse a nadie, y sin embargo es él el que se siente dirigido y observado por todos. Estas imágenes son las que quizás más perduran de la película una vez vista, y de inmediato uno recuerda el vínculo que las liga con los escritos de Kafka. Es algo más que la protesta contra la dictadura imperante, es la representación del enanismo del hombre frente al estado
Además , ese conformista que se torna en verdugo ha de sacrificar a personas queridas por él, y el espectador apenas tiene esperanzas de que el protagonista vaya a negarse a cumplir su cometido. Es magistral el modo en cómo lo cuenta Bertolucci: sin estridencias emocionales, casi borrando cualquier conato de expresividad, dos personas son asesinadas por alguien que no hace más que un trámite engorroso y necesario. Sabemos que el dolor le atenaza, pero ni siquiera tiene sentido mostrarlo.
A pesar de no ser muy aficionado a los productos " de autor" de los 60 y 70, esta película es una de las pocas que me gustan de aquel periodo. Su enorme fuerza visual, su espléndida fotografía, su sensualidad y complejidad narrativa son imprescindibles para el acabado de la película y no meros alardes. Una obra densa, trágica, sensual, esteticista, pero que revela a un director indiscutible.
Quizás como único defecto sería el encuentro homosexual que sufre el protagonista en su adolescencia´, toda vez que puede diluir el verdadero sentido de la película y darle una torpe explicación psiconalítica al comportamiento del personaje. Quizás también el único momento en que el erotismo entra de forma burda ( algo que ocurriría recurrentemente en películas posteriores), pero no mitiga el brillante valor de la película.
En definitiva, una verdadera obra original y no un simple producto vacuo de la época con delirios artísticos
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26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Parábola en imágenes contra el fascismo.
Una de las mejores maneras de mostrar el fascismo es, en vez de hablar de él, expresarlo en imágenes que vayan perfilando todo el horror que concentra.
“El conformista” nos habla de un cobarde, un personaje de mentalidad errante que, quizás por su origen y por lo vivido en su niñez, acaba escogiendo el totalitarismo como entorno natural en que moverse. Bertolucci comienza su película mostrándonos al personaje (un perfecto y maravilloso Trintignant) junto al que vamos a recorrer, de una manera sutil, todo el espanto en que desemboca la unión de los hombres para crear dictaduras en contra de otros hombres.

Tantos elementos que convergen en el fascismo (burguesía, faraónicos despachos, personajes grotescos y ridículos, interés, intolerancia, intelectualidad, violencia, crueldad, brutalidad, cinismo, sexo, cobardía…) se van tejiendo a través del comportamiento y la actitud de los protagonistas a medida que avanzan en el discurrir de su existencia.

Todo el film está narrado como una parábola metafórica, a través de, unas veces, suntuosa planificación, y otras de un tenue intimismo, hasta desencadenar en la conclusión de qué fue y qué puede volver a ser el fascismo.
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24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Al inconformismo por el fascismo y el marxismo
Marcelo Clerici busca acallar su conciencia tras el asesinato de un homosexual refugiándose en una ideología de masas, dominante en ese momento en Italia, que es el fascismo. Al amparo de esta ideología cree justificar su asesinato, pues homosexuales y judíos no merecen vivir en esa sociedad dominante de hombres fuertes y mujeres sumisas. Una vez aceptado por ese grupo dominante y en el seno del poder que lo sustenta, se siente seguro y no duda en afirmarse de su acción cometiéndola otra vez, ahora matando a su antiguo profesor marxista. Pero en su viaje y estancia en Paris, su salida del ambiente seguro, le hará replantearse su existencia. Bertolucci realiza un película de alto contenido político pero analizando el comportamiento conformista del protagonista. Es precisamente ese análisis psicológico lo que mantiene el interés de la película hoy día, porque en cuanto a las ideologías hemos visto tantos cambios que poco podemos fiarnos de ellas cuando se plantean como soluciones vitales. La fotografía de Vittorio Storano es de una gran belleza y sólo por esos magníficos planos personales y de ambiente vale la pena conservarla como una obra de arte, aunque no una obra maestra. Pido por favor que el espectador se fije bien en el último plano de la película pues ahí puede que encuentre la explicación a ese conformismo.
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14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El cobarde jefecillo de matones
Primera incursión de Bertolucci en el oscuro proceso personal e intelectual que lleva a algunas personas a formar parte del movimiento fascista italiano.
El retrato del inteligente e insensible Marcello Clerici, con un complicado historial: un comienzo de la adolescencia marcado por la violencia y una madre demasiado ocupada con sus amantes, nos sitúa ante una persona inestable y proclive a incubar el virus de la prepotencia, orden y paternalismo excluyente de Mussolini y sus acólitos.
Este personaje que dice amén al credo autoritario y que carece de todo principio, incluidos los que demanda el catecismo del fascio, serviría al realizador para ir puliendo su obra cumbre, Novecento, que vería la luz seis años después.

A reseñar que el guión, del propio director, está basado en una novela de Alberto Moravia y que parte de la atmósfera oscurantista y premonitoria que se respira se debe a la estupenda fotografía del gran Vittorio Storaro.
Para la historia del cine quedará el baile que se marcan en París la carnal Stefania Sandrelli y la hermosa e intrigante Dominique Sanda, ambas repetirían en Novecento.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Quiero ser una persona normal
Yo no creo que esta sea una mala película, o rancia o aburrida como he leído por ahí, precisamente esas cualidades son el alma del film. Aquí no hay héroes que arriesgan sus vidas por salvar a inocentes damas de las manos del mal, ni rebeldes que se levantan contra la tiranía viviendo un sin fin de aventuras.
Como el propio título indica, esta película trata sobre un conformista, un hombre que no arriesgará ni su vida ni su cómoda existencia aburguesada por ningún motivo. Y claro con semejante tocino de protagonista te puedes imaginar que la película no es precisamente el sumun de la emoción, sino todo lo contrario, posee un aspecto triste y decadente, aburrido y un poco casposo.
El protagonista, traumatizado por un acontecimiento de su infancia, se debate entre traicionar a un viejo conocido y a su mujer, de la que está apasionadamente enamorado, cumpliendo las órdenes de su gobierno. O por el contrario hacer algo en su vida por primera vez impulsivo y emocionante, revelarse contra el estado fascista y fugarse con su amada.
Sin duda el Bertolucci consiguió transmitirnos ese rancio sentimiento de cobardía y conformismo pero a un precio muy alto ya que su película no se puede decir que sea de las más populares entre el público, la gente lo que quiere es evadirse de su existencia con historias de gente que hace cosas extraordinarias, nadie quiere ver la historia de un ordinario y sumiso fascista, quizás por que tengamos miedo de vernos reflejado en él un poco.
Yo disfruté con algunas secuencias y planos, y tiene sus momentos interesantes, pero tengo que admitir que me aburrí bastante en algunos momentos de bajón y algunas escenas demasiado alargadas.
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16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
UNA DE LAS PELÍCULAS MÁS SECAS, RANCIAS Y ABURRIDAS DE B. BERTOLUCCI
El fondo de la cuestión es el conformismo, el que se instala y paraliza a una sociedad pensante, cuando los signos y hechos facistas, totalitarios, injusticias o deshumanizaciones, son más que evidentes. El protagonista del film, Marcelo (Jean Louis Trintignant), es un intelectual que toma partido oculto por el facismo; a pesar de que intelectualmente es un "filósofo", opta por conformarse con algo que le ofrece orden, disciplina social, control de la anaquía y la subversión y en definitiva camaradería, instalación y estabilidad; se conforma pues, siendo un "amante de la verdad", con un reduccionismo ideológico tan bastardo.

El film es desencantador, sobre un hombre serio que en lugar de tener sentido de humor, como por lo general lo tienen los hombres serios, resulta ser serio-serio, en el sentido patético del concepto seriedad.

No es de las mejores películas de Bernando Bertolucci; es de sus obras más regulares tirando a floja, al menos para mí.

Fej Delvahe
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43 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
El tiempo y las ideas
Veo esta película 48 años después de su debut.
Sinceramente me he aburrido bastante. Frente a genialidades fotográficas hay un guión tan conformista como el título de la película.
No es fácil seguir al conformista Trntignant ante tanta impasibilidad en la que, contra todo lo que contienen las críticas de esta portal, aburre pues no te decides a definir al personaje como conformista o simplemente como un soso rematado.
Las disquisisciones sobre la burguesía pudo causar furor en aquellos espléndidos años del cine italiano, pero esta película es mejor olvidarla. Ni hay continuidad en el conformista ni la hay del director presentando a los personajes (caso de Anna).
Insisto, me he aburrido y los mensajes hoy en día resultan excesivamente manidos.
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10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
bertolucci sin duda un gran cineasta
Bertolucci construye una crítica clara, sutil y sarcástica de la idiosincracia italiana de la época dictatorial facista. Crea escenas geniales-sin querer ser pretencioso-a traves de la sencillez y la capacidad de obserbación, de la facultad de poner en camara una mirada original de planos y tomas. Forma las escenas con particularidades y extrañezas que dan dinamismo y humor al film. Es un humor magnífico que nace de la convención que instaura por medio de sus personajes-como hace en casi todas sus peliculas-que parecieran estar un poco desenfocados de la realidad, personajes pertubados, psicológicamente desestabilizados que le dan al film una seriedad no dramática, es esa la mirada diferente de Bernardo Bertolucci, un director políticamente activo en su temática fílmica y en su mirada cinematográfica típicamente italiana, como lo hacen otros autores como fellini o scola, que retratan a la perfección la personalidad del pueblo italiano.
Peliculas que les puedo recomendar de bertolucci; la luna, la estrategia de la araña, el conformista, el ultimo tango en paris, antes de la revolucion.
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La parábola de un hombre normal
A comienzos de la década de los setenta, Bernardo Bertolucci lleva a la gran pantalla la adaptación cinematográfica de la novela de Alberto Moravia “El conformista”, cuya primera publicación data de 1951. Afiliado desde muy joven al Partido Comunista italiano y atraído también desde siempre por el ideario marxista, Bertolucci usa el texto de Moravia no tanto para criticar abiertamente al fascismo, sino para intentar acercarse a él, comprender las causas de su vertiginoso ascenso. Ya el discurso radiofónico inicial del amigo ciego del protagonista es toda una declaración de principios al respecto. Bertolucci se pregunta cómo todo un pueblo, el italiano en este caso, fue capaz de dejarse arrastrar por un régimen extremo y totalitario hasta llegar a asumirlo como algo normal (una de las obsesiones del protagonista es ser considerado una persona “normal”). Es esta una idea que el director desarrollará más ampliamente en ese magistral fresco histórico llamado “Noveccento” que rodará sólo un par de años más tarde.

La respuesta a la pregunta anterior es sencilla y hay que encontrarla justamente en ese conformismo al que se agarró una buena parte de los compatriotas del cineasta durante el primer tercio del siglo XX. Las propuestas de Moravia y Bertolucci funcionan como parábolas perfectas ya que no remiten exclusivamente a un periodo de tiempo concreto sino que son extrapolables a cualquier época. Y así hoy en día es fácil encontrar personas que como el protagonista de la película renuncian a todo ideal y a toda lucha para acomodarse a una realidad que les es más propicia. Como Marcello Cierci que abraza el fascismo después de cuestionarlo como filósofo, arrastrando además cierta frustración sexual como consecuencia de un suceso ocurrido durante la niñez.

Una de las primeras películas del maestro parmesano en la que ya es posible encontrarnos con todas las obsesiones de su obra posterior. Deslumbrante desde el punto de vista visual, fascinante desde su concepción temática, Bertolucci se apoya en la apabullante labor del camarógrafo Vittorio Storaro y de una insuperable puesta en escena para completar uno de los mejores trabajos de su carrera. Obra maestra de obligatoria visión.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
GRAN PELÍCULA
Reúne muy buenas características:

-Aire oscuro como una peli de gangsters.
-Perfectas interpretaciones.
-Una combinación perfecta de flashbacks
-Una perfecta integración del juego de cámara: luces y sombras, espejos, varias habitaciones, miradas, paisajes, hojas secas...

En resumen, me ha encantado. Eso si, hay que estar muy atento a los avances y retrocesos que se hacen, pues se puede perder el hilo. La duración me parece perfecta.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Querér ser normal en una sociedad anormal
En la epoca de esplendor del trhiller politico, Bertolucci nos muestra una interesante adaptacion de una interesante novela de Alberto Moravia, en la que el protagonista noes un luchador por la libertad , ni un contestatario cualquiera, si no un burocrata inadaptado, que quiere ser uno mas en la nueva sociedad del momento, con esos largos planos secuencia en grandes edificios vacios y decadentes, un hombre con dudas sobre su sexualidad, que quiere ser un burgues cualquiera. Magnifica interpretacion de Trintignant, como el burocrata en cuestion, el personaje de Stefania Sandrelli peca de sobreactuado y irritante, como tambien el personaje del policia de la piovra( la policia secreta de Mussolini) que tiene el defecto de algunos personajes del cine italiano, la sobreactuacion y el histrionismo mas hiriente, aunque la siempre fascinante Dominique Sanda nos muestra un personaje lleno de matices, algo alargada, para mi gusto, el triangulo entre el profesor, su mujer y su supuesto discipulo , para hacer un epilogo demasiado brusco, en general bastante bien.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Bertolucci y el Ulises compungido
El Conformista (Bertolucci, 1970), adaptación de una novela de Moravia, es una de las obras donde mejor se tratan los entresijos de la psicología de masas en la Italia de Mussolini. En esta ocasión, por no ampliar innecesariamente el número de valoraciones (algunas de ellas brillantes) sobre la psique fascista en la película, resulta revelador pensar la adaptación del director italiano desde la óptica de decepción que vivía la izquierda post-Mayo del 68. Bertolucci aprovecha la historia, que se desarrolla justo antes de la Segunda Guerra Mundial, para hacer una crítica a la función política del cine francés a través de las tribulaciones del personaje principal, el tipo que se ofrece voluntario para cometer un crimen fascista en París (¿dónde iba a ser si no?).

En El Último Tango en París (Bertolucci, 1972), el polémico film que aparecería dos años después de El Conformista, las referencias críticas al cine de la Nouvelle Vague son más evidentes a través del papel secundario interpretado por Jean Pierre Léaud, para muchos el alter ego de Truffaut, y una de las caras visibles del nuevo cine francés. Recordemos que Leaud representa un director de cine obsesionado por convertir en una película su relación amorosa con Maria Schneider. Aquí, Bertolucci muestra un personaje más bien patético que, escena tras escena, teatraliza y frivoliza las expresiones que trata de rodar, el amor o la revolución, anteponiendo la cámara a los sucesos, la forma al contenido. Esto es, sin tapujos, un ataque feroz a los presupuestos del cinéma-vérité y la cámera-stylo. Unos supuestos que después han sido recuperados, por los cinéfilos y nostálgicos, y que probablemente hayan tenido una gran influencia en la forma de hacer cine en Europa, pero que, en los 70, tras el ‘chasco’ que se llevó el comunismo europeo con el Mayo del 68, parecían equivocados y, en el fondo, pequeño burgueses.

Así, del mismo modo que la elección de Jean Pierre Léaud para la película de El Último Tango en París es intencionada, podemos imaginarnos que la apuesta por Jean- Louis Trintignant como protagonista de El Conformista tampoco es casual, pues nos remite a su actuación idéntica en Mi Noche con Maud (1969) de Eric Rohmer, uno de los más reconocidos integrantes del grupo de críticos-cineastas de los Cahiers du cinéma. En ambas películas, Trintignant interpreta el papel de un hombre que duda entre dos mujeres que representan, en oposición, el cumplimiento del orden y el desafío a lo establecido.

El personaje de Trigtinant suscita cierto fastidio a los espectadores por la falta de arrojo y determinación propia de los héroes. Nos encontramos frente a un Ulises moderno, con sus neurosis y miedos impensables en los mitos clásicos. Al igual que Ulises, el protagonista termina tomando la decisión de cumplir con su destino; volver a casa junto a Penélope y dejar atrás antiguos devaneos. La Odisea, en cierto modo, es el periplo del marino por entrar en razón y volver al hogar. Así, el dubitativo Trintignant, deja que los agentes fascistas asesinen a la mujer que ama en El Conformista y también desestima un idilio con Maud para montar una familia católica en Mi Noche con Maud. El orden siempre gana, sólo que en Trintignant no lo hace después de 20 años recorriendo todo tipo de aventuras marinas, sino tras un sinfín de miedos e indecisiones que le llevan a tomar el camino conservador.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Cine, política y sexo: la bandera de Bertolucci
El conformista es la forma que tiene Bernardo Bertolucci de comunicarnos, a través de su historia, de la patria Italia, el sufrimiento de un continente ensombrecido por el lúgubre fascismo, una Europa deprimida por el miedo a la guerra que, cada día, pesaba más en la conciencia ciudadana. Y Bertolucci nos habla, sin miedo ni pudor, a través de un declarado fascista, Marcello, encaramado a una policía secreta dominada por un grupo reaccionario y subversivo en caza de la democracia y la libertad. El conformista comprende todo un período histórico mientras disecciona la mente de un hombre en busca de la normalidad, una normalidad tendida por la mano de Mussolini mientras esconde, con la otra, la verdadera felicidad reprimida del pueblo, de Marcello, en un puño amortajado de una realidad inducida. Primera obra maestra que lanzó al realizador italiano al reconocimiento internacional, mediado por Francis Ford Coppola y George Lucas, adaptando la obra homónima de Alberto Moravia en un híbrido de cine negro y político, pero, sobre todo, social. La mirada inexpresiva de Bertolucci hacia el pasado de su país, incapaz de esbozar una mueca por el dolor y el sufrimiento que carga su historia y que ha colaborado en su expansión, esparciéndolos por la Europa reclusa en la celda del fascismo alemán e italiano, retransmitido por un impecable Jean-Louis Trintignant.

El estilo de Bernardo Bertolucci ha tenido un instinto histórico propio, un espíritu concienciado con la Italia que lo vio nacer. Pero esto está muy lejos del ‘patriotismo’, de ese vago eufemismo utilizado para justificar la moral de una persona y que precisamente critica El conformista. No, Bertolucci está comprometido con la historia italiana desde un punto que la usa, gracias a su importancia histórica, como portavoz de una conciencia social donde el pasado es ineludible para constituir el presente, dando una visión cosmopolita sobre un mundo de luces y sombras que, de una forma tan poética, nos muestra Vittorio Storaro en esta primera colaboración con el cineasta. Desde Antes de la revolución (Prima della rivoluccione, (1964) hasta El último emperador (1987), el director de Parma ha solido utilizar un episodio histórico movido por la política para establecer una conexión entre el espectador y los errores del pasado con una mirada vacía, como Marcello en El costumbrista, víctima de una gran represión moral. Y Bertolucci no solo es capaz de expresar la seca fragancia de la historia, de la vida, con la humanidad desgarradora en la que los extremos se superponen; la luz y la sombra, el blanco y el negro, el azul y el rojo, construyendo la efeméride del mundo cimentada en el angustioso baile de los opuestos. También es capaz de mirar al futuro, aun empapado de derrota, con un hilo de esperanza, de libertad y de Revolución. El rebelde italiano fue capaz, así, de hablarle al mundo acerca de la opresión que vivió Italia, desde 1922 hasta 1945, que él mismo llegó a padecer permitiéndose, también, cortarle la cabeza a su estandarte principal Benito Mussolini bajo la mirada de Marcello. Este tipo de cine, heredado de su padrino Pier Paolo Passolini del que fue asistente de director, fue abrazado por Hollywood en la década de los setenta a pesar de su filosofía crítica y estilo autoral convirtiéndola, así, en una de las obras más influyentes del cine moderno.

El conformista es una evolución progresiva del viejo continente usando la profunda carga moral y psicológica de su protagonista Marcello para comprender la década de los treinta y los cuarenta hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y, por tanto, el final de Hitler y sus aliados. La angustia se palpa en esa ambientación fría con una puesta en escena tan teatral que es capaz de extraer toda la vitalidad de sus personajes, representando a una ciudadanía deprimida y preocupada por el próximo golpe bélico mientras el ciego fascismo, representado por el camarada de Marcello, Ítalo (José Quaglio), avanza sin miramientos a golpe de opresión y represión, situación que critica duramente Bertolucci a través de los próximos escenarios, como París, y los personajes parisinos que observan Italia como una epístola de sometimiento. La relación entre el director de Parma y el erotismo en sus películas se puede apreciar aquí, con un trato más prematuro y salvaje, hablando libremente de la sexualidad con respecto al conservadurismo fascista, patente en la política y la religión que, explícitamente, tacha de limitadores de derechos y libertades individuales usando el trauma de su protagonista, atado a un encuentro homosexual. A su manera, es capaz de crear un triángulo amoroso que abraza el trauma de Marcello para reivindicar, de nuevo, la libertad en cuanto a las posibles relaciones psicoafectivas entre los tres vértices; Marcello, Giulia (Stefania Sandrelli) y Anna (Dominique Sanda) y el rechazo social hacia ciertas tendencias como la bisexualidad o la homosexualidad, ya sea entre hombres o mujeres, con un tono sugerente recreado en la ciudad del amor, replicado en innumerables películas como la obra maestra de Park Chan-wook La doncella (The Handmaiden) (2016). Y qué mejor instrumento tiene Bertolucci para esto que un docente de Filosofía como es el profesor Quadri (Enzo Tarascio), antifascista exiliado por impartir enseñanzas no acordes al régimen de Mussolini. A través de la relación cordial entre Marcello, su exalumno, y el profesor, el director tumba los argumentos del fascismo curando la ceguera de Marcello con los diálogos mantenidos entre ambos personajes, complementando la evolución del protagonista acorde al transcurso de los años en la Italia fascista y el acercamiento de su fin, mirando de nuevo con esperanza ya no a la cura del odio o conversión ideológica, sino a una posible convivencia por puro altruismo social.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
D.E.P. Bernardo Bertolucci (Parma- Italia; 16/Marzo/1941-Roma-Italia; 26/Noviembre/2018)
37/02(04/03/19) Crítica realizada en tributo al cineasta parmesano Bernardo Berttolucci, fallecido recientemente (26/11/2018) en Roma, para ello disertaré sobre la que es probablemente su mejor obra, este drama político incisivo donde se conjugan con una miscelánea punzante la reflexión y la ambientación, he leído encuestas donde ponen que la cinematografía de Vittorio Storaro para esta cinta es la mejor de la Historia, film grandemente influyente, por ejemplo para “El padrino”, donde recogió los tonos sepia Gordon Willis para crear un halo dramático, e incluso contrató a Storaro para su épica bélica “Apocalypse Now”, Paul Schraeder fichó al diseñador de producción de “El conformista” Fernando Scarfiotti para “American Gigolo” y “Cat People”, también hay una escena en la popular serie “Los Soprano” que homenajea otra de esta película, "Pine Barrens", de la tercera temporada , dirigido por Steve Buscemi. Guión por Bertolucci basado en la novela homónima de 1951 de Alberto Moravia, protagonizada de modo superlativo por Jean-Louis Trintignant y Stefania Sandrelli. El director vuelca un tremendo expresionismo en los fotogramas, con ampulosos decorados art decó que empequeñecen al ser humano, de claras reminiscencias fascistas. Una narración que mezcla flash-back, y ensueños, en un relato cargado de complejidad, con actitudes ambiguas, traiciones, decadencia sexual, donde se tocan temas como el peso pasado, las ansias tribales de pertenencia a un grupo, las frustraciones sexuales, el choque de ideas políticas, en lo que es una dura crítica a la burguesía, algo muy del gusto de Bertolucci.

La cinta resulta sugerente desde su inicio, con un plano parpadeante a través de una ventana de un luminoso de neón (Lavieestanous), tras un par de visiones pasamos a un plano del protagonista Marcello Clerici (Jean-Louis Trintignant), tumbado vestido en una cama, con las luces de neón rojas parpadeándole encima, por su lenguaje corporal parece nervioso, oye el teléfono lo coge, habla por él, se apagan los neones, tras lo cual (en plano-secuencia) se levanta se pone una chaqueta y el chaquetón, abre un maletín, del que coge una pistola, se acerca a la cama vemos que junto a él había una mujer denuda dormida de espaldas, y encima de su trasero el sombrero del hombre, que coge y lo acomoda en la testa, tras lo que cubre con una sábana las posaderas de la acompañante, tras lo que sale de la habitación, todo asistido por una melancólica música, sugiriendo que algo dramático va a suceder.

Resulta la cinta un retrato de personalidad profundo, con claros toques agudo-psicológicos, hablándonos de como el conformismo puede ser el primer paso a dejar entrar en nuestras vidas el radicalismo (como bien le dice un agente secreto a Marcello: “Sólo unos pocos creen en el fascismo. Unos nos apoyan por miedo y otros por dinero”), en este caso el fascismo (mussoliniano). De cómo el culto Marcello se deja llevar por los acontecimientos cual pluma mecida por el dominante viento, la marcial ideología fascista sirve como rígida guía para un protagonista deseoso de ser conducido más que de pensar por sí mismo. Es un tipo de clase alta, que en su infancia sufrió un trauma que le marcó de por vida, carcomiéndole los remordimientos. A través de este trauma hay quien ha visto una historia sobre como la homosexualidad (y sexualidad) reprimida puede llevar a la violencia latente.

Además el film deja un subtexto de alegoría sobre que Marcello se asemeja al protagonista del Mito de la Caverna de Platón, al que hace mención el ínclito en la más hermosa escena del film, cuando este relata al profesor Quadri la fábula del griego, lo hace en el despachos de este último, donde Marcello cierra la ventana para no entre luz, apenas entran unos rayos por otra ventana, creando un halo expresionista sublime, narrando el fascista la historia desde el lado de que la luz exterior de la cueva es el fascismo, mientras el profesor le da la vuelta, remarcado cuando abre la ventana y la sombra de Marcello se difumina bellamente.

Una historia en la que también hay cabida para una acerada crítica a la Iglesia Católica, sobre su connivencia con el poder fascista, sobre su homofobia (melifluo y turbador el flash-back nos lleva a la juventud de Marcello, vemos su turbulenta experiencia con Lino, un chófer), sobre su hipocresía, reflejada en la frase que Marcello le dice a su futura esposa "El cura da la absolución a todo el mundo", reflejo del proceder del Estado fascista.

Potente alegoría se da cuando Marcello asiste al cuartel general de la policía secreta, allí ve a su amigo Italo (no hay mejor nombre como epítome de la nación transalpina), hablando por radio sobre la bonanza de la alianza italo (Mussolini)-germana (Hitler). La simbología se da por el hecho de que Italo es ciego, reflejando la ceguera italiana con respecto al extremismo nazi (y el fascismo propio).

Destacar las escenas sexuales, tan gratas de incluirlas Bertolucci en sus películas, aquí sobresaliendo las transgresoras que mantienen Giulia (Sandrelli) y Anna (Dominique Sanda), quizás como ejemplo de la libertad sexual como epítome de la Libertad en todos los sentidos, que el director junto al cinematógrafo baña en una luminosidad tórrida, creando un aura cuasi-febril de idealización del sexo.

El actor galo Jean-Louis Trintignant borda su complejo rol, hierático, actuación que combina mundo interior con pasividad, con fragilidad, con tormento, con flema, con impasibilidad, un nihilista agarrado livianamente a ideales volátiles. El actor aprendió sus líneas en idioma italiano fonéticamente, según la práctica común en la industria cinematográfica italiana en ese momento, más tarde fue doblado por otro actor, Sergio Graziani; Stefania Sandrelli como Giulia aporta sensualidad etérea, encanto sardónico, una esposa mediocre para un tipo mediocre;… (sigue en spoiler)
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El Placer de Ver
Obra Maestra de Bertolucci, que es una auténtica belleza visual, hace poesía en imágenes, donde varios cuadros realmente son muy cautivadores. Un relato melodramático que convoca a la interpretación de cada quien, transmitiendo la existencia del pasado en el presente. Interesante mirada de la Italia fascista, a partir de imágenes que representan la omnipotencia de ese estado.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Biología del fascismo
Si nos tuviésemos que remitir al más romántico que epistemológico marxista, José Carlos Mariátegui, podríamos extraer de su fontana recursos suficientes para entender esta anatomía, esta estructura fascista. Que es más un plan de acción (diría el susodicho autor acerca del fascismo) que una ideología teorética; que los discursos más opacos y menos ovacionados de il duce eran aquellos en donde éste debía exponer, o intentarlo al menos, la estructura teórica fascista.
Qué hace el argumento de la película sino eso, corresponderse con esta explicación. Cuándo Marcello explica, o cuándo se explica en la película, la razón de por qué él ha elegido el fascismo. Más aún cuando su trabajo es profundamente racional, o por último intelectual: la filosofía. Y sin embargo, no explica por qué elige el derrotero aquel. Ahí se pronuncia el flash-back para darse a entender que nace su "plan de acción" a partir de un trauma de infancia. Así obedece el fascismo más a la plétora morbosa que a las directrices racionales.
En la confesión, el protagonista revela otro aspecto originario, o teóricamente originario, del fascismo: cuando Marcello rehúsa, mostrándose refractario, a los principios cristianos de servilismo y normalidad. Como todo fascista, aspira a la megalomanía y a la aristocracia. Así define Adriano Tilgher, la Italia pre-fascista: "El reino incontestado de la mentalidad d´annunziana, nutrida de recuerdos de la Roma imperial y de las comunas italianas de la Edad Media, formada de naturalismo pseudopagano, de aversión al sentimentalismo cristiano y humanitario, de culto a la violencia heroica, de desprecio por el vulgo profano curvado sobre el trabajo servil".
Como muy bien se notara en otra crítica (daviloche), los espacios y la fotografía develan el nutricio aspecto lúdico estructural de la película: cómo la forma artística incide en el sentido argumental.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La vía apática al fascismo
Un joven Bernardo Bertolucci adapta la novela homónima de Alberto Moravia con apropiado esteticismo viscontiano, recurriendo para ello a la maestría de Vittorio Storaro, quien entrega una de las direcciones de fotografía más admirables que puedan recordarse.
Efectivamente, el trabajo de Storaro en “Il conformista” es tan apabullante que éste acaba por eclipsar cualquier otra consideración. La hipnótica belleza de sus encuadres imposibles excede la función meramente expresiva para constituirse en obra de arte en sí misma.
Dicho lo cual, conviene señalar que, más allá de la memorable composición de sus imágenes, “Il conformista” es una película excelente, plagada de elementos muy destacables. El propio Bertolucci escribe un guión, justamente nominado al Oscar, que escarba en la psicología colectiva de su país a la búsqueda de las razones para el triunfo de la aberración fascista. La conclusión resulta demoledora, por perfectamente extrapolable a nuestros días: el malhadado acceso de Mussolini al poder es producto de la decadencia moral de una clase burguesa atenta sólo a la satisfacción sus instintos más bajos.
Marcello Clerici, el conformista del título, es la personificación de unos vicios cuya actualidad parece, lamentablemente, cada vez mayor, y cuyas consecuencias políticas están sucediendo ahora mismo delante de nuestras narices. Pero ya lo dice la vieja frase hecha: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”.
En cuanto a los intérpretes, Jean-Louis Trintignant compone el papel protagonista con la infinita y desesperante abulia que éste requiere, si bien no alcanza a transmitir el pretendido tormento interior que explicaría conductas tan censurables. Una luminosa, encantadora y pura sensualidad Stefania Sandrelli no se limita a secundarlo como el bonito florero que cabría esperar de la respetable esposa de un fascista, sino que llena la pantalla, robando el plano sin contemplaciones cada vez que la cámara sabia de Storaro se posa en ella, mimándola como si fuera de porcelana china. Mención aparte merecen sus ambiguas escenas junto a Dominique Sanda. El lesbianismo soterrado que dimanan constituye un sugerente anuncio del gusto de Bertolucci por un variopinto abanico de erotismos desacostumbrados —se entiende que lo último solamente en la gran pantalla.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
UN CINEASTA CON MAYÚSCULAS
Bertolucci adapta a Moravia con su estilo personal. "El conformista" comienza de una manera innecesariamente extraña, casi caótica. Aunque luego se tiré del hilo, más allá de deseo de experimentación, no parece haber exigencias gubernamentales que exigieran semejante viraje. Como fuere, superado ese primer acto, estamos ante una película con momentos mayúsculas, una reflexión sobre el fascismo profunda y aterradora.

Los personajes son altamente extraños, inquietantes por diversos motivos, existiendo flashbacks emocionalmente intensos. El talento de Bertolucci le lleva a alcanzar lirismo incluso en la traición, componiendo escenas poderosas y haciendo que el Coliseo, ese rincón tantas veces retratado, adquiere aquí una dimensión extraña, bella y patética al mismo tiempo.

La locura tiene sentido. Incluso ese secundario que te parecía no tiene mucha presencia, toma un cariz de primera necesidad. Todo para llegar a un final aterrador, al absurdo del crimen y la barbarie, a la eliminación del "débil" como esta ideología propugna de manera implacable.

Un film del que se puede hablar poco sin revelar en exceso la trama. Una experiencia fílmica inusual a través de Bertolucci, un cineasta con mayúsculas.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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