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36 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
10
UN LIBRO DE RUTA IMPRESCINDIBLE PARA LA HUMANIDAD
¿Película propagandística tipo "Nosotros somos los buenos y ellos los malos"? Es posible. Tan posible como que desde el otro bando se impartiesen consignas similares. Bien, pues en ese género de cine propagandístico, la película obtiene mención de honor, diploma cum laude y todo lo que ustedes quieran, y no solo por la interpretación de ese ACTOR que se hizo hombre para poder interpretar (Charles Laughton) sino por la propia película, aunque le pese a quienes la tildan de panfleto oportunista.

No he vivido la guerra. Ninguna guerra. Mis conocimientos de la II Guerra Mundial se limitan, por tanto, a lo leído en publicaciones históricas y a lo visto en documentales de canales temáticos. Y lo que se muestra en Esta tierra es mía, es plenamente coincidente con todo ello. Todo el mundo tiene derecho a expresar sus opiniones pero las verdades del barquero están ahí, inmortalizadas en celuloide para recuerdo de los olvidadizos y para que no seamos tan torpes como para cometer los mismos errores.

Dicho esto, anticipo que voy a valorar esta película con un 10. De ese 10, Laughton se lleva la parte del león. Las posibilidades interpretativas de este hombre superaban con creces todo lo imaginable. Lo recuerdo en Testigo de Cargo, en La Posada de Jamaica, en Esmeralda la Zíngara, en El sospechoso o en Rembrandt y me descubro. Pero aquí ya no quedan sombreros por alzar. Entre la escena del refugio junto a Una O´Connor con sus miedos patéticos y la "panfletaria" pero imprescindible escena final, Laughton nos ofrece una variedad de registros, todos y cada uno con ese magisterio solo al alcance de los más grandes. Enorme, Laughton.

Bastantes puntos para Maureen O´Hara, bella y, sobre todo, profesional, en un papel complicado al que da vida y personalidad propia. Maravillosa, en su estilo, Una O´Connor. En su línea "odiosa" George Sanders. Sobresaliente para los demás. Pero buena parte de la nota se la otorgo a Renoir con mención especial para el guión de Dudley Nichols. Y es que Renoir no está filmando una simple historia. Renoir traduce a imágenes un libro de ruta imprescindible para la humanidad. Y lo hace desde la cobardía. Pero también desde la dignidad y la madurez y desde la valentía de la verdad.

Gracias a esos valores recogidos en el Manifiesto de los derechos humanos, la sociedad ha ido evolucionando en positivo. Y una de las consecuencias de esa evolución amparada por un sistema de libertades, es que, al día de hoy, existan generaciones que encuentren trasnochada esta película. Ojalá, la sigan encontrando trasnochada por mucho tiempo.
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82 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Defender la democracia y la libertad nunca es panfletario
Algunas de las críticas de esta película la califican como “panfleto”. El Diccionario define “panfleto” como: 1. Libelo difamatorio, 2. Opúsculo de carácter agresivo.

¿Es “Esta tierra es mía” un panfleto? No lo creo.

Panfleto es “Raza” de Jaime de Andrade (o sea del “Generalísimo”) o la filmación de la concentración del Partido Nazi en Nuremberg en 1933 de la Riefenstahl. Un panfleto defiende ideas deleznables y además de forma grosera o burda. “Esta tierra es mía” defiende con convicción, pero serenamente, los nobles valores de democracia, libertad, igualdad e independencia de las naciones en el contexto del año 1943.

El film se sitúa en “en algún lugar de Europa” (ubicación esta un tanto ingenua de Renoir, pues las coordenadas geográficas donde transcurre la película son claras). Quizá buscaba Renoir dar a su tesis validez universal. Lo que nos viene a decir Renoir es que la maldad existe no solo por la perversidad de algunos hombres e ideas, sino también por la inacción y pasividad de los hombres buenos cuando les es exigible moralmente actuar, y eso es aplicable en todo tiempo y lugar.

El -al principio- pusilánime y apocado profesor que interpreta un enorme Laughton evoluciona hasta convertirse en un héroe creíble, de carne y hueso en su digna reacción frente a la injusticia y la tiranía. Laughton está soberbio como siempre, si bien su interpretación va cobrando grandeza en paralelo a la evolución de su toma de conciencia, estando mucho peor en la primera mitad del film que en la segunda (en donde realiza una interpretación heroica especialmente en el soberbio discurso final). En la primera parte está un tanto exagerado en algunas escenas (los gestos de miedo en el refugio) y especialmente en las histriónicas toses que expele al fumarse un cigarrillo en la “cena-coartada” con O´Hara y su hermano

El largo discurso final de Laughton en el juicio (para mi más poderoso y de mayor calidad literaria que el de Chaplin en el Gran Dictador) y el subsiguiente recitado de la Declaración de los Derechos del Hombre ante unos admirados niños revelan una vez mas el actor portentoso que era.

No tengo espacio para referirme con justicia a la esplendida Maureen O´Hara, para mi no solo una de las actrices mas bellas de la época (con un “corte de cara” de una perfecta armonía) sino una interprete excelente. Renoir nos brinda unos primeros planos que son un deleite para la vista (¡que maravillosos primeros planos en el juicio!).

Como punto negativo citaría, el juicio con una escenografía convencional americana, incrustada de forma un poco abrupta y poco convincente en la narración.

En la versión doblada al español hay otro “pero”: A Sanders le dobla un Constantino Romero que estaría en sus comienzos. Se hace extraño reconocer en el doblaje la voz de Eastwood, actor con el cual se identifica demasiado dicha voz.

En resumen, notable película que a pesar del tiempo transcurrido conserva un fuerza y capacidad de emoción muy destacables.
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56 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
"Hicieron un desierto y le llamaron paz" (Tácito)
Existe un trastorno maniático conocido como cacofobia que se define como el anormal e injustificado miedo a las personas feas, desagradables. Algo de eso hay con respecto al personaje –por supuesto no al actor-, de Laughton en esta obra maestra de Renoir.

El pusilánime maestro de escuela interpretado por el inglés es un niño mimado que no sale de debajo de las faldas de su madre; que se asusta y llora como un chiquillo durante los bombardeos mientras sus alumnos se ríen de él; que no es capaz de declararle amor a Maureen o de plantar cara a la ocupación; que entra en estado de pánico cada vez que una octavilla de la resistencia incitando al sabotaje frente al nazismo se cuela por la puerta de casa. Alguien que provoca absoluta aversión en definitiva, el objeto de esa extraña fobia que rechaza la fealdad.

Laughton es la fealdad personificada hasta que recuerda a aquellos, _al toparse de frente con el general nazi interpretado por Walter Slezak_, que hicieron un desierto y le llamaron paz.

No deja de ser maestro. Y un maestro vocacional. Su primer deber es salvaguardar la verdad, lo que Platón, Tácito o Voltaire escribieran. Y trasmitir esas verdades a sus alumnos llegando a convertirse en el ciudadano de ese pueblo ocupado más perjudicial no para la sociedad, sino para la tiranía.

Probablemente esta obra, segunda incursión de Renoir en el cine americano, contenga los diálogos más elaborados y estudiados sobre las razones de unos y otros para defender o denostar el colaboracionismo, la ocupación, con razonamientos que por ambos lados son tan aplastantemente lógicos que es difícil contradecir tanto a los guardianes de la resistencia como a los portavoces de la gloria del Reich.

Es asombroso cómo Renoir ha conseguido que posturas divergentes, puedan entrar en comunión. Y más asombroso aún es el alegato de Laughton hacia el final de la película. Una denuncia tan brillante, esperanzadora e incontestable como al gran Charles correspondía hacer.

Jamás un ser tan “feo” había hecho antes un alegato tan hermoso en defensa de una causa noble. El sabotaje es lo único que le queda a un país derrotado, trae consigo riesgos y sufrimiento; es una dura decisión, pero “cuando mayor sea el dolor –de esos soldados sin gloria-, más se acortará nuestra esclavitud”.

Cualquier pequeño pueblo ocupado puede ser un frente de batalla mientras señores como Charles Laugton canten verdades como puños.

Estupenda.
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36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Panfleto con coartada...Y Charles Laughton por supuesto.
A pesar de que mis almas gemelas le otorgan mayor nota en general, debo decir que en mi caso alcanza el siete por la perorata final en el juicio al profesor cobarde. Porque era un 6 claro.
El contexto de la II G.M. hace que el maestro Renoir en su segunda aventura americana haga lo que se debía en ese momento: un panfleto pro-democrático frente al peligro nacional socialista hitleriano. Con sapiencia y grandes actores: O'Hara, Sanders, el impagable alemán interpretado por Slezak (que lo tenía fácil puesto que era austriaco de nacimiento), mama O'Connor y el tremendo Laughton, sino el mejor actor de su época y top 20 de todos los tiempos, cerca andará.
Hay escenas destacables, casi siempre con Slezak y Laughton como protagonistas.
Se hizo con cuatro duros y muchas ganas de declarar las ventajas de la democracia sobre la tiranía, venga de donde venga.
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34 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Los principios no sólo son las introducciones de los videojuegos.
En un mundo en el que los chavales tienen bastante más claro lo que es el IBEX 35 que esa cosa llamada «principios», no viene nada mal verse un clásico reivindicativo como este. Y si encima sirve para empezar el año (como ha sido mi caso), mucho mejor.
Cuántos héroes como los que salen en el filme habrá habido en los diferentes conflictos que han azotado a la Humanidad. Desconocidos, vilipendiados, humillados e ignorados. Espero que las películas que tratan este tema (la resistencia y el honor en tiempos de guerra) sirvan al menos para recordarnos que siempre han existido y existirán héroes de este tipo, aunque jamás reciban la categoría que se merecen.
Esta humilde crítica tiene como fin homenajear a esos... «resistentes» desconocidos.

Si eres de los que no te gustan los discursos, esta no es tu peli. Si por el contrario te encantó el final de "El gran dictador", no lo dudes.
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23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Quince minutos para amar el cine
No quiero entrar a valorar las calidades cinemátográficas de la película, que indudablemente las tiene aunque al verla haya que asumir los casi 70 años que han transcurrido desde su realización. Tampoco me atrevo a valorar la actuación de Charles Laughton, m.as que nada porque no me siento capaz de encontrar las palabras que sean capaces de rendir el tributo que su actuación merecería. Sin embargo creo que es necesario que aquellos que no la hayan vito se ubiquen en las circunstancias en que la misma se realizó, por un realizador francés con su país ocupado por las fuerzas alemanas. Intentarla verla, o mejor disfrutarla, desde una perspectiva actual creo que es un error que impide de ese disfrute.

Cuando ves la película te da la sensación que la misma ha envejecido mal y hasta en algún momento piensas si no merecería la pena arrojar la toalla. Afortunadamente yo no lo hice y ello me permitió asistir a ese cuarto de hora final de la película que harán que "Esta tierra es mía" se quede grabada para siempre en mi memoria. Quince minutos que te hacen comprender muchas cosas, que para los que afortunadamente nunca hemos vivido una situación similar te permiten entender y admirar el comportamiento de todos aquellos cobardes que hacen que te reconcilies con el ser humano. Decir más sería destripar la película pero, de verdad, sentaros delante de la pantalla y disfrutad de esta joya y emocionaros con quince minujtos que te hacen comprender lo que puede ser el cine.
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20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Me quedo con el arte
Muchas de las críticas publicadas sobre esta película incluyen el inevitable debate político al que conduce. Se trata, sin duda, del tipo de polémica capaz de atraer toda la atención que, en otras circunstancias, preferiríamos dedicarle al arte. Pues bien, a mí no me da la gana dejar que esta maravillosa cinta de actores, personajes y diálogos caiga en el olvido, arrastrada a él por quienes le han puesto (quizás de manera justa, todo hay que decirlo) la etiqueta de "panfletaria".

Y digo que es una cinta de actores porque Maureen O'Hara, George Sanders, Walter Slezak y, como no, el siempre soberbio Charles Laughton hacen que parezca fácil reunir cuatro interpretaciones gigantes en poco más de hora y media.

Es, asimismo, una película de personajes por lo eficazmente integrados que quedan los mismos en el guión, especialmente el líder nazi encarnando a uno de los bandos, el tímido y aparentemente cobarde profesor francés, simbolizando al otro, y el diplomático Lambert, que refleja la disyuntiva entre ambos.

Pero "Esta tierra es mía" es, ante todo, una película estructurada en torno a cuatro fundamentales diálogos, que prefiero detallar en el spoiler:
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17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Derechos humanos
El guión de Dudley Nichols es sencillamente maravilloso, con vigor, toda una clase sobre la democracia y la libertad. Renoir la envuelve de una sencillez extrema. El trabajo de los actores es encomiable, desde el fantástico Charles Laughton, pasando por todos los secundarios.
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36 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Ningún tipo de opresión puede con los ideales.
Muchos catalogan la obra de Renoir como una película meramente propagandística, pues su ejecución se llevó a cabo durante la fatídica Segunda Guerra Mundial. Este hecho puede que algunos opinen que el film fue realizado en pro a los aliados y que caducó con el film de la Gran Guerra. Sin embargo, el film aún conserva cada una de sus virtudes, 1que son, básicamente, sus valores, cuyos ideales siguen siendo de naturaleza muy importantes y totalmente relevantes.

Lo realmente halagador de la realización de Renoir es la personalidad de cada uno de los personajes que componen la trama, todos ellos con una personalidad muy marcada y diferenciada del resto. Charles Laughton está, como era de esperar, absolutamente genial. Y además, compone un personaje muy alejado de los papeles que haya interpretado este legendario actor, pues aquí su papel es realmente conmovedor debido a su cobardía y bondad, pese a que hay una fuerte evolución en su personaje durante el transcurso de la acción. También cabría destacar la mastodóntica actuación de la actriz que interpreta a su madre, un personaje sólido y muy fuerte.

Es cierto que la cinta no se puede medir en calidad de denuncia y de osadía con el film de Charles Chaplin, “El Gran Dictador”, pero tampoco es su intención. El objetivo de Renoir es exponer una serie de ideales básicos y universales que todo el mundo debería conocer, y tener el deber de aplicarlos. Más que denunciar, el realizador busca exponer sus ideas resaltando la libertad de expresión, hecho que si llega a ser prohibida, se perderá todo sentimiento humano.

En conclusión, el film es una alegoría hacia la libertad y a los derechos del ser humano, con un claro sentimiento de carácter antibelicista, hecho bastante honorable por parte de Renoir, que prefiere alejarse en declarar una fuerte denuncia al Tercer Reich, a favor de exponer sus ideales por los cuales deberían sujetarse los cimientos de la humanidad. ¿Suave en denuncia? Por supuesto. ¿Fuerte en su contenido pedagógico? Sin duda, también.
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16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Diguem NO
Jean Renoir milita contra la ocupación nazi, en este caso en territorio británico, con un consistente alegato a favor de la libertad y del derecho de los pueblos a decidir libremente, sin imposiciones y sin falsos redentores.

Como ya había hecho Charles Chaplin tres años antes con El Gran Dictador, Renoir reflexiona sobre la dignidad del ser humano. Convierte en faro a un maestro pusilánime pero honrado (Charles Laughton) y nos invita a ver a través de sus ojos las penosas consecuencias cuando se imponen el miedo, el conformismo y los intereses personales de algunos líderes sociales.

La egoista condición humana que nos hace espectadores de la injusticia cuando no nos afecta de una manera directa, e incluso nos convierte en delatores de aquellos valientes rebeldes capaces de decir NO.
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
MONUMENTAL ODA AL LIBREPENSAMIENTO.
171/06(10/10/15) Infravalorado film de Jean Renoir, guión Magno de Dudley Nichols, Obra Maestra que hay gente denigra por considerarla panfletaria, la cinta toma esto como referencia para hacer un relato Universal y Atemporal, manteniéndose fresca y ganando con el tiempo, construidas sobre sólidos argumentos, se deja a todas las partes (buenos y malos) manifestarse, no cayendo, a pesar de estar realizada en pleno apogeo de la WWII, en el maniqueísmo, ni en la fácil caricatura del enemigo, al que se da personalidad y alma, narración pétrea que arremete contra las tiranías, contra la intolerancia, contra los prejuicios sociales, contra los que apoyan con su silencio las injusticias, contra quienes se aprovechan en su beneficio de estas, una oda a la fuerza del ser humano, a la Libertad, a su fuerza individual y colectiva de rebelarse contra los que te avasallan, contra los que quieren adoctrinarte, canto Humanista a como la persona más cobarde puede encontrar fuerzas en su corazón para defender lo justo. Película parte del aparato de propaganda americano en contra de los nazis, causa justa, en este sentido destacó también la estupenda “Los verdugos también mueren” (1943) de Fritz Lang, tratan el tema de territorios invadidos y ocupados por los alemanes, de cómo la resistencia y sabotaje es el camino para vencer al enemigo. Jean Renoir en su segundo film en USA, dijo hizo este film para resaltar la dignidad humana de sus compatriotas franceses, harto de bravuconadas de sus paisanos exiliados en Hollywood <Es muy fácil ser patriota a 10.000 km. del enemigo>. Esta arrolladora obra hace gala de su carácter Universal en recursos como que al principio vemos sobreimpreso sobre una estatua dedicada a los caídos en la Gran Guerra “Somewhere in Europe” (En algún lugar de Europa), aunque por la estatua y nombres de personajes se sabe es Francia, otro dato curioso es que no se dice la palabra nazi en todo el metraje, como queriendo hacer de este invasor el mal en sí, el de las épocas pasadas y presentes.

Entre Renoir y Nichols (“La diligencia”) entraman relaciones maravillosamente trenzadas a partir de una delineación de personajes fascinante, con diálogos absorbentes, actores formidables, edificación de situaciones cargadas de intensidad, y un protagonista Charles Laughton Apoteósico. El inteligente guión da vida a cada uno de los personajes de modo absorbente, con desarrollo en increscendo dramático brillante, con Colosal clímax final teja abrumado por la fuerza vibrante de la palabra. Alaba con ingenio la rebelión ante la opresión, y ataca con mordacidad a los colaboracionistas que sacan provecho de la desgracia de su pueblo. Habla también de la redención, del amor puro, del sacrificio, de la integridad, de la cobardía, del miedo, de la valentía, de los sentimientos de culpa, del amor de madre, del valor de la cultura, del librepensamiento, del silencio ante la maldad, de los Derechos Humanos.

Todo esto es contado con nervio y pulso narrativo fluido, no cae en lo rancio de hacer de los nazis unos malos sin alma, los invasores en boca de su gerifalte von Keller exponen con argumentos sólidos sus convicciones, Renoir tiene la valentía de hacernos ver que los (franceses) invadidos no eran todos buenos buenísimos, en el amplio crisol de la naturaleza humana no existe el blanco o negro, existen los grises, nos dice de cómo el mirar para otro lado, el silencio, la aceptación sin más de las normas impuestas es una derrota más, hace que en el juicio al que asistimos no es al acusado al que se juzga, si no a los colaboracionista por acción u omisión. Trata de cómo la villanía trata de imponer su retorcido mundo desde la base atacando la educación básica, intentando adoctrinar a los niños desde la escuela, de cómo la cultura es la salvaguarda ante la sinrazón de la ignorancia, de los prejuicios, de las injusticias, el pensar libremente es la verdadera libertad.

Charles Laughton es un Titán, impresionante arco de evolución, del cobarde que se abraza miedoso a su madre en el refugio, al vigoroso clímax en el tribunal, Descomunal como se mimetiza con su rol, como lo baña de humanidad, de defectos, de patetismo, y al final de coraje de oponerse a las tropelías e intentos de comprar su silencio, encuentra valor en el reflejo de la muerte, toma explosiva conciencia en como los “héroes” (profesor Sorel) toman con flema su muerte, en esta escena (cuando ve fusilar al profesor) el actor agarra los barrotes, con tal veracidad que los arrancó de cuajo (eran de atrezo), se fue del plató protestando por haberse quedado "cortado" en su interpretación, con un lenguaje gestual memorable, ese modo de mover las manos, su mirada, sus andares, no se puede ser más expresivo, el modo tan natural con que coge el gato, el modo tembloroso con que mira a su amada platónica, la impactante forma en que le declara su amor en el tribunal, Antológico ese último plano suyo de espaldas cuando los soldados se lo llevan de la escuela para fusilarlo, no deja lo agarren de los brazos y vemos como se mete las manos en los bolsillos del pantalón, símbolo de su valentía y despreocupación ante su futuro, él ya ha hecho lo que debía, está a gusto con su conciencia.

Walter Slezak crea un villano sublime, cumple la “Ley” del cine, <cuanto mejor descrito el villano, mejor resulta el héroe>, el actor austriaco deslumbra con su sofisticado militar, de buenos modales, mordaz, culto (recita a Tácito en latín, y es amante de Shakespeare), astuto, de sonrisa cínica, lengua viperina, lejos del guiñol plano sanguinario de gritos que se nos vende en otras producciones, con ententes memorables con el alcalde, con Lambert y con Albert, una víbora danzando alrededor de su presa, Colosal, muy sutil el recurso de que sea manco, para entendamos porque no está en el frente de guerra. Mauren O’Harra es una presencia llena de vitalidad, de ternura, encantadora, cualquiera se enamoraría de ella, demuestra una amplia gama de emociones. (sigue en spoiler)
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11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
¡¡¡Profesor Sorel!!!
Tiene fallos, es propagandística, moralista, anticuada, ingenua… y qué. Esta película sigue teniendo una fuerza descomunal 67 años después de ser filmada y si ahora es así, no me quiero imaginar lo que debió de ser verla en esos convulsos años. En plena II Guerra Mundial, Jean Renoir rueda una película en defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos con el objetivo de que EEUU se implique en un conflicto, al que solo se incorporaron cuando sus bases de Pearl Harbor se vieron arrasadas por los kamikazes nipones.

Aunque es obvio que se trata de una película que nos intenta vender algo, yo la veo como una obra más pedagógica que propagandística, aunque seguramente tenga tanto de lo uno como de lo otro. Y es que al fin y al cabo lo que nos intenta inculcar son una serie de ideales ante los que poca gente puede estar en desacuerdo e insisto en echar un ojo al año de su realización (1943), para comprender su valor y su importancia. Es imposible no emocionarse con el discurso final y la lectura ante los niños.

No me gusta la exageración en la relación materno filial entre Laughton y O'Connor, la dependencia entre uno y otro llega a rozar lo esperpéntico, lo que la hace poco creíble. Esto provoca que la interpretación de Laughton me parezca forzada, aunque lo arregla todo con esos últimos veinte minutos en los que su personaje toma conciencia y cambia completamente de registro. Durante el discurso es imposible alejar la atención de Laughton y su parlamento. Aún así el héroe de esta película no es Albert Lory (Laughton) sino el Profesor Sorel (Merivale). Su muerte y su lucha silenciosa son las que despiertan a Lory de su letargo y le llevan a reaccionar frente a la tiranía.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La lucha por la libertad
Uno de los títulos más aclamados de su director. Si bien es cierto que se rodó con fines propagandísticos lo cierto es que suma una serie de ideales más o menos aceptados por la cultura occidental que es lo que permite ensalzar la obra hasta cotas superiores. Técnicamente impecable, destaca por su sobriedad en la puesta en escena y su dominio de los recursos narrativos formales. La ambientación supone un punto de maestría y sin nada que envidiar a los mostrados en la también maravillosa y utópica "La gran ilusión". Mención aparte merecen las interpretaciones, Laughton alcanza en esta obra un nivel Laughton, es decir, resplandece con luz propia, sorprende la facilidad que tiene este hombre de meterse en papeles tan variopintos entre sí, por lo que resulta difícil saber como era en el día a día este hombre. Le secundan una estupenda y eficaz O'Hara y un soberbio Sanders quien le hace la competencia al propio Charles.
Si bien es cierto que se trata de una obra sesgada posee la suficiente sutileza y respeto al bando contrario como para pasar el corte de la manipulación visual, quedando un producto agradable de ver e inspirador en sus fines más aceptables (respeto al prójimo y sus derechos fundamentales). Una obra maestra.
Nota:
9
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Cuando el arte y la emoción se impone a la propaganda política.
Rodada durante los años más crudos de la 2ª Guerra Mundial y al mismo tiempo que otra película de asunto similar, “Los verdugos también mueren” de Fritz Lang, ambas abordan la resistencia y el sabotaje como medio de lucha contra el invasor en un país derrotado. Según contó más tarde el cineasta, hizo esta película sobre la importancia de la dignidad humana de sus compatriotas franceses, harto de las bravuconadas de sus paisanos exiliados en Hollywood: “Es muy fácil ser patriota a 10.000 km. del enemigo”. Renoir otorga la palabra a todos los personajes durante el film, incluso a los ocupantes y colaboracionistas, precisamente, para evitar el maniqueísmo entre buenos y malos.

Aunque su título sobreimpreso al comenzar el relato indica “Somewhere in Europe”, está meridianamente claro que el escenario es un pueblo francés. Donde se nos cuenta una emotiva historia de denuncia ante el colaboracionismo, de resistencia ante la opresión, de lucha contra el invasor nazi y de redención personal y moral ante la ignominia. Con un magistral guión de Dudley Nichols y el propio Renoir, profundamente humano, con un claro mensaje propagandístico por un mundo libre de tiranos, y la total libertad de la RKO para su realización. El cineasta recrea un episodio de los muchos que pudieron darse durante aquellos oscuros y terribles años de espantosa locura. “This land is mine” se articula con un espléndido sentido cinematográfico, la característica más personal del cine de Renoir.

Hay en el film dos representaciones dramáticas de la guerra: una es la que provoca el miedo o el silencio, los sonidos de las sirenas, las octavillas invitando a la resistencia y al sabotaje; la otra es la que exige el valor y la decisión: los alemanes son enemigos físicamente tangibles, presentes en la vida cotidiana, vigilando las calles, registrando las casas y centros de trabajo, deteniendo ciudadanos sospechosos, ejerciendo su censura sobre los libros escolares y consiguiendo que los afectados, igual que con las octavillas, oculten ahora las páginas censuradas, arrancadas de los libros. Albert Lory (Charles Laughton) es un tímido, y acomplejado maestro, de físico poco agraciado, al que no respetan ni sus alumnos, acobardado ante los acontecimientos y protegido por su anciana y autoritaria madre. El colegio lo dirige el profesor Sorel, hombre de ideas nobles y altruistas que influirá decisivamente en la toma de conciencia del medroso Albert, que a su vez está enamorado secretamente de la profesora Louise (Maureen O´Hara), prometida del colaboracionista George Lambert (George Sanders), un tipo mezquino y despreciable que pretende sacar provecho de la situación.

Albert Lory, el maestro “cobarde y tontorrón”, según el oficial nazi, el mayor Von Keller (Walter Slezak), cree que puede manejarlo como una marioneta al servicio del poder…, pero ignora que Lory ha heredado el legado de su amigo Sorel (Philip Merivale) es la encarnación del profesor que tiene una responsabilidad que tomar ante sus alumnos y con la sociedad, porque la vida es lucha y tiene que liberarse del miedo para honrar a los que mueren por la causa. También debe ganarse el amor y el respeto de Louise, su amor platónico. La película está repleta de detalles humanos: el dolor de una madre ante la soledad, la pérdida de compañeros y seres queridos, el sacrificio por los demás y la lectura para la memoria de la declaración de los derechos humanos. Acta que se redactó como instrumento ante el relativismo legal y el desprecio por la dignidad humana. Un homenaje explícito al poder de la palabra, un film que aunque puede parecer coyuntural y fruto de una época, se mantiene fresco porque habla de compromiso, de solidaridad, de justicia social, de responsabilidad y de dignidad moral, un arma que nadie te puede arrebatar.
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Cuando el hombre reencuentra su verdadera esencia
Un monumento a los caídos en combate durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) da cuenta “en una ciudad cualquiera de Europa” (¡París!) de que con la llegada, ahora, del ejército alemán, se repite aquella historia de violencia, atropellos, privaciones, injusticias, detenciones, desapariciones, torturas… y muerte. La libertad es otra vez pisoteada, la cultura arrasada, las instituciones mancilladas y la vida humana convertida en pieza de uso o de desuso.

Durante aquella invasión a París en la Segunda Guerra Mundial, conoceremos a Albert Lory, un temeroso profesor –todavía él mismo no sabe quien es realmente- a quien sus alumnos respetan muy poco y los bombardeos que amenazan su vida (o la de su dominante y temperamental madre) lo llenan de impotencia y de angustia. Lory, está “secretamente” enamorado de una adorable maestra llamada Louise Martin, cuyo hermano, Paul, aparenta amistad con los fascistas, pero luego sabremos que sus ideales son claros.

Este valiente, elocuente y esmerado filme, segundo de Jean Renoir en Hollywood, realizado en pleno conflicto bélico (1943), resultaba un oportuno alegato contra la guerra y las invasiones, una positiva invitación al compromiso ciudadano, y una acérrima defensa de los derechos humanos… pero, curiosamente, no se estrenó en Francia hasta el 10 de julio de 1946, cuando ya la guerra había terminado. En cambio, en EEUU, se estrenó de inmediato, el 7 de mayo de 1943. ¿Razones? Quizás con un poco de malicia indígena usted pueda atinarlas.

Resulta muy encomiable y aleccionadora, la manera como Renoir (basado en un guión del prolífico e irregular Dudley Nichols), va avanzando en el proceso de autoencuentro que vive el profesor Lory (magníficamente representado por Charles Laughton), hasta convertirse en un ser que da, al Valor, su verdadero y profundo significado. Y la secuencia del juicio se convertirá, sin duda, en un segmento cinematográfico perfecto.

Maureen O’Hara vuelve a reencontrarse con Laughton tras “Esmeralda, la zíngara", siendo esta vez, un tanto más generosa con el gordito que en aquella ocasión. De nuevo su rostro hace que resplandezca la pantalla y su rol, aunque inferior al de Laughton, da ejemplo de la solidaridad femenina y de la dignidad que debe imperar en los peores momentos.

Pese a sus pequeñas fallas (alemanes mostrados con demasiada tolerancia, algún anacronismo y dos o tres efectos de sonido muy imprecisos: Durante el desmantelamiento de la imprenta, el fusilamiento…), “ESTA TIERRA ES MÍA” perdurará como una aleccionadora historia de resistencia contra la tiranía y como reafirmación de que, cuando los pueblos se unen y cuando lo que se defiende es la justicia y la dignidad, no hay enemigo que pueda contra esa magna fuerza.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Tira a mamá del tren
Comedia fantástica, tan buena que no sabes con qué reirte más: sin con el solterón repipi interpretado por Laughton o con los nazis de plastilina que invaden la ciudad. Pongámonos en situación: el protagonista es un profesor orondo que vive con su madre, una vieja tan viuda como zumbada que, además de hacerle el nudo de la corbata y darle besitos maternales, le prepara los cereales todas las mañanas. El profesor , claro, siente que le están robando su espacio vital porque a los 50 años todavía no ha conocido mujer. Secretamente, está enamorado de una colega profesora, pero su torpeza con las mujeres , además de histórica, es proverbial y encima la ciudad ha sido ocupada por un batallón de plastinazis que complican el romance.

Muchos son los críticos que han querido ver una especie de trasfondo político en la película, pero , si bien se observa, bien pronto se descubre que la única guerra que se nos muestra es un guerra interior: la guerra que padece en sus intestinos todo hombre enamorado ( la otra, la WW2, apenas si existe y , en todo caso, esta película junto a " La gran ilusión " demuestra que las guerras del Renoir tenían una tendencia a lo naif bastante preocupante). Lo que commueve por tanto, no es el discurso final, sino todo lo que este inadaptado, este outsider, este pedazo de cobarde en fin, tiene que hacer para conquistar a la chavala de sus sueños. Para conseguirla, para llamar su atención, el patito feo tendrá que tirar a mamá del tren y convertirse en un héroe de la resistencia. Aunque no se trate de una estrategia novedosa, hay que reconocer que la cosa tiene su gracia. Porque lo cierto es que Laughton borda su papel de amante ridículo, la bruja de la madre da un mal rollo que te cagas y Maureen O'hara, bueno,
¿ qué hombre en su sano juicio no se dejaría degollar por Maureen O'hara?
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9
Otra gran historia con Charles Laughton
Despues de haber visto Testigo de Cargo, esta es la mejor que he visto de este gran actor inglés. No solamente por su personaje ambiguo y cobarde, sino por la catarata de definiciones extraordinarias que preceden a su final.
No tiene desperdicio tampoco la belleza de Maureen O´Hara y el talento siempre reservado de Kent Smith, un ídolo desde el tiempo de Los Invasores.
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9
La mejor forma de luchar contra la tiranía es utilizar nuestra arma más poderosa: la palabra
Durante la ocupación alemana de Francia, Arthur, un profesor tímido y asustadizo, que a pesar de su edad vive resguardado en la casa de su sobreprotectora madre, ve cómo la calidad de la enseñanza va disminuyendo al mismo tiempo que las bombas se escuchan desde el colegio.

Los soldados nazis sienten la educación como un peligro, y pronto comienzan las detenciones. La tranquila y estable vida de este señor se verá convertida en una lucha por la justicia y la verdad tan valiente y peligrosa, que dejará marca en el carácter y la personalidad de sus alumnos, y de todo aquél que ha llegado a conocerlo realmente, para siempre.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Maestro Laughton
Muchos la acusan de panfletaria, eso a pesar de presentar a los soldados alemanes en varias escenas como gente con mucho aguante para las quejas y de incluir en el reparto a un oficial nazi de gran carisma, que hace gala de una cultura extraordinaria además de resultar muy convincente en sus malévolas ideas acerca del funcionamiento del mundo. Tan convincente que me ha recordado a aquel personaje de Fahrenheit 451 que estaba a favor de la destrucción de todos los libros existentes alegando que los libros en realidad solo hacen a la gente pensar, y que pensar hace a la gente infeliz. Una verdad por otro lado irrefutable.

Bueno, pues nada de esto le bastó a Renoir para librarse de las críticas de sectario. Yo el sectarismo no lo veo por ningún lado. Veo que la trama es rica en diálogos acerca del bien y del mal o acerca de la mejor manera de conseguir objetivos políticos. Todos los bandos tienen su momento para exponer sus ideales, incluso el oficial nazi tiene sus buenos minutos para exponer los suyos como si de un juicio justo se tratara.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Un canto a los derechos humanos
Durante los primeros años cuarenta y en plena guerra mundial se hicieron bastantes películas en Hollywood que pretendían motivar a los americanos para que rompieran su indiferencia ante la invasión nazi y apoyaran al frente aliado. La mayoría fueron buenas películas y tengo unas cuantas en mi videoteca particular: “El gran dictador”, “Tormenta mortal”, “Al límite de la oscuridad”, “Ser o no ser”, “Esta tierra es mía” y la trilogía de Fritz Lang (“El hombre atrapado”, “Los verdugos también mueren” y “El ministerio del miedo”). Todas ellas, sin excepción, fueron prohibidas en España por la censura franquista, dada la simpatía de nuestro gobierno por el régimen nazi. “El gran dictador” se estrenó en los cines de nuestro país casi cuatro décadas después y las demás sólo se han visto en TV o en el mercado videográfico. "Esta tierra es mía" es, para mí, una de las mejores, y una emocionante defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos en tiempos revueltos, donde la tiranía, la traición, el colaboracionismo y la cobardía colectiva destruían la dignidad de los seres humanos.

Por otra parte, la película, que se sigue con gran interés, se apoya mucho en ese “monstruo” cinematográfico que se llamó Charles Laughton, en uno de sus papeles más recordados de su larga carrera. En el reparto también figuran la encantadora Maureen O´Hara, en un personaje entrañable, y el eficaz secundario George Sanders, en su eterno papel de villano.

Lo mejor.- La interpretación de Laughton, su discurso en el juicio (comparable al de “El gran dictador”, aunque un poco largo) y los cinco últimos minutos, inolvidables por su emoción.

Lo peor.- Nada, si dejamos de lado el tufillo propagandístico que tenían todas aquellas películas, pero eso era inevitable por las circunstancias históricas.

La frase.- “A los obreros les resulta fácil saber quién es el enemigo, porque el objetivo de esta guerra y de la ocupación es convertir a los hombres en máquinas”.
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