En circunstancias normales, a esta película le habría puesto un 5. “El método Williams” es una película sobre una historia llena de posibilidades que, en otras manos, habría podido ser un filón. Al final, se queda en un blockbuster que intenta agradar a todo el mundo, con emociones precocinadas y pensada para que los actores protagonistas se puedan lucir. El botín de premios y reconocimientos es sencillamente exagerado. Eso sí, el buen oficio técnico hace que la historia enganche a cualquiera, y que la película sea entretenida pese a las dos horas y cuarto de metraje. Es su mérito.

Lo de ensalzar los métodos educativos de este padre como si fuese algo heroico o digno de alabar daría para otro debate, la verdad…

En cualquier caso, le pongo un 1 porque hace trampa. Vaya por delante que Arantxa Sánchez Vicario nunca fue especial santo de mi devoción, de hecho yo en aquellos tiempos era más de Conchita. Sin embargo, de ningún modo es aceptable que se arrastre su nombre como se hace en esta película. Vale que cualquier obra artística puede novelar y recrear la Historia, pero no a costa de denostar a una persona viva, y bajo un formato que claramente confunde al espectador, induciéndole a pensar que los hechos ocurrieron como ahí se relata. Ni Arantxa era entonces la número 1 del mundo, ni el resultado podía ser 3-1 cuando se retiró al vestuario, ni aquella pausa suponía una situación no reglamentada, ni duró todo el tiempo que a ella le dio la gana. En este film se insinúa (se afirma, en realidad), que Arantxa ganó aquel partido gracias a un comportamiento poco deportivo, cuando lo que hizo habría sido equivalente a cualquier tiempo muerto que pide un entrenador de baloncesto cuando a su equipo le están saliendo mal las cosas. Es la película la que juega sucio, inventándose una anécdota así, haciéndola pasar por real, sólo para acentuar el dramatismo de la historia.

Y dicho ello, mi reconocimiento para las Williams, verdaderas heroínas de esta trama, a las que la película tampoco les hace, ni de lejos, toda la justicia que merecen. Aunque no sé si como productoras son de algún modo cómplices de la infamia…

Una buena película, aunque lejos de la obra maestra que algunos afirman ver. "Marruecos" está lastrada por la indefinición reinante en los primeros años del sonoro, y seguramente por eso el film peca de folletinesco durante buena parte del metraje. Después de un arranque audaz y prometedor, con una Marlene Dietrich cautivadora y resplandeciente, y un jovencísimo y convincente Gary Cooper, la trama tiene un desarrollo bastante lineal de comedia romántica, que se apoya demasiado en la sofisticación que le otorga el estar ambientada en Marruecos.

Aparte de los números musicales, lo mejor de la película está en los momentos que más se aproximan al lenguaje tradicional del cine mudo, y pierde cuando se enroca en los diálogos. La relación amorosa se presenta de manera demasiado plana, a mi entender.

No obstante, la película gana enteros cuando gana protagonismo el siempre solvente Adolphe Menjou, y el argumento se centra en un triángulo de tres sólidos vértices. Los últimos minutos vuelven a elevar el nivel de la película, hasta llegar al emblemático plano final, que ha entrado por derecho propio en la Historia del Cine.

En definitiva, una película interesante tanto por sus valores intrínsecos como por lo que debió influir en cineastas posteriores

"La pianista" es Haneke en estado puro. Cine visceral, que atrapa porque repele, y viceversa. Una batidora de emociones. El trabajo de todos los actores es excelente, con Huppert a la cabeza. La delicadeza de la puesta en escena y la pulcritud de los espacios contrasta con el clima malsano en que se mueve el subconsciente reprimido de la protagonista. La frustración deriva en violencia. Hacía falta una actriz entregada para trasladar al espectador rabia y pena a partes iguales.

Y la película nos invita a reflexionar sobre muchas cosas, pero sobre todo es un retrato amargo de una mujer sola, encerrada en mil corazas que la sociedad y ella misma han construido a su alrededor. "La pianista" es una historia cruda, que va sobre el momento en que la armadura acaba por ahogarnos, y se convierte en prisión. Gran película

8,5

De pequeño nunca me atrajo "Alicia en el país de las maravillas". Me sentía sobrepasado por todos los personajes, salvo la inocente Alicia, y muchos de ellos me parecían siniestros y antipaticos. Fue ya de adulto cuando redescubrí este relato, y supe apreciarlo. He conocido a mucha gente que ha pasado por el mismo proceso. No es fácil que un niño conecte con el surrealismo del relato de Lewis Carroll.

Y esto se traslada a esta película inclasificable. Tiene toda la magia y frescura de los Disney tradicionales. Dinamismo y ternura siempre en las dosis exactas. Pero bajo un formato de película infantil se nos muestra una historia profunda y crítica con la sociedad de nuestro entorno. Y lo digo a posta, porque la riqueza de este cuento es su poder de adaptación a la realidad actual. En suma, visto ahora, he disfrutado mucho del film, pero siempre tendrá el lastre de ser demasiado infantil para el espectador adulto, y demasiado complejo en su contenido para que el público infantil lo disfrute en su plenitud

La ironía del título, el gran trabajo de la actriz protagonista y la frescura a la hora de relatar la historia no resultan suficientes, a mi entender, para las entusiastas críticas y los innumerables premios que ha cosechado esta película.

Está logrado el retrato de una mujer, que es el de toda una generación, sobradamente preparada pero sin una idea clara sobre lo que quiere hacer (ser) en la vida. Subyace una idea sarcástica sobre el empoderamiento de la mujer. Julie es dueña de sus propias decisiones y ha superado el dominio patriarcal, pero eso supone caer en las inseguridades de quien se siente obligado a demostrar algo. Por cierto, los hombres tampoco salen precisamente bien parados...

El planteamiento es claro desde el inicio, pero a partir de ahí la trama no supone más que incidir en la misma idea, con escenas bastante conseguidas, con un elegante contraste entre comedia y drama, pero sin más recorrido ni desarrollo. A mitad del metraje uno tiene la sensación de estar ante un telefilm sofisticado, y poco más. Al final remonta, y sin duda la última media hora es lo mejor de la película, pero la sensación es que el resultado final no está a la altura de las expectativas generadas. En resumen, es un film correcto, verosímil y a ratos entretenido, pero en ningún caso imprescindible.

Tiene lo justito para mantenernos entretenidos mientras la vemos, pero nos olvidaremos de ella inmediatamente después de haber acabado. Los personajes, las subtramas y las situaciones resultan tan manidas que lo que sorprende es que todo sea tan tópico. Mucha nieve y mucha estética nórdica, pero el regusto que queda es el de un telefilm de quita y pon, que aún intenta exprimir los elementos del cine de catástrofes de hace décadas. Atrapados en un túnel? A otra cosa, mariposa...

Las canciones de Van Morrison y la apabullante fotografía en blanco y negro dan a esta película un cierto aire de videoclip, y el modo en que Branagh plantea el relato denota que lo que se pretende es trasladar a la pantalla una experiencia íntima y personal, y no un retrato de la situación por la que atravesaba el Ulster (y, en concreto, la ciudad de Belfast) en la época en que se sitúa la historia. También es verdad que Branagh explota el sentimiento de nostalgia que pueda haber en el espectador, sobre todo a través de las referencias cinéfilas, lo cual no deja de ser un tanto tramposo.

El conflicto norirlandés sirve sólo de ambiente claustrofóbico en que situar la trama, pero no es la trama en sí. Para mí, éste es uno de los puntos esenciales de la película. Al principio del film, con la primera escena de disturbios, vemos a una madre desesperada cogiendo en brazos a su hijo para llevarlo a su casa. Y, para protegerse de la lluvia de piedras y demás objetos, se vale de la tapa de cubo de basura que el niño había estado utilizando como escudo en sus juegos de espadachín. Ese toque de humor tierno (y de fina ironía) es toda una declaración de intenciones por parte del director, y nos predispone para lo que haya de venir.

A partir de ahí, Branagh consigue tenernos despistados durante todo el metraje, sin saber si lo que llegará es un clímax dramático cargado de violencia o un toque de lagrimilla emocional por la infancia robada. Y ello por no hablar del dilema entre emigrar para mantener unida la familia o aferrarse al pedazo de tierra que nos vio nacer. La gracia de "Belfast" es encontrar el equilibrio. Aunque quizá para alguien se quede a medio camino de todo, lo cierto es que para mí la película sale airosa de un reto tan ambicioso, y salgo de la sala con un agradable sabor de boca, después de todo...

Viendo esta película, es imposible no acordarse de aquella petición desesperanzada de Gemma Nierga, justo cuando más oportuna era, justo cuando más dolía...

Y es que si algo se puede decir de esta película es que es una llamada al diálogo, entendido como el puro hecho de encontrarse para hablar y escuchar. Empatizar... Incluso con aquéllos que nos han hecho daño hasta destrozarnos la vida.

Itziar Bollaín tiene el mérito de tratar este tema con suma delicadeza, casi con pudor, pero nunca con frialdad. Y sale bien parada de este juego de equilibrios. Un tono más descarnado habría hecho de "Maixabel" una película totalmente distinta. Presenciamos las conversaciones entre víctima y asesino como insolentes voyeurs, pero la puesta en escena desnuda nos invita a comportarnos de forma discreta, sin interferir. Enormes todos los actores. Ayudados por una milimétrica planificación en plano-contraplano en las escenas clave del film, Portillo y Tossar (y también los secundarios durante toda la trama, por cierto) transmiten incluso más con sus silencios que con sus punzantes palabras.

Bollaín evita abordar de forma explícita la violencia y la dureza del conflicto vasco-etarra, y con ello da a la película un carácter atemporal, con un mensaje trasladable a cualquier época y lugar. Cualquier controversia entre seres humanos es evitable y resoluble. Basta con entender, como decía Camus, que el peor error que puede cometer una persona es el de hacer sufrir.

Una obra original y profundamente poética. La película combina la magia de Monteverdi con una puesta en escena espartana. La temática es esencialmente romántica, y la trama se centra en la sublimación del Amor a través de la idealización de la persona amada. Y, para ello, el director recurre a unas caracterizaciones bressonianas, con expresiones habitualmente inertes, y a un bombardeo de escenas en plano-contraplano, que refuerza la idea de aislamiento e individualidad de cada personaje. El simbolismo del puente es claro y rotundo. Y es que de lo que se trata es de trascender más allá de lo que vemos y tocamos. El amor puro es el platónico, aquél que nos lleva a sentirnos irremediablemente atraidos por un ser perfecto pero inalcanzable. El film va de menos a más en cuanto a carga emotiva, y el tono inicialmente frío y distante acaba evolucionando hasta llegar a un cierre lleno de sensibilidad y elegancia. Y lo mejor es que Eugène Green sale airoso en una apuesta tan arriesgada.

Una película meritoria en lo formal, pero con muy poco fondo. Visualmente es atractiva, por lo que es fácil que de inicio enganche. La ambientación es casi impropia de una película española (y más teniendo en cuenta que el director es un debutante en el largo). El problema es que la intriga se nos expone muy pronto, el supuesto simbolismo de la trama se hace evidente, y a partir de la primera media hora la película languidece hasta convertirse en una sucesión de escenas repetitivas y redundantes. "El páramo" no es larga, pero se hace muy larga. La impresión que queda es que es una película de buenas intenciones, quizá excesivamente ambiciosa, en el que las expectativas que el espectador puede crearse quedan frustradas. De tantos esfuerzos por provocar tensión, de tanta insistencia, Casademunt aburre. Y eso, en una película de género terror-fantástico, es el mayor de los defectos.

Soberbia película sobre lo que somos y lo que querríamos llegar a ser. Carlos Vermut se confirma, después de la sorprendente "Diamond Flash" y de la magnífica "Magical girl", como un gran guionista y director. Una vez más, consigue que una trama rocambolesca termine por resultarnos cercana e impactante, y que acabemos viviendo como propias las tragedias de los personajes. Por cierto, excelente Eva Llorach.

En cuanto al estilo, coincido con muchas críticas en cuanto al tratamiento almodovariano de muchas escenas, pero me llama la atención que en los momentos de máxima tensión Vermut opta por puestas en escena desnudas y planos fijos prolongados, a lo Haneke. La mayor virtud del cineasta, para mí, es saber llevar las situaciones al extremo, sin dejar de parecer verosímiles, gracias a unos diálogos excelentes y a un estudiado trabajo de cámara. Y, en cuanto a la trama, el saber mantener la capacidad de sorpresa durante todo el metraje.

En fin, que dure.

No es una obra maestra, pero ver hoy esta película es una noble manera de reconciliarse con el mejor Woody Allen. Después de 50 años es imposible que algunos gags no resulten naif, y eso puede provocar cierto rechazo, pero incluso tienen un punto tierno. Cuando Woody Allen hizo "Bananas" aún reivindicaba para sí la figura burlona de bufón, y esa imagen perpetua de ganso no funciona bien en algunas escenas. Pero lo mejor de la película es la parodia política que contiene. Allen reparte estopa sin piedad, a diestro y siniestro, y lo hace de forma ingeniosa, divertida, aguda y mordaz. Es más, lo hace tan bien que es en esa faceta, curiosamente, donde mejor ha envejecido el film. "Bananas" admite una lectura muy actual como sátira contra la clase política, los grupos de poder, los fundamentalismos, y los frágiles equilibrios sobre los que se sostiene el mundo. O sea, como en 2022.

Si para entender o apreciar una película hay que leer previamente la sinopsis y saber de qué va, ya vamos mal. Esto es un poco lo que al menos a mí me ha pasado con "En la playa sola de noche". Me pongo frente a la pantalla y me enfrento sin más a lo que me viene...

El film arranca con una conversación aparentemente intrascendente entre dos amigas, y sigue con otro diálogo no mucho más relevante, y así se van sucediendo escenarios y personajes. Vamos cogiendo el hilo hacia la mitad del metraje, aunque cuesta. Es cierto que la actriz protagonista lo hace muy bien, pero es que el conjunto no da para mucho. Al revés, el tono es de una pretenciosidad engolada. La última escena es sin duda la mejor, pero para entonces podemos estar ya muy despreocupados de la historia.

Como supuesta reflexión sobre el desamor, la película aporta más bien poco, los amores frustrados suelen dar pie a sensaciones más amargas y menos letárgicas que las que esta pelicula ofrece. En fin, una pena, porque esperaba más...

Fábula desgarradora. Por si alguien lo dudaba, "El hoyo" nos recuerda que el peor enemigo del ser humano es otro ser humano, y con su propuesta de experimento de laboratorio nos ofrece un relato crudo e impactante, aunque no exento de humor. El resultado final tiene un punto escatológico y gore, pero sumamente atractivo para el espectador, que se implica pronto en la trama sin llegar a entender muy bien por qué. Y es que su propuesta minimalista de debate existencial un tanto maniqueo (todos crueles, salvo el protagonista, que casualmente pasaba por allí y parece que no sabía a qué venía) acaba siendo un inconveniente. El espectador puede quedar decepcionado. Gaztelu-Urrutia prescinde de subtramas porque confía en la contundencia de su trama desnuda y lineal, y renuncia incluso a la construcción de los personajes, más allá de la metáfora oportuna (quizá también oportunista) del Quijote. La apuesta es demasiado arriesgada y la sensación final es que, aunque la película es entretenida y absorbe nuestra atención, se dejan un montón de cabos sueltos de forma deliberada. Quizá con un corto habría sido suficiente, y no habría tenido esta sensación final de vacío... Lo mejor, en cualquier caso, las ganas que quedan de saber más de esta historia y de sus personajes... Interesante.

"Madres paralelas" es una pelicula entretenida, con el tratamiento visual típico de Almodóvar, y con unos encuadres que inevitablemente nos enganchan a la historia. Marca de la casa.

Pero conviene no engañarse, éste es uno de los trabajos más pobres del director manchego, seguramente por la pobreza del guión. La trama es puro culebrón. Por razones que no me acabo de explicar, el drama de la maternidad aquí no llega. Es igual si Penélope Cruz o Milena Smit lo hacen bien o mal. Es imposible no acordarse de "De tal padre tal hijo", con un argumento bastante cercano. Allí Koreeda nos transmitía hasta la médula las ilusiones, frustraciones y dudas sobre el amor filial, y no hacía falta fijarse en si los actores estaban mejor o peor. La protagonista de esta película, con su aire de mujer madura y su legión de asistentes, guarderías y canguros, despierta poca empatía. Y a todo ello se une una subtrama de memoria histórica y un conjunto de reivindicaciones políticas y feministas metidas con calzador, sin una mínima ligazón con la historia, que Almodóvar introduce como aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Porque yo lo valgo y soy un artista comprometido. Me parece muy bien que se haga, pero que se haga mejor.

Prácticamente todos los premios y nominaciones, para mí, son sólo consecuencia de la inercia y del peso de un apellido que está por méritos propios en la Historia del Cine... En fin, esperemos que la próxima sea mejor...

Fernando León de Aranoa vuelve a abordar las problemáticas laborales 20 años después de la estupenda "Los lunes al sol", si bien sitúa el punto de vista en el empresario. Será porque los años nos vuelven a todos más cinicos, pero lo cierto es que se trata de dos películas de tonos totalmente diferentes.

Y es que el gran mérito de "El buen patrón" es que es una comedia con mayúsculas, negrísima y muy divertida. Las cosas que se relatan son muy trágicas, y la crítica es evidente, pero no podemos dejar de sonreír ante lo que pasa en la pantalla. De hecho, son dos elementos que, lejos de ser excluyentes, en este caso se retroalimentan.

Mención aparte merece Javier Bardem: enorme. Supongo que el director ha tenido mucho que ver en la compleja construcción de este personaje, siempre en equilibrio entre un maquiavelismo malvado y un histrionismo desternillante. Blanco se pasa la película rozando el ridículo, pero con una cierta dosis de humanidad. Nunca llegamos a odiarle del todo, aunque sepamos que se lo merece. En fin, es la idea del frágil equilibrio sobre la que pivota toda la película. Blanco es capaz de traicionar a cualquiera, incluso a sí mismo, y hasta de dejarse manipular, si ello resulta propicio para el fin perseguido. Su fin, claro. Y cuanto más patético es el personaje, más cruda y virulenta se vuelve la denuncia que contiene el film.

El resto de personajes y el jugo que el director saca a cada situación contribuyen a una composición redonda y perfecta. La balanza siempre estará equilibrada, da igual la mierda que haya que poner en los platos...

Interesante que un escritor dirija la adaptación al cine de su propia novela... La película adolece de una cierta indefinición en cuanto a cuál ha de ser potencialmente su público. Hay varias concesiones a las películas típicamente comerciales de adolescentes "a la americana", pero seguramente que en quien más pensaba Chbosky es en los que hace muchos años que dejamos el instituto, y que inevitablemente nos sentiremos nostálgicamente identificados con alguna de las escenas que aparecen en el film.
A pesar de esa irregularidad un tanto chocante, y de lo poco verosímil de algunas situaciones, la película se termina imponiendo gracias a una trama bien engarzada, una exacta combinación de drama y comedia, unos diálogos certeros, y un trío protagonista muy convincente. Mención aparte, sin duda, para Ezra Miller, que destaca en un papel pensado, precisamente, para destacar.
Y, por supuesto, la acertada elección de canciones y la frescura indie de la puesta en escena contribuyen a que el conjunto se nos presente como un regalo con el que disfrutar durante 100 minutos bien empleados.

En cuanto a puesta en escena, la película tiene toda la riqueza habitual de las películas de Guillermo Del Toro. La genialidad del director creando atmósferas está fuera de toda duda. El problema es que bajo la habitual capa de barroquismo de Del Toro esta vez no hay garra, ni emoción. No basta con tener un gran elenco de actores, ni de disponer de un argumento interesante. Incluso puedo admitir que la película es entretenida, y por eso la apruebo. El problema es que el conjunto pierde con tanto alarde y tanta tonalidad.
A la historia le falta mordiente, y las 2 horas y media se hacen irremediablemente largas. No había necesidad de tanto metraje.
No es que Bradley Cooper lo haga mal, es que la película no da para pretender lucirse y merecer un Oscar en cada escena. En cuanto a Cate Blanchet, no es que lo haga mal, pobre, es que su personaje es puro artificio y exageración, y todas las escenas en que interviene adolecen de una inverosimilitud que muchas veces roza lo grotesco. El personaje de Rooney Mara es lo más interesante del triángulo, más allá del carnaval circense de secundarios.
Los ultimos minutos son lo mejor del film, dentro de lo que cabe...
En fin, aprobado raspadito, lo cual es muy poco tratándose de quien se trata.

"Los paraguas de Cherburgo" fue seguramente revolucionaria en su momento, pero hoy es un film equilibrado que ha envejecido muy bien. La película supone adaptar la ópera al lenguaje cinematográfico, conmueve sin empalagar, es colorista sin estridencias, y deslumbra en su sencillez. Jacques Demy crea un ambiente onírico y de fábula, pero nos resulta fácil identificarnos con los personajes. Y es que, más allá de la entrega de los actores y de la elegancia de los movimientos de cámara, "Los paraguas de Cherburgo" es un cuento aparentemente simplón, pero termina resultando cercana gracias a su concisión narrativa. El metraje apenas alcanza la hora y media, pero es que Demy no necesita más. Cualquier director que hoy quisiera hacer esta película la estiraría a dos horas y media mínimo, añadiria una docena de personajes y un buen puñado de subtramas. Así, la espectacular puesta en escena contrasta con un estilo espartano en la forma de hacer avanzar el relato, con elipsis abruptas que dan crudeza y verosimilitud al argumento. Y así hasta un desenlace que, aunque "de amor sólo se muere en las películas", queda marcado en el recuerdo, como cicatriz imposible de borrar. Gran película

Gonzalo Suárez intenta un doble salto mortal con tirabuzón en el género de la comedia y le sale un bodrio sin ninguna gracia ni interés. La película está llena de personajes ridículos y situaciones que causan más vergüenza ajena que otra cosa. Maribel Verdú y Aitana Sánchez-Gijón son las únicas que desprenden una cierta vis cómica, y Bárbara Goenaga salva su papel, pero los demás actores son incapaces de sacar a flote sus papeles imposibles.

Pero lo peor son los continuos guiños literarios y cinematográficos, que supuestamente serían el principal atractivo del film. Si ésta hubiese sido simplemente una comedia tonta y alocada, aún se habría podido perdonar. Pero sus ínfulas de alta cultura, enfatizadas en cada escena (lo peor que he visto nunca de Carmelo Gómez), y la supuesta crítica al provincianismo (ídem Najwa Nimri, ¿era necesario el personaje de la cronista oficial?), no hacen sino dar a la película un tono de pretenciosidad que acaba de tirar por tierra cualquier concesión que le pudiésemos hacer. En fin, suspenso.