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Críticas ordenadas por:
El puente de San Luis Rey
El puente de San Luis Rey (1944)
  • 5,7
    30
  • Estados Unidos Rowland V. Lee
  • Lynn Bari, Akim Tamiroff, Francis Lederer ...
6
UNA VENUS GÉLIDA SURGIENDO DE AGUAS LITERARIAS CALIENTES Y PROFUNDAS
La mayoría de obras cinematográficas, especialmente las clásicas, beben de fuentes literarias. Son como aquella Venus boticelliana surgiendo de las aguas de novelas más o menos reconocidas. Pero, del mismo modo que, maravillados por la sensual belleza de la Diosa, no nos cuestionamos la composición del magma acuífero donde se ha gestado, en el cine sucede igual. La película, si nos gusta, no solemos entrar en comparaciones más o menos odiosas o en el juego de las diferencias entre película y novela. Sin embargo, si el resultado no es del todo satisfactorio nos entra algo así como la sombra de una sospecha. Las incoherencias son muchas. Los sentimientos gélidos. Intuimos que en el libro hay un calor del que la película carece. En la Web encontramos críticas excelentes escritas con propiedad por quienes leyeron el libro confirmando así nuestras sospechas.

Todo lo anterior es perfectamente aplicable a la película El puente de San Luis Rey. Me estoy refiriendo a la producción de 1944 dirigida por Rowland V. Lee e interpretada por Akim Tamiroff, Lynn Bari, Alla Nazimova y Louis Calhern entre otros. Hay otra versión posterior interpretada por de Niro y Harvey Keitel que derrocha tedio, aburrimiento y donde, en lugar de palomitas, se acompaña la sesión cinematográfica con bayas de adormidera. La versión del 44, aun con escaso presupuesto, cuenta con un par de actores reconocidos internacionalmente como Tamiroff y Calhern, que lejos de ser lo mejor del film nos dejan una actuación digna y bien ajustada a las directrices del guión. Tampoco es imputable la frialdad del film a la actuación de Lynn Bari como Micaela Villegas, cantante callejera, actriz de comedia y más tarde, favorita del virrey de Perú conocida como La Perichola. Se ha dicho que ese papel mezcla de la Carmen de Merimée y de la opereta de Offenbach excede de sus posibilidades interpretativas y que no da la talla. Yo no cargaría tanto las tintas en ella. Encuentro su interpretación cuando menos correcta. Quien realmente se luce es Alla Nazimova como marquesa de Montemayor, una intrigante cortesana medrando siempre en torno al virrey en beneficio propio y de su hija. Sus oscuras maniobras siempre van acompañadas de un sutil toque de clase del que carecen el resto de los habituales en palacio.

La historia, cinematográficamente hablando, se construye desde el derrumbamiento de un puente centenario que cercena la vida de cinco personas inicialmente anónimas. Las razones divinas que han conducido a la muerte de seres inocentes es el leiv motiv de una investigación abierta por el Padre Junípero, sacerdote de la Misión aneja al puente. Un cierto tono de suspense acompaña al film, en la medida que no sabemos quienes, de los personajes que vamos conociendo en flashback serán los fallecidos en el accidente. Sin embargo, el interés por desvelar la incógnita no compensa ese tono gris de conductas más actuadas que sentidas.

Valga como muestra, una de las acciones de mayor impacto del film: La expiación de Micaela Villegas, vestida de negro, con las manos atadas y descalza, ante la Marquesa. Entre las dos mujeres, inicialmente enfrentadas, se establece una relación mucho más noble y humana que el film, aparentemente más interesado en descubrir quienes se despeñan por el desfiladero, parece relegar a un segundo o tercer plano.

En cualquier caso, quiero mostrar mi reconocimiento a Rowland V. Lee, buen director, aun a pesar de no haberle sacado mayor partido a una novela de sentimientos y profundidades (según dicen), por la que Thornton Wilder ganó el Pulitzer en 1928. Destacable como siempre la música de Tiomkin.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cardenal Richelieu
El cardenal Richelieu (1935)
  • Estados Unidos Rowland V. Lee
  • George Arliss, Maureen O'Sullivan, Edward Arnold ...
7
RICHELIEU Y GEORGE ARLISS: GRANDES DESCONOCIDOS
Mis inquietudes cinéfilas no me habían llevado hasta George Arliss. Nunca es tarde para conocer el trabajo de un actor inglés que consiguió el Oscar de 1929 por “Disraeli” y que al parecer dejó buenos trabajos en la Meca del Cine. A Rowland V. Lee le hemos “tratado” más. De su filmografía recordamos El capitán Kidd con el excelente Laughton y si se animan a ver este Cardenal Richelieu seguro que les entran, como a mi, ganas de visionar algunos trabajos más de este director con atractivas propuestas cinematográficas: El conde de Montecristo o La Torre de Londres entre otras.

Claro que en cuestión de biografías históricas hemos de ser indulgentes y pensar que aunque la verdad fuese una y solo una, las interpretaciones que el cine o la literatura han hecho de figuras y sucesos reales han sido filtradas a través de ensayos y estudios de expertos en la materia, escritores más o menos documentados y convencionalismos al uso. Y uno se pregunta: ¿Richelieu, cardenal o estadista? ¿Servidor de Francia o de sí mismo? Difícilmente hallaremos la respuesta en esta película donde una ambigüedad propia de las condiciones sociales y religiosas del año 35 juega un rol de importancia. Zanuck ,en traducción muy libre, decía: “Debemos estar a bien con la Iglesia pero también los católicos tienen el derecho a criticar la película”.

Como digo, Arliss da vida a un personaje con diferentes tintes: El amable y complaciente tutor de Lenore (Maureen O´Sullivan) dando facilidades a su amor con André de Pons (Cesar Romero) es al mismo tiempo el intrigante y despiadado estadista capar de manipular los hechos para servicio de sus propios intereses. Claro que enfrente tiene a una nobleza cuyo poder se tambalea y a la que poco importa la unidad de Francia. Intereses opuestos. Choque de trenes. ¿Podemos decir con propiedad que el único culpable fue el Cardenal Richelieu?

Probablemente Richelieu, más allá de la versión mosqueteril de Dumas, es un personaje apenas conocido. Por ello la película se sigue con interés y le cogemos cierto gusto a las intrigas de la corte de Luis XIII, un monarca con muchas inseguridades, donde parecen reinar más los propios consejeros que el mismo Rey. En una época de confabulaciones internacionales y secretos acuerdos para mantener los privilegios nobiliarios. España, Austria e Inglaterra al acecho. Un rey sueco, aficionado a los excelentes caldos vinícolas franceses, al quite. (las críticas al film también llovieron desde la Suède).

Excelente la interpretación de Arliss. En conjunto un plantel de actores y actrices muy solvente y bien dirigidos por Rowland V. Lee
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contrabando (The Lineup)
Contrabando (The Lineup) (1958)
  • 6,8
    743
  • Estados Unidos Don Siegel
  • Eli Wallach, Robert Keith, Richard Jaeckel ...
7
SI YO FUERE TU
La incorporación de la televisión al escenario de las historias cinematográficas marcó, sin duda, un antes y un después. "The Line-up" reconduce hacia la pantalla grande una serie radiofónica y televisiva de los 50, y la reconduce de la mano de Don Siegel, director del episodio piloto "The Paisley Gang", contando además con la participación de los policías principales de la serie, Warner Anderson y Marshall Reed. Sin embargo el verdadero protagonista de la serie es el gran Eli Wallach en uno de esos papeles de psicópata a los que estuvo abonado durante mucho tiempo.

La pregunta es ¿Acudían los espectadores a las salas de cine para ver aquellas historias que tenían a su disposición en sus televisores? En estos últimos años la televisión no ha sido obstáculo para el cine, pero entonces... No estoy tan seguro. Lo cierto es que la película no ha quedado entre lo mejor de Don Siegel a pesar de sus innegables valores y de haber sido rodada en las calles de San Francisco (entiéndase la referencia cruzada a otra serie televisiva algo posterior).

"The Line-up", que podríamos traducir por "La rueda de identificación" es un ejemplo del cine de Siegel, absolutamente urbano y con personajes de trazo grueso. Si recordamos su personaje por excelencia: Harry (Clint Eastwood) vemos que este Dancer (Eli Wallach) como psicópata estilo Tommy Udo -la conexión con El beso de la muerte de Henry Hathaway es evidente- estando en el otro lado del espectro de la ley, es igual de visceral y contundente que aquel Harry llamado el Sucio. Dancer es el matón encargado de recuperar los alijos de heroina pasados de contrabando por pardillos máximos utilizados al efecto. Sus expeditivos métodos tal vez no hubiesen encajado en los seriales domésticos, de ahí que el cine parezca el lugar natural para una actuación magistral que se extralimita hasta el vértice justo de la locura. De hecho, aunque la película tiene un inicio mas que interesante y que pone en alerta al espectador, luego decae entre rutinas policiales más o menos predecibles, hasta que aparece Eli Wallach con su libro de gramática en la mano. Las "ventajas" del "si yo fuere tu" frente al "si yo fuese tu" nos ponen en guardia del talante rarillo del individuo así como de su mentor y compañero Julian (Robert Keith). Avisados quedamos.

El resto del film se desarrolla en tono thriller con visos de "noir" con sus buenas dosis de acción y suspense. San Francisco como referencia, sus calles pendientes, sus autopistas y el Golden Gate modelan un paisaje donde Siegel se mueve como pez en el agua. Y el resultado es un film bastante interesante que podría completarse con alguna de las de Harry e incluso con Bullitt (también en San Francisco) en una sesión más que aceptable.
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28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tesoro de Sierra Madre
El tesoro de Sierra Madre (1948)
  • 8,1
    15.981
  • Estados Unidos John Huston
  • Humphrey Bogart, Walter Huston, Tim Holt ...
10
ES PREFERIBLE REIR QUE LLORAR
El tesoro de sierra Madre es una de esas películas de visión obligatoria, antes de morir e inclusive después de muerto , que no tengo yo muy claro que en el otro mundo también se aplique la Ley Sinde o haya que pagar cánones digitales. Y es que en este caso, obligación y devoción van unidas del brazo y es un absoluto gustazo paladear un guión excelente y el trabajo de unos actores como Humphrey Bogart y Walter Huston, padre del director, John Huston que logra aquí uno de los trabajos más perfectos de su carrera.

Y es que si alguien se preguntó alguna vez en qué consiste la fiebre del oro, esta película le desvelará los síntomas de una enfermedad incurable y para la que no existe vacuna posible. El mal humor, el resentimiento continuo, la temática obsesiva, la agresividad, etc, son signos de la sintomatología de una enfermedad sin curación y que frecuentemente conlleva la muerte más como daño colateral que como daño en sí mismo.

Bogart, aún no tan sui-géneris, se marca una interpretación espectacular. Su personaje de gringo en tierra mejicana, mendigando trabajo o unos pocos pesos para sobrevivir es uno de esos ejemplos cinematográficos de la cruda realidad de la supervivencia en tierra extraña, en la misma línea de Las uvas de la ira, y que en ese tránsito desde la mendicidad a la fortuna, voluble, caprichosa e irónica, acabará perdiendo el oremus y ganando billetes para el otro barrio.

California versus Pamplico, uvas versus oro, Bogart versus Fonda, pero en el fondo las mismas iras, los mismos sueños y las mismas pesadillas. Y aquí aparece Walter Huston en su papel oscarizado de veterano en mil batallas auríferas, bon vivant, barquero de verdades contundentes, cuerdo en el país de la locura, seny y figura hasta la sepultura. Su carcajada final es todo un canto resignado al destino que juega con el hombre al tu eres veleta y yo soplo, te zarandeo y me rio de ti. Papá Huston tiene dos opciones, pegarse un tiro amargado de la vida o reírse a carcajada batiente como diciéndole a la providencia conmigo no vas a poder.

Y es que ya lo dijo Peret: Y es preferible, reír que llorar…
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18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cuarto hombre
El cuarto hombre (1952)
  • 6,8
    1.403
  • Estados Unidos Phil Karlson
  • John Payne, Preston Foster, Lee Van Cleef ...
7
UN PERFIL POCO HABITUAL PARA LOS DELINCUENTES
En el mundo de los argumentos cinematográficos es frecuente encontrar situaciones que, de darse en la vida real, se resolverían con toda seguridad de forma muy distinta. A menudo los espectadores sonreímos ante planteamientos que no se atienen a la lógica, cartesiana o no y que incluso atentan contra la razón pura. ¿Cómo podemos aceptar que tres delincuentes experimentados se sometan a un jueguecito de esperas, caretas, viajes, naipes rotos y otras zarandajas y no se disputen desde el primer momento un botín recién salido del horno bancario tras un golpe cuasi perfecto.

La vida te da sorpresas, y el cine más… La pregunta es: ¿Este desajuste respecto de una realidad a la que estamos acostumbrados, basta para descalificar una película? Mi parecer es que, siempre que el desajuste no roce lo risible (excepto si estamos en una película de Mel Brooks o de los Monty Python) y el film resulte interesante o al menos entretenido, los comportamientos ligeramente surrealistas o poco comunes pueden aceptarse. A fin de cuentas, cine es cine, y por otra parte es frecuente encontrar surrealismos hasta en las realidades más puras y duras.

Toda esta disertación filosófica ¿A raíz de qué? Pues, a raíz de El cuarto hombre, película de Phil Karlson, especialista en serie B, que narra las peripecias de un ex convicto repartidor de flores al que, circunstancias del destino, se le compromete en una especie de atraco perfecto y que, primera plana de todos los periódicos, culpabilizado por los medios informativos y evidentemente en paro por su “mala condición”, no le queda más remedio que ocupar lo único que le sobra, el tiempo, en seguir la pista de los atracadores. Pista que, en las películas, al contrario de en la vida cotidiana, se encuentran rápido (circunstancia que se justifica tratándose de un ex convicto cuyas amistades están al loro de cualquier cosa que suceda en el mundo del hampa).

Como repartidor, John Payne, actor al que conocía de sus trabajos con Allan Dwan, pero que nunca había conseguido calar mis gustos cinematográficos. Su frialdad, rayana al pasotismo, no solo no me atraía sino que me producía un efecto repelente. En el cuarto hombre encuentro al actor que presuponía y algo de cera que veré si sigue ardiendo en otros trabajos o si no hay más. Junto a Payne, dos de los malos míticos del cine, Lee Van Cleef y Jack Elam (si, el de los ojos saltones). Ambos correctos no más. Buscar comparaciones con los films de Leone es perder el tiempo. Aquí estamos ante cine negro, bueno para los que nos gusta el género, en blanco y negro porque las luces y las sombras le vienen muy bien a este tipo de cine.

Una historia de amor, metida con calzador, y un ex policía que, caña de pescar en mano, tiene tiempo y veteranía suficiente para encontrar fórmulas de rentabilidad a su retiro, forman parte también del zoo humano de una interesante película donde el perfil de los delincuentes no parece ser el habitual, pero ¿Hay un perfil habitual?
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14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es pecado
No es pecado (1934)
  • 5,6
    114
  • Estados Unidos Leo McCarey
  • Mae West, Roger Pryor, Johnny Mack Brown ...
8
HABÍA UNA VEZ MAE WEST
Se dice, se habla, se comenta que son 1000 películas las que hay que ver antes de pasar a mejor vida (hipotéticamente hablando lo de mejor). Pues bien, el patrocinador de la idea se quedó absolutamente corto. ¿Cómo no incluir las películas de Mae West?. Mito del cine, diosa de la provocación, icono del arte - hasta Dalí plasmó sus morritos - tormento de Mr Hays (el de la Comisión), éxtasis en masculino y plural. ¿Cómo le gustan los hombres? "Nacionales y extranjeros" (Mae dixit). Mas vale un hombre en casa que dos en la calle (Mae también dixit).

Pongan una Mae en su vida cinéfila. Se lo recomiendo. Sin esperar figuras estilizadas porque haberlas no háilas. Ellos las prefieren gordas y apretás, pero desinhibidas y con joie de vivre. Pongan ustedes los sinónimos que deseen. Ponga una Mae en una isla desierta y al naufrago le dará igual que haya cerveza y fútbol. Pero Mae solo hubo una e irrepetible. Nos gusta de mala, de buena y hasta de regular.

Con él no llegó el escándalo. Llegó con ella. Una vida dedicada al vodevil que se incorpora tardíamente al cine, frisando los cuarenta. Pero Mae West no necesitó más y con apenas siete u ocho películas se hizo un hueco en las enciclopedias del séptimo arte, en el capítulo dedicado a glamoures y sex simbols en estado puro.

Belle of The Ninettes (en español, No es pecado) es un film de visión obligada. Su único pero es que superó el filtro Hays. Al contrario de su título versión hispana, es un pecado no verlo, especialmente si también les gusta un pianista de color llamado Duke Ellington. Ahora, eso si, me he empeñado en ver algo de su etapa pre. Pura historia del cine, sí señor. Y es que..."Había una vez Mae West"
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ruta de Corinto
La ruta de Corinto (1967)
  • 4,1
    87
  • Francia Claude Chabrol
  • Jean Seberg, Maurice Ronet, Christian Marquand ...
3
LA VERSIÓN FRANCESA DE MORTADELO, FILEMÓN Y LA TIA.
Si este film no fuese de Claude Chabrol probablemente estaríamos hablando de uno de los mayores bodrios cinematográficos que en el mundo de los Lumière han sido. Pero la firma Chabrol marca y nos frotamos los ojos tratando de aguzar nuestra mirada y encontrar sentidos inteligentes, guiños del director a nuestras células grises, pero ni por esas... Como siempre pasa en estos casos, seguramente algún estudioso del francés nos sacará los colores y demostrará de forma contundente nuestra incapacidad para entender a Chabrol y por descontado nuestros nulos conocimientos del cine francés. Le quedaré muy agradecido y estaré encantado de rectificar.

Dicho esto, afirmo que seguiré viendo y degustando buen cine de Monsieur Chabrol, la sombra de Le Boucher es tan buena como alargada, pero de La ruta de Corinto hay que pasar página y olvidar. Y si, por un casual nos queda un recuerdo en el disco duro de nuestra memoria que sea el de la Grecia clásica, su mar, su cielo y Jean Seberg, ésta última por cualidades estéticas más que profesionales que, de tenerlas se pierden en la mediocridad del film.

Se ha dicho que Chabrol trató de emular a Hitchcock siquiera en temática e incluso que se apuntó a la saga Bond. Eso dicen los libros o las páginas web que uno lee -a pesar de que algunos piensen que hay que ver mas cine y leer menos- pero en cualquier caso, quisiese una cosa, la otra, o algo original y distinto la película es un fiasco, mas cercana a aquella parodia del cine de espías que se llamó Casino Royale (versión Huston) que a cualquier mal remedo del cine del orondo inglés

La búsqueda de cajitas negras capaces de interferir en los radares estadounidenses ubicados en Grecia, es un argumento demasiado endeble al que, sumando unos personajes tipo Mortadelo, Filemón y la TIA, la resultante es algo indefinible. Menos mal que al menos la trama se sigue sin demasiados manuales que si no...¡Apaga y vámonos!
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Martín el gaucho
Martín el gaucho (1952)
  • 6,4
    403
  • Estados Unidos Jacques Tourneur
  • Rory Calhoun, Gene Tierney, Richard Boone ...
7
SANTO Y SEÑA DE PAMPAS Y LIBERTADES
En estos tiempos del cólera de las aglomeraciones, las prisas, el stress y los valores perdidos o desaparecidos en combate, personajes como Martín el Gaucho resultan algo así como "raras avis" incomprensibles desde nuestras ópticas actuales.

Un hombre que renuncia a su libertad para contraer matrimonio y darle a su hijo la legalidad de un apellido, resulta fuera de todos los conceptos comprensibles en este siglo XXI de nuestras oscuridades. Pero la Pampa argentina sigue estando ahí y aquel Martín Fierro versado por José Hernández aun persiste en el viento y en las nieves de los Andes, inmutable ante la modernidad que se extiende como plaga de langosta. Santo y seña de pampas y libertades. Paladín de resistencias frente a esa explotación que muchos llaman progreso.

He tratado de resumir brevemente un film de Jacques Tourneur que nos habla de la libertad y de su precio, y que lo hace desde la maestría de un director que entremezclando las realidades mas duras con los onirismos más esperanzadores consigue una obra excelente, sin espectacularidades, sin condiciones de obra maestra, pero con capacidad para despertar sensibilidades agonizantes.

Destacar la labor de un Richard Boone tan profesional como siempre, la belleza y el buen hacer de Gene Tierney y la idoneidad para el papel de un Rory Calhoun que iba de segundón, dado que la primera opción del reparto fue para Tyrone Power y que acabó demostrando maneras mas que sobradas para salir de un injusto anonimato.

Y en el sillón del dire, Tourneur, un director que me encanta. No perfecto - "nadie es perfecto" - pero sus diferencias con la perfección son menores que en muchos otros. Su forma de entender y de humanizar el cine, su forma de incorporar el color a la vida, atenuándolo hasta conseguir ese efecto onírico y ensoñador del que les hablaba. Se ha dicho que era capaz de sacarle partido a guiones deficientes. No es el caso, pero les aseguro que sin Tourneur el film hubiese sido otro y probablemente mucho más flojo.
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25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las puertas de la noche
Las puertas de la noche (1946)
  • 7,1
    415
  • Francia Marcel Carné
  • Pierre Brasseur, Serge Reggiani, Yves Montand ...
8
EL ALMA DE PARÍS HERIDA DE GUERRA
El tiempo es un factor a considerar en cualquier valoración que pretenda ser justa. El caso de Las puertas de la noche de Marcel Carné es un buen ejemplo. La película se filma tras la liberación de París. Los nazis se habían marchado dejando atrás una población llagada de recelos, odios, mercado negro y miseria. Eso sí, “ à nous la liberté”.

Temas demasiado difíciles de digerir para los espectadores y la crítica por mucho que Jacques Prevert esté al guión y Joseph Kosma a la batuta y Les feuilles mortes pongan letra y música al realismo poético de Carné. El tiempo otorga una perspectiva diferente sin resquemores de vecindad ni venganzas que se sirvan frías, lo cual le sienta bien a una película fundamental en la filmografía de Marcel Carné.

Es cierto que la realización de esté trabajo estuvo lastrada por circunstancias tales como la negativa de Jean Gabin y Marlene Dietrich a formar parte del proyecto con la consiguiente elección de nuevos actores, Yves Montad, en su primer papel protagonista, y una semidesconocida Nathalie Nattier, el exceso de bombo, platillo y expectativas creadas en torno a una de las producciones más costosas en su fecha del cine francés, y el recuerdo aún lacerante de una época de supervivencias incluso a precios ignominiosos. Pero el tiempo ha abierto un gran angular y aquello que solo era una pesadilla de la que aprender hoy se ha convertido en historia.

Un film entre el cine negro, el drama cotidiano y el surrealismo, donde el destino se hace carne en la figura de un mendigo, verdadero director de orquesta de una historia de amor entre escaleras, metros, estatuas y restos varios de una guerra que también dejó sus heridas en el alma de París.
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10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intriga en el gran hotel
Intriga en el gran hotel (1967)
  • 5,9
    187
  • Estados Unidos Richard Quine
  • Rod Taylor, Catherine Spaak, Karl Malden ...
7
LA DEFENSA DEL GLAMOUR Y LAS VIEJAS TRADICIONES
Vaya por delante que Quine es un director más que interesante y que sin estar en el Olimpo de mis preferidos, entre los que sí se haya Hitchcock, me parece un realizador competente y de talla muy superior a la media.

Traigo esto a colación porque mi crítica a Pushover (La casa número 322) resultó aguijoneada al haber tenido la osadía de afirmar que la sombra de La ventana indiscreta era evidente. Alguien debió suponer que acusaba a Quine de plagio o cosa similar y que además lo hacía desde el desconocimiento de la obra de Hitchcock al no tener ni siquiera votada dicha película. Conclusiones erróneas. Pocas películas he votado del mago del suspense pero les aseguro que he visto la mayoría de ellas mas de una vez e incluso una en particular (Con la muerte en los talones, ¡hasta 8 veces!). Por otra parte, únicamente constataba un toque "voyeur" en ambos films, lo cual resulta evidente, sin entrar en juicios de valor u opiniones infundadas.

Dicho esto, afirmo que Intriga en el Gran Hotel es una película entretenida, lo cual significa mucho en los tiempos que corren y con un tono de comedia bastante favorecedor. Los artífices de ese "éxito" entre comillas, Richard Quine, la novela de Arthur Hailey, la fotografía de Charles Lang y los actores: Rod Taylor, Catherine Speak, Merle Oberon y muy especialmente Melvyn Douglas y Karl Malden, dos clásicos auténticos fueras de serie.

El éxito de la novela de Hailey, autor también de Aeropuerto, germen del cine catastrofista de los 70, se propagó al cine y muy especialmente a la pequeña pantalla dando lugar a la serie Hotel donde en un formato "tipical" Aaron Spelling (recordemos Vacaciones en el mar) se contaban las peripecias cotidianas tanto del personal del hotel como de sus clientes. Ahí recordamos a James Brolin o Connie Selleca e incluso a Anne Baxter como ex directora de un establecimiento que la película sitúa en Nueva Orleans y la serie en San Francisco.

La película cuenta las dificultades económicas por las que pasa el Hotel Saint Gregory y que le hacen presa codiciada por los peces gordos de la especialidad. La defensa del glamour y las viejas tradiciones frente a los nuevos aires modernistas obsesionados con la cuenta de resultados es el argumento principal sobre el que giran en círculos concéntricos otras historias que introducen más allá de las puertas giratorias la vida humana y sus circunstancias.

Sin duda voy a seguir viendo otros trabajos de Richard Quine.
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran Jim McLain
El gran Jim McLain (1952)
  • 4,1
    69
  • Estados Unidos Edward Ludwig
  • John Wayne, Nancy Olson, James Arness ...
5
PARA OLVIDAR: LO SUCEDIDO Y LO CONTADO
Lo del Comité de Actividades Antiamericanas es sin duda uno de los episodios más lamentables de la historia de los Estados Unidos de América. La caza de brujas comunistas del senador McCarthy fue un atentado en toda regla contra la legalidad vigente - no olvidemos que el Partido Comunista era completamente legal - y tal circunstancia, absolutamente lamentable, lo fue más en un país que siempre se autoproclamó valedor y garante de los derechos y las libertades.

El gran Jim McLain es una película con grandes dosis de oportunidad y propaganda. Hay que considerar que EEUU se batía el cobre en Corea en pleno epicentro del régimen comunista y que los diablos rojos eran una pesadilla para las tropas y para toda una Nación. El comunismo, la guerra fría y la Unión Soviética eran vistos como peligrosos demonios dispuestos a dar al traste con el sueño americano. En ese contexto, era fácil confundir comunistas con terroristas y eso es lo que hace Ludwig de manera descarada.

Con una trama estilo James Bond contra un comunista Dr. No dispuesto a destruir el mundo occidental, la película nos lleva a Hawai donde dos agentes del citado comité tratan de desentrañar una célula comunista. Curiosa la interpretación de John Wayne, declarado anticomunista en la vida real, como agente Jim McLain en un papel con más dosis de romance que de acción, probablemente para compensar tanto ensañamiento contra quienes defienden ideologías diferentes amparándose en ese caldo de cultivo propicio que suponía una sociedad atemorizada por los hechos bélicos que acontecían en el lejano oriente.

La carga de injusticia ideológica y política es de tal intensidad que he de reconocer que, de haberlos, me pasaron desapercibidos otros valores puramente cinematográficos y no se muy bien si estoy más indignado con lo realmente sucedido en aquellos años o por la visión apologética dada en el film. Ambas cosas para olvidar.
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9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Motivo de alarma
Motivo de alarma (1951)
  • 6,1
    237
  • Estados Unidos Tay Garnett
  • Loretta Young, Barry Sullivan, Bruce Cowling ...
6
MR. POSTMAN EL IMPASIBLE
Como bien se apunta en un comentario de Bonnie en la página web de TCM, uno acaba deseando patear al cartero (traducción libre) y es que, miren ustedes, no es creíble tanta obstinación y una observancia de las reglas tan infranqueable. Estoy convencido de que las normas que gobiernan los envíos postales tienen su sentido y que, como todas las normativas, no están hechas para que las cumplamos o no según convenga. Pero tanta rigidez del postman ante una Loretta Young, carita de buena, no acaba de colar. Claro que, si le entrega la susodicha, en treinta minutos escasas se acaba el film y eso hubiese sonado a timo para los espectadores.

Como habrán supuesto la cosa va de misivas, no de amor precisamente, sino dirigidas a un fiscal del distrito al que no le gusta abonar diferencias por franqueo insuficiente. Tal misiva es el resultado de la enajenación mental de un marido enfermo y celoso (Barry Sullivan) quien denuncia a su mujer (Loretta Young) y a su doctor y antiguo amigo (al parecer ya no tanto) ante el fiscal por conspiración con ánimo de asesinato a base de gotitas extras de medicina (remember Arsénico por compasión pero sin viejecitas y sin compasión).

Alucinaciones mentales puras y duras que dan lugar a una interesante película con buenas interpretaciones y lagunas apreciables, probablemente fruto de la prisa. Y es que el film se rueda en solo 14 días y dos semanas son un mundo pero el mundo nunca es suficiente para conseguir una buena película. La tía de Barry extrañamente no sospecha nada a pesar del comportamiento frenético de Loretta. La vecina, siempre en la calle, no escucha el disparo en un barrio tranquilo en demasía. Y para colmo al final el cartero regresa no para desear felices fiestas, entregando tarjetita y esperando el aguinaldo sino para…, averígüenlo ustedes, aunque se lo he puesto a huevo que se dice.

Dirigida por Tay Garnett que me gustó en Mares de China (¿o me gustó Jean Harlow? Y del que espero revisar pronto El cartero siempre llama dos veces (por lo visto el cartero de Cause for alarm no es tan insistente) (¿me gustará Lana Turner?), la película es un melodrama serie B con algo de interés y mucha irregularidad. Los actores demuestran buen hacer pero el guión parece mas propio de un serial televisivo (y de eso Loretta Young sabía mucho) que de un producto para la gran pantalla.
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6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tormenta mortal
Tormenta mortal (1940)
  • 7,4
    931
  • Estados Unidos Frank Borzage
  • Margaret Sullavan, James Stewart, Robert Young ...
8
LA SINRAZÓN CONSCIENTE DE QUIENES MANDAN, QUIENES OBEDECEN Y QUIENES SIMPLEMENTE SE SUBEN AL CARRO
Por mucho que la voz en off insista en la semejanza entre los sacrificios a los airados dioses prehistóricos que gobiernan las tormentas y las barbaridades derivadas de un conflicto como la 2ª Guerra Mundial, existen diferencias y entre ellas una muy sustancial : Los más de dos mil años transcurridos. ¿O es que no hemos aprendido nada en ese tiempo? ¿Tanto ha vegetado la Humanidad? La locura desatada por el nazismo es un fenómeno que, a mi juicio, no puede sustentarse en atavismos y miedos prehistóricos. Fue una sinrazón consciente de quienes daban las órdenes, de quienes las ejecutaban escudándose en la obediencia debida y de quienes simplemente se subían al carro de los asesinos por miedos personales.

Y es que esas películas donde una voz en off nos alecciona sea con la finalidad que sea, suelen ponerme en guardia. ¿Acaso no confían en la capacidad del espectador para interpretar los hechos que van a ser mostrados? El cine como forma de adoctrinar conciencias no me convence aunque no dejo de reconocerle cierto sentido en los años de su estreno. No obstante, del mismo modo que me gustó La señora Miniver, panfletos incluidos, me ha gustado y mucho esta película de Borzage donde se ataca in-situ a un nazismo naciente.

Tal era el ataque que ya desde sus primeros pasos la película estuvo en el punto de mira de las autoridades germánicas que amenazaron veladamente a su productor Mayer sugiriendo que se lo pensase dos veces antes de realizar el film. Mayer solo se lo pensó una vez y gracias a ello, hemos podido disfrutar de un gran trabajo de Franz Borzage centrado en esa locura colectiva de una sociedad que se exalta a base de discursos enaltecedores de los sentimientos nacionalistas. A este respecto hay que recordar que la sociedad alemana seguía teniendo la herida abierta de anteriores conflictos, lo cual no justifica pero ayuda a entender esa catarsis casi instantánea que se produce entre un grupo de amigos o incluso entre los miembros de una misma familia. Familia y amistades destrozadas por una política que a las minorías convierte en fanáticas y a las mayorías en borregos y a ese pequeño reducto de seres con personalidad e ideas propias los convierte en cadáveres.

Excelentes interpretaciones de James Stewart, Margaret Sullavan, Robert Young y muy especialmente de Frank Morgan. De agradecer la presencia de Ward Bond y de un joven Robert Stack. Pero lo mejor de todo y su verdadero mérito es que las referencias al nazismo, a Hitler, a la violencia racista y a los campos de concentración no están veladas ni cogidas por los pelos. Claro, diáfano y meridiano el ataque de una libertad que adquiere forma cinematográfica a las aberraciones de un pequeño cabo enarbolando la cruz gamada.
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14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última flecha
La última flecha (1952)
  • 5,4
    214
  • Estados Unidos Joseph M. Newman
  • Tyrone Power, Cameron Mitchell, Thomas Gomez ...
6
MANITU vs LA GRAN REINA BLANCA Y LOS ESPEJISMOS ECHANDO UN CABLE MARINERO
La calificación de esta película puede oscilar entre buena para los acérrimos seguidores de Tyrone Power y normalita tirando a floja para el resto. Probablemente la cuestión estribe en que muchos espectadores, entre los que se encuentra servidor, no acabamos de creernos lo de unos indios tan blanditos y reverenciadores de espejismos. Porque, no me negaran ustedes que el efecto óptico de un inmenso lago en medio del desierto y encima con barquito (fantasma) de vapor a lo Mississipi Queen es toda una pasada, especialmente si se produce tan oportunamente en plena toma de decisiones del gran consejo.

Y hablando de Queen, la cosa va de reinas, especialmente “la gran reina blanca” que como aquí no se juega al ajedrez sobreentendemos que será la que sienta sus reales en el trono de Inglaterra y en cuyo nombre Tyrone Power y Thomas Gómez, debidamente pertrechados con sus casacas rojas, negocian la libertad de los rehenes y la vuelta de los indios Creek a las reservas del Norte. Un enfrentamiento Manitú - White Queen con resultado predecible especialmente si se cuenta con el favor de los fenómenos meteorológicos.

La primera premisa que debe cumplir el cine de aventuras es conseguir el entretenimiento del espectador. Las miradas al reloj son el índice registrador del fracaso. Pues bien, La última flecha, entretiene. No le pidamos más. Dejémoslo ahí. Tyrone Power está correcto y en su línea y además reencontramos a un gran secundario que merece un mejor reconocimiento, Thomas Gómez (lo recordamos en Cayo Largo, como secuaz de E.G.Robinson), en un papel de guía explorador medio blanco medio pies negros, al que saca mucho partido al tiempo que demuestra su vis cómica.

Poco más. Cameron Mitchell como jefe de los guerreros indios, pone algo de pimienta a un film demasiado light, porque aunque sea posible históricamente que blancos y pieles rojas no estuviesen siempre matándose unos a otros, resulta extraña tanta ausencia de cafeína.

Probablemente el film pretenda una intencionada exaltación de las virtudes humanitarias de la Policía Montada del Canadá. Este es su corolario y su moraleja. Pero el sentido crítico busca otros valores cinéfilos y les aseguro que, haberlos háilos, pero son escasos.
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15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La casa número 322
La casa número 322 (1954)
  • 7,2
    1.140
  • Estados Unidos Richard Quine
  • Fred MacMurray, Phil Carey, Kim Novak ...
8
CHICA DE BAD BOY, PROBO POLICÍA Y EL DIABLO SOPLANDO EN FORMA DE MALETÍN.
Sobre Pushover (algo así como Impetuoso), planean dos alargadas sombras: Una, la de Perdición (Double Indemnity), la genial película de Billy Wilder con el mismo actor como protagonista (Fred MacMurray) y dos, la de La ventana indiscreta (Rear Window) del mago del suspense Alfred Hitchcock. Sin embargo La casa número 322 (Pushover) tiene una identidad propia y suficiente para satisfacer a los cinéfilos aficionados al cine en general y al noir en particular.

Al contrario de otros muchos films encuadrados en el noir con calzador, Pushover cuenta con muchos de los elementos definitorios característicos, a saber: La ciudad, la noche, las sombras, el tipo al que un mal paso pone fuera de la ley y la vamp seductora absolutamente imprescindible. Soy consciente de que la pluralidad de elementos noir no se reduce a los expuestos y que a este género le vienen de perilla unos diálogos cuanto más cáusticos mejor o unos personajes, preferentemente detectives a lo Marlowe regurgitando desengaños y frustraciones. Pushover tiene los, a mi parecer, mínimos imprescindibles y Quine los conjunta y explota con habilidad, construyendo un ambiente claustrofóbico que no le viene nada mal.

El meollo de la cuestión: El dinero quebrantador de voluntades, de lealtades, de juramentos, de placas y de honestas y tranquilas jubilaciones futuras. El motor: La donna. Mobile, inmobile o como sea, pero eso sí, con el rostro y tipazo de Kim Novak, su cercanía, sus labios y su seducción y ese cierto aire cándido e inexperto que, probablemente por ser su primer papel protagonista, rezuma en cada plano y que le sienta excelentemente a la película. Y, quebrantando sus principios, Fred MacMurray (“mis padres siempre estaban peleando por el maldito dinero”) quizás no tan perdido por Kim como por Bárbara, pero muchísimo mas goloso por el dinero ¿sucio? (“El dinero no es sucio, lo es la gente”).

Como supondrán, chispas, pavesas y fuegos artificiales en la relación Lena-Paul. Ella ex de chico malo, él, policía de impoluto historial. Y el diablo soplando en forma de maletín. Añadan a ello, la vecinita (Dorothy Malone) un vigilante (Phil Carey) desviando interesadamente los prismáticos de ventana a ventana, un policía cercano al retiro con la garganta seca en el momento menos adecuado y un capitán de policía (E.G. Marshall) presionado por los jerifaltes de la City, y tendrán el cuadro de este interesante film de Richard Quine con participación al guión de Roy Huggins (El fugitivo) y a la fotografía de Lester White . Ambos excelentes.
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20 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre que nunca existió
El hombre que nunca existió (1956)
  • 6,8
    874
  • Reino Unido Ronald Neame
  • Clifton Webb, Gloria Grahame, Robert Flemyng ...
8
EL AHOGADO QUE EXISTIÓ EN LA PLAYA DE PUNTA UMBRÍA
Película que bien podría encuadrarse dentro del género “cine de suspense” antes que en el de “cine bélico”, y es que el cine bélico sin un solo disparo es evidentemente menos bélico, por mucho que se incardine dentro del contexto conflictivo mundial de mitad del siglo pasado. Tampoco, en puridad, es una película de espías porque, aunque haberlos hailos, no son mas que el aglutinante necesario para darle coherencia a una trama basada en hechos reales que, nunca mejor dicho, sobrepasan cualquier ficción imaginable.

Tratando de ser fiel a la línea que vengo manteniendo de no descubrir mas detalles de los estrictamente necesarios para construir un comentario medianamente coherente, les diré que El hombre que nunca existió es una historia real donde, en una especie de juego del ratón y el gato, la inteligencia británica trata de confundir a los alemanes en su defensa de Sicilia, utilizando para ello el cadáver de un hombre para el que se crea una identidad convincente. Aquí lo dejamos.

Lo que no podemos dejar es de reconocer que se trata de un film bien construido, con un guión que centra la atención del espectador sin historias paralelas. De hecho, la única historia personal “extraña” a la trama, la de Lucy Sherwood (Gloria Grahame) acaba resultando absolutamente decisiva y justifica con creces esa digamos “frivolité”, entre muchas comillas. Tampoco, como ya dije hay exaltación alguna de la violencia y ni siquiera la necesaria manipulación de un cadáver es mostrada abiertamente. Esto demuestra que se puede hacer buen cine sin recurrir al mal gusto o a lo macabro y que las obras maestras no están en proporción a la sangre y otras vísceras desparramadas por la moqueta.

Un Clifton Webb ciertamente comedido y un Stephen Boyd en un papel notable de espía alemán tratando de verificar los hechos son dos aliciente más para una película que, para nosotros los españoles, tiene uno, el haber acaecido en Punta Umbría (Huelva), localidad y provincia que gracias al auge de las minas de Riotinto propiciaron una cierta internacionalidad británico-germana

En resumen, una película seria, bien construida e imprescindible, de un director que, a mi juicio, aquí supera otros films como El millonario o Una mujer sin pasado.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rommel, el Zorro del Desierto
Rommel, el Zorro del Desierto (1951)
  • 6,7
    2.087
  • Estados Unidos Henry Hathaway
  • James Mason, Cedric Hardwicke, Jessica Tandy ...
7
TRATANDO DE DEJAR MIS PREJUICIOS EN EL PERCHERO DE LA ENTRADA.
Mis aspiraciones se limitan a tratar de ser un buen aprendiz de brujo en materia cinéfila. Lo de biógrafo o historiador no va demasiado conmigo. Por ello, películas como Rommel el zorro del desierto, donde entre fotogramas de celuloide se entremezcla una presunta realidad vital suponen una dificultad añadida en cuanto a su valoración, porque, aunque uno trate de dejar en el perchero de la entrada todos esos prejuicios acumulados golpe a golpe de años, no es fácil desprenderse de absolutamente todo aquella infamia cometida por seres indignos de llamarse hombres.

Claro que la razón trata de hacerse un sitio en este comentario y me grita: ¡Es imposible que todos los alemanes estuviesen ciegos! ¡Rommel pudo ser un “artista” de la guerra, pero no un Nazi!. Y es cierto, pudieron pasar tantas cosas. También está el miedo aniquilador de voluntades. Dejo eso para los historiadores. Algunos afirman que Rommel era prosemita y que incluso tuvo el valor de proclamarlo ante el Fürher. La frase de Hitler fue: “Rommel es un gran militar que no sabe de que va esto”. También es cierto que en una fase final de la contienda, con todo perdido, los cambios de chaqueta son tan fáciles como habituales. Como verán hay opiniones para todos los gustos, aunque la mayoritaria y la que ha perdurado hasta la actualidad es la de un gran estratega aunque en el tiempo y lugar equivocados.

Desde el punto de vista cinematográfico me gustaría destacar dos cosas: Una, la excelente actuación de James Mason, una de las mejores de su carrera, cuya imagen se identifica plenamente con la del Mariscal alemán y dos, la incorporación de material de archivo de guerra. Respecto a esto último y a pesar de que los tintes fueron cargados en exceso en los más de tres minutos de fuego y bombas en El Alamein, creo que su incorporación supone realismo para un film al que le viene bien. Los espectadores sabemos que es material de archivo. Aquí no se engaña a nadie, pero le viene de perilla a la película para aproximarnos a la grandeza militar de un hombre.

En cuanto al resto, una Jessica Tandy a la que recordamos más en su veteranía que en su juventud, como señora Rommel, en un papel lleno de sentimiento y aceptación de la realidad. También Leo G. Carroll, Everett Seoane o muy especialmente Luther Adler dando vida a un Hitler especialmente furibundo. Curiosa la participación de un joven Richard Boone.

En resumen, una buena película, de esas a las que le sienta bien que vaya pasando el tiempo. Desde 1951 los años han ido enfriando las pasiones y tal vez ya estemos en situación de ver los acontecimientos desde una perspectiva aséptica. Ahora, eso sí, dejemos que los historiadores hagan su trabajo. Yo, por mi parte, trato de comentar lo que veo, eso sí, sin dejar de ser yo… y mi circunstancia.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El secreto de los incas
El secreto de los incas (1954)
  • 5,6
    666
  • Estados Unidos Jerry Hopper
  • Charlton Heston, Robert Young, Nicole Maurey ...
6
INDIANA JONES SURGIENDO DEL MACHU PICHU CUAL VENUS DE LAS AGUAS
Confieso que me acerqué a esta película desconociendo su relación con la idea germinal del personaje de Indiana Jones. Incluso voy más lejos, la indumentaria de Charlton Heston, claramente precursora de la del famoso aventurero arqueólogo, estaba por pasarme desapercibida cuando empecé a darme cuenta de la extraña similitud entre el disco solar de los Incas y uno de los tres discos que conducían hasta la Atlántida en una de las primeras aventuras gráficas de Lucas Arts con Indy como estrella naciente. Siquiera sea tarde, acabé intuyendo que el héroe del látigo se gestó en la ciudad inca de Machu Pichu entre tumbas de reyes y sacerdotisas y al arrullo de las cinco octavas de Yma Sumac.

El personaje de Harry Steele (llámeme Harry) no es el único antecedente, tal como confesaron Lucas y Spielberg, el Richard Widmarck de Huida hacia el sol (nazis incluidos) o la serie James Bond, fueron partes sine qua non en el parto. En el centro, Indiana Jones ascendiendo a los taquilleros altares cinematográficos desde las ignotas aguas de la serie B. Y, con prueba de paternidad contrastada, los Merlin de turno convirtiendo en oro todo lo que tocan.

Como habrán advertido es imposible efectuar un comentario de El secreto de los incas que bordee la génesis del héroe por excelencia. No obstante, la película por si misma, tiene atractivos suficientes: Charlton Heston, actor icono del cine de aventuras cuyos trabajos menos reconocidos para si los quisieran otros muchos actores y mi admiradísimo (el superlativo se queda corto) Thomas Mitchell, como malo de una película cuya única pretensión era entretener. Junto a ellos, Nicole Maurey, como fémina de turno decidida a compartir riesgos y a vivir aventuras, amorosas y de las otras.

Muchas coincidencias, aunque el carácter de Harry, complaciente gigoló de ladys in holiday, se barnizó convenientemente ocultando perfidias y resaltando virtudes. ¿El resultado? Indiana Jones surgiendo del Machu Pichu cual Venus surgiendo de las aguas. El héroe está servido.
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17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y Dios creó a la mujer
Y Dios creó a la mujer (1956)
  • 5,3
    1.400
  • Francia Roger Vadim
  • Brigitte Bardot, Curd Jürgens, Jean-Louis Trintignant ...
6
UN MISÓGINO, UN INGENUO, UN MILLONARIO Y LOS PIES DESCALZOS DE B.B.
Interesado en conocer la cultura sexual francesa de los 50 busco en Google: “sexualidad”, “Francia”, “1956” y obtengo (en primeros lugares) Brigitte Bardot y Dios creó a la mujer. Es un resultado tan esclarecedor que sobra cualquier discurso sobre licencias y liberalidades en el período “precreativo”. Las masas, dormidas en la sociedad francesa y aceporradas allende los Pirineos (o séase aquí), empiezan a despertar en el 1955 con el rock and roll y en el 1956 con B.B. De aquí al 68 van 12 años pero tan sólo un paso.

Roger Vadim se estrena cinematográficamente con esta película donde - “no hay nada más lindo que la familia unida”- promociona a su señora esposa, una francesita con todo en su sitio y muy bien puesto, llamada a convertirse en uno de los mitos eróticos del siglo XX, probablemente el mayor junto a Marilyn Monroe. Sin embargo los contoneos de Marilyn arrastraban cierta entidad interpretativa, cierta madera de actriz, mientras que las provocaciones de Brigitte sirvieron para poco más que para incendiar las represiones ancestrales arrastradas per sécula seculorum amén.

Seguro que no les descubro el argumento: Jovencita de buen ver y mejor tocar, provocativa al máximo se contonea con los pies descalzos entre un misógino, un ingenuo y un millonario. Un, dos, tres, al escondite francés y los cuernos al poder. Descalza por la librería, con la cara del amante en los talones y mambo “sur la table”. Momentos que abren la caja de las represiones y que permiten que empiece a entrar en la sociedad francesa es aire renovador y precursor del futuro mayo del 1968. Todo ello en las formas y en el cuerpo del mito B.B., que no en el fondo de un film cuyo argumento se reduce a la mínima expresión y a una gran cornamenta incapaz de atravesar puerta alguna.

Dios creó a la mujer y Vadim la recreó , en la suya propia, para deleite de propios y extraños y para indignación de los antireplicantes guardianes de la moralidad. En la Bardot había, incluso sobraba, materia prima. Roger Vadim lo sabía, ambos lo sabían. De ahí al mito, solo restaba un paso y se dio: Esta película.
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15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así son ellas
Así son ellas (1948)
  • 5,1
    86
  • Estados Unidos Richard Thorpe
  • Wallace Beery, Jane Powell, Elizabeth Taylor ...
6
CUGUI Y CARMEN MIRANDA PONEN ALGO DE AZÚCAR A UNA PELÍCULA BIZCOCHO
Para aproximarte a una película como ésta en el año 2010 no sobran precisamente los motivos. Se trata de un film imprescindible para seguidores impenitentes de Liz Taylor e interesados en el cine musical género adolescentes. Recomendable para quienes, tal es mi caso, quieran rescatar de un incipiente olvido a un catalán universal como Xavier Cugat y a una de las estrellas míticas del cine tropical: Carmen Miranda. Más allá de todo esto el film transita en una mediocridad fácilmente complaciente para el americano medio de los 40 y que, en aquellos años, aprovechó muy bien el tirón de su éxito radiofónico.

Un tanto en la línea “chica intensamente rica, chica rica pero menos” la película cuenta las vicisitudes “trascendentales” de dos amigas (pero menos) donde, entre disputas de “amores eternos a los 16 años”, acabamos encontrando bastantes de esas moralinas ejemplarizantes “made in Usa” tan frecuentes en este tipo de cine. Tales son los casos del padre súper ocupado en sus negocios y sin tiempo para sus hijos en contraste con el matrimonio bien avenido y pendiente de sus hijos, sobre el que recae una sospecha de engaño con fines evidentemente cómicos.

Este tipo de películas envejece fatal. No aseguraría que en algún tiempo la juventud americana fuese como se retrata en el film pero de cualquier manera la juventud actual está a años galácticos luz de aquella hipotética adolescencia. Por ello no debemos entrar en análisis psicosociales fuera de todo interés sino que es mejor detenernos en la labor interpretativa de Jane Powell, actriz cantante a la que también recordamos por Siete novias para siete hermanos y de Liz Taylor con unos prometedores 17 años, junto a la veteranía de un Wallace Beery que tuvo y retuvo.

Pero la imagen que quedó impresa en mi retina fue la de Carmen Miranda cantando y bailando rumba junto a la batuta magistral de nuestro Cugui. Momentos que justifican haberse pasado casi dos horas frente a una película-bizcocho de esas que se dicen “para toda la familia”. Eso si, para una familia de las de antes y si es en la USA multicolor de la abeja Maya, mejor que mejor.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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