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Críticas ordenadas por:
Los cosacos
Los cosacos (1928)
  • 6,9
    21
  • Estados Unidos George W. Hill, Clarence Brown
  • John Gilbert, Renée Adorée, Ernest Torrence ...
7
"LOS HOMBRES LUCHAN, LAS MUJERES TRABAJAN Y, POR ENCIMA DE TODO, DIOS."
Este proyecto de la MGM, uno de los más costosos de su tiempo, no estuvo exento de problemas. El guión de Frances Marion, basado en una novela de Leon Tolstoi, tuvo que ser rehecho en varias ocasiones, hasta el punto de que, en sus propias palabras, acabó bastante “deshilachado”. Su inicial director, George W. Hill, abandonó la película cansado de las exigencias de Gilbert y su partenaire, quienes pedían mayor peso para sus propios personajes, y el realizador fue sustituido por Clarence Brown, quien, como recordamos, ya había dirigido a Gilbert en “El demonio y la carne" junto a Greta Garbo. La relación sentimental de Gilbert con la Garbo aunque explotada taquilleramente en Love (Anna Karenina) no parecía ser del agrado de un celoso Mayer por lo que la elección de la campesina Maryana recayó sobre Renée Adorée quien había compartido cartel con Gilbert en The Big Parade. Puede decirse que fue un acierto y la química entre los dos constituye uno de los mayores activos de la obra.

La historia narra, a mi modo de ver de forma demasiado esquemática, la vida de un pueblo de cosacos, donde “los hombres guerrean con los vecinos turcos, las mujeres trabajan y donde, por encima de todo, está Dios”. La frase entrecomillada no es de mi autoría, sino que se repite en varias ocasiones en los intertítulos de esta “silent movie”. Es precisamente el hijo del líder de los cosacos quien rompe este simple esquema, dedicándose no a la lucha sino a la vida bucólica y contemplativa, especialmente de una de las jóvenes agricultoras amiga suya desde los años de la infancia. Su rechazo de las ocupaciones varoniles le hace ser blanco de las bromas y pullas de sus convecinos, hombres y mujeres, incluso de su amiga Maryana, quien le reprocha no haber matado a diez turcos.

Las cosas cambiarán y Lukashka (Gilbert) demostrará a su padre, a Maryana y al pueblo entero que es un hombre aguerrido y no un “primavera”. Sin embargo, la cosa se complica y entre batallas y batallas Maryana es pretendida en matrimonio por el hijo del Zar quien se ha fijado en esa pequeña comunidad para unir la sangre real con la de otras etnias. El orgullo y los malos entendidos hacen que Maryana acaba aceptando la proposición de su Majestad Imperial partiendo con él hacia Moscú. Una emboscada turca precipitará un final que no les voy a narrar pero que resulta impactante en algunos momentos por su violencia y efectos, como el derrumbe de una montaña dinamitada por los otomanos. Asimismo resultan muy espectaculares las escenas ecuestres de verdaderos cosacos contratados para la ocasión.

Los acontecimientos del 11-N y la exigencia de un tacto exquisito en estas cuestiones han dificultado la exhibición actual de un film “imperfecto”, ciertamente “deshilachado”, que pretende tocar a la vez demasiados palos: el amor, la guerra, la homosexualidad, la religión, la Rusia zarista, etc. pero que, en su conjunto resulta más que correcto, donde me quedaría especialmente con los ojos de Renée Adorée, la profesionalidad del trabajo de Ernest Torrence (padre de Lukashka y líder cosaco) y donde, John Gilbert, un santo del que no soy devoto, está bastante aceptable.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cuatro jinetes del apocalipsis
Los cuatro jinetes del apocalipsis (1921)
  • 6,7
    226
  • Estados Unidos Rex Ingram
  • Pomeroy Cannon, Josef Swickard, Bridgetta Clark ...
8
VALENTINO Y JUNE MATHIS: TAQUILLA ASEGURADA
Verdaderamente los cuatro jinetes fueron Rex Ingram (director), Rodolfo Valentino (actor), June Mathis (guionista) y Vicente Blasco Ibáñez (autor de la novela). En lugar de la conquista, la guerra, la peste y la muerte que los jinetes voladores dejaban tras de sí, nuestros elegidos cabalgantes dejaron el éxito asegurado de una película cuyos ingresos superaron con creces la disparatada inversión que, para su tiempo, se realizó y que les hace ocupar el sexto puesto entre los films silentes más taquilleros, al lado de “peliculitas” como El nacimiento de una nación, Intolerancia o “Way down east”, todas ellas de un señor que se llamaba D.W.Griffith.

Año 1921. Aunque a algunos les parezca mentira ya existía el cine, y además dejaba sus beneficios. Claro que había que ser osado y jugársela como así hizo June Mathis, guionista y “alma mater” de un proyecto en el que pocos confiaban por las dificultades que entrañaba llevar a la pantalla grande una obra como la del escritor levantino. June Mathis convenció a la Metro para que negociase la compra de los derechos de la novela, adaptó el guión, fue la promotora del fichaje de Ingram para la dirección y de Valentino como actor principal. Y la cosa salió bien. Tan bien que Miss Mathis, de quien se rumoreó una relaciones tanto con Ingram como con Valentino, acabó convirtiéndose en una de las mujeres con más influencia en el Hollywood de su tiempo a la par que primera mujer ejecutiva de la productora. Recordar también que fue guionista de la maravillosa “Greed” (Avaricia) de Erich von Stroheim.

El público era el Cesar y al Cesar había que darle lo que demandaba. Y ahí aparece la figura naciente de Rodolfo Valentino, una especie de gigoló de los salones de baile de la época, al servicio de las damas. Y el tal Rodolfo se nos marca un tango que si bien no figuraba en la historia original de nuestro Vicente Blasco Ibáñez, le queda a la película como anillo al dedo y se convierte, por méritos propios, en uno de los instantes memorables de la historia de un cine, que recién salido del horno ya dejaba momentos para el recuerdo y el disfrute de unas y otras generaciones.

El éxito de audiencia y la recaudación hay que buscarlo más en el excelente, y absorbente, argumento dramático de la historia contada en una novela cuya fuerza y difusión internacional no aseguraba su éxito cinematográfico. Y debo decir que, visto lo visto, el gran activo del film está en la forma como el guión capta a la perfección una historia de realidades duras como la vida misma, con sus amores y desamores, sus encuentros y desengaños, sus luces y sus sombras, sus miedos y sus cobardías… Una serie de circunstancias que se concatenan y que estallan a la par que una Gran Guerra que acaba por poner a cada uno en el sitio que le es propio.

Madariaga, apodado el centauro, es un español emigrado a Argentina que negociando con ovejas acaba convertido en el hombre más rico del país. A su muerte, sus yernos, uno francés y otro alemán, optan por retornar junto a sus familias a sus países de procedencia. Sus iniciales desavenencias acabarán magnificadas por una guerra que asolará Europa. Una buena historia a la que se supo adicionar momentos cinematográficos más que notables y alguno que otro efecto artificioso por mor del guión, pero que encaja a la perfección, seguramente gracias a las notables habilidades de June Mathis.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gribiche, el niño que no tuvo infancia
Gribiche, el niño que no tuvo infancia (1926)
  • Francia Jacques Feyder
  • Jean Forest, Rolla Norman, Françoise Rosay ...
7
EL NIÑO Y LA MILLONARIA EXCÉNTRICA: LO QUE NO PUEDE SER, NO PUEDE SER.
Gribiche es un film de Jacques Feyder calificado de menor. Ha envejecido bien lo cual no es fácil tratándose de una historia muy sentimental y con niño incluido. Gribiche es el niño, hijo de una joven viuda de guerra. Un niño como los demás, destinado a llevar una vida rutinaria y anónima como las demás vidas. Pero no. El destino, caprichoso, pone en su camino el olvidado bolso de una filantrópica millonaria americana. Y el acto noble del muchacho de devolverlo sin aceptar recompensa alguna es premiado en la tómbola del mundo con la adopción por parte de Madame Maranet y la financiación de una educación acorde con la categoría humana del mozalbete, la madre del cual consiente la adopción entre otras razones porque ello le permitirá su matrimonio con el patrón de la fábrica donde trabaja.

Esta es la línea directriz, el esquema interno de una película, cuyo argumento podemos calificar de correcto y su resolución de coherente, pero que consigue captar el interés de los espectadores, especialmente los actuales, por el retrato en movimiento que hace Feyder de la vida en la Francia de los 20, por sus rodajes en exteriores y también por la actuación de Françoise Rosay, esposa y musa de Feyder, en su primera actuación estelar. Luego tendremos ocasión de verla y disfrutarla en otros trabajos de su marido (Pensión Mimosas, La Kermesse heróica) o de otros realizadores franceses (Julien Duvivier, Marcel Carné). Respecto a Jean Forest quien interpreta el papel de Gribiche fue uno de los actores niños más celebrados, trabajando con Feyder en otras dos ocasiones anteriores. En esta ocasión su labor es muy correcta.

El interés por el cine silente, visto cien años después, no está tanto en sus argumentos que se han repetido decenas de veces hasta hoy, sino en la forma como los realizadores trataban de innovar y encontrar cauces de expresión nuevos que permitiesen transmitir las ideas encontrando la complicidad del espectador. Probablemente Gribiche no destaque por innovaciones imaginativas, de ahí la calificación de obra menor, pero tiene aspectos que merecen nuestra atención: Los decorados “art-deco” de la mansión de la millonaria, la filmación de la muchedumbre en los grandes almacenes, la noche, la música, la fiesta, el 14 de Julio…

Se ve con agrado y uno no se arrepiente del tiempo destinado a ella, sino que, bien al contrario, te interesas por la filmografía de uno de los directores más reconocidos universalmente del cine francés.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la fuerza se ama
A la fuerza se ama (1926)
  • 6,8
    53
  • Francia Jean Epstein
  • Sandra Milovanoff, Maurice Schutz, Nino Constantini ...
6
UNA APROXIMACIÓN A LA FOTOGENIA Y LA POÉTICA DE JEAN EPSTEIN
Entre los padres de este arte maravilloso que es el cine encontramos a Jean Epstein, realizador polaco afincado en Francia y que estuvo trabajando junto al mismísimo Auguste Lumière y con quien colaboró nuestro Luis Buñuel muy en sus inicios. Todo esto lo pueden encontrar en la web sin demasiadas dificultades. Ahora bien, lo que quizás no encuentren con tanta facilidad es una crítica de la película Mauprat. Un film menor en su trayectoria, pero con destellos de la poética que identificará sus películas. Las transiciones y los sobreimpresionados contribuyen no solo a crear efectos visuales sino también a narrar la historia de una forma diferente, incluso irreal, haciendo del cine no solo una prolongación del lenguaje fotográfico sinó una arte con voz propia donde cabe la realidad pero también el onirismo y la ficción.

Mauprat recoge una historia contundente sin margen a fantasías. La escisión de una familia francesa en dos ramas, una acomodada y otra delincuente. En su bisectriz, la figura de Bernard de Mauprat, secuestrado de niño por sus tíos y destinado a una vida delictiva en un clan de proscritos y facinerosos, que, azares del destino, libera a su prima Edmée de la fortaleza de los criminales, enamorándose de ella y modificando de manera radical sus costumbres y modus vivendi para ganarse su amor.

Basada en una obra de George Sand, seudónimo de la Baronesa Dudevant y reconocible, para muchos de nosotros por su relación con Chopin en la isla de Mallorca, la película es un reflejo incompleto de la Francia anterior a la revolución francesa con una aristocracia ociosa y muy cuidadosa de las formas y de un pueblo al que apenas se da cancha en el film. El submundo de la Francia pre-revolucionaria parece ser suficiente para enmarcar un argumento de redención por amor y de la infalibilidad de la justicia, castigando al culpable y liberando al inocente injustamente inculpado, argumentos que se han repetido en la historia del cine y de la literatura hasta la saciedad.

Por ello, el verdadero valor de este trabajo de Epstein lo encontramos más en su contribución al desarrollo de nuevas técnicas cinematográficas, a las innovaciones en cuanto a montaje y a las aportaciones fotogénicas y poéticas que caracterizaron a este singular y poco conocido realizador.

En esta ocasión resulta más importante el cómo se cuenta antes que lo que se cuenta.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hojas de parra
Hojas de parra (1926)
  • 5,7
    69
  • Estados Unidos Howard Hawks
  • George O'Brien, Olive Borden, Phyllis Haver ...
8
AN APPLE A DAY KEEPS THE DOCTOR AWAY (PROBANDO NUESTRO MÚSCULO RISORIO)
Pocos serán los que desconozcan a Howard Hawks, director de films como La fiera de mi niña, Hatari, El Dorado o El sueño eterno, entre muchísimos más. Lo que quizás muchos desconozcan son sus películas de la era silente como esta “Hojas de parra”, su segundo largometraje, tras una inicial “El espejo del alma” cuyo relativo fracaso motivó que los productores le aconsejaran otro tipo de cine más acorde con los gustos del público y en definitiva más comercial. Hawks tomó buena nota y no solo cambió dramas por comedias sino que procuró llevar siempre las riendas de los proyectos en los que trabajaba.

Les diré que Hojas de Parra ha conseguido lo que otras comedias más modernas y afamadas no han podido: Hacerme reír, con una risa abierta fruto de un humor original e inteligente. Reconozco que no ha sido a carcajadas, modalidad que se suele dar más en el contexto contagioso de las salas de proyección y que suele responder a gags tan exagerados y previsibles, que los espectadores que tienen a la inteligencia en nómina, acaban dándole la tarde libre. Y no sólo me siento satisfecho por el buen rato pasado con la visión de esta película sino por haber sabido extraer su sutil comicidad a los inter-títulos ¡en inglés!, que uno con el idioma de la Thatcher lleva más enganchadas que ingleses y argentinos por las Malvinas. El fruto del esfuerzo resultó gratificante. La mies fue mucha…

Bien, me queda decirles someramente de qué va esto. Como habrán intuido por el título, la cosa tiene que ver con la prehistoria, pero no una prehistoria normalita sino la prehistoria de la propia prehistoria. Tanto es así, que las noticias del periódico matinal impreso al estilo Flinstone, es decir sobre autóctonas rocas del paleolítico o similar, se refieren a la “Bad Blood between Kain and Abel” y su publicidad viene a ser algo así como “An apple a day keeps the doctor away”. Pongamos que hablamos de Adan y Eva recién expulsados del Paraíso y ganándose las habichuelas como los demás hijos de vecino. Respecto a esto último sería necesaria la prueba de paternidad o releer las teorías darwinianas sobre la especie.

Nuestros primogénitos progenitores, con la serpiente metiendo cizaña, ya discutían sobre gastos domésticos y ropas femeninas, inaugurando Eva, con aquella frase de “No tengo nada que ponerme”, un conflicto universal atemporal que llega hasta la época actual y en especial aquella en que se rueda el film (años 20) con una variante, la serpiente se ha transmutado en la amiga y vecina del piso de enfrente. Por su parte, Adam, de apellido Smith, no es economista sino fontanero y Ana, por peliculero azar, acaba luciendo los vestidos del modisto más reconocido de New York, con el desconocimiento de su marido quien únicamente se dedica a desatascar cañerías. Hasta ahí quiero leer que sinó les quito toda la gracia.

Bien interpretada por George O´Brien (Adam), Olive Borden (Eve) , en los principales papeles, y con Heinie Conklin en un excelente trabajo secundario, “Hojas de Parra” es una buena opción para pasar un rato distendido y comprobar que nuestro músculo risorio sigue funcionando.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Girl and the Oak
The Girl and the Oak (1956)
  • Yugoslavia Kresimir Golik
  • Tamara Miletic, Ljuba Tadic, Miodrag Popovic-Deba ...
8
OJOS PARA VER Y MENTE PARA REFLEXIONAR
La consideración de Golik como uno de los mayores directores croatas, probablemente no esté fundamentada en esta película. A Golik se le reconoce su magnífica mano para la comedia, incluso comparándolo (palabras mayores) con Lubitsch en tanto que La chica y el roble es un drama en toda regla. Pero les confieso que, abierto el gusanillo por su filmografía más reconocida, este film es un excelente escaparate de su buen hacer.

Su fotografía es más que notable y contribuye a crear un paisaje donde la dureza de lo real parece encontrar su hábitat natural entre los esqueléticos árboles y en los impíos roquedales. En un entorno así, solo caben el dolor y las desgracias, el odio y la muerte. El amor con su brevísimo instante de felicidad es el equivalente sentimental a ese roble que sobrevive y crece gracias al cuidado de una niña huérfana que lo riega con el agua que sustrae en secreto de la casa donde la acogieron.

Un mundo rural donde la vida es una continua lucha por sobrevivir. Donde, en los períodos de sequía, las mujeres cargan sobre sus espaldas el agua que nace en lo más abrupto de las rocas. Donde rezan las viejas esperando la muerte mientras la maldad parece señorearse de las cosas. Y en ese mundo, Josip, el hermanastro de la niña adoptada que haciéndose mujer atrae las miradas en ese hermoso juego de la juventud y la belleza. Sin embargo Josip, uno de esos personajes odiosos con que nos perturba el mundo del cine, no se resigna a no ser el elegido por las sonrisas de la muchacha lo que acabará desatando una espiral de violencia y venganza.

Un buen film, duro como la vida misma sino más que merece ser visto con los ojos y reflexionado con la mente.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tumultos
Tumultos (1932)
  • 6,4
    28
  • Francia Robert Siodmak
  • Charles Boyer, Florelle, Clara Tambour ...
7
DOS AMANTES Y UN PRESIDIARIO: TUMULTITUD
De los bajos fondos a caballero galante, esa es, a grandes rasgos, la trayectoria profesional de Charles Boyer. Un actor que, a pesar de no encontrarse entre los que se apiñan en mis cabeceras cinéfilas, siempre lo valoré positivamente especialmente en esa fase inicial suya en que haciéndose un sitio en el negocio adoptaba papeles que aparejaban liderazgos y caracteres nobles aunque del amor propio herido se derramaba a borbotones la violencia. Luego, los tiempos cambiarían y el truhan se nos fue volviendo señor y las damas acabaron reconociéndolo como galán, aun cuando la luz de gas titilase más de lo conveniente es esa obra maestra donde rescata del olvido su vena más maléfica para, junto a la gran Ingrid Bergman conformar una de las películas más inquietantes del siglo XX (Gaslight, George Cukor).

Tumultes de Siodmak encaja perfectamente en esa primera fase de su cine de que les hablaba: Ralph Schwarz (Boyer) un presidiario liberado anticipadamente por buen conducta para regresar junto a su Ania (Florelle) quien “parece” haber aguardado ese momento, pero de quien pronto descubrimos que tiene algunos pecadillos veniales que confesar. Como no está por la labor y le gustan demasiado las fotos, el fotógrafo Gustave Krouchovski y sobre todo la “bonne vie” mantiene el juego con “les deux amants” y así mientras con Ralph se entretiene en partiditas pasionales tipo tute, con Gustave parece arriesgar como si de una timba de póker se tratase.

Y jugando, jugando y con el mazo dando, siendo el mazo, no el montón de la baraja, sino una ventana con vistas al mar donde un poco porque se cae y otro poco porque le empujan se despeña el amante bandido de las fotos picantes. Desconsolada nuestra cantante amiga le busca rápidamente sustituto y a Ralph además de los demonios acaba llevándoselo la policía.

Y es que esas negociaciones entre la mujer primigenia y la serpiente tentadora, debieron crear necesariamente escuela, y esta Ania figura con trazos destacados y cenefas cum-laude en las orlas del colegio de irreprimibles pelanduscas y nuestro Ralph Boyer acaba retornado a su personaje matriz, espécimen de buena persona encarcelada y aislada de un mundo de lobos más falsos que feroces.

Una película de la que Siodmak hizo dos versiones casi a la vez, una alemana con Emil Jannings (Stürme der Leidenschaft ) y esta con Charles Boyer. Sin haber visto la primera, esta puede recomendarse. Descubrirán los blancos y negros origen de su reconocido noir y sus herencias expresionistas. Y conocerán un cineasta que evolucionando desde tres culturas distintas mantuvo muy recta la línea estructural de su cine.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mollenard
Mollenard (1938)
  • 6,0
    34
  • Francia Robert Siodmak
  • Harry Baur, Albert Préjean, Gabrielle Dorziat ...
8
GABRIELLE DORZIAT Vs HARRY BAUR: UN ESCÁNDALO INTERPRETATIVO
Somos muchos los que gracias al gran acerbo cinematográfico que existe en la Red nos hemos apuntado al gremio de los aprendices de brujo, rama críticas cinéfilas, y, tal es mi caso, después de dejar negro sobre blanco más de un millar de comentarios de películas de todas las edades, nacionalidades y géneros me atrevo a decir que las murallas de Jericó de mis ignorancias se han resquebrajado algo (para derribarlas hay que soplar aún más fuerte y en ello estamos).

Y este que les habla, dice, que uno de esos “descubrimientos” hechos en la odisea cinematográfica por los mares del cine francés, ha sido Gabrielle Dorziat. Auténtica dama, curtida en candilejas teatrales que me sedujo en Les parents terribles de Cocteau y me convenció en De Mayerling a Sarajevo de Ophüls, y a quien he vuelto a encontrar en un film previo del alemán Siodmak: Mollenard. Si la actuación de Harry Baur es soberbia la de Dorziat da la réplica perfecta.

Si la película completa hubiese sido el retrato del conflicto matrimonial entre el comandante Mollenard y su esposa, la película podría haber resultado un tanto monótona pero el enfrentamiento en escenarios de dos grandes actores con grandes personalidades, resulta ser un escándalo en el mejor concepto interpretativo del término.

Queda pues recomendado un ciclo dedicado a Gabrielle Dorziat, en donde deberá incluirse esta Mollenard, en la que brilla con luz propia, a pesar del soberbio trabajo de Baur quien da vida a un marino dedicado al transporte de armamento y de paso, y en sus ratos libres, al tráfico en beneficio personal y de su tribulación. Una tripulación que le reverencia y donde destacamos a Albert Préjean como Kerrotret su segundo a bordo, en puerto y en cualquier circunstancia.

La acción tiene lugar en Shangai donde una partida de armas es el motivo de disputa entre el mafioso Bonnerot (Pierre Renoir) y Mollenard, quien rehúsa entregar la mercancía al no recibir el precio acordado. Sus intentos de vender las armas al bando contrario fracasan inicialmente por la intervención de Bonnerot quien no duda en asesinar para conseguir sus propósitos. Sin embargo el comandante es mucho comandante y acabará saliéndose con la suya aunque le costará un incendio en su buque. Rescatados y recibidos como héroes en Dunkerke, su ciudad, Mollenard da muestras de su idiosincrasia y rechaza los festejos ofrecidos por las autoridades y prefiere celebrar su propia fiesta. La obligatoria estancia en Dunkerke aviva el conflicto con su esposa y sus hijos, aleccionados en su contra durante su ausencia. Únicamente la hija parece comprender el verdadero valor de su progenitor. Un valor y unos sentimientos que nos dejarán un final de los que no se olvidan y donde Madame Mollenard juega un papel casi, por darles pistas, a lo Bette Davis en sus “mejores” momentos.

Un film donde se nota la mano de Siodmak, en la más pura tradición de esos claroscuros expresionistas alemanes, anticipo de su buena mano para el cine negro, y que contó con la colaboración de los mejores técnicos del cine francés del momento. Uno de ellos, Eugen Schufttan, nos regala una fotografía de primerísimo nivel. Los decorados, la música y en general, toda la película nos deja una excelente impresión.

Nos sobran los motivos para verla.
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Un lugar tranquilo en el campo
Un lugar tranquilo en el campo (1969)
  • 5,9
    161
  • Italia Elio Petri
  • Franco Nero, Vanessa Redgrave, Georges Géret ...
5
LA FANTASMA QUE TIRA LOS TEJOS A ÉL Y LAS TEJAS A ELLA
“Un lugar tranquilo en el campo” hace presagiar desde bucólicos atradeceres hasta “dejeneurs sur l´herbe” en el más puro estilo Edouard Manet. La obra de Elio Petri parece prometer pero no promete nada de esto. Lo que sonaba a una partida de campo de Jean Renoir o, rizando el rizo, a la levedad de la rodilla de Claire, se nos transformó por arte de bizarras artes esotéricas en aterdeceres rojo sangre, en pesadillas sin Elm Street y en minúsculas habitaciones 237 donde se agazapa la locura, y aunque no es descabellada la comparación con El resplandor, la alfombra roja sigue siendo para Kubrick.

Todo aderezado por un mejunje psicodélico o psicotrópico muy propio de los 60 y un toque Blow Up pero con desmesura en la dosis. Lo que en el film de Antonioni resulta “explicable” desde ciertos ángulos mentales, aquí resulta confuso y supone una agresión incluso a nuestras células grises más liberales y progresistas. Vencidos, acabamos concluyendo que la coctelera de Petri ha acabado desbordada, entre las locuras de su principal protagonista, un afamado pintor de la escuela pictórica del cubazo al óleo (Franco Nero), las ambiciones y dobles juegos de su manager y amante (Vanessa Redgrave) y los motivos inconfesables de una colectividad de respetables miembros de la comunidad que tal parece que todos se beneficiaron a una ninfómana de 17 años que, muerta en trágico accidente de guerra, parece reencarnarse a sus anchas y tirar los tejos al pintor y las tejas a la amante.

En la primera parte de la película, el espectador cree que está viviendo una realidad pero ¡ah! No, el mundo de las pesadillas aparece y desaparece de forma que nunca encontramos un asidero firme en el que sustentarnos o al menos esperar que pase la marea… Cuando se concreta la presencia de un ser ectoplasmático el film gana coherencia, y los motivos del pintor se hacen meridianos: El único cubazo que importa es el de tinta roja porque ese es el color de Wanda, no un pez, sino una fantasma de buen ver. Leonardo Ferri pinta hasta los árboles de rojo por ella, que es una forma de sorber los vientos. Así las cosas, nuestra Vanessa anda mosqueada porque el trabajo de verdad, el que da billetes y comisiones, no avanza, así que, tal parece (y no lo digo muy convencido) urde un plan junto a los accionistas del negocio de exposiciones de cuadros, para que la acechante locura alcance su climax final y deje a nuestro cazafantasmas revoloteando sobre el nido del cuco de un sanatorio mental y cambiando cuadros por chocolatinas y revistas pornos.

Reconozco que en esta última fase me perdí más que Hansel y Gretel en el bosque de la bruja y no es que quiera evitar contar spoilers. Es que no me aclaro… Seguro que sesudos críticos tendrán la piedra filosofal de todo esto. Y quedaré en la evidencia acostumbrada. Esperando todo ello, ahora mismo no se la recomiendo…
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Les vécés étaient fermés de l'interieur
Les vécés étaient fermés de l'interieur (1976)
  • Francia Patrice Leconte
  • Coluche, Jean Rochefort, Roland Dubillard ...
5
¿COMO SE DICE EN FRANCÉS: TIRAR DE LA CADENA?
Los inicios de Patrice Leconte en el mundo del cine no se puede decir que fuesen muy afortunados. Tras graduarse en una escuela de artes cinematográficas y rodar un gran número de cortos que, como el mismo decía, nadie vio, acabó, gracias al conocimiento de Gotlib y de Goscinky, dibujando para la publicación Pilote. Sin embargo, sus ansias de hacer cine concluyeron, en colaboración con el propio Gotlib, con esta “Les vécés étaient fermés de l'intérieur” (traducible como El retrete estaba cerrado por dentro”) donde un comisario y su ayudante desentrañan el asesinato de un expendedor de billetes de tranvía.

En purismo, un policial con ribetes de comedia del absurdo, que resultó un fracaso en las taquillas, a pesar de contar con la colaboración de un actor de prestigio como Jean Rochefort, quien no solo lamentaría toda su vida haber participado en esta película sino que mantuvo una relación más que distante, desde el mismo rodaje, con Patrice Leconte. Distancia que se acortaría, pasados algunos años, desde la madurez de ambos, colaborando juntos en Tandem (1987), Le mari de la coiffeuse (1990) o incluso L´homme du train (2002)

Como reconoció el propio Leconte, en el diseño del film se tuvo claro desde el inicio cuales iban a ser su principio y su final. En medio estaban los problemas. Y del mismo modo como si estuviesen dibujando viñetas de comic, Gotlib y Leconte, compusieron, para que se vayan situando, una especie de historieta ilustrada de Pepe Gotera y Otilio metidos a policías, con menos gracia pero con las libertades de una Francia que, a diferencia de España, había vivido un Mayo del 68 y había mostrado al mundo lo que era una femme :Brigitte Bardot.

El absurdo se apodera así de la película, los muertos se triplican, las vecinitas reciben a los policías en paños muy menores, las prostitutas parecen ser de altura pues ofrecen sus servicios en el Col du Tourmalet u otros collados pasto de bicicletas veraniegas, las camareras bailan el vals en porretas, y nuestros detectives persiguen a todo bicho viviente con tal de hacer tiempo y que llegue un final a lo Poirot donde el flacucho del bigote maravilla por enésima vez a su compañero de tontunas y resuelve el acertijo.

Leconte mejoraría su carrera y tendría posteriormente el reconocimiento popular con películas dignas y de prestigio. Pero los vécés quedaron, como dijeron los críticos, “para tirar de la cadena”.
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Polar
Polar (1984)
  • 5,9
    26
  • Francia Jacques Bral
  • Jean-François Balmer, Sandra Montaigu, Pierre Santini ...
8
POLAR FRANCES POR LOS CUATRO COSTADOS O DONDE JACQUES BRAL NO ES UNA ERRATA
Llamamos polar al film noir producido en Francia. Perdonen, pero en realidad las cosas no son tan simples y esquemáticas. Y esta película, cuyo nombre es “Polar” tal vez sirva para aclararlas algo más.

La característica principal de “Polar” (film) es que trata de desprenderse de las señas de identidad del noir americano. No es la noche su hábitat natural. Los peligros acechan a la luz del día. Y nuestro detective, aún escaso de fondos, sin clientes y con una botella a mano (de vino ecológico presumiblemente) no es un Bogart sui-generis. A nuestro Tarpón le falta ese aire tan propio de los distintos Marlowe que en el noir han sido, de andar de vuelta de casi todo y de haberlas visto de todos los colores. Tarpón, ex policía, retirado del cuerpo por disparar accidentalmente contra un manifestante, es un hombre desencantado a punto de romper la baraja y hacer la maleta cuando el destino y unas tarjetas de publicidad que dejó por los buzones, le ponen frente a un caso, de esos que nos gustan a los aficionados al género, con mafiosos, gente de dinero, prostitutas, amantes, periodistas, evidentemente policías y la chica de turno viviendo amorosa y peligrosamente junto a nuestro Tarpón (por cierto: nombre de pez)

Francés por los cuatro costados, Polar es un film interesante de un director muy bien considerado profesionalmente pero con pocos trabajos en su haber, aunque también realizó labores de producción y ejerció otras disciplinas artísticas como por ejemplo la pintura. A destacar, los diálogos, cáusticos y con un sentido del humor muy propio del país de Voltaire. También la linealidad de un argumento que, como todo noir que se precie, se enrevesa lo justo para que no nos perdamos.

Adecuado Jean-François Balmer en su rol de Eugène Tarpón, un individuo casi anodino y que parece incapaz de hacerle daño a una mosca pero que saca arrestos y oficio cuando hace falta. Buena labor también para Sandra Montaigu como Charlotte, compañera de piso de Louise, muchacha de vida ligera asesinada, presunta culpable y en busca y captura. Su rostro respingón y ese aire de no sorprenderse de nada favorecen un personaje hijo de la ciudad y sus submundos. Mención también para el polifacético Roland Dubillard como el periodista que acaba ayudando a Tarpón en su trabajo.

Un buen film para conocer a Jacques Bral (y no confundirlo con el cantante, con errata)
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las aventuras de Arsenio Lupin
Las aventuras de Arsenio Lupin (1957)
  • 6,7
    124
  • Francia Jacques Becker
  • Robert Lamoureux, Liselotte Pulver, O.E. Hasse ...
7
REFRESCANTE Y CON BURBUJAS, PERO PREFERIMOS EL CHAMPAN (TRUFFAUT)
Refiriéndose a este film de Jacques Becker decía Truffaut: “Arsene Lupin es como una botella de agua mineral, refresca y tiene burbujas, pero preferimos el champán”. El maestro lo es y lo demuestra con frases como esta, y uno no tiene más remedio que asentir, no solo por la magistralidad sino por la convicción de la opinión compartida.

Y ello, reconociendo que Becker es uno de mis directores franceses preferidos. La Evasión (Le trou) o París, bajos fondos (Casque D´Or) han dejado una huella indeleble en mi retina cinéfila. Los amantes de Montparnasse (Montparnasse,19) donde retrata la bohemia de Modigliani, es un film más que notable. Suma y sigue…, pero “Arsene Lupin” se queda en correcto y eso, para el más francés de los directores franceses (en palabras de Goddard) es insuficiente a todas luces.

Calificar una película como simplemente entretenida equivale, muchas veces, a situarla dentro de la mediocridad que acompaña al pelotón de los torpes. Lamentaría, en esta ocasión, que mi crítica causase este efecto. Arsene Lupin resulta entretenida en el buen y ajustado sentido de la palabra. Sin otras connotaciones negativas. Pasamos un buen rato, preferiblemente en la tarde del sábado, pero hasta ahí. Sin más. La flojera del guión, que no de las novelas de Maurice Leblanc, y un Becker en tono menor al que nos tiene acostumbrado hacen el resto.

El film es el resultado de la simple adición de tres aventuras con la referencia común de Lupin, gentleman por fortuna y ladrón por vocación. Claramente la tercera, con el Kaiser Guillermo II como protagonista, destaca sobre la línea más o menos plana de las otras dos. El robo de unos cuadros y, posteriormente, de unas joyas son el preludio de una historia donde el reto a la habilidad del ladrón sube de tono. La interpretación de O. E.Hasse como el emperador, unos soberbios paisajes con su epicentro en el castillo de Koenigsbourg que fue causa de que el rodaje en exteriores se postergase hasta después de la temporada turística y la capacidad seductora de Liselotte Pulver, son argumentos más que válidos en un tercer reto a la sagacidad de Lupin que resuelve con habilidad y con la admiración de nosotros, espectadores de lujo, que, gracias al sprint final, acabamos decantando la balanza del film hacia un aprobado, en la cartilla de calificaciones cinéfilas.
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alias John Preston
Alias John Preston (1955)
  • 5,1
    22
  • Reino Unido David MacDonald
  • Betta St. John, Alexander Knox, Christopher Lee ...
6
PESADILLAS TE DA LA VIDA (Versión remast. de La Vida es sueño)
La experiencia americana de David MacDonald y sus trabajos con De Mille pudieron servir para abrirle puertas en su regreso a Inglaterra pero, por lo visto en este film, no le garantizaron un escaño en la congregación de interesantes cineastas británicos. “Alias John Preston” es una producción irregular y mediocre a pesar de contar con dos excelentes actores: Un novel Christopher Lee y un experimentado Alexander Knox.

Ambos actores cumplen y van sobrados, pero la película no alcanza la talla suficiente y aunque, por momentos, parece anticipar momentos de interés, se incumplen las expectativas creadas y nuestro paladar acaba con un regusto insatisfecho y amargo. La llegada de John Preston a la localidad de Deanbridge con el banquero sorbiendo los vientos por su cuenta corriente suscita más interrogantes de los que resuelve. Sea porque conocemos la trayectoria de Christopher Lee o porque se nos figura extraño que un acaudalado extranjero asiente sus reales en un lugar donde el compromiso de una muchacha o el robo de un ternero son noticias de portada de la prensa local, el caso es que nos las prometemos felices con un argumento cuando menos misterioso. En calidad de mecenas, la negativa de Preston a secundar la incorporación de un psiquiatra al hospital local confirma nuestras sospechas de que hay gato encerrado.

La referencia a la psiquiatría parece acercarnos al cine de terror, género en el que, sin ninguna duda, encuadramos a Lee. Sin embargo ¡craso error! La trama va derivando hacia un conflicto amoroso, donde Preston se acaba llevando la mejor parte consiguiendo los favores de la belleza local (Sally, hija del banquero), papel interpretado por una Betta St. John que, aparte de un rostro agraciado, no ofrece mucho mas, entre otros motivos porque el papel no lo necesita.

La película inicia así un periodo “decadente” entre celos de amor, preparativos de boda y alguna que otra sospecha del oscuro pasado del capitalista Mr. Preston. Una fase de la que no acaba de despertar del todo, aunque debemos reconocer que el giro final con ese conflicto donde la vida y el sueño se entrelazan hasta hacer necesaria la ayuda del profesional rechazado (el psicoanalista: Alexander Knox) da algo de vidilla, al asunto, por lo demás demasiado predecible en sus líneas básicas.

Sin contarles nada más por aquello de no desvelar el escaso interés que, tras todo ello, pueda quedar y, reconociendo una pequeña sorpresa final que mejora nuestro último regusto, dejo a ustedes la opción de si enfrentarse o no al toro desbravado que resulta ser el film. Claro que, si son “coleccionistas” cinéfilos de traumas mentales, pueden encontrar en él, valores que a los profanos se nos ocultan.
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El ídolo viviente
El ídolo viviente (1957)
  • 4,8
    23
  • Estados Unidos René Cardona, Albert Lewin
  • Steve Forrest, Liliane Montevecchi, James Robertson Justice ...
6
DUDANDO ENTRE TOMAR APUNTES O SEGUIR COMIENDO PALOMITAS
Ahora que somos espectadores de la mayor barbarie cometida por la especie humana tal cual es la destrucción del patrimonio de la humanidad en nombre de un Dios que seguro contempla con dolor lo que está pasando, encontrarse, siquiera sea en la ficción de una película, explorando las ruinas mayas de Uxmal y Chichen Itza, en Yucatán, es todo un lujazo. Para mí, el inicio del film, con la ascensión de 62 estrechísimos escalones, es un momento mágico y prometedor que augura emociones intensas. Sin embargo las promesas se diluyeron como azucarillos en el café.

Podríamos afirmar que la erudición mató al gato. Y si les gustan los mensajes con segundas o terceras lecturas, intuirán sin demasiado esfuerzo que el lindo gatito se nos transformó en un jaguar con ambiciones intelectuales. Y así la afirmación del clásico Platón de que “el alma habita muchos cuerpos” se ejemplariza tanto en lo referido al dios de los indígenas mexicanos anteriores a Malinche (que era como llamaban a Cortés) como en Juanita, un nuevo cuerpo para una alma muy vieja cuya corporal habitación fue salvajemente sacrificada al dios Jaguar.

Ciertamente el argumento, muy en la línea La mujer pantera, es interesante. Pero el cine, de forma similar a los dioses, tiene sus rituales y sus formas. Las técnicas cinematográficas muestran a los espectadores, con mayor o menor claridad, una serie de hechos para que, por ellos mismos, descubran y asimilen la verdad que en ellos se esconde. O la mentira, que haberla háila… Pero la ficción no debería ocupar el terreno reservado a los estudios universitarios, tratados científicos o documentadas conferencias sobre la materia. Y reconociendo el nivel cultural de Albert Lewin, un director con pocas películas en su haber pero con un gran bagaje intelectual en todas ellas, creo que su opción por un cine pseudo documental resulta comercialmente fallida. Claro que de aquí a film de culto, va un paso y tal vez por ello, algunos críticos hablen muy positivamente de este trabajo. Doctores tiene la iglesia de los Lumière y esto no es más que una opinión garabateada.

Entre la aventura y la lección de atavismos antropológicos y sacrificios sangrientos, espectadores como yo acabamos desubicados y tras averiguar si esto es o no el Canal Historia, dudamos entre tomar apuntes o seguir con las palomitas.
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La mujer invisible
La mujer invisible (1940)
  • 5,0
    112
  • Estados Unidos A. Edward Sutherland
  • Virginia Bruce, John Barrymore, John Howard ...
5
EL PROFESOR BACTERIO (SIN IBAÑEZ)
En la evolución de géneros como el de terror se fue pasando de unos, generalmente buenos, trabajos originales, a unas segundas partes exigidas por las audiencias y convenientes taquilleramente, para irse decantando, en una in-extremis explotación de la leche que da la vaca, al género bufo cuando no a infumables producciones serie B, C o casi siempre Z, solo aptas para mentes en estado catatónico irreversible. Así que, como el que no se conforma es porque no quiere, haremos un gesto de buena voluntad y rescataremos de la inquisidora pira de celuloides a esta ”Invisible Woman” por una serie de razones que, consideradas individualmente, no conseguirían absolverla de sus pecados, pero que en conjunto, y con cierta generosidad por nuestra parte, lo hacen.

Una de tales razones es la presencia de John Barrymore, una estrella del firmamento de Hollywood cuya luz en trance de extinción era aún suficiente para interesar a propios y extraños. Con una memoria que no pasaba por su mejor momento y auxiliándose en notitas que distribuía convenientemente por el set de rodaje, Barrymore recrea con éxito su personaje de científico loco, un tanto a lo profesor Bacterio sin Ibáñez.

Los efectos especiales, cuya calidad fue valorada por la Academia, también son notables. Evidentemente, vistos en el contexto de su tiempo, y reconociendo que eran mejorables.

Del resto de interpretaciones destaca la de George, el mayordomo, (Charles Ruggles) aunque sus exageradas gesticulaciones derivan demasiado el film hacia una screwball alocada muy distante de aquellas que dieron fama al género (recordemos La fiera de mi niña). También la asistenta (Margaret Hamilton: La bruja de El Mago de Oz) demuestra buen hacer y conocimiento del oficio.

En el lado malo de la balanza, la colección de gángsters comandados por un llorón Homolka, la ridícula escena de la liberación de los cautivos en México, y en general ese tono de película de El Gordo y El Flaco pero sin Stan ni Oli y por supuesto sin su inconfundible música.

Y apunto igualmente como crítica ese tono vodevilesco que planea sobre la película en la medida que a la protagonista, una agraciada rubia que desea la invisibilidad para vengarse de un despótico jefe, se la supone moviéndose a sus anchas como su madre la trajo al mundo. Ese toque deshabillé no explotado en la versión masculina supone un recurso fácil a la risa aunque apoyarse en este tipo de elementos tan socorridos pone en evidencia la limitada imaginación de los guionistas.

En resumen y contando con que tuvo una aceptable acogida en su tiempo (por el público no así por la crítica) y por aquello de que el pueblo es sabio, la salvamos de las brasas playeras y sanjuaneras de esta noche de verano.
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El último coche de caballos de Berlín
El último coche de caballos de Berlín (1926)
  • Alemania Carl Boese
  • Lupu Pick, Hedwig Wangel, Maly Delschaft ...
7
EL COCHERO QUE ENVEJECIÓ ANTES
La evolución de la sociedad ha sido una constante desde que existe el mundo. En determinados períodos históricos los cambios fueron de tal naturaleza que significaron un antes y un después en la existencia de la humanidad. La agricultura, el fuego o la rueda fueron innovaciones que modificaron la vida del hombre sobre el planeta. En la edad moderna, la electricidad o el motor de explosión fueron determinantes de los grandes cambios del siglo XX. Y es de todos conocida la trascendencia de la informática en la vida actual. Y aunque jugando un poco a brujos seamos capaces de anticipar el futuro, seguro que se situará por encima de nuestras previsiones más afortunadas.

Películas como El último coche de caballos de Berlín se hace testigo de un mundo que desaparece y otro que nace al ruido de los motores. Y en ese tránsito, la historia de un hombre, conductor del último simón de la ciudad germana, incapaz de adaptarse a las nuevas tecnologías. Su apego a una sociedad que se extingue le arrastra a la depresión y al conflicto con su propia familia. Un yerno taxista y un hijo que también se inicia en el nuevo oficio resulta demasiado duro de asimilar y nuestro cochero acaba francamente desquiciado por una situación que le supera.

Ciertamente existe un gran paralelismo con “El último”, la película de Murnau, donde lo que se extingue no es el viejo oficio de conductor de coche de caballos sino el de ampuloso portero de hotel, protector de damas sin paraguas y mozo de carga y descarga venido a menos, al que ni los años ni las fuerzas perdonan. No son films comparables en muchos aspectos pero tienen una idea común: La pérdida de asideros individuales en un mundo que se escurre entre los dedos y que no espera a nadie. En un mundo tan cambiante el hombre envejece mucho antes. Esta es la filosófica conclusión para un film sencillo, entretenido y fácilmente digerible.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Italian
The Italian (1915)
  • 6,8
    29
  • Estados Unidos Reginald Barker, Thomas H. Ince
  • George Beban, Clara Williams, Leo Willis ...
8
BUSCANDO EL LAMBRUSCO LEJOS DE LA EMILIA
A través de la historia contenida en The italian, somos espectadores privilegiados de un tiempo donde los hijos de la mamma Italia debían buscarse las lentejas y el lambrusco lejos de la Emilia, especialmente en la nueva tierra de promisión que eran los EEUU. Beppos y Corleones desembarcaban en los docks de Nueva York con una mano atrás y otra delante. Y Dios proveerá… Y la Maddonna proveía, y se fueron instalando ellos y sus familias.

Ya lo dijo Calderón, que los sueños sueños son y el americano no iba a ser una excepción y aunque hubiesen Corleones que acabaran con palacetes, emporios, yates de lujo y caballos, muchos Beppos siguieron soñando como quijotes en sueños imposibles. Y esta es la historia de El italiano, la de un sueño del cual se despierta base de miseria, de moscas, de un calor inhumano y de niños enfermos. La de una vida que te devuelve a la realidad a base de bofetadas, incluso en la ciudad donde todos los sueños son posibles.

Beppo, “un gondolieri innamorato” emigra a los Estados Unidos tratando de conseguir el dinero necesario para asegurarse un futuro y ofrecérselo a su novia quien, en Italia, es pretendida por un adinerado comerciante. El “boss” del barrio, tratando de ganarse el voto italiano, le ofrece a Beppo, por su colaboración, el dinero que precisa para costear su pasaje. Una vez casados e integrados en ese guetto de inmigrantes germen de una América futura, la vida, como casi siempre, pisotea los sueños incluso los menos exigentes.

Una película de 1915 provoca rechazos salvo en cinéfilos empedernidos. Recomendarla parece una broma, pero en la medida que está localizable y completa en YouTube me animo a hacerlo. Su director y guionista Thomas H. Ince fue un personaje bastante controvertido con un misterioso y prematuro final. Y además, por muchas de sus imágenes, es constatable que Coppola la tuvo muy presente en el diseño de El Padrino. Por otra parte está considerada una de las primeras películas que trataron el género de los gangsters. Alicientes suficientes para verla.
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Regeneration
Regeneration (1915)
  • 6,7
    144
  • Estados Unidos Raoul Walsh
  • Anna Q. Nilsson, Rockcliffe Fellowes, James A. Marcus ...
8
ANNA Q. NILSSON: UNA SUECA EN NUEVA YORK
La sueca era una auténtica belleza y, hasta en blanco y negro y con una calidad deplorable en la copia de este film visionada por mi, su hermosura no pasa desapercibida. Es verdad que en este siglo 21 los cánones estéticos de las mujeres son muy distintos pero la belleza fue y será siempre.

Y es cierto que el hiperrealismo del film, centrado en los barrios suburbiales de Nueva York no parece el entorno más adecuado para lucir palmito. Y como efectivamente así es, nuestra Anna Q.Nilsson se marca una intepretación notable como chica de la high society newyorkina reconvertida en trabajadora social en labores de enseñanza y mejora de una sociedad ignorante y cuyo único futuro está en la delincuencia.

Se considera Regeneration como una de las primeras películas del cine de gangsters. Claro que, quienes esperen Padrinos, Al Capones, Scarfaces, Marcianos o similares, acabarán un tanto desconcertados. En lugar del lujo y la ostentación que acompañan al poder encontramos sucios cuartuchos en miserables edificios, ruinosas construcciones, niños abandonados, hombres desocupados jugando a las cartas y bebiendo cerveza en balde, prostitutas, garitos, borrachos y de ese detritus social surge una delincuencia naciente que se va estructurando en los gangs, germen de una mafia local, con orígenes irlandeses, precursora de la irrupción de la mafia italiana.

El tono evangelizador de la película, donde la regeneración de uno de sus líderes es el verdadero leiv motiv no impide que, como sustentando la trama principal, se muestre la vida real en aquellos años y en barrios marginales donde el sueño americano era más sueño que en ningún otro sitio.

La historia de Owen, un muchacho huerfano, acogido por una familia que lo explota y maltrata encuentra sus raices autobiográficas en el libro "My Mamie Rose: The story of my regeneration" de Owen Frawley Kildare. Su vida de delincuente callejero es redimida gracias al amor de Marie Deering (Anna Q. Nilsson), una vertiente regeneradora que será desarrollada posteriormente en el género, y que en 1915 resultaba tan novedosa como el propio género gangsteril. La mano de un Walsh cuya experiencia cinematográfica previa al lado de Griffith resultó inestimable, se percibe en cada fotograma de esta película felizmente recuperada para quienes amamos el cine.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Huérfanos en Budapest
Huérfanos en Budapest (1933)
  • 6,6
    26
  • Estados Unidos Rowland V. Lee
  • Loretta Young, Gene Raymond, O.P. Heggie ...
8
UNA FUSIÓN DE NATURALEZAS VIVAS
El zoo de Budapest se inauguró en 1866 y es uno de los parques zoológicos más antiguos del mundo. Sin embargo, la película se rodó en EEUU y Jesse L. Lasky, en su primera producción para la Fox alquiló 311 animales de distintas especies. La fotografía, excelente, corrió a cargo de Lee Garmes quien había trabajado con Josef Von Sternberg en producciones de los años 30 (Fatalidad, El expreso de Shanghai, Marruecos). El exotismo de las películas mencionadas se traslada, gracias a Garmes, al espacio más reducido de un zoológico que pretende ser el de Budapest y ciertamente nos suscita bastantes dudas, especialmente si nuestros itinerarios turísticos no han transitado por la capital húngara.

La película hay que verla en claves poéticas. Solo así se puede disfrutar de una historia en la que por momentos perdemos el sentido de la realidad y tal nos parece estar viendo a Adán y Eva en el Paraíso. El film es una fusión de naturalezas vivas: Los animales, la vegetación y dos seres humanos que huyen pero que al mismo tiempo se encuentran. Todo lo que gira en torno a ello, contribuye a dar cuerpo y densidad argumental a una historia básica y simple como es la del amor entre dos seres humanos. Pero aún siendo accesorio, los acontecimientos y circunstancias que rodean el eje principal tienen un valor intrínseco notable.

Sin descubrirles nada, les diré que aunque los años 30 parezcan estar en límites del tiempo donde no alcanza nuestra imaginación, ya se hacía, en obras como esta, una defensa de los animales y una condena de su exterminio para obtener pieles con que rodear el cuerpo de las damas de una sociedad sin conciencia y en el contexto de una legislación permisiva. Estamos pues ante una película pionera en la que a través de la figura de Zani (Gene Raymond) se transmite el amor a los animales y se nos hace partícipes de su belleza en un estado que si bien no es natural, por sus dimensiones se le asemeja bastante.

Notable resulta también la atención prestada por el doctor jefe del zoo a sus inquilinos. Y así lo vemos curando a un antílope y dando tratamiento a un mono con problemas respiratorios. Son aspectos de la vida que parece fluir de una muchedumbre de visitantes que circulan entre el tráfico de elefantes amaestrados, trenecitos de pequeños animales, vendedores de peces para las focas… y donde los niños desean ser transportados a lomos del paquidermo.

Entre todos estos visitantes, un niño que soñando con este viaje prodigioso en las alturas del animal se resiste a abandonar el zoo y una joven que escapa del control de las celadoras del orfanato y nuestro amigo Zani, huérfano también que no conoce más mundo que el Zoo de Budapest.

Eva que así se llama la joven está interpretada por una jovencísima Loretta Young, en un papel donde sus ojos resultan más expresivos que sus palabras. Zani y Eva. La noche cayendo sobre el zoo, La magia sobre Budapest.
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La sombra de Frankenstein
La sombra de Frankenstein (1939)
  • 6,3
    686
  • Estados Unidos Rowland V. Lee
  • Basil Rathbone, Boris Karloff, Bela Lugosi ...
7
DRACULA Y FRANKENSTEIN: PELIGROSAMENTE JUNTOS
En estos tiempos donde la juventud ya no pide paso sino que se ha adelantado claramente y la veteranía y sus grados está siendo (injustamente) relegada al baúl de los recuerdos comentar una película como “El hijo de Frankenstein” puede sonar a antropología del pleistoceno y causar la risa de generaciones nacidas al sol de Tarantino y otros cineastas de última generación. Pero el cine clásico está ahí. Y somos muchos los que preferimos entrar vía flashback en aquellas salas de sesiones dobles y disfrutar de trabajos artesanales obra de ·chalados con sus locos cacharros al hombro” y presupuestos muchísimo más limitados que los actuales.
El hijo de Frankenstein es la tercera película de la saga, tras Frankenstein y La novia de Frankenstein, ambas de James Whale, llegó esta tercera secuela dirigida por Rowland V. Lee, un director al que vengo últimamente dedicando un tiempo en absoluto perdido. Previamente se concretó la idea de sesiones dobles con la proyección de Frankenstein y Drácula, los monstruos del momento, con resultados taquilleros aceptables. Surgió así la idea de una nueva película con la participación de Karloff y Lugosi, actores identificados con sus terroríficos personajes, pero en lugar de optar por una historia donde el vampiro se enfrentara al monstruoso engendro de retales humanos se decide hacerlos algo así como amigos para siempre. De esta forma, Ygor (Lugosi), el ladrón de cadáveres milagrosamente vivo tras su sumaria condena a la horca se ha venido sirviendo de su amigo, digamos Franky, para ajusticiar a quienes le condenaron. La llegada al castillo del Dr. Wolf Frankenstein (Rathbone), descendiente del desacreditado científico sirve para, por decirlo de algún modo, cargar de nuevo las pilas de la criatura, mediante rayos cósmicos de alto voltaje, de tal modo que Ygor consigue terminar con el exterminio, uno tras otro, de todos los miembros del jurado que le condenaron. Y es que, como en aquel estribillo infantil, de aquellos hombres sin piedad “…solo quedaban dos…” Y no era cuestión de dejar las cosas a medias.
La tercera película de la saga Frankenstein no tiene la calidad de las dos anteriores, pero considero que tiene valores muy a tener en cuenta. Por un lado la actuación de Bela Lugosi, entre las mejores de su carrera. La categoría como actores de Karloff y Rathbone. Los decorados: En un estilo expresionista alemán con toques dalinianos que no pasa desapercibido. Ciertamente, a ello puede contraponerse un cierto estancamiento de la historia que no consigue encontrar soluciones originales y recurre a tópicos más o menos gastados: El asalto de los campesinos o la presencia de un niño con la intención de suavizar la escasez de sentimientos del monstruo. El final previsible y un tanto circense es más contabilizable en el debe que en el haber.
Las referencias cruzadas con “El jovencito Frankenstein” de Brooks o la caracterización de Lionel Atwill como inspector aportan un toque ciertamente distendido (no me atrevería a decir cómico) que le sienta bien al film.
Si no buscamos perfecciones nos sobrarán los motivos para verla.
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