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El lobo de mar
El lobo de mar (1941)
  • 7,0
    862
  • Estados Unidos Michael Curtiz
  • Edward G. Robinson, Ida Lupino, John Garfield ...
8
NIEBLA SOBRE LAS AGUAS Y SOBRE LAS ALMAS
Ando indeciso entre calificar el film como película de aventuras con tintes psicológicos o a la inversa. La calificación “en vivo y en directo” y dentro del contexto internacional vigente en el año de su estreno hubiese resaltado el carácter dictatorial de su personaje principal, el Lobo Larsen, y establecido semejanzas y comparaciones con políticos megalómanos. Hoy el efecto “historia” ha menguado considerablemente pero aun así resulta evidente el conflicto psicológico de un personaje que, siguiendo el pensamiento de Milton en El Paraíso Perdido, prefiere ser señor de los infiernos a súbdito del Cielo, y con el que Jack London pretendía atacar la filosofía del superhombre de Friedrich Nietzsche.

The Sea Wolf es una de las varias adaptaciones cinematográficas de la novela de Jack London y, según cuentan, la mejor. Sin establecer escalafones les aseguro que se trata de un muy bien film de visión obligada, y a ser posible con repetición, para valorar mejor tanto el excelente trabajo fotográfico de Sol Polito, uno de esos genios a revisar, como las actuaciones de Edward G. Robinson y John Garfield. El guión de Robert Rossen (El Político) difumina, respecto al libro, el personaje de Van Weyden (Alexander Knox) y en la misma medida engrandece el de Larsen (Edward G. Robinson) y su repertorio de gestos, muecas y ademanes varios, dejándolo a muy poca distancia de aquel Capitán Bligh de la Bounty interpretado por Charles Laughton.

Junto a E.G.Robinson un John Gardfield a quien, por lo visto y oído a otros colegas de críticas, estoy empezando a poner en su sitio y de quien me han recomendado expresamente Body and Soul. Punto y aparte para los buenos trabajos de Barry Fitzgerald y Gene Lockhart, magistral el primero y sobrecogedor el segundo. El punto femenino lo pone Ida Lupino en un papel que aun viniéndole bordado no le concede demasiadas posibilidades interpretativas.

Curioso microcosmos humano similar al de Náufragos de Hitchcock, con el lobo Larsen aullando sobre el puente de mando del Ghost, genio y figura hasta el naufragio. El conflicto interior de un hombre capaz de leer El origen de las especies, Las obras de Edgard Allan Poe o El Paraíso Perdido al tiempo que destila todo su sadismo sobre la tripulación a su mando. Nieblas sobre las aguas y también sobre las almas. Las dos magníficamente recreadas.
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16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Barbarella
Barbarella (1967)
  • 5,2
    5.015
  • Francia Roger Vadim
  • Jane Fonda, John Phillip Law, Marcel Marceau ...
5
ANÁLISIS DEL POLVO TERRÁQUEO VERSUS EL POLVO SIDERAL
Comentar Barbarella de Roger Vadim y hacerlo además en un tiempo relativamente razonable es sumamente complicado. Barbarella film es uno de los diferentes aspectos de un fenómeno que nace en el comic y en la Francia de los 60. El personaje creado por Jean Claude Forest en 1962 alcanzó celebridad en las páginas de V-Magazine aunque su traspaso al cine de la mano de Dino di Laurentis y Roger Vadim no cumplió las expectativas previstas y su rentabilidad fue mas bien escasa. De ahí a convertirse en un personaje y una película de culto tan solo medió en un paso. Y lo del culto llegó a extremos tales que di Laurentis ha vuelto con el paso de los años a perseverar en el intento de aprovechar un cierto caché mítico de la marca Barbarella para, de la mano de Robert Luketic (tras el abandono del proyecto por parte de Robert Rodríguez), lograr de segundas lo que no se consiguió de primeras.

Hasta aquí el, digamos, contexto, pero no solo de contextos viven los cinéfilos. Tiene que haber chicha y a ser posible limoná. Y este es el problema, Houston, que sobra chicha y falta limoná. Barbarella es como el 007 del espacio, en permanente lucha contra el mal. ¿Sus armas? Paz y amor, hermanos, especialmente amor en forma de polvo sideral. Y ni Jane Fonda esconde un pecho ni Vadim esconde la cámara que si Dios creó la mujer, él se basta para crear mitos eróticos en los 60.

Pero de limoná, ná. El trasunto consiste en la búsqueda de científico loco Durand Durand y su rayo positrónico, una especie de profesor Bacterio pero a la francesa. Eso sí, los “disfraces” de Jane Fonda hacen olvidar con facilidad a nuestro hispánico Mortadelo y hasta son capaces de determinar el sexo de los ángeles.

Película insignia del género fanta-erótico que conviene verla sabiendo lo que uno se va a encontrar. De esta manera el desencanto será menor. Asistirán así a una muestra de cine lisérgico-colorista, a la idea germinal del grupo Duran Duran, a las deshabillés “in gravitatorias” de Jane Fonda, y acabarán concluyendo, igual que los personajes de la ficción, que el polvo terráqueo tiene más sustancia que el sideral.
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bestias de la ciudad
Bestias de la ciudad (1957)
  • 6,4
    225
  • Estados Unidos Vincent Sherman, Robert Aldrich
  • Lee J. Cobb, Kerwin Mathews, Gia Scala ...
6
UN FILM TAN INTERESANTE COMO MEDIOCRE
Encuadrar Bestias de la ciudad en el género del cine negro resulta un tanto traído por los pelos. Las voces en off, el B/W o la violencia, siendo elementos definidores del noir, no justifican por si mismas esta calificación. Por su argumento puede incluirse más bien dentro de un cine de denuncia social de las condiciones de trabajo y de la explotación laboral.

En una línea similar a La ley del silencio, contando también con la presencia de Lee J. Cobb, y cambiando el sector de la estibación portuaria por el textil, la película es un retrato, algo idealista, del enfrentamiento entre un sindicalismo naciente y unos empresarios agarrados férreamente a sus márgenes de beneficios. Y en el paisaje de este retrato las mafias a sueldo al servicio del capital.

Lee J. Cobb es un empresario del sector de la moda radicalmente contrario al sindicalismo laboral. El regreso de su hijo de Europa con la pretensión de trabajar en el negocio paterno coincide con una crisis de violencia laboral. Los diferentes puntos de vista de padre e hijo determinarán los acontecimientos subsiguientes.

Dirigida por Vincent Sherman con una pequeña participación de Robert Aldrich, la cinta no saca demasiado partido a un tema socialmente interesante. Es probable que el entorno de restricciones y censuras del momento en que se rueda - Código Hays y macarthismo tardío - condicione el film hasta el punto de desaprovechar las oportunidades que ofrecía el guión. Algunas escenas capitales quedan “en off” por miedo a una apología de la violencia y eso lastra sobremanera el film. El toque moralista es asimismo el propio de la época.

La presencia de Richard Boone y del gran Lee J. Cobb, en otro de sus típicos papeles “bravucones” eleva, aunque no demasiado la nota de un film interesante pero mediocre. Como curiosidad, la presencia de una Gia Scala, tan hermosa como aficionada a la botella. Cuentan algunas crónicas que tal afición condicionó el final de la película, evidentemente acelerado, como si les hubiese entrado prisa. ¿Se acabó el dinero o las botellas? That,s the question.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Camino del sur
Camino del sur (1978)
  • 5,5
    723
  • Estados Unidos Jack Nicholson
  • Jack Nicholson, Mary Steenburgen, Danny DeVito ...
7
NICHOLSON CARTOON
Nicholson en su tinta. Una tinta algo mas moderada que en El resplandor, Las brujas de Eastwick o Batman, pero tinta sui-generis al fin y a la postre. En ella está la personalidad del film. Sin ella el western hubiese sido uno más, pero ese Henry Moon (Nicholson) al estilo “cartoon” “Sam ¿Qué hay de nuevo, viejo?” es el principal activo de un film donde hizo su debut, triunfal por cierto, Mary Steenburgen, con nominación al Globo de Oro incluida, por su actuación, y donde Danny deVito, John Belushi o Christopher Lloyd, especialmente éste último tienen actuaciones interesantes.

Como habrán supuesto no estamos ante un western al uso. Un bandido al que el caballo deja tirado en plena huida y que es apresado cuando está celebrando su traspaso de la frontera mexicana es el inicio de algo prometedor. Una especie de ley de ultimas voluntades que permite eludir la horca a cambio de un si quiero”, es una buena continuación. La banda tipo hermanos Dalton es todo un poema. La anciana que fallece victima de las efusividades presuntamente amorosas del tal Moon, otra perla. Y, hablando de perlas, las de algunos diálogos son dignas de los mejores Marx. Las referencias a las latas de albaricoques (como pensamiento, digamos pseudo erótico) o aquello de:

-“ Tengo tanta hambre que me comería un perro entero”
-“ Voy a mirar si tenemos alguno congelado en la cocina”

son excelentes momentos de un film con un tono cómico mas que notable y al que el español Nestor Almendros da ese toque fotográfico tan personal como inigualable.

Sin embargo, a esos buenos momentos le siguen otros mucho más anodinos, lentos y sobre todo, previsibles, lo cual disminuye la nota del conjunto. Incluso, los demasiado suspicaces, que los hay, pueden llegar a resumirlo todo en la eterna lucha de sexos o como llevarse a la pareja a la cama.

En resumen, de todo hay en la viña del Señor, o en la mina, que viene a ser lo mismo. En este caso las uvas no son de la ira, sino de la suerte. ¡Que se lo digan a Henry Moon encapuchado y con la soga al cuello!
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Venus era mujer
Venus era mujer (1948)
  • 5,9
    787
  • Estados Unidos William A. Seiter
  • Robert Walker, Ava Gardner, Dick Haymes ...
7
AVA GARDNER CON CLÁMIDE (SABANITAS, PARA LOS AMIGOS)
Cuentan las crónicas que la película se inspiró en un exitoso musical de Broadway dirigido por Elia Kazan y protagonizado por Mary Martin. Siguen contando que la tal Mary Martin era una cantante excelente, al punto que por A touch of Venus recibió el Donaldson Award y el New York Film Critics Circle Award en el año 1943. El éxito llegó al punto que la gran Mary Pickford quiso producir la versión cinematográfica del musical, esperando contar con Mary Martin para el papel de Venus pero, ah amigo, la futura Venus estaba embarazada y una estatua en estado de gestación no hubiese resultado apropiado. Por ello, Miss Pickford vendió los derechos a la Universal quien sacó adelante el proyecto con algunos cambios.

Así Ava Gardner reemplazó a Mary Martin, y del mismo modo, Frank Sinatra, Clifton Webb y Bert Lahr, quienes figuraban en el proyecto Pickford, fueron sustituidos por Robert Walker, Dick Haymes y Eve Arden, entre otros. Por su parte los dieciséis números musicales del original de Broadway, compuestos por Kurt Weill, se quedan en dos, y como supondrán Miss Gardner debe ser doblada por Eilenn Wilson, "uncredited". Hasta aquí, un breve resumen de lo que cuentan las crónicas.

Yo únicamente puedo contarles lo que veo. Y donde se ponga Ava Gardner que se quiten todas las Mary Martin del mundo, con todo mi respeto, que esto no es cuestión de faltarle a nadie pero Ava era una diosa en cuerpo, lo del alma no viene al caso, y si hay que doblarla se la dobla pero el papel es suyo. Un papel de diosa del amor vestida con sabanitas (clámide para los más cultos) tiene un nombre propio y es el del animal más bello del mundo: Ava Gardner.

Lo de Robert Walker ya es otra cosa. No lo hace mal el caballero pero la imagen de aquel Bruno de "Extraños en un tren" es demasiado alargada y parece mantenernos en vilo a ver cuando nos va a proponer el asesinato perfecto. Y del resto del reparto coincido con la generalidad de espectadores en que Eve Arden está magistral en su papel de secretaria reclamando a gritos unas rodillas de jefe donde sentarse.

Los números musicales son tan escasos que no podría afirmarse con contundencia que "Venus era mujer" sea un musical. Pero las dos canciones de Kurt Weill elegidas, "Speak Low" y "Thats him" son un acierto.

Resumiendo, una película entretenida, muy veraniega y a la que no le vienen mal las palomitas. Eso sí, no se me atraganten que Ava es una mujer de doble impacto y muerte súbita y no Van Damme.
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16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por quién doblan las campanas
Por quién doblan las campanas (1943)
  • 6,3
    3.248
  • Estados Unidos Sam Wood
  • Gary Cooper, Ingrid Bergman, Akim Tamiroff ...
8
UNA DISECCION DE LOS SURCOS DEL ALMA HISPANA
Película para reflexiones, especialmente si nos movemos por esta piel de toro de nuestras entretelas. Película de las dos Españas pero con tanques en lugar de panderetas y rapados al cero en vez de sacristías. Y en el lugar del poeta: Hemingway, recordándonos que las campanas doblan por todos nosotros, los que estaban y ya no están, los que no estaban pero siguen estando.

Cinematográficamente no estamos ante la película perfecta. La imaginería hispana siempre fue difícil de imitar. Los rostros que curte el sol no son sustituibles por capas de ceniciento maquillaje. La belleza de nuestras mujeres no se ajusta a cánones nórdicos. Nuestros gitanos no son tanto de Hungría como de esos “Somorrostros” que parieron a Carmen Amaya. Pero el film es un retrato en sepia, deformado para unos, incompleto para otros… Para mí, un pedazo de historia tan imposible de enterrar como de desenterrar.

Aquí se habla de cine e Ingrid Bergman es cine, más juventud, más belleza, más buen hacer. ¿Qué decir de Gary Cooper? La Bergman lo eclipsa y se lo come con papas y ello no desmerece su categoría como actor, todo lo contrario, lo que sucede es que Ingrid era mucha Ingrid. Si a eso le añadimos actores geniales del fuste de Joseph Calleja, Akim Tamiroff y en especial de Katina Paxinou (a punto de comerse a la sueca), pues estamos ante un buen trabajo de Sam Wood, donde la estrategia militar, voladura de puente incluida, es la escusa para un relato no oficial de un momento histórico-político reciente así como para la disección profunda de ese alma hispana con más surcos que los que el arado deja en la tierra.

Visualmente hermosa, con esos paisajes montañosos nevados y esos cielos de azul espectacular, la película consigue buenos momentos de notable tensión, en especial en sus escenas finales. Algo (bastante) excesiva en metraje, quizás por la complejidad de nuestra condición, la película no dejará indiferente a nadie, lo cual es absolutamente positivo. La historia de nuestro siglo XX quedó marcada por esa lucha fratricida y se puede contar la verdad desde cualquier orilla de la contienda. Esta no es más que una versión, parcial como todas, por naturaleza, que pone a prueba nuestra madurez como españoles que siguen adelante pero aprendiendo del pasado. En eso y no en otra cosa, consiste la modernidad.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La torre de los ambiciosos
La torre de los ambiciosos (1954)
  • 6,7
    722
  • Estados Unidos Robert Wise
  • William Holden, June Allyson, Barbara Stanwyck ...
6
LOS OJOS DE BARBARA STANWYCK LLENANDO LA PANTALLA
Los ojos de Barbara Stanwyck llenando por completo la pantalla. Como música de fondo, el discurso "romántico-idealista-país multicolor" de William Holden. Este es la síntesis de un film que prometía tiburones despedazándose y se quedó en plácidas abejas Maya bajo el sol. Porque, miren ustedes, sin adelantar desenlaces, la cosa no es creíble. El mundo empresarial si por algo se caracterizó en el siglo XX fue por su culto al dinero, al beneficio a la rentabilidad de los accionistas. O sea que Fredric March es el único que parece tener los pies en el planeta Tierra, mal que nos pese y aunque sea el malo de la película.

¿Que los muebles quedan perfectos para la foto del muestrario y nada más? Ya lo dijo Quevedo, poderoso caballero es Don Dinero. ¿Que la pata de la mesa está desatada y quebrada? Din Don Din Don es Don es Don Dinero. Lo del cliente siempre tiene razón es un invento moderno, un mal necesario para seguir atesorando beneficios pero sin perder el norte. ¿O es que se piensan que la crisis actual surge para proteger al sufrido ciudadano, fiel cliente de las empresas de toda la vida? Mas bien al contrario, son las especulaciones financieras de quienes tienen dinero y quieren más todavía, las que pisotean la economía mundial. Todo eso ya lo saben ustedes.

Si no han visto la película tal vez desconozcan que Robert Wise contó con un plantel de actores excelentes: Paul Douglas, June Allyson, Fredric March, Shelley Winters, Walter Pidgeon, Nina Foch (excelente), Louis Calhern, William Holden y mi admiradísima Barbara Stanwyck, y si la película mantiene un nivel medianamente digno es gracias a ellos. Tampoco hay que infravalorar su inicio, cercano al cine negro o determinados aspectos concretos como el desarrollo de las votaciones con su carga de tensiones y motivaciones ocultas. Y para serles, absolutamente sinceros, en ciertas fases del film llegué a buscar puntos de coincidencia con aquella maravilla de Frizt Lang que se llamó Mientras Nueva York Duerme.

Puro espejismo. Al final, la película que rondaba por mi cabeza era La locura del dólar del maestro Frank Capra. Su propuesta optimista para una sociedad americana en crisis me pareció muchísimo más ortodoxa y ajustada a los cánones económicos que esta La torre de los ambiciosos. Capra levantaba los ánimos a un país en bancarrota. Wise levanta a los espectadores de los asientos canturreando..."la abeja Maya bajo el sol"...
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5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coraza negra
Coraza negra (1954)
  • 6,2
    947
  • Estados Unidos Rudolph Maté
  • Tony Curtis, Janet Leigh, David Farrar ...
7
CUANDO SALÍAMOS DEL CINE BLANDIENDO IMAGINARIAS ESPADAS
El acento de Tony Curtis ha suscitado cierto debate en ambientes anglófilos, al resultar más apropiado en territorio Bronx que para una película sobre el medioevo anglosajón. Evidentemente, quienes solo dominamos el inglés si es pequeño y se deja y hemos visto la película en versión doblada debemos mantenernos al margen de la cuestión y valorar el film por otros aspectos.

Estamos ante un film de aventuras, subgénero gestas, torneos y caballeros medievales, que tuvo allá por los 50 un cierto boom con películas como Ivanhoe (Richard Thorpe, 1952), Los caballeros del Rey Arturo (Richard Thorpe, 1953) o El Príncipe Valiente (Henry Hathaway, 1954). Cine de evasión que en algunos casos se sustentaba sobre obras literarias de prestigio, tal era el caso de las novelas de Sir Walter Scott y que, apoyado en el Technicolor y en un Cinemascope naciente, se hizo con el favor del público. Muchos de aquellos muchachos que salían del cine jugando a espadas, hoy ciertamente sostendrán un juicio muy distinto y hablarán de previsibilidades y de poca consistencia en algunas fases del film, y hasta es probable que duden de la idoneidad para el papel de aquel Tony Curtis que entonces les pareció el mejor de los actores en su rol de paladín defensor del honor de la estirpe de los Falworth.

Como en casi todo, en el término medio se suele mover la verdad. Así la película resulta entretenida, Janet Leigh luce espléndida como Lady Anne y Barbara Rush da vida a Meg la hermana "sosita" de Miles (Tony Curtis) en un papel que no se contemplaba en la obra original de Howard Pile (Men of Iron) donde era la madre de Miles quien compartía aventura. A destacar la presencia del Herbert Marshall como Conde de Mackworth.

Películas como Ivanhoe, La túnica sagrada o El halcón y la flecha supusieron el pistoletazo de re-salida a un género aventurero que dormía un tanto desde aquellos clásicos inolvidables de los 30 tipo Robin Hood. Al carro de las taquillas y del interés de los espectadores por las hazañas históricas se apuntaron otras productoras como en este caso, donde la Universal trató de aprovechar las reconocidas habilidades fotográficas de Maté para explotar al máximo las posibilidades que ofrecía el Technicolor.

Seguramente aquellos muchachos que salían de las salas de cine blandiendo imaginarias espadas hoy sonreirán condescendientes, pero así es la vida y así es el cine.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hombre invisible
El hombre invisible (1933)
  • 7,2
    5.614
  • Estados Unidos James Whale
  • Claude Rains, Gloria Stuart, William Harrigan ...
8
EL SECRETO ESTÁ EN LA VOZ
El secreto está en la voz. Esta y no otra es la explicación de la gran valoración de un actor novel (en el cine americano) como Claude Rains quien, por su invisibilidad, no chupa demasiada cámara. Eso sí, su "golden sinister voice" fue su principal valedor ante James Whale quien, desde el principio, jugó la baza de Rains frente a un Boris Karloff excesivamente costoso para la productora. Les digo todo esto para que no cometan el mismo error que yo cometí, es decir, ver la versión doblada. Avisados quedan.

Sin el plato fuerte de la voz siniestra e intelectual de Claude Rains, mis oídos se centraron en los gritos de Una O,Connor magistral y mis ojos en la hermosa presencia de Gloria Stuart, actriz que reverdeció laureles en Titanic como recordarán, mientras que mi interés se prendía en una historia, donde se mezcla la comedia, negra por supuesto, con el terror de unos personajes que Whale acerca al espectador en una oferta de cotidianeidad. Por supuesto que en este estilo Whale no falta ni sangre ni truenos, elementos imprescindibles en una película de terror que se precie, pero sus criaturas suscitan la curiosidad del espectador no exenta de cierta ternura.

Es sabido que el film está basado en una obra de H.G. Wells. Los puristas aducen diferencias sustanciales entre film y novela. Por ejemplo, la inclusión de una trama amorosa es una de las licencias cinematográficas. Por otra parte, el propio Wells declaró que la película había convertido a un científico brillante en un lunático y esa licencia no podía perdonarla. Whale replicó que para la audiencia solo un perturbado podría querer volverse invisible. Controversias aparte, la película ha quedado como una de las obras maestras del género y James Whale fue recompensado con una Mención Especial en el Festival de Venecia de 1934 por su labor. Por su parte The New York Times incluyó al film entre los diez mejores de 1933.

Lo que sí merece mención, y muy especial, son los efectos especiales. El "mago" John P. Fulton mediante una técnica de fondos negros, precursora de tecnologías más actuales como la pantalla azul, consigue efectos prácticamente perfectos absolutamente innovadores.

En resumen, una película imprescindible por muchos motivos y en la que, a pesar de sus discrepancias, H.G.Wells alabó la espléndida actuación de Una O,Connor
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17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinuhé, el egipcio
Sinuhé, el egipcio (1954)
  • 6,4
    2.464
  • Estados Unidos Michael Curtiz
  • Jean Simmons, Victor Mature, Edmund Purdom ...
7
UN VIAJE SIN ORTODOXIAS AL EGIPTO DE LOS DIOSES Y LOS FARAONES
Películas como esta se prestan al debate ¿Cine o Canal Historia?. Puede ser un tema de discusión difícil pero interesante. Quienes vean en el cine puro entretenimiento, probablemente sean tolerantes con las inexactitudes históricas, mientras que aquellos que, por encima de todo, vean en él un medio para acercar al pueblo la cultura defenderán a capa y espada la ortodoxia. En mi opinión el punto de equilibrio dista lo mismo de los extremos. ¿Perogrullo? Si, pero es cierto. Entre lo contenido en los papiros originales de donde Mika Waltari concibió su novela y lo que podría contar Mel Brooks sobre la loca historia del antiguo Egipto, puede situarse, con un cierto consenso, esta película.

Lo único que no me acaba de cuadrar es lo de Victor Mature como faraón "suplente". Probablemente a causa de sus múltiples papelitos de romano su imagen siempre parece estar más cercana al Coliseo que a la Esfinge. No obstante pecaríamos de injustos si valorásemos todo su trabajo durante dos horas de película únicamente por las escenas finales. Mature da vida al mejor amigo de Sinuhe, un soldado ambicioso que, casualidades de los dioses, consigue alcanzar el rango de comandante en jefe de la guardia del Faraón mientras que Sinuhé sigue tratando de ejercer la medicina en favor de los pobres aun contando con la amistad del Faraón.

Apartando las inexactitudes históricas que, haberlas háilas y los habituales toques moralistas cristianos tan propios del género histórico made in Hollywood, la película resulta coherente con esos conceptos primarios conocidos acerca de la vida en el Antiguo Egipto. Temas tales como la momificación, la vida tras la muerte, el ejercicio de la medicina, las castas sacerdotales o el conflicto poli-monoteísmo están presentes y aunque su ubicación temporal sea desacertada configuran un escenario atrayente para el espectador.

Se rueda en Cinemascope y Leon Shamroy resulta nominado al Oscar por su fotografía en color, sin embargo su elevado presupuesto no consigue ser equilibrado por el "box-ofice" y sus decorados se reutilizan en la superproducción de Cecil B. de Mille, Los diez mandamientos. La elección de los actores tampoco resultó fácil. Marlon Brando estuvo contratado hasta el último momento para interpretar a Sinuhé pero se retiró del proyecto argumentando problemas de salud cuando en realidad ni le gustaba el guión ni la presencia de Bella Darvi, amiguita de Leonard. Se barajaron nombres como Farley Granger pero al final se optó por un quasi desconocido Edmund Purdom quien venía de prestado de la MGM. No obstante, no debemos sacar conclusiones erróneas, las interpretaciones son dignas, destacando, a mi juicio, Jean Simmons, Peter Ustinov, Michael Wilding y el propio Purdom. La codiciosa seducción de Bella Darvi es también otro activo a considerar.

En resumen, absténganse quienes busquen fidelidades espacio-temporales. El resto, viajen al Egipto de los Dioses y los Faraones y disfruten de una historia bien contada...
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24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tierra de pasión
Tierra de pasión (1932)
  • 6,9
    414
  • Estados Unidos Victor Fleming
  • Clark Gable, Jean Harlow, Gene Raymond ...
7
HOT CHA-CHA CONTRA LA DEPRESIÓN
Red Dust es sobre todo una película Pre-Code. ¿Que significa esto?. Se trata de un film realizado en años anteriores a la efectividad del Código Hays (Julio 1934) que estableció líneas de conducta moral para un cine que, con la llegada del sonoro y especialmente durante la gran depresión se había refugiado para sobrevivir financieramente en temáticas tales como "blood and guts" (sangre y tripas) o "hot cha-cha", en traducción libre, ritmos exóticos calientes.

En este contexto, Jean Harlow, máximo exponente de la seducción vive al lado y además nos hace reír, es la vamp (pero menos) idónea, cercana al espectador pero con la frescura suficiente para "hot cha-cha" a un regimiento. Clark Gable es un sinvergüenza y mujeriego que intenta dárselas de duro pero que, si las faldas se levantan más de lo socialmente aceptable, pierde el oremus y si las faldas se resisten también. Y por último Mary Astor es la resistencia (no francesa) pero que se muere de ganas por arremangarse sugerentemente bajo la "rain" monzónica.

Prostitución, adulterio, y los principios éticos y morales en remojo tropical, es el activo de un film donde Indonesia, el caucho y su proceso de elaboración son la excusa para amoralidades varias que distraían a la audiencias "liberales", que las otras empezaban a pirrarse por Shirley Temple.

Red Dust es el antecedente de otro film mítico: Mogambo de John Ford con Ava Gardner, Grace Kelly y el propio Clark Gable. Cambiando escenario (la acción se desarrolla en África) y pecado (en España el adulterio se tornó incesto) el "menàge" revivió en el 53, con un código Hays vigente, aunque "nominalmente" mas que otra cosa.

Como curiosidades: La película se rueda fundamentalmente en estudios, hirviendo agua en tetera y empapando la frente de los actores para conseguir el efecto sudor tropical. Las polillas se sueltan antes de cada rodaje, etc. Además, por aquellas fechas se suicida Paul Bern el esposo de Jean Harlow en circunstancias poco claras (se barajan temas financieros, de impotencia sexual o incluso de una madre excesivamente dominante). El caso es que a la MGM le interesaba no perjudicar la carrera de su estrella y echó la suficiente tierra para ocultar el asunto.

5 años más tarde moría Jean Harlow. La leyenda estaba servida y desde entonces, la mansión fantasmal, cuentan los "cuartos milenios", ha sido objeto de fenómenos paranormales, ya saben, gritos y susurros pero sin Bergman.
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26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejad paso al mañana
Dejad paso al mañana (1937)
  • 8,0
    3.123
  • Estados Unidos Leo McCarey
  • Victor Moore, Beulah Bondi, Fay Bainter ...
10
UN ELECTROSHOCK A NUESTRAS SENSIBILIDADES DORMIDAS
Si después de ver esta película no debe usted hacer muecas extrañas para contener alguna lágrima que otra, le sugiero chequee sus constantes vitales y si es posible un análisis que certifique que el líquido que corre por sus venas es rojo y contiene hematíes y estas cosas. Ah, y no lo considere ningún deshonor ni sinónimo alguno de debilidad o poca hombría, si es usted varón, que torres más altas han caído.

Dejad paso al mañana, independientemente de sus valores artísticos que los tiene, es un retrato a escala natural de la vida. Un retrato en el que salimos todos representados, unos son el mañana y otros los que deben dejarle paso. Cada cual encajamos en un rol, pero no hay que confiarse porque el rol que juguemos en el presente será, mutis mutandi, distinto al rol futuro. Y la unión entre evolución personal y visionado del film desemboca en esa lágrima que nos incomoda, en ese pensamiento que vuela hasta el reloj de nuestros años e incluso, si tenemos la suerte de compartir la vida con otra persona a la que amamos, en requerir su presencia solo porque deseamos verla. Los que hoy son el mañana seguro verán sensiblerías en este comentario mientras los que ya empezamos a dejar paso, vemos sentimientos. Así ha sido desde que el mundo es mundo y así seguirá siendo.

Por descontado que estamos ante una película más que recomendable, imprescindible. Con dos actuaciones espectaculares en su realismo, Victor Moore Y Beulah Bondi, con uno de los secundarios de oro del cine de todos los tiempos Thomas Mitchell, con un guión solido (Viña Delmar) con frases que te zigzaguean el alma o lo que tengamos dentro: “Cuando tienes 70, la máxima diversión consiste en fingir que no te importa enfrentarte a los hechos... ¿te importaría que siguiera fingiendo?” y en la que, con un presupuesto limitado donde abundan los interiores, Leo McCarey cambia de pareja. Y así los Stan Laurel y Oliver Hardy se vuelven Bark y Lucy Cooper, igualmente entrañables pero sustancialmente diferentes. La comicidad se vuelve trascendencia y el directo al corazón está lanzado.

McCarey al recibir el Oscar al mejor director por La pícara puritana dijo “Gracias, pero me dieron el premio por la película equivocada”. En la misma línea estaban John Ford o Jean Renoir, fans incondicionales de esta gran película. Para Orson Welles era la película más triste que nunca hubiese visto, “hace llorar hasta las piedras”.

Aunque lo melodramático y lo trascendental no sean su fuerte, no dejen de ver esta auténtica obra maestra. Si les deja demasiado “tocados” recupérense con algunos films cortos de El gordo y el flaco. La risa es necesaria en nuestra vida pero aplicar un electroshock a nuestras sensibilidades dormidas, también.
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19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran combate
El gran combate (1964)
  • 7,2
    2.626
  • Estados Unidos John Ford
  • Richard Widmark, Carroll Baker, Karl Malden ...
8
UNA CÁMARA EN LUGAR DEL GLOBO RETINIANO
Sí. Ya lo sé. Las localizaciones son erróneas. Los cheyennes, cuentan las crónicas, estaban confinados en Oklahoma y no debían atravesar Monumental Valley (Utah) para regresar a sus tierras. Pero, Monumental Valley es una hermosura como escenario. ¿La fotografía en color de William H. Clotter nominada al Oscar? Cantado. Y de no haber sido por Cukor y su My Fair Lady, que era mucho toro que lidiar, premio seguro. Porque al buen hacer de Clotter se le unía ese ojo mágico de John Ford que aún con 69 años entre sus párpados tenía una cámara en lugar del globo retiniano.

Si esto fuese un documental del Canal Historia pues me indignaría muchísimo estos cambios de entorno, pero cuando de un western y del genio Ford se trata, lo agradezco y me maravillo ante ese plano, o secuencia, o como se llame, de los militares lanzados al galope sobre las arenas desérticas y bajo un sol de justicia. Yo lo llamo: Belleza plástica.

Y puestos a hablar de justicia, chapeau por Ford quien, con el exilio de los Cheyenne, revindicó la figura de todos los indios. Y si esa reivindicación pasaba por deteriorar la imagen del hombre blanco, pues no pasa nada. El público es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que en todos los tiempos hubieron canallas de todos los colores de piel. Por lo general, en cine, los asesinos impíos y detestables son los pieles rojas, pero Ford, por eso (y otras cosas) era un maestro, puso su cámara en el extremo opuesto.

Excelente Richard Widmark. Discrepo de quienes lo comparan con John Wayne, aunque no dejo de reconocer que es una comparación inevitable. Bien Carroll Baker. Respecto a James Stewart resulta curiosa su presencia. Junto a otros dos grandes: John Carradine y Arthur Kennedy ocupan lo que podría denominarse el intermedio del film. O sea que Ford no dejaba ni a los caballeros acercarse al aseo ni a las damas a la toilette.

No es una obra perfecta. Tiene sus gazapillos, digámoslo así. Por ejemplo ¿Cómo pudieron encerrar a medio centenar de indios en barracones cerrados a cal y canto sin registrarles previamente y quitarles las armas? Se lo perdonamos porque es Ford y porque la película es maravillosa con momentos notables. Esa estoica formación inicial de los indios con su jefe a punto de desplomarse es una secuencia mágica de un cine mágico, el de un John Ford que mimaba cada plano con la meticulosidad de un orfebre.

En una ocasión tuvo al personal preparado y de pie durante más de tres horas esperando que la longitud de las sombras fuese la adecuada. Y es que la genialidad no es un don que se reparte caprichosamente al primero que pasa por ahí. No. La genialidad hay que currársela.
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24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
El hidalgo de los mares
El hidalgo de los mares (1951)
  • 7,2
    2.896
  • Estados Unidos Raoul Walsh
  • Gregory Peck, Virginia Mayo, Robert Beatty ...
8
RAOUL WALSH A SUS 64 AÑOS EN LA CUMBRE DEL MUNDO CINEMATOGRÁFICO
Raoul Walsh dirige con acierto esta película de aventuras, sobre Horatio Hornblower, héroe de una saga novelística sobre la marina británica en las guerras napoleónicas, escrita por Cecil Scott Forester. El propio Forester intervino en la elaboración de un guión que conjuga batallas navales, duelos de capa y espada y un romance central, pues según Walsh :”En todas mis películas la historia gira siempre alrededor de las escenas de amor”.

Y el romance Gregory Peck – Virginia Mayo es el eje del film, tanto, que en el guión se fusionaron distintas novelas para conseguir que la aventura nunca abandonase el romance. Esta sensación de historias "cosidas" queda patente cuando en Portsmouth, la pareja debe separarse para desconsuelo de los aficionados a los "happy ends". Pero no. Una nueva aventura y nuevas dosis de caprichoso azar y “tutti contenti”. No se confundan, la película es muy buena, las batallas navales son de lo mejor que he visto en cine, incluso y a pesar de los 53 años de diferencia entre una y otra, superior a Command and Conquer (basada en otro personaje novelesco, Jack Aubrey), pero el añadido se percibe con claridad, incluso para quienes desconocíamos la saga de Mr. Forester.

Y aquí, trompetas, clarines, fanfarrias y todo lo demás para Gregory Peck. No afirmo que sea su mejor papel. Discutiría entre su capitán Ahab (Moby Dick) y Atticus Finch (Matar a un ruiseñor). Pero si hay un artista al que el traje marinero le venga como anillo al dedo ese es Peck. No solo por la percha, sino porque, como los toreros, templa y manda. Cuando reprende a un oficial por infringir azotes a un marinero, sin apenas palabras, el espectador sabe con quién se juega los cuartos. Su fiero caparazón no es tal y a lo largo de la película se irá resquebrajando, a lo que no será ajena Lady Bárbara Wellesley (Virgina Mayo). Vemos a un miembro de la tripulación sorprendido de que el capitán recuerde su nombre, al propio capitán azorado por las palabras de Bárbara y otros muchos detalles donde el león pierde su fiereza. En esta mezcla de picaresca y solemnes seriedades Peck se mueve como pez en el agua, nunca mejor dicho.

La elección de Virginia Mayo tuvo ciertas críticas pero el resultado es excelente. No aporta la pomposidad de la nobleza que, probablemente, otras actrices hubiesen aportado pero da lo que se espera de ella, naturalidad y simpatía a los ojos del público, sin lo que no puede imaginarse una historia amorosa que cale en el espectador.

Curiosos los tipismos. Los españoles representados por un impresentable dictador que se apoda El supremo. El término galáctico no se había acuñado aún. Los franceses en su rol de perdedores tampoco salen bien parados. Los ingleses, evidentemente los buenos de la película.

Con una fotografía excelente de Guy Green (Oscar por Great Expectations de David Lean) y unas maquetaciones y efectos de batallas, increíbles, Raoul Walsh a sus 64 años volvía a demostrar que estaba en la cima del mundo cinematográfico.
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30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lutero
Lutero (2003)
  • 6,0
    4.415
  • Alemania Eric Till
  • Joseph Fiennes, Jonathan Firth, Alfred Molina ...
7
PARCELITAS EN EL CIELO A PRECIO DE OFERTA
Uno de los hechos con más trascendencia en la historia de la vieja Europa como fue la aparición del protestantismo, guerras de religión incluidas, ¿puede explicarse o, siquiera compendiarse, en una película de 121 minutos?. Si a esto responden que no, podemos empezar a valorar la película en lo que es, una película interesante sobre un tema histórico singular pero parcial por naturaleza y con aspectos imposibles de tratar con la profundidad que exige el tema.

Dicho esto, procedo a calificar la película de interesante en los fondos y buena en las formas. Interesante, porque es una forma de acercar a los espectadores de hoy la realidad de una sociedad donde los poderosos buscaban el apoyo de la Iglesia Romana y donde la Iglesia Romana se enriquecía gracias a esos poderosos y al conveniente embrutecimiento y aborregamiento del pueblo llano e inculto. Ese es el terreno abonado donde Lutero siembra su semilla de rebelión contra esos montajes papales que a base de bulas e indulgencias venden parcelitas en el Cielo.

Ni siquiera desde fanatismos integrales puede discutirse el apego de las altas instancias eclesiásticas del medioevo a las riquezas terrenales. Con el voto de pobreza debajo del ladrillo, los Pontífices eran ricos guerreros cuya principal preocupación era mantener su status y a tales efectos se protegían de Tribunales inquisitoriales a los que llamaban santos. Combatían la herejía, y herejía era oponerse a sus manejos terrenales.

Ahora bien, con la santidad de la Iglesia romana en entredicho, tampoco me acabo de creer una figura de Lutero como aquí se nos representa. Al Luther del film solo le falta la canonización y si rebuscásemos en voluminosos tratados tal vez descubriésemos que nones, que era un antisemita declarado entre otras virtudes no muy confesables. O sea que el film tiene bastante de propagandístico, circunstancia que no se niega dado que en los créditos iniciales se declara la participación de una sociedad para el, digamos, fomento luterano.
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Pasando a las formas, la ambientación, los trajes, los decorados, los palacios y hasta la miseria están excelentemente representados. Sir Peter Ustinov nos ofrece una interpretación del elector a la altura de sus mejores trabajos, y si no fuese porque la Inquisición ronda cerca diría que nos trae recuerdos de su excelente Nerón. Sin embargo, Joseph Fiennes, me resulta demasiado blandito y acaramelado por momentos para un personaje que puso patas arriba todo un sistema.

En resumen, una película necesaria para entender ciertas cosas pero que ha de degustarse como las bebidas alcohólicas, con prudencia y buen juicio.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La muerte tenía un precio
La muerte tenía un precio (1965)
  • 8,0
    36.729
  • Italia Sergio Leone
  • Clint Eastwood, Lee Van Cleef, Gian Maria Volonté ...
9
ALMERÍA: ESE PERFIL IRREPETIBLE ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO
Mis críticas cinematográficas suelen ser poco académicas. Hablo de cine desde la marca indeleble o volátil que las películas dejan en mi, sin importarme demasiado si los presupuestos son A, B o Z o si las calificaciones previas de los verdaderos expertos han resultado favorables o no al film en cuestión.

Afincado en Almería desde hace muchos años es inevitable que en este comentario los sentimientos se mezclen en mayor medida. Y junto a los sentimientos, el conocimiento de una tierra hermosa en sus contrastes. Y ese Desierto de Tabernas retando a un duelo al sol a cualquier desierto norteamericano era inevitable que acabase siendo el impagable escenario de un western, espagueti por su director, pero almeriense de pura cepa por su paisaje, donde la belleza de sus puestas de sol consigue refrescar las gargantas secas de los viajeros curiosos que se acercan a sus mini Hollywood y a sus poblados Leone.

Dicho esto (nobleza obliga) afirmo que La muerte tenía un precio es un western excepcional de un director que engarza la historia en los gestos y en las miradas, en los dilatados silencios y en las palabras justas. Un western donde el mero hecho de encender una cerilla significa toda una declaración de intenciones, donde el carillón de dos relojes nos relata la historia de una venganza. Por último, un western donde las palabras sobran, porque no hacen falta, porque somos listos y lo entendemos todo y especialmente porque sin palabras se escucha mejor una de las mejores bandas sonoras de todos los tiempos. Ennio Morricone. Chapeau.

La conjunción Leone-Morricone nos depara uno de los momentos cumbres del cine. Las actuaciones de Lee Van Cleef, Clint Eastwood y Gian María Volonté, también. Almería pone ese perfil irrepetible entre la tierra y el cielo ... Y la historia, desde su simplicidad nos regala un final inolvidable, de esos que, sin darte cuenta te dejan en el filo del sillón y con la espalda recta.
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14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
A propósito de Niza (C)
A propósito de Niza (1930)
CortometrajeDocumental
  • 7,2
    1.752
  • Francia Jean Vigo
  • Documental
8
UN REBELDE CON CAUSA. UN GENIO EN POTENCIA
La Iglesia tiene doctores y videntes. Jean Vigo con dos films y un par de seudo documentales está considerado uno de los pilares de la cinematografía europea. Y no digo que no fuese un realizador excelente con trabajos maestros pero le faltaron nuevas obras a las que el inevitable juicio del tiempo hubiese dado y quitado razones. Su vida se segó lamentablemente a una edad temprana como consecuencia de la tuberculosis, esa enfermedad tan aficionada a crear mitos. Y Vigo, sin duda, es un mito.

La muerte crea mitos pero no solo ella. La rebeldía, el individualismo y la locura también los crean, y Vigo era un rebelde con causa marcado por el asesinato de su padre en prisión y por las ideas anarquistas familiares. Su primer corto: A propos de Nice es una crítica del capitalismo y de la burguesía disfrazada de documental. Desde su inicio y por algunos momentos lo parece. Las vistas aéreas, la gente paseando, los casinos, la playa, todo parece clásico, aséptico y convencional, pero no, cuando nos confiamos y creemos ser viajeros de la máquina del tiempo de H. G. Wells observando la placidez del sueño descabezado por señores endomingados al sol del Mediterráneo, Vigo parece decirnos "A la merde" (el seudónimo de su padre como escritor fue Miguel Almereyda, anagrama de " y a de la merde") y empiezan las callejas, los desocupados, los cielos estrechados entre balcones de ropa tendida, los gatos entre la basura, los riachuelos de orines...

Y en una especie de éxtasis surrealista, Vigo se rodea de simbología fálica, edificios, chimeneas, paraguas y nos introduce en un mundo donde la belleza se convierte en ordinariez, donde las miradas buscan ese hueco que queda entre piernas cruzadas, donde las faldas carnavaleras se levantan mas de lo conveniente con un telón de fondo de lápidas y figuras mortuorias. Niza dejó de ser Niza. Niza es algo así como una dantesca comedia donde el paraíso y el infierno se comunican sin apenas purgatorios.

No me entiendan mal. Jean Vigo era un genio en potencia desde el primer fotograma de A propos de Nice. Solo afirmo que le faltó tiempo...
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53 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al este de Java
Al este de Java (1969)
  • 5,4
    570
  • Estados Unidos Bernard L. Kowalski
  • Maximilian Schell, Diane Baker, Brian Keith ...
6
EL GRUPITO TRAPISONDA O COMO DARLE LA VUELTA AL MAPA
Lo de Krakatoa al Este de Java tiene fácil arreglo. Se coge el mapa, se la da la vuelta convenientemente y ya la tenemos al Oeste como debe ser. Corregir lo demás resulta algo más peliagudo y difícil.

Y es que la película no es mala ni es peor (como algunos pensarán). Es un quiero y no puedo. O un no sé, que todavía es más culpable. Kowalski se agarra a un cine catastrofista naciente y a unos buenos efectos visuales que serán nominados a los Oscar, para envolver como si de papel de regalo se tratase un film donde las coherencias internas brillan por su ausencia. Las catástrofes naturales no están necesariamente reñidas con las aventuras inconfesables. Los caza tesoros de los Mares del Sur pueden sufrir erupciones, mareas, tifones, tsunamis y hasta tormentas de arena si el guionista se lo sabe montar, dejando a los espectadores con la baba caída, pero juntar a un grupito trapisonda de tal calibre es demasiado hasta para los espectadores más crédulos y con las tragaderas más holgadas.

Y así nos encontramos un buzo profesional con el certificado de caducidad sobrepasado ampliamente y mal sobreviviendo a base de láudano. A su amiguita, “fiestas, canciones y distracciones varias” ofreciendo numeritos musicales con striptease incluido. A un preso ajeno al cotarro en una especie de libertad bajo palabra, campando a sus anchas por cubierta y evidentemente enterándose del negocio que se llevan entre manos los componentes del susodicho circo Trapisonda. A una pareja, padre e hijo, exploradores en globo aerostático que para una vez que lo utilizan se escacharra y a punto están de acabar en el interior del volcán. ¡Ah! Y el hijo (Sal Mineo) se llama Leoncavallo. ¿Será un animal mitológico?. A todo ello, la presunta viudita de buen ver conocedora de la existencia de una fortuna en perlas en el barco hundido ha sufrido un proceso de insania mental y presenta dudas razonables sobre si lo sabe o lo imagina. Además junto con perlas y marido ha perdido un hijo lo cual es grave, melodramático, favorecedor de la lágrima fácil y un directo al corazón del espectador si se le coge algo distraído.

Maximilian Schell, buen actor y competente no consigue, a pesar de su talento artístico dar coherencia a esto. Al contrario, verlo con una manguera de agua a presión echar por la borda a treinta facinerosos dispuestos a todo resulta lo mismo de creíble que las historietas de El Capitán Trueno, El Jabato y el sargento Gorila, todos juntos.

Antes afirmaba que no es mala ni peor. Lo digo, con cierta generosidad, por tres aspectos: Un inicio prometedor. Unos efectos especiales logrados y una fotografía donde se confunden los rojos lava con los azules océano y eso resulta bello y atractivo en formato pantalla grande. Y por último por un desarrollo final donde la tragedia viene a poner las cosas en su sitio y al sentido común donde siempre debió estar, ello junto a unos espectaculares FX del tsunami sobre las islas y el buque.

Regulín, regulan…
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11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tienda de locos
Tienda de locos (1941)
  • 6,7
    2.686
  • Estados Unidos Charles Reisner
  • The Marx Brothers, Groucho Marx, Harpo Marx ...
7
SON LOS MARX. RECONOCIBLES. QUIEN TUVO RETUVO
Tienda de locos (The big store) no puede encuadrarse entre lo mejor de los Marx. Sin ser demasiado duros con ella, los Brothers tienen películas más genuinas y mucho mejores. Sus últimos films parecen responder más al sufragio de las deudas de Chico Marx (un día en las carreras, y otro, y otro…) que a razones de imaginación, oportunidad y cosas que contar a sus
asiduos que eran muchos. Pero aún así destila instantes de genialidad y aún en la fría soledad del sillón, lejos de carcajadas contagiosas, se escapan notorias sonrisas. Y eso sube la nota.

Recientemente revisé Amor en conserva, otro film de los Marx con el propósito de hacer caja y saldar números rojos. Sin embargo The big store es infinitamente mejor. La presencia de Margaret Dumont eleva exponencialmente la calidad media pues fueron y somos muchos sus admiradores. Groucho, a diferencia del detective Grunion de Amor en conserva no resulta un pegote en medio de la película añadido por intereses comerciales. Su detective Flywheel es todo un personaje, sus relaciones con Miss Dumont las esperadas por la audiencia con sus habituales perlas, y sus habituales, agresivas e ingeniosas frases dejan momentos brillantes. Harpo sigue su línea musical y disparatada si bien algo más comedido y Chico un poco como el Guadiana, apareciendo y desapareciendo.

Brillantes escenas: La contratación de Groucho por Miss Dumont, el número musical entre ascensores y departamentos del centro comercial. No se pierdan la cantarina parálisis facial de Virginia O´Brien entonando impertérrita Rock a bye Baby, entre cunas y canastillos. Las cuentas de la familia italiana a la que no cuadran los hijos, surrealismo puro. Harpo por triplicado al arpa y junto a Chico al piano, maniobras orquestales a plena luz y para deleite
y descacharre de las improvisadas clientas. Sin embargo, el tal Tony Martin (cantante) en su rol personalizado de Tommy Rogers un tanto bastante melifluo y acarameladillo. Rancio sin duda para el siglo XXI.

Son los Marx. Reconocibles, pero menos. Las han hecho mejores. Quien tuvo, retuvo y guardó para luego.
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El juez Priest
El juez Priest (1934)
  • 6,7
    1.006
  • Estados Unidos John Ford
  • Will Rogers, Tom Brown, Anita Louise ...
8
PROFUNDIDADES ENTRE JULEPES DE MENTA Y OTROS CARAMELOS
Somos los que somos y vivimos el tiempo que nos ha tocado. Por ello, cuando jugamos a juzgar acontecimientos que pasaron hace un siglo son inevitables errores de apreciación. Nuestra vista de águila se queda miope ante hechos ocurridos en los s. XIX y XX, "retratados" en el año 1934 por el maestro John Ford.

No estoy afirmando ni negando que el juez Priest existiese realmente, solo digo que la guerra civil americana dejó huellas inevitables, que la situación de los negros en USA ha pasado por distintas etapas, la mayoría de ellas injuriosas para ellos y que esto resulta difícil de apreciar desde distancias físicas y, especialmente, temporales.

Por muchos julepes de menta que aparezcan y por mucho juntar caramelo como entretenimiento festivo, la película tiene profundidades que solo los grandes genios del cine saben transmitir. Y Ford es un genio. Lo digo con conocimiento y sin excluir del Olimpo de los Genios a otros grandes realizadores antiguos o actuales. Hay más, pero Ford está entre ellos. Y si alguien ve esta película como simplona, meliflua y acaramelada es que se ha quedado justo a las puertas de un umbral que el gran Ford nos ha invitado a traspasar.

Ford nos acompaña en la visita a una comunidad rural sureña, orgullosa de su pasado, que ha sobrevivido a sus derrotas con el orgullo intacto. Una comunidad donde la posición de los negros no es fácil por mucho que parezcan vivir en un happy party continuo entre canciones, espirituales y aleluyas. No es casual que en el inicio del film un juez Priest más interesado en las viñetas del periódico que en el proceso que dirige, evite, con la suficiencia de quien lo hace todos los días, el linchamiento de un hombre de color acusado de robar un pollo. Esta es la forma en que Ford nos presenta a la cordura y al buen juicio. Sentadas en el estrado, sin toga pero con el espíritu de la justicia intacto.

Ese talante conciliador lo aplica Priest en todos los órdenes de su vida, tomando partido por las causas que lo merecen y apoyándolas de pensamiento y obra, dándole a todas las cosas su justo valor y elevando lo accesorio al terreno de lo fundamental. La improvisada orquesta callejera tocando, frente a la ventana abierta del tribunal, himnos patrióticos capaces de levantar el alma sureña, no es baladí.

Los negros no siempre estarían cantando. Coincido plenamente. Pero no puede decirse que no hubiera personajes con sentido de la responsabilidad, amantes de la verdad y respetuosos con sus semejantes fuesen del color que fuesen. Creo que coincidirán conmigo. Esta es la versión de un "humanista" del cine como Ford en una de sus películas iniciales, cuando aún no se sabía que Ford fuese Ford y la crítica se cebaba más de lo acostumbrado especialmente si blancos y negros confraternizaban más de lo políticamente correcto.

Ford afirmaba que esta era una de sus películas favoritas. En realidad, lo eran todas aquellas películas que sufrían las injustificadas iras de críticos con anteojeras.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
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