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49 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
10
La verdad del idiota.
Si uno visita la página de la Academia de TV de España, esta serie sigue figurando como la mejor que se ha televisado desde que la caja tonta ha tomado el centro de la casa.
“Yo, Claudio” son 650 minutos de una calidad inigualable. La serie adapta dos magníficas y documentadas novelas de R. Graves (“Yo, Claudio” y “Claudio, el dios”). Un material como este, carente casi de diálogos y lleno de hechos, tiene una difícil traslación al reino de la tv donde el diálogo es omnipresente. Es curioso, como esta dificultad se ve recompensada en la presentación de los capítulos. Lo habitual es dar la paternidad de todo este trabajo al director; sin embargo, “Yo Claudio” es “by Jack Pulman” (guionista de otra serie mítica: Poldark), no de su director: H.Wise. Lo cierto es que hace un trabajo prodigioso y ajustado al medio. Realizando una adaptación fidelísima a los hechos, imagina cómo pudieron desarrollarse, desarrollando casi “otra novela”, y ofrece unas secuencias llenas de tensión que inevitablemente te llevan a desear que llegue el próximo capítulo. Sin embargo, si vemos todos los elementos que la componen, podemos llegar a pensar que estamos ante un “subproducto”. Los decorados son teatrales, sin profundidad; el maquillaje y el vestuario pasable; la fotografía es plana, sombría, pero no expresiva; la falta de medios “canta” (no estamos ante una producción como “Roma”) a lo largo de toda la serie. Pero estos defectos, se tornan bondades ante el virtuosismo y fortaleza de los dos pilares sobre los que se sostiene: el guión y el excelente reparto. Por ejemplo, en “Claudio, el dios”, que recoge todo su mandato, hay un exhaustivo relato de la campaña que Claudio llevo en Britania, que de ser llevada a pantalla requeriría el presupuesto de una gran superproducción; en la serie, toda esta narración está resumida en la llegada del rebelde principal al Senado y una voz en off que acompaña; también son numerosos los planos en los que la imagen es sustituida por efectos sonoros (casi no hay figuración en la serie). Sin embargo, esto no aparece como un defecto. “Yo, Claudio” no dirige su mirada hacia fuera, sino hacia dentro, hacia los corredores del palacio, hacia las entrañas del poder, hacia ese nido de víboras que no nos abandonará en 13 capítulos. Ahí, en esa visión, radica la actualidad y el poder de fascinación que sigue ejerciendo esta serie 30 años después de su realización. El horror y la corrupción nos es narrada desde la finísima ironía (la serie está llena de “respiros” sutilmente cómicos) y por uno de los personajes más fascinantes de toda esta ralea: Cla-Cla-Clau-Claudio, el tonto; y a la vez, también desde la ética, pues el propósito que tiene de contar la verdad es su modo de sacar a la luz el mal (advertirnos) con el que ha estado conviviendo siempre y al que ha sobrevivido. (continúa la crítica en el “spoiler”).
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130 de 134 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Una traumática laguna
La primera emisión de “Yo, Claudio” en Televisión Española discurrió a lo largo de 1978. La España de Suárez estrenaba Constitución y Taylor padecía una engorrosa afección denominada preadolescencia. Resucitar a día de hoy esas difusas imágenes y entroncarlas, al mismo tiempo, con aquellos remotos días supone para las castigadas neuronas del que esto suscribe un ejercicio de arqueología mental despiadado pero, vaya, creo que puedo conseguirlo. Vamos allá.

Las inquietantes imágenes del áspid reptando sinuosamente por el mosaico y esa perturbadora musiquilla pregonando el inicio de cada capítulo ejercían sobre mi el efecto de una irrefrenable invocación que no podía desatender de ninguna manera. Sin embargo, los puñeteros rombos constituían un irritante obstáculo que debía vencer a toda costa. La verdad es que ese implacable baremo mediante el cual las calenturientas mentes de honda raigambre franquista mesuraban los niveles de impudicia televisiva me puso en más de un aprieto, pero ello no impidió que pudiera disfrutar de la serie con regularidad. Sospecho, eso sí, que mi empecinamiento resultó determinante a la hora de sortear rombos, retórica paternofilial y demás. Lamentablemente, ello no fue suficiente para que mis pueriles retinas pudieran presenciar una de las secuencias míticas de la historia de la televisión, aquella en la que el depravado Calígula -emulando a Zeus- extraía a su hijo del útero materno para devorarlo atrozmente.

Al margen de tan traumática laguna, recuerdo con nostalgia el magnetismo de una serie que, a través de intrigas, contubernios y maquiavélicas maniobras, despertó en mi un descomunal interés por la civilización romana. Para la posteridad quedará el eco de una producción televisiva que supo maquillar su ostensible escasez de medios a través de un guión, unos diálogos y unas interpretaciones extraordinarias. Memorable.
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48 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Yo, talento
Parece mentira que luego nos la intenten clavar con cualquier guión de tres al cuarto vendiéndonos el nuevo producto de entretenimiento de la productora noséqué directo a las pantallas de tu salón. Y es que pocas veces podemos olvidar que las series son películas de larga duración y no telenovelas sometidas a la dictadura de la audiencia. ¿Por qué este sometimiento? Por las inversiones, está claro, que se realizan para llevarlas a cabo. La rentabilidad es un factor que se eleva por encima de su calidad y acaba por suspender maravillas como Futurama o Seinfeld en beneficio de otras que me abstengo de nombrar, en el fondo todos las conocemos.

Digo que parece mentira porque no nos extrañamos ante este hecho cuando es evidente que es la calidad lo que sostiene una serie o película. Y la calidad es fruto del talento y el apoyo de algún inversor, por pequeño que sea. Con Yo, Claudio se nota que el inversor no fue ni un Onassis ni un jeque árabe, desde luego. Y es que el estilo, decorados y alardes técnicos de la serie son bastante limitados, muy limitados. He aquí que nos encontramos con la viva demostración de que en eso que llamamos calidad es el talento lo que más prima, el talento y el ingenio para llevar a cabo lo que nos proponemos adaptándose a los medios disponibles.

Yo, Claudio es un ejemplo a seguir por todos los hacedores de series. Sumamente teatral, rechaza de plano las grandes recreaciones épicas y se queda en el poder como esa manzana podrida que todos acaban por aceptar, por la que todos luchan como por inercia. Lo hace, además, con un estilo muy peculiar, irónico, divertido. Lo hace basándose en unas actuaciones soberbias, repletas de personalidad a la hora de encarnar a una pléyade de personajes inolvidable. Lo hace con una gran capacidad de síntesis para resumir con trazos de genialidad una obra tan extensa como la de Graves, más cercana al relato puramente histórico pero con esa "novelización" que tanto parece gustarle al inglés.

Lo hace, en definitiva, con un talento descomunal. Y esta serie, aunque ahora apenas podamos creérnoslo, fue un éxito de audiencia en este país.
¿Alguien todavía duda de que lo que falta es talento?
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30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Obra maestra
Sin duda, una de las mejores series de la historia de la televisión. Nadie sabe adaptar los relatos históricos a la pequeña y gran pantalla como los británicos. Magistral dirección de actores y fidelidad histórica, aunque Yo, Claudio esté basada en una novela del mismo título, del excelente autor Peter Graves. Capítulo aparte merecen los intérpretes: Derek Jacobi, Sian Phillips, John Hurt, Brian Blessed y todos los demás. Los actores británicos son, en mi opinión, los mejores del planeta. Nunca sobreactúan y mantienen una sobriedad que le da un realismo impagable a todo lo que interpretan.
Una lección de historia y de la vida que debería ser repuesta para su visionado por las nuevas generaciones, a pesar de que esté lejos de las efectistas series americanas que inundan nuestras pantallas en la actualidad.
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27 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
El lobo moría si se comía a ésta abuelita
Excelente adaptación televisiva de la novela del inglés Robert Graves con guión de Jack Pulman.
Nos muestra el culmen del Imperio Romano. Claudio escribe la vida de su familia y nos muestra unos personajes históricos humanizados a pesar del deseo de varios de ellos de ser divinizados.
Comienza narrando la vida de Augusto, el primer gran emperador romano que es interpretado y llevado a la pantalla desde un punto de vista casi paternal, mostrando a su esposa Livia como un personaje dominante e imprescindible en el desarrollo de los acontecimientos. Teniendo una esposa como ésta Augusto tendría que haber tomado un manjar envenenado voluntariamente.
Continúa narrando la vida del aburrido Tiberio hasta llegar a la del loco Calígula con todas sus excentricidades, culmina Claudio, narrando su propia ascensión al poder, sus intentos de llevar a cabo un gobierno decente, hasta su muerte y la confabulación que de ella hacen Agripina y su hijo Nerón.
La historia se desarrolla con estilo ágil, casi teatral que confía en su belleza narrativa, haciendo prescindibles el uso de grandes escenarios, batallas épicas o efectos especiales. Se centra en una vida familiar y humana de sus protagonistas.
Cabe destacar las actuaciones de Claudio, personaje difícil de interpretar dada la cantidad de taras y defectos personales, Livia, Calígula y Mesalina son igualmente interpretados de manera soberbia.
Sin duda una de las mejores adaptaciones de la belleza y sobretodo decadencia del Imperio Romano.
Dr.Juventus
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25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Sigue haciéndote el tonto, Claudio.
Hace 1900 años Clau-Clau Claudio escribe, en sus últimos momentos, todos los recuerdos de su familia para que queden hacia la posteridad. Ese es el tema sobre el que gira la serie Yo, Claudio, basada en la novela de Robert Graves. Aunque puede parecer otra más de las incontables producciones que se han hecho sobre el Imperio Romano, lo cierto es que Yo, Claudio es superior a todas las demás, tanto la serie Roma como Gladiator, o Quo Vadis?.

Quizás es superior por sus magníficos actores, a destacar Siân Phillips en el papel de la malvada emperatriz Livia y, obviamente, Derek Jacobi interpretando al humillado y tartamudo emperador Claudio; aunque la cosa no se queda ahí, ya que también merece la pena mencionar a Brian Blessed (O. Augusto) y George Baker (Tiberio).

Aparte de las interpretaciones, Yo,Claudio cuenta también con unos buenos guiones, como los de los capítulos ''El veneno es la reina'' y el impactante ''¡Zeus, por Júpiter!'', aunque en general todos los capítulos están bien estructurados, y su duración es la justa para que verlos no se haga pesado (ojo, porque en la edición que se puede adquirir actualmente los dos primeros vienen como uno solo).

Por otro lado, la vestimenta es de lo más acertada dentro de lo que se podía esperar de una serie que no contaba con mucho presupuesto, pero son llamativos y nada extravagantes, y con esto me refiero a que no están cargados de detalles hasta lo absurdo.
También mencionar los decorados de palacio, calles y Senado, que aunque no son nada del otro mundo, resultan mucho más creíbles para una ciudad como Roma de los que se pueden ver en los producidos por ordenador que vemos en Gladiator.

Por actores y guión, Yo, Claudio es la serie por definición, a la que parece que los años no la afectan lo más mínimo, por lo que es de obligado visionado para todo aquel que quiera ver una buena serie.
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19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
MEMORIAS DE UN DIOS
Prestigiosa mini-serie de televisión de la BBC producida en 1976, basada en las dos obras maestras del escritor británico Robert Graves, "Yo, Claudio" y "Claudio, el dios, y su esposa Mesalina".

La historia se teje a partir de unas supuestas memorias del emperador Claudio, en las que se relata el reinado, las intrigas y luchas de poder en el seno de la dinastía Julio-Claudia que abarcó los reinados de los emperadores romanos Octavio Augusto, Tiberio, Calígula, el propìo Claudio y Nerón.

Las dos novelas se adaptan a la pantalla en 13 espléndidos capítulos, guionizados por Jack Pulman, que contó para la adaptación con el propio Robert Graves, de una notable calidad interpretativa y argumental, en los que se ofrece una magnífica descripción del período histórico de la transición de la república romana al imperio, estando sustentada por un inmenso trabajo de documentación en la que se efectúa una profunda reflexión sobre la naturaleza humana cuando se relaciona con el poder absoluto y como éste acaba corrompiendo a todos los que lo ejercen.

La producción no oculta su vocación teatral y un toque shakespeariano en casi todas las interpretaciones, entre las cuales destacan los siguientes:

Derek Jacobi interpreta magistralmente al emperador Claudio, desde su juventud hasta su muerte, presentándole como un historiador tartamudo y con una marcada cojera, que acentuaba sus defectos para vivir apartado del poder y sobrevivir en una corte corrupta, intrigante y perversa, a pesar de lo cual acabó siendo nombrado emperador y protagonizando uno de los períodos más estables y brillantes de la historia de Roma.

Brian Blessed merece especial mención en el papel de Octavio Augusto, el arquitecto de la nueva Roma, demoliendo las instituciones de la República para instaurar el Imperio. Su dominio escénico, adquirido en una importante trayectoria teatral, ensombrece a sus compañeros de reparto cada vez que comparten escenas.

A su lado le da justa réplica Siân Phillips, en el papel de su esposa Livia. Implacable, despiadada, cruel y tremendamente inteligente, una verdadera loba romana, intrigando siempre para conseguir el poder para su hijo Tiberio.

Livia es la primera representante de una colección de pérfidas féminas como Julia (Frances White), Livilla (Patricia Quinn) , Mesalina (Sheilla White) o Agripina (Fiona Walker) que, al igual que Livia, jugarán sus bazas para intrigar y convertirse en la representación de un auténtico poder alternativo en la sombra, llegando a provocar rebeliones y derrocamientos.

Merece especial mención, John Hurt en el papel de Calígula, con una actuación que oscila entre el exceso y la contención, la crueldad y el humor, Calígula representa la auténtica encarnación del mal, la personificación del sadismo, la locura y la perversión, a pesar de que la excepcional labor actoral sepa crear varios momentos humorísticos que sirven para destensar la crueldad de la historia.

También hay que citar especialmente a Patrick Stewart en el papel de Lucio Sejano, prefecto del pretorio en tiempos de Tiberio, éste representa magistralmente la ambición y la obcecación por el poder, cuando llega a pretender ocupar el puesto del propio emperador.

Y por fin se debe citar a George Baker en el papel del resentido Tiberio, que sabe dotar a su personaje de una tristeza infinita que contrasta con una crueldad y brutalidad espeluznantes

El tiempo ha hecho que la voluntaria adscripcion teatral de la serie y una evidente limitación de recursos, resista mal la comparación estética con series similares de este siglo XXI, suele compararsela con Roma (John Milius, 2005), sin embargo la fortaleza e intensidad del guión, debida a la pluma de Jack Pulman y del propio Robert Graves, así como la deslumbrante labor actoral, permite considerarla todavía como una de las mejores series de la historia de la televisión.





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19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Conversación con Siân Phillips (Livia) que veranea donde yo
K.- Pues sí, Siân, como te cuento, finalmente me vi "Yo, Claudio" entera. Me compré el DVD y todo.

S.- Ah, pues está muy bien eso. ¿La verías en VOS, no? Verme doblada es un crimen. Pásame el tinto de verano, hazme el favor.

K.- Toma. Sí, la vi en VOS, como siempre.

S.- Qué rico, está muy bien España. Bueno, ¿qué te pareció?

K.- ¿La serie? Pues la hostia, qué quieres que te diga. Yo, antes de verla, pensaba que iba a ser un dramón tipo Sisí Emperatriz, pero ambientado en la República Romana.

S.- ¿Estás tonto, chiquillo?

K.- Ay, perdón, Siân, se me ha subido el tinto. Ambientado en el Imperio Romano, quería decir. Un dramonazo interminable con tintes de culebrón, donde los personajes se pasarían todo el rato llorando y besuqueándose. Pero no. Lo que me he encontrado es una de las tramas de conspiraciones palaciegas más apasionantes que he visto. Y en gran parte te lo debemos a ti, Livia.

S.- Me sonrojas, corazón.

K.- Estuviste absolutamente impresionante en la serie. Me arrodillo ante ti. Conseguiste componer una de las mejores y más creíbles "malas" de la Historia del Arte, un personaje absolutamente carismático. Tus facciones duras, permíteme decirte, contribuyeron mucho a ello. Tú misma pareces una escultura romana.

S.- (Se ríe) Eso fue hace mucho. Ahora tengo la piel como a mitad de la serie. Y tomar tanto Sol aquí en la playa no ayuda.

K.- Tú ya has hecho mucho en el mundo de la interpretación, relájate. Bueno, como te iba diciendo, Livia es para mí el mejor personaje de la serie y el que la convierte en realmente memorable. La manera en que conspira, manipula, retuerce, falsea... es apasionante. La forma en que hablabas, en que te movías... realmente te comías la pantalla.

S.- Gracias, gracias. ¿Cuál es tu momento favorito?

K.- Vale, esto lo pondré en la parte de "spoiler" cuando lo cuente en Film Affinity.

S.- Ah, muy buena web, yo estoy registrada allí como "Maldito Bastardo".
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24 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico Esto-y-lo-otro-y-lo-de-más-allá
Monumental serie que recrea los tiempos del penúltimo emperador de la dinastía Julia, la primera dinastía de emperadores romanos: Julio César, Octavio Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón.
El escritor e historiador Robert Graves escribió las dos extraordinarias novelas que serían adaptadas magistralmente para la televisión: "Yo, Claudio" y "Claudio el dios y su esposa Mesalina".
Claudio (10 a. C. - 54 d. C.) relata sus memorias desde su nacimiento. La historia de su familia está repleta de intrigas, crímenes, conspiraciones, amores, pasiones y odios, en unos tiempos turbulentos en los que la política del terror y la decadencia se mezclaban con la abundancia, el esplendor y la expansión del Imperio. Unos tiempos oscuros y peligrosos en los que pertenecer a la dinastía imperial era garantía de amenaza permanente y en los que ninguna persona que estuviera involucrada en asuntos políticos podía respirar tranquila. Cuando los propios parientes no dudaban en envenenarse mutuamente o en ordenar clandestinamente la muerte de cualquier pariente que resultara un estorbo o una amenaza para las ambiciones de alguien, por muy allegados que fueran, resultaba un milagro sobrevivir para contarlo.
Crudo relato que no escatima en mostrar con gran veracidad los crueles hilos del poder, en una atmósfera con frecuencia asfixiante y funesta casi totalmente al margen de la moralidad, en la que la traición y la muerte son el pan nuestro de cada día y no permiten apenas prosperar los buenos sentimientos ni la buena voluntad de algunas personas, arrancándolos de raíz.
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16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Junto con Arriba y Abajo, la mejor serie de la televisión en la historia
Nos encontramos con una serie que sin duda, visto el ambiente en el que nos movemos ahora, no sería lider de audiencia, sino que seguramente sería relegada a un horario para noctámbulos en la 2. Sin embargo, algunos tuvimos la suerte de poder verla en el horario de máxima audiencia haces ya bastantes años, y de revisarla ahora en el DVD. Así lo he hecho y mi opinión no puede ser más que positiva. Vale que los recursos escénicos y de producción son escasos, pero qué gran guión y que gran interpetración. Recomiendo la versión original, para el que sepa inglés o no le importe leer subtítulos, pues en las voces y en su tratamiento reside gran parte del valor de los actores, todo un regalo para el que quiera oir un estupendo inglés.
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Maestría con economía de medios
Esta serie hace palidecer intentos notables como el de la reciente "Roma", a mayor presupuesto ¿menor inteligencia?. Grandes actores con oficio, intriga y sobre todo credibilidad en el discurso. La ambición, el poder, la traición, la locura, la alta política y las bajas pasiones quedan retratadas a los ojos de Claudio, persona noble, idealista a la vez que pragmático y superviviente, que antepone los ideales de la República a su ego. Una serie densa que resulta verídica por encima de los decorados modelo "Estudio 1". Resiste el paso del tiempo. Solo los británicos saben hacer series así.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
GENIAL
Qué recuerdos, qué recuerdos, de mi juventud, ay cuando la vi la primera vez! Derek Jacobi que ya lleva hechas un montón de pelis en su bagaje de todos los géneros reconstruye la vida de este César que se hacía pasar por merluzo, siendo el más listo de la pescadería. Su interpretación es inolvidable, de las mejores que han pasado por la televisión. Serie completa tanto históricamente como fiel a la obra de Robert Graves, es un placer, es como leer un libro de historia. Sian Phillips le sigue a Jacobi a la zaga, en el papel de la envenenatriz Livia, la todopoderosa abuela de Claudio. Del resto del raparto todos están bien, ningún personaje se ha olvidado, las generaciones se suceden al mejor documental histórico remarcando todas las confabulaciones y la genialidad de la época. Wise dirige un producto perfecto a todos los niveles, en el que cualquiera puede perderse para ver interpretaciones de verdad (ojalá a día de hoy todas fueran así).
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
EL VIEJO REY LEÑO
Tuve la suerte de ver esta serie cuando era adolescente y aun ahora me parece de las mejores que he visto en mi vida. Se trata de uns adaptación de las dos novelas escritas por Robert Graves sobre el emperador Claudio "Yo, Claudio" y "Claudio el dios y su esposa Mesalina", llevada a la pequeña pantalla por la productora inglesa BBC durante la década de los setenta. La serie, de trece episodios, está dirigida por Herbert Wise, narra la historia de los Césares desde Augusto hasta Nerón. Es decir, casi toda la época en que Roma estuvo gobernada por la dinastía Julia-Claudia. El tono de la serie es claramente teatral, no hay exteriores, y la acción se reduce a las relaciones entre los distintos integrantes de la familia imperial. Por esta razón la importancia de la labor del plantel de actores y actrices, todos soberbios, y del guión, magnífico, son fundamentales.
El primer episodio empieza con la celebración de la batalla de Accio por un Octavio ya maduro (interpretado por Brian Blessed) y las argucias de su esposa Livia ( Sian Phillips siempre será recordada por este papel) para lograr que su hijo Tiberio se convierta en sucesor del César . Sus maquinaciones se desarrollarán en los siguientes capítulos, donde las intrigas, los engaños, las traiciones y los asesinatos
serán los jalones de la ambición de poder. El hilo conductor es el hijo de Antonia la Mayor, Claudio (Derek Jacoby en una interpretación histórica) , que se convierte en testigo mudo de las luchas implacables en el seno de su propia familia. Cojo y tartamudo desde su nacimiento, es descartado inmediatamente del cursus honorum. Considerado como un pariente tonto e inofensivo puede ser el confidente de sus demás parientes, espectador desde el palco de la tragedia que se desvela a sus ojos. Su supuesta imbecilidad le protege de las insidias y artimañas que sufre el resto. Pero el destino que la Sibila le ha profetizado le lleva al trono después del desgraciado reinado de su sobrino loco Calígula (un John Hurt inolvidable), para ser luego víctima de su tercera esposa, Agripina, que lo asesina con un plato de setas venenosas. La serie termina con el inicio del gobierno de Nerón, su hijo adoptivo.
"Yo Claudio" es una verdadera joya, una apuesta por educar a los que se asomaban a la pantalla chica de la época en que la televisión aún no había arrojado la toalla y trataba a los espectadores con respeto.
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
DENTRO DE 1.900 AÑOS HABLARÁN DE MI…
… Y Robert Graves así lo escribió. Añoss después la BBC contó con el dramaturgo Jack Pulman y el director Herbert Wise para que hicieran en realidad de carne y hueso las intrigas y quehaceres en la Roma imperial. La Escuela de Shakeaspeare, filón dorado de actores ingleses postrados en lo soberbio de la función (Desde Brian Blessed, Sian Philips, John Hurt, y la gran estrella, Derek Jacobi, entre otros) pusieron en escena el tragicómico destino de la gran parte de la Dinastía Julio-Claudia. En la época de mayor esplendor emocional, parricida, donde la codicia, los celos y el asesinato entran y salen de palacio durante las más de cuatro décadas en que se desarrolla en una alocada cronología donde un árbol genealógico podrido es amputado por la ambición, la locura y las ansias del poder, renace el viejo emperador cascarrabias Claudio (Derek Jacobi) recordando aquellos maravillosos y letales años donde su bonachón abuelo Octavio Augusto (Brian Blessed) gobernaba Roma pero su mujer Livia (Sian Phillips) le gobernaba a él… Y sus malignas intenciones de allanarle el camino a su hijo Tiberio (George Baker), más militar que mandatario, así como su predilección a su nieto favorito Calígula (John Hurt) y las bromas de mal gusto que llevan a la muerte su padre Germánico (David Robb), tal vez la persona más querida y respetada de Roma entre tanta corrupta y sanguinaria nobleza.

La República ya es un sueño que forma parte del pasado. Pero Claudio la echa de menos pese a su condición y linaje. Desde el presente y recordando su juventud hasta su ascenso a Emperador por azares del destino, su turbulenta relación sus esposas Messalina (Sheila White) y Agripina (Fiona Walker)… Claudio se ríe de la muerte sabiendo que sucumbe a un destino similar al de sus familiares. Y, en cada episodio, desgrana esos episodios en la que él sale airado de los complots, engaños, envenenamientos, y orgías en la corte… Lugares en que él prefiere alejarse y encerrarse en la biblioteca, donde a pesar de la mejora de su tartamudez, es advertido por los sabios que siga haciéndose el tonto si quiere seguir con vida.

Y la marioneta, ya oxidada por el paso de los años, se hizo Emperador…
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9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Yo. Claudio, el idiota, el tartamudo, el cojo me convertí en emperador.
Resulta increíble poder apreciar este verdadero tesoro fílmico que incluso hoy en día no deja indiferente y aun después de tanto tiempo es considerada como una de las series más destacadas y dignas a tener en consideración, en mi caso particular el acercamiento a esta obra se remonta a los albores del los ochentas cuando se exhibió en mi país, cultivó en muchos de nosotros una semilla de conocimientos con respecto a la verdadera vida y proceder de la gente que gobernaba el imperio romano en esa época y aun sabiendo que se trata de una adaptación de la una novela de Robert Graves (muy fiel al libro), resulta entretenida y a tener en cuenta como una de las producciones mejor logradas aun cuando a los ojos del moderno espectador carece de una infraestructura, elementos técnicos y de efectos especiales presentes hasta en las mas modestas de las producciones actuales, pero allí radica su punto mas llamativo, a falta de elementos técnicos esta el elemento humano, actoral y una excelente desarrollo de la trama que evidentemente sobrepasa con creces cualquier consideración técnica. Inolvidable resultan las actuaciones de Sian Philips (Livia), Brian Blessed (Augusto), George Baker (Tiberio), del propio Derek Jacobi (Tiberio Claudio) aunque mi personaje favorito sigue siendo Calígula interpretado de forma brillante por John Hurt, como olvidar el impacto que me produjo (en esos años) la escena cuando Calígula devora el niño desde el vientre de su hermana Drusila creyéndose Júpiter. Mención especial a las actuaciones del joven Patrick Stewart personificando al comandante de la guardia pretoriana Sejano y Sheila White como la manipuladora y ninfomana esposa de Claudio, Mesalina...En general una historia cargada de intrigas, asesinatos, conjuros de todo tipo, búsqueda del poder y ambición, todos estos elementos combinados hacen de este "Yo, claudio" una verdadera caja de sorpresas que sin duda esta entre lo más destacado que nos ha brindado televisión por muchos años. Mención totalmente aparte es el comienzo de cada capitulo, con esa una música inquietante y unas escenas que nada bueno presagian.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Maravillosa
Esta serie es toda una joya, y me extraña mucho que no se hagan ya reposiciones en televisión. Algunas veces por los decorados, las actuaciones de los actores y algunos recursos utilizados parece más teatro que televisión, la recomiendo a todo el mundo, además Derek Jacobi y muchos de los otros actores que aparecen son verdaderos maestros de la escena.
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9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El sueño de la república.
Me gustaría rendir homenaje a un hombre que supo vivir bien, apartado en su precioso rincón mallorquín, donde veía los más bellos atardeceres mecidos en el mar. Un hombre que tiene una sencilla lápida, en su armónica y austera tumba del cementerio local de Deià y en la cual reza una frase: POETA. Y ahora la crítica:

Claudio, el ‘’necio’’ más lúcido que dio la dinastía Julio-Claudia perduró al envilecimiento y depravación de un putrefacto imperio hereditario, donde la codicia era su motor. El cesarismo se había convertido en una constante pendencia de poder, cada ser cercano al imperio ansiaba con su dominio y para ello no tacañeaba en perversidades: engaños, inmoralidades, indecencias y por supuesto muertes, matar como deporte imperial, con sutileza y elegancia eso si.

Pero ahí estaba Claudio, deambulando por la capital, indiferente para el resto guardaba un futuro que ni las peores profecías auguraban. El ‘’torpe y necio’’ Claudio, probablemente el más culto y documentado hijo que dio aquel imperio donde la ignorancia desbordaba sus palacios. Defendía el sueño de su hermano Germánico, con la prudencia propia de un supremo estratega, creía en él como los grandes idealistas, creía que justicia y monarquía no podían ir de la mano, confiaba en el imperio y buscaba lo mejor para su pueblo.

Pero ni la agudeza e instinto que formaban parte de él pudo con la truculencia de su entorno, a pesar de ello, creía tenerlo todo controlado, planeando un futuro para el imperio en su ausencia, al detalle, tenía el sueño de la república en la consecución de su muerte, confiaba en el futuro del imperio y con una de las alegorías más astutas que servidor haya escuchado insinuó:

‘’Dejad que la ponzoña que se oculta tras el fango salga a la superficie’’
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Timeo Danaos et Dona Ferentes
Yo, Claudio sostuvo durante larguísimos años, el cetro de las "soap operas" que iluminaron el firmamento vespertino de las televisiones mundiales: no hubo/hay ranking donde la serie no ocupe los tres primeros peldaños.

Su virtud, es como la de su protagonista: la simpleza espartana de su puesta en escena, se convierte en su gran virtud: no hay grandes batallas ni efectos visuales pompeyescos... Aquí asistimos a una guerra intestina por el poder, los diálogos, la ironía y los dobles sentidos a merced de una narración ligera pero implacable.

Los arquetipos que cincelan los diferentes personajes son lo suficientemente atractivos como para engancharnos sin remedio a sus 13 capítulos. Y ni que decir tiene, que gran parte de su legado, lo vemos hoy en series tan distintas y distantes en el tiempo como "Los Soprano" o "Juego de Tronos", aunque ninguna de ellas llega al nivel de ingeniería pergeñados en los diálogos que cortan la carne como puñales.

Esa es la Roma que queremos ver, y esa es la que se nos entrega: la de las intrigas palaciegas, donde el villano resulta tan fascinante como el héroe, porque ambos deambulan ululando las oquedades del poder, en busca del puñal traicionero, sin darse cuenta, que el puñal que no está encima de la mesa, se encuentra hollado en sus costados...Y es, el espectador, el único cómplice que observa un deselance, que no por histórico y conocido, menos atractivo y apabullante.
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Cha Cha Chapeau
Herbert Wise adaptó con suma elegancia la obra de Robert Grives, y es que detrás de los guiones se encontraba el autor de la novela, y cómo se nota. Cada capítulo de Yo, Claudio funciona como una pieza maestra que reúne los mejores ingredientes de la intriga política e histórica en una época tan fascinante como la Roma Clásica: la opulencia, la lujuria y los incestos. Premoniciones zoodíacas e higos envenenados. Las traiciones al límite, el honor, la ambición y el precio del poder.
La inmensa calidad de los guiones y unas interpretaciones brillantes son argumentos suficientes para pensar que cualquier limitación técnica sea una anécdota, como la iluminación, los decorados o esa teatral y setentera puesta en escena. El hecho de rodar en interiores me parece un valor añadido: la atmósfera opresiva de la serie refuerza la presencia malsana de los "dioses" de aquellos palacios, como el impredecible Calígula o Livia, una estratega tan maquiavélica como el mismísimo Vito Corleone- en la magistral Los Soprano, que David Chase asignara ese nombre a la taimada madre de Tony no es una mera coincidencia.
Tiberio Claudio, interpretado estupendamente por Dereck Jacob, es un personaje que derrocha empatía: es fácil encariñarse con él y sufrir en tu misma piel su tartamudeo, sus tics, su aparente torpeza que camufla con tino las virtudes de un hombre que tendría que cavar su tumba a la primera de cambio.
Yo, Claudio es una joya de la BBC, única en su especie, una obra maestra que muestra la condición humana en toda su crudeza, una historia que viaja de una novela magnífica a una serie ejemplar.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Yo, un semidiós
El imperio del mal, como víbora acechando, seduciendo al hombre, a embriagarse de placer. Sobre el mosaico de las emociones humanas. Y la esfinge de un hombre “idiota”, se cristalizó con la llegada al poder de Claudio.
Esto es lo que visualizó Graves. Adaptada para la BBC. Esta serie es teatral y deliciosa. Política y cruel. Sin respetar parentescos. Traición y asesinato son el arma de esos malditos envenenados de ambición y poder.
Imperio donde resaltan personajes como Livia, como la promiscua Mesalina. Un imperio donde Claudio no era tan estúpido como se suponía, y sus sueños de estadista se concretaban, y escribía sus memorias porque no dejaba de ser al final un viejo que sangraba con cada maquinación infernal de las víboras de su entorno familiar y político.
En “Yo Claudio” los grandes decorados y los alardes técnicos quedan en segundo término para dar paso a la fuerza interpretativa de los actores que sin sobrades, están a la altura de esta obra biográfica.
Los británicos han sido sometidos por un personaje como el emperador Claudio. Y sus actuaciones en esta serie son inolvidables.
Séneca y Tácito le recuerdan como el hombre más poderoso del mundo, como un semidiós que se ocultó tras un disfraz de defectos.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
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