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7 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
Los útiles y los inútiles.
Ejemplo del Chabrol novel, instalado en la nouvelle y recibiendo agasajos del éxito comercial y los galardones berlineses. Nouvelle matizada, empero –comparada con ejemplos más beligerantes- aunque detectable en ramalazos de cinéma vérité (plano-secuencia, cámara en mano, estructura descuidada de “inmediatez”…) y demás elementos con contenido moral de la imagen y el travelling, no únicamente narrativo. Ahí vemos rasgos de estos enfants (algunos más terribles que otros puesto que Chabrol siempre fue respetuoso con ciertas reglas de género) que pretendían subvertir los cánones clasicistas. Pero la nouvelle del primer Chabrol radica más en el fondo que en la forma. O, quizás, son las cuestiones formales las que indican un fondo que supera las apariencias.

En esta cinta, pese a sus tintes dramáticos, encontramos importantes porciones de suspense con el habitual sentido de diversión cinematográfica del francés, en un amasijo de intenciones que evidencian una doblez a interpretar de acuerdo con la visión que el propio Chabrol tenía de Hitchcock y su cine (en artículos como “Hitchcock devant le mal” destacaba del director inglés su empleo del suspense para incorporar y desarrollar concepciones morales).

En “Los primos” se observan claves típicas de su filmografía (vista ahora, desde los años) que ya se apuntaban: un todavía inexperto triángulo amoroso, configuración thriller del drama, ridiculización de caracteres a través del exceso, el humor sardónico y burlesque, la simplicidad argumental vs. la complejidad de personajes, la capacidad de disección de usos y costumbres, la declaración de amor al cine y literatura…

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26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Triste esplendor
Ya lo he reseñado en alguna otra ocasión, el placer que me proporciona escribir en Filmaffinity sobre filmes poco vistos o poco comentados, se mezcla con la sorpresa al constatar el desconocimiento, para una gran mayoría, de obras ciertamente meritorias.

Los primos, es la segunda película del gran Claude, un director prolífico y escasamente valorado, salvo para los incondicionales, entre los que me encuentro. Es un retrato de la juventud que callejeaba París los años anteriores al Mayo del 68; repartiendo sus tiempos entre la bohemia, la absenta, el envidiado libertinaje francés, el futuro incierto y el existencialismo. Charles, responsable, sincero y enamoradizo es el orgullo de su madre, es el prototipo de buen chico y Paul es el simpático sinvergüenza que encabeza todas las listas de amistades poco recomendables.
¿Ser así, o asá, cuenta para ser más o menos feliz? Parece, en principio, la reflexión del joven Chabrol que cuando escribió y realizó este drama, tenía una edad próxima a los protagonistas.

La influencia del pensamiento nihilista, que se respiraba en un amplio sector de la intelectualidad francesa de la época, sobrevuela como un nubarrón las vidas de los protagonistas que se resisten a abandonar los días indolentes, a sabiendas de que no volverán; pero en el bullir cotidiano de las inciertas perspectivas: ¿sirve para algo "aprovechar el tiempo"?

Nouvelle Vague brotando torrencial de un director que, por su situación económica, puede permitirse la rebeldía de filmar aquello que le pide el cuerpo, sin tener que rendir cuentas a la taquilla o a otros poderes convencionales.
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18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El loser de la Nouvelle vague
Probablemente todo el que vea "Los primos", mientras avanza la película, vaya sintiendo mayor simpatía (o lo contrario) por uno o por otro. Los primos que nos presenta Chabrol en cierta medida llevan vidas paralelas, porque comparten espacio y tiempo, pero ya sabemos que esas líneas nunca se cruzan y siempre hay una distancia que los separan. La afinidad por uno o por otro ya es cuestión de gustos, aunque si hiciéramos una encuesta estoy convencido que la mayoría de votos serían para el que viene del pueblo y que es acogido por el otro.

Dos personajes muy distintos, dos caras de la misma moneda tal vez, uno pendenciero, machista, abusón y fiestero... Qué le vamos a hacer, estamos en el París de antes (mucho antes) del mayo del 68, la juventud tira para un lado o para el otro, que cada uno juzgue. Puede que realmente envidiemos al triunfador, puede que sentir aprecio por el perdedor nos haga más humanos, puede que Chabrol sea tendencioso y previsible, pero de lo que estoy seguro es que se puede escribir unas líneas sobre "Los primos" sin mencionar a la Nouvelle vague (vaya, pues no seré yo, que lo acabo de hacer); dan igual las etiquetas, lo que nos tiene que interesar es el contenido.

No quiero dejar de señalar al librero, alguien que por el bien de todos deberíamos conocer alguna vez en la vida, señalando la dirección correcta, encauzando el camino, ofreciendo buenos consejos... Aunque nuestro destino tal vez esté escrito ya en algún lado...
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Las ilusiones perdidas
“Niños de derechas haciendo cine de izquierdas”. Así llegó a definir François Truffaut en cierta ocasión a la Nouvelle Vague, movimiento en el que él mismo militaba. No sin cierta ironía, pues ni Truffaut ni la mayoría de sus compañeros procedían precisamente de alta cuna. Lo que pasa es que cuando saltan al ruedo del cine, a los antiguos críticos de Cahiers les une especialmente el afán de desterrar de las salas el cine convencional y burgués que les precede. De ahí a convertirse en azote de la clase burgues hay un paso. Como en tantas cosas, crearán escuela.; los llamados cines europeos surgidos en los sesenta tomarán nota, y algunos de sus cineastas más representativos harán bandera de la crítica a las clases más acomodadas de la sociedad (desde Saura a Polanski pasando por Bertolucci o Bellochio, sin olvidar por supuesto al Buñuel de la etapa francesa).

En esto de ser azote de la burguesía y de su discreto encanto, a Chabrol habría que echarle de comer aparte. A fin de cuentas se trata de uno de los nuevaoleros que sabemos no pasó apuros económicos en sus primeros años, así que sabe de lo que se habla, y tampoco se puede decir que su rebeldía sea una pose. En la filmografía chabroliana el ataque a las clases más pudientes adquiere connotaciones especialísimas. No es un tema, es el tema. Casi siempre sobre la forma de un thriller y con un humor bastante ácido, con bastante mala leche, vaya, el director no se corta un pelo a la hora de censurar los vicios de estos estamentos más elevados de la escala social, una crítica en la que a menudo suelen convivir lo siniestro, lo perverso y a veces hasta lo escatológico.

Algo de todo ello ya podemos atisbar en “Los primos”, la segunda película del realizador. Chabrol toca como hilo conductor el libro “Las ilusiones perdidas” de Balzac, la historia de un joven de provincias que viaja a París para triunfar en su profesión, el periodismo, y termina engullido por la vida capitalina. De nuevo como faro Balzac, un autor elevado literalmente a los altares por Truffaut en “Los cuatrocientos golpes”, cuya lectura recomienda una y otra vez a su protagonista ese abnegado librero al que da vida Guy Decomble (un personajazo tan inolvidable como el del profesor de Antoine Doinel que interpretara en la película que sirvió para darnos a conocer al pequeño desertor). En el otro extremo, Chabrol nos presenta a una juventud ociosa y snob que vive y bebe como si no hubiera un mañana, que prefiere en sus guateques a Wagner o a Mozart antes que a Adamo y a los Beatles. El realizador hace gala de su habitual maestría en el diseño de personajes. Tan chabroliana como la ambigüedad moral en la que éstos nos son presentados – en una película de Chabrol nadie se libra del tirón de orejas- es la aparición del característico triángulo que anuncia el drama y presagia la fatalidad. Avisados quedáis.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Vivir con un fiestero
La pretendida primera película de Chabrol (al final fue la segunda) no tiene mucha historia, o a lo mejor sí, porque lo que narra puede ocurrirle a cualquiera, y eso siempre es valorable. Pero quitando eso, que tu primo te quite a tu novia a base de alcohol, noches y charlas, no da para toda una película, pero los tiempos de la Nouvelle Vague daban para eso y mucho más. Es curioso, de todas formas, que en los sesenta abundasen tantas películas de jóvenes burgueses preocupados de beber, follar y bailar. En España, conviene revisar la filmografía de José María Forqué, con algunas películas al respecto.
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6
The Good Life
Un chico de provincias llega a París y se instala en el apartamento de su primo, un bon vivant que nada en la opulencia, adicto al sexo, las drogas y las fiestas. Su vida dará un cambio radical... Segundo largometraje de Claude Chabrol, narra el descenso a los infiernos de un pobre diablo, atrapado en las redes de ciertos personajillos cuya única meta es el placer (muy comprensible). Chabrol construye la relación entre dos personajes opuestos (Blain, correcto, Brialy, en su salsa), y la chica que gira a su alrededor (Mayniel, de ojos hermosísimos), pero sin entrar a saco en la crítica social. Parece mentira que la guerra de Argelia estuviera en pleno apogeo, pero no existe ni la menor referencia política en toda la película. Chabrol prefiere centrarse en una velada crítica a cierta alta burguesía que contempla a los de clase inferior como simples juguetes a su merced, con la ayuda de una espléndida fotografía en B/N del maestro Henri Decaë y y una adecuada banda sonora de Paul Misraki (poco después caería en las garras de sus sempiternos y aburridos adláteres, Jean Rabier a la fotografía y Pierre Jansen a la música). En un pequeño papel, Stéphane Audran, ya trabajando sus papeles de zorra posteriores. Interesante como documento histórico.
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3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
No es de las mejores
Película interesante para la historia del cine, la nouvelle vague y todo eso, pero en sí misma con poco interés en la trama y muy insistente hasta el aburrimiento en la dolce vita del primo rico y sus acompañantes. Como hará Chabrol en otras películas después, casi lo deja todo para el giro final, pero, en esta, hasta llegar a eso hay muchas escenas que son de simple relleno.
Interesantes el manejo de cámara, algún que otro plano secuencia y la interpretación de Gérard Blain. Y la banda sonora con gran música, de Wagner.
Más bien un experimento que una pelÍcula conseguida.
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0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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