Parece coña pero es verdad. Álex de la Iglesia, productor, y Jaume Balagueró, director, pensaron que una tía buena en camiseta blanca de tirantes, tres brujas, un monstruo y una casa en ruinas iban a bastar ¡otra vez! para triunfar en taquilla. Y no. Juntar todos estos topicazos del género puede ser un éxito... si hay guion. Y aquí no lo hay, y no lo hay desde el principio, cuando una bailarina de la discoteca Fabrik de Madrid decide ¡robar pastillas! en su misma discoteca y abandonar coche y móvil a tres metros o así del recinto.. para irse andando a un edificio del que, inexplicablemente, no vuelve a salir. Y así todo. Pero es que además Balagueró, el guionista Fernando Navarro y De la Iglesia meten más movidas, como la niña, los fantasmas, los sueños, las cucarachas, la abuela y demás zarandajas. Por favor.

Una comedia romántica tiene que ser, como mínimo, simpática, algo que a veces se le olvida al cine de Hollywood. Es decir, sus dos protagonistas, como mínimo, tienen que resultar simpáticos al espectador, bien sea por su carácter o por su excentricidad (Hawks, Capra, etc), así que 'Una canción irlandesa' cumple con el requisito: los personajes interpretados por Emily Blunt y Jamie Dorman son simpáticos, caen bien. Incluso el 'villano' imprescindible para que el conflicto estalle (en este caso, Jon Hamm) también es majo. Así que todo bien. Hasta los diálogos divierten y son rápidos, otra cosa es que tengan sentido y sean razonables. Y además está Christopher Walken ¿para qué queremos más?

En el cine, la gente desgraciada, emigrantes principalmente, siempre encuentran gente encantadora que los ayuda. La vida real es muy diferente: ni todo el mundo es bueno, ni los buenos ayudan gratis. 'Vasil', otro debut en el largo de una realizadora, es un buen ejemplo, favorecido porque el búlgaro Vasil es un santo descendido a la Tierra: es educado, simpático, más o menos atractivo, cocina, arregla cosas, juega al bridge, al ajedrez, etc, etc. Todas virtudes y todas molonas. Y así pasa la película, sin mucho que contar y con solo cuatro escenarios. ¿Merece la pena su visión? Claro, es cine hecho con mimo y dedicación. ¿Merece la pena gastarse 9 euros en verla? Pues no sé, es un cine tan modesto y la historia es tan liviana que....

No está bien salirse del cine. Es caro, a veces cuesta llegar y la oferta en las plataformas es muy llamativa pero algunos seguimos yendo a a las salas y no solemos renunciar a sus películas una vez empezadas. Tienen que ser muy malas, muy inaguantables, odiosas, vamos. Pues bien, 'La muerte de Luis XIV' fue, para mí, eso y mucho más. A la hora de proyección salí corriendo y me tomé un doble de cerveza. Nunca más Albert Serra. Pero ya se sabe que el hombre es débil y su memoria más así que he repetido con 'Pacifiction' y.... casi me endiño otro doble. Pero no, no es espantosa, es solo aburridísima... pero tiene bonitos paisajes indonesios. Da vergüenza ajena, por supuesto, parece improvisada, faltaría más, y es larguísima, claro que sí, pero no es para ahorcarse. Solo para dormir, justo lo que le pasa en el coche a un amigo del prota, interpretado por un siempre a punto de sestear Benoit Magimel, cuendo este le cruje con una de sus charlas absurdas. Tan absurdas como muchas críticas que recibe el bueno de Serra, un 'genio' según él mismo. Sí sí, segurísimo.

Es muy difícil, casi imposible, rodar una película sobre la pura pasión por la música. Siempre acaban emergiendo daños colaterales (sexo, drogas, violencia…) y la biografía del artista o grupo queda difuminada entre escándalos, cárceles, divorcios, juicios o conciertos desastrosos o maravillosos. Pues bien, Francisco Sánchez Varela ha realizado el documental perfecto sobre la MÚSICA, sobre la pasión, sobre el perfeccionismo, el talento, las horas y horas con un instrumento, sobre la vida del artista. Y lo ha hecho con su padre apenas unos días antes de su muerte. Nunca se lo agradeceremos bastante.