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9 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
Hay que darle al niño malo; más amor y menos palo
Entrañable película francesa, que logra el difícil cometido de trasladar al espectador adulto hacia los momentos más triste y felices de su infancia. Efecto que no pasará la barrera del tiempo ya que las nuevas generaciones no se identificarán en lo absoluto con este tipo de niñez “al aire libre”.
La película trata de un grupo de niños que luchan en todo el sentido de la palabra con sus pares de un pueblo vecino. Al ir creciendo esta “batalla” y en el transcurso de la misma irán asimilando importantes facetas de la vida adulta, aprendiendo compañerismo, trabajo en equipo, economía, libre comercio, política, estrategia, liderazgo, organización, disciplina, matemáticas, geometría, arquitectura; viven en carne propia los dos extremos de una guerra, la dulce victoria y la amarga derrota, van entendiendo conceptos tan difíciles de confrontar por los adultos como el de la justicia y la injusticia.
A propósito o no, aprenden los preceptos de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.
Como mensaje final nos lleva a reflexionar que cuando el hombre, sin importar su edad, pelea con sus semejantes cae en lo más bajo de la estupidez humana.
Dr.Juventus
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19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La guerra de los ojales
Película realizada por Yves Robert, basada en la novela "La guerre des boutons" (1912), de Louis Pergaud, adaptada por el realizador y François Boyer. Se rodó en escenarios naturales de la campiña francesa con un bajo presupuesto. Ganó el premio Jean Vigo. Producida por Yves Robert, León Carré y Danièle Delorne, se estrenó el 18-IV-1962 (Francia).

La acción tiene lugar en los aledaños de los pueblos de Longeverne y Verlans (Francia) durante las vacaciones escolares de verano de 1961. Al finalicar el curso, los chicos de Longeverne, liderados por Lebrac (André Treton), y los de Verlans, liderados por L'Aztec des Gués (Michel Isella), armados con espadas de madera, tirachinas y palos, se enfrentan en juegos de guerra, como todos los veranos.

La película es una comedia para niños, que junto a la sencillez e ingenuidad del relato incluye referencias de interés general. El protagonismo infantil retrotrae al espectador a una época de su vida de la que guarda recuerdos entrañables, cosa que agradece. Explica cómo se organizan los grupos sociales, los valores que los articulan (lealtad al grupo), concepciones que los inspiran (igualdad), normas obligadas de conducta (disciplina de grupo), distribución de cargas colectivas (aportaciones personales), infracciones sancionables (revelación de secretos) y castigos (azotes con vara). Los enfrentamientos se hallan sometidos a códigos de máximos, aceptados tacitamente por ambas partes. Los oponentes que caen prisioneros son objeto de escarmiento que afecta a lo que consideran el bien más preciado de una persona, el honor. La deshonra se inflije mediante el corte de botones, ojales, cintas, cordones y tirantes, de las prendas de vestir, lo que provoca sentimientos de vergüenza ante los iguales y de indefensión ante la familia. Los combates se planean de acuerdo con tácticas encaminadas a mejorar rendimientos y minimizar costes. Las peleas sin ropa evitan el corte de botones. La incorporación de una chica, Marie Tintin (Marie Catherine Faburel), a uno de los grupos para tareas de intendencia (coser botones, desgarrones, etc.) evita los reproches de las madres. La violencia y crueldad con animales (zorro) producen rechazo y tensionan el clima del relato. La incorporación de novedades tecnológicas (tractor) eleva la capacidad ofensiva y distorsiona el mapa de límites establecidos. El comportamiento de los padres no es ejemplar (borrachera del pequeño Gibus), ni inteligente (reproducen y agravan las tensiones de los hijos). La obra constituye un documento sobre la vida en aldeas rurales a principios de los 60 en Francia y, por extensiòn, en Europa. Es, también, una sátira sobre la guerra, con una velada crítica de las armas nucleares.

La música acompaña la acción con marchas, fanfarrias, temas idílicos y secuencias dramáticas, de excelentes factura. La fotografía, en B/N, ofrece imágenes cautivadoras de notable composición. Película menor, de gran interés.
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19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
La película que más me gustó de niño
Debí de ver "La guerra de los botones" cuando tenía unos 10 años y no la había vuelto a ver hasta hace 15 días, casi cuarenta años después. Busqué está película por que la recordaba como la que más me había gustado siendo niño. Pensaba que, después de tanto tiempo, mi memoria seguramente me gastaba una mala pasada o simplemente me sentiría embarazado de mi pueril sensibilidad infantil. Nada más lejos de la realidad. Es una obra de arte. Alguien ha escrito más arriba que es una obra menor y no estoy de acuerdo. Es un peliculón dirigido de forma magistral con un argumento y una trama que engancha. Vi la película con mis hijos (9 y 6 años) que no sólo experimentaron ningún choque generacional sino que rieron y se apasionaron en cada escena. A final ellos cantaban "Mi pantalón, ..." y volvieron a pedir verla a los pocos días. Mi sobrina Elena (9 años) se quedó enamorada de la película.
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15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Capones!
126/09(11/04/10) Entrañable y maravillosa oda a la infancia perdida, un nostálgico viaje al pasado en el que nos convertiremos en niños por hora y media, donde todo estaba por descubrir, almas puras de espíritus inocentes en el que los juegos eran cosas serias y lo serio era un juego. Es una cinta de niños pero su fuerza radica en su carácter universal, no es una historia para niños, es para todo el mundo, no cae en la cursilería, ni en el maniqueo fácil. Posee un guión magnífico dotado de diálogos deliciosos, es una divertidísima sátira de la guerra, que toca temas primarios, como la amistad, la lealtad, la traición, el honor, incluso trata de política. La sinopsis trata sobre la rivalidad de los niños entre dos pueblos, en la idílica campiña francesa, los de Longeverne y los de Verlans, a mediados del Siglo XX, dirimen sus disputas en el campo por medio de batallas con espadas de madera, donde el peor deshonor es caer atrapado y te despojen de los botones y te corten los tirantes, en Longeverne el líder de los chicos es Lebrac (excelente André Treton), decide organizar a ‘sus muchachos’ en una minirepública para generar ingresos que les permita comprar botones. Los niños realizan unos trabajos actorales sublimes, con lo difícil que es esto, ya lo decía Hitchcock <No se puede trabajar con animales, ni con niños, ni con Marilyn Monroe>, en este caso actúan de modo magnífico, traspasa la pantalla sus conmovedores interpretaciones. La cinta está plagada de escenas de gran ingenio, de un humor enternecedor en marcada en un escenario rural que roza lo idealizado, la cinta es casi un sueño de una persona en el ocaso de su vida y que quiere sentir esa sensación que solo se siente una vez en la vida, la inocencia de la niñez. Recomendable a los que gusten de un cariñoso pasaje por la infancia. Fuerza y honor!!!
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
cine francés
Resulta dificil sustraerse al tópico del cine por paises. Pero sin duda existe. La guerra de los botones es sin duda una película francesa, de la que destacaría esa perfecta forma que tienen los galos de manejar a los personajes. Trabajar con niños es una de las labores más difíciles que existen en cine. Y aquí los diálogos, y las actuaciones de más de 50 niños está muy bien conseguida. Es una de esas películas posiblemente menores pero que se dejan ver con gran agrado. Un obra menor para un cine grande.
Sin grandes pretensiones. Recomendable e interesante.
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Liberté, Egalité et Fraternité. Vive la Repúblique!
Parece ser que el cine galo guarda una más que grandilocuente habilidad en la realización de films ambientados en la infancia, con ambiguos y grandioso mensajes que son una clara muestra de una alegoría a valores tan importantes como la amistad o cooperación. Clément ya hizo un ejercicio similar en 1951 con “Juegos Prohibidos”, un notorio film de enorme contenido pedagógico. En 1962, Yves Robert realiza un ejercicio muy similar, donde trata de mostrar aquellos valores tan importantes, a la vez que universales, a través de las mentes infantiles. Ambas cintas buscan lo mismo, y tienen en su haber un ambiguo mensaje antibelicista, pero Clément optó por una vertiente mucho más cruda y dramática, todo lo contrario que nos propone Yves Robert con esta magnánima obra.

“La Guerra de los Botones” es un canto y una mastodóntica alegoría hacia la infancia, donde la curiosidad y la inocencia son los atributos más característicos que tienen los niños. Nosa hacen ver el mundo que conocemos todos y cada uno de nosotros, pero a partir de su inocente y virtuosa mirada, con una perspectiva mucho más curiosa y desenfadada, un ambiente que todos dejamos tarde o temprano donde éramos capaces de crear juegos de cualquier cosa. Es ahí donde surge todo el poderío de esta película, pues sus protagonistas juegan a la guerra siguiendo al pie de la letra todo su reglamento, con un mayor sentido de lealtad y de honor que el que se contempla en los verídicos conflictos bélicos.

Su planteamiento es exquisito y original a más no poder. Yves Robert nos sitúa entre dos pueblos galos rurales donde los niños de cada pueblo se juntan para hacer la guerra contra el otro pueblo para mostrar su superioridad. Lo que en un principio se convierte en un simple juego, cada vez va tomándose más en serio, donde se siguen las reglas de la guerra. Hay sitio para las hazañas, el heroísmo, la traición, el diálogo… Todo se sigue des de la inocente mirada infantil, donde incluso tratan de resaltar lo valores más distinguibles de una república. Es un enorme retrato antibelicista, donde se muestra una mayor muestra de valores por parte de los críos que por parte de los adultos. Entrando en las actuaciones, a nivel general, todos los chavales están estupendos y cada uno de ellos aporta su grano de arena con su personalidad tan distintiva y marcada.

Es un conmovedor a la vez que entrañable mensaje de amistad, se resaltan aquellos años tan maravillosos de las correrías de toda mente infantil, donde ven de cualquier cosa un reto y un juego. Sus valores son inamovibles, donde la mayor deslealtad existente es la pérdida del honor por la mentira o la cobardía. Son una completa organización muy bien organizada con su correspondiente jerarquía. Siento envidia por sus intérpretes, se lo debieron pasar de lo lindo durante el rodaje.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
¿Cuándo será que los adultos harán un justo esfuerzo para comprender a sus niños?
¿Cómo puede ser que, en pleno siglo XXI, el rol familiar de tantísimos adultos, sea el de enseñar a los niños lo que no practican… o practicar con ellos lo que poco entienden?, ¿Cómo puede ser que, al sol de hoy, no averigüemos razones antes de juzgar los hechos, y no hagamos nada para nuestra puesta al día, cuando es solo así, como evitaremos resultar arcaicos ante la visión que los más jóvenes tienen hoy de las cosas y de la vida en sociedad?

El universo está en evolución constante, y lo hará con nosotros o contra nosotros, y aquel que sigue actuando con la misma información y con las mismas ideas por las que le dieron su amarillento título hace 30, 40 o 50 años, ¡está rezagado¡ y de seguro, hoy será más un generador de tropiezos y de conflictos, que de renovación y esperanza.

“LA GUERRA DE LOS BOTONES” acierta a plenitud sus piedras y dardos contra una generación caduca. Está rociada con la rebeldía y la inconformidad de la década 1960-70, cuando los inmortales lemas de la Revolución Francesa (libertad, igualdad y fraternidad) volvían a tomar fuerza, y su mensaje, es un sutil pero decidido llamado, para que los padres se pongan a tono con sus hijos y dejen de ser los irracionales y hostiles ogros que les impiden seguir adelante en sus propósitos de transformar el mundo y racionalizar a la sociedad.

Con escaso presupuesto, con algunos actores bastante aceptables y otros no tanto, e incluso con una puesta en escena de tintes neorrealistas, lo que hace que “LA GUERRA DE LOS BOTONES” pegue como película, es que tiene muy bien trazada su anécdota donde los niños practican las luchas sociales, y tratan de comprender y transformar lo que obstaculiza su fraternal y pacífica convivencia. Siento que ese perfecto cierre, va a ser una palmada en la cara para mucha gente, y contra toda oposición, siempre habrá chicos luchando fervientemente porque “es preciso que nuestro tesoro sea para todos”, de tal manera que desaparezcan las atroces desigualdades que, todavía hoy, seguimos padeciendo.

El francés, Ives Robert, con su quinta película como director, logra ejemplificar de nuevo que, con ideas claras, se puede ser simple y lograr significados trascendentes. “LA GUERRA DE LOS BOTONES” fue su primer filme con la productora La Gueville, fundada junto a su esposa Danièle Delorme… y fue un gran éxito comercial en contra de todos los pronósticos.

Razón tenía el filósofo español, Jaime Balmes, cuando escribía: “Los hombres grandes son sencillos y los mediocres ampulosos, por la misma razón que los cobardes son bravucones y los valientes no”.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Metáfora sobre la guerra
Interesante y atemporal relato infantil antibelicista, que bien podría estar en las estanterías de cualquier escuela,donde los niños son sombras de lo que los mayores han venido haciendo vergonzosamente a lo largo de los siglos:la guerra. Aquí, con una satírica inocencia se descubre esa sinrazón con notas de humor. Es muy curiosa y merece la pena. Y claro, son pocas las películas ahora donde se ve a tanto niño dirigido con tanta maestría.
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6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Tambien los chicos deben ver cine
Cuando realizamos críticas, siempre pensamos que van dirigidas hacia los adultos. Aunque es una película en la que cualquier adulto pasará un rato muy agradable, lo que me parece más destacable es que también lo hará cualquier chaval. Están tan acostumbrados a ver películas actuales (cualquier película con menos de 5 meses para ellos es ya cine clásico) parece que tienen pánico a ver películas en blanco y negro (y si ya fuera en versión original, ni digamos). Con "La guerra de los botones" tenemos a nuestra disposición de favorecer esa transición hacia el cine clásico; a que puedan pasar un momento divertido y se interesen por otra forma de hacer cine(aquella en la que no eran necesarios grandes efectos especiales para entusiasmarnos); en la que una buena fotografía nos devuelva el mundo rural más tradicional; y, una de las cosas más valorables, en las que los actores, los pequeños actores, no aparezcan como seres repipes y fatal dirigidos, sino con una frescura y naturalidad que recoge lo mejor de la infancia. Esa infancia sin adulterar, directa, con sus normas (rígidas) de honor, lealtad, compañerismo (hacia el grupo),.... que en muchos casos todavía se conserva. Un poco de aire fresco frente a la invasión de cine alienante
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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