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105 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
7
La resaca cotidiana
Aquellas madrugadas sudorosas en busca de una gota de vodka que llevarme a los labios guardaba una petaca en la mesilla de noche. Asimismo, comencé a coleccionar botellas en la estantería del salón y a acompañar las comidas con whisky (al final las suprimí por falta de tiempo). Utilicé las macetas como minibar y los tenedores de picahielos. Perdí la noción del tiempo. Te olvidé.

Cierto día contemplé un reflejo en la ventana y pude observar unos ojos dependientes de un último trago, una barba sin arreglar y una mueca desesperada. Al principio no me reconocí, me dio igual, y a mi paladar sediento también.

No lo había comentado antes, pero mi mejor amigo era el vaso bañado en Bourbon (y mi garganta áspera su fiel compañera), hasta que una noche vi "Días de vino y rosas" y me distancié de él. Taché la palabra alcohol de mi diccionario. Prometí no seguir bebiendo.

Prometer es una palabra complicada.
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181 de 210 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
las garras de la bestia
"Cuando bebo veo cosas" decía un genial y atormentado Francis Scott Fitzgerald. La película que me había transmitido mejor el jodido mundo del alcohol era "Días sin huella" del gran Billy Wilder. Era una película negra y conmovedora pero "Días de vino y rosas" es ya la apoteosis de emoción.

Ante todo he de decir que en pocas ocasiones he hablado de tú a tú al alcohol, me he pillado alguna importante en fiestas pero ya está, ni para olvidar mis penas ni para nublar de colores el mundo de mierda en que vivimos. Prefiero adentrarme en la lucidez, en llegar hasta el fondo de las cosas, fondo que por mucho que me crea a veces, no he llegado ni a vislumbrar. No tengo ni zorra de lo que es el dolor, toda mi corta vida he sido un niñito viviendo de puta madre, y los horrores de este mundo me son ajenos, con lo cual la lucidez sigue siendo un buen medio con el que vivir en este mundo pero cuando llegue la hora de enfrentarme a la vida ya veremos sino me hago caquita en los pantalones y decido refugiarme en la botella.

Edwards demuestra pulso con la cámara, confía en los diálogos que parecen sacados directamente del corazón, en el detalle, en dos interpretaciones que no lo parecen. Mi Lemmon, ese actor privilegiado para poder obtener la expresión que necesita en cada momento, para obtener alegría, tristeza, dolor, angustia y el muy cabrón no se conforma con eso sino que nos lo contagia y nos obliga a postrarnos ante él. Grande muy grande. Lee Remick está magnífica, pura emoción. Podréis decirme que son dos interpretaciones pero yo no me lo trago, nadie puede fingir tan bien. Pues, alucinado, constato que sí.

Un matrimonio empapado de alcohol, en el borde del abismo, presas de la señora botella, ama y señora de sus deseos, de su futuro, todo lo que pueden ser en la vida lo absorbe para que sólo le presten atención a ella, es jodido conseguir escapar de sus garras, pero no menos reconocer que estás en ellas. Ole los cojones de todos aquellos que logran escapar.

No he visto ninguna película que trate con mayor lucidez el tema. El único problema que tengo con ella es que la continuidad narrativa está muy descuidada, sólo cuenta los momentos que son necesarios en la historia lo cual es digno de aplauso, pero a costa de no conseguir el efecto del paso del tiempo. Sé que es una chorrada, pero qué le voy a hacer si el cine me ha malacostumbrado. Grandiosa película, desoladora y aviso que vais a estar por lo menos un ratito en estado de shock.
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126 de 138 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Amor y terror a tres bandas.
Esto no es una película, es el más desgarrador puñetazo en la cara que recibirás en tu vida. Recuerdo cuando era niño y veía todas las pelis de terror que podía fueran clásicas o actuales porque el terror solo tiene sentido cuando uno es niño y puede sentir el miedo. A los 10 años, más o menos, se cruzó en mi vida esta película por vía televisiva y sin entender muy bien de que iba todo aquello abandoné por una temporada a Drácula y sus amigos porque sí, el miedo era eso y solamente eso. Eran estos dos tipos engullidos una y otra vez por un monstruo implacable que se escondía en las botellas. Era él bajo la lluvia destrozando macetas mientras gritaba enloquecido. Era ella, tan bella como frágil, agarrada a una botella de ginebra.

Cuando uno llega a la adolescencia la desmedida obsesión por el sexo opuesto hace que se cometan muchas tonterías. Mi caso era bastante común. Desamor = ansias de beber. Curiosamente de aquellos años solo recuerdo los pocos besos que me tocaron pero de las infinitas borracheras prefiero no recordar nada de nada. La ecuación es simple: días de vino muchos; días de rosas muy, muy pocos. Y recuerdo de nuevo haberme cruzado con esta agresión al alma al que algunos llaman película. Pero esta vez me pareció haber visto la más hermosa y desgarradora historia de amor que ha parido el celuloide. Era está claro un trío, un trío trágico con multitud de ramificaciones. Él y el monstruo de la botella, ella y el monstruo de la botella, él y ella, ella y él, él y ella y el monstruo todos revueltos. Obviamente como peli de terror sigue funcionando y lo más curioso es ¡que daba más miedo aún que a los 10 años¡. Mientras malgastaba mi vida y mi paga semanal cada fin de semana en los bares de mi ciudad no dejaba de preguntarme si aquellos dos tipos querían decirme algo.

A veces la vida es bonita y ocurren cosas. Un día llegó una chica y allí se quedó y entonces el alcohol fue desapareciendo pero nunca del todo. Pero un día junto a ella me puse a ver otra vez este documental sobre el abismo humano (no, esto una peli no es) y entonces lo comprendí todo. Obviamente ellos me parecía que estaban más enamorados que la vez anterior y (obviamente) volví a pasar mas miedo que siendo adolescente pero lo grande de verdad es que entendí lo que los dos tipos querían decirme: "tienes que matar al monstruo, tienes que matar al monstruo ...". La cosa no resultaba fácil de entender porque yo desde niño quería que el monstruo de las películas no se muriera nunca pero claro esto era diferente pues el monstruo existía de verdad y no vivía dentro de un mundo de fotogramas. Y sí, queridos amigos no volví a probar una gota de alcohol en mi vida.

Gracias Jack Lemmon, Gracias Lee Remick.

https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com
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96 de 112 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
De rodillas y con cirios en las manos.
Busco en el fondo del vaso
respuestas a tantas preguntas...
Pero tan sólo consigo
que al verme seco, el amigo
postizo del bar de paso,
le grite al camarero:
¡Pon dos más, y las apuntas!

Ha pasado un año entero
que de pena se murieron
aquellas hermosas flores
que planté en mi paraiso:
fué en el instante preciso
en que mi alma partieron
los ligeros temblores
de tus piernas saliendo
al trote de nuestro piso.

Y yo quiero borrar bebiendo
el final de nuestra historia;
tan seguro de tí estaba,
como el gallo que creía
que si al alba el sol salía
era porque él cantaba.

Una vez muerta mi gloria
tan solo tengo una certeza:
los besos que no nos dimos
tienen sabor a cerveza.



Una maravilla tristemente intemporal, dolorosa y desgarradora, magistralmente interpretada y con una banda sonora inolvidable. La palabra drama demuestra aquí lo que verdaderamente significa, haciéndonos rememorar con total veracidad un problema que todos habremos sufrido alguna vez en nuestras carnes, o en las de alguien muy cercano. Cine con mayúsculas, de ése que no es pecado adorarlo.
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71 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Juntos en el Paraíso
Desde que tengo uso de razón, mi madre me ha contado cómo, cuando ella era niña, mi abuelo llegaba borracho a casa todas las noches. En aquellos tiempos (años 50-60) que ahora parecen tan lejanos, en los que la escasez era el pan de cada día en mi tierra, una buena parte de las mujeres casadas habían de resignarse a malvivir en unos matrimonios repletos de amargura y desamor, porque no tenían dónde ir cargadas de hijos, exponiéndose a la miseria y a ser señaladas por dedos condenatorios.
Mi madre recuerda cómo mi abuelo llegaba borracho, armando escándalo, gritando, tirando por las paredes los restos de la cena (y la situación no estaba como para desperdiciar la comida; era una época de extrema estrechez). A veces se dirigía al cuartucho donde todos los niños dormían en un mísero camastro y los arrojaba al suelo, acusando a mi abuela, en su delirio etílico, de que era un cornudo y que aquellos niños no eran suyos ("ojalá fuese verdad", le escupía mi abuela con rabia, enarbolando una sartén con la que estaba más que dispuesta a aplastarle el cráneo).
Había ocasiones en que mi abuela enviaba a mi madre al bar en el que él estuviese, para que le sacara disimuladamente del bolsillo el escaso dinero que él aún no se hubiese gastado bebiendo hasta la inconsciencia.
Afortunadamente, con el tiempo dejó la bebida, cuando el médico le dijo que los ataques epilépticos que venía padeciendo se los había provocado a sí mismo abusando del alcohol, y que podrían tener fatales consecuencias.
Mi madre nunca ha olvidado aquellos años amargos.
Jamás le ha perdonado sus muchos agravios. Ni siquiera ahora que lleva seis años enterrado.
Cuando pienso en que mi madre presenció las puertas del abismo y que siempre ha estado lista para desafiar al mismísimo rey de los infiernos con tal de protegernos a nosotros sus hijos, para que no viviéramos lo que ella vivió, se me forma un nudo, como si una mano me apretara el cuello, mientras contemplo a esa familia destruida por el alcohol, que Blake Edwards me espeta delante como un martillazo.
No sé si mi madre ha llegado a ver alguna vez esta devastadora película. No sé si ha experimentado una vez más ese zarpazo que hace subir la bilis. No sé si se dejó arrebatar por un Jack Lemmon y una Lee Remick absolutamente excelsos y punzantes. No sé si fue testigo de ese círculo vicioso en forma de película que no parece una película, sino el puro sufrimiento atrapado en dos horas de celuloide, en el que llega un momento en que no hay más que la botella y uno mismo. "La botella es Dios".
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68 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
-¿Whisky doble? - No, mejor una 0,0%
El alcohol tal..., ( ) ya que el alcohol cual..., ( ) y en definitiva el alcohol..., ( ). Vale, que sí, tú.

Para mí decir que "Días de vino y rosas" es una película sobre el alcohol es rebajarla al vulgarismo de la masa cinematográfica más hueca. Esta película no es buena porque te abra los ojos a lo malo que es estar todo el día entonado. Que no. Ni porque cuele el sentimentalismo que la acompaña amén del tema que toca, patético de por sí. Tampoco.

Esta película es buena porque es buena por sí misma. Por sus personajes, por sus diálogos tan naturales, por su honestidad. Es, no sin más, una película sobre la lucha de lo cotidiano, de la pérdida del control. Y ella sola sin esfuerzo se encarga de dejarnos claro que pretende (y consigue) conmover de dicha manera, y no por medio exclusivo de la botella, que para mí es solo un justificante más del guión para hacer una gran obra, demostrando así que los hilos del drama no los maneja lo superficial, y no como otra que yo me sé.

Al final, en el abismo, dentro de la coraza de palabras, promesas y emociones con las que nos hacemos querer en la vida, descubres que no hay a quien se ame más que a uno mismo para poder amar el resto.

Por la forma en la que Edwards llega a este par de líneas (pese a elipsis narrativas un tanto irregulares) es por lo que la peli merece ser vista.

Y repito, esta película, sustituyendo el alcohol por una jodida tragaperras, habría sido igual de buena. Nada tiene que ver el ver a la Remick lo bien que sabe hacerse la borracha con que la cinta me haya gustado. Que se sepa, por favor.
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37 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Detallada exploración del alcoholismo
Potente drama de Blake Edwards (“La pantera rosa”, 1963), especialista en comedias. El guión, de J. P. Miller, se basa en el film de televisión “Days of Wine and Roses” (1958), de John Frankenheimer. Se rueda en escenarios naturales de San Francisco y alrededores (CA) y en los platós de Warner Studios. Nominado a 5 Oscar, gana uno (canción). Producido por Martin Manulis para la Warner, se estrena el 26-XII-1962 (EEUU).

La acción dramática tiene lugar en San Francisco y alrededores, y brevemente en Huston (Texas), a lo largo de unos 6 años (1955-1962). Joe Clay (Lemmon), hijo de un actor y una cantante, de los que está distanciado, trabaja como jefe de relaciones públicas de una empresa importante. Su trabajo le obliga a organizar fiestas, con compañía femenina y abundante consumo de alcohol, para ejecutivos de la casa y de empresas relacionadas con ella como clientes o proveedores. A causa de una confusión conoce a Kirsten Arnesen (Remick), secretaria de un directivo de la casa, hija de una familia de origen noruego, educada en el rigorismo luterano. Poco después se casan y tienen una hija, Debbie. Él es simpático, campechano, de trato agradable, solitario, diligente y aficionado en exceso a la bebida. Ella es guapa, atractiva, cautelosa, abstemia y aficionada al chocolate. Vive sola en San Francisco, tras dejar la casa del padre, Ellis (Bickford), viudo, callado, serio y rigorista, que explota un vivero de flores en San Mateo (Bahía de San Francisco).

El film suma romance, drama y algunos apuntes documentalistas. La obra, décimo largometraje de Edwards, construye un análisis sincero y detallado del alcoholismo y sus efectos devastadores sobre las personas. Es éste un tema recurrente en la filmografía del realizador.

Apunta los posibles factores causales: relaciones familiares problemáticas, falta de cariño de los padres, educación estricta, predisposición congénita, personalidad frágil, fuerte presión social de la cultura de la resignación, etc. Explica las consecuencias: abandono de las responsabilidades familiares, degradación física, malos tratos, intentos vanos de recuperación, soledad, delirios, etc. Lo que más interesa al autor no son los episodios que jalonan la vida del alcohólico, sino la exploración global de su imparable proceso de autodestrucción.

El guión presenta a unos personajes bien desarrollados psicológicamente. Explica los procesos con coherencia y verosimilitud. Mantiene un nivel alto de tensión dramática, que se despliega en un crescendo administrado con habilidad y mesura. Se expresa en términos sobrios y austeros, con renuncia a grandes efectismos. Hace uso en varias ocasiones de referencias documentalistas. La dilatada extensión temporal del relato (6/7 años) obliga a realizar saltos de tiempo, que se identifican con suficiente claridad.

(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
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34 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Historia de amor y de autodestrucción .
Es curioso como las dos mejores películas de la historia del cine sobre el alcoholismo, las han rodado dos directores cuyas carreras, con diferente suerte, se han centrado en la comedia: Billy Wilder ( la maravillosa "Días sin huella" ) y el casi siempre chapucero Blake Edwards, con esta obra maestra .
Hay otra peliculita por ahí, Leaving Las Vegas, que ya quisiera tener algunos de los destellos de talento de "Días de vino y de rosas"

Como es curioso que una interpretación tan rica, intensa y soberbia como la de Lemmon no recibiera un oscar.Personalmente, creo que es la mejor de toda su carrera; y, como Tío Oscar no se caracteriza ni por generosidad ni por su justicia, tuvo que reparar el agravio muchos años después y por una película menor y hoy desconocida. Lástima. Al menos, se lo "robó" Gregory Peck por otra interpretación memorable, aunque menos lucida.

Lee Reemick, impresionante también. Su mejor trabajo con "Anatomía de un asesinato".

Y los que dicen que no hay amor en la película, lean el spoiler.
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26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Eramos una pareja de borrachos en un mar de embriaguez y el barco se hundió...
Parece mentira que una película como esta, la haya dirigido el a menudo incompetente y chapucero Blake Edwards. Yo lo sigo dudando, pienso que la dirigió algún amiguete al que luego chantajeo con alguna cosa para que pusiera su nombre como director de la película. Porque una película así no parece dirigida por su director.

Y es que el director, al contrario que sus otras películas, nunca da esperanzas a la pareja. Son un par de borrachos que no saben controlarse cuando tienen una botella a mano. Y es que me sorprende lo bien que maneja la película Edwards, bien rodada y bien narrada.

Y las interpretaciones de Jack Lemmon y de Lee Remick son soberbias. Jack Lemmon lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Borda interpretaciones tanto en el género de la comedia como en el drama, incluso en el thriller con su gran interpretación en "El síndrome de China". Y es que Jack Lemmon tiene química con todos los actores con los que trabaja. Con Tony Curtis, con Shirley McLaine, con Walter Mathau y por supuesto con Lee Remick. Un actor enorme. Y una actriz enorme porque Lee Remick está igual de bien. Una interpretación grandiosa de la actriz.

El guión es soberbio. Y el final es muy triste. Y todas las escenas son míticas como la ya mencionada busqueda de la botella en el invernadero, o cuando Lemmon va a por su borracha mujer al hotel, o cuando Lemmon llega a su casa borracho con su mujer cuidando de su hija o la escena en que Lemmon va a la tienda de licores cerrada. Son escenas que ponen los pelos de punta. Un drama cruel. Incluso la única escena cómica que hay, porque no tiene más, la del pulverizador de cucarachas tiene su gracía. Pese a no gustarme el humor de Edwards, en esta película se ve que estaba realmente inspirado.

Una película realmente dura. Junto a "Días sin huella" de Billy Wilder, las dos mejores que han reflejado esto del alcoholismo. Ni "Leaving Las Vegas" ni Nicolas Cage. Esas dos películas en ese terreno son dos de las películas más impresionantemente duras que he visto. Y tanto Ray Milland, Jack Lemmon y Lee Remick realizan interpretaciones míticas y te lo hacen pasar mal.
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29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Triste pero, qué beso tan bonito entre carcajadas...
Uff, qué difícil...

Estoy en un dilema. Me lo plantea el adalid de Alcohólicos Anónimos. La cizaña que malmete el abstemio que lleva 14 años sin probar gota cuando Kirsten se va al motel es perversa: "no te extrañes de que se busque otro compañero de juego". Y se lo dice a un Lemmon en proceso de rehabilitación. Me pareció la mejor forma de empotrarlo contra la licorería otra vez. Menudo tacto. Sí, hombre sí.

No lo veo claro. Aquí hay una moralina velada bastante cabroncilla y malsana. Por eso la película es tan desasosegante. No hay un punto equidistante entre alcoholismo y abstinencia. Hay una moral inquisidora que contrasta con el culo de la camarera que sostiene la bandeja y las copas, y ésta a su vez con la figura del padre, tan digno y recto como los áboles que planta.

Y dos escenas especiales. La del invernadero protagonizada por un Jack Lemmon poseído por no sé cuántos mil demonios me recuerda a la de McGregor engullido por el wáter en Trainspotting (y viceversa).

La de Kirsten en el motel es sobrecogedora: el papel de su vida (Lee Remick), no sólo porque parece que está mostrando su juego y chantaje para recuperar a su compañero de tajadas y volver a estar juntos en el paraíso, sino porque además es patético ver cómo se apaga, desde el principio, (cuando deslumbra y sólo sonríe), hacia ese final cada vez más gris, triste y decadente. ¿Quién no entiende a Kirsten al decir que el mundo le parece sucio cuando no está borracha?

Yo dudo muchas veces a lo largo de la película de que no ella no lo consiga. Es igual de duro para ambos pero por la actitud inicial de Reemick, con carácter y temple, hubiese apostado a que le resultaría menos traumático. Luego la deja ir. Y acierta.

¿Volverá? Creo que queda claro. Pero para mí les queda ese beso entre carcajadas, el momento más delicioso de la película (y el único) junto al capítulo histriónico de las cucarachas.
El resto es puro malestar, inquietud y desesperanza. Y el último plano triste, triste, triste. Adiós.

"Largos no son los días de vino y rosas, de un nebuloso sueño surge nuestro sendero y se pierde en otro sueño".

Un diez para Lee Remick y otro para Lemmon. Le quito dos puntos a Blake Edwards por tirar la piedra y esconder la mano (8).
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19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
"Largos no son los Días de Vino Y Rosas..."
"Recoged las rosas mientras podais,
Largos no son los días de Vino y Rosas,
de un nebuloso sueño,
surge nuestro sendero,
y se pierde en otro sueño..."

Así, con estas premonitorias palabras lanzadas al mar en un fugaz momento mágico de la película, Lee Remick y Jack Lemmon iniciarán un tortuoso viaje a los infiernos del alcoholismo del cual les será una verdadera tortura liberarse. La historia que aquí se nos cuenta no es sólo una historia de amor, no es sólo una terrible crónica sobre el drama imparable de la bebida, es una historia de amor hacia un monstruo, un amor a tres bandas, una botella, y dos personas a cada lado, la soledad, la inevitable dependencia y el oscuro descenso y desaparición de cada uno de nuestros principios, encarnados soberbiamente en el personaje de Lee, en una persona ingenua e inocente cuya mayor ambición es poseer una vida feliz, y cuyos pensamientos van evolucionando a traves de un tortuoso sendero en el que apenas se podrá reconocer a si misma, pasando de ser una dulce jovencita de ciudad sin mucho que pedirle a la vida, a una borracha de tres al cuarto sumida en el más patético de los infiernos agarrada a una botella de Ginebra cual tesoro del que no se puede separar. Resulta irónico que del personaje que menos esperamos algo, al final sea el único que consiga salir adelante; Un Lemmon que al principio no es más que un relaciones públicas que se ve obligado a beber de manera continua para poder involucrarse con plena confianza en los intereses de sus clientes. Una persona cuyo único objetivo es cumplir con su trabajo a costa de beber lo necesario, pero que a pesar de todo posee una moral de la que apenas hace gala hasta un momento clave en el que expresa abiertamente, más insinuando que directamente, la incomodidad ética que siente a la hora de realizar un encargo concreto. La ironía de la película volverá a hacerse presente entonces, cuando precisamente por mantener sus propios ideales, por querer ser fiel a sus principios, se vea relegado a trabajos de menor enjundia que le acabarán conduciendo inevitablemente al infierno del alcoholismo depresivo, arrastrando con el a su amada esposa en una drástica decisión de la cual se arrepentirá a lo largo de su vida. De un par de copas a un par de botellas y de ahí a un camino a sin retorno, con el alcohol por bandera, y la negación como defensa. Cuando el personje de Remick se niege a reconocer su propio estado será el verdadero momento en el que se habrá codenado por si sola. Al final no será capaz de salvarse por nadie, ni siquiera por los que un día fueron su familia. Sólo el alcohol, la soledad, el vacío existencial, y ella.

Que "Días de Vino y Rosas" representa la obra maestra de Blake Edwards eso es algo incuestionable y que probablemente también signifique uno de los papeles más destacados de Lemmon otro tanto.

-Continua en Spoiler-
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22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Cine de terror con mayúsculas
Sí, eso es lo que es para mí "Días de vino y rosas", un auténtico film de terror que pone los pelos de punta. Es imposible no sentir pánico ante tanto sufrimiento, ante la facilidad con la que los dos personajes protagonistas caen en ese infierno que les lleva a perderlo todo, dignidad incluída.

Hay escenas verdaderamente espeluznantes, magistralmente aterradoras. Por supuesto destacar la del invernadero, que es de antología del cine de terror. Muy pocas veces una película consigue provocar ese estremecimiento, ese asomarse desde la pantalla a los monstruos que habitan en el alma humana, que están ahí acechando constantemente. El impacto es brutal.

Y de Lemmon y Remick qué más se puede decir que no se haya dicho. Ver cómo el monstruo se los va comiendo vivos, los devora y termina destruyéndolo todo a su alrededor es demoledor. Probablemente las dos mejores interpretaciones de su vida; verdaderamente inmensos.
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13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
"Miro el mar porque espero que, cualquier día, aparezca un monstruo que me lleve a las profundidades marinas"
Soledad acuática. Desierto marino.

Me queda claro la vulnerabilidad del ser humano, su condición, y la debilidad por las pasiones. Que este filme siempre termine devestándome. Que incluso lo sueñe. Acaso un aviso previo antes de la autodestrucción. El contraste entre la felicidad y la más insólita tristeza no es, sino una delgada línea que separa la ilusión y la realidad. La fragilidad humana.

"Días de vino y rosas" es cine maestro. También una lección valiosa, un mensaje perceptible, y celuloide imperecedero.

Y sin embargo...

No lo se, llámenle inmadurez. Es solo que, cada vez que puedo, termino con una botella de alcohol bajo mis manos...

Como dijo alguien: "La compulsión por vivir una vida más breve pero más intensa"
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15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Aprendiendo a vivir
Yo lo sé, tú lo sabes, todos lo sabemos... y aun así cuántas veces se nos olvida... el alcohol no soluciona nada. Ellos, suponemos, también lo sabrían. Pero hubo un momento en que dejaron de prestarle importancia a lo aprendido. Como vía de escape les valía, no importaban ni los días de resaca ni las peticiones pendientes: "¿Me perdonas?". Siempre encontraban el camino para seguir adelante. Y de repente, sin adivinarlo, las cosas se te tuercen. Has perdido el control. Las risas y los graciosos tropezones dejaron de tener su lado cómico, pues anuncian el final del precipicio. No uno terrenal, ante el que, lo sabes, podrás detenerte, in extremis, salvando las distancias. Cuestión de medir a tiempo. No uno fácil de ver, pues lo disfraza la embriaguez y el abandono a la solución más rápida para todo: la bebida, esa gran amiga que tan buenos momentos te brindó. "Será como siempre, mi vieja compañera, superaremos el bache, tú, yo, y quien quiera acompañarnos al final del precipicio. Sabremos medir a tiempo -glup glup-, no lo dudes". Y entonces ocurre. No hay lugar donde agarrarse...

<Esta película, como bien dice The Fucker, no es buena de por sí por el tema que trata, ya que su tratamiento podría no ser más que la machaconería y el patetismo descarado. Es buena porque, simple y llanamente, resulta creíble y natural, y se va desenvolviendo en progresión, sin decantarse tontamente por la tragedia más innecesaria. ¿Quién necesita de subrayador ante temas como éste? Dejen el trabajo a sus actores y elaboren un guión que nazca del corazón y no del raciocinio. Sólo así conseguirán conmover y, al mismo tiempo, aterrorizar como lo consigue "Días de vino y rosas", lejos de todo adoctrinamiento. Y es que de eso estamos bastante servidos ya, la verdad.>

Para ver y paladear reposadamente. Notable.
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11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Ante todo pedagógica visión del alcoholismo
Parece mentira que una adicción tan extendida como puede ser el alcoholismo haya generado más bien pocas películas sobre el tema. "Días de vino y rosas" es una de ellas y su intento de de ser pedagógica es su mayor éxito pero también su mayor lastre. Parece que Blake Edwards tiene como objetivo mayor mostrar a la sociedad norteamericana la realidad de esta enfermedad e incluso servir de ayuda a las personas que quieran salir de este mundo. Por eso describe como si fuera un manual los pasos que suele seguir una persona que cae en el alcoholismo, la degradación de sus relaciones personales, la pérdida del trabajo y el hundimiento más absoluto. Luego los propósitos de enmienda, la ayuda de Alcohólicos Anónimos, las charlas, las recaidas, etc.

Sin embargo, este intento de plasmar de forma bastante realista el alcoholismo le quita a "Días de vino y rosas" lo puramente cinematográfico. Los personajes, Joe Clay (Jack Lemmon), jefe de relaciones públicas de una empresa de San Francisco, y la secretaria Kirsten Arnesen (Lee Remick), aparecen demasiado esquemáticos, sin ser verdaderamente analizados psicológicamente. Igualmente las situaciones planteadas parecen seguir la ortodoxia del alcohólico tipo en vez de servir a una historia original. Quiero decir que la historia de "Días de vino y rosas" es poco atractiva y hasta irrelevante, pues no es más que un pretexto para tratar el tema. En fin, buen intento, correcta, pero con falta de chispa, y aunque no lo parezca, de dramatismo, profundidad y emoción.
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16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
BAJADA A LOS INFIERNOS
¿Por qué "Días de vino y rosas" es extraordinaria?

1) Porqué sublimes son las interpretaciones, en especial de la bellísima y genial Lee Remick, que llegará a quitarle el protagonismo a un gran Jack Lemmon que pese a una grandísima actuación, en escasísimos momentos rozará la sobreactuación.

2) Porqué el guión no tiene fisuras, perfilando perfectamente el aspecto psicológico de los personajes y dando gran importancia al entorno y la presión social. Ese uso social del alcohol de Joe por tal de ser algo en la empresa y ganarse a los clientes que le llevará a un ocaso personal. El tono poético y existencial en algunas de las conversaciones. Unos personajes muy bien desarrollados psicológicamente, nunca planos y esquematizados sino cambiantes y complejos .

3) Por la forma magistral de Edwards de manipular al espectador y de llevarlo en 117 minutos de la sonrisa fácil de su primer acto al profundo drama cotidiano que nos deja helados cuando vemos el The End en la pantalla
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12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
¿Cobardía? ¿De quién?
Una vez leí una crítica sobre esta película que trataba al personaje de Jack Lemmon como cobarde. Opino que no todos los cobardes se introducen en el alcoholismo, las drogas u otras psicodependencias reconocidas. Hay quienes acumulan riquezas, engañan, se conforman, ...
Nos da miedo cambiar nuestras vidas, nos da miedo cambiar nuestra sociedad. Los protagonistas se sienten más unidos cuando beben, es el refugio que le queda a la pareja.
La sociedad decide que todas sus "cucarachas" están mejor donde están, resulta más cómodo no reconocer que existen problemas.
La alienación humana tratada con maestría.
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El caos.
La realidad siempre supera a la ficción, y en este caso la historia se repite, es cierto, pero desde un ángulo mucho más despiadado al que otros directores hayan logrado acercarse.
Llevada a lo màs próximo de las relaciones personales, presenta a unas vidas en construcción totalmante indefensas ante su procesos de catarsis, en las que se ven envueltas.
Llenas de fuerza e ira interior, consiguen ser felices y evadirse de unas reglas del juego, que al final terminan por absorberlos y convertirlos en los perfectos parias sin un futuro que disfrutar, anclados en un presente corrosivo, donde familia e hijos incluidos acaban siendo eliminados.
Destilando melancolía y desgarro, aterra con escenas llenas de la inmundicia de la vida, y te desola con la increíble interpretación de Lee Remick, en su lenta caída a los infiernos.
Jack Lemmon, joder¡¡¡, te hace avergonzarte en su proceso ,y atención tú estas sentado en el sofá¡¡, mientras él cae en el patetismo más absoluto seña de su perdición, adicción y locura que dibujan la persona etílica que es.
Un drama maestro, con un final magistralmente gráfico y metafórico, sólo puede ser considerado excelente, y el culmen de las cintas de denuncia y retrato de las depedencias.
Antes de ver Requiém por un sueño o Trainspotting, disfruten de Días de vino y rosas, se lo pido por favor no caigan en mi error.

Un saludo
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16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Días de vino y rosas
Esta película es histórica por 3 razones:

1) Tiene a uno de los más grandes actores que dió el cine, excelente en la comedia y excelente en dramas: Jack Lemmon.
2) Es la película que mejor explica y desarrolla ese drama que es el tener una adicción, cualquiera que sea ella.
3) Tiene quizás una de las mejores escenas de toda la historia del cine. La secuencia donde Jack Lemmon busca la botella que escondió entre las flores de su suegro es sencillamente brillante. Es muy emocionante, a la vez que necesaria en la narración.

Sin embargo, aunque esto muchas veces resulte subjetivo, la primera parte de la pelicula me aburrió un poco. Tal vez era necesario un ritmo tan lento al comienzo, quizás no. Por eso pierde algo en mi calificación. La segunda parte es brillante por donde se la mire. En fin, una película seria, realista, creíble, emocionante e inteligente. Excelentemente interpretada y con grandes escenas. Y lo mejor, no sobrevalorada sólo por ser clásica. Esta película es buena en serio.
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
De la ternura a la desazón
¡Madre del amor hermoso qué manera de llorar! A ver, tampoco quiero mentir. Vi la película y no solté ninguna lágrima. Fue al día siguiente, que cogí la carátula, me puse a observar las fotos sonriendo de Lee remick y Jack Lemmon cuando algo me tocó la fibra. Sólo podía repetirme que qué cosa tan triste, abocados a estar separados serenos,... o malditos juntos.

La poesía se mastica en cada frase y en cada movimiento. La escena sobre el puente en el que Lee Remick le confiesa a Jack Lemmon que mira el agua oscura en la noche pensando que surgirá un bicho que la tragará (o algo así, es que no me suelo quedar con las frases exactas) es donde algo empieza a no olerte bien. Dos personas solas, insatisfechas con su trabajo, establecen una bonita relación pero dejando como broche de amor el alcohol. Eso unido a su soledad se convertirá en el principio del fin.

Es precioso ver esas rosas floreciendo y desgarrador toparse con ciertas escenas que ni te imaginas.

"Chapó" por las interpretaciones de los protagonistas sobre todo teniendo en cuenta que.... ups, viene confesión por el horizonte... Jack Lemmon nunca ha sido un actor que me guste especialmente. De hecho, no le veía ninguna característica para destacar pero reconozco que me ha dejado sorprendidísima. Sorprendida no sé si es la palabra exacta que mejor lo defina pero atónita y boquiabierta se ajusta bastante a la realidad. Y dicho llanamente: los pelos como escarpias.

Intento de crítica dedicada a Humoyplacer que me la puso al alcance de la mano.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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