A ver, Cat Person tampoco es tan mala como se ha dicho.
Tiene un mensaje importante y sobre todo tiene a Emilia Jones, que es una maravilla haga lo que haga. Ya emocionó en CODA y aquí vuelve a estar sobresaliente.
Sin embargo, el problema de esta película es que esta denuncia del patriarcado y del machismo y la violencia sexual que sufrimos las mujeres por el mero hecho de serlo ya la hemos visto hace poco en Una joven prometedora, la monumental ópera prima de Emerald Fennell, y claro, en la comparación sale perdiendo claramente la cinta de Susanna Fogel. La película está bien, pero no llega a impactar como debería y es demasiado complaciente en su tercio final (aunque no pierdan de vista la última escena... Tremendo momento).
Correcta, pero sin más.

¿Recuerdan Deseando amar, la maravillosa película de Wong Kar-Wai? En ella, Tony Keung y Maggie Cheung interpretaban a un hombre y una mujer que descubrían a la vez que sus respectivas parejas tenían un affaire. Poco a poco, ellos iban enamorándose también, pero decidían no actuar sobre esos sentimientos por un sentido del honor y la fidelidad muy desarrollado, para diferenciarse de la traición de sus cónyuges.
Algo parecido nos propone Celine Song en Vidas pasadas, una historia de amor a través de las décadas que no puede materializarse por diversos motivos (inmigración, otras relaciones), pero a la que, quizás, le quede una última oportunidad.
La directora retrata los sentimientos de los dos protagonistas van enorme elegancia y sensibilidad, extrayendo lo mejor de una excelsa Greta Lee (atención a su momento final, de una profunda emotividad) y un Yoo Teo que tampoco se queda atrás (ver cuando le confiesa a ella el motivo por el que cree que se ha casado). Es verdad que, quizá por esa similitud con la cinta de Wong Kar-Wai, el impacto que genera no es tan alto como parecen indicar las entusiastas críticas y los premios, pero sin duda es una cinta hermosísima y muy interesante.

Lo mejor: Las actuaciones y la elegancia y sensibilidad de la narración.
Lo peor: Tampoco es esa obra maestra que se ha dicho.

Almudena Carracedo y Robert Bahar son un bálsamo para el cine documental en España.
Ya con El silencio de otros consiguieron algo maravilloso, y ahora, con No estás sola, aportan el documento definitivo sobre un caso que cambió todo en España respecto a la violencia sexual que sufrimos las mujeres.
Mediante testimonios directos e indirectos, se reconstruyen los acontecimientos de aquel día en Pamplona y la reacción posterior con rigor, mucha emotividad y sin abusar en ningún momento del sentimentalismo.
Un documental magistral que demuestra por qué la educación es lo más importante para evitar que se repitan estas cosas . Ojalá lo vea mucha gente, y sobre todo muchos jóvenes.
Imprescindible.

Wonka es una cinta encantadora. Esa es la palabra.
Entretenida, divertida, y sobre todo profundamente emotiva (ver su tercio final), es una cinta perfecta para ver en familia y/o disfrutar de un rato muy agradable y bonito. Como cambia esperar, además, la dirección artística es sencillamente maravillosa, y el reparto es inmaculado. Tener a Olivia Colman y Hugh Grant entre los secundarios ya da una idea del nivel del que estamos hablando, pero es que además Carah Lane está fantástica, adorable y muy simpática, y Timothée Chalamet, en su mejor momento como intérprete, es el perfecto Willy Wonka, combinando dulzura y extravagancia a partes iguales.
El problema de la película es que sea un musical, ya que las canciones no aportan nada ni son especialmente memorables. Muy al contrario, lo que hace la música es alargar el metraje hasta el absurdo y ralentizar un ritmo que, de otra forma hubiese sido casi perfecto.
Aun así, una cinta muy hermosa y, sobre todo, entrañable.

Lo mejor: Lo encantadora, entretenida y emotiva que es, y el trabajo de Timothée Chalamet y Calah Lane.
Lo peor: No le beneficia nada ser un musical. No hacía falta, y sólo alarga el metraje sin razón.

¿Se puede decir ya? Digámoslo ya.
Dune: Parte Dos es una de las mejores películas de ciencia-ficción que hemos podido disfrutar en muchos años. Quizás no sea descabellado incluso decir que también en la Historia del Cine. Y es que Denis Villeneuve es uno de los nuestros. Un tipo que comprende el poder de la imagen y de la palabra, y que así, sin despeinarse, nos ha regalado ya dos de los trabajos de género más brillantes de las últimas décadas: esta cinta, y la magistral La llegada. Sin duda, Kubrick tiene un buen alumno en el canadiense. Entre Chris Nolan y él, han dignificado un género que, antes de ellos, pocas veces había arrancado el aplauso unánime de la critica y llegado hasta las galas de entrega de premios. Cosa que ya pasó con la primera Dune, y volverá a pasar sin duda con esta, si hay justicia.
Y es que todo funciona en este segundo volumen de la adaptación de Frank Herbert. Pese a que el metraje se extiende hasta las dos horas y treinta y siete minutos (sin contar los créditos finales), no se hace pesada ni aburrida en ningún momento. Las escenas de batalla y del desierto dejan con la boca abierta, por la espectacularidad de los efectos visuales (atención a la escena en que Paul aprende a montar en gusano de arena, y cada vez que estos aparecen, sobre todo en la batalla final, cuando al fin los vemos en todo su esplendor) y la inmensa fotografía anaranjada de Greig Fraser. El diseño de producción es sobresaliente. La realización de Villeneuve es sencillamente magistral (atención al cambio a blanco y negro durante la secuencia de Feyd-Rautha en la Arena), sin descuidar las escenas más íntimas y de diálogo (ver el primer beso entre Chani y Paul). La historia desprede una épica, una emoción y una madurez narrativa que es un bálsamo en un mundo tan adocenado y normalmente poco fértil en lo humano como el cinematográfico.
Y qué se puede decir del reparto, con unos soberbios Timothée Chalamet (impecable su transformación en Mesías) y Zendaya (qué mirada tiene) a la cabeza. Austin Butler resulta aterrador y hace un trabajo maravilloso. Rebecca Ferguson es, una vez más, seguramente la mejor del reparto, y vaya carrera que se está labrando la sueca. Impecable. Javier Bardem se lo pasa bomba con su importantísimo Stilgar, y Christopher Wallen y Stellan Skarsgaard ponen la nota de veteranía a la perfección.
Sí que es verdad que no es perfecta, principalmente porque sufre un ligerísimo y breve bajón de ritmo tras los primeros 90 minutos (algo totalmente lógico y perdonable, teniendo en cuenta su duración), y también se puede apreciar que hay personajes que hay personajes que no tienen tiempo suficiente para destacar. Es el caso de los roles que interpretan Dave Bautista, Florence Pugh (otra que tal baila respecto a la carrera magistral que se está labrando; representa, junto con Butler, Chalamet y Zendaya, lo mejor de esa generación de actores nacidos entre 1991 y 1996, aproximadamente) y sobre todo Léa Seydoux, que quedan bastante descolgados del conjunto, aunque en el caso de esta última, seguramente gane mucho protagonismo en la siguiente película. Que la habrá, no tengan duda. Pero son fallos estos tan nimios, tan insignificantes en un conjunto tan maravilloso, que se le pueden disculpar perfectamente.
La primera gran película de 2024. Al nivel de la primera trilogía de Star Wars y de 2001. Un magistral trabajo de ciencia-ficción y una historia apasionante.

Lo mejor: Todo: la realización de Villeneuve, los actores (sobre todo Ferguson, Butler, Chalamet y Zendaya), los efectos visuales, la fotografía, la dirección artística, la música de Hans Zimmer (maestro siempre; otro trabajo superlativo para su colección), el entretenimiento que proporciona...
Lo peor: Pasada la primera hora y media, impecable, sufre un ligero bajoncillo de ritmo, y hay personajes que no tienen suficiente tiempo en pantalla para brillar como merecen.

Se ha alabado mucho Siempre el mismo día. Y motivos hay para ello, sin duda.
La producción es estupenda, resulta muy entretenida, está bien escrita y cuenta con una pareja protagonista maravillosa. La química entre Ambika Mod y Leo Woodall es fabulosa, y si encima les añadimos la compañía de intérpretes como Essie Davis, Eleanor Tomlinson o Joely Richardson como secundarias, el nivel sube todavía más y engrandece la historia y el resultado final.
Sin embargo, es cierto que, para quienes hayan visto y disfrutado la magistral Normal People, con unos inolvidables Paul Mescal y Daisy Edgar-Jones, todo les va a sonar ya, porque el concepto es un poco el mismo: una relación de pareja que pasa por diferentes fases y circunstancias a lo largo de los años, pero en la que el cariño y la atracción entre los protagonistas permanece intacta. No es, por tanto, nada novedoso, aunque sí es cierto que Siempre el mismo día es más comercial y conformista que la miniserie irlandesa.
Correcta, notable, pero algo sobrevalorada, quizás.

Godland es una película que nos habla de la importancia y, en muchas veces, la insalvable distancia que se hace evidente con los choques culturales, y cómo puede destrozar hasta la voluntad más férrea y las mejores intenciones.
Es el caso de Lucas, el joven pastor danés que pone rumbo a Islandia para intentar evangelizar a la tosca población local que, aunque entonces era parte de la soberanía danesa, no está muy por la labor de acoger una nueva iglesia ni tampoco al forastero.
Hlynur Palmason nos propone un cuento trágico que resulta de lo más tenso, además, aunque pierde un poco el paso con el ritmo en ocasiones, y tampoco termina por resultar tan relevante como han querido ver las críticas y las ceremonias de premio. Sin embargo, es una muy interesante reflexión sobre el odio al diferente y la intención de encajar en un ambiente abiertamente hostil.
Notable.

Sea lo que sea o haya sido como persona, Roman Polanski es un maestro.
Chinatown es una muestra más de que no estamos hablando de un cualquiera. La película, inolvidable también por las interpretaciones de un soberbio Jack Nicholson y una Faye Dunaway que nunca ha estado mejor (y que venía entonces del descomunal éxito de Bonnie & Clyde), prácticamente define lo que es el cine noir. Hay pocas pegas que se le pueden poner a una película tan redonda, con ese guion tan monumental, esos giros argumentales, ese ritmo casi perfecto, la realización de Polanski...
Un clásico a revisionar y redescubrir siempre. Un gustazo para los cinéfilos.

A ver, vamos a ser claros.
El cine de Yorgos Lanthimos no es para todos los paladares. Y menos aún desde La favorita.
Sin duda, es arriesgado, es visceral, es aterrador a veces, es grosero, es soez, es muchas cosas que no van a gustar a mucha gente. Pero sin duda sí ha gustado a la crítica, en vista de los excelentes resultados de su cine en los últimos años en las entregas de premios y los rankings de mejor cine del año.
En el caso de Pobres criaturas, Lanthimos nos lanza el mensaje más descaradamente feminista en mucho tiempo, sin cortarse un pelo, como es habitual en él, poniendo el foco en una mujer protagonista muy peculiar que se embarca en un viaje de descubrimiento físico, espacial, sexual, emocional y mil cosas más que la convierten en una mujer empoderada, ahora que está tan de moda el término. Y si encima tienes a Emma Stone, soberbia, y a Mark Ruffalo a la cabeza de un reparto increíble, pues para qué decir más. Por tanto, guste o no el estilo del realizador heleno, hay que reconocer que tiene unos arrestos que pocos cineastas actuales comparten, y que no le dan ningún miedo la transgresión ni la polémica.
El problema es que esta vez sí que se pasa un poco de listo. La favorita era una maravilla, porque tenía mucha más historia que contar, y daba una vuelta de tuerca fantástica al cine histórico, pero Pobres criaturas parece existir más por la transgresión pura y dura. O dicho de otro modo: resulta bastante pretenciosa. Esto no sería un problema tan grave si la cinta no fuese tan exageradamente larga. De hecho, es eterna. Y eso influye en el ritmo, ya que es imposible mantenerlo bien durante más de dos horas y cuarto.
En definitiva, una película excelsa en lo técnico y lo interpretativo, pero bastante mejorable en lo narrativo. no es la mejor producción de Yorgos Lanthimos. No lo es.

Lo mejor: Emma Stone y Mark Ruffalo. Apoteósicos. El mensaje feminista. Y el estilo tan rompedor y arriesgado de Yorgos Lanthimos.
Lo peor: Es demasiado larga, el ritmo es muy irregular, y la pretenciosidad, esta vez, es alta.

Woody Allen, uno de los directores más importantes e influyentes de la Historia del Cine (aquí no hay discusión), defenestrado, abandonado, de quien han renegado muchos de sus actores y actrices recientes, en la peor situación de su carrera, se refugia en Francia y en la lengua francesa para continuar haciendo películas.
Golpe de suerte nos propone una historia con los siguientes elementos: pareja aparentemente perfecta, un affaire extramatrimonial, una situación incómoda, una decisión desesperada y sin vuelta atrás. ¿Les suena? Claro, es lo mismo que Allen nos ofreció ya en la magistral Match Point. El problema es que nos lo ofreció mejor, bastante mejor.
Porque Golpe de suerte es una suerte de remake no declarado de su propia película con Jonathan Rhys Meyers y Scarlett Johansson. ¿Está bien? Sí, está bien. ¿Tiene el toque Allen que quieren sus seguidores? Sin duda. Pero no sorprende ni impacta demasiado su reflexión sobre la suerte y el azar, entremezclados con la infidelidad, porque ya lo hemos visto antes y lo hemos visto mejor.
Correcta, pero sin más.

Lo mejor: La interpretación de Lou de Laage y Valerie Lemercier, y el inconfundible estilo del director.
Lo peor: Es un dejà vu constante.

El color púrpura, en esta versión del musical escénico, que a su vez adapta la novela de Alice Walker, tiene un problema principal, y es que existe la otra El color púrpura, la de Spielberg. Y además es una cinta que se ha quedado marcada a fuego en el imaginario colectivo. A diferencia de otras películas exitosas en su día, pero que poco a poco van cayendo en el olvido con el paso de los años, el poderosísimo drama del realizador de Tiburón sigue siendo recordado, llorado y amado por multitud de cinéfilos.
Y ahí reside el problema, como decimos, porque aunque la comparación sea injusta, como todas, lo cierto es que este Color Púrpura sale perdiendo en la misma, principalmente porque, por alguna razón, la película nunca aprovecha su calidad técnica, apabullante, y sus poderosas canciones para alzarse como un espectáculo inolvidable. Su capacidad para epatar y perdurar en la memoria es limitada, y no puede, o no sabe cómo, alcanzar una entidad que podría haber tenido sin problema sólo gracias al mensaje, más vigente que nunca, de la novela y los personajes creados por Walker.
Sobre lo que no hay duda es sobre la calidad de los intérpretes a los que dirige Sam Blitz Bazawule, y muy especialmente a dos de sus protagonistas. Por un lado, Fantasia Barrino, que en su día perdió el personaje de Effie White en favor de Jennifer Hudson (su compañera de edición de American Idol) en la adaptación de Dreamgirls, y que aquí se resarce con el papel de Celie, al que ya dio vida sobre las tablas. Se nota que tiene la medida cogida al personaje y que le va como anillo al dedo, porque se vuelca en cuerpo y alma en transmitir la emotividad de la trágica vida de la desdichada joven, en un esfuerzo sencillamente soberbio. Brooks, por su parte, a quien disfrutamos durante siete temporadas en Orange is the new black, aporta una fuerza y determinación increíble a su Sofia, siempre desafiante y valiente ante la adversidad. Más que merecida su nominación al Oscar y a otros premios, y ojalá sea el comienzo para ella de una carrera más brillante también en el cine.
Correcta, entretenida, emotiva, pero mucho menos brillante de lo que podría haber sido.

Lo mejor: Su factura técnica, que empapa de lujo y belleza cada imagen, y las interpretaciones de Fantasia Barrino y, sobre todo, Danielle Brooks.
Lo peor: Sale perdiendo por mucho en la comparación con la novela y la adaptación de Spielberg, y no pone toda la carne en el asador.

La virgen de los sicarios, dirigida por el suizo Barbet Schroeder, es una crónica dolorosa del mundo criminal en Medellín. Se puede entender por qué molestó tanto en Colombia, pero la película, como la novela en que se basa, se limitan a describir una triste realidad, la del narcotráfico y la mafia colombiana.
Por supuesto, la originalidad reside en que se tratan estos temas de violencia, decadencia y corrupción a través de la historia de amor entre los dos protagonistas, que recorren las calles de Medellín entremezclando historias de pasado y presente, amándose y poniéndose en peligro al mismo tiempo, en una suerte de odisea de muerte, violencia y relaciones apasionadas.
Notable y fascinante. A redescubrir.

Desconocidos es una película de enorme belleza. Una de esas que convierten el dolor más profundo en algo sanador y profundamente hermoso.
Porque la historia de Adam, el protagonista, es una historia de dolor, de trauma no superado, y por supuesto una historia de amor con Harry, su vecino, su tabla de salvación, su oportunidad para ser feliz y dejar finalmente atrás unos hechos del pasado que no le permiten avanzar.
La cinta no es perfecta. Es cierto que es fácil adivinar, a poco que se esté un poco atento, quién es Harry realmente y cuál es su papel en la vida de Adam, y es verdad también que la conclusión aporta más preguntas que respuestas. Pero todo lo demás, y cuando decimos todo es todo, es tan bueno que se le perdonan esas dos circunstancias menos acertadas.
Desconocidos nos habla, como decimos, del trauma no superado y del amor entre dos hombres que se necesitan y "salvan" el uno al otro por distintos motivos, pero también de los padres. De la necesidad que todos tenemos de su aprobación, de su cariño, de su consejo o su buena opinión de nosotros. Es por eso que las escenas en que aparecen unos fabulosos Jamie Bell y Claire Foy son las más emotivas de una película que rezuma, precisamente, emotividad por sus cuatro costados. Esperen a ver el fundido a negro final, teñido de tenues luces violeta, al ritmo de "The power of love" de Frankie goes to Hollywood. Esperen a ver las elegantísimas y delicadas escenas íntimas entre Adam y Harry. Esperen a escuchar diálogos como el de Adam y su madre en la cocina, cuando él finalmente revela quién es y cómo es, con esa lágrima solitaria y silenciosa que le cae por la mejilla. Son sólo algunos ejemplos de las imágenes maravillosas con las que nos deleita Andrew Haigh.
Por supuesto, todo esto quedaría en agua de borrajas si el guion no fuera bueno, pero es que además lo es, y mucho, con esa enorme sensibilidad y capacidad para emocionar, y además la realización de Haigh, acompañada por la magistral fotografía de Jamie D. Ramsay, es excepcional.
Y un párrafo aparte merecen Andrew Scott y Paul Mescal. El irlandés parece tener el trabajo más fácil, a priori, por tener el personaje más extrovertido y simpático, un poco como le pasaba a Jake Gyllenhaal en Brokeback Mountain. Sin embargo, según avanza la acción, Mescal va mostrando cada vez más vulnerabilidad, con esos ojos que tiene que dicen tanto, y se marca un tercio final de auténtica antología. Lo de Scott es ya de otro planeta. Un poco también como hacía Heath Ledger en la mencionada película de Ang Lee, el británico transpira dolor, murmurando muchas veces las palabras en vez de pronunciarlas, en una montaña rusa de dolor y curación que Scott maneja a la perfección. Sinceramente, le han robado la nominación al Óscar. A Mescal seguramente también, pero su caso es excepcionalmente claro. Andrew Scott es la película.
En definitiva, una sensacional obra a disfrutar y revisar para seguir empapándose de su hermosura, de su inteligentísimo uso de la música , y seguir cayendo rendidos al poder del amor, como dice la canción. Maravillosa.

Lo mejor: Lo preciosa que es, la música, la reflexión sobre el duelo y la relación con los padres, y las interpretaciones de Andrew Scott y Paul Mescal.
Lo peor: El giro sobre Harry es bastante predecible.

Infiltrado es una película correcta. Sin más.
No tiene mucho que alabar, pero tampoco que criticar especialmente.
Lo mejor es Emile Hirsch, que es un actor estupendo que, además, se ha labrado una carrera de lo más curiosa, casi siempre alejado de los círculos más comerciales.
Lo demás es un thriller policiaco de manual, que no arriesga ni innova en nada, pero que resulta entretenido y efectivo. Sin más.
Aceptable para pasar un buen rato con ella.

Lo mejor: Emile Hirsch y lo entretenida que es.
Lo peor: No destaca realmente por nada.

Balada de pájaros cantores y serpientes es como su material de base: francamente irregular.
El principal problema de esta precuela de Los Juegos del Hambre es que la novela, escrita de nuevo por Suzanne Collins, es bastante decepcionante e incluso aburrida en algunos momentos. Nada que ver con la espléndida trilogía original, que tan bien llevaron a la gran pantalla entre Gary Ross y Francia Lawrence, que repite en Panem una vez más, haciéndose cargo de la dirección en esta ocasión también.
Y sin duda Lawrence sabe lo que hace, porque es un extraordinario director y trabaja muy bien la ciencia ficción y la distopía, y además cuenta con una producción a su servicio que es simplemente impecable. La película, a nivel cinematográfico y de producción, es una gozada, como también lo es un reparto sencillamente perfecto. Desde secundarios como Peter Dinklage, Hunter Schafer o Jason Schwartzman, pasando por una Rachel Zegler adorable y maravillosa, un Josh Andrés Rivera cercano y digno de lástima, o por supuesto un Tom Blyth que hace un Snow antológico (sobre todo en el último tercio, en el que está magistral: esas miradas...), todos los intérpretes hacen su trabajo de forma sobresaliente.
Sin embargo , como decíamos, el material original falla en esta ocasión, y eso es difícilmente superable. La historia es caótica, el metraje es extensísimo (casi dos horas y media), y la trama simplemente no tiene el interés que sus responsables creen. Hubiera sido mucho más interesante, seguro, ver la historia de la rebelión de los Distritos contra el Capitolio y la subsecuente guerra civil de Panem, o incluso los primeros pasos de Snow ya colo líder supremo del país, pero esta historia se queda mitad. Una lástima.

Lo mejor: Los actores (especialmente Blyth, Zegler y Rivera) y su impecable factura técnica.
Lo peor: La historia no es nada del otro mundo, y eso es muy difícil de levantar.

Allá por el año 2000, un entonces desconocido J.A. Bayona dirigió uno de los mejores videoclips de la historia de la música española para terminar de certificar el regreso triunfal de OBK, después de unos años más flojos tras el relativo fracaso de su cuatro disco, Donde el corazón nos lleve. "Tú sigue así" fue el primer single de Antropop, disco que también puso en el mapa a Carlos Jean, en su caso como productor, pero aquel videoclip sigue siendo recordado gracias a la maravillosa realización de Bayona, que nos cuenta una historia de un moderno Fausto. Y hasta ahí podemos leer, porque hay que verlo hasta el final para entender definitivamente lo que pasa en esos cuatro minutos.
Maravilloso ejemplo de casi cine al servicio de la música, y una de las primeras demostraciones de que el director de Un monstruo viene a verme iba a pisar fuerte. Pero que muy fuerte.

Mis vacaciones fue el primer trabajo de ficción de J.A. Bayona, antes de convertirse en el director de videoclips más solicitado y prestigioso del país (gracias a sus trabajos para OBK y Camela, especialmente), y la verdad es que es una historia ciertamente encantadora. En apenas 10 minutos, sin contar créditos, el realizador de La sociedad de la nieve ofrece una nostálgica mirada al pasado, al verano como tiempo de descubrimiento y paso a la adolescencia, a través de los ojos y vivencias del protagonista, a quien vamos acompañando mientras explora lo que es una rave y, por supuesto, el primer amor (de verano).
Encantadora y dulce, y con un estilo "antiguo" en lo visual por parte de Bayona, que resalta todavía más esa apuesta, tan del director, por la nostalgia y lo emocional.

London town es una película encantadora.
No sólo explica muy bien lo que fue el punk, sus implicaciones sociales y políticas, y cómo era la sociedad británica en los 70, sino que presenta una historia estupenda sobre el paso a la madurez de dos chavales apasionados por la música y los Clash que utilizan esa influencia y esa ilusión del primer amor para enfrentarse a sus problemas familiares y a esa loca aventura que es hacerse adulto. En buena parte, esto funciona porque Nell Williams (vista brevemente en Juego de Tronos como la adolescente Cersei Lannister) y Daniel Huttlestone (el inolvidable Gavroche de Los Miserables) están fabulosos en las pieles de Vivían y Shay.
Una película notable, muy simpática y llena de música increíble, pero sobre todo muy entretenida y con alma (de punk).

Lo mejor: Su historia, encantadora, la música, y la buena pareja que forman Daniel Huttlestone y Nell Williams.
Lo peor: Nada, dentro de sus parámetros. Obviamente no es una obra maestra.

Jake es una película amable, bienintencionada, pero poco especial o especialmente brillante.
Más que nada porque comete el error de ignorar bastante al Jake del título. La historia está planteada desde el punto de vista de sus padres (unos Claire Danes y Jim Parsons con poca química, la verdad), explorando cómo aceptan que su hija es trans y qué hacen al respecto, pero se pierde una oportunidad inmensa para hacer de Jake un personaje más interesante y, sobre todo, que sirva para dsr voz y visibilidad precisamente a esa infancia trans tan silenciada y olvidada.
Una cinta bonita, pero poco aprovechada.

Vacaciones en Roma es una delicia.
Una de las mejores comedias románticas jamás hechas, cortesía del maestro William Wyler.
La historia es una maravilla, de una dulzura increíble, y está contada con ese aire de cuento que le va tan bien
¡Y en Roma! Es que es irresistible. Y encima Gregory Peck y Audrey Hepburn están maravillosos.
Una maravilla.

Lo mejor: Su encanto, su guión, su pareja protagonista . Todo.
Lo peor: Es algo larga.