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El milagro de Ana Sullivan
El milagro de Ana Sullivan (1962)
  • 7,6
    5.845
  • Estados Unidos Arthur Penn
  • Anne Bancroft, Patty Duke, Andrew Prine ...
9
¡PODEMOS!: UNA LUCHA HASTA LA EXTENUACIÓN
"Helen Keller, nacida en 1880 y fallecida en 1968, quedó ciega y sorda como consecuencia de una posible meningitis o escarlatina cuando tenía un año y medio de vida. Gracias a la ayuda de su maestra Anne Sullivan, obtuvo logros increíbles a lo largo de su vida. Aprendió a hablar, podía leer francés, alemán, griego y latín en Braille. Fue la primera mujer en sus circunstancias que obtuvo un título universitario y, con los años, fue activista política, autora, confidente de más de un presidente de los Estados Unidos y líder mundial e inspiración para millones de personas."

Si lo anterior les ha impresionado, seguro que les impresionará aún mas cuando vean esta excelente película. Les dejará tocados. Absolutamente noqueados, tanto por las cornadas que da la vida como por el coraje necesario para salir adelante. Y es que hay que echarle pantalones, fuerza de voluntad y lo que ustedes quieran para afrontar y si es posible superar, un problemón así. Es muy fácil decir "Podemos" pero luchar hasta la extenuación por una causa tan hermosa como difícil tan solo está al alcance de unos pocos, no elegidos por la diosa Fortuna sino forjados en las más duras circunstancias de la vida.

Y en este sentido, actores y actrices capaces de situarse al borde del abismo de los desplomes físicos y sicológicos, capaces de representar fuerza y agotamiento y hasta de cansarnos con su extenuación, solo pueden encontrarse en ese reducto minúsculo de hombres y mujeres que más que actuar transmiten sentimientos plenos de autenticidad. En esta línea, Anne Bancroft es Ana Sullivan. No la interpreta. No. La vive, más golpe a golpe que verso a verso hasta removernos en nuestros asientos con las entrañas alteradas. Supongo que las esperanzas de arrebatarle el Oscar a la Bancroft, por parte de sus competidoras serían nulas.

Y tres cuartos de lo mismo respecto a la interepretación de la niña ciega y sorda acreedora a la estatuilla a la mejor actriz de reparto. Y aquí no vale eso de que así se las ponían a Fernando VII o que con personajes así el éxito está asegurado. Los dos papeles son tan difíciles que hubiesen dejado en evidencia a muchisimas otras actrices. Pero Anne Bancroft y Patty Duke, de la mano de Arthur Penn, consiguen superar la prueba y con nota. Sobresaliente para ambas.

Este tipo de películas suele resultar incomodo. Es un cine vital. De realidades que se enquistan como moscas cojoneras en nuestras conciencias y nos obligan a volver los ojos hacia esos dramas ajenos que parecen recriminar nuestra vida plácida. Pero esto es un ejercicio de humanidad tan necesario como inevitable. La película es una enseñanza y una invitación a la reflexión. Una obligatoria mirada hacia el mundo de los discapacitados, el de la educación e incluso el del amor paterno incorrectamente encauzado no por maldad sinó por ignorancia.

Ahora, eso si, nunca hay que confundir la fuerza, el coraje y los arrestos, en pos de una causa justa, con la violencia gratuita y deleznable.
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21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Matrimonio de estado
Matrimonio de estado (1948)
  • 6,2
    79
  • Reino Unido Basil Dearden
  • Stewart Granger, Joan Greenwood, Flora Robson ...
7
"ERASE... UNA VEZ..."
Inglaterra. Años 40. Factoría Ealing. Alexander Mackendrick al guión. Recordemos sus excelentes Chantaje en Broadway, Whisky Galore o El quinteto de la muerte. Nominación al Oscar para la mejor dirección artística en color (1950). Buena fotografía de Douglas Slocombe (Oro en barras, Ocho sentencias de muerte). A la batuta Basil Dearden (Kartum). Y sin embargo... Fracaso en las box-office, que es el único lugar donde no conviene fracasar, al menos para el bolsillo de las productoras.

Et pourquoi? Es difícil de decir y probablemente desde nuestras latitudes mucho más. Por una parte se trata de una historia sumamente sencilla y comprensible: Matrimonio de conveniencias. Un marido de los que no te hacen ni caso. Y una esposa que, tras dar a luz a hijos que le serán arrebatados por razones de Estado ( y pongo Estado con mayúsculas no por respeto sino por evitar confusiones con otros estados, por ejemplo de buena esperanza) se dedica a ese cóctel de lectura y descanso que se llama aburrimiento. Ya tenemos la yesca preparada. ¿El diablo soplante? Pues, pongamos un conde sueco de apellido impronunciable y con la cara de Steward Granger (pura línea Scaramouche). Todo claro, sencillo, diáfano.

Pero claro, con la política hemos topado Sancho, pues todo lo que vieres no es obra de mentes enfermizas. No. Todo ello sucedió. " Érase...Una Vez..." Rota la estirpe de los Tudor y con permiso de los Estuardo (Stuart) por obra y gracia de una primita lejana casada con el Elector del Palatinado, la casa alemana de Hanover sentó sus reales (nunca mejor dicho) en el trono de Inglaterra.

Seguro que si en lugar de ver la película de Dearden visionaron el canal Historia, habrán llegado a idéntica conclusión.

Sigamos: Intrigas. Tejemanejes. Amantes oficiales y extraoficiales. Las amistades peligrosas versión germana. Cambien la Marquesa de Merteuil (Glenn Close) por la Condesa Platen (Flora Robson) y verán quién y como mueven los hilos en la corte. ¿La princesa Sofía Dorotea? Tirar después de usar. Y los ingleses con un elemento como el príncipe George Luis (Peter Bull) reinando como Jorge I, después de darle billete "not return" al presuntamente amante platónico de su señora. Y eso, aunque resulte extraño vistas las cosas que hemos visto en Inglaterra, ¡eh sir John! al respecto de la realeza, puede que no gustase a finales de los 40.

Si se hubiesen acostado pero con discreción quizás el curso de la historia hubiese sido otro y hasta el film hubiese dejado beneficios.

Quisicosas.
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11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El vengador sin piedad
El vengador sin piedad (1958)
  • 6,7
    1.584
  • Estados Unidos Henry King
  • Gregory Peck, Joan Collins, Henry Silva ...
7
CON AIRES DE CONFESIONARIO, SAGRADO Y SACRISTÍA.
Mis filosofías de andar por casa andan un poco descerebradas con eso de El vengador sin piedad. Con la filosofía a punto del desprendimiento, pregunto ¿Pueden coexistir la venganza y la piedad? o, como en Los Inmortales, "solo puede quedar uno". Lo dejaremos en el original "The Bravados" y seguro que ahorramos así salud mental, que anda escasa en los tiempos que corren.

Interesante director Henry King. Gran actor Gregory Peck.Sugerente Joan Collins (lo más que se puede decir). Stephen Boyd, eterno Mesala. Lee Van Cleef, con toda probabilidad el malo más malo del Oeste con permiso de Jack Elam. Un quinteto de la muerte más que aceptable. Bellísimos escenarios naturales y hasta "los niños cantores de Morelia" acompañando musicalmente la misa. Y sin embargo...

Reflexiono. Algo no encaja ¿ pero qué?.No me gusta esa sensación final de que me la han dado con queso o con chiles mexicanos, que viene al caso. Porque miren, encontrarse al bueno de Gregory con "ojos de cazador" al acecho, acoso, derribo y descabello de los cuatro asesinos de su señora, eso sí, presuntos, pues vale. Que lleve 6 meses tras sus pasos, cual un Bronson "yo soy la justicia" cualquiera, también vale. A Peck le acompañan las obsesiones enfermizas ¿Les suena Moby Dick?. Incluso es aceptable (quizás políticamente no) que, como espectadores jaleemos, enfervorizados y puestos de su parte ante la maldad del personal. Pero ese aire final de confesionario, sagrado y sacristía me parece impuesto por la moralidad imperante. Incluso el intento epistolar de justificación del error cometido basándose en la "legalidad" me parece fuera de contexto. Tal vez la Iglesia como el Ebro debía guardar silencio.

No estoy abogando por un cine de violencia sin sentimientos. Tampoco niego la capacidad de arrepentimiento ni el reconocimiento personal del error. No. Pero no mezclemos a la Iglesia en esto. No le demos más chance en este terreno. En 12 hombres sin piedad, Lumet ya abordaba el tema del riesgo a equivocarse en decisiones que afectan a la vida humana y no esperaban a que viniese la curia consoladora.

Resumiendo. Entretenido si. Irregular también. Ejemplarizante poco.
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11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La leyenda del indomable
La leyenda del indomable (1967)
  • 7,9
    19.719
  • Estados Unidos Stuart Rosenberg
  • Paul Newman, George Kennedy, Dennis Hopper ...
8
¿PUEDO PONERME LAS GAFAS, JEFE?
Si. Esta es la peli de los huevos duros. 50, eso si bien pelados y dispuestos para ser engullidos. No confundir con aquella máxima marxiana (que no marxista, creo) de “…y dos huevos duros”. Por si alguno no la ha visto aún, además de recomendársela, me reservaré el resultado de una apuesta gastronómica con opciones de record Guinness aunque como supondrán al bueno de Paul Newman le salían los huevos hasta por los ojos, eso si teñidos de azul.

¿Puedo beber agua, jefe? Un traguito de líquido elemento nunca viene mal y mucho menos cuando se ejerce de presidiario alquitranando carreteras a pleno sol. ¿Puedo quitarme la camisa, jefe? El jefe siempre tiene razón. ¡Que bien dispara usted, jefe!. Y George Kennedy, buen secundario donde los haya (estatuilla incluida), compartiendo carreteras sin mantas con Paul “blue eyes” Newman (candidatura incluida). Buen tandem, un aspirante a domador y un indomable forjando leyendas. Y, al final de la escapada, ¿puede entenderse una película de prisiones, sin fugas?, la única capaz de doblegar las más férreas voluntades, esa que te dobla aunque no quieras. La innombrable.

Film que nos muestra como la supervivencia necesita de sonrisas, de ingenuidades, de algún que otro peloteo, de segundas intenciones pero sobre todo de una fuerza de voluntad al alcance de pocos. Magnífico Paul Newman. Sinceramente creo que con otro actor la película se hubiese quedado simplemente en buena, lo cual no es poco, pero el amigo Newman sin ser el de otros films (léase por ejemplo El buscavidas) está genial y la peli gana. Todos ganamos.

Stuart Rosenberg, especialista en prisiones (Brubaker - 1980) le mete el bisturí al sistema correccional. Lo hinca en las prepotencias, en los excesos de autoridad con buenos chorros de mala leche, en los incansables perros asesinos muertos de cansancio, en las desproporciones delito-castigo, en la carencia de sentimientos humanos que no favorecen en absoluto la finalidad rehabilitadora de las instituciones. Y mientras va deslizando escalpelos por esas gangrenas con gafas Rayban retrata al tiempo los instantes de una vida que se escapa al otro lado de las alambradas. ¿Puedo ponerme las gafas, jefe? Joy Harmon enjabonando voitures, instintos y desenfrenos. Joy, cual Hot Hot Hot Sabrina con sus “Boys” y nosotros metiendo la cabeza en el televisor. Memorable Joy, dando alegrías, como su nombre, Macarenas. Su momento de gloria cinematográfica. Acabó haciendo pastelitos en la vida real, otra forma de endulzar la vida.

Dean Stanton cantando Cotton Fields. También The Midnight Special. La evocación de los Creedence y Van Morrison en el ambiente. Múltiples alicientes que añadir al aliciente principal Paul Newman, vientre en estado de buena esperanza tras la ingesta ovípara y mente en estado de duda perpetua frente a la falta de respuestas divinas.

Imprescindible.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El árbol de los zuecos
El árbol de los zuecos (1978)
  • 7,7
    2.841
  • Italia Ermanno Olmi
  • Luigi Ornaghi, Francesca Moriggi, Omar Brignoli ...
8
ÁLBUM FOTOGRÁFICO DE LAS RUTINAS DIARIAS
Durante gran parte de la película me estuve preguntando ¿ Dónde está el árbol de los zuecos?. Una vez localizado, cambié la pregunta ¿ Qué importancia tiene ese árbol? y después de casi 3 horas de cine, se hizo la luz. El árbol de los zuecos es el símbolo de una época, donde los señores mantenían su "status" a costa del sudor de "sus" campesinos disponiendo de ellos a su antojo y arbitrio.

Esto no deja de ser una ligerísima aproximación a un film de mérito, realizado en unos años donde este tipo de cine parecía tener su momento. Recordemos sin ir más lejos Padre Padrone de los Taviani, premio Cannes 1977 o la propia Novecento de Bertolucci (1976), películas donde las tradiciones, los gozos, las sombras, y sobre todo, las penurias del campesinado, amen de su fuerza revolucionaria, trataban de hacerse un hueco en las conciencias alegres y confiadas.

Sin embargo, hay diferencias entre las películas citadas. Por un lado, Novecento recoge la ira justa de unos campesinos oprimidos política y socialmente, Padre Padrone refiere la fuerza inmovilista de unas tradiciones seculares que frenan cualquier avance y El árbol de los zuecos es un auténtico álbum de fotografías donde se conserva la instantánea de las rutinas diarias de unas familias normales a las que les pasan cosas tan normales que uno se figura que no les pasa nada.

Puro neorrealismo tardío, en la línea Rossellini o De Sica. Aunque, la realidad nunca es tardía. Y Olmi mas que cine de ficción realiza un documento histórico que, con seguridad, sorprenderá a aquellos espectadores presentes y, sobre todo futuros, que no conciban la vida sin un televisor o una lavadora. Seguramente encuadrarán El árbol de los zuecos en la categoría cinematográfica de la ciencia (o realidad) - ficción.

Buen ejemplo de un cine de compromiso social que el tiempo y los cambiantes gustos han arrinconado en cierta manera, pero que aún conserva gran parte de su fuerza gracias a la veracidad de sus vivencias y de sus denuncias.

Eso sí, tres horas son muchas horas.
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42 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos en la carretera
Dos en la carretera (1967)
  • 7,4
    13.424
  • Reino Unido Stanley Donen
  • Audrey Hepburn, Albert Finney, Eleanor Bron ...
9
CAMINANTE NO HAY CAMINO, SE HACE CAMINO AL ANDAR
No creo estar desvelando ningún secreto de sumario si les digo que Dos en la carretera no es ninguna “road movie” al menos en ese concepto unánimemente aceptado que lleva aparejado su “modus vivendi” muy particular y su libertad de espíritu. Es cierto que hay dos y que la cosa va de una carretera en singular, más tradicional, menos asfaltada y en una única dirección, la carretera de la vida, ese camino machadiano que se hace al andar y que si ya de por si es difícil recorrerlo sólo, hacerlo en compañía puede resultar una odisea. El que esa odisea encuentre a su Penélope al final del periplo o únicamente encuentre el sitio, depende de ambos caminantes. Ese es el sencillo mensaje de Stanley Donen en una película magistral que, si bien ha envejecido mal en las formas, sigue vigente con plenitud en un fondo absolutamente intemporal.

Seguro que lo consideran una perogrullada, pero sin Audrey seguro que el film no hubiese sido el mismo. Se que entienden lo que quiero decirles. Audrey está divina. Tan divina que no tiene el apodo porque se le anticipó la maravillosa Greta Garbo. Ella es la alegría, la vitalidad, la espontaneidad, la locura de los veinte años. Ella es la sensualidad hecha sonrisa. El contrapunto perfecto para un Albert Finney con todas sus cualidades sentimentales en la trastienda de su egoísmo. Ciego y pagado de si mismo, consigue enervar al espectador con sus absurdas preguntas de respuestas tan obvias como innecesarias. Audrey en cambio está en otra galaxia. La galaxia donde están las nueras preferidas de todas las madres. Perfecta hasta cuando se enfada. Fiel hasta en el engaño. Consecuente hasta en los absurdos. Siempre la necesaria cordura del pasaporte localizado.

Incluirla en la categoría de comedias románticas me parece insuficiente y desajustado. Es cine transcendente en clave de humor, porque las verdades matrimoniales del barquero siempre se digieren mejor con sonrisas que con lágrimas. Las sonrisas siempre traen esperanzas. Esa es la lectura que nos deja un Stanley Donen que al parecer había reflexionado de primera mano sobre la materia.

Yo, por si les vale, y sin querer pecar de romanticón (aunque la película me disculpará seguro) les dejo mi lectura: Un “Te quiero” tiene un valor infinito. Un “Te quiero” cada cinco minutos, reduce su valor en la misma proporción.
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11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cotton Club
Cotton Club (1984)
  • 6,9
    10.514
  • Estados Unidos Francis Ford Coppola
  • Richard Gere, Bob Hoskins, Diane Lane ...
9
EL REENCUENTRO DE DOS VIEJOS AMIGOS: EL COTTON CLUB Y YO...
Cuando la vi por primera vez allá a mitades de los 80 reconozco que me cautivó. Esa mezcla de jazz, claque y ruidosos 20 me pareció magistral. Pero claro, tanto para la película como para mi han pasado 25 años y había que ver como sería nuestro reencuentro. ¿Nostálgico? ¿Decepcionante?. Pues bien, les diré que, traspasadas sus puertas y sus luminosos, me sentí rejuvenecer exaltado por la trompeta de Richard Gere (con su bigotito pura línea Flynn) y los ojos de Diane Lane, los números coreográficos, las bellezas del Cotton Club y hasta por esos mafiosos un tanto ridículos como Bob Hoskins y Fred Gwynne con sus filosóficas disertaciones de W.C. El tiempo seguro que no se había detenido, pero lo parecía. Éramos dos viejos amigos que nos encontrábamos y nos reconocíamos. El Cotton Club y yo…

Podremos debatir acerca de los motivos de su fracaso comercial y del desencanto de Coppola. De tantas horas de trabajo sin apenas reconocimiento. Las razones que mueven al público a aplaudir desaforadamente una obra o a dedicar a su autor la pitada más ensordecedora nunca han estado demasiado claras. Por influir, influye la propaganda, la política y hasta acontecimientos puntuales que luego la historia olvida. Pero aquí y ahora, 2009, siglo XXI. 24 años después, Cotton Club ha logrado en mi lo que con toda seguridad su director perseguía, sumergirme en un mundo de sensaciones mezcla de vida, ambiciones, intereses, violencia y sobre todo música. Esa música de jazz que riega como un buen vino el excitante manjar nocturno del Cotton Club.

Me es imposible destacar un actor o una actriz en un elenco formidable. Todos cumplen a la perfección y ajustan su interpretación a lo que de ellos se exige como integrantes de un maravilloso ballet cinematográfico. Todo encaja y tiene su sentido en un film donde la música es tan natural como las pistolas. El empujón al Holandés que condicionará la vida de Dixie Dwyer (Gere) o el puntapié final de Sandman Williams (Hines) al revolver mafioso, entremezclan vidas que hasta entonces solo existían en el paralelismo de la música.

Esto no es El Padrino. Tampoco Corazonada. Es Cotton Club. El night club de los sueños negros para blancos. El principado de Coppola. El reino de John Barry.
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7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rojo atardecer
Rojo atardecer (1959)
  • 5,9
    418
  • Estados Unidos Anatole Litvak
  • Yul Brynner, Deborah Kerr, Jason Robards ...
7
CON EL DEBIDO RESPETO A LAS OPINIONES AJENAS NO COMPARTIDAS
Leo el comentario de Francisco Marinero, crítico de El Mundo, recogido en Filmaffinity, y, con sinceridad, no entiendo nada. "Es un proyecto puramente coyuntural de la guerra fría". Respetuosamente y desde mi asumida posición de aprendiz : Me lo explique. Que en cine seré cero patatero pero mi licenciatura me costó mis buenos años de desgaste neuronal, o séase que de alguna culturilla presumo, amén de haber visto algún documental del Canal Historia.

1953: Muere Stalin. 1956: Kruschev critica al anterior régimen. Trabajadores y estudiantes húngaros buscan la renovación socialista con recuperación de la libertad de la clase obrera. Tanques soviéticos. Cómplicidad del gobierno húngaro. ¿Y la coyunturalidad? ¿Y la guerra fría? Es cierto que en aquel occidental contexto de "yankis buenos - rusos malos" propio de la tensión entre bloques de los 50, el film parece avalar la idea de crueldad comunista y brujas a la caza, pero es una visión que no debe llevarnos a engaño. Detrás de los tanques en la calle hay el drama humano de un militar. Y nos gustarán o no las películas con militares rusos vestidos de humanidad pero eso no justifica que las tildemos de "panfletarias" como hace el comentarista citado o de "petulantes" (sinónimo: chulo). Si bien la actitud del Mayor Surov (Yul Brynner) resulta chulesca por momentos, hacer extensiva tal actitud al resto del film de Litvak parece algo extralimitado.

Probablemente el drama sea "endeble", los hay más intensos. El romance a primera vista en un escenario sin concesiones sentimentales no ofrece demasiadas posibilidades. Sin embargo Litvak da fuerza a esa aparente endeblez y construye una película que intenta reflejar un drama nacional histórico y verdadero y hacerlo desde un argumento capaz de interesar a los espectadores. En este sentido podemos hablar del argumento "rutinario" del amor en los tiempos de las nacionalidades

Es posible que si el drama de un hombre atado a una nacionalidad y a un deber hubiese sido filmado por Douglas Sirk habláramos de obra maestra y sin embargo a Litvak, exiliado ucraniano, parece tildársele de juez y parte. Es como reprocharle a Lang que filmase Los verdugos también mueren, por cierto muy relacionada con La noche de los generales de Litvak.

En el fondo estamos hablando del drama personal de un hombre que busca sentidos a su existencia. Esa es su rutina o su originalidad según lo veamos. Y en esa busqueda hay conflictos internos que se transmiten con mejor o peor fortuna por mor de la interpretación, correcta, de Yul Brynner. Deborah Kerr, cumple en su papel convencionalmente maduro, si bien no estamos ante su mejor trabajo. Buenos momentos de Jason Robards. Robert Morley, grande, en lo artístico y en lo físico. ¿El conjunto?: Un film entretenido y tenso, romántico y digerible, con su realidad y su ficción como todos los films, con algunos defectos y algunas virtudes, y con un retrato de caracteres subsecuentes al conflicto mundial digno de encomio.
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24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Varieté
Varieté (1925)
  • 7,4
    448
  • Alemania Ewald André Dupont
  • Emil Jannings, Maly Delschaft, Lya De Putti ...
8
WILDER SABÍA MUCHO DE CINE
Aunque las listas de mejores películas suelen ser tantas como sus autores, resulta digno de considerar que Varieté esté en la lista de los 10 mejores films seleccionados por Billy Wilder. El genio y el talento de Wilder creo que es un axioma universalmente reconocido por lo que sus opiniones nunca caen en saco roto.

Claro que esta clasificación data de 1952 (publicada en la revista Sight and Sound) y desde entonces ha llovido bastante, y en mi opinión Varieté ha perdido posiciones en el ranking, pero aún así es un trabajo interesante de un director bastante olvidado, cuyo paso al cine sonoro resultó, como para otros muchos, un cambio traumático y cuya trayectoria americana se redujo a films de bajo presupuesto y endeble calidad.

Producida por Erich Pommer (UFA), impulsor de cineastas como Lang o Murnau, y de películas como Metrópolis o El ángel azul y fotografiada por Karl Freund de quien lo mínimo que se debe decir es que desarrolló la iluminación expresionista y dirigió en 1932 La momia (excelente) y en 1935 Las manos de Orlac, remake de la obra de Wiene del 24, Varieté tenía casi todos los números para convertirse en un trabajo de calidad. Y si a ello le añadimos un actor suizo inolvidable Emil Jannings, Oscar al mejor actor en la primera edición (1928) por dos películas La última orden y El destino de la carne, pues el éxito estaba casi asegurado.

Es probable que el terceto Pommer-Freund-Jannings reste autoría e imagen al realizador pero aun así no hay que ser demasiado injustos con Ewald André Duppont considerado uno de los mejores "francotiradores" del cine europeo y cuya trayectoria estoy tratando de recuperar con Piccadilly (1929).

Respecto al film, quiero distinguir entre fondo y forma. El fondo es una historia convencional de amores, engaños y seducciones varias de esas que acaban inexorablemente mal. La misma y repetitiva historia que existe desde que el mundo es mundo. Nada original. Pero, ¡ah, amigos!, el secreto está en la forma. En esa forma donde reinan las expresiones y no se echan de menos las palabras. Les diré que la vi subtitulada en italiano y que mis conocimientos del idioma de Verdi no van más allá del Sapore di sale, de la Piccolisima serenata y del Volare bajo la ducha. Pero aquí tan solo hace falta fijarse, mirar atentamente, dejarse llevar por las sugerencias, por algún que otro momento onírico superpuesto a la realidad, e incluso por la propia corpulencia de Jannings y su mirada absolutamente demoledora.

He leído algo acerca de que en el expresionismo alemán la prueba de fuego de un actor se supera cuando transmite sensaciones al espectador hasta de espaldas. Este es el caso. Jannings transmite fuerza, solemnidad, brío, determinación, contundencia e incluso miedo. El mismo miedo que destila una mirada fija y perdida a la vez. La misma contundencia que hace grande una película. Inconmensurable Emil Jannings.

Si, Wilder sabía mucho de cine.
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12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ultimátum a la Tierra
Ultimátum a la Tierra (1951)
  • 7,0
    17.859
  • Estados Unidos Robert Wise
  • Michael Rennie, Patricia Neal, Hugh Marlowe ...
8
¿SERÁN LOS GOBIERNOS QUIENES NO HAN ENVEJECIDO BIEN?
Se suele decir que esta película ha envejecido mal. Un sí rotundo. Porque de haber envejecido bien, podríamos estar hablando de un planeta, el nuestro, anclado galácticamente hace más de cincuenta años. Y eso no ha sucedido. O sea que demos gracias al cielo porque este envejecimiento acelerado del film haya tenido su causa en un mayor conocimiento espacial y en avances del Hombre muy significativos en esta materia.

Pero el verdadero valor de Ultimátum a la tierra de Robert Wise no estriba en los detalles morfológicos o de atrezzo de los extraterrestres. El valor profundo del film, ese que no ha envejecido, es el entendimiento de que formamos parte de un universo desconocido, un universo que, con vida o sin ella, merece el interés y el cuidado de la especie humana. Un amplio abanico de posibilidades están abiertas al hombre pero todas ellas pasan por la conservación de la naturaleza y del espacio. Ese es el verdadero ultimátum. Por una vez el título hispano acertó en la plenitud de la diana.

Es correcto decir que los efectos especiales fueron buenos para su época. La nave espacial, las desintegraciones armamentísticas y los rayos láser están bien, pero es lo que peor ha envejecido. Sin embargo, la idea de un ET dándose un garbeo turístico por las calles de Washington D.C., confraternizando y aumentando sus conocimientos, pues me ha resultado sorprendente y digna de aplauso. Queda demostrado que "mi casa - ET" no ha sido el único extraterrestre bueno y que ya en el 1951 ya había quienes pensaban que no todos los procedentes del espacio exterior, marcianos, aliens, etc., debían venir como Atilas impíos devoradores de hierbas humanas.

Como cinéfilos podremos hablar de incoherencias o de algún gazapo que otro. Por ejemplo, dejar la nave espacial, supuestamente el mayor acontecimiento histórico de la Humanidad, prácticamente sin vigilancia con tan sólo un par de soldaditos despistados, es tan increíble como apropiado a la trama, pero la cosa tiene un valor muy muy residual. Lo que en realidad importa es ese toque de atención que Robert Wise quiere darle al mundo acerca de los peligros de la física atómica.

Juntamente con La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel, Ultimátum a la tierra es una de las mejores películas de ciencia ficción de la historia del cine. Michael Rennie está perfecto en su papel, incluso Sam Jaffe da el pego como científico tipo Einstein. Pero la verdadera cualidad del film es su mensaje. 5O años antes de la fecha fijada para la Odisea del Espacio, ya existía un director que se atrevía a decirle a los gobiernos, " o frenamos esto o nos vamos al garete".

Lo que pasa es que los gobiernos parecen estar sordos. ¿Será que no han envejecido bien?.
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42 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cyrano de Bergerac
Cyrano de Bergerac (1950)
  • 7,1
    1.749
  • Estados Unidos Michael Gordon
  • José Ferrer, Mala Powers, William Prince ...
8
ÉRASE UNA NARIZ SUPERLATIVA
No dejo de reconocer la teatralidad de esta versión de la obra de Rostand, pero si me dejan elegir entre el film de Michael Gordon y otras versiones más modernas (excluyo la de Depardieu) tipo Roxanne (Steve Martin - Daryl Hannah) pues me quedo con el Cyrano José Ferrer, donde el puertorriqueño ofrece un recital interpretativo, merecidísimo Oscar incluido. Claro que así se las ponían a Fernando VII, porque de estos diálogos entran pocos en una docena, hirientes, puntiagudos, chistosos, narigudos en suma...

Agresivo: 'Si en mi cara
tuviese tal nariz, me la amputara'.
Amistoso: '¿Se baña en vuestro vaso
al beber, o un embudo usáis al caso?'
Descriptivo: '¿Es un cabo? ¿Una escollera?
Mas, ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!'.
Curioso: '¿De qué os sirve ese accesorio?
¿De alacena, de caja o de escritorio?'
Burlón: 'Tanto a los pájaros amáis,
que en el rostro una alcándara les dais?'

Diálogos excelentes de una obra teatral memorable. Eran las dos de la madrugada del 28 de diciembre de 1897. Escenario, el teatro de la Porte de Saint Martin de París. Los actores habían sido requeridos al escenario para agradecer los aplausos de una multitud enfervecida: ¡42 veces!.

¡Vive le teatralité! Sobre todo si viene acompañada de la música de Tiomkin gascones y normandos, de altas cunas y alguna baja cama. ¡Abajo las versiones tipo bomberos-cachas! Que no todo lo antiguo fue mejor, pero esto si... Steve Martin tiene su terreno pero la historia y el buen cine tienen el suyo.

Aunque es cierto que la película ha pasado a la historia de la cinematografía por la inconmensurable interpretación de José Ferrer ( y aprovecho para recordar su excelente Toulousse-Lautrec en Moulin Rouge) no pierdan ripio de los diálogos y sobre todo degusten un inolvidable final desbordante de sentimiento y orgullo.

Acabo con otros versos, los de Quevedo, probablemente escritos tras haber visto esta buena película:

Érase un hombre a una nariz pegado
Érase una nariz superlativa...
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desfile de Pascua
Desfile de Pascua (1948)
  • 6,8
    564
  • Estados Unidos Charles Walters
  • Fred Astaire, Judy Garland, Peter Lawford ...
8
CONFESANDO MI PECADO MORTAL
Soy consciente de que cuando se afirma haber visto un film musical con Fred Astaire y, en este caso, Judy Garland, automáticamente se genera una oposición frontal. No quiero generalizar, evidentemente, que el mundo es amplio y cabemos todos, pero creo que algo de razón llevo en mis afirmaciones. Y si además se lo califica con buena nota, pues poco menos que cometemos un pecado mortal.

El musical, como género cinematográfico, tiene sus seguidores más fervientes y sus opositores frontales. No me gusta situarme sistemáticamente ni en un lado ni en el otro del espectro, pero me satisface decir la verdad de mis sentimientos. Y Easter Parade me ha gustado. Ya sé que suena a topicazo, pero Fred Astaire fue un bailarín absolutamente irrepetible. Seleccionen la escena de la tienda de juguetes y enmárquenla. Sientan el ritmo de las canciones del gran maestro Irving Berlin, sabia mezcla de innovación y tradicionalidad. Disfruten de una belleza como Ann Miller y de una Dorita que aún cambiando la búsqueda del mago de Oz por los escenarios Ziegfield sigue llenando por completo la pantalla.

He leído algo al respecto de un director "en decadencia" Charles Walters. Bien, pues este coreógrafo, cinco años después nos regaló Lilí, con Leslie Caron. Sí, aquella de los muñequitos y la canción ñoña. Entono todos los mea culpa que ustedes quieran, pero después de entonarlos con el mismo estribillo "Hi Lili, Hi Lili, Hi Lo... " sigo empecinado en que me gustó. Probablemente es que no tengo remedio.

Mis descarados coqueteos con el cine musical no presuponen mi desarraigo de otros géneros cinematográficos. Todo lo contrario. Sigo con apasionamiento el cine negro, el western, el thriller y hasta el cine silente. Probablemente lo que sucede es que me gusta el cine sin demasiados encasillamientos. Y Desfile de Pascua es cine y del bueno
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19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siroco
Siroco (1951)
  • 6,3
    607
  • Estados Unidos Curtis Bernhardt
  • Humphrey Bogart, Märta Torén, Lee J. Cobb ...
8
NI ES CASABLANCA NI PRETENDE SERLO
Para muchos críticos la película sigue la línea Casablanca, si bien sale perdiendo de cualquier intento de comparación. El exotismo, la contienda y ese personaje que obtiene beneficios del conflicto, parecen avalar dicho punto de vista. Pero son más las diferencias que las similitudes, por lo que cualquier comparación es tan odiosa como inapropiada. Rick y Harry Smith tienen poco en común, El coronel Feroud no es Víctor Lazlo y por supuesto Marta Torén no es Ingrid Bergman ni Everett Sloane, Claude Rains. Pero, igual que siempre nos quedará París, siempre tendremos Sirocco como un film interesante de un director (Curtis Bernhardt-Retorno al abismo) que retrata con maestría la resistencia siria a las tropas francesas que administraban aquel Estado árabe por mandato de la Liga de Naciones.

Este es el contexto en que se desarrolla una historia de intereses personales, conflictos emocionales y la necesaria lucha por sobrevivir entre la sordidez de un Damasco que en cada fotograma se intuye misterioso y acechante, con sus laberintos subterráneos y esas callejuelas donde la muerte parece acechar desde cada sombra. Y en ese paisaje, Bogart, "sui generis", en un papel típico-tópico, pero menos. A diferencia de otros trabajos suyos, por ejemplo la mencionada Casablanca, Hump pierde autosuficiencia y gana endeblez. Desciende de esas esferas autoafirmativas donde parece estar como de vuelta de todo para, aterrizando en el mundo de los mortales, sentir la debilidad de lo humano.

Y es que Sirocco delinea claramente dos Harry Smith. Uno, egoísta, interesado y celoso cuidador de sus intereses. Un tanto mafioso, si me apuran. Otro, débil, descubierto, temeroso y a la fuga, pero a quien le queda un sentido del honor del que no puede desprenderse. Y es que sin él, Bogart no sería Bogart y aquellas películas donde este sentido se ha doblegado bajo las premisas de un guión, han quedado, salvo excepciones, como impurezas de su filmografía.

Respecto a Lee J. Cobb, de quien he leído algo acerca de su aspecto perpetuamente avinagrado, debo decir que es un actor a quien siempre he tenido en buena consideración. Reconozco que no es apropiado para esos tipos de personajes que solían interpretar Jerry Lewis, Dany Kaye o Bob Hope. Pero para dar forma y vida a personajes de pocos escrúpulos o, como en este caso, enrevesados y con conflictos interiores, pues se las pinta sólo. Como en la viña del Señor debe haber de todo, pues ahí le tenemos.

El objeto de seducción Bogart es aquí Marta Torén, actriz sueca con una filmografía desgraciadamente escasa y que murió a consecuencia de una enfermedad mental con tan solo 31 años de edad. Sin ser Ingrid Bergman, su belleza y su trabajo han de considerarse meritorios.

En definitiva, estamos ante un buen trabajo de Curtis Bernhardt que podría enmarcarse en una especie de cine negro, subgénero intrigas exótico-militares tipo Casablanca, pero debe quedar bien claro que esto no es Casablanca ni pretende serlo.
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19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pirata y la dama
El pirata y la dama (1944)
  • 5,6
    230
  • Estados Unidos Mitchell Leisen
  • Joan Fontaine, Arturo de Córdova, Basil Rathbone ...
7
MITCHELL LEISEN: AL PÚBLICO LO QUE LE GUSTA.
Hablar de El Pirata y la dama es hablar de muchas cosas. Es inevitable hacerlo de Mitchell Leisen, un director que hizo ganar muchísimo dinero a la Paramount con sus películas pero al que se le ha negado el reconocimiento de la popularidad. Director de las pequeñas cosas como me gusta llamarlo después de haber visto Recuerdo de una noche, En las rayas de la mano, Comenzó en el trópico y esta aventurera película, Leisen es un excelente realizador que ofrece al público lo que a este le gusta. Ese y no otro es el secreto de su éxito y de sus taquillas.

También es hablar de las novelas de Daphne du Maurier, escritora cuyo recuerdo cinematográfico se asociará per secula seculorum de forma inevitable a Rebeca, aquella maravilla "compartida" por Don Alfredo. Seguramente Frenchman´s Creek no será su mejor novela, aunque para emitir dictamen deberíamos leer el original y no limitarnos al film. Lo digo por las moralinas finales tipo Casablanca cuyo ajuste a las ideas de su autora es, cuando menos, discutible.

Mencionemos también a dos actorazos como Basil Rathbone y Nigel Bruce, pareja consolidada con domicilio habitual en Baker Street, pero que aquí arrinconan violines, crímenes, deducciones y otros elementos del mismo jaez para sumergirse en aguas aventureras. Esta es la única vez que ambos actores compartieron cartel, excepción hecha de su comunidad Holmes-Querido Watson.

¿Que decir de Joan Fontaine? Bueno, no quiero entrar en conflictos familiares ni comparativas por lo que hace al talento interpretativo. Solo diré que el color le sienta bien y que da la impresión de ser más bella que artista, al menos por lo visto en su papel de damita aburrida demasiado desatendida por un marido probablemente noble pero ciego en lo que a mujeres se refiere. El valor aventurero más que demostrarse se presume.

Y hablando, hablando, digamos que Arturo de Córdova da el pego como pirata francés, aunque su imagen sea más latina que gala. Las productoras quisieron encasillarle en este tipo de latins lovers aunque sus trabajos fuera del México lindo y querido fueron escasos.

Por último, reconocer la justicia de un Oscar a la mejor decoración en color. Realmente las escenas del buque pirata sobre las aguas del río son una alegría visual.

Conclusión final: El Pirata y la Dama encaja muy bien dentro de ese tipo de cine donde priman el entretenimiento, la aventura, el romance y ciertas dosis ajustadas de comedia. Es cierto que el giro convencional dado a la historia fue una rendición a los códigos de moralidad al uso, pero aún así la película tuvo su público e incluso ahora se ve con agrado. Eso sí, arrinconemos las exigencias.
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17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mujer sin pasado
Mujer sin pasado (1964)
  • 6,5
    499
  • Reino Unido Ronald Neame
  • Deborah Kerr, Hayley Mills, Edith Evans ...
7
PIRÓMANAS AGRESIVAS vs. SEÑORITA MADRIGAL
Deborah Kerr en un papel un tanto habitual, de mujer mas madura en los comportamientos que en la propia edad. Me parece que como ejercicio de cinefília tendré que averiguar aquellas de sus interpretaciones donde, en una especie de “cambio radical”, nos regale algún papel tipo "cabecita loca" o similar. De entrada, lo mas parecido que recuerdo así, a bote pronto, es su trabajo en aquella extraña cosa que se llamó Casino Royale (versión 1967) donde las sonrisas se quedaban por el camino en simples y lastimosas muecas.

Aquí interpreta un personaje difícil, he de reconocerlo, del que sale airosa y con nota. El papel de institutriz de una jovencita (Hayley Mills) cuya cabecita anda un tanto mal equipada a consecuencia de conflictos abuelo-materno-filiales con trasfondos plurimatrimoniales. Piromanías, agresividades varias y aficiones detectivescas con escalo incluidas conforman el curriculum de este personajillo a domar por la señorita Madrigal.

Como es habitual en este género de niños/as impresentables, el espectador tiene la acostumbrada tentación de estrangular a la criaturita. Recuerden al respecto La calumnia, sin ir mas lejos. Claro que ni la ficción ni la educación adquirida en el manual de buenos modales leído en nuestros años mozos permiten que vayamos más allá por lo que todo se queda en un susto. Susto del que todos acaban recuperándose gracias a un final tipo “todo el mundo es bueno” que he de reconocer que es el único posible. Cualquier otra opción hubiese sido terriblemente injusta.

En una línea de mocosa rebelde y mal criada bastante creíble, aunque un pelín sobreactuada, Hayley Mills, quien debe apechugar con su historial Boston-California-Disney, lo cual no favorece precisamente su reconocimiento como actriz de carácter. Sin embargo no hay que ser demasiado injustos con ella. Tiene sus seguidores, especialmente "born in USA". Su contrapunto, al borde de la británica flema, John Mills. Al respecto de este gran actor quiero decir que si bien es padre en la realidad de Hayley no lo era en la ficción, por lo que algunos comentarios de este film en Internet cometen un error de cierto bulto. Claro que, nada parecido a otro error leído, donde se convierte a la institutriz en un hombre.

Supongo que muchos de estos comentarios son al dictado. Es decir, no se ha visto el film. Ellos se lo pierden. Se pierden también la excepcional actuación de una de las grandes damas del cine británico Edith Evans en un personaje mezcla de principios, intransigencias y buen corazón. Y las ya citadas de Deborah Kerr y John Mills, con su muy sutil romance a cuestas.
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14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vestida para un asesinato
Vestida para un asesinato (1946)
  • 6,2
    1.102
  • Estados Unidos Roy William Neill
  • Basil Rathbone, Nigel Bruce, Patricia Morison ...
7
RATHBONE Y BRUCE: PURA ESENCIA CONAN DOYLE
Probablemente Basil Rathbone sea uno de los Holmes más creíbles que se hayan dado en el mundo del cine, reconociendo que han habido unos cuantos. Recordemos a Christopher Lee, Peter Cushing o Robert Stephens. Y para que la credibilidad sea perfecta también es necesario que su “extraña pareja”, es decir el querido Watson también lo sea. En este sentido la actuación de Nigel Bruce cumple todas nuestras expectativas. Porque, quienes hemos leído algunas de las novelas de Sir Arthur Conan Doyle, sabemos que toda la ladina sagacidad de Sherlock Holmes tiene su contrapeso en la candidez un tanto bobalicona del Doctor Watson. Pero ambos componen un tandem irrepetible.

Y en Vestida para matar las dos personalidades se ajustan con bastante perfección a lo que el lector, en este caso espectador espera de ellas. Ajuste que se distancia bastante de los tópicos habituales. Aquí Holmes es listo, inteligente, lógico y deductivo, y el espectador sigue sin demasiado esfuerzo la senda de sus pensamientos. No es el Holmes tipo Rappel de otras películas, incomprensible para la mayoría de los mortales. Y algo similar cabe decir de un Watson cuyos únicos defectos son, como contrapeso de las cualidades de su camarada de aventuras, su excesiva franqueza y su bondad extrema.

La película responde a lo esperado. No suele tratarse de grandes superproducciones, entre otras cosas porque el secreto de su éxito suele estar más en los fondos que en las formas. Y los fondos consiguen lo pretendido, envolver al espectador en una historia intrigante y compleja pero no más de lo necesario. En este sentido, estoy por decir, que la serie B y los presupuestos un tanto cortos vienen bien a este tipo de cine donde el aparato y una cierta parafernalia se suplen con imaginación. Y hablando de imaginación, la de Conan Doyle no admite discusión.

No me olvido del maestro artesano, Roy William Neill, especialista en Holmes pero que nos dejó también una pequeña gran joyita noir: Ángel negro. Un director a recuperar.
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16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Almas desnudas
Almas desnudas (1949)
  • 7,2
    2.430
  • Estados Unidos Max Ophüls
  • James Mason, Joan Bennett, Geraldine Brooks ...
7
NI MUY BUENA NI MAGISTRAL: SIMPLEMENTE INTERESANTE
Se dice que este film es el segundo mejor trabajo de Ophüls tras Carta de una mujer desconocida. Por ello me pongo al rescate de este último título para poder hablar con propiedad.

Pero sin necesidad de podiums ni escalafones, ya me siento capaz de asegurar que estamos ante una película interesante. E interesante significa precisamente eso, o sea que no estoy diciendo ni muy buena, ni magistral ni nada de eso. Simplemente interesante. Y si me lo permiten me gustaría explicarme:

Esta última película de Ophüls en EEUU tiene el interés de ser un producto genuinamente americano que cabe encuadrar mas entre los melodramas de tintes grisáceos que en el cine negro propiamente dicho, aunque concurran, ciertamente, elementos noir. Por otra parte está el interés de ver una Joan Bennett en un papel al que no estamos demasiado acostumbrados. La misma Joan Bennett que un año antes protagonizó The scar junto a Paul Henried y que, dentro de lo infame de la película, mantenía intactas aquellas capacidades seductoras de, por ejemplo, Perversidad de Fritz Lang, adopta el rol de una madre defensora a ultranza de una hija de 17 años metida como no podía ser de otra manera en problemas amorosos.

Otro aspecto de interés: La presencia de James Mason, actor que allí donde participa deja su impronta personal y su buen hacer. Su papel de mafioso de buen corazoncito no pasará a la historia de la cinematografía, pero si algo de juego da el personaje, no tengan duda de que Mason se lo saca.

Interesante, resulta también la forma como Max Ophüls nos cuenta las historia. Formalmente la película es perfecta. Ahora bien, debajo de las formas están los fondos. Y ahí es otra cosa. El gángster arrepentido resulta demasiado light (léase penoso), la señora de principios fundamentales y moralidades extremas, aceptando lo del mochuelo para otro, resulta cuando menos sorprendente y el giro final de la historia, un tanto rebuscado y si junto al The End hubiese aparecido un coro de arcángeles cantando el Tedeum, pues a nadie le hubiese extrañado.

Me ha sucedido algo similar a lo que me ocurrió cuando vi Madame de... con Boyer, De Sica y Danielle Darrieux, no me gustó lo que me contaba Ophüls pero sí como me lo contaba.

Probablemente no me lo he currado mucho. Seguiré insistiendo a ver si alguna vez coinciden el qué y el cómo.
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23 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fitzcarraldo
Fitzcarraldo (1982)
  • 7,5
    8.543
  • Alemania del Oeste (RFA) Werner Herzog
  • Klaus Kinski, Claudia Cardinale, Paul Hittscher ...
8
EL FARAÓN, UN SILLON DE TERCIOPELO ROJO Y CARUSO SOBRE EL AGUA
Lo más impactante de Fitzcarraldo es que la historia sucedió de verdad. Ahora bien, su protagonista real, también irlandés, tuvo la razonable idea de desmontar la embarcación. Pero no. Faraónico Herzog la transporta a base de cabrestantes, poleas, cuerdas, y humana fuerza bruta por encima de la colina. ¿Pensaría en él Paul McCartney cuando compuso The fool on the hill?. Sin efectos especiales ni nada que se le parezca, a base de indígenas de la selva amazónica. La única concesión que hizo a la seguridad naval fue en el rodaje de la escena de los rápidos, porque no era cuestión de echar cataratas abajo cuatro años de rodaje.

Inicialmente pensada para Jason Robards acabó siendo protagonizada por otro "loco" insigne Klaus Kinski "cólera de Dios". Y aunque también se barajó la idea Jack Nicholson, hay que decir que Kinski está genial en un papel como anillo al dedo. El de un melómano megalómano, cuyo delirante sueño es construir un gran teatro de la Ópera en Iquitos para ser inaugurado por el gran Enrico Caruso, su ídolo. Junto a Kinski y sus locuras, la belleza madura de una Claudia Cardinale en un papel más breve de lo que hubiésemos deseado pero que se agradece. Y es que, entre tantas fealdades, la italiana luce mejor. Luce al nivel de unas localizaciones exuberantes y vitales, perfectamente fotografiadas.

Fitzcarraldo está como a medio camino entre el "elogio de la locura" y aquello de "la fe mueve montañas". Pero hay que reconocer que ese es su sitio natural. Ni está loco ni todo se consigue a base de fe, que también hacen falta recursos humanos, materiales y económicos. Es un hombre en pos de un sueño. Un sueño ¿Imposible? No. Probablemente difícil, trabajoso, descabellado, faraónico, titánico. Pero no imposible. Nadie escribió nada de los cobardes. Claro que, nadie sabía nada de los "anciennes dieux", de las insaciables criaturas divinas que gobiernan los rápidos del Amazonas. Solo ellos, los indígenas con sus miedos atávicos, su precaria existencia y sus cultos idólatras.

Una soga que se corta, un barco que se desliza tras una noche de borracheras y un sueño roto. Queda el faraón, un sillón de terciopelo rojo y Caruso sobre el agua...
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tarzán y su compañera
Tarzán y su compañera (1934)
  • 6,3
    1.503
  • Estados Unidos Cedric Gibbons, Jack Conway
  • Johnny Weissmuller, Maureen O'Sullivan, Neil Hamilton ...
7
MODELITOS DE LA LÍNEA: "MÍNIMA EXPRESIÓN"
Ha sido reconocida unánimemente como la mejor película de la serie Tarzán por lo que, no habiendo visto toda la saga, como es mi caso, parece prudente prestar oídos a las críticas especializadas. Y lo hago con sumo gusto, debo reconocerlo, porque esta segunda aparición, de cinco, de Maureen O´Sullivan como Jane Parker es un absoluto lujazo.

Y es que, siendo importantes las dotes interpretativas, en películas como esta, llenas de exhuberancias tropicales, tales dotes quedan supeditadas a las naturales. Estoy por asegurar que en las Actor,s Escuelas de aquellos años no se preparaba a los alumnos para luchas con leones, panteras, rinocerontes y otros seres del Arca de Noé. Por tanto, buscando realismos y naturalidades, los interpretes debían acreditar en su curriculum vitae argumentos digamos diferentes. Las dotes culturistas y atléticas de Weissmuller significaban una buena credencial. En cuanto a Maureen resultaba conveniente un físico capaz de lanzarse en plongeon desde selváticas alturas hasta los brazos de aquel hombre simio "tan blanco como nosotros". Y ella, aunque sin salirse de la normalidad (no estamos hablando de Pamela Anderson ni de Ursula Andrews) lo acreditó suficientemente.

Y ahí reside uno de los créditos del film: La creíble naturalidad de Jane. Año 1934. La censura en horas bajas y Maureen O´Sullivan luciendo modelitos de la línea "mínima expresión". El director y los productores se dieron cuenta de que Tarzan, Jane y por supuesto Chita (en su primera aparición estelar) estaban en el África tropical (ya saben, la del negrito), que en el África tropical hace calor, y que además, salvo inoportunas interrupciones de Reyes Magos trayendo vestidos de Paris, medias de seda y perfumes (no flores), estaban solos, y que las únicas miradas "inoportunas" probablemente serían las de la mona inteligente, algún colibrí de bajos vuelos o un cocodrilo madrugador.

Y es que ese desperezador baño matinal tipo limones del Zambeeze o similar, con la star fresquita y al natural, es una agradable y delicadísima sorpresa y la visión de los juegos bajo el agua tipo Sirenita, un regalo, lindo y sobre todo limpio para nuestros ojos. Por lo averiguado, se hicieron tres tomas, aumentando en las otras dos, las dosis de recato, para que la película pudiera exhibirse en Estados con censuras más agresivas.

Como en la primera parte, el argumento retoma esa especie de mito de El Dorado que supone el cementerio de los elefantes. Tema aventurero por excelencia, que capta nuestro interés y que contribuye a aumentar nuestra valoración, a pesar de algunas evidentes imperfecciones, especialmente en lo que se refiere a las superposiciones de imágenes en las luchas con las fieras, al descuadre entre número de buanaminos iniciales y finales y a las revoluciones de algunas carreras de los protagonistas.

Pero se pasa bien. Y esas pequeñas cosas... pues las perdonamos.
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31 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
El séptimo cielo
El séptimo cielo (1927)
  • 7,8
    1.630
  • Estados Unidos Frank Borzage
  • Janet Gaynor, Charles Farrell, Gladys Brockwell ...
9
UN "IN CRESCENDO" DE TERNURA
A Frank Borzage se le calificó como el poeta de la ternura y de la intimidad amorosa en los films interpretados por Janet Gaynor y Charles Farell. Esta era la pareja de moda por aquellos años, interpretando juntos Lucky Star (Borzage, 1929), Street Angel (Borzage, 1928) o The man who came back (Raoul Walsh,1931) entre otras y especialmente El séptimo cielo.

Viendo El séptimo cielo podemos comprender fácilmente el porqué de tal calificativo. La película es un "in-crescendo" de ternura y al mismo tiempo que Chico (Farell) asciende de las pestilentes alcantarillas a una superficie no menos sórdida, asciende en sensibilidad y su aparente dureza se hace añicos frente a la fragilidad de una Janet Gaynor magistral.

Janet Gaynor es parada obligada. Cuando un día no muy lejano me descubrí ante Murnau para agradecerle aquel Amanecer maravilloso, pequé, no por pensamiento ni por palabra y mucho menos por obra, sino por omisión. Y omitir a una actriz que ganó el Oscar a la mejor actriz por 3 películas es pecado mortal. Y como esta película tiene sus moralinas religiosas en forma de deudas divinas completamente saldadas y medallas salvadoras, pues viene como anillo al dedo de mi arrepentimiento. Y en penitencia (agradabilísima) quedo obligado a visionar cuantos trabajos se pongan a tiro de esa cinematográfica diva de expresivos ojos tiernos.

El film, como buen film silente, tiene diversas lecturas. Una principal, la historia de un amor tierno, de esos que probablemente murieron con las viejas pantallas, los viejos cines y las viejas películas eternamente nuevas. Historias de amor donde olvidarse de crisis y desamores varios. Por ello no resulta nada extraña la popularidad de una amante pareja cinematográfica. Las otras lecturas dependen del espectador avispado, del que lee entre líneas, del que siente entre musicales silencios e imprescindibles textos. Ahí están la capacidad de superación de Diana por la fuerza del amor, la fidelidad sin límites, la esperanza hasta en los instantes más desesperanzadores...

El ascenso desde las alcantarillas hasta la superficie de las calles de un París algo más desfigurado que de costumbre (lo cual no convenció a los franceses) no es el único. Hay otro. Personal e íntimo. Fruto de la tranquilidad emocional y del amor. El ascenso al Séptimo cielo.
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29 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
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