Me sobran los momentos ¿románticos?, el rollo huérfano atormentado y personajes lamentables como el de Robbins, y si me apuras, el de su hijo. También me sobran quince o veinte minutos de metraje. Me falta mucho ritmo, echo en falta un actor más carismático, aunque puede que, tal como está escrito el personaje, ni el mejor intérprete del mundo pudiera haber salvado a Mr. Leds. También me falta emoción y, por qué no decirlo, un poco de profundidad. Joder, estamos hablando de la supervivencia de planetas enteros y me parece que el tratamiento del asunto es demasiado ligero. No hace falta recurrir a Schopenhauer, pero hay términos medios entre la trascendencia plúmbea y el infantilismo más simple.

Los efectos especiales, bien, gracias. Pero poco más.

Hay algo en el cine mudo que me sigue fascinando, en especial en el expresionismo alemán. La fuerza de sus imágenes conserva todo su vigor, casi cien años después. Pero eso no convierte a cualquier película de la época en una obra maestra. ‘El Golem’ mantiene su estética impactante, pero la historia es foja, está claramente desaprovechada y el metraje es mucho más dilatado de lo que la narración exige; aburre por momentos y su final es tan atropellado como decepcionante. Una obra de referencia en su día, con claras influencias en ‘Nosferatu’ o en el ‘Frankenstein’ de Whale, pero que, vista hoy, carece del encanto poético de las dos citadas.

Una película interesante, de valor histórico incuestionable, pero en absoluto una gran película.

Está tan mal contada, que enternece; las interpretaciones están tan pasadas de rosca, que caen simpáticas; los números musicales son tan disparatados, que acabar cogiéndoles el gustillo; y el tal Swan es tan vomitivo, que hasta el repugnante Leach parece cercano y amigable. Ah, y la trama se parece a ‘Fausto’ lo que Swan a Brad Pitt.

Todo esto no está nada mal si tenemos en cuenta que se trata de una peli de De Palma, un superdotado de la parodia desangelada –aunque él se crea que hace cine serio-, como ha demostrado a lo largo de su cochambrosa filmografía. En fin, eran los setenta y la psicodelia, el hipismo y los alucinógenos hacían su agosto. Hay que comprenderlo. Solo me quedan dos preguntas por resolver:

a) ¿Qué cojones había en la prensa que estrujó la cabeza del compositor que le hizo perder la voz pero recuperar la vista? Porque los culos de vaso que luce al principio son de los de nocilla familiar, por lo menos.

b) ¿Por qué narices el que lleva la máscara es el autor de la partitura cuando salta a la vista que el tal Swan es, de largo, el feo de verdad?

Desde luego, las carreras cinematográficas de los protagonistas de esta obra maestra absoluta de todos los géneros, tiempos y lugares no puede decirse que haya sido muy lucida. Al fin y al cabo, a veces, incluso en esto del cine, hay justicia. Pues eso, cine de culo, digo de culto.

Primero vamos con las certezas:

a) No me cabe la menor duda de que se trata de la mejor película que he visto en las últimas dos horas. De largo.

b) Definitivamente, De la Iglesia es un cineasta que no alcanza, ni de lejos, la mediocridad. Es malo. Muy malo.


Y ahora vienen las preguntas:

a) ¿Quién fue el desgraciado que convenció a Alex de que tenía talento para esto del cine? Se podía haber metido la lengua justo ahí.

b) ¿Cómo es posible que un actor de la categoría de Poncela se rebaje a hacer un papel tan lamentable?

c) ¿Alguien ha visto algún spaghetti western peor que esto?

d) ¿Se sabe si Eastwood inició acciones legales contra el directorcillo?

e) Y, por último, ¿cómo coño sigo perdiendo el tiempo con las ‘películas’ de este tío?

Creo que hace al menos un par de años que adquirí por un euraco el DVD de ‘Hostel’ junto con algún periódico dominical. Tuve la sensación de estar tirando el dinero, pero al fin y al cabo, formaba parte de una colección cuyo tema principal era ninguno. Ha estado muerta de asco en una de mis estanterías porque tenía todos los reparos del mundo hacia las producciones de Tarantino, que a menudo son para echar a correr. Las referencias que tenía de conocidos tampoco eran muy esperanzadoras. Pero ayer agarré la primera carcasa que se me puso a tiro. Play movie.

Tengo que reconocer que me han sorprendido varias cosas:

-Lo primero y fundamental, que la peli me ha gustado. Sí, sí, ¿qué pasa? No soy muy dado al género gore, departamento sala de despiece, pero en mi humilde opinión, esta película está muy por encima de la media, aunque la media de la estirpe sea más bien subterránea.

-En segundo lugar, está estupendamente rodada y tiene un ritmo endiablado. Es cierto que el argumento es flojito, pero parece que a la gente se le olvida que una de las características del gore es precisamente la casi ausencia de guión.

-En tercer lugar, los actores me han resultado creíbles, una vez más, dentro de un film de las características del género; eso sí, versión original, por favor.

- Y por último, me ha chocado la cantidad de pésimas valoraciones que tiene ‘Hostel’, aunque no tanto por la calificación en sí, cuanto por las argumentaciones que muchas de ellas esgrimen, como que se trata de un filme de violencia gratuita, que se hipertrofia la truculencia, que está llena de tópicos, que su contenido es racista, o que el papel de la mujer es denigrante. Estoy de acuerdo prácticamente en todo. Y en que tiene bastante mala baba. Aún así, la he disfrutado.

Una de dos, o soy un sicópata descerebrado e inculto, o, simplemente, la película es buena, quiero decir que a mí me lo ha parecido. Va a ser lo primero. Que no cunda el pánico, que creo saber distinguir la realidad de la ficción.

La cosa empieza bien. Un grupo de preadolescentes entregados al noble y extinto arte del rodaje de películas caseras en súper 8. Además, son niños que se aguantan, a los que no dan ganas de abofetear, como suele ocurrir en esto del cine familiar. Mención especial para Elle Fanning, mucho menos gritona que su hermanísima. El asunto está bien planteado, hay intriguilla y el argumento progresa adecuadamente. Pero todo se empieza a torcer cuando la pandilla ESO decide erigirse en salvadora del mundo y, de paso, el alienígena toma un creciente protagonismo. Cualquier encanto anterior se desmorona en aras del heroísmo infantil más desmelenado. No ayudan en absoluto momentos sensibleros paternofiliales ni episodios Kong-Alien al uso. En cualquier caso, me ha parecido bastante entretenida, que no es poco.

Hasta ahora no he colgado ninguna opinión sobre serie de televisión alguna, porque consideraba que FilmAffinity era un sitio dedicado, ante todo, al mundo del cine. Además, nunca he sido un asiduo de series televisivas, en general, poco interesantes. Sin embargo, dos hechos me han llevado a cambiar de opinión. Por un lado, haber disfrutado de dos magníficas series, que me he tragado casi de un tirón gracias a la bendita red; por el otro, comprobar algo que, francamente, me ha irritado: que algunos usuarios se permiten el desahogo de admitir que apenas han visto un par de capítulos, y en ocasiones ni eso, de tal o cual serie, y que sus opiniones aparezcan publicadas en este sitio. Creo que, independientemente de que sus opiniones coincidan o no con las propias, no es de recibo que se validen este tipo de comentarios, como no creo que se deban validar opiniones de individuos que reconozcan que, a pesar de haber visto sólo cinco minutos de un film, nos muestren su parecer. Está claro que cualquiera puede opinar sobre una película sin haberla visto e inventarse absolutamente todo, y ocurre lo mismo con una serie. Contra eso no se puede luchar, pero, al menos, pongámoselo un poco más difícil. Francamente, creo que no se deberían validar opiniones tan poco fundadas y, por qué no decirlo, tan poco honestas. No me parece lícito hacer comentarios sobre algo que, de antemano se reconoce no haber visto casi ni por el forro.

Pero bueno, a lo que iba, una de las dos series a las que me refería es ‘Hermanos de sangre’, que, he de reconocer, a ratos me ha parecido reiterativa, con una hipertrofia bélica que no añadía demasiado al trasfondo dramático. Pero los tres últimos capítulos compensan con creces los altibajos narrativos de los episodios anteriores. Realmente y, al margen de las excelencias técnicas que nadie puede cuestionar, cuando acaba la serie, tienes la sensación de que los miembros de la compañía Easy han formado una verdadera hermandad articulada en torno a unas vivencias extremas y a un sufrimiento que finalmente queda compensado por la victoria y la aniquilación de la barbarie nazi. Es evidente que la serie cuenta con una carga ideológica muy concreta, pero una de sus mayores virtudes radica, a mi parecer, en que no se produce una demonización del enemigo nazi ni una idealización de los victoriosos norteamericanos, algunas de cuyas brutalidades también se muestran en pantalla. Mucho más sólida y emotiva que la brillante pero vacía y un tanto absurda ‘Salvar al soldado Ryan’, no sé si es la mejor serie de televisión que se ha hecho, pero desde luego es una de las pocas con las que he disfrutado realmente, y, sin ningún género de dudas, está por encima de la inmensa mayoría de películas ambientadas en la II Guerra Mundial que he tenido ocasión de ver, que han sido más de un par de ellas.

La otra serie es ‘Juego de Tronos’, que me ha parecido aún mejor que ésta. Pero es una serie inconclusa, así que habrá que esperar.

La original de los ochenta la recuerdo como una entretenida tontería que retomaba el argumento que ya tocara Spielberg en su magnífica ‘Duel’, y la aderezaba con algo de sensualidad en las carnes de Jason Leigh y, sobre todo, con la presencia de Roy Batty, ese Nexus 6 que responde al nombre de Rutger Hauer, que por aquel entonces todavía vivía de las rentas de su pasado replicante. La actualización de aquella película es, con diferencia, muy inferior. Sin argumento, sin pies ni cabeza, sin siquiera el interés de ver al gran Sean Bean en un papel imposible. Eran los años oscuros de la Mano del Rey. Una pérdida de tiempo absoluta.

Ahora ya sé por qué esta película me impactó en la adolescencia: fueron las tetas de Mathilda May. El resto de esta ¿historia? espacial de 116 minutos que parecen 116 años no merece demasiado comentario. Se trata de una mezcla de ‘Alien’ con el género vampírico, sin desdeñar pinceladas telepáticas (será por la presencia del doctor Xabier) y hasta algún guiño a ‘Excalibur’. El resultado, una birria sin sentido llena de tramas absurdas, personajes de traca, mucha parafernalia hueca y un final tan ruidoso y espectacular (eran los ochenta) como ridículo. Afortunadamente, todo acaba.

Menos pretenciosa que ‘Origen’ y bastante más entretenida y corta, pero tampoco exenta de trampas y lagunas narrativas que en este caso se ‘explican’ mediante la mecánica cuántica y el cálculo parabólico, dos materias tan abstrusas incluso para los propios físicos, como llenas de posibilidades para guionistas y escritores con ganas de liar cualquier argumento. Son las ventajas de los conceptos teóricos complejos aplicados al gran público, sección entretenimiento: todo cabe en los universos paralelos. La opinión de Nextor es bastante certera al respecto. Lo que más me chirría es que un padre no reconozca la voz de su propio hijo, o que los ocho minutos de marras en ocasiones den para leerse el Quijote mientras en otros casos no den ni para echar una meadita.

Al margen de la cuestionabilidad de este planteamiento, es innegable que la película se consume con avidez y que, pese a ser puro fuego de artificio, estimula ciertos pensamientos, aunque sea en un mundo ficticio y virtual. Pero bueno, supongo que el cálculo parabólico tampoco es perfecto, o será que soy de letras.

Un dramón familiar que gira en torno a la tragedia que le sobreviene a una familia cuando el mayor de sus hijos es acusado de asesinar a otra muchacha del pueblo. Al margen de la hermana pequeña, el trío protagonista está formado por un Neeson más preocupado por no caer en el histrionismo que en dar vida a un personaje consistente, una Streep especialmente poco afortunada en su papel de madre y mediadora, y un Furlong que nos deleita, más o menos, con el mismo registro interpretativo que le lanzara al estrellato en ‘Terminator 2’. Lo de este chico ha sido una pena, pues salvo la peli aludida y ‘American History X’ no ha hecho más que mierdecillas, quedando relegado al olvido. No es que este ‘Antes y después’ sea una mala película, pero no supera la mediocridad. En suma, un tema escabroso, con un reparto que ofrecía, creo yo, bastantes más posibilidades, pero que se convierte en un anodino film dominguero.

Película de culto por antonomasia, y por lo tanto mitificada: de las 315 opiniones colgadas en este sitio, más de 200 son nueves o dieces. Cuando la vi en el cine, en tiempos de Naranjito, me resultó distante y aburrida. Normal, era apenas un adolescente. Después sólo la he visto otras dos veces, con ésta, y nunca ha terminado de convencerme. Me interesa la atmósfera visual y sonora que se crea en la pantalla, con esa mezcla de futurismo anacrónico y estética retro, que dio en llamarse cyberpunk, no sé muy bien por qué. Me gusta la cámara moviéndose con sigilo por encima de las calles de la oscura, lluviosa y sucia urbe angelina, los coches voladores remontando las gigantescas pantallas de vídeo y acercándose a la pirámide de la Tyrell. Y sobre todo la banda sonora de Vangelis, sin la cual ‘Blade Runner’ no hubiera sido lo mismo; sin duda, lo mejor que el griego ha hecho para el cine. Ni Ford, un actor muy limitado, ni Young ni Hauer estuvieron nunca más afortunados. No tengo, sin embargo, muy claro que lo que pasa por delante de mis ojos sea una obra lírica de sensibilidad exquisita. Por momentos me invade la sensación de presenciar un dilatado y cuidadísimo pero vacuo episodio publicitario.

Porque el argumento de la historia es flojito. Los saltos narrativos y espacio-temporales están a menudo forzados, siendo generosos. Pero lo que más me carga es el punto de partida, absolutamente inverosímil. ¿Esclavos con inteligencia superior a la de ingenieros genéticos para trabajar en el espacio exterior? Sale mucho más barato un robot metálico o una simple máquina, que además, no hace preguntas. Tendría sentido un cyborg como el de ‘Alien’, que es un científico muy cualificado, pero un esclavo…Encima, los diseñan para durar solo 4 años. El planteamiento, supongo que de Dick, será todo lo sugerente que se quiera, pero desde luego de visión económica y sentido común anda escasito. Y luego está el ridículo test de Voight-Kampff: la tira de preguntas absurdas para detectar algo que se podría comprobar con un simple análisis de sangre o de ADN, porque hemos quedado que los tejidos replicantes son de corta duración. Además, los replicantes fugitivos, salvo Batty, se comportan como lerdos descerebrados.

En definitiva, una idea interesante, una estética que guste o no creó escuela, pero una propuesta que no resiste el menor análisis de verosimilitud, ni siquiera bajo los parámetros de la ciencia ficción. En todo caso, de visión casi obligada.

No era difícil que los Coen superasen sus últimas producciones. Tampoco presentaba demasiadas dificultades recuperar la obra original de Hattaway y Wayne y facturar un western actualizado y solvente. Sin embargo, no me parece que esta versión supere a su precedente; ni siquiera me parece necesaria. Resulta curioso comprobar cómo a Van Sant se le crucificó por su ‘Psicosis’ (creo que con bastante razón), achacándole que se trataba de una copia casi plano a plano del original de Hitchcock. Con no demasiadas diferencias es lo que han hecho los Coen.

Tanto en la antigua como en la nueva, lo mejor son sus protagonistas, Wayne y Bridges; el primero más socarrón e irónico y el segundo más cínico y brutal. Pero el resto de personajes no superan a sus antecedentes cinematográficos, en especial los otros dos vértices del triángulo argumental: Damon nos ofrece un ranger estirado, anodino, casi ridículo, y la Steinfield carga hasta la saciedad con su comportamiento resabiado y repipi. No es mala película, desde luego, pero mucho me temo que, salvo por la composición de Bridges, no será especialmente recordada. Al tiempo.

Coincido con la mayoría de los fans en que se trata de la más floja de las entregas de la serie, en la que el protagonismo otorgado a los ñoños ewoks llega a ser irritante, en la que el romance entre Solo y Leia da más cante que Chewbacca en una guardería. Por otro lado, al margen de la peripecia de Jabba el Hutt y algún que otro artilugio galáctico más o menos atractivo, el planteamiento argumental es casi un calco del episodio IV, Estrella de la Muerte incluida. Por fortuna, tras esta tercera entrega, la saga se tomó un respiro de unos cuantos años. El agotamiento era evidente y Lucas, salvo para el márquetin nunca fue un genio.

Hasta que he vuelto a contemplarla, después de décadas, siempre he tenido la sensación de que el V episodio de la saga galáctica era el más intenso y logrado. Así piensa mucha parroquia adicta a la Fuerza. Sin embargo, ahora me ha parecido una digna pero no necesariamente mejor continuación de las andanzas de Skywalker y compañía. Tal vez porque el personaje de Yoda, que con su peculiar forma de hablar y su extraño aspecto me recuerda al insufrible Yar Yar Binks del episodio I. Excelente para los admiradores de la franquicia, pero no sé si especialmente atractiva para los no adeptos a la causa. Ha bajado mi entusiasmo.

Una de las películas que más presentes he tenido porque la vi con apenas 8 años en la pantalla grande. Y fue toda una experiencia que no solo impactó a la chiquillería, sino a adultos de todo género y condición. Se mitificó, se le rindió culto hasta convertirse para algunos frikis en, literalmente, una religión. Lucas revolucionó no sólo el género espacial, sino la fantasía cinematográfica y la industria del cine en general. Los personajes de la saga de ‘Star Wars’ pasaron a formar parte de una especie de santoral galáctico que nos ha acompañado desde entonces.

Hace años que no la veía y, la verdad, la he seguido disfrutando con simpatía y cierta añoranza. Es una apañada aventura galáctica con excelentes aportaciones escenográficas y tecnológicas, pero también pienso que dista de ser una gran película. Por la endeblez de algunos de sus personajes, por la acumulación de tópicos, por las evidentes lagunas narrativas que contiene, por el exceso de ingenuidad/cursilería, rayana en el infantilismo, de determinados momentos. Pero sigue siendo un fenómeno sociológico, económico y visual, y su influencia ha sido una de las más penetrantes de la historia del cine. Frikadas aparte, sigue funcionando muy bien como entretenimiento y hay que reconocer la genialidad que se marcó George Lucas hace ya la friolera de 34 años. Tanto es así, que me voy a meter las otras dos secuelas de una tacada.

No sé lo que pretendió De Palma con esta película. Si lo que buscaba era hacer un homenaje a la lucha contra el gangsterismo durante la Ley Seca/Volstead, llevada a cabo por individuos supuestamente íntegros como Ness y compañía, la verdad es que le salió el tiro por la culata. Cualquier atisbo de verosimilitud entre las imágenes y lo que realmente ocurrió, es pura coincidencia. Normalmente escribo lo primero que se me ocurre, pero esta vez me he tomado la molestia de consultar algún libro sobre el asunto y, cómo no, la wiki. Sobran los comentarios. Más que licencias artísticas lo que hace De Palma es pasarse la realidad por el forro de los cataplines, lo que es habitual en sus películas, por otra parte.

Si lo que pretendía era rendir un sentido culto a las verdaderas grandes películas sobre la Ley Seca (‘Scarface’, ‘El enemigo público’, ‘Los violentos años veinte’,…), fracasa igualmente, como podrá comprobar cualquiera al revisar alguna de estas grandes obras. Como también fracasa en el homenaje a Eisenstein: comparar esto con la secuencia mítica de las escaleras de Odessa es para mear y no echar gota. Mientras lo del ruso es una obra de arte, esto es una parodia risible.

Sin embargo, si lo que buscaba De Palma era contribuir al género del Spaghetti Western dándole una nueva perspectiva al fusionarlo con la típica película de gangsters, da en el clavo, pues sus personajes son tan arquetípicos y ridículos como los del subgénero italo-español; sus secuencias de acción son tan patéticas e inverosímiles como las rodadas en el desierto almeriense; y su banda sonora es tan cargante e imposible como las partituras del far west de pacotilla. No es que Morricone sea un mal compositor, todo lo contrario. Incluso algunas piezas de ‘Los intocables’ son molonas, en especial el tema central así como el que acompaña a los créditos de apertura y cierre. Pero la cursilada que se tira para ambientar el ñoño ambiente casero de Ness, o el momento sintetizador que nos introduce a Capone en su hotel, no tienen nombre.

Pues eso, como película ‘seria’, un bodrio. Como parodia, tiene un pasar.

Lo que consigue Reiner en esta comedia romántica es algo nada desdeñable: que dos peñazos inaguantables como Crystal y Ryan logren componer personajes simpáticos, cercanos, casi entrañables. Eso lo logra la labor del director pero también la calidad de un guión trufado de frases eficaces y personajes que se saben dar el contrapunto en cada momento. La escena del orgasmo fingido sigue conservando toda su fuerza y, en general, la película sigue haciendo gala de buena salud.

Pero hay algo que hace veinte años ni siquiera se me pasó por la cabeza y en esta ocasión ha sido lo primero que me ha venido a la mente: la tremenda inmadurez y el comportamiento cuasiadolescente de todos los personajes. La verdad es que la he vuelto a disfrutar, pero el tercio final se me ha hecho cargante, repetitivo. Con todo, una obra de referencia en el género que hay que ver.

Joder, pensaba que no podría existir ninguna adaptación cinematográfica de un héroe de la Marvel peor que ‘Catwoman’, pero después de ver las acrobacias del bueno de Ben Affleck embutido en cuero burdeos, voy a replantearme seriamente el asunto. Una de las películas más tontas y con menos espíritu que he visto, con un cuarteto protagonista totalmente desangelado y un guión de Barrio Sésamo. La lucha en el órgano de la catedral, que debe de llegar, como mínimo, hasta la Estación Espacial Internacional de alto, es impagable. Y creo que Farrel estuvo al borde el suicidio cuando se vio en la pantalla. No me extraña que no haya tenido secuela; curiosamente, al igual que la nefasta mujer minino. A veces, hasta en esto del cine hay un mínimo de justicia y sentido común.

Hubo un tiempo en el que Beethoven, ese simpático San Bernardo, no era tan dócil y apacible. Un buen día, introdujo su cabezota babosa en una gruta de murciélagos, mientras iba persiguiendo a un inocente conejillo, y, atascado, los amigos de batman se pusieron las botas, mordiéndole su enorme trufa, pero a base de bien, convirtiéndolo en un chucho con muy mala baba. Sus andanzas son las que nos narra Teague, a partir de la obra original de King, en esta película bastante anodina, de la que el que sale mejor parado es, sin duda, el perro. Miedo no da, pero risa tampoco, que ya es bastante. Una serie B con mascota subida de tono que llegó a tener cierta repercusión, pero que, con toda la razón, pronto cayó en el olvido. Todo lo más, para pasar un ratito. Paciencia, amigos, eran los pútridos ochenta.