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10 Críticas de los usuarios

Críticas de los usuarios:
10
Cuando los adultos se empeñan en buscar problemas donde no existen
Básicamente, eso es lo que conduce al desastre las situaciones más naturales y que como tales deberían ser consideradas. La falta de prejuicios y la inocencia y naturalidad de dos niñas se empaña tristemente con el juicio constante de adultos y la reacción ante la relación sentimental de sus dos madres, que no consideran normal por pura ignorancia y homofobia. Son esas reacciones adversas las que llevan a la hija mayor, preadolescente, a sentirse incómoda con sus madres en contra incluso de su propia voluntad y de lo que le dicta el sentido común y su experiencia, y es la pequeña la que pone voz a ese absurdo preguntando por qué debe cohibirse a la hora de hacer un dibujo de su familia para el colegio o por qué sus dos madres no pueden darse un beso en la calle. Son los demás los que destacan con su dedo acusador una situación que en sí no tiene absolutamente nada de malo ni de extraño como es una pareja del mismo sexo, los que hacen esa situación el motivo de un problema para la propia pareja y quienes la rodean, impidiéndoles vivir con normalidad.

La película muestra con una naturalidad pasmosa y enternecedora lo que podría ser la vida familiar de cualquiera, haciéndonos espectadores de sus rutinas diarias, también las de cualquiera de nosotros. Para una niña que está creciendo, las conversaciones de los adultos están siempre amortiguadas, llegan veladas detrás de una puerta o de una pared pero en ellas ya intuye el mundo incomprensible de los adultos, los que siempre se empeñan en crear problemas donde no los hay.
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21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Prejuicios de clase media
Película latinoamericana ganadora del Festival de Cine de San Sebastián. Opera prima de Pepa San Martín como directora, nos involucra en la mirada de una niña de trece años (Sara) que observa el mundo desde el interior de una familia comandada por dos mujeres. Está inspirada en el caso de la jueza Karen Atala, que perdió la tuición de sus hijas por ser lesbiana. El camino fácil para abordar la historia hubiese sido ubicarse dentro del cine de denuncia, militante y activista de las minorías sexuales. La dirección de San Martín, en cambio, opta por una mirada a la clase media chilena, mostrando los prejuicios que la guían, asimilados del pensamiento de sectores más acomodados y conservadores. Esta «rara» familia intenta pasar piola y no molestar al resto de la sociedad. Eligieron al Liceo Manuel de Salas (lo sitúan en Viña del Mar) como representante de esa clase media y donde, según parece, existe bastante tolerancia al tema homosexual, salvo en sus autoridades (no sé si será así en la realidad, aunque sin lugar a dudas, el Manuel de Salas es parte de la clase media chilena). En el guion colabora Alicia Scherson, cuyas historias siempre asombran desde un férreo punto de vista (recordemos «Play», «El futuro» o «El bosque de Karadima»). Sentimos los murmullos de los compañeros, de la madre y del padre desde la mirada de Sara, adolescente sin una clara posición ante el conflicto, entregada a lo que dictamine un tribunal o su padre, sin oponer mayor resistencia. Nica, la gatita que adoptan las niñas, es esterilizada y nadie le pregunta; a Sara y a su hermana tampoco, simplemente el padre las aparta de su madre a través de un dictamen judicial. Él tiene un pasar acomodado y quizás su hija no calza con su moral conservadora, dice estar preocupado por su hija, pero acaso prefiere higienizar su entorno social. Hay gran mérito en la dirección de actores, la cotidianidad fluye de manera natural, y habría que felicitar a la productora por un casting muy acertado.
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15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
¿Con qué ojos nos juzgamos o nos creemos juzgados?
La mirada de los demás condiciona nuestra existencia más de lo que – en la mayoría de las ocasiones – somos capaces de reconocer. Queremos dar una imagen de nosotros mismos y nos esforzamos por conseguirlo – seamos conscientes de ello o no – e igual importancia tiene la imagen que creemos o pensamos que los demás tienen o se hacen de nosotros. Y casi todo nuestro afán, cuando vivimos esclavos del examen al nos creemos sometidos, se centra en querer desmentir una fantasía que hemos pergeñado nosotros mismos y que puede ser o no ser cierta, pero que la percibimos como verdadera e inapelable y en ese quijotesco empeño gastamos nuestra energía al luchar contra molinos de viento ilusorios que nos provocan huracanes y desazón.

En esta cinta se habla mucho, pero no siempre se dice todo lo que se piensa ni se expresa con palabras directas y claras lo que bulle en el interior y se quisiera decir pero no se sabe cómo. Salvadas las distancias, me ha recordado la estética y cadencia de Eric Rohmer, por su luminosidad en apariencia intrascendente, por la importancia de los diálogos y por el hecho de que muchos acontecimientos relevantes quedan fuera de campo, en segundo plano, por lo que el espectador tiene que reconstruir ciertos datos relevantes que subyacen entreverados en el tejido de la trama y hacer explícito lo que permanece implícito gracias a una vigilante escucha y observación.

Además hay varias historias y diferentes niveles en esta interesante y modesta obra chilena llena de encanto. Por una parte tenemos el retrato de una adolescente que anda peleada consigo misma y con su realidad – típica de la edad del pavo – y que busca su lugar en el mundo sin saber muy bien a quién acudir ni como acometer semejante tarea sin pelearse con casi todos sus seres queridos. Por otra parte tenemos el reflejo cotidiano de una pareja de mujeres que se aman y conviven pero que no son ajenas al entorno que se toma este hecho como una afrenta. Por último tenemos también el soterrado estudio de una separación y la lucha por la custodia de unas hijas que quieren permanecer junto a su madre (y su pareja), pero que acabarán siendo utilizadas como meros peones en un infamante juego de ajedrez.

Tierna, sutil y deliciosa, llena de amor y comprensión hacia sus personajes, con su pertinente y necesaria dosis reivindicativa sin que por ello resulte un panfleto irritante. Quizás le falte algo de ritmo y destreza, pero en general logra despertar la complicidad del espectador que agradece su cuidadosa y mesurada ambivalencia.
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15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Un juicio
Se ahoga en su propia y elegante forma, en su continua elusión y sutil alusión, en su apuesta por los sobreentendidos y el sucedido de fondo. Tanto se contiene y sugiere que cuando quiere mojarse y opinar de verdad, no de lado y solo con pildoritas, ya es demasiado tarde, se le pasó el momento y nunca volverá. Ahora ya no vale con decir la tuya con sincera honestidad, tiempo tuviste durante los noventa previos minutos para dejar claro tu punto de vista sin necesidad de dar tantos rodeos y hacer tantos disimulos.
Se evita el maniqueísmo grueso, pero canta demasiado el partidismo. Se huye del tópico, pero todo es muy convencional. Se prescinde del morbo y el grito, pero el conflicto es obvio y consabido. Se quiere quedar bien y termina en aguachirri. Simpático, bien hecho y fallido. Un gesto contrahecho, una mirada torcida, un ay y un pequeño bluf al final del todo.
(Atención, mucho spoiler a continuación, aquí abajo por falta de espacio, pero solo leer en caso de perentoria necesidad de más o mayor información. Usted verá)
- Adolescencia. La protagonista está en ella, en sus turbulentos y desconcertantes principios, cuando se busca identidad, lugar, seguridad, afirmación. De ahí su dolor. Por ello su rebeldía. Porque siente la presión de la "normalidad", del grupo, de la corriente mayoritaria. Y cuando más inseguro te sientas sobre tu posición e identidad, con más fervor necesitarás unirte a la manada y ser uno más, sentir el calor de los que te rodean, hacer lo que sea para ser aceptado. No tener falla, tacha o cualquier posible defecto o punto débil que se te pueda achacar o utilizar en tu contra. En este caso, es, evidentemente, el lesbianismo de su madre lo que a ella le da miedo. No porque suponga un problema o menoscabo en la intimidad, en su equilibrio o el afecto que ella recibe, mucho más bien por lo que pueda suponer de rareza entre los de su edad, por las habladurías, los cuchicheos y las maledicencias, por el dedo que apunta, señala y acusa, que pide siempre sangre.
- Custodia. La tiene la madre. Se supone que por costumbre (nada nos explican al respecto y se echa de menos para que la historia tenga todo el sentido. Igual que nada se habla de dineros, visitas, casas, trabajos, sueldos, pensiones y demás menudencias sin ninguna importancia en la vida de la gente que, sin embargo, suelen ser casualmente, qué raro, tan decisivas cuando se batalla en estos fangos tan diarios o habituales. Casi ni aportan datos sobre nada, se dan por supuesto, por añadidura, no vaya a ser que nos metamos en problemas y se compliquen las cosas, la tesis o trama que realmente nos importa si la película es, tal vez, una simple excusa). Porque siempre se ha hecho así y punto. Fin de la discusión. Pero el problema es que el padre no se conforma y también la quiere (¿en una sociedad realmente igualitaria, la que aquí parece que se propugna, no debería tener igual derecho, por qué no, no se parte de una injusticia, que aquí se escamotea o no se nombra siquiera, si eso no es así desde un buen principio?). Y aprovecha las dudas de su hija para pelear por ella. Sibilina, malévola, silenciosa, lógicamente.
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14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El extraño mundo de Sara
Corría el año 2003 en Chile cuando, tras tres instancias judiciales, Karen Atala, una destacada abogada y jueza chilena perdía la tuición de sus hijas a causa de una demanda del padre, ya que la madre convivía junto a su nueva pareja. ¿La demanda? “No se encuentra capacitada para cuidar de las tres niñas, dado que su nueva opción de vida sexual sumada a una convivencia lésbica, estaban produciendo consecuencias dañinas al desarrollo de estas menores”. El caso fue llevado por la abogada a la Comisión Interamericana de DDHH, obligando al Estado de Chile siete años después a corregir la decisión, en un hecho emblemático para el continente.

Inspirada en el caso mencionado, Pepa San Martín dirige su primer largometraje, ‘Rara’, que coronó con el Premio Horizontes Latinos en el último Festival de San Sebastián. La cinta, lejos de biografiar el hecho, cuenta la historia de Sara (Julia Lübbert), una niña de 13 años que vive junto a su hermana menor Cata (Emilia Ossandón), a su madre (Mariana Loyola) y su pareja, Lia (Agustina Muñoz). Pero el siempre complicado inicio de su pre adolescencia se ve afectado por su padre (Daniel Muñoz), el que no aprueba que sus hijas convivan bajo el mismo techo con su mamá y su novia.

Junto con Sara, el espectador recorre sus días en el colegio, sus tardes en su casa de Viña del Mar junto a su familia, su interés por el niño que le gusta, sus conversaciones cotidianas y certeras con su mejor amiga y compañera en el pasillo y baños del colegio, y sus discusiones con la Cata. Sin embargo, es consciente de su situación: está en la mira de una sociedad que la apunta, que murmura tras las paredes, que la mantienen al filo de la normalidad, la aceptación o el cuestionamiento. San Martín consigue, desde la primera escena, hacernos parte de una familia encantadora, espontánea y natural. Bastan diez minutos para comprender años de historia. Así mismo, la posición del padre, sin ser ausente, también es explícita con las escenas siguientes. Con gran parte de las bases narrativas logradas, lo que queda no es más que una hora intensa de emociones que nos trasladan desde la alegría a la impotencia, del amor al odio, de la inocencia a la madurez.

La relación homoparental nunca es puesta en juicio por el relato ni expuesta de manera soterrada. La sensibilidad de la cámara de San Martín junto con el acabado guión -a cargo de la misma directora junto a Alicia Scherson (‘Play’, ‘Turistas’)- que no deja espacios para dudas o inconsistencias, naturalizan cualquier posibilidad de evaluación; nos convertimos rápidamente en un integrante más de la familia y no podemos hacer otra cosa sino empatizar con lo que significa para Sara, su hermana y su madre, dejar su casa para irse a vivir junto a su padre, demanda mediante. Llena de grandes momentos, en ‘Rara’ todo conspira para crear un relato mágico donde, paradójicamente, la realidad abunda y la palabra “injusticia” no hace más que removernos el piso y ver con otro cristal una verdad mucho más latente que la que podamos llegar a pensar. Escenarios acotados a interiores y locaciones mayormente cerradas también constituyen un trabajo de diseño intimista y totalmente necesario.

La otra mitad del éxito de la cinta la consigue su reparto de excepción. Tanto Julia Lübbert como la pequeña Emilia Ossandón se roban todas las miradas con un trabajo de interpretación superlativo, quienes resultan un deleite para la cámara a pesar de sus cortas edades, lejos de cualquier sobreactuación y con una facilidad de diálogo y trabajo físico envidiable para cualquier experimentado actor nacional. Por otra parte, tanto Mariana Loyola (‘La Nana’, ‘Génesis Nirvana’) como Agustina Muñoz (‘Viola’, ‘La Princesa de Francia’) sostienen una cinta desde la psicología femenina, donde todo el tiempo se respira inteligencia y mucho sentido común.

‘Rara’ es una película necesaria que, tras los créditos, provoca querer seguir conviviendo con ellas, verlas crecer, madurar, evolucionar, y que sin permiso, nos viene a educar; nos toma del brazo y nos abre los ojos. Desde la inocencia de una niña hasta el dolor de una madre y la malentendida preocupación de un padre, Pepa San Martín debuta en el cine con un filme sensible, potente y obligatoriamente pedagógico.


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www.elotrocine.cl
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Convencer a los no convencidos
La mayoría de películas de temática LGTB actualmente se olvidan de lo más importante para esta comunidad: convencer a los que todavía no ven a las parejas del mismo sexo con buenos ojos. Rara es un gran ejemplo de cine militante, verdadero, que habla claro al espectador y quiere hacerle ver que una familia, esté formada por quien esté formada, siempre será una familia.

Rara es la ópera prima de Pepa San Martín y está basada libremente en un caso real ocurrido en Chile en 2004 en la que una madre perdió la custodia de su hija por ser lesbiana. La realizadora, en vez de realizar un film de denuncia al uso, lleno de procesos judiciales y penurias, apuesta por narrar un relato familiar más liviano centrado en las hijas de la mujer protagonista.

Éste es quizá el movimiento más inteligente de su guión y dirección. No se trata de denunciar una situación verdaderamente injusta, sino que, por la vía de los sentimientos más primarios, demostrar la injusticia de la situación. Puede que para la mayoría esté claro que una madre tiene el mismo derecho de tener la custodia de su hija por el hecho de ser lesbiana, pero hay una minoría que todavía no lo comparte. Todo el mundo, en la familia protagonista verá a gente que se quiere, que quieren compartir juntos el día a día. Nada más. No hay prejuicios en medio. Solo amor materno-filial.

Por otro lado, el cine LGTB está plagado de escenas de contenido muy erótico. Sin duda, los más escépticos nunca cambiarán de opinión si se les provee este tipo de contenidos. En declaraciones en el último festival de San Sebastián, Pepa San Martín comentó que lo único “erótico” del film, una escena que narra una mamografía simbolizaba la presión de ser madre. No hay sexo. Ni siquiera la pareja protagonista se besa en muchas ocasiones en pantalla.

El tono de la película nunca se acerca al drama. La película celebra la alegría de sentirse en una familia. El hecho de que todo esté narrado desde la perspectiva de las niñas pequeñas, le da al conjunto un toque de inocencia que convierte a esta historia en un relato universal.

Rara consiguió el premio a la Mejor Película Hispanoamericana en el último festival de San Sebastián. Es un relato sincero, directo, veraz y muy humano. No estamos ante la obra de arte del siglo, pero sí ante una cinta que por su humildad y ambición deben tenerse en cuenta. Con más películas de este tipo, adultas y honestas, el cine es capaz de mostrar su mejor cara y cambiar todas las lacras del mundo. Hasta entonces, habrá que seguir luchando.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
RARA: Joyita de película.
RARA va a ser una de las mejores películas de 2016 para Cineparatodas. Después de verla ayer en el Festival de San Sebastián y de aplaudir el merecido premio Sebastiane latino, queda grabada sensiblemente en la memoria.

Son muchas las razones. Destaca por contar una historia desde el punto de vista de una niña de 13 años y de hacerlo desde su percepción de la realidad. Con un estilo narrativo, cuidadoso, con un guión bien mimado, nos adentra en el hogar de dos madres con sus dos niñas y la problemática que surge con el padre de las pequeñas. Entramos de lleno en los dos hogares por los que transitan las niñas pero sin centrarnos en el enfrentamiento, vamos viviendo el día a día de una niña y sus posicionamientos continuos además de los de sus madres y padre. Pepa San Martín nos invita a conocer el colegio donde estudian las pequeñas, por cierto, con un modelo coeducativo, con espacios muy igualitarios pero donde la homofobia soterrada emerge sutilmente unas veces y hace estar alerta a la jovencita Sara. Otras veces Sara, sentirá la homofobia con un trazo más grueso al tener que oír los consejos del director de su cole. Todo este murmullo que escucha la niña, condiciona su preadolescencia. Ese camino de reafirmación de su personalidad es el que nos ayuda a comprender Pepa San Martín. Ahí está el mérito de la película, hacernos sentir cómo vive Sara y cómo enfrenta ese murmullo que en ocasiones se convierte en ruido y le crea confusión. Ese es el tema sobre el que carga la directora chilena.

Una de las señas de identidad de la peli es que nos habla de amor lésbico sin desnudos y de una niña preadolescente sin sexualizarla y sin embargo en la peli hay sexo con pasión, lesbianas que se aman intensamente y una jovencita que está despertando a la sexualidad. Pepa San Martín lo hace posible. En este aspecto podemos decir que Rara es una joyita de película. Se sale de estereotipos de género, de roles habituales en otras pelis dando al conjunto una fuerza y credibilidad emocionantes. Todo esto, por si fuera poco, con elementos de la cotidianidad muy reconocibles que hacen que el grito que lanza la película pidiendo respeto y tolerancia hacia las niñas que viven en hogares con dos madres se oiga claro y nítido y nos posicionemos del lado de esta familia con mayúsculas. Se siente el compromiso de Pepa San Martín con la igualdad, con el respeto de los derechos de las madres lesbianas. Lo que marca la diferencia es que lo hace de un forma sutil, exquisita, elegante, sin discursos militantes pero con muchísima fuerza vital. No nos cabe duda que va a ser una de las pelis que marca diferencias cualitativas dentro del cine Lgbtq por su planteamiento y abre posibilidades narrativas que quedan muy abiertas.

Hace visibles muchos más temas, la presencia de las abuelas en las familias, las relaciones madre/hija, cómo se crean lazos familiares profundos, el valor de la amigas en la preadolescencia, la presencia de las mujeres en carreras profesionales, escuelas coeducativas. Todos estos temas poco presentes en el cine y que con RARA, tendremos ocasión de disfrutar.

Deseamos que Pepa San Martín pueda realizar muchas más pelis, que cuente con productoras tan estupendas como Macarena López. Su apuesta inteligente hace que queramos seguir también sus futuras propuestas.

Esta película todavía no tiene distribuidora en España y eso que viene de cosechar éxitos en Berlín, Amsterdam o en distintos festivales italianos. Tras recibir el largo aplauso del público al terminar la proyección en San Sebastián y recibir el premio Sebastiane latino no nos cabe duda de que alguna distribuidora habrá comprado los derechos de proyección cuanto antes y podremos verla en las salas de nuestras ciudades.

En cuanto a evocaciones, esta peli me lleva a conexiones con Anna Muylaert y su peli Una segunda madre pero también a Léa Pool y su Mamá está en la peluquería una genealogía de directoras que conecta también con Céline Schiamma en Tomboy o en Girlhood. Un hilo de Ariadna basado en el respeto y la convicción profunda de que las cosas pueden cambiar y de que en este camino, el cine es un aliado de primera.

www.cineparatodas.wordpress.com
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4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Sensible
El mérito de esta película de denuncia social es contarlo desde el punto de vista de una joven de 13 años, que se encuentra implicada.
Como ópera prima está bien y denota sensibilidad eludiendo el melodrama. Buenas interpretaciones, donde cada personaje muestra sus razones para posicionarse como lo hace.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
QUERER Y NO PODER EN "RARA"
El primer día que acude a este evento, uno está algo perdido en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Y en esas circunstancias el visitante se arriesga a encontrarse lo que se encuentra y aquello que puede parecer a priori todo un documento humano me ha parecido un planteamiento ofensivamente maniqueo, porque ya he visto filmes sobre el lesbianismo que gozan de una exquisita calidad (la canadiense Cuando cae la noche (1995), por ejemplo, de Patricia Rozema, o la estadounidense Los chicos están bien (2010), de Lisa Cholodenko, a la que probablemente quiere parecerse el largometraje de esta tarde). Es por ello que un acercamiento a ese tema sobre una perspectiva simplista y plana, valga la redundancia, se nos antoja harto deficiente.

Ni en el planteamiento ni en el desarrollo esta pelicula es original o profunda, y el final es pluscuampredecible. Para muestra un botón: de la relación entre las mujeres, tan sólo sabemos que se dan un piquito de vez en cuando, unos jadeos detrás de la puerta y que una le compra tabaco a la otra. Sinceramente yo creo que una cuestión de la importancia como el lesbianismo merece un tratamiento mucho más profundo, como en su día hicieron Patrizia Rozema o Lisa Cholodenko.

Pero Rara “no es una película militante”, según afirmó su directora a la prensa de la Zinemaldia. Y es que, efectivamente, ni como creación reivindicativa nos sirve, puesto que nada hace más daño a una causa que reducirla a uno o dos ideas manidas.

Por decir algo bueno, sí que me gustaron mucho las intervenciones de la hermana pequeña, perfectamente seleccionada por el equipo de casting.

Al final, todo el mundo se puso en pie para aclamar a San Martín en la sala del Kursaal donde se proyectó, menos yo, que estaba sentado junto a una de las protagonistas, pero me quedé tan hierático como una carta sin abrir.

Pero al final, final, final, fue galardonada con la Concha de plata en la Sección Territorio Latinoamericano del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Igual el raro soy yo.

En todo caso, lo que resulta muy agradable en las sesiones de la Zinemaldia es que el equipo técnico de las películas asiste a ellas en medio del público, en unas butacas reservadas para ellos, pero ya digo que rodeados por el público y no aislados en una torre de marfil, según suele suceder en otros festivales.

Una gozada también ver las salas a rebosar de gente de todas las edades.
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4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
¿A QUIÉN QUIERES MÁS?
Debut en la dirección de la chilena Pepa San Martín inspirada en el caso que llevó a la jueza también chilena Karen Atala a perder la custodia de sus dos hijas en 2003 supuestamente por vivir en pareja con otra mujer. En Chile no existe el matrimonio homosexual legalmente. San Martín pone sobre la pantalla el hecho más como un telón de fondo, sin renunciar a la denuncia social implícita, para centrarse y ese creo que es su mayor acierto en la hija mayor, Sara, una adolescente de 13 años y su hermana aún en la niñez y como afecta el proceso de ruptura familiar en sus consciencias, en su entorno y en su desarrollo personal y emocional.

Para ello con sorprendente madurez fílmica y un trabajo igual de sorprendente de las dos niñas y en general de todo el elenco que imprimen gran naturalidad y veracidad a sus personajes, San Martín impone un ritmo pausado y sutil donde la tensión latente y la complejidad de las situaciones no requiere de subrayados innecesarios, dejando que sean los silencios la parte más elocuente de lo que está ocurriendo. Si bien la directora se mantiene respetuosa y evita los juicios de valor, es innegable que con la misma sutilidad desnivela la balanza a favor del entorno de la madre y reconoce su propia militancia homosexual.

Los niños se llevan siempre la peor parte cuando la convivencia entre sus padres no funciona y acaba por romperse. Ellos siempre se enteran de todo y el proceso en sus mentes en formación acaba por pasarles una factura que en muchos casos nunca acabaran de pagar. No recuerdo otra película que se acerque tanto y tan bien a la situación desde el punto de vista de los hijos en esas edades. Los que hemos sufrido separaciones y divorcios no podemos menos que sentirnos identificados. Afortunadamente no cae San Martín en el melodrama, ni en los estereotipos, desdramatizando en la medida de lo posible la situación con las dosis justas de humor. Al final la decisión de la hermana con el gatito adoptado se constituye en parábola sobre un futuro que no tiene que ser dramático y donde sin renunciar a nada se debe buscar lo mejor para los hijos. Bienvenida Pepa San Martín.

cineziete.wordpress.com
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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